Autor: Juan Arguedas Chaverri
Amelia: Mi piel es color naranja, con manchas atigradas, y tengo ojos redondos y amarillos. Me encanta jugar, curiosear, explorar y hacer preguntas. Escuché a mi mamá decir que, al morir, vamos al infierno o al cielo, dependiendo de cómo nos comportemos aquí en la Tierra. Eso de morir y el infierno me da miedo.
Arquímedes: No tengas miedo, Amelia. Aquí en la Tierra, y más allá, solo existe el universo y las leyes que lo rigen todo.
Amelia: ¿De verdad? Mi mamá no sabe de dónde venimos, pero tal vez usted me lo pueda explicar.
Arquímedes: Claro. Somos el resultado de una gran explosión en el universo, que dio origen a la vida en la Tierra. Las personas somos polvo de estrellas que cayó sobre el mar, y ahí surgió la vida en sus muchas formas, incluida la nuestra.
Amelia: ¡Wao! Eso suena increíble, aunque me cuesta entender todo su lenguaje. Entonces… ¡El tener que morir es parte de la vida misma!
Ajq’ij: Así es, Amelia. Nacemos, crecemos, y después morimos. Pero morir es solo una parte más de la vida. Nos han enseñado a temer a la muerte como si fuera algo separado de la vida, pero en realidad, aquellos a quienes amamos nunca se van del todo. Siempre permanecen en nuestras mentes y espíritus. Al morir, dejamos huellas para que otros las sigan si así lo desean.
Amelia: Si todos venimos del mismo polvo de estrellas, ¿por qué hay tantas religiones y dioses? Eso no lo entiendo.
Ajq’ij: Es una gran pregunta. Cuando las personas comprendan que somos parte de un todo, entenderán que la humanidad es más importante que las religiones o los diferentes dioses. Todos venimos de un mismo origen y estamos hechos de las mismas partículas que forman el universo.
Amelia: Ya me cansé de pensar en tantas cosas… ¡Me voy a jugar con mis amigas en el árbol!