
La erosión de la verdad
Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense
Si hay algo que ha quedado claro en los últimos años en Costa Rica, es que nos enfrentamos a nuevas formas de comunicación cuyo sentido de arriba hacia abajo nunca habíamos visto.
He insistido en que las formas y sus lenguajes contribuyen a suspender los contenidos. Los gestos, la semiótica del insulto, la estructura en vez del fondo, han ganado espacios no solo en las estructuras de poder, sino en sus lecturas por parte de ciertas audiencias a las que se les ha llegado sin filtros y con estrategias que han surtido efecto.
Por alguna razón he vuelto a topar con un texto del gran poeta chiapaneco Jaime Sabines sobre el pueblo.
Dice el poeta que la palabra pueblo es útil para ser utilizada en banquetes oficiales y brindar a su salud: “brindo por el pueblo de México”, “brindo por el pueblo de Estados Unidos”.
Me pregunto cuántas veces se haría los mismo, por esa entidad abstracta y pluscuamperfecta, como la llama Sabines, en el caso del pueblo costarricense.
El peligro de una comunicación atolondrada, buscando convencer a esa entidad llamada pueblo costarricense, es que puede detonar reacciones inéditas.
Cuando a la verdad se la erosiona hasta el punto de construir una propia, el desenlace puede ser irreversible en sus resultados.
La aparición de vallas publicitarias pidiendo la renuncia a los presidentes de los supremos poderes de la República (menos el poder ejecutivo) demuestra lógicas comunicativas novedosas y riesgosas, por decir lo menos.
Ojalá que no veamos en el país otras formas de comunicación utilizadas por los poderes fácticos para construir sus propias verdades: cuerpos colgados de puentes, pintas amenazantes en paredes, gestos intimidatorios.
Es cierto. Costa Rica requiere una refundación profunda. Pero no es desde la violencia y la destrucción de su sentido institucional y democrático que debe reconstituirse. No es erosionando la verdad como se recompone una sociedad como la nuestra.
Por ahí no es.
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