Ser gobierno para ser poder

La Memoria Histórica del M19, el presente y el futuro.

Carta a los sobrevivientes del M19 

Por Jorge Senior, miembro de Dirección Nacional a partir de la IX Conferencia

El legado emborronado

Más de tres décadas después de la desmovilización del M19 hay dos hechos políticos electorales contundentes en el balance: la victoria de la lista a la Asamblea Nacional Constituyente en 1990 y la victoria de la candidatura de Gustavo Petro a la Presidencia de la República. La primera victoria fue histórica y dejó su impronta en la Constitución Nacional, pero no tuvo sostenibilidad o continuidad: la Alianza Democrática M19 pronto desapareció.

En el lapso de 32 años desde entonces, hubo otras victorias electorales en procesos que atravesaron diversas denominaciones y confluencias, logrando triunfos en alcaldías, gobernaciones, concejos, asambleas, cámara y senado, dentro de las cuales se destaca la Bogotá Humana como el hito más importante. Sin embargo, no hubo un partido político fuerte y estable que recogiera el legado del M19, el cual pervivió en individualidades como Antonio Navarro Wolff, Gustavo Petro, Jorge Iván Ospina, entre otros. Hubo también ejercicios de ONGs, pero sin alcanzar el impacto de una Corporación Arcoiris, por ejemplo. No hubo centros de pensamiento y muy poca producción bibliográfica (dentro de la cual cabe destacar la obra de Darío Villamizar). El M19 y su memoria se fueron difuminando. 

A pesar de la apertura democrática que significó la nueva Constitución, el devenir subsiguiente del país estuvo fuertemente determinado por las FARC, el paramilitarismo y el uribismo. El neoliberalismo se impuso en Colombia, como sucedió a nivel global. La propia Constitución sufrió más de 30 contrarreformas, aunque muchos de sus logros permanecen: Corte Constitucional, tutela, independencia del Banco de la República. Reconozcamos que el Estado Social de Derecho no es una realidad.

El caso de Gustavo Petro es excepcional, pues en estas tres décadas se convirtió en el único puntal del legado M19 que logró un crecimiento imparable en medio de un contexto negativo. Petro creció como opositor dialéctico del uribismo, pero tuvo la audacia de pasar al terreno constructivo y ejecutivo con “el segundo cargo del país”, la alcaldía de la capital. Y lo hizo con un proyecto revolucionario de ciudad, no como alcalde anodino. Mantuvo el ideal antioligárquico y popular del proyecto político del M19 y lo enriqueció con nuevos elementos como el cambio climático y la transición energética. Finalmente tuvo arrestos para lanzarse al asalto de la presidencia. Los demás, los que no traicionamos el proyecto, fuimos acompañantes junto a las nuevas generaciones y los sectores de convergencia democrática.

La imagen del guerrillero

El triunfo en 1990 mostró que el M19 se desmovilizó con una gran popularidad que se tradujo en el impacto inicial ya mencionado, pero el auge posterior de la guerra degradada minó por completo el aura del guerrillero como figura heróica y atractiva. Después del Caguán la opinión pública aprendió a odiar a las Farc, generó el fenómeno político Uribe y a los ojos de la mayoría de los colombianos la imagen de la guerrilla se volvió más negativa que nunca, arrastrando en esa vorágine de odios, miedos y rabias la propia memoria del M19 como una guerrilla chévere, popular, atrayente, audaz, imaginativa, con ideales, que generaba muchas simpatías. 

Basta contrastar los resultados electorales del M19 en 1990 con los de las Farc tras su desmovilización y se puede apreciar el abismo entre las dos guerrillas y su imagen. Lo malo es que la imagen negativa de las Farc terminó borrando en gran parte la imagen positiva del M19, hasta el punto de revivir el lenguaje ochentero de “grupo terrorista”, “narcoguerrilla” para aplicárselo al pasado guerrillero de Gustavo Petro. 

La carátula de Semana planteando las dos opciones de segunda vuelta en junio de 2022 como una escogencia entre un exguerrillero y un ingeniero tenía veneno, por supuesto, pero esa toxicidad tenía como prerrequisito el desprestigio y el repudio del concepto de “guerrillero”. Incluso dentro de sectores simpatizantes de Gustavo Petro se asumió su defensa en términos cristianos como “pecador arrepentido”, como si se tratase de un personaje de mala vida que renace al convertirse.

Pero esa defensa es equivocada. La autobiografía de Gustavo Petro y su discurso son claros: no hay un arrepentimiento o una negación del pasado, aunque desde luego pueda haber críticas y autocríticas como es apenas natural.  El punto es que la victoria de Petro a pesar de su estigmatización como exguerrillero significa una reivindicación de la memoria histórica del M19 que debemos repotenciar. Significa que el carácter de guerrilla de la gesta del M19 no implicó la degradación y tiene un alto valor ético que anticipa desarrollos posteriores del Derecho Internacional Humanitario. Los trabajos del Centro Nacional de Memoria Histórica bajo la dirección de Gonzalo Sánchez y de la Comisión de la verdad que surge del acuerdo Estado – Farc, evidencia en cifras la superioridad ética del M19, un argumento que he desarrollado en otro escrito y no voy a desplegar aquí.

Los viejos militantes ante el presente y el futuro del Ser Gobierno 

Durante los próximos 4 años un exguerrillero del M19 es el Presidente de la República. Nada menos. Más aún, ese “detalle” del pasado es lo que más resalta ante los ojos del mundo. Y lo más importante: su proyecto político mantiene el ideario del M19, remozado con nuevos énfasis acorde a los tiempos. Vida, paz y democracia. Paz, justicia social y justicia ambiental. En ese trípode, lo ambiental es el componente más renovador, aunque no estaba ausente en los años 80  (Por ejemplo, logramos evitar la construcción de una ciudadela industrial en el parque Isla de Salamanca en 1980) . Esto es lo que suelo llamar una política antropocénica, es decir, en sintonía con los desafíos que enfrenta la humanidad en el Antropoceno. 

Hay también nuevas ciudadanías y elementos identitarios, representados por ejemplo en Francia Márquez, que enriquecen el programa de gobierno en ejes étnicos, de género, de libertades individuales. Se configura así una corriente de pensamiento, plural por sus matices, pero vertebrada por el progresismo humanista.

Tenemos entonces un proyecto insurgente que transmutado en movimiento legal y tras un duro y complicado trasegar, con un desarrollo no lineal, logra la victoria electoral al cabo de tres décadas. La consigna tantas veces repetida: “Comandante Pablo, cumpliremos!”, se hace por fin realidad, aunque es sólo el final de una etapa de lucha y el inicio de otra fase de carácter constructivo y reformador. No dudo que la nueva etapa que se inicia será aún más difícil y necesita, por tanto, el concurso de todos nuestros esfuerzos, de toda nuestra experiencia y conocimiento.

Si bien el Frente Amplio y el propio Pacto Histórico, como convergencias democráticas abarcan más que la izquierda, el hecho es que se trata de la primera victoria popular y alternativa de la historia de Colombia o por lo menos desde que se instauró el Orden Conservador en 1886.

Ante semejante triunfo histórico, ¿cuál es el papel de los viejos militantes del M19 en aquella gesta clandestina de 1974 a 1989? ¿Cuál es el significado de esta victoria para nosotros, como seres humanos combatientes que ya entramos o estamos entrando en la última etapa de nuestras vidas?

En primer lugar, creo que la hazaña del momento amerita una fiesta de la victoria, un reencuentro festivo de los sobrevivientes del Eme, ya sea en Bogotá o en Cali. Un evento de alegría compartida que revitalice la cadena de afectos, pero también un espacio de análisis sobre lo que se viene y nuestro papel protagónico.

Ser gobierno implica en primer lugar la posibilidad de trabajar de verdad y en serio la memoria histórica del período 1970 – 1990. La portada del pasquín fue derrotada, ser exguerrillero del M es un orgullo y un honor, y el voto mayoritario de los colombianos lo ratificó. Ese es uno de los significados del triunfo del exguerrillero sobre el ingeniero. Esto podría hacerse con el Centro Nacional de Memoria Histórica y también con proyectos trabajados desde la academia o las ONGs. Pero además, sería ideal una asociación de los sobrevivientes, de los viejos militantes mecas, una Sociedad por la Memoria Histórica del M19.

Ser gobierno implica también participar en el ejercicio del poder ejecutivo, no en el plan clientelista y burocrático de la tradición politiquera, sino en la actitud y el compromiso de impulsar las transformaciones estructurales en los niveles económico, social, político, militar y cultural. La gobernabilidad en el Legislativo es relativamente fácil. El verdadero reto es enfrentar a los poderes fácticos: las élites económicas (la oligarquía, los gremios, los cacaos, el capital extranjero) y la doctrina militar de las FFAA. No olvidemos que una cosa es tener el gobierno y otra tener el poder. Ser gobierno es un medio y una etapa para ser poder. Seremos poder cuando la cultura democrática sea el nuevo sentido común de la sociedad colombiana. 

El Frente Amplio que logró la mayoría y el Acuerdo Nacional que busca negociar un nuevo contrato social marcan la estrategia general. Pero se necesita urgentemente el fortalecimiento y la consolidación de una férrea organización política, un movimiento que no se quede en lo electoral, que no gire alrededor de los individuos elegidos a una curul o cargo (y menos aún de influencers), que piense y trabaje colectivamente el proceso transformador dentro y fuera del gobierno, desde arriba y desde abajo, que tenga presencia en las comunidades y organizaciones sociales, y que más allá de Colombia haga parte de alianzas y corrientes internacionales en función de una política mundial progresista y humanista frente a los desafíos del Antropoceno. 

Esa organización política podría ser Colombia Humana, con personería e identidad propia, distinguible con respecto a las alianzas y coaliciones del tipo Pacto Histórico o Frente Amplio. Dentro de esa organización política, el núcleo meca, con los cercanos y afines de todas las edades, pero sobre todo de las nuevas generaciones, podríamos conducir a Colombia Humana a ser un agente político efectivo, con estructuras fuertes, democráticas y dinámicas, con infraestructura, logística, finanzas, con cuadros profesionalizados, con capacidad de movilización y acción, con visión estratégica de poder. 

Compañeros, no repitamos la historia de los años 90 cuando la Alianza Democrática M19 subió como palma y bajó como coco, como predijo el astuto Alfonso López Michelsen. No repitamos la historia de la Bogotá Humana, que una vez terminó el período de Petro, se perdió la continuidad y permitió el retorno de un Peñalosa. Que el período 2022-2026 no sea un pequeño oasis o, peor aún, un espejismo. Ya no tenemos tiempo para esperar otra oportunidad. O fue ahora o no lo será nunca para nuestra generación.

Resumen de propuestas

  • Fiesta de la victoria  
  • Sociedad de la memoria histórica del M19  
  • Ser gobierno: participar en el poder ejecutivo para ejecutar transformaciones estructurales con la visión del proyecto político  
  • Asumir la conducción de Colombia Humana como el más poderoso vector de cambio 

Correo: seniorjorge@gmail.com

Compartido con SURCOS por Vladimir de la Cruz.

 

Fuente de imagen: www.telesurtv.net Momento en el cual el M19 depone las armas luego de la desmovilización.