El Precursor – la abolición del ejército en Costa Rica

Jorge Hernaldo Jiménez Bustamante*

Transcurría el año de 1919, cuando en el día 13 de septiembre fuera publicado en el Semanario Costa Rica, órgano del Grupo Unión y Progreso un artículo firmado por el joven Cristián Rodríguez, bajo el título: ¿Deben desaparecer los cuarteles?

Recién, en los últimos días del mes de agosto de ese aciago año, había caído la dictadura de los hermanos Tinoco. El país se aprestaba a iniciar una nueva etapa democrática, restableciendo la paz y la armonía entre sus ciudadanos y retomando el camino republicano y democrático.

Don Cristián inicio su artículo con las siguientes palabras: “Ahora que el país está en vías de reorganización y reconstrucción parece oportuno plantear un problema que ha dado que pensar a muchos hombres en diversos países, y que tal vez Costa Rica sea el primero en solucionar. Nos referimos a la supresión de los cuarteles”.

Treinta años después, en 1949, la Asamblea Constituyente de Costa Rica, aprobó el texto redactado por Fernando Lara Bustamante y abolió el ejército de Costa Rica, siendo entonces el primer país en solucionar el problema de militarismo.

Continuaba don Cristián diciendo que los obreros pedirán la supresión de los cuarteles por cuanto ha sido ya un deseo acentuado dados los funestos resultados que “los benditos cuarteles han tenido para el país”.

Agregaba don Cristián: “los cuarteles siempre han sido un organismo odioso y el militar un tipo repulsivo que goza todavía de privilegios heredados de épocas pretéritas en que la casta militar era, con la sacerdotal, la primera de todas las castas”.

Reconoce don Cristián los méritos del heroísmo militar en las guerras, pero decía “hay un heroísmo superior a todos los heroísmos de la guerra. Y es el heroísmo que se requiere en la paz del cual dice Martí que es más escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra.” Para decirnos más adelante: “nosotros no tendremos guerras que pelear, no somos amigos de armar camorra con nadie”.

En cambio, decía: “De sobra sabemos de qué sirvieron los cuartelas en manos de los tiranos. Pero no se crea que han sido tan funestos sólo en manos de ellos. Han constituido siempre una constante zozobra para los gobernantes civiles”.

Los costarricenses de hoy somos testigos de que con la abolición del ejército esa zozobra constante de que nos hablaba don Cristián ha sido borrada para siempre de nuestros problemas cotidianos. Ningún gobernante ha tenido en los últimos 63 años ningún temor de ser derrocado por la fuerza militar. El intento de golpe de estado llamado el Cardonazo fue previo a la aprobación y vigencia de la Constitución actual y la asonada por la invasión desde Nicaragua en el año 55 no recibió ningún respaldo interno.

Muy bien decía don Cristián reafirmando su tesis: “la acción de los cuarteles es seriamente perjudicial y da lugar a ese funesto pretorismo que nos seguirá amenazando en tanto que ellos existan”.

El otro aspecto que hacía ver don Cristián acerca de lo perjudicial que resultaba el ejército es el aspecto económico del asunto: “Dejarán de haber los grandes premios de los ingentes sueldos militares” y agregaba “sustraen lastimosamente fuerzas necesarias a la agricultura” Y más adelante decía: “La cartera de Guerra consume una parte de los dineros de la economía nacional. Consume como un tonel sin fondo, sin producir nada en cambio”.

Luego pasaba al aspecto sociológico de la existencia de la casta militar y decía: “son escuela de vagancia y fuente muy primordial de desmoralización. El que una vez se ha puesto cuello de celuloide se cree algo así como benemérito de la patria, con derecho a que la Nación lo siga manteniendo por todos los días de su vida; y si no la Nación directamente, tiene que soportarlo la comunidad de la cual será una eterna carga”.

El país es testigo de los beneficios obtenidos gracias a la abolición del ejército, tantos que ni siquiera nos damos cuenta de ellos porque ya son cuatro generaciones las que hemos vivido olvidados de la problemática que tuvieron nuestros antepasados. Los ejércitos son antiquísimas instituciones de todas las civilizaciones conocidas y tiene sus raíces en las propias etapas tribales del hombre primitivo. Es por eso por lo que todavía la totalidad de los países ni siquiera se plantean la decisión de abolir el ejército. Como tampoco se han planteado la posibilidad de vivir en paz y olvidarse de la guerra.

Ese es el mérito de Costa Rica, el heroísmo de vivir con la puerta abierta, el heroísmo superior al heroísmo de la guerra tal y como lo imaginara don Cristián en 1919, lo propusiera don Fernando Lara en 1949.y lo aprobara la Asamblea Constituyente integrándolo a nuestra Carta Magna.

Sobre Cristian Rodríguez nos dice Alberto Cañas lo siguiente:

«Fue en el otoño de 1956 que conocí y entablé amistad con un eminente costarricense que residía en New York hacía más de treinta años: Cristian Rodríguez, propietario de una oficina de traducciones principalmente científicas de gran prestigio, pero además periodista, abogado, filólogo (tres carreras sin diploma), eterno estudiante de la Universidad de Columbia, en la que estaba permanentemente matriculado, pero sin obtener diplomas porque no presentaba exámenes; pagaba por escuchar, escuchaba con inteligencia y, mariposeando por las más diversas disciplinas, se había forjado una cultura no solo amplísima, sino de una solidez petrificante. Si sabía de filosofía, era porque había frecuentado los cursos de Bertrand Russell; si disertaba sobre literatura inglesa, era porque había seguido un célebre cursillo que dictó Bernard Shaw. Y así, se había relacionado, como decía la canción española de moda entonces, con la crema de la intelectualidad”.

“Una tarde me llevó a una reunión de la Academia Americana de Letras ( a la cual estaba invitado como destacadísimo traductor que era), y allí me pasé la tarde estrechando las manos de William Faulkner, de Ernest Hemingway, de John Steinbeck, de Thorton Wilder, de Arthur Miller, no sé de quien más, ni si la lista que he hecho está incompleta o incorrecta, tal fue mi mareo». Alberto Cañas.

 

*Texto publicado en 2012 y compartido con SURCOS por el autor en diciembre del 2023.