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La trampa de la diversidad: inclusión sin comunidad en tiempos de híperindividualismo

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Mauricio Ramírez Núñez

Vivimos en una época en la que la inclusión, la diversidad y el respeto a las diferencias se han convertido en banderas incuestionables del discurso político, educativo y mediático, al menos en Occidente. Sin embargo, tras esta retórica aparentemente progresista, se esconde una transformación profunda que pocos ven y, en muchos casos, perversa del significado de lo colectivo y común. El discurso de la inclusión ya no construye comunidad: paradójicamente, la disuelve.

La diversidad, entendida como el reconocimiento de las diferencias, ha sido instrumentalizada para fortalecer una lógica de híperindividualización, donde el sujeto ya no se piensa como parte de un conjunto, sino como una entidad aislada, portadora de una identidad personal e intransferible, un triunfo innegable del liberalismo, sin lugar a dudas. En este nuevo paradigma, el “todos”, que en otros tiempos evocaba la noción de pueblo, clase, sociedad o comunidad, ha sido vaciado de contenido común para convertirse en una suma de particularidades irreconciliables, una sociedad atomizada por completo en nombre de la inclusión. En un lenguaje orwelliano, ese “todos” en realidad significa “cada uno por su cuenta”.

Pero antes de proseguir con mi argumento, es necesario hacer una aclaración dirigida a las mentes suspicaces que podrían apresurarse a tacharme de cavernícola: no estoy en contra de la diversidad. Todo lo contrario. La diversidad auténtica es una dimensión esencial de la condición humana y de la naturaleza misma, lo tengo absolutamente claro. Las sociedades humanas siempre han sido diversas: en lo cultural, lo lingüístico, lo espiritual, lo corporal, lo afectivo. Y esa diversidad, cuando se integra en un proyecto común, ha sido históricamente una fuente de riqueza, creatividad y transformación.

Lo que cuestiono con firmeza es el uso instrumental, distorsionado y perverso de la diversidad como táctica para desviar la atención de las verdaderas luchas ideológicas y de las grandes causas comunes de la humanidad. Se trata de una estrategia, conocida popularmente como cultura woke, que busca desarticular las formas de organización colectiva y aplicar modelos de ingeniería social con fines que no son ni humanistas ni realmente inclusivos. Todo lo contrario: su propósito último es erosionar el tejido social desde dentro, destruir los lazos comunitarios y, con ello, la soberanía misma de los pueblos.

La trampa radica en que esta exaltación de las diferencias no necesariamente se traduce en solidaridad, justicia o equidad. Por el contrario, muchas veces se convierte en una forma sofisticada de fragmentación social, disfrazada de sensibilidad cultural. Las luchas identitarias, aunque puedan ser legítimas, son cooptadas por el modelo neoliberal que las convierte en nichos de mercado, algoritmos de consumo o causas momentáneamente virales. Se promueve la visibilización, pero se evita la transformación estructural. Se exige reconocimiento, pero no redistribución. Se celebra la identidad, pero se olvida el vínculo.

Esta lógica opera en perfecta sintonía con lo que Zygmunt Bauman denominó “modernidad líquida”: un tiempo en el que las relaciones humanas, las identidades y los compromisos son frágiles, temporales y fácilmente reemplazables. En este contexto, la inclusión ya no es una apuesta por el nosotros, sino una forma de manipular la diversidad sin cuestionar el orden establecido. Se administran diferencias como si se tratara de productos culturales en exhibición, sin generar espacios reales de encuentro, conflicto constructivo o elaboración colectiva de sentido, eso es lo que menos les importa.

Así, el discurso de la inclusión puede operar como un sofisticado dispositivo de control. No es casual que provenga con tanta fuerza de las grandes potencias occidentales. Aunque hoy Estados Unidos parece haber tomado cierta distancia del tema, basta con revisar el papel de las administraciones demócratas, su política exterior y su retórica sobre la diversidad para comprender que, de emancipador o revolucionario, este enfoque tiene poco o nada. Se trata, en realidad, de una lógica que divide para visibilizar, visibiliza para pacificar, y pacifica para preservar el statu quo; en otras palabras, una estrategia de hegemonía pura y dura. En lugar de empoderar sujetos históricos capaces de transformar su realidad, fabrica consumidores identitarios encerrados en etiquetas. En vez de construir comunidad, produce burbujas cada vez más fragmentadas y fácilmente gestionables desde el poder. La izquierda cayó en este juego sin darse cuenta, y ahora no sabe, o no puede, salir de él. He aquí una manifestación más de la crisis del pensamiento moderno.

Ante este panorama, urge recuperar una política del nosotros. Una política que no niegue las diferencias, pero que las integre en un proyecto común. Una política que comprenda que la verdadera inclusión no es solo representar a todos, sino construir con todos. Que sepa que sin lazos no hay sociedad, y sin sociedad no hay emancipación posible. El desafío no es menor. Implica reconstruir los vínculos debilitados, recuperar el valor de lo público y reimaginar un horizonte compartido más allá del espejo de nuestras singularidades. Porque una sociedad no se construye solo con identidades reconocidas, sino con sujetos dispuestos a convivir, a solidarizarse y a luchar juntos por algo más grande que sí mismos.

La invención del pueblo

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

El enojo persiste. Esta vez con la peligrosa realidad anunciada hace varios años en un cuidadoso análisis sobre los acechos a la democracia costarricense publicado por el Programa Estado de la Nación.

En ese entonces (hace ya casi diez años) se decía que los mitos fundacionales de la matriz democrática local contaban aún con bases sólidas, aunque se preveía su erosión conforme las generaciones se separaran de tales mitos: paz, estabilidad, institucionalidad.

El tiempo de la frontera ha llegado y toma a una sociedad estupefacta, dunda, atolondrada desde el punto de vista político. Las resistencias se atomizaron y defienden hoy sus parcelas, pero no un proyecto de sociedad, colectivo, inclusivo.

Con esta realidad que pega de frente, una categoría esencial para la democracia ha sido sustraída. Importante para la construcción de la representación y la representatividad, el “pueblo” ha quedado diluido entre un proyecto que supo procesar el enojo y otro, para el que esa representación se le volvió un fardo.

Preguntarse por el pueblo, ese que llaman pueblo, es preguntarse por su invención de una u otra versión. ¿si este no es el pueblo, el pueblo dónde está?

Pareciera que la disolución de su sentido ha sido bien aprovechada por el lado del enojo y la frustración de un sistema político tradicional que le dio la espalda.

Porque seamos francos: las mieles de aquello que se denominó Estado de bienestar duraron poco y la inclusión e integración horizontal y vertical fueron difuminadas por un modelo quirúrgicamente demoledor en lo social, lo económico y cultural.

Rescatar al pueblo no es para nada sencillo ni un ejercicio de teoría académica inerte. Es más que eso. Es encontrar su lugar en la historia, en esos mitos fundantes de la democracia costarricense y devolverle el sentido colectivo que, aun con diferencias, alguna vez tuvo.

El Pueblo imaginado por el populismo costarricense

Alejandro Guevara Arroyo1

1 Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica.

El pasado martes 18 de marzo, varios miles de personas se congregaron frente al edificio de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica. Acompañadas de banderas nacionales, exigían la destitución de la persona que actualmente ocupa el cargo de Fiscal General. El evento fue promovido desde Casa Presidencial de Costa Rica, y existen indicios de una inversión económica significativa destinada a movilizar a ciudadanos y ciudadanas desde zonas rurales del país.

A la manifestación asistieron varias diputaciones del partido de gobierno, exministros con aspiraciones de participar en las próximas elecciones nacionales y, notoriamente, el propio presidente Rodrigo Chaves Robles (quien no ha ocultado su conflicto con el Fiscal General, motivado por diversas causas que dicho funcionario tramita en su contra). Aclamado por sus seguidores, el mandatario afirmó que el Pueblo se ha despertado y, en una expresión con alguna reminiscencia lejana al filósofo Jean-Jacques Rousseau, que la voz del Pueblo es la voz de Dios.

Las líneas que siguen analizan críticamente el concepto de Pueblo que subyace en estos posicionamientos políticos y lo contrastan con su principal alternativa teórica.

¿Quién es este Pueblo del que habla el presidente con tanta vehemencia?

Pero, ¿quién es ese Pueblo al que aludió el presidente, y qué papel le corresponde frente a las instituciones del Estado? Ambas son preguntas de considerable profundidad, ciertamente. Quizá por ello encontramos diversas respuestas relevantes a cada una. Comencemos por la segunda.

Si atendemos a los principios fundamentales de nuestro orden constitucional, el Pueblo (o la Nación, con mayúscula, como lo llama nuestra Constitución Política) es una figura absolutamente central. Según la Constitución, se trata del titular de la soberanía y es el llamado a ejercer todas las funciones del poder público, incluido el más elevado de todos los poderes, el constituyente (es decir, la capacidad de crear una nueva Constitución).

Este es el Pueblo de la Democracia establecido en nuestra Constitución Política: gobierna a través de formas constitucionales, lo cual implica necesariamente la disposición de todos los derechos políticos fundamentales ciudadanos. Tiene, además, la notable facultad de modificar la Constitución misma, si así lo decide.

Esta concepción que proyecta nuestra Constitución se opone, por un lado, a la postura elitista, según la cual la ciudadanía no debe reclamar ni influir en el llamado Estado de Derecho. Pero también se distancia de lo que podríamos llamar una visión populista, que concibe al Pueblo como una entidad que puede gobernar sin instituciones, sin representantes, sin mediación; como si se tratara de un organismo con voluntad autónoma (en breve veremos que, desde este punto de mira, se suele entender que la voluntad popular tiene que tomar forma en la figura de un Líder).

El Pueblo del Populismo

Transpira nuevamente la pregunta acuciante: ¿quién es este Pueblo de la Democracia? Queda claro que, sea lo que sea, es algo trascendental. En Costa Rica, el Pueblo posee un enorme poder sobre todas y todos nosotros o, al menos, así lo establece nuestra Constitución Política. Sin embargo, seguimos sin saber con claridad quién es y cómo se manifiesta.

Una alternativa que interesa considerar aquí es justamente la propuesta por el presidente Chaves: el pueblo se identifica o es representado exclusivamente por quienes apoyan su gobierno, con lo cual él se convierta en su única voz legítima. Esta visión coincide con lo que el teórico e historiador Federico Finchelstein, en su obra “Del fascismo al populismo en la historia”, caracteriza como la perspectiva populista del Pueblo o Nación. El populismo (junto con su pariente, el fascismo) entiende que el Pueblo de la Democracia toma forma en una parte (real o supuestamente) oprimida o maltratada de la población, que encuentra su expresión en una figura de liderazgo profético y emancipador: Nación, Seguidores y Líder constituyen una sola unidad política. El Líder es, por tanto, quien efectiviza la voluntad que debe guiar al resto de la Nación-Seguidores. De esta forma, suele justificarse que el Líder acumule los poderes y facultades atribuidas al Pueblo de la Democracia.

Habida cuenta de estas ideas, históricamente el populismo ha tendido a apoyar el empoderamiento de ciertos presidentes electos mediante votación popular, como mecanismo para localizar al Líder del Pueblo.

Frente a este movimiento, obviamente, solo puede existir su contrario, representado por el mal: la casta, la élite, el antipueblo, es decir, todas y todos quienes no forman parte del Pueblo-Seguidores o se oponen de alguna forma a lo que dispone su Líder.

En todas sus manifestaciones, el populismo tensiona las instituciones constitucionales y políticas propias de las Repúblicas modernas. No podría ser de otra manera, dados los supuestos ideológicos que incorpora: la identificación entre Líder, Seguidores y Nación, que se oponen frontalmente al Antipueblo (en especial: opositores políticos). Aun así, existen muchos ejemplos históricos que muestran movimientos populistas que llegan al poder sin romper completamente con dichas instituciones (por ejemplo, Cristina Fernández de Kirchner o Javier Milei en Argentina). En otros casos la deriva ha sido hacia regímenes autoritarios (como el de Nayib Bukele en El Salvador), llegando incluso a consolidarse plenamente en formas dictatoriales (como la Venezuela de Nicolás Maduro).

¿Pero, hay alguna forma distinta de ver al Pueblo de la Democracia? Hay quienes creen que no, y por ello auspician una forma completamente despolitizada de ver los órdenes constitucionales. Sin embargo, la respuesta se encuentra en la propia ideología que subyace a nuestras imperfectas Constituciones Políticas modernas, incluida la de Costa Rica. Se trata de lo que podemos llamar la visión republicana del Pueblo.

El Pueblo de la Democracia bajo la mirada republicana

Hay una alternativa tanto a la visión populista del Pueblo de la Democracia como a las visiones elitistas. Nuestra Constitución Política de 1859 la distinguió con notable claridad, en una formulación que lamentablemente no se preservó en nuestro texto constitucional actual. En su artículo primero, aquella Constitución señalaba: “La asociación política de todos los costarricenses constituye una Nación que se denomina: República de Costa Rica”. Esta es la mirada republicana del Pueblo de la Democracia costarricense. Se trata una comunidad intergeneracional, que comparte un pasado, un presente y un futuro, anclada entre sí por medio de sus derechos políticos en la forma de la ciudadanía. Se organiza en una República, con el objetivo de garantizar la igualdad política de todas las personas que integran la comunidad.

Notablemente, sin embargo, en la comunidad de la ciudadanía existen honestos desacuerdos sobre cómo y en qué dirección han de ejercerse los poderes del gobierno. Por ello se requieren medios institucionales que aseguren que todas esas visiones políticas sean escuchadas y representadas en la toma de las decisiones más importantes sobre cómo vivir en comunidad.

En los modelos constitucionales modernos, esta ambición se tradujo en instituciones características: los Congresos o Parlamentos legislativos, cuya integración debe ser electa y políticamente representativa de la diversidad ideológica de la ciudadanía, y, al mismo tiempo, estar abierta a sus reclamos y observaciones. Esta ideología republicana incluso se manifestó en la arquitectura de muchas de las salas donde se reunían en pleno los cuerpos legislativos: para simbolizar la igualdad entre todos los representantes -y, indirectamente, la del propio pueblo-, se adoptaba una disposición en semicírculo (lamentablemente, la sala del Plenario de nuestra Asamblea Legislativa ha olvidado ese notable simbolismo republicano). Por supuesto, es esta concepción del Pueblo la que justifica que la ley disponga de mayor legitimidad que las decisiones de un Presidente (sea o no el “líder” de un movimiento político).

¿Pero entonces, desde esta visión de la comunidad política, caben las denuncias vehementes contra los poderes fácticos, las corporaciones o las élites que buscan cooptar las instituciones y los gobiernos en su propio beneficio? ¡Claro que caben! El desacuerdo dentro de la comunidad política no tiene por qué vivirse “en baja intensidad”, ni excluir denuncias apasionadas por corrupción, corporativismo o cooptación institucional. El principio de acción, sin embargo, es que al formular la crítica política, debe preservarse -en la medida de lo posible- la distinción entre, por un lado, los adversarios políticos, y por otro, los actores facciosos, corporativos o extrainstitucionales. Solo al mantener esta distinción puede sostenerse una política de conflicto democrático sin caer en una lógica del populismo, que tensiona y pone en riesgo la vigencia de las instituciones formales de la República.

De forma que las implicaciones de la ideología republicana del Pueblo calan profundamente en nuestras instituciones y prácticas constitucionales, aunque muchas y muchos sentimos que, en nuestros días, estas no cumplen con sus aspiraciones más elevadas. De hecho, creo que la reiterada incoherencia entre los ideales a los que dicen dirigirse nuestras instituciones y el desierto de realidad que percibimos en su desempeño -con una deriva que con demasiada frecuencia recuerda a House of Cards o VEEP– constituye parte de lo que, en Costa Rica, ha empoderado a la visión populista de la política y del Pueblo. Y es este movimiento político el que, hoy día, cuestiona la visión políticamente igualitaria e inclusiva que subyace a la idea republicana del Pueblo de la Democracia.

La erosión de la verdad

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Si hay algo que ha quedado claro en los últimos años en Costa Rica, es que nos enfrentamos a nuevas formas de comunicación cuyo sentido de arriba hacia abajo nunca habíamos visto.

He insistido en que las formas y sus lenguajes contribuyen a suspender los contenidos. Los gestos, la semiótica del insulto, la estructura en vez del fondo, han ganado espacios no solo en las estructuras de poder, sino en sus lecturas por parte de ciertas audiencias a las que se les ha llegado sin filtros y con estrategias que han surtido efecto.

Por alguna razón he vuelto a topar con un texto del gran poeta chiapaneco Jaime Sabines sobre el pueblo.

Dice el poeta que la palabra pueblo es útil para ser utilizada en banquetes oficiales y brindar a su salud: “brindo por el pueblo de México”, “brindo por el pueblo de Estados Unidos”.

Me pregunto cuántas veces se haría los mismo, por esa entidad abstracta y pluscuamperfecta, como la llama Sabines, en el caso del pueblo costarricense.

El peligro de una comunicación atolondrada, buscando convencer a esa entidad llamada pueblo costarricense, es que puede detonar reacciones inéditas.

Cuando a la verdad se la erosiona hasta el punto de construir una propia, el desenlace puede ser irreversible en sus resultados.

La aparición de vallas publicitarias pidiendo la renuncia a los presidentes de los supremos poderes de la República (menos el poder ejecutivo) demuestra lógicas comunicativas novedosas y riesgosas, por decir lo menos.

Ojalá que no veamos en el país otras formas de comunicación utilizadas por los poderes fácticos para construir sus propias verdades: cuerpos colgados de puentes, pintas amenazantes en paredes, gestos intimidatorios.

Es cierto. Costa Rica requiere una refundación profunda. Pero no es desde la violencia y la destrucción de su sentido institucional y democrático que debe reconstituirse. No es erosionando la verdad como se recompone una sociedad como la nuestra.

Por ahí no es.

Régimen autoritario en Costa Rica

Martin Rodríguez Espinoza

No cabe duda de que el viejo refrán de «Zapatero a tus zapatos» tiene mucho sentido cuando vemos casos como el de Marta Esquivel al frente de la Caja Costarricense de Seguro Social, CCSS, la institución más emblemática e importante de Costa Rica.

Durante más de 70 años, nuestro país se exhibía ante el mundo entero por la institucionalidad pública. La columna vertebral del desarrollo, pero también de la redistribución de riqueza que Costa Rica producía, estaba compuesta por la salud pública, CCSS y el Ministerio de Salud, MS, la educación pública, el sistema de agua potable de Acueductos y Alcantarillados, AyA, la banca nacional, el Instituto Costarricense de Electricidad, ICE, la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, CNFL, y el Instituto Nacional de Seguros.

Aparte de estas instituciones, el Ministerio de Obras Públicas y Transportes, MOPT, la Fábrica Nacional de Cemento, muelles, puertos y aeropuertos, el Ministerio de Agricultura y Ganadería, el Consejo Nacional de Producción, CNP, la Fábrica Nacional de Licores, FANAL, entre otras, constituían la fortaleza sobre la cual el desarrollo nacional podría ser más optimista para el pueblo costarricense. Redistribución de la riqueza que, además, proveía de fuentes de empleo extraordinarias, a la vez que brindaba seguridad alimentaria y Soberanía Nacional al país.

Desde el gobierno de Oscar Arias Sánchez, su primer gobierno, en 1986 y hasta nuestros días, Costa Rica fue empujada al abismo neoliberal que, junto al narcotráfico, tienen hoy al país en la oscuridad social, el hambre, la pobreza, la miseria y la muerte.

La mayoría de las instituciones que mencioné anteriormente han desaparecido, fueron destruidas, aniquiladas y los servicios que antes brindaban, hoy son el negocio de los saqueadores del país.

La CCSS es, con toda seguridad, la institución más fundamental. Sin salud pública no hay nada más. Junto a la salud pública, la educación, piedra angular sobre la cual se forjan los ciudadanos del presente y el futuro. Tanto la salud como la educación se encuentran hoy al acecho de quienes pretenden destruirlas completamente. Pero ¿para qué?

Precisamente es «el puñal en el corazón» de la Patria, no solo pretenden convertirlos en negocio de los estafadores políticos, corruptos y narcos, sino que además pretenden desaparecerlas.

La designación, no por capacidades de acuerdo con la institución en que se nombra, sino por la obediencia ciega y torpe de la presidencia ejecutiva de la CCSS, es una muestra de que no solo es incapaz de responder al mandato tanto de la Constitución Política, como de las leyes nacionales, es también absolutamente consciente de estas violaciones, amparada en la protección del Régimen imperante. A como se manejaba cuando era empleada de la empresa bananera transnacional, cree que se debe manejar una institución pública, «látigo, pan y agua».

Y es que el Régimen imperante en Costa Rica no es sólo el prepotente y «pichón de dictador» Rodrigo Chaves, no podría actuar de la forma que lo hace si estuviera solo, sino tiene la complicidad de los otros poderes políticos y del sector narco empresarial. Tiene el respaldo de los partidos políticos más corruptos de Costa Rica, el PLN, el PUSC y el hijo de estos, el PAC, con la complicidad de pseudo cristianos y los liberales (obvio). Pero además del Poder Judicial y Legislativo en conjunto.

Aquí, un presidente no se puede destituir o encarcelar por violar flagrantemente la Constitución Política, las Leyes y todo el Estado que llaman «Social de Derecho», no, no se puede, porque quienes debería hacerlo, son sus cómplices o son cobardes, que para el caso es lo mismo.

Dice la Constitución Política de Costas Rica, en el Artículo 9, que «El Gobierno de la República es popular, representativo, participativo, alternativo y responsable. Lo ejercen tres Poderes distintos e independientes entre sí: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Ninguno de los Poderes puede delegar el ejercicio de funciones que le son propias.»

Pero hay un 4to Poder, que no son los medios de comunicación, estos son de los empresarios que están en el poder por medio de sus partidos políticos. Ese 4to Poder, y debe ser el primero, que es el Pueblo Costarricense, este es el que debe rebelarse y DEFENDER la Constitución Política que está siendo violentada y ultrajada.

Es el pueblo costarricense quien debe defender y recomponer la balanza del Poder en Costa Rica, poniéndola a favor suyo, del Pueblo y contra quienes la ultrajan y saquean, ¿Cuándo?, para mañana será tarde.

17 de julio de 2024

SEC: «Presidente Chaves sea más transparente no engañe al pueblo soberano»

El Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores de la Educación Costarricense (SEC) expresa su indignación y desacuerdo por las afirmaciones realizadas por el Presidente Rodrigo Chaves en su discurso de medio periodo, en el cual le dice a los costarricenses los muchos «logros» y «aciertos» que ha tenido su mandato en el sector educativo.

Menciona un aumento del presupuesto para infraestructura educativa que no se refleja en la realidad ya que desde el 2022 se han aplicado drásticos recortes, lo que ha dificultado el mantenimiento de los centros educativos y la realización de nuevas construcciones.

«Hasta la fecha desconocemos una ruta de la educación o propuesta de política pública del Ejecutivo, que atienda la crisis educativa más drástica de los últimos 40 años», señala Gilberth Díaz, presidente del SEC.

Son muchos los centros educativos donde hay necesidades de distintos tipos y las Juntas de Educación tampoco tienen presupuesto para atenderlas.

En cuanto a las pruebas estandarizadas, se señala que estas carecen de criterios técnicos y científicos para evaluar con precisión el rendimiento estudiantil, pero los resultados aún no se han dado a conocer a pesar del tiempo transcurrido desde su realización, pese a que el movimiento estudiantil de secundaria presentó un recurso, firmas y pruebas de que dichas evaluaciones carecían del criterio científico necesario para ser aplicadas.

En relación con la Educación Técnica y Profesional, aunque se destaca la importancia de alinearla con las necesidades del mercado laboral, se subraya que los continuos recortes presupuestarios han limitado su desarrollo efectivo, «quiere decir que no estamos a la altura de las necesidades del mercado laboral ya que no tenemos cómo fortalecer la educación técnica», subrayó el dirigente magisterial.

En esta misma línea, se destaca la paralización de la formación tecnológica debido a la terminación del convenio con la Fundación Omar Dengo (FOD), lo que ha dejado recursos sin aprovechar en lugar de contribuir a la educación.

Lamentablemente y llegando casi a mitad del mes de mayo, muchas compañeras y compañeros no cuentan con el pago completo de su salario y muchos centros educativos no tienen completa su planilla con el personal reportado, «por eso Señor Presidente, enfatiza Gilberth Díaz, no se burle más de la buena fe y la esperanza del pueblo, su administración ha causado una crisis en la educación nunca antes vista, debido a los constantes experimentos en las políticas académicas y curriculares, además de los atropellos a la dignidad y condiciones del personal, la desatención a problemáticas presupuestarias, de infraestructura, tecnología y seguridad».

«Presidente Chaves, deje ya el exceso de populismo, las irrespetuosas declaraciones e irresponsabilidad para tratar al pueblo y a la prensa, incluso los lamentables episodios incitando al odio y la violencia, faltando además a la institucionalidad del país, la división de poderes y nuestra democracia».

«Le pedimos que deje de mentir al pueblo soberano y priorice el rumbo del país y las necesidades de ese pueblo que sigue esperando el cambio que les prometió hace dos años», dijo el presidente del SEC.

Construcción de pueblo – protesta social 20 de junio

Freddy Vargas Aguilar

La protesta es reacción popular para hacer frente a las acciones contra la educación. Pero, además, es acción para confrontar una práctica política de violencia, de autoritarismo. Práctica que tiende a profundizar el miedo, la actitud de docilidad mientras se destruye el tejido de convivencia social, política.

Debe ir acompañada por la construcción de una voluntad, de un proyecto popular. Integrar el corto plazo, con el largo plazo, lo táctico con lo estratégico. En particular, construir formas integradas de educación y comunicación permanentes desde lo local, desde cada institución. Dialógicas, solidarias.

No hacer protesta sería un error.

No construir educación y comunicación popular, sería una tragedia.

Colombia hoy: vigencia del pensamiento de Jorge Eliécer Gaitán

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

“En Colombia hay dos países: el país político que se preocupa por las elecciones, las sinecuras burocráticas, los intereses económicos, los privilegios y las influencias… El país político y la oligarquía son la misma cosa…Y el país nacional, el pueblo que piensa en su trabajo, su salud, su cultura… Nosotros pertenecemos al país nacional, al pueblo de todos los partidos que luchan contra el país político, contra las oligarquías de todos los partidos.

JORGE ELIÉCER GAITÁN.

Hace tres cuartos de siglo, un viernes 9 de abril de 1948, a la una y cinco de la tarde, la oligarquía colombiana conservadora y liberal materializó la vía que había escogido de antemano para imponer su proyecto fascista al conjunto de la sociedad, por medio de la violencia y el exterminio colectivo de los sectores populares de filiación liberal gaitanista, asesinando al gran líder popular Jorge Eliécer Gaitán (1898-1948), quien venía clamando por la paz, el establecimiento de una democracia directa y por el fin de la violencia conservadora, cuando salía de su oficina en la Carrera Séptima con la Avenida Jiménez de Quesada, en la ciudad de Bogotá, en plena IX Conferencia Panamericana, con la presencia del General George Marshall, entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos, que daría lugar a la fundación de la OEA, como un instrumento de la hegemonía estadounidense en la región, dando al traste con las esperanzas populares de justicia social, paz y democracia directa, originando una gran insurrección popular que hizo arder muchos edificios del centro histórico de la capital colombiana (donde fue aplastada rápidamente, de manera cruenta, con miles de muertos y heridos, por parte del ejército y de los sectores del lumpen afines al Partido Conservador y la reacción clerical) y en todo Colombia donde la prolongada resistencia dio lugar a un largo y sangriento conflicto armado, cuyas consecuencias se sienten todavía, sobre todo en la Colombia Rural del nuevo siglo, después de la firma de sucesivos acuerdos de paz, cuyo cumplimiento ha sido burlado reiteradamente por el establecimiento político, dando lugar a masacres contra los combatientes de la insurgencia desmovilizados, entre ellos más de tres mil dirigentes y militantes de la Unión Patriótica hacia fines de los ochenta y principios de los noventa.  

En lo inmediato, y como consecuencia del propio Bogotazo, sucedió que: “El pueblo respondió al asesinato de Gaitán con un levantamiento espontáneo, conocido como el Bogotazo. La multitud se tomó la ciudad en una oleada de furia colectiva, y saqueó y destruyó todo lo que simbolizaba las estructuras de poder que la excluían y empobrecían. No fue tan solo el lumpen el que se insubordinó, sino también los obreros, los pequeños comerciantes y la clase media baja, a quienes el liberalismo había dado identidad política…En provincia, la reacción al magnicidio fue más organizada y duradera. En Barrancabermeja, Rafael Rangel encabezó una Junta Revolucionaria durante 14 días. Eliseo Velázquez en los Llanos y Hermógenes Vargas en el sur del Tolima organizaron grupos de resistencia armada, que endurecieron la represión conservadora. A lo largo de 1948, hubo más de 43 mil víctimas de violencia, y el teatro de la lucha política se trasladó a las áreas rurales. El populacho urbano fue políticamente neutralizado y el gaitanismo no sobrevivió a la muerte de su líder.”(Jenny Pearce Colombia dentro del laberinto Altamira Ediciones Bogotá 1992 página 64).

Los conservadores, una vez asesinado Gaitán pactaron con la oligarquía liberal e intensificaron la persecución al movimiento sindical, crearon sindicatos afines al catolicismo conservador como la UTC, especialmente en Antioquia, y a la patronal, junto con el capital financiero y los intereses estadounidenses restringieron las conquistas sociales alcanzadas por los sectores populares, durante las décadas de 1930 y l940, dando lugar a numerosos despidos y a una aparatosa caída de los salarios reales, mientras que “La represión golpeó duramente al movimiento sindical: bajo el estado de sitio en vigor, se prohibieron las huelgas y las reuniones políticas, Fueron arrestados muchos líderes sindicales y reemplazados por delegados gubernamentales. Las sedes de los sindicatos fueron ocupadas y se despidió a miles de trabajadores en los sectores público y privado. En un solo ingenio azucarero del Valle del Cauca, fueron despedidos 900 obreros” (ibidem).

En medio de la violencia, del terror y de la ruina que cundía entre los campesinos, obreros y medianos empresarios, los patronos más poderosos obtuvieron ganancias insospechadas, de manera que: “A lo largo del período de la violencia, el proceso de acumulación de capital fue tan grande que Alberto Lleras Camargo escribió que sangre y acumulación iban juntas. “La situación colombiana es la mejor que hemos conocido jamás”, declaró el presidente de la ANDI (Asociación de Industriales de Colombia), en 1949, año en el que murieron 18.500 personas. “Reina la paz social”, se leía en un informe del ministro de Trabajo en 1951, año en el que fueron asesinadas 10.300 personas…Para la burguesía urbana y particularmente par los industriales, la situación no podría haber sido mejor…En 1954, los salarios descendieron en un 14% con relación a sus niveles de 1947, a pesar de que el año de 1949 anunciaba un período de gran prosperidad, entre 1948 y 1953, la producción industrial aumentó en un 56%” (Pearce, ibid, p 69).

El asesinato del caudillo liberal fue una respuesta homicida al aglutinamiento de fuerzas sociales y políticas alrededor de la figura de Jorge Eliécer Gaitán, que se vino consolidando al promediar la década de 1940, en medio de una crisis interna del Partido Liberal que se movía entre el gaitanismo, de gran base popular y el aparato de los viejos líderes de la oligarquía liberal que se oponían a las necesarias transformaciones sociales destinadas a llevar a Colombia a la modernidad, todo esto terminó dividiendo a los liberales y abriendo las puertas a la inmensa tragedia que vino después.

Los conservadores, o godos reaccionarios que habían ganado las elecciones generales de 1946, llevando a su candidato Mariano Ospina a la presidencia de la república, como resultado de la mencionada división del Partido Liberal que fue a esas elecciones con dos candidatos (Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán), una vez instalados en la Casa de Nariño, emprendieron primero numerosas masacres de campesinos liberales gaitanistas en los departamentos del Eje Cafetero, en el Valle del Cauca, el Tolima, el macizo cundinoboyacense que comprende la mayor parte de los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, los santanderes y en la región de los Llanos orientales asesinando, torturando, hiriendo, robando y obligando a la huida o al desplazamiento de miles de pobladores rurales, de cuyas tierras se apropiaban los grandes latifundistas, las que han venido cambiado de manos en sucesivos ciclos de violencia y nuevos desplazamientos de la población campesina, a lo largo de las ocho décadas transcurridas,

La muerte violenta y el terror acechaban a quienes se enfrentaban a las bandas paramilitares, de asesinos a sueldo, de la policía conservadora como fue el caso de los “chulavitas” o chulavos de Boyacá, los pájaros en el Valle del Cauca, los “aplanchadores” y otros grupos armados que sembraban el terror en aquellas comarcas o veredas donde se enraizaban el liberalismo y los afanes de justicia social entre los campesinos. El paramilitarismo de los latifundistas ganaderos del Magdalena Medio, el Urabá Antioqueño y otras regiones tanto del Pacífico como del Caribe ha hecho lo suyo, sembrando la muerte y el terror a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y en las dos primeras décadas del presente.

El pensamiento de Gaitán está hoy más vigente que nunca, forma parte del ideario del Pacto Histórico y de las fuerzas que apoyan al actual presidente colombiano Gustavo Petro Urrego, en su búsqueda de la paz total, la democracia directa, el cese de la corrupción y la violencia oligárquicas, la justicia social y la distribución de la riqueza, en especial las tierras cultivables. Por la regeneración moral, a la Carga con Gaitán… era la consigna de los valientes liberales gaitanistas de aquellos tiempos de lucha y coraje, incluso contra toda esperanza.

¿Votar en abril? ¡NO! ¿Qué hacer?

Luis Ángel Salazar Oses

Luis Ángel Salazar Oses

Para el Pueblo no hay opción electoral el 3 de abril próximo. Ambos candidatos son defensores a ultranza del Sistema Capitalista Neoliberal que es Homicida -mata a conveniencia a la Humanidad-, de igual manera destruye a la Naturaleza por lo que es Ecocida, es Patriarcal pues, en su soberbia el varón dinero, imperio presidente, padrote se creen dueños de vida y hacienda, por lo que además, es Plutocrático -gobiernan los ricos- y Cleptocrático ya que gobiernan los grandes ladrones que, impunemente, le roban las riquezas al Pueblo trabajador que las produce.
Figueres es ingeniero industrial, estudios que realizó al ingresar como cadete a la Academia Militar de West Point en USA y, Chaves es doctor en economía formado en la Universidad estatal de Ohio, con beca en Harvard y, contrato inmediato por el Banco Mundial donde estuvo 27 años, hasta que lo echaron por acoso sexual (Wikipedia).
Todas estas entidades forman y contratan a los servidores más fieles del nefasto Sistema Capitalista al que reseñamos arriba. De manera tal que si, como Pueblo que somos, votamos por cualquiera de ellos, simplemente estamos afilando el cuchillo para nuestro pescuezo y/o, poniéndonos la soga al cuello y pateando el taburete en el que nos apoyamos. Si alguien quiere hacerlo R. I. P.
¿Qué hacer? ¿Todo está perdido? Todo lo contrario, ahora es la hora de la redención acá en la Tierra de nosotros como Pueblo honesto, solidario, laborioso amante de la Humanidad y de nuestra madre Naturaleza. Dejemos a Figueres con el 10% de la población y a Chaves con el 8.7 que, como dice el compañero Iván Molina Jiménez, «están muy alegres con eso» y, dediquémonos como Pueblo, reiteramos, a despertar, informarnos -estudiar-, unirnos, organizarnos, empoderarnos, movilizarnos, convertirnos en Poder Popular y, como corresponde en auténtica Democracia, que es el «… gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo» (Abraham Lincoln), tomemos las riendas del país que históricamente hemos construido como Pueblo, mantenido y desarrollado y que, con patrañas y crímenes de todo tipo, nos ha robado desde hace más de doscientos años, la Plutocracia ladrona que hoy sufrimos.
Tendremos que liberarlo, sanearlo, reconstruirlo, en fin, parirlo como la Patria que queremos donde reinen la Justicia plena económica, política, social, cultural y ecológica, mediante la cual se le garantice a todos los seres humanos su auténtico bienestar integral.
Todo parto es doloroso y, tanto Figueres como Chaves artificialmente separados hoy pero férreamente unidos a partir del 3 de abril próximo, junto a sus secuaces «consientes» o incautos, nos echarán encima sus aparatos ideológicos -prensa, radio, TV, religión fanática, etc. etc. -, nos recetarán gases, leño, cárcel, y más pero, como evidentemente somos más y más fuertes, triunfaremos como lo han hecho el Pueblo chileno, el boliviano, el hondureño y lo están laborando el brasileño y el colombiano.
Tengamos siempre presente que la utopía se alcanza mañana y lo imposible pasado mañana. Somos el futuro y la vida plena, la minoría encabezada por Figueres y Chaves, el pasado y el exterminio total.