Freddy Pacheco León
Para Pablito, su música, su grandeza, superó por mucho el querido suelo de su isla, aunque la tierra firme le oprimía, cantó una vez. Pisó las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada y se detuvo a llorar por los ausentes; sentimiento que vivimos también mientras lo escuchábamos desde nuestro compungido interior. Cantó generosamente para los costarricenses que le acogimos con manifiesto cariño y agradecimiento. Su Yolanda es cual himno hispanoamericano y el breve espacio se hizo tan grande como el amor compartido, sin egoísmo, que expresa.
Habría mucho que decir de Pablito, del «Querido Pablo», de sus canciones, de su vida, pero hoy, entre sollozos contenidos, solo le decimos adiós, gracias, descansa en paz cubano.