Claudio Monge Pereira
Debravo, el Poeta campesino,
nos dijo que no quería ni un cuchillo
ni un rifle en manos de la Patria,
que arrancaría las fronteras una a una
y que por ellas dejaría sólo el aire.
Nos advirtió que Dios
no quiere rodillas humilladas
en los Templos, sino mentes
pariendo ideas y labios
haciendo besos.
Dijo, que la Tierra
repartida da los frutos de justicia
que necesita el hambre del Planeta
para eliminar las guerras y olfatear
cómo germina la Paz de las entrañas
mismas de los suelos ennoblecidos.
Debravo vive en mí más que un tatuaje
y más que sus poemas de angustias y de auroras.
Hoy viene a visitar los ojos de nosotros,
sus compatriotas, con toda su pobreza
material a cuestas y con toda su riqueza
inabarcable debajo del brazo y clavada en su costado,
viene a reclamarnos la flor y el fruto
que le debemos a la semilla de la Vida:
Hoy viene a gritarnos con sus dulces palabras
de Profeta que debemos usarlas,
que debemos reclamarle a la muerte
su ruta equivocada,
que debemos decirle a la barbarie
que se muera y nos deje la nube intacta
para darle a la Vida la senda señera de los bosques.
Hoy llega el Hermano Campesino,
Poeta iluminado de la Patria ofendida,
a clamar por nosotros y con nosotros
la Paz de Palestina…la paz que urge el mundo
en gotas o en tormentas.
Hoy Debravo nos grita con sus dulces
palabras de metabo con mieles
porque somos hemanos,
porque somos hermanas,
nosotros los hombres
de la Patria construida
en este Vórtice violado
del cósmico amor
que recibimos.
Jerusalén / San Isidro de Heredia
Imagen ilustrativa.
Compartido con SURCOS por el autor.
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