Para Duque y Guaidó: una derrota sin batalla
Por Carlos Meneses Reyes
Una Derrota Sin Batalla. Novela del escritor ocañero Enrique Pardo Farelo, con el seudónimo de Luis Tablanca, por la persecución política desde siempre en Colombia, fue publicada en el año de 1935 y reeditada en 1983 por la Imprenta Departamental de Cúcuta. El autor fue Secretario de Hacienda Departamental, proponiéndose tomar, drásticas medidas, ante el despilfarro de la cosa pública y la corrupción galopante, que convirtió los cargos públicos en un nido de ratas. Transcurrió durante la llamada hegemonía de un partido único: el conservador, similar a la hegemonía imperante en el día de hoy, de un partido fascista de hegemonía, el Centro Democrático (CD), dominante dentro del Bloque de Poder contrainsurgente, al que se han plegado liberales, socialdemócratas, reformistas. En un escenario de sistema electoral censista predominantemente corrupto y elitista, de igual fisonomía al imperante hoy en día en Colombia.
Entre las medidas propuestas por el autor estuvieron la supresión de algunos cargos, como la de Administrador de la Fábrica de Licores, la de la gerencia de la Empresa de Teléfonos, adscribiéndole sus funciones al entonces Superintendente de Rentas.
Anhelante en la búsqueda de una Educación gratuita (hoy reivindicada como popular) hubo de suprimir las becas departamentales, convertidas en botín clientelista y nido de ociosos; eliminar los auxilios de las bandas municipales para que las asumieran los municipios, acorde con la participación ciudadana.
La novela consiste en ameno relato “de la más exacta radiografía de la picaresca política colombiana y aun americana de todos los tiempos” y en la que expresa sus experiencias de funcionario público. El nombre del personaje es JUAN. Lo tomo en referencia a Juan Guaidó, con la salvedad que al JUAN protagonista de la novela lo movía el sentimiento altruista y regenerador a diferencia del ladino, astuto y disimulado, personaje de la contrarrevolución bolivariana. JUAN en su calidad de empleado oficial nunca podría salir del atolladero en que se encuentra y su nombre quedaría manchado para siempre. Se tejieron y circularon las peores calumnias contra él. La trama de la novela transcurre en el desarrollo de abolengos, jerarquía, privilegios de castas y de favoritismos. Séquitos de aduladores, comitivas de auto elogios y lisonjas. Tocaditas en el hombro y falsas sonrisas. Imperio del clientelismo. Todo un andamio de simulacros. JUAN es desplazado por el desenfreno popular. El Juan de hoy, el Guaidó, sucumbe cual figura retórica que demostró todo lo contrario de lo que pretendía demostrar ser. Producto del tejemaneje de la dictadura mediática, en franca ironía por la aplicación de la práctica política de los millennials; de esa mentalidad del consumismo y el mercado. JUAN asimila que sus gestiones fracasan estrepitosamente. Queda solo en la Capital. Pero viene el carnaval (¿festejo de qué?). JUAN invita a Rosita, que llegó “del país vecino” (Venezuela), se cubre la cara con un antifaz. Ella lo abandona y le roba la billetera. Al otro día JUAN renuncia al cargo y regresa a su pueblo. No supo o no logró encarar la situación. Piensa que ha fracasado lastimosamente que huye sin haberle hecho frente al enemigo. Lo encaró acometiendo retos peligrosos y comprometedores, pero sin afectar correctamente al enemigo. Deduce que ha sido víctima “de una derrota sin batalla” Se consuela: “mi derrota es un triunfo porque la batalla era imposible”… JUAN hizo “como las caballerías cuando tascan el freno y sintió espuma amarga en la boca, pero se la tragó y amablemente repuso…”. Juan consulta al duendecillo: ¿con quién es posible dialogar? Cuando le dice que es imposible luchar solo sin masa popular combativa y organizada y sin milicia popular en las calles.
Opositores y lobbies pelean en Washington por hacer parte del Gabinete de Guaidó. Deambulan por pasillos, edificios del Departamento de Estado, instalaciones y oficinas políticas, con sus curriculum vitae debajo del brazo. Cual carta de presentación: el ser lacayos, sumisos al imperio y a las leyes de mercado…Destituidos por corrupción… De compañías anónimas de teléfonos de Venezuela… Promotores de la libre competencia y de la invasión financiera extranjera… De la Universidad Católica Andrés Bello (jesuitas en guerra con el Papa Francisco)… Analistas del Bank of América para la colocación de Bonos de Venezuela, en competencia con el imperio financiero y siniestro de la Casa o la familia Rothschild, gurús especializados en la compra de Bonos de Venezuela: hacia una Venezuela sin Chavismo… Ministros de Carlos Andrés Pérez, al igual que el embaucador Embajador posesionado en Bogotá, de un presidente o gobierno inexistente… Ex candidatos presidenciales… Ex Alcaldes de Caracas… Antiguos dirigentes estudiantiles, que junto con Guaidó, en noviembre de 2010 participaron en un seminario secreto de cinco días en un hotel de la Ciudad de México, organizado por Otpor, la organización de Serbia dedicada a «cambio de régimen», financiado por Washington, donde se planeó para desestabilizar el gobierno de Venezuela, que también incluyó el asesinato de Hugo Chávez y luego de Nicolás Maduro…Impulsores de las guarimbas (terror callejero) de 2014, desplazados por la Milicias Populares… Desertores de la Asamblea Nacional (AN) en desacato-por orden judicial- por obtusa visión política y violadores del Reglamento Interno de esa Corporación, como gestores para que Juan Guaidó ocupara en el mes de enero la presidencia de la AN y se proclamara auto presidente en violación al orden legal y constitucional imperante… Los ahora desertores de la Guardia Bolivariana… codeándose con gigantes corporativos, como Exxon, Mobil y Máster Card…Se sumaron a los donantes de Atlas, que se “prestigió” con figuras destacadas entre los libertarios ultraderechistas, favoreciendo cientos de ONGs conservadoras y pro-imperio.
LA MITOMANIA PUESTA EN ESCENA
Con el reconocimiento de más de 50 países- de 169 en el mundo- de un gobierno inexistente y de un auto proclamado presidente, queda en entredicho el Constitucionalismo moderno y asestado fuerte golpe, en particular, al Constitucionalismo Latinoamericano que propende en sus recientes Constituciones Políticas (Venezuela. Ecuador, Bolivia) por el Buen Vivir en armonía con la Naturaleza. Pero ese desafuero jurídico no repercute con el mismo espectro que la respuesta política genera. La sensación de desagrado y disgusto radica en que tres presidentes: el de Colombia (Duque), Paraguay (Abdo) y Chile (Piñera), junto con el rango de secretario de la OEA, (Almagro) se den a la tarea, en contravía, al ejercicio de sus funciones soberanas. Entronizan cual mentira patológica, lo irrito de sus actuaciones conspirativas contra un estado Soberano y un gobierno único constitucional existente, garante de total institucionalidad. Han pisoteado los principios fundamentales de sus sendas constituciones políticas. Ajustaron un concepto propio de Libertad. Acuñan y pronuncian un concepto extraño de Dictador. Descartan el ejercicio armónico en la conducción estatal de las ramas de poder con esencia independiente. Desconocen el efecto de las decisiones judiciales y hacen caso omiso a las condenas vigentes por desacato a la AN de Venezuela que la mantienen sin validez, ni fuerza obligatoria y de nulidad de toda nulidad sus actuaciones, por obtuso comportamiento y visión de incapacidad política de los Diputados mayoritarios. Personalizaron o individualizaron toda la problemática que implica los pasos históricos que enmarcan los últimos veinte años de vida republicana venezolana y el proceso de aplicación de soluciones alternativas a un orden neoliberal y privacionista impuesto a ultranza. Aplican la “vigencia” de una Constitución Bolivariana desconociendo sus principios fundamentales de autodeterminación nacional en ejercicio del poder originario que emana de la Asamblea Nacional Constituyente. Erigen a un presidente “provisional” o “interino” a sabiendas que no existe tal situación en el orden constitucional vigente en Venezuela, al no existir falta absoluta del presidente Nicolás Maduro Moros. (Artículo 233 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela). De darse la falta total del presidente surge es un encargado que en modo alguno tiene funciones de mandatario en el ejercicio del poder. Por ello y mucho más es dable concluir que han colocado en entarimado el montaje de una mentira patológica, que como tal se define como una invención. Lo demostrable de los acontecimientos lo corroboran. Surgen en contradicción a los acontecimientos probables; siendo la existencia de ese tal gobierno interino fácilmente refutable. Por tratarse de una mentira colectiva lo consciente subsume lo inconsciente del individuo patológico que la crea. Una prueba más de como la extrema derecha se aferra al poder con la mentira y la falsía.
DEL DELITO DE AGRESIÓN
La conducta asumida por el presidente de Colombia al permitir el territorio propio del Estado colombiano para poder agredir con la incursión de una llamada caravana humanitaria que pretendió pasar a la fuerza las fronteras del Estado de la República Bolivariana de Venezuela enmarca dentro de la tipificación del Delito de Agresión o acto contra la paz, contemplado en el artículo 5 del Estatuto de Roma. Lo preparado y sucedido en la frontera de Colombia con Venezuela el día 23 de febrero de 2019, es un crimen estipulado como tal en el Derecho Internacional Humanitario. Aclaraciones ampliamente difundidas por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CRIC) resaltaron la inconsistencia de esa campaña, al no mediar el consentimiento del Estado receptor. La definición y comportamiento consecuente de no aceptación del Estado de Curazao para la entrada inconsulta de las ayudas en alimentos y medicamentos; tal como estaba concebida, contribuye a la tipificación del delito enunciado. La clara posición del gobierno de México sobre el presupuesto de autodeterminación de los pueblos para rechazar el procedimiento aplicado, contribuyen al entendido de una situación que ha de asumir la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI). Tanto el presidente de Colombia como sus aúlicos de Chile y Paraguay y el Secretario General de la OEA, planificaron, propusieron y realizaron los actos de agresión aludidos; desde cualquier punto de vista, como formas incompatibles con la Carta de las Naciones Unidas. Se multiplicaron las acusaciones de un casus belli, por la insistencia de introducir los cargamentos a Venezuela.
Internamente, el presidente Duque incurre en violación directa de la Constitución Política de 1991; según la cual le corresponde como presidente conservar el orden público (Articulo 189-4 ibidem) y no alterarlo, como en realidad sucedió el día 23 de febrero de 2019 en la zona fronteriza colombiana con Venezuela y Brasil. La consecuente realización de esa conducta conllevó a que luego de tal alteración optara por cesar en la agresión cometida, ordenando recoger los camiones cargados, en el supuesto de hecho que contenían lo enunciado. Se supone o sospecha, aunque no está demostrado, que eran alimentos y medicamentos. Lo presunto radica en que llegaron en aviones militares de carga norteamericanos que como tales valijas son cargas mortíferas. La presencia de aeronaves de carga militar asimila al concepto de tropas en tránsito por el territorio colombiano, como indicio de una violación más al no contar el presidente Duque con la orden así sea, del cuestionado Congreso colombiano. La inducción del Presidente Duque para que el comandante del Ejército colombiano suscribiera declaración en torno a la operación llamada humanitaria conjuntamente con el Comando Sur de las tropas de USA, es una clara muestra de deliberación del alto mando militar en asuntos de política internacional. No le correspondía delegarla al presidente de la República como comandante en jefe de las fuerzas armadas colombianas.
Lo expuesto es solo una muestra de las múltiples implicaciones que la agresión cometida y la fracasada incursión a territorio venezolano genera la autocracia, cuando los actos personales de un gobernante se realizan sin ningún tipo de limitación, modificando el estatus constitucional a su antojo.
Tanto para Juan Guaidó como usurpador de autoridad y funciones públicas, como para el presidente Duque; toda la aventura de esta derrota sin batalla se les volvió un bumerang.
Enviado por el autor.
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