Por Freddy Pacheco León
LAMENTABLEMENTE confunden la situación al interior de Costa Rica, los que se suman irreflexivamente a las bien financiadas campañas en pro de declarar a los tiburones como especies silvestres, para supuestamente acabar con su matanza. Tienen buenas intenciones, pero de ellas está empedrado el camino al infierno.
En nuestro país no es ningún problema la pesca del tiburón para el mercado nacional, porque en Costa Rica se trata de un mercado poco significativo y, además, no se consume sopa de aletas de tiburón. Por tanto, el tiburón se pesca como lo que es, una ESPECIE COMERCIAL, que se consume en los hogares y soditas costarricenses, a veces deliciosamente preparado y muy nutritivo. Es una fuente de proteína usual en los «casados con pescado».
Así, con esa limitada pesca no se pone en peligro ninguna de las 80 especies de rayas, mantarrayas y tiburones presentes en los mares costarricenses, aparte de que es fuente de ingreso para nuestros ya muy sufridos pescadores. Además, como en nuestro país el Incopesca no ofrece licencias específicas para pescar peces cartilaginosos (como sí existen para el atún y existían para los camarones… que ahora mueren de viejos), no se puede afirmar, ¡porque no se pueden tener estadísticas!, que nuestros pescadores artesanales estén «acabando» con una u otra especie.
Entonces, más bien, lo que sí habría de merecer nuestra atención es la cruel práctica del DESALETEO, mediante la cual se pescan esos peces, y luego de cortarles sus aletas, son lanzados al fondo del mar a morir desangrados. DESALETEO que pese a que es ilegal el desembarque de aletas desprendidas de los cuerpos para supuestamente evitarlo, no tiene buenos resultados pues las aletas siguen siendo desembarcadas clandestinamente a lo largo de los 1.200 km del litoral Pacífico. Aletas, que al no ser para consumo interno, SE EXPORTAN a mercados orientales donde se adquieren a precios, si se quiere, caprichosos (a cientos de dólares por kilo) para satisfacer lo que los chinos consideran es una exquisitez en la forma de sopa.
Por eso, es un error pretender eliminar la muy limitada pesca comercial del tiburón a nuestros pescadores, mientras en la práctica, se promueve la EXPORTACIÓN LEGAL DE ALETAS, obtenidas por desaleteo. Entonces amigos, lo que ha de hacerse en Costa Rica, es PROHIBIR esa exportación, algo que una vez anunció la expresidenta Laura Chinchilla y su ministro René Castro, al firmar un muy mal redactado decreto ejecutivo con el que supuestamente se tomaba esa medida. Decreto en el que no solo NO aparece siquiera la palabra «exportación» sino que, paradójicamente, más bien autoriza la IMPORTACIÓN DE ALETAS, para que sean exportadas desde Costa Rica. Como esa situación nacional (el desaleteo) se repite en otros países, por eso, hacia donde tienen que dirigirse los esfuerzos internacionales es hacia prohibir el comercio de aletas en el planeta.
Tiene Costa Rica la oportunidad de emular a islas Bahamas, un buen ejemplo, y prohibir la exportación de aletas. Si lo hacemos (aunque los que se dicen protectores de la fauna marina no parecen interesarse) le estaríamos señalando al mundo un camino a seguir, y le estaríamos dando a los tiburones la protección que merecen.
Imagen: FECON.