Mario Devandas Brenes

Luis Paulino Vargas Solís

Lo conocí como compañero en alguno o algunos cursos en la Escuela de Economía de la UCR. Habrá sido, aproximadamente, hacia 1980. Siendo 12 años mayor que yo, inevitablemente lo miraba como a “un señor”, y le respetaba como tal.

Luego, y a lo largo del trayecto de nuestras vidas, nos reencontramos muchas veces, en distintos espacios.

Yo fui parte del Consejo Universitario de la UNED, que lo eligió como director de Extensión, allá por los primeros años noventa. Luego fuimos compañeros en el Grupo Pensamiento Solidario, el cual dio valiosos aportes intelectuales al debate sobre el TLC, durante aquel período tan intenso, entre 2004 y 2007. Ahí, Mario y yo trabajamos en un colectivo que incluía personas maravillosas como María Eugenia Trejos, Silvia Rodríguez y Gerardo Fumero, entre otros. Este año que ya concluye, nuestros nombres aparecieron nuevamente reunidos, como parte del Grupo Economía Pluralista.

Una anécdota particular me viene a la mente: fue el 11 de junio de 2019. Exactamente una semana antes, el día 4, yo había sido operado de mi cáncer de próstata, y por esos mismos días me había enterado de la enfermedad de Mario. Conversamos largo rato por teléfono. Como ustedes podrán imaginar, teníamos mucho en común de lo cual hablar, pues ambos enfrentábamos un similar enemigo. Solo que mi pronóstico era favorable, y el de él -así me lo explicó el propio Mario- no.

Hoy yo tengo el privilegio de seguir, y Mario ya no. Sé que dio una lucha heroica contra el cáncer, pero eso no debe sorprender a nadie: así fue Mario durante toda su vida. Un luchador indómito e insobornable, como asimismo un hombre inteligente y estudioso, que sabía dialogar, respetar y construir acuerdos.

Honradísimo de haber sido su amigo y colega, sea este mi homenaje de admiración, respeto y afecto a este ser humano absolutamente grandioso.

Queda en manos de los sindicatos una tremenda responsabilidad: la de garantizar que la persona que sustituya a Mario en la junta directiva de la Caja, esté a la altura de la enormidad del legado que él deja.