LA DEMOCRACIA QUE NUNCA TUVIMOS

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS(10)
Tercera época

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

En Costa Rica la fragmentación política ha llegado a tal punto que resulta inútil intentar siquiera alguna explicación racional de un fenómeno tan avasallador: el pueblo tendrá frente a sus ojos un carnaval electoral con más de 25 carrozas, las que por sortilegio se convertirán en una sola al terminarse la fiesta, como en aquel cuento de la carroza y la calabaza, llegado ese momento de la verdad todos los feriantes supuestamente plurales recitarán en coro los salmos del credo falsamente liberal del neoliberalismo mercantilista, el de los monopolios y oligopolios privados, será un universo donde la regla fiscal y su rígida observancia representarán la mayor virtud teológica que se pudiera haber imaginado alguna vez, al igual que las muchas veces millonarias evasión y elusión fiscales.

La descomposición de las viejas maquinarias políticas, la podredumbre imperante en sus escuálidos aparatos electorales es de tal magnitud que ya nadie confía en nadie. Es por eso que al lado de aquellas han surgido una gran cantidad de meras franquicias electorales, de etiquetas y de figurones inimaginables que se mueven entre el falso liberalismo, los falsos cristianos y una serie de gentes que aseguran ser “de izquierda”, en un país donde la izquierda hace varias décadas que renunció a pensar siquiera, son gentes que se aferran al activismo electoral, y a la búsqueda de espacios en el parlamento (un sitio donde ya no se habla, se emiten gruñidos e interjecciones sí acaso) sin plantearse siquiera qué sentido podría tener su presencia en ese ámbito tan degradado.

El tema de la democracia pasa necesariamente por la posibilidad individual de disentir, de no tener que pensar y actuar dentro de los cánones o las maneras propias de aquellas gentes, esas que se ven a sí mismas como el non plus ultra de la moralidad pública y de todas las virtudes, a semejanza de lo que ocurría en la Roma de la antigüedad, tanto en su fase republicana aristocrática como en la posterior imperial, que fue la prevaleciente durante la mayor parte de ese prolongado período histórico del mundo antiguo. Las élites del poder, pero sobre todo aquellas conformadas por los que, en nuestro tiempo, llamamos con sobradas razones y evidencias sustanciales, integrantes de “los poderes fácticos”, esos que no siempre están a la vista del ciudadano de a pie, la verdadera víctima propiciatoria que paradojalmente sufre, con más intensidad e indefensión, las consecuencias de sus despiadados actos.

Esos poderes son en realidad la expresión de la voluntad manifiesta de quienes mandan y deciden, en lo esencial, los destinos de la cosa pública, con el agravante de que no son precisamente un dechado de virtudes morales y republicanas: esas  gentes, de quienes se dice que son los dueños de nuestros países, pocas veces aparecen en los eventos más teatrales de las llamadas democracias formales, como son los procesos electorales.

Esas puestas en escena de una gran cantidad de comediantes, más o menos buenos o malos, pero cuyos actos aún en el caso de lograr sus metas explícitas, como la de ser elegidos como presidentes o representantes parlamentarios, no cambiarán en lo esencial las decisiones políticas de verdad, esas que fueron tomadas en otra parte o en otros escenarios…mientras el pueblo es el gran ausente, excepto en los momentos circenses de la comedia electoral. Al pueblo Pan y Circo decían los patricios romanos de aquellos tiempos de antaño, el lema y las acciones se mantienen vigentes para la manipulación efectiva de las gentes.

Durante los meses venideros, en un lapso breve pero intenso, que habrá de transcurrir entre los primeros días del mes de noviembre del año que corre hasta febrero o abril del entrante, tres naciones centroamericanas estarán enfrascadas en esos eventos así llamados “democráticos”: Nicaragua, Honduras y Costa Rica en ese orden… Mientras el tema de Nicaragua ocupa las primeras planas de los diarios, los momentos de más rating en los noticieros de las televisoras más poderosas y en las radioemisoras con más sintonía, el caso de Honduras es silenciado deliberadamente, tal y como ha venido sucediendo durante estos cuatro años transcurridos desde que, en  la tercera semana de noviembre de 2017, un nuevo fraude electoral impuso al dictador neoliberal Juan Orlando Hernández, contra el que fuimos a protestar unos pocos frente a la Casa Amarilla o sede de la Cancillería en San José de Costa Rica.

El galimatías político electoral de Nicaragua, uno de los tres países de la región donde el gobierno de los Estados Unidos quiere cambiar al gobierno por uno más manejable, acorde con sus intereses geopolíticos, algo que resulta de suyo evidente, no hay quien lo entienda a estas alturas en todos sus alcances, es decir lo que está detrás del juego político electoral: al parecer habrán elecciones generales, según lo planeado y dispuesto por las leyes electorales, el primer domingo del mes de noviembre entrante, en  medio de acusaciones hacia quienes eran los potenciales candidatos de una oposición que no logra definirse todavía, al parecer enmarcada entre una disidencia sandinista que buscaría enmendar el rumbo y volver al proyecto original, según algunos actores de la “izquierda” regional (al menos eso vienen diciendo desde los disturbios de 2018) y las posiciones de una derecha no tan variopinta que rechazan abiertamente todo lo que representó la llamada revolución sandinista durante la década de los ochenta.

El candidato oficialista (para no entrar en satanizaciones oficiosas y deliberadas, por parte de uno y otro bando) tendría o tiene todas las de ganar en ese escenario, pero la exclusión del juego electoral de la casi totalidad de sus opositores, acusándolos al parecer con fundamento, de estar financiados por la CIA, la USAID y otras agencias del gobierno de los Estados Unidos, ha tornado inmanejable la situación y ha permitido tejer un manto de sospechas sobre la legitimidad de esos comicios ¿será que la inteligencia militar del régimen nicaragüense develó algún asunto muy grave a punto de materializarse, tal cómo fueron los cruentos disturbios ocurridos entre abril y junio de 2018? Es ahí donde este galimatías resulta muy difícil de desentrañar, en todo caso, se trata de un conflicto entre las élites, donde las mayorías populares no deciden ningún asunto esencial que no sea el resultado electoral, todo eso en medio de un juego retórico muy manipulado por ambas partes.

En Honduras, por otra parte, cabe preguntarse si ¿se estará preparando un nuevo fraude electoral como los que vienen ocurriendo desde el año 2009 cuando los militares y la derecha troglodita derrocaron al entonces presidente Manuel Zelaya Rosales? ¿Volverán los del partido nacional o cachureco a comprar votos con la famosa tarjeta del mismo nombre? ¿La OEA y los voceros de la Casa Blanca tornarán los ojos hacia otro lado? Todo parece indicarnos que el mismo escenario se repetirá, salvo imprevistos.

Retornaremos sobre el tema político-electoral en Costa Rica, eso sin descuidar el de los dos países vecinos de un poco más al norte de nuestras fronteras.