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Etiqueta: abolición del ejército

Primer Festival “SOMOS democracia, paz y libertad” celebró la identidad costarricense y defendió la democracia en un contexto de creciente violencia

Comunicado

San José, 16 de diciembre de 2024

Este domingo, la Plaza de la Democracia se llenó de vida, arte y cultura en la primera edición del Festival “Somos Democracia, Paz y Libertad”, un evento que celebró los valores fundacionales de Costa Rica y convocó a casi 4,000 personas durante todo el domingo en defensa de la democracia, la paz y la libertad, en medio de los retos que enfrenta el país debido al incremento de la desigualdad, la violencia y los discursos de odio.

“Recordamos con orgullo las bases de nuestra democracia, que han permitido el ascenso social de muchas personas, pero también vemos con gran preocupación la realidad que enfrenta nuestro país. Como señala el último Informe del Estado de la Nación, vivimos un debilitamiento en nuestro pacto social”, destacó la presidenta de CONARE y rectora del TEC, María Estrada Sánchez, durante la firma de la Declaratoria por la Democracia, la Paz y la Libertad, acto central del evento.

El festival ofreció una amplia gama de actividades para toda la familia: talleres de yoga, cardio dance y teatro infantil, espectáculos de fuego, pintacaritas, mercaditos de emprendimientos nacionales, bandas comunales y un espectacular cierre musical con agrupaciones reconocidas como Son de Tikizia, Malpaís y los icónicos Hicsos, quienes llenaron el escenario con su energía y música que evoca la identidad costarricense.

Malpaís, frente a un atardecer espectacular, emocionó al público con un concierto inolvidable, mientras que los Hicsos cerraron la jornada con su sello inconfundible, consolidando al festival como una celebración única de la identidad costarricense. Desde techno e indie, hasta merengue y la visita sorpresa del Chinamo de Teletica, a la Plaza de la Democracia vibró con una oferta musical para todas las edades.

El evento fue organizado por la Mesa Nacional de Diálogo Social y Productivo, el Consejo Nacional de Rectores (CONARE), la Asamblea de Trabajadores y Trabajadoras del Banco Popular y el grupo Pro Costa Rica, en conmemoración de los 75 años de la Constitución Política y los 76 años de la abolición del ejército. La Plaza de la Democracia fue elegida como símbolo de este compromiso ciudadano con la libertad, la paz y la justicia social.

“En este contexto de creciente violencia y polarización, el Festival Somos Democracia busca promover espacios de unidad, reflexión y acción colectiva. La firma de la Declaratoria por la Democracia es un llamado urgente a proteger nuestros valores democráticos frente a las amenazas que enfrentamos como país”, enfatizaron las organizaciones.

La ciudadanía puede unirse a este movimiento firmando la Declaratoria por la Democracia, la Paz y la Libertad y obteniendo más información sobre actividades futuras en el siguiente enlace: https://linktr.ee/Mesa.dialogo.cr

El Festival “Somos Democracia, Paz y Libertad” se proyecta como un evento anual y espera llegar en sus próximas ediciones a todas las regiones del país, consolidándose como un espacio que une a las y los costarricenses a través del arte y la cultura en defensa de nuestra democracia.

La abolición del ejército en Costa Rica: ¿Un hecho humanista?

Por José Rafael Quesada J.

El 1 de diciembre de 1948 tuvo un antes y un después en la historia de Costa Rica y del mundo. En un acto de grandeza que excede lo político, José Figueres Ferrer, líder de la Junta Fundadora de la Segunda República asumió la resolución de abolir el ejército como institución perenne. Un acto que posteriormente fue avalado por la Constitución de 1949, que no solo simbolizó el hecho institucional, sino que también fue el acto fundacional para lograr la transformación cultural política o económica que la instauración de una nueva imagen de un cierto humanismo criollo -y hasta ingenuo- iba a traer consigo, una posible centralidad en el ser humano, el desarrollo un país en paz y el rechazo a la violencia estructural con ribetes socialdemócratas, que se empezaba a esbozar por todo el mundo no alineado como llamaron en otras latitudes.

El ejército antes de 1948: Violencia, exclusión y desigualdad

Antes de su abolición, el ejército costarricense representaba una institución débil y lejos de las necesidades humanas de la población. Su limitado poder de fuego y su uso como aparato de represión en conflictos internos se alejaba de su objetivo de proteger a la ciudadanía. Más bien, contribuyó a perpetuar desigualdades y hacer añicos la confianza social en el Estado.

Durante la Guerra Civil de 1948, el ejército no respondió como un garante de estabilidad política, su existencia contribuyó a agudizar la división entre los sectores de la clase política en el poder y las aspiraciones de justicia democráticas del pueblo. Pero este periodo de crisis también representó que el cambio era posible. La abolición del ejército no solo fue una respuesta en medio de toda esta situación, fue la intencionalidad de algunos que quisieron aprovechar una oportunidad de sostener la voluntad política sin las armas y aprovechar para construir un Estado sin violencia, propiciando espacios para el desarrollo humano con mayor dignidad. Fue el “imperio de las circunstancias”.

La Resolución de la Abolición del Ejército: Un Acto de Humanismo Radical

No sólo el hecho de abolir el ejército en un Cuartel Bellavista significó un símbolo de liberarse de estructuras de poder no deseadas para Costa Rica; también abrió un camino que no es otra cosa que una orientación hacia un modelo social que priorizara el satisfacer necesidades de las personas en la toma de decisiones. Luego como todos los actos humanos se diluye en los juegos de poder de los sectores poderosos, porque “comida que no se vigila se quema en el camino…”.

Este acto no tuvo límites territoriales, sino que ofreció al mundo otra interpretación: las de la nación que opta por la diplomacia, el diálogo y por invertir en su población en desmedro de perpetuar la violencia estructural o represiva que imperaba en la década de los años 40 del siglo pasado.

En el contexto de la Guerra Fría nuestros países tenían referentes solo para que se armaran hasta los dientes. Costa Rica tomó una dirección opuesta: un acto con impronta de la valentía de la época, que reorientó la lógica del enemigo en las prioridades de la propia nación, apostando por el bienestar social.

Un Nuevo Modelo de Cultura: La Paz como parte del sentido de la identidad

La carencia de ejército devino en una parte de la identificación del pueblo costarricense, una manifestación palpable de la posibilidad de una resolución de los conflictos sin violencia. Este compromiso cultural asociado a la paz es una resonancia de las formas de humanismo, que rechaza la violencia como forma de relación y que hace propio de la esencia solidaria en el área social, hasta que las tendencias neoliberales toman el control de los gobiernos y de las perspectivas de una involución en el social que afecta muchas áreas de quehacer del Estado.

El orgullo que siente el costarricense por no poseer ejército, tiene su lugar en la lectura política del momento y en al menos 25 años posteriores, promoviendo un Estado que se empoderara hacia la igualdad, la justicia y el fortalecimiento de las instituciones democráticas; de esa forma Costa Rica se avizoró como una nación de algo que puede avanzar en posiciones de alguna forma humanistas, representando en varios momentos históricos que la paz no se trata de un ideal sino que es una dificultad a superar en la práctica pero posible.

Recursos para la Vida: Del Armamento al Bienestar

La eliminación del ejército permitió liberar recursos económicos y humanos que fueron incorporados a recursos vitales. Estas inversiones hicieron que Costa Rica pudiera implementar un modelo de desarrollo humano en el que se ejemplifican los principios del nuevo humanismo:

1. Salud: La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) se estructuró como una de las instituciones del acceso universal a atención en salud humana digna e igualitaria.

2. Educación: Desde el aprendizaje de la lectura y la escritura y el acceso a la educación universal, hasta el empoderamiento de nuevas generaciones, ampliar oportunidades y crear una ciudadanía crítica y solidaria.

3. Vivienda y agua potable: Programas sociales que redujeron la desigualdad favoreciendo el respeto del derecho humano de tener un hogar y el acceso a recursos básicos.

4. Mitigación de la pobreza: Transferencias monetarias directas y programas de desarrollo social y comunitario que lograron cerrar las brechas sociales, contribuyendo a la igualdad.

5. Producción de energía: se da un paso adelante en la producción de nuevas energías a partir de la hidroeléctrica y telecomunicaciones para toda la población.

6. Inclusión social: El desarrollo de carreteras y acueductos lograron conectar arriba de todo a las comunidades más aisladas, alcanzando la cohesión social. Y un punto más,

7. El de la protección de la casa del ser humano: el desarrollo y articulación de una estrategia de protección del medio ambiente y base para el turismo de varios tipos, generadores de otro tipo de riqueza para varias generaciones.

Estas inversiones, de acuerdo con los valores solidarios transformaron el país, a través de la cooperación y el bienestar colectivo por encima de la competencia y la dominación. Una decisión que nos permitió construir un modelo de Estado, el cual se encuentra en crisis en la actualidad, pero fue una buena decisión al final.

Diplomacia y Derecho: Una respuesta no violenta de reparación de conflictos

Sin ejército, Costa Rica mostró que se puede encontrar una salida a las disputas internacionales sin recurrir a la violencia. Las disputas fronterizas, como la situación de la Isla Calero con Nicaragua, se resolvían por la vía del derecho internacional y las instancias diplomáticas, mostrando que la paz es una poderosa y efectiva herramienta poderosa y eficaz.

Esta perspectiva reafirma una ética de tipo no militar, que tiene mucho que ver con la ética humanista de priorizar la inversión social, educativa, en sanidad y calidad de vida, lo cual también nos va acercando a un tipo de humanismo y la cooperación solidaria, incluso en escenarios de conflicto.

Conclusión: Un Legado de una perspectiva Humanista para el Mundo

La abolición del ejército en Costa Rica no es solo un hecho histórico, se convierte en una declaración de principios que resuena con las proclamas del nuevo humanismo. Es un símbolo de que es posible construir sociedades más humanas y solidarias si destruimos las estructuras de violencia y redistribuimos la riqueza, el mismo concepto de bienestar.

Y hoy en día Costa Rica es un faro de esperanza para el mundo, una nación que evidencia que la paz y el desarrollo humano no solo son deseables, también son posibles, aunque obliguen a revisarlo de forma constante. Nuevamente “comida que no se vigila, se quema en el camino”

La enseñanza es clara: cuando el ser humano es el centro de las decisiones políticas, el futuro se llena de posibilidades.

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2024/12/la-abolicion-del-ejercito-en-costa-rica-un-hecho-humanista/

El Precursor – la abolición del ejército en Costa Rica

Jorge Hernaldo Jiménez Bustamante*

Transcurría el año de 1919, cuando en el día 13 de septiembre fuera publicado en el Semanario Costa Rica, órgano del Grupo Unión y Progreso un artículo firmado por el joven Cristián Rodríguez, bajo el título: ¿Deben desaparecer los cuarteles?

Recién, en los últimos días del mes de agosto de ese aciago año, había caído la dictadura de los hermanos Tinoco. El país se aprestaba a iniciar una nueva etapa democrática, restableciendo la paz y la armonía entre sus ciudadanos y retomando el camino republicano y democrático.

Don Cristián inicio su artículo con las siguientes palabras: “Ahora que el país está en vías de reorganización y reconstrucción parece oportuno plantear un problema que ha dado que pensar a muchos hombres en diversos países, y que tal vez Costa Rica sea el primero en solucionar. Nos referimos a la supresión de los cuarteles”.

Treinta años después, en 1949, la Asamblea Constituyente de Costa Rica, aprobó el texto redactado por Fernando Lara Bustamante y abolió el ejército de Costa Rica, siendo entonces el primer país en solucionar el problema de militarismo.

Continuaba don Cristián diciendo que los obreros pedirán la supresión de los cuarteles por cuanto ha sido ya un deseo acentuado dados los funestos resultados que “los benditos cuarteles han tenido para el país”.

Agregaba don Cristián: “los cuarteles siempre han sido un organismo odioso y el militar un tipo repulsivo que goza todavía de privilegios heredados de épocas pretéritas en que la casta militar era, con la sacerdotal, la primera de todas las castas”.

Reconoce don Cristián los méritos del heroísmo militar en las guerras, pero decía “hay un heroísmo superior a todos los heroísmos de la guerra. Y es el heroísmo que se requiere en la paz del cual dice Martí que es más escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra.” Para decirnos más adelante: “nosotros no tendremos guerras que pelear, no somos amigos de armar camorra con nadie”.

En cambio, decía: “De sobra sabemos de qué sirvieron los cuartelas en manos de los tiranos. Pero no se crea que han sido tan funestos sólo en manos de ellos. Han constituido siempre una constante zozobra para los gobernantes civiles”.

Los costarricenses de hoy somos testigos de que con la abolición del ejército esa zozobra constante de que nos hablaba don Cristián ha sido borrada para siempre de nuestros problemas cotidianos. Ningún gobernante ha tenido en los últimos 63 años ningún temor de ser derrocado por la fuerza militar. El intento de golpe de estado llamado el Cardonazo fue previo a la aprobación y vigencia de la Constitución actual y la asonada por la invasión desde Nicaragua en el año 55 no recibió ningún respaldo interno.

Muy bien decía don Cristián reafirmando su tesis: “la acción de los cuarteles es seriamente perjudicial y da lugar a ese funesto pretorismo que nos seguirá amenazando en tanto que ellos existan”.

El otro aspecto que hacía ver don Cristián acerca de lo perjudicial que resultaba el ejército es el aspecto económico del asunto: “Dejarán de haber los grandes premios de los ingentes sueldos militares” y agregaba “sustraen lastimosamente fuerzas necesarias a la agricultura” Y más adelante decía: “La cartera de Guerra consume una parte de los dineros de la economía nacional. Consume como un tonel sin fondo, sin producir nada en cambio”.

Luego pasaba al aspecto sociológico de la existencia de la casta militar y decía: “son escuela de vagancia y fuente muy primordial de desmoralización. El que una vez se ha puesto cuello de celuloide se cree algo así como benemérito de la patria, con derecho a que la Nación lo siga manteniendo por todos los días de su vida; y si no la Nación directamente, tiene que soportarlo la comunidad de la cual será una eterna carga”.

El país es testigo de los beneficios obtenidos gracias a la abolición del ejército, tantos que ni siquiera nos damos cuenta de ellos porque ya son cuatro generaciones las que hemos vivido olvidados de la problemática que tuvieron nuestros antepasados. Los ejércitos son antiquísimas instituciones de todas las civilizaciones conocidas y tiene sus raíces en las propias etapas tribales del hombre primitivo. Es por eso por lo que todavía la totalidad de los países ni siquiera se plantean la decisión de abolir el ejército. Como tampoco se han planteado la posibilidad de vivir en paz y olvidarse de la guerra.

Ese es el mérito de Costa Rica, el heroísmo de vivir con la puerta abierta, el heroísmo superior al heroísmo de la guerra tal y como lo imaginara don Cristián en 1919, lo propusiera don Fernando Lara en 1949.y lo aprobara la Asamblea Constituyente integrándolo a nuestra Carta Magna.

Sobre Cristian Rodríguez nos dice Alberto Cañas lo siguiente:

«Fue en el otoño de 1956 que conocí y entablé amistad con un eminente costarricense que residía en New York hacía más de treinta años: Cristian Rodríguez, propietario de una oficina de traducciones principalmente científicas de gran prestigio, pero además periodista, abogado, filólogo (tres carreras sin diploma), eterno estudiante de la Universidad de Columbia, en la que estaba permanentemente matriculado, pero sin obtener diplomas porque no presentaba exámenes; pagaba por escuchar, escuchaba con inteligencia y, mariposeando por las más diversas disciplinas, se había forjado una cultura no solo amplísima, sino de una solidez petrificante. Si sabía de filosofía, era porque había frecuentado los cursos de Bertrand Russell; si disertaba sobre literatura inglesa, era porque había seguido un célebre cursillo que dictó Bernard Shaw. Y así, se había relacionado, como decía la canción española de moda entonces, con la crema de la intelectualidad”.

“Una tarde me llevó a una reunión de la Academia Americana de Letras ( a la cual estaba invitado como destacadísimo traductor que era), y allí me pasé la tarde estrechando las manos de William Faulkner, de Ernest Hemingway, de John Steinbeck, de Thorton Wilder, de Arthur Miller, no sé de quien más, ni si la lista que he hecho está incompleta o incorrecta, tal fue mi mareo». Alberto Cañas.

 

*Texto publicado en 2012 y compartido con SURCOS por el autor en diciembre del 2023.

La Abolición del Ejército de Costa Rica nos sirve de exaltación política, para mostrar el desarrollo de una Democracia sólida y civilista

(Intervención de Vladimir de la Cruz, en el acto oficial del Banco Central de Costa Rica, conmemorativo del 75 aniversario de la Abolición del Ejército, y de la presentación de la moneda coleccionable de ¢500, que destaca este hecho histórico, realizado el auditorio del edificio de los Órganos de Desconcentración Máxima, del BCCR, el jueves 30 de noviembre del 2023)

Ciudadanos presentes

En nuestra Historia Nacional tuvimos cuerpos militares desde la época colonial, que actuaron en el Virreinato de Nueva España, en la Capitanía General de Guatemala, administración territorial a la que pertenecimos, y en la propia Provincia de Costa Rica.

Al declarar la Independencia Nacional no tuvimos que desarrollar un contingente militar, un ejército revolucionario libertador, porque no hubo necesidad de derrotar un ejército militar colonial, como sucedió en otras partes del continente, y en el propio Virreinato de Nueva España, donde hubo enfrentamientos militares de este tipo, por mantener la dominación colonial y por liberarse de ella.

La lucha por la Independencia concentró, en los centros virreinales, las tropas y milicias coloniales. España había reforzado sus contingentes militares desde 1762, por la necesidad de mejorar las defensas de sus territorios de los piratas, corsarios y bucaneros, de los reinos europeos, que se volcaban sobre el continente, y, para enfrentar las contradicciones que se producían entre criollos y peninsulares, entre productores y autoridades coloniales y las insurrecciones indígenas.

Milicias coloniales las tuvimos en Matina, San José, Cartago, Heredia y Alajuela.

En la noche del 28 al 29 de octubre de 1821, cuando se encontraban en Cartago los delegados que discutirían y aprobarían la Declaración de Independencia de Costa Rica, en Cartago, la capital colonial de entonces, el firmante del Acta de Independencia, José Santos Lombardo, desarmó a la Autoridad colonial, al coronel, gobernador Juan Manuel de Cañas. Con aquel acto impidió que el gobernador, pudiera actuar contra la decisión que se tomaría ese glorioso 29 de octubre, a la vez que tomaba las armas para defender, si así hubiera sido necesario la Independencia que se declaró ese día.

Constituido el primer gobierno provisorio y durante el período de las Juntas de gobierno, de 1821 a 1823, se atendieron aspectos relacionados con la materia militar.

Durante el Estado de Costa Rica, 1824-1848, se desarrollaron cuerpos milicianos y militares, se reglamentó su organización militar, y se estableció, en el gobierno de Juan Mora Fernández, nuestro primer Jefe de Estado, una limitación a los militares cuando se les eliminó el Fuero Militar para los que cometieran delitos comunes, y se les subordinó a los alcaldes, imponiéndoseles una autoridad superior civil.

La incorporación a la República Federal de Centroamérica nos impuso participar de los gastos del Ejército Federal y de aportar soldados, una carga pesada para las finanzas nacionales, y una situación que demostró, cuando se produjo la usurpación colombiana de los territorios de Bocas del Toro, que perdimos, la innecesaria presencia en la República Federal, de la que nos retiramos en 1838.

En 1834 se prohibió que los militares pudieran participar en puestos de elección públicos en el Poder Estatal central y en el Poder Municipal.

Con Braulio Carrillo el Ejército se reorganiza, al tiempo que abole las Ordenanzas militares que todavía estaban vigentes de la época de Carlos III. Con Carrillo se crearon las rondas policiales, las Juntas de Orden Público, batallones integrados por compañías, se estimuló a los militares con mejoras salariales y nuevas armas, desarrollando un nuevo concepto de Ejército.

Con la llegada de Francisco Morazán, 1842, las estructuras militares se fortalecieron. Hacia 1846 se desarrollaron las guarniciones militares de San José, Cartago, Alajuela, Heredia, y batallones en las ciudades.

A partir de la Constitución de 1844 apareció el concepto de Ministerio de Guerra y de Guerra y Marina, combinado con el ejercicio de otras carteras.

En época del Gran Presidente Juan Rafael Mora Porras se fortalece, nuevamente, el control civil sobre lo militar. A las Fuerzas Armadas se les somete a obediencia y a no deliberar. El Ejército pasó a legitimar el Estado, a brindarle lealtad al Poder Central. El Poder Ejecutivo tenía la facultad de otorgar los ascensos militares. El ejército no desarrolló caudillos militares.

Los nuevos cuarteles, el de la Artillería en San José, los contingentes militares en Alajuela y Heredia sirvieron para reorganizar el Ejército, para lo que se había traído al militar polaco Fernando von Salisch, para servir de instructor de alta preparación de las fuerzas militares para lo cual se creó una Academia Militar.

La preparación nacional para un eventual conflicto con Nicaragua, que disputaba los territorios del Partido de Nicoya, y para enfrentar a los filibusteros que se habían establecido en Nicaragua, amenazando la libertad, la independencia y la soberanía de los pueblos centroamericanos, llevó a Juan Rafael Mora a liderar la guerra contra esa presencia extranjera, durante la Guerra Nacional Centroamericana de 1856 y 1857.

De esta guerra salió fortalecido el Ejército, que por su masividad popular le imprimió un carácter nacional y libertador, con un alto grado moral. De ella surgieron, en la conciencia popular y nacional, héroes de batallas, héroes nacionales, mártires, y sus gestas y batallas se inmortalizaron.

Las contradicciones políticas al terminar la guerra contra los filibusteros se agudizaron provocando el golpe de Estado contra Juan Rafael Mora en 1859, obligándolo a salir hacia El Salvador. De allí regresó en 1860 intentando recuperar el poder. En Puntarenas, derrotado, se entregó sacrificando su vida para salvar la de sus acompañantes. Fue fusilado el 30 de setiembre, y el 2 de octubre, igualmente, lo fue el General José María Cañas, cometiéndose un crimen, un asesinato de Estado, que no ha sido reparado con el Funeral de Estado que se les debe a estos héroes nacionales.

La década de 1859-1868 fue oscura, y de fortalecimiento del Ejército, con un papel importante tras el poder político, de los militares Lorenzo Salazar y Máximo Blanco.

El 10 de diciembre de 1868, el Dr. Eusebio Figueroa, Ministro de Guerra, destituyó a esos militares, reorganizó las comandancias y restableció el poder civil sobre lo militar.

Con la llegada del General Tomás Guardia y su Código Militar de 1871 se fortaleció esta dependencia de lo político sobre lo militar, aspecto que se llevó a la Constitución Política de 1871, que llegó hasta 1948.

En 1878, ante una eventual guerra con Guatemala fortalecimos el Ejército, adquiriendo barcos de guerra y creando el Almirantazgo de Marina.

Las décadas liberales desde 1870 hasta 1890 fortalecieron lo civil sobre lo militar y el aparato educativo. En 1869 el presidente Jesús Jiménez Zamora estableció la educación primaria gratuita, obligatoria y costeada por el Estado. Con las reformas educativas, de Mauro Fernández, en la década de 1880 se fortaleció la educación pública secundaria, se reguló el régimen de pensiones de los militares sometido al Ministerio de Hacienda, y en 1889 se contrató al general Aristides Romain, de origen belga, especialista en artillería, para la asesoría militar, iniciándose la preparación de oficiales nacionales en el extranjero.

Ante un levantamiento militar, en 1902, se dispuso, en el gobierno de Ascensión Esquivel, eliminar del Escudo Nacional los dos cañones, como símbolo militar, que tenía en su base.

Durante la administración de Alfredo González Flores, se impulsó por parte de los Estados Unidos, en América Latina una modernización de los viejos ejércitos del siglo XIX, impulsando la creación de las llamadas guardias nacionales y guardias civiles en sustitución de estos ejércitos. Alfredo González se opuso a la creación de una guardia civil, alternativa a la institucionalidad militar existente.

Con el golpe de estado de Federico Tinoco, 1917, el Ejército se fortaleció. A su caída, igualmente cayó la institución militar, también desprestigiada, que en adelante hasta 1948 se fue desgastando de manera que en la década de 1940-1948 el Ejército era una institución muy debilitada. No jugó ningún papel relevante en los sucesos armados de marzo y abril de 1948.

De la guerra con Panamá, en 1921, se le cambió de nombre al Ministerio de Guerra y Marina, en 1923, por el de Seguridad Pública.

En las décadas de 1920, 1930 y 1940 se fortaleció más el gasto público en educación que del Ejército y de Seguridad.

La década de 1940-1948 fue tensa en muchos sentidos. La II Guerra Mundial, su impacto en la economía nacional, las medidas que hubo que tomar, de la declaratoria de guerra al eje nazi fascista, del surgimiento de nuevas fuerzas políticas, socialdemócratas; por las alianzas políticas que se realizaron, alrededor de las Garantías Sociales y el Código de Trabajo, hicieron que en 1947 los diputados Fernando Volio Sancho y Fernando Lara Bustamante propusieran eliminar el Ejército suspendiendo partidas de armas del presupuesto nacional.

Los gobiernos de Rafael Ángel Calderón Guardia y Teodoro Picado, de 1944 y 1948 impugnados por fraude electoral, y la nulidad de la presidencia de Otilio Ulate en las elecciones de 1948, produjeron el alzamiento militar de José Figueres para hacer respetar ese resultado.

Del 12 de marzo al 17 de abril se llevaron a cabo enfrentamientos militares en todo el país. Figueres tenía contralada la situación y el territorio. En las conversaciones de Ochomogo y en el Pacto de la Embajada de México se le puso fin al conflicto y se preparó la entrega del gobierno a Otilio Ulate.

El 1 de mayo de 1948 José Figueres se impuso a Ulate con el Pacto Ulate Figueres asumiendo el gobierno por 18 meses a partir del 8 de mayo.

Al asumir Figueres el gobierno, y constituir la Junta Fundadora de la Segunda República, el 8 de mayo, suspendió la Constitución Política de 1871, y con ella le quitó el sustento legal y constitucional a la existencia del Ejército Nacional. Figueres tenía su Ejército, con el que había realizado la guerra civil, apoyado por un pequeño contingente militar extranjero, la Legión Caribe.

En el seno de la Junta de Gobierno su Ministro de Seguridad, Edgar Cardona había propuesto la eliminación del Ejército constitucional.

La Junta Fundadora de la Segunda República, dispuso, el 11 de octubre de 1948 en la resolución N° 749 «suprimir el ejército como institución permanente, confiándose la defensa del orden y la seguridad interna a las fuerzas regulares de la Policía Nacional, hoy denominada Guardia Civil», después de considerar el estado desastroso en que se encontraba y en virtud de tener su propia fuerza militar.

El 25 de noviembre de 1948 Junta Fundadora de la Segunda República había aceptado la idea de abolir el Ejército.

El 27 de noviembre inició la desmovilización de la Legión Caribe.

El 1 de diciembre de 1948 la Junta Fundadora de la Segunda República tomó la decisión de entregar el Cuartel Bella Vista a la Universidad de Costa Rica para impulsar el Museo Nacional.

En ese acto se señaló la importancia de fortalecer la educación, y se asoció esa fecha, con la ceremonia oficial que se hizo, como la de disolución del Ejército, o la de su abolición.

En este acto hablaron José Figueres, Uladislao Gámez, Ministro de Educación y Edgar Cardona, Ministro de Seguridad, quien en el seno de la Junta Fundadora de la Segunda República, había hecho la propuesta de su abolición, y así se le reconoció ese día.

El 1 de diciembre en el acto de la entrega del Cuartel a la Universidad se afirmó: “La época de los cuarteles había quedado para la Historia. Inicia la época de las escuelas, colegios, universidades y museos”

Cuando se integra la Asamblea Nacional Constituyente, el 3 de febrero de 1949, se hace el anuncio de querer abolir el ejército, y así se propone en el Proyecto de Constitución Política que la Junta entrega a la Asamblea Nacional Constituyente.

Así se había sembrado la semilla de la abolición en los diputados constituyentes.

El 4 de julio de 1949 los diputados constituyentes Ricardo Esquivel Fernández, Juan Trejos Quirós y Enrique Montiel propusieron suprimir el Ejército, tema que se volvió a discutir el 18 de octubre y finalmente el 31 de octubre de 1949, cuando la Asamblea Nacional Constituyente aprobó el artículo constitucional que establecía la disolución o Abolición del Ejército como institución permanente, confiando la defensa a la Policía Nacional o Guardia Civil.

Finalmente, el 7 de noviembre de 1949 se aprobó íntegramente la Constitución Política que estableció esta abolición.

En el gobierno de Luis Alberto Monge, 1982-1986, se estableció la Neutralidad Perpetua, Activa y no Armada de Costa Rica, como política de Estado, considerada como la culminación del proceso de desarme unilateral y voluntario iniciado por Costa Rica en 1949, con la proscripción del Ejército.

En el gobierno de Oscar Arias Sánchez, 1986-1990, se declaró el 1 de diciembre como Día de la Abolición del Ejército, y en este Gobierno, bajo su impulso y el de su Ministro de Gobernación, Rolando Ramírez Paniagua, se le eliminó a la Fuerza Pública el uso de rangos militares de Ejército, en su estructura administrativa, en su escalafón y en sus uniformes, y símbolos de distinción.

De nuevo se restablecieron en el Gobierno de Rafael Ángel Calderón Fournier, 1990-1994 y nuevamente fueron suprimidos en el Gobierno de Miguel Ángel Rodríguez, 1998-2002.

Sumemos, a todo esto, el hecho de que los Jefes de Estado y Presidentes de la República han sido principalmente educadores, abogados, economistas y civiles, excepcionalmente algunos militares; de que prácticamente desde 1849 hasta hoy han habido gobiernos alternos cada 4 años, con un Estado de Derecho constituido desde 1824, cuando se crearon los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, que le dieron al país y al pueblo costarricense las bases de una cultura civilista, no militarista, e impusieron una conducta gubernativa de respetar la independencia, autonomía y exclusividad de las funciones de los poderes públicos, y de sometimiento de los gobernantes a los mandatos legales y constitucionales de su ejercicio presidencial.

Recientemente, han surgido voces que proponen restablecer el ejército bajo el pretexto de la lucha contra las drogas y la narco-mafia entronizada en las estructuras institucionales. Esto hay que combatirlo, condenarlo y evitarlo.

En ninguna parte del mundo, ni de América Latina, los ejércitos tienen esa función. Al contrario, cuando han justificado su participación en esa lucha se han convertido en las fuerzas armadas de esas organizaciones delictivas, han constituido sus propios carteles militares vinculados al negocio y comercialización de las drogas, y a la entronización de la narco-mafia militar en las estructuras de la organización política del Estado y de la institucionalidad pública, provocando mayor temor e inseguridad ciudadana.

Que el acto que nos reúne, de la Presentación de la moneda conmemorativa del 75 aniversario de la Abolición del Ejército de Costa Rica, nos sirva como exaltación política, para mostrar el desarrollo de una Democracia sólida, civilista, ejemplo de mundo, que nos legó el General José Figueres Ferrer, que tuvo la capacidad y la visión de disolver el Ejército Nacional, de sacar del país, la Legión Caribe, los militares extranjeros que le ayudaron en la Guerra Civil, y de disolver su propio Ejército de Liberación Nacional.

Han sido 75 años en que ninguna familia ha sufrido el temor y la angustia de tener un hijo enlistado en el Ejército; 75 años en que ninguna familia ha sufrido la pérdida de un hijo por participar en guerras, muchas artificialmente hechas, que nos son ajenas.

Sin ejércitos no habría guerras

1 de diciembre de 2023.
Por: Giovanny Blanco Mata.
Mundo sin guerras y sin Violencia Costa Rica

  • Ante la impotencia y el dolor que nos causa tantas guerras en nuestro planeta, hay una luz de esperanza, que da esta pequeña Nación.
  • ¨Cuando la Paz es la prioridad, la abolición del ejército es el camino a seguir¨ Dalai Lama.

En la Plaza de la Democracia y de la abolición del ejército, durante la Protesta Nacional Pacífica.

En Costa Rica celebramos cada 1 de diciembre, 75 años de la abolición del ejército, decisión tomada por el General vencedor, una vez que ganara la última guerra civil que se libró en este país en 1948. Tal acto se realizó frente a uno de los cuarteles principales de esa época y desde ese momento se destinó que su futuro sería convertirse en museo.

Hoy en día, la mente y el corazón de nuestra sociedad costarricense, ya tiene instalado en su imaginario colectivo, que lo normal es que en su suelo no existan militares, ni tanques de guerra, que lo normal sea, que los antiguos cuarteles, sirvan hoy como museos, porque de lo contrario no tendría razón de ser que esas edificaciones militares sigan manteniéndose en pie.

Lo que, para muchas personas en tantos países en guerra, es un anhelo impensable y utópico, para nosotros los costarricenses es una realidad, de la que disfrutamos y nos enorgullecemos, dar ese paso de evolución humana, que significa vivir sin ejército.

Ante la impotencia y el dolor que nos causa tantas guerras en nuestro planeta, hay una luz de esperanza, que da esta pequeña Nación y que debería ser llamado a seguir por muchos países, sobre todo en este momento en que los conflictos se recrudecen y los intereses de los bloques en guerra, provocan la masacre de tantas vidas inocentes , incluyendo miles de niños atrapados en esa cruel realidad, pero además con su afán de posible escalada nuclear, ponen en peligro la sobrevivencia de toda la especie humana .

Para algunos plantear la eliminación de los ejércitos no sólo es impensable, sino que es una irresponsabilidad, ya que le imprimen un carácter necesario de seguridad nacional y protección de soberanía a las fuerzas armadas. Para otros la eliminación del ejército , en Costa Rica es un mito, porque al no contar con esta figura se han militarizado y capacitado las Fuerzas policiales, de manera que a pesar de no tener militares oficialmente, se posee un ala de las Fuerza Pública, preparada en caso de conflictos limítrofes , etc.

Nosotros desde Mundo sin Guerras y sin Violencia, proponemos que se incluya en las constituciones de todos los Estados, que la guerra no será usada como método para resolver conflictos entre los países. Que el diálogo, la diplomacia, la negociación y el multilateralismo, se anteponga, a los conflictos bélicos. Ante esta lógica, la necesidad de los ejércitos, se vería cuestionada y su rol debería variar, tal como lo indica Silo en la Octava Carta de su libro ¨Cartas a mis amigos¨.

Por otro lado, en mi opinión, no se puede desacreditar el potente y significativo mensaje que envía Costa Rica al mundo, porque va cargado de vivencias, de energía positiva, de un sentimiento de esperanza, que grita a todas las otras naciones que sí es posible, vivir sin ejército, sin la imagen grotesca del armamento pesado en nuestras calles, sin el servicio militar para nuestros jóvenes, sin tener que otorgarle poder político a fuerzas castrenses durante ya más de 70 años.

Ciertamente la paz, no es solamente la ausencia de guerra y actualmente, vivimos en Costa Rica, una realidad convulsa con aumento de la violencia, narcotráfico, inseguridad ciudadana y debilitamiento de nuestras conquistas sociales en salud, educación, derechos humanos y democracia real. Es por eso que conscientes de eso, estamos llamados como habitantes de esta Nación, a proteger el legado de nuestros antepasados, como un pueblo que promueve la paz a nivel internacional, pero que también sabe unirse, para defender la paz social y la noviolencia en sus territorios.

Quizás el aporte de Costa Rica, en este aspecto, es dar una señal al concierto internacional de naciones, de que sí se puede vivir sin ejército, que la seguridad nacional no tiene que estar en manos de militares, que se puede apostar al diálogo, a la diplomacia, al multilateralismo y a las cortes internacionales de justicia. Costa Rica, como referencia de ese modelo, deberá perfeccionarlo y retomar la senda de priorizar la inversión pública; en educación, salud y cultura de paz , aprovechando que no tiene gastos militares.

Quizás la vía del futuro hacia la resolución de conflictos, sin el uso de la guerra, se podrá dar solamente sin la existencia de ejércitos, o cambiando el rol que estos juegan, convirtiéndolos en instrumentos para la paz, desarmando progresivamente sus arsenales y destinando sus presupuestos al cumplimiento real de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, siguiendo la premisa que dijo el Dalai Lama. “Cuando la paz es la prioridad, la abolición del ejército es el camino a seguir”.

¿Qué debemos celebrar el 1 de diciembre?

Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli

Entre 1967 y 1971 me correspondió ser el primero en realizar dos estudios con exigencias académicas, sobre lo acontecido en 1948 a raíz de la presentación de mis tesis de grado en Historia en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Complutense de Madrid bajo los títulos “Costa Rica y Sus Hechos Políticos de 1948 (Problemática de una Década)” y “ El Desarrollo Constitucional de Costa Rica y La Constitución de 1949 (Antecedentes y Proyecciones)”; en ambos casos traté de explicar algunos sucesos que en la mentalidad popular se habían arraigado como verdad absoluta, sin tener una certeza histórica. Digo esto porque, en estos cincuenta años que han transcurrido, muchos mitos se han consolidado y va siendo hora de ubicarlos en su verdadera dimensión; cito solo tres ejemplos por el momento: la verdadera participación de los comunistas en la legislación social, el número de fallecidos por la guerra civil y la abolición del ejército. Llegar a aclarar estos mitos, es uno de los trabajos que tengo en cartera un poco avanzados, aunque al final, a lo mejor, me gano mi personal “Codo del Diablo”; pues la verdad no llegará a pecar, pero si a incomodar a más de uno.

Vamos al hecho concreto: dice la tradición, más no así los documentos, que el 1 de diciembre de 1948 don José Figueres Ferrer, Presidente de la Junta de Gobierno que gobernaba de facto Costa Rica, por medio de un decreto y un simbólico mazazo en la pared norte del Cuartel Bella Vista, eliminó el ejército. Si estuviéramos en un examen colegial de esos tan de moda: falso o verdadero, qué pondríamos como respuesta. Pues ¿caben las dos?, ¿ni lo uno ni lo otro?, ¿verdades a medias o manipulación política?

Estudiemos desde el principio: ¿de quién fue la idea? ¿De don José Figueres y la Junta de Gobierno?, simplemente no. Recordemos que ese gobierno de facto, había creado el 21 de mayo de 1948, una comisión de muy ilustres costarricenses como Fernando Lara Bustamante, Fernando Baurit, Eloy Morúa, Manuel Hernández Herrán, Abelardo Bonilla Baldares, Rafael Carrillo, Rodrigo Facio, Fernando Fournier y Fernando Volio S. para que redactara un proyecto de Constitución Política que sería enviado a la Asamblea Nacional Constituyente que debía elegirse el 8 de diciembre de aquel año 48, de acuerdo con los compromisos del Pacto Ulate Figueres firmado el 1 de mayo, en que inició el periodo de facto y que, ese mismo día, dio su segundo decreto con el que deroga la Constitución de 1871. En ella se regulaban diferentes aspectos del ejército, por ejemplo que estaba subordinado al poder civil, era pasivo, no podía deliberar y sobre todo era el Congreso de la República el que, anualmente, establecía su existencia al fijar su presupuesto, el máximo de hombres que componía el ejército de “ mar y tierra” en tiempos de paz o el aumento en caso de conflictos y conferir los grados militares a partir de coronel; por lo tanto, si se anulaba la Constitución, qué quedaba del ejercito sustentado en ella, nada.

Inclusive, el 25 de noviembre de 1948 el coronel Edgar Cardona quien fungía como ministro de Seguridad, propuso en el seno de la Junta de Gobierno presidida por Figueres, la idea de abolir el ejército y destinar el presupuesto que quedaba libre a educación. La propuesta fue rechazada inclusive por Figueres, y conforme lo ha narrado el propio Cardona en su libro, su propósito era salvaguardar la elección de Otilio Ulate y otros peligros para el país. Este reconocimiento histórico a él y don Fernando Lara, como veremos, ha quedado en el olvido de la historia oficial.

Sin embargo, fue en el seno de la Comisión que el Lic. Fernando Lara Bustamante presentó la idea de la abolición del ejército como INSTITUCION PERMANENTE, idea y propuesta que fue acogida por los demás miembros y plasmada en el artículo 10 del Proyecto de Constitución, en el que se abole el ejército dentro de la idea planteada; la conservación del orden público quedó supeditada a la acción de una policía sometida al poder civil y no tenía derecho a deliberar.

El proyecto de Constitución, con ésta y muchas otras ideas renovadoras, fue enviado por la Junta de Gobierno a conocimiento de la Constituyente, que con una actitud conservadora y tradicionalista propia de la mentalidad imperante en el partido que obtuvo la mayoría de las curules, rechazó el proyecto y acogió la Constitución de 1871 como base de discusión. Sin embargo, como ya lo han señalado muchos autores, don Fernando Lara buscó la colaboración de tres miembros de aquella Cámara, los diputados Juan Trejos Quirós, Enrique Montiel y Ricardo Esquivel para que presentaran la moción prácticamente con el mismo texto.

La discusión de tema tan importante se dio el día 4 de julio y según el ACTA 101 de la Asamblea Constituyente, se requirieron dos párrafos de nueve reglones cada uno, ¡para discutirlo! Solo hubo una pregunta y su respuesta que vale la pena sacarla del baúl del olvido; el diputado Everardo Gómez preguntó a los proponentes si quedaba excluida la “organización de un ejército ciudadano, como el suizo, que voluntariamente se disciplina y entrena bajo el control del Ministerio de Seguridad, para acudir en defensa de la patria eficientemente. El señor Diputado Esquivel, a nombre de los proponentes de la moción, que ella no excluye la organización ciudadana voluntaria que se indica, porque no constituía un ejército permanente de carácter militar y porque tal organización, como tendiente a la defensa nacional, tampoco excluye el artículo que se discute. El señor Gómez Rojas pidió que la duda que había formulado constara en el acta respectiva, COMO ELEMENTO PARA INTERPRETAR EL CITADO ARTICULO EN EL FUTURO…” (Actas A.C.. T.II. P.439. Acta 101)

Es interesante, por lo tanto, ver cómo en tan pocas líneas se plasmaron logros institucionales tan importantes y también posibilidades de defensa nacional que, en otros momentos a lo largo de estos setenta años pudo aplicarse y no se hizo, por olvido u omisión.

Entonces, ¿Qué medió para realizar aquel acto en el Cuartel Bellavista el 1 de diciembre de 1948? Recordemos cosas importantes, en primer lugar, el llamado Ejército de Liberación Nacional como lo demuestro en mi libro, estaba integrado en su gran mayoría por jóvenes seguidores del Partido que había presentado la candidatura de Otilio Ulate y se habían incorporado el movimiento de Figueres, no siguiendo sus ideas ni relaciones caribeñas, sino por la defensa de la elección de su candidato, además eran los que tenían las armas en su mano. Por eso, los acuerdos del Pacto Ulate Figueres no eran de todo su agrado y mucho menos que la Junta pudiera prolongar su mandato de dieciocho a veinticuatro meses; por eso, para muchos miembros de la Junta, lo mejor era desarmar lo que popularmente era conocido como el Ejército de Liberación Nacional, de manera elegante y que no despertara serias fricciones.

 Por otro lado, la Embajada de los Estados Unidos, especialmente, presionaba por la eliminación de grupos como la Legión Caribe y Rafael Herrera, que en el país preparaban las huestes para cumplir las obligaciones estipuladas en el Pacto del Caribe del 16 de diciembre de 1947, que Figueres había firmado, y hacían que en Nicaragua el gran amigo de los norteamericanos Anastasio Somoza se sintiera amenazado. Además, surgían internamente sentimientos de inconformidad por algunas disposiciones de la Junta, algunos de ellos en sectores económicos y empresariales muy ligados al movimiento de Ulate. Por todo esto, políticamente era importante eliminar cualquier peligro que estuviera latente, y para ello, el acuerdo tomado por la Asamblea Nacional Constituyente el 4 de julio de 1948, que “casualmente” ha sido olvidado y nadie lo cita, les venía como anillo al dedo.

Así, el 11 de octubre de 1948 tres meses después de lo aprobado por la Asamblea Nacional Constituyente se emite el decreto-ley 749 que todos los escritores, políticos, historiadores, periodistas y otras hierbas han dicho y proclaman como el decreto que eliminó el ejército como institución permanente. ¿Y qué dice el susodicho decreto? Veamos. En su primer considerando dice textualmente: “1. Qué con miras a imprimirle a la estructura política del Estado una fisonomía netamente civil, ha sido suprimido el Ejercito como institución permanente…” Al utilizar los términos “ha sido suprimido” quiere decir que ya, en el momento de firmar aquel decreto ley, el ejército había sido suprimido anteriormente. Pero ¿cuándo y por quién? Buscando en todos los decretos-ley de la Junta no existe ninguno antes de este del 11 de octubre que trate el tema; lo único que existe es el acuerdo de la Asamblea Constituyente, por lo tanto, ¿a quién le damos la responsabilidad histórica de un hecho tan trascendente?

Otro detalle importante; en el segundo artículo de los considerandos, se señala que, para tranquilidad pública, por la vida y hacienda de los ciudadanos, es conveniente sacar las “instalaciones militares” de las zonas residenciales y ubicar los inmuebles existentes a otros fines de utilidad social. Me pregunto, ¿cómo puede hablarse de instalaciones militares si ya no había ejercito?, o era parte del galimatías mental que prevalecía en el momento.

Pero lo más importante a destacar, es que en el famoso decreto-ley 749 considerado por tirios y troyanos como el de la abolición del ejército, sobre ese tema ¡no dice nada! y en su parte resolutiva se refiere únicamente al traspaso a título gratuito del Cuartel Bella Vista a la Universidad, su ubicación para trasladar el Museo Nacional. ¡Y nada más! Nada de abolición del ejercito ni cosas por el estilo. Entonces, sigamos con la pregunta: ¿cuándo, cómo, y por quién?

La siguiente fecha a mencionar es el 1 de diciembre de 1948 día en que don José Figueres dio los mazazos simbólicos al Cuartel Bella Vista y hace entrega de las llaves a… ¿la Universidad de Costa Rica?, no, dice el decreto a “las escuelas, para que sea convertido en centro cultural”. ¿Por qué ese cambio de dueño y destino?, obviamente no había claridad de cómo se actuaba. Pero lo más importante es que ese día, con base en el decreto de esa fecha lo que se hace es DISOLVER, el ejército regular de Costa Rica considerado el “…digno sucesor del Ejército de Liberación Nacional…”

Reconoce entonces que después de la Guerra Civil, el Ejército de Liberación Nacional se convirtió en el regular del país, con todos los inconvenientes para la Junta de Gobierno que ya hemos señalado.

Y de seguido señala, al igual que lo dispuesto por la Asamblea Constituyente, que la seguridad del país se garantizaba con un buen cuerpo de policía sometida al poder civil. Entonces, no es lo mismo disolver una fuerza armada o decirle a un grupo de personas que terminan sus funciones, dejen sus armas y se vayan para la casa; lo que no eliminaba la posibilidad de organizarlo nuevamente.

Cosa muy diferente es eliminar institucionalmente un ejército, que fue lo aprobado por la Asamblea Constituyente y que se consolidó con la aprobación de la Constitución Política el 7 de noviembre de 1949, por lo que si queremos festejar una decisión tan sabia, debería ser esa fecha, pues fue la DECISION DEL SOBERANO, DEL PUEBLO EN LA MAXIMA ASAMBLEA DE LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA, el que tomó la sabia decisión de acabar con semejante lacra en la Historia de América y que también tuvo sus desafueros en la nuestra también.

Para terminar, si queremos festejar algo realmente importante de nuestra Historia Patria, celebremos y conmemoremos la aprobación del PACTO SOCIAL FUNDAMENTAL INTERINO DE LA PROVINCIA DE COSTA RICA O PACTO DE CONCORDIA, nuestra PRIMERA CONSTITUCION POLITICA, con la que dimos inicio a nuestra vida institucional y democrática, con base en el respeto al sagrado principio de legalidad, sin el cual no hay ni libertad ni democracia, precisamente. Y fue ese PACTO DE CONCORDIA, producto de días intensos de verdadero CONSENSO entre nuestros padres fundadores, que se logró llegar a un punto de acuerdo que evitó, además, que formara un ejército fuerte y poderoso que defendiera los pasos independentistas que se estaban dando, como sucedió en otras latitudes hispanoamericanas y que fueron el germen que originó ese ejército institucionalizado que ha ensangrentado nuestro continente. De eso, también, nos salvó el Pacto de Concordia. Hoy tan olvidado al igual que el respeto al principio de legalidad por los gobernantes de los últimos tiempos, pues los ciudadanos olvidamos los deberes y derechos que tenemos como parte del SOBERANO, y hemos permitido QUE NOS LLEVEN POR LA CALLE DE LA AMARGURA de una tiranía en supuesta democracia, aunque no tengamos ejército. De todas maneras, a quien se le atribuye su eliminación, ¡también una vez dijo que éramos un pueblo domesticado!

Conferencia «75 aniversario de la Abolición del Ejército» por Vladimir de la Cruz

La Benemérita Biblioteca Nacional y la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, se complacen en invitarle a la conferencia 75 aniversario de la Abolición del Ejército por el historiador Dr. Vladimir de la Cruz.

La actividad será el lunes 4 de diciembre a las 3:00 p.m. y se transmitirá por el Facebook Biblioteca Nacional Costa Rica.

La ira incontenible

Por Memo Acuña (sociólogo y escritor costarricense)

“Igualiticos nunca hemos sido”, decía con humor e ironía el querido y recordado Carlos Sojo en su obra “La construcción social de la desigualdad” (PNUD-FLACSO, 2012).

En este análisis, falto ahora de un complemento de cómo en los últimos 10 años los procesos de deterioro social y la imposibilidad de cumplir un contrato social de integración horizontal, Sojo desmenuzaba la matriz sociocultural e institucional que crea la base de la desigualdad en el país: componentes sociales, raciales, económicos y geográficos alimentan esa Costa Rica que las visiones hegemónicas insisten en borrar bajo el candor de un aparente idilio que nos crea como comunidad de iguales.

Nada más alejado de una realidad que nos golpea hoy más que nunca. Pero no solo ese tema debe leerse críticamente.

Junto a la igualdad como mito fundacional de una colectividad desagregada, otro gran referente discursivo e ideológico en la construcción de esa Costa Rica hegemónica, ha sido el de la paz como núcleo que vertebra las relaciones sociales de los costarricenses.

Recién concluí la lectura de “El año de la ira”, novela ficcional de corte histórico escrita por Carlos Cortés y publicada por Ediciones Alfaguara en 2019.

En esta obra Cortés propone con detalle una lectura al pasado militar y violento de la sociedad costarricense, basado en los acontecimientos sucedidos entre 1917, año en que el presidente Alfredo González Flores es derrocado por su Secretario de Guerra y Marina, Federico Tinoco Granados y 1919, cuando se produce el asesinato de José Joaquín, hermano de Federico y la caída del régimen dictatorial que ambos labraron por aquellos años.

A menudo se suele caricaturizar la abolición del ejército en Costa Rica, otorgándole una dimensión simbólica que no permite dimensionar el eje histórico de la violencia que ha marcado el desarrollo de la sociedad costarricense en su conjunto. La ausencia de institucionalidad no significa necesariamente que el ADN de la violencia siga operando como marcador en la sociedad costarricense.

Ni igualiticos ni pacíficos hemos sido. Ambas son narrativas sedimentadas en la necesidad de alimentar momentos devocionales a nivel colectivo.

Por ello, el origen de lo que ha ocurrido desde 2022 en cuanto a asesinatos y la violencia generalizada en el país, debe ser buscado en las bases históricas de lo que hasta hace muy poco (70 años) constituía un ejercicio social e institucionalmente naturalizado, basado en la aplicación de métodos violentos para construir democracia. Esta lectura crítica complementaría la predominante que ubica las violencias en una conflictividad de actores y poderes fácticos que prácticamente se han repartido el país y lo administran a su antojo.

La ira del tico bien podría dar cabida a otros análisis sobre sus formas expresas y veladas de comportamiento. La descarga discursiva en redes sociales, la xenofobia, la homofobia, la aporofobia se vinculan con todo tipo de violencias físicas hacia niños, niñas, personas adultas mayores, poblaciones indígenas, entre otros ejemplos cotidianos.

No es una ira solapada, sino abierta e incontenible. Para detenerla hay que asumirla. Trabajar sobre sus orígenes y desde allí empezar su desmontaje. Esta tarea es necesaria para la construcción de una experiencia colectiva en la que nos reconozcamos todos y todas.

En conmemoración de los 74 años de la abolición del ejército de Costa Rica

La mente y el corazón de la sociedad costarricense, ya tiene instalado en su imaginario colectivo, que lo normal es que en su suelo no existan militares, ni tanques de guerra, que lo normal sea que los antiguos cuarteles militares, sirven hoy como museos, porque de lo contrario no tendría razón de ser el que esas edificaciones sigan manteniéndose en pie.

Lo que, para muchas personas en tantos países en guerra, es un anhelo impensable y utópico, para nosotros los costarricenses es una realidad, de la que disfrutamos y nos enorgullecemos, desde hace ya 74 años, dar ese paso de evolución humana, qué significa vivir sin ejército. 

El ejemplo que da Costa Rica debería ser llamado a seguir por muchos países, sobre todo en este momento en que la fricción y los intereses de algunos países y bloques en guerra, ponen en riesgo la sobrevivencia humana en este planeta.

Enviar al mundo ese mensaje tan poderoso desde este pequeño País, es muy significativo, porque va cargado de vivencias, de energía positiva, de un sentimiento de esperanza, que grita a todas las otras naciones que no sólo ha sido posible, vivir sin milicias, durante ya más de 70 años, sino que es muy necesario en estos tiempos que las Fuerzas Armadas se reduzcan, se transformen y si les es posible que se eliminen. Para que puedan destinar los más de $2 billones que se utilizan anualmente para gastos militares en el planeta, en otras grandes necesidades y tareas pendientes que tenemos como civilización planetaria, como lo son eliminar el hambre del mundo, reducir el calentamiento global y en educación y salud adecuada para toda la población.

Nuestro deber como ciudadanos del mundo, con la solvencia moral que nos permite el hecho de no poner nuestra seguridad en manos de militares, apostando al diálogo, a la diplomacia, al multilateralismo y a las cortes internacionales de justicia, es de decirle a los poderoso mercaderes de las guerras, que el resto de la población mundial , queremos vivir en Paz, queremos un futuro en el que la guerra no sea utilizada más, como método para resolver conflictos entre los países y en el que sean prohibidas las armas nucleares y sean abolidos los ejércitos en todos los países del mundo.

Firmamos

Mundo sin guerras y sin violencia Costa Rica.

Mundo sin guerras y sin violencia Honduras. 

Mundo sin guerras y sin violencia Colombia

https://www.facebook.com/1577436025690457/posts/pfbid02WqPDHVQfXG67SCjE3dMgz4tQjM4JqagMGgsT5A4Xq7ef96Zsx2Ne5YipP5mf4A1kl/?mibextid=Nif5oz

Exposición: Pintura y Poesía por la Paz

La Fundación Transformación en Tiempos Violentos y la Benemérita Biblioteca Nacional le invita a la inauguración de la exposición: Pintura y Poesía por la Paz, donde habrá un recital de poetas participantes y una presentación del Grupo Contrapunto. La exposición incluye las obras de 21 poetas y 21 artistas, y se realiza en conmemoración de la Abolición del Ejército.

La inauguración de la exposición se realizará el jueves 1 de diciembre a las 4:00 p.m.  en la Benemérita Biblioteca Nacional. También se transmitirá en vivo por los Facebook: 

Biblioteca Nacional:  https://www.facebook.com/bibliotecanacional.mcj.cr/

Fundación Transformación en Tiempos Violentos https://www.facebook.com/tiemposviolentoscostarica/

La exposición estará abierta al público de lunes a viernes de 8 a.m. a 6 p.m., del 1 al 23 de diciembre 2022.