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Etiqueta: Arnoldo Mora

La amenaza del fascismo

Por Arnoldo Mora

Ante el sombrío panorama que actualmente se cierne sobre la humanidad entera, sólo me cabe evocar aquello de que un fantasma recorre el mundo: el fantasma del fascismo. Pero por desgracia, ahora no se trata tan sólo de un fantasma sino de una angustiante realidad, que no se percibe en sueños como una pesadilla, sino como una amenaza real que se vive tanto más agudamente cuanto más despiertos estemos. La amenaza del fascismo no es sólo la que incuba una conflagración que alcanzaría hasta el último rincón del planeta, sino que traería acarreado el fin de la vida en el mismo. En efecto, los conflictos más graves que hoy vivimos como son los de la guerra en Ucrania y en Medio Oriente, involucran como agentes directos a potencias dotadas de un arsenal nuclear capaz de destruir todo vestigio de vida sobre la tierra; en ambos casos, Rusia e Israel, no ocultan el poderío de que disponen; en ambos escenarios bélicos, la confrontación es entre Occidente y las potencias emergentes.

Es dentro de este tétrico contexto, como consecuencia de la crisis estructural en que está sumergida la economía postneoliberal que surgen movimientos fascistoides, tanto en Europa como en nuestro continente americano, sea en el Norte, sea en Nuestra América. La característica fundamental de los movimientos fascistas actuales, donde quiera que hayan surgido y cualesquiera que hayan sido las circunstancias que los hayan provocado y alimentado, es que consideran las libertades democráticas y las instituciones que las sustentan, como el causante principal de todos los males que se ciernen sobre las masas populares; de ahí, que el demagógico lenguaje que emplean tiene como objetivo conquistarse el apoyo de esas masas gracias al carisma de un líder mesiánico en quien éstas depositan toda su confianza; todo lo cual se da dentro de un contexto de crisis de la democracia formal debido a que la democracia social ha sido socavada. Una vez en el poder, estos líderes pseudomesiánicos se convierten en sanguinarios déspotas, que desnaturalizan los partidos políticos y los convierten en sectas fundamentalistas, como ha hecho Trump con el Partido Republicano, recurriendo a actitudes xenófobas, racistas y supremacistas que justifican recurriendo a creencias religiosas; esos líderes se sienten investidos de poderes supernaturales porque creen ser los representantes de su dios en la tierra. Los ejemplos son múltiples, basta con mostrar algunos. En las grandes manifestaciones en Núremberg, Hitler decía a una masa enardecida que él era el hombre que la divina providencia había enviado a salvar al pueblo alemán; en las moneda que mandó a acuñar, la peseta, Franco rodeaba su efigie con un texto que decía: “Caudillo por la gracia de Dios”; el régimen norteamericano ha justificado sus reiteradas y genocidas agresiones imperiales al traspatio del Sur, invocando una doctrina pseudoteológica denominada “El destino manifiesto”; hoy el gobierno de Israel es liderado por movimientos fundamentalistas que recurren a textos bíblicos para justificar las masacres en Gaza; los regímenes de seguridad nacional, impuestos por Kissinger en Nuestra América legitimaban el terrorismo de Estado argumentando que lo hacían para “salvaguardar las civilización cristiana del peligro del comunismo ateo”; un pastor evangélico fue el mayor genocida que ha tenido Guatemala en su historia… Y no sigo, los ejemplos mencionados son prueba suficiente de lo que digo.

La amenaza fascista se ha agravado por el peligro de que cualquier conflicto local degenere en una amenaza de guerra planetaria recurriendo a esas infernales armas nucleares, es real. Por desgracia, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no está en capacidad ni siquiera formal – dado que las grandes potencias tienen el derecho al veto – de convertirse en instrumento eficaz de garantizar la paz a esta enloquecida especie que se autocalifica un tanto narcisistamente “sapiens”. Dichosamente los pueblos parecen estar dando muestras de sensatez. Así en Europa, países donde el movimiento fascista ha crecido hasta el punto de que han estado a punto de conquistar el poder, como es el caso de España y más recientemente Francia, los sectores democráticos han logrado mantener el poder. Otro tanto han hecho en Nuestra América Colombia, Chile, Honduras, Guatemala y las grandes potencias de la región, Brasil y México. Pero el peligro sigue latente y amenazante, como lo muestran Bolsonaro y Milei en Sudamérica, el fascismo imperante en Italia y el creciente movimiento Alternativa para Alemania, esas mismas potencias donde nació el nazifascismo en la primera postguerra, y que son las principales responsables de la más sangrienta conflagración que ha tenido la humanidad, como fue la II Guerra Mundial que causó más 50 millones de muertes y, al final, hizo surgir la bomba atómica. Hoy ninguna de esas amenazas ha desaparecido.

Conviene no olvidar que todo este tétrico panorama que hoy aterroriza a la humanidad ha sido provocado por el hombre mismo y no por cataclismos causados por la Naturaleza, como se dio durante los siglos y milenios de la evolución. Por eso, la solución de estos problemas provocados por el hombre está en manos del mismo hombre. Y ésta es radical, como radical es la problemática que la suscita. Se trata de hacer que la humanidad y, sobre todo, sus dirigentes, abandonen de una vez por todas y para siempre la idea de que el poder viene de la violencia y recuerden las enseñanzas de los grandes maestros que dieron origen a la culturas originales: los filósofos de Grecia y los profetas de Israel; el patriarca de los primeros, Sócrates, nos enseñó que la raíz de todos los males está en la ignorancia, por lo que la solución a los desafíos que se plantean a la humanidad radica en cultivar una sabiduría basada en las luces de la razón. En cuanto a la prédica de los profetas bíblicos, Isaías, el mayor de ellos, decía que la paz es obra de la justicia; todo lo cual lo resumió Jesús de Nazaret en el maravilloso Sermón de la Montaña. Figuras como Gandhi, Martin Luther King, Monseñor Romero, quienes con su sangre sellaron la fidelidad a sus principios, nos señalan el camino; en el campo de las ciencias, figuras emblemáticas como Pasteur en ciencias de la salud y Oppenheimer en ciencias físicas, señalan el camino para hacer de la ciencia un instrumento al servicio del bienestar y de la paz, y no para el lucro y la guerra. En política, debemos crear un Estado planetario con poder suficiente como para hacer realidad tan sublime como impostergable utopía. Si no se logra, el s. XXI será el último de la especie sapiens.

Arnoldo Mora respalda palabras del rector Gustavo Gutiérrez Espeleta

Estimado y respetado señor Rector Gustavo Gutiérrez Espeleta: sus lúcidas y patrióticas palabras, se inspiran en el espíritu de Rodrigo Facio, y en las mejores ideas y principios de aquellos maestros, que han hecho grande a la Universidad de Costa Rica.

Puede estar seguro señor Rector, que usted no está solo; la gran mayoría del pueblo costarricense en cuyas venas corre la sangre de los héroes de 1856, se identifican con su actitud y sus palabras.

Reciba nuestro apoyo solidario y fraterno.

Arnoldo Mora Rodríguez

SURCOS comparte el video en el cual el rector de la Universidad de Costa Rica expone los conceptos a los cuales se refiere el doctor Arnoldo Mora Rodríguez.

¿Crisis o tragedia?

Por Arnoldo Mora

Arnoldo Mora

Bien hacen los que, en gesto patriótico, desenmascaran a quienes, desde el poder, atropellan las instituciones democráticas que sustentan nuestro Estado de Derecho. Los apoyo de corazón. Pero esto no basta. La tragedia que Costa Rica, estupefacta, está viviendo ante los desmanes del actual residente de Zapote – el apelativo honroso de “presidente” de una nación democrática, le queda muy pero muy grande a este improvisado que hoy (des)gobierna a nuestra querida Patria – debe ser analizada a la luz de nuestra historia. Eso da para escribir un libro entero; aquí tan sólo pretendo esbozar sus grandes líneas.

La forja de una nación se da en tres etapas. Nace como “pueblo”, se desarrolla como “nación” y se institucionaliza formalmente con la creación del Estado Nacional. Con una madurez impresionante, Costa Rica lo logró antes que otras naciones del entorno y por medios – lo cual es aún más impactante- eminentemente políticos, es decir, con un mínimo de derramamiento de sangre fratricida. Veamos. En el s. XVII gracias al mestizaje, nacimos como pueblo (el homo sapiens es una especie de mamíferos que vive en manada). En las décadas finales del s. XVIII e inicios del XIX, bajo la influencia de las reformas borbónicas impulsadas por Carlos III, nos convertimos en “nación”, es decir, adquirimos conciencia de nuestra identidad colectiva; este proceso fue hegemonizado por las nacientes ciudades del occidental del Valle Central, San José y Alajuela, triunfadores de la Batalla de Ochomogo (1823) que creará la Costa Rica liberal y republicana. En el siglo XIX, luego de nuestra independencia, forjamos el Estado Nación, gracias al espíritu visionario de Braulio Carrillo, al heroísmo patriótico de Juanito Mora y a la firmeza de los liberales de la década de los 80. Con la reforma de la educación de D. Mauro Fernández, se pusieron las bases de lo que será lo que los costarricenses entendemos por “democracia”, el Estado social de derecho. Esa fue la labor del siglo XX, llevada a cabo en tres etapas. La creación del Estado de derecho fue liderada por la generación del Olimpo, en especial por ese gran político que fue Ricardo Jiménez. En la década de los 40 se forja el Estado Social; fue una década especialmente violenta que culminará con la guerra civil de 1948 y el nacimiento de la Costa Rica contemporánea. Allí se da un pacto social entre los diversos sectores sociales con un protagonismo de los nacientes sectores medios, liderados por el recién creado Partido Liberación Nacional; todo en búsqueda de la trasformación del país gracias a un proceso de modernización, iniciado en el gobierno de Francisco J. Orlich (1962-66).

La crisis que hoy vive Costa Rica proviene de la obsolescencia que, de ese modelo de nación, como lo prueba la decadencia (¿irreversible?) del partido que hegemonizó la vida política del país durante toda la mitad del siglo pasado, Liberación Nacional. Se ha creado con ello un vacío de poder en un país que, como en todos los países de cultura latina, urge de un caudillo como en el pasado fueron Juanito Mora, Ricardo Jiménez, Rafael Ángel Calderón Guardia, Manuel Mora y José Figueres. Hoy ya no basta administrar el Estado para, introduciendo algunas reformas, mantener el statu quo. El proceso burgués de modernización ha traído como consecuencia el debilitamiento de los sectores agrícolas y el surgimiento de sectores urbanos que hoy constituyen la mayoría política, económica y cultural de la población. Actualmente nuestra economía se basa no en la producción agraria, sino en la exportación de artefactos, hechos por profesionales salidos de nuestras universidades, empleados de las grandes empresas transnacionales instaladas en las zonas francas en constante crecimiento. En segundo lugar, nuestra economía se basa en el turismo, el cual está llamado a convertirse en el primer factor de producción de nuestras riquezas a mediano plazo. Costa Rica no tiene productos estratégicos para insertarse en el mercado mundial, como es el petróleo como materia prima y fuente de la energía que mueve a la economía mundial, o los cereales en el campo agrícola, para suministrar alimentos a una población de 8 mil millones de seres humanos. La riqueza de Costa Rica está en su biodiversidad, cuyo disfrute posibilita el desarrollo del turismo, el cual se nutre de nuestras bellezas naturales y de la gentileza de nuestras gentes. Pero el turismo requiere de paz local, lo cual sólo se logra gracias a un Estado que aplique la justicia en los tribunales, a una policía que dé seguridad ciudadana y a un sistema político basado en la justicia social; ya que los pueblo sólo son felices si tienen un presente que les garantice seguridad económica y un futuro para sus hijos gracias a una excelente educación, todo sustentado en un sistema de servicios baratos que provea de salud a toda la población. Motor de este proceso es el avance en el desarrollo científico-tecnológico, que sólo se logra gracias a la consolidación de una educación superior pública que promueva la investigación de punta, puesta al servicio de las mejores causas.

Lo dicho sólo se logrará cuando el pueblo tome conciencia de su condición de sujeto de su propio destino y se organice políticamente para lograrlo. La crisis ha sido agravada por el actual gobierno, si bien se ha venido sistemáticamente incubando desde décadas atrás, debido a que gobiernos anteriores debilitaron el Estado Social de Derecho. Pero hay que enfatizar que esta crisis debe ser vista, no como una tragedia irremediable sino como una crisis que anuncia una nueva etapa de nuestra hermosa historia patria, gracias a un pueblo que, en sus momentos más álgidos, ha dado muestras de una impresionante madurez política. La crisis de los partidos políticos debe servir para dar el salto de una democracia representativa a una democracia directa y popular, sin por ello debilitar la institucionalidad democrática vigente. Todo lo cual sólo se logrará por etapas, como todo en la vida individual y de los pueblos. En concreto, debemos aprovechar las próximas elecciones, cuyos aires ya han comenzado a soplar en el ambiente político doméstico, para debatir sobre estos temas. Por ahora, no nos preocupemos por forjar líderes; esto se los dará el propio pueblo cuando la coyuntura política lo requiera. De nosotros depende que la crisis actual no degenere en tragedia.

La crisis de Occidente y sus causas

Por Arnoldo Mora

La crisis global   que vive y sufre hoy en día la humanidad entera evoca la vivida hace un siglo a partir de la crisis del 29. Ambas provienen del modelo ortodoxo capitalista, que consiste en una absolutización del mercado, entendiendo por “mercado” aquellas relaciones comerciales que se rigen preponderantemente por la ley de la oferta y la demanda, la cual determina el valor fundamental de la economía. Con ello, se convierte el producto del trabajo en mercancía, el valor de cambio sustituye al valor de uso; lo cual implica la destrucción de todos los valores que hacen al hombre ser precisamente eso: HUMANO. La esencia del ser humano es el trabajo; el ser humano construye la economía porque trabaja; el hombre tiene, como actividad principal en toda su vida, que luchar por su sobrevivencia recurriendo al trabajo, entendiendo por “trabajo” toda acción transformadora de lo real; por lo que el trabajo no es solamente el esfuerzo físico, también lo es el intelectual; por lo que hoy con la IA podríamos hablar no tanto de trabajo físico sino de creatividad. Cuando el mercado es el que domina en todo y no el trabajo-creatividad, se le quita el valor humano a la economía, por lo que la economía deja de ser una fuente de vida, lo que lleva a que millones y millones de seres humanos sean marginados.

Volviendo al pasado, debemos hoy recordar cuál fue la respuesta dada por las grandes potencias a la crisis del 29: impulsar el ascenso incontenible de Hitler en una Alemania que era el país más golpeado por la crisis luego de haber perdido la I Guerra Mundial. Ahora nos corresponde indagar las causas de la actual, porque, si las comparamos entre sí, veremos que las diferencias son abismales. La crisis del 29 fue de producción, dado el todavía insuficiente desarrollo científico-tecnológico de la época; por el contrario, la crisis actual es provocada por la sociedad de consumo. El ser humano en su condición de trabajador cumple un doble rol: en su lugar de trabajo produce riqueza, pero cuando regresa a su casa, se convierte en consumidor de aquello mismo que ha producido; pero sus relaciones económico-sociales han cambiado, en vista de que, entre el trabajador y el consumidor, aun siendo la misma persona, existe el salario; el trabajador produce más de lo que su salario le permite consumir; esta diferencia pasa a manos del propietario de los medios de producción, en lo que se llama “plusvalía”; el capital no es más que acumulación de plusvalía; esa es la razón de ser del sistema capitalista: la acumulación en manos privadas de plusvalía. En consecuencia, se da un sobrante cada vez mayor de productos no consumidos, mientras un número considerable de trabajadores carece de recursos que le permitan satisfacer sus necesidades básicas; mientras en las vitrinas de tiendas exclusivas se exhiben artículos de lujo, en las aceras se atropellan las multitudes que sólo pueden contentarse con mirar. En consecuencia, la sociedad en su conjunto no puede consumir todo lo que produce. Este exceso de mercancía lleva al colapso del sistema en su totalidad; la amenaza de estallidos sociales y de revoluciones políticas se hace patente. Para enfrentar esa amenaza, los sectores dominantes sólo encuentran una “solución” (¿?!!): activar la industria pesada, es decir, la producción masiva de armas y provocar conflictos con otros países, a fin de unir a la población en lo que consideran una “lucha patriótica”; con ello, igualmente, justifican en caso extremo decretar un estado de excepción que les permita cercenar las libertades públicas y reprimir cualquier intento de revuelta popular. El recurso a la industria del armamentismo se vuelve una necesidad de sobrevivencia del sistema, la economía de punta y los mejores intelectos se ponen al servicio de la producción de los armamentos más sofisticados y mortíferos con el fin macabro de usarlos en seres humanos. Esto es lo que hoy la humanidad entera, contempla horrorizada y estupefacta en la Guerra de Ucrania. Además, con el desarrollo de la tecnología más avanzada la guerra impulsa a los gobiernos a renovar su armamento permanentemente; la guerra destruye el armamento obsoleto, por lo que debe probarse y consumirse en la guerra real con la consiguiente destrucción de vidas humanas y bienes materiales.

La sociedad de consumo sin control conduce a la destrucción de la Naturaleza con la consiguiente contaminación del medio ambiente, los océanos se contaminan, los bosques desaparecen, el 90% de la enfermedades que sufrimos los humanos no tienen un origen natural sino cultural, producto y consecuencia de la manera en que la sociedad de consumo nos obliga a (sobre)vivir. La economía capitalista está íntimamente ligada a la sociedad del despilfarro que priva hoy en día. Más aun, con la crisis se da una mayor concentración de la riqueza en menos manos, por lo que pequeños y medianos productores se reducen en número y poder político y económico; por lo que hoy vivimos estupefactos el mayor desequilibrio socio-económico que haya conocido la humanidad, pues 6 personas físicas (no familias ni empresas sino individuos con nombres y apellidos) poseen más riquezas que el 30% de los países más pobres del mundo juntos. Todo lo cual trae como consecuencia que más de mil millones de seres humanos tan sólo logran sobrevivir al borde de la miseria; esto explica igualmente el poder económico y político alcanzado por el tráfico ilegal de armas, personas y drogas, llegando hasta el extremo de que en algunos países la crisis llega hasta provocar Estados fallidos, como fue la Honduras de los gobiernos anteriores al actual, o el Ecuador de hoy; esta amenaza se cierne sobre nuestro propio país.

La única salida frente a este escalofriante panorama que se cierne sobre la humanidad entera es que los pueblos tomen conciencia de esta ominosa problemática y se organicen para enfrentarla mediante la construcción de un Estado planetario que busque la paz universal, inspirado en una democracia pluricultural, basada en el respeto irrestricto a las normas del derecho internacional y la justicia distributiva…Tal es la utopía que debe inspirar sin desmayo a todos los hombres y mujeres de bien en el mundo, sin diferencias de ninguna especie.

Municipalidades y democracia

Por Arnoldo Mora

El domingo 4 de febrero, obedeciendo normas constitucionales, se celebrarán elecciones a fin de elegir las autoridades que habrán de regir los gobiernos locales por los próximos cuatro años. El que las elecciones municipales se hayan separado de las elecciones generales y se lleven a cabo dos años después de las nacionales, debe ser considerado como un avance en el ejercicio de la democracia en nuestro país; las municipalidades se independizan de los partidos nacionales, especialmente de los tradicionales, con el consiguiente debilitamiento de los mismos, lo cual, en mi opinión, no es bueno para la democracia representativa tal como se practica tradicionalmente en nuestro país y que se nutre de los partidos políticos. Esto explica el crecimiento exponencial de los partidos locales en las elecciones municipales; el electorado no cree mucho en los partidos nacionales, si bien, hasta el presente, el partido tradicional por excelencia del país, porque lo ha hegemonizado desde que emergió como consecuencia de la Guerra Civil de 1948, el Partido Liberación Nacional, sigue manteniendo el control de la gran mayoría de las municipalidades del país… hasta ahora, veremos lo que pasará el 4 de febrero. El hecho de que pululen los partidos locales demuestra que el costarricense considera la democracia tan sólo desde el aspecto cuantitativo – el derecho que todo el mundo participe no importa quién sea – se ve facilitado por la legislación actual, pero va en detrimento del aspecto cualitativo; lo cual podría representar no un avance, sino un retroceso en la democracia. La democracia es el sistema político en el cual se prioriza lo cualitativo sobre lo cuantitativo, en virtud de lo cual deben gobernar los mejores gracias a sus probadas cualidades cívicas. Cuando lo cuantitativo priva en un régimen político, el peligro de que los peores ganen es real y muy grave; baste con ver lo que sucedió en la Alemania de los 30s del siglo pasado, en donde las hordas nazis fueron masivamente apoyadas por el pueblo alemán hasta el suicidio del Führer; y, para no ir muy lejos en el espacio y en el tiempo, eso fue lo que pasó en el Brasil de Bolsonaro y está pasando en la Argentina de Milei… En Costa Rica la amenaza actual a la democracia es la eventual influencia del dinero de origen oscuro en el surgimiento y propaganda de tantos y tantos partidos; el TSE llamó la atención al respecto; la opinión pública y la Asamblea Legislativa deben estar vigilantes; no olvidemos que en la Zona Sur hace algún tiempo hubo acusaciones en ese sentido.

Los gobiernos municipales son la manifestación de la primera y fresca expresión de la democracia, las municipalidades son el poder popular en su ejercicio cotidiano, están presentes en nuestra vida de todos los días, en todos y cada uno de los detalles que componen el tejido de nuestra vida cotidiana: recoger la basura frente a nuestra casa, mantener la vigilancia en cada calle, barrio por barrio, mantener las zonas verdes donde ancianos y niños se recrean, etc., etc. Las autoridades locales son democráticamente elegidas de entre los miembros de nuestras comunidades, allí donde todo el mundo conoce a todo el mundo y todo el mundo suele ser pariente y amigo o enemigo de todo el mundo, donde la vida privada no existe porque todo el mundo conoce las costumbres de todo el mundo y se entera de manera informal (chismes) de la vida de todo el mundo, lo cual se debe en buena medida a que no existe el anonimato ni la soledad. Todo lo cual trae aparejado el peligro de que se incurra en el delito tipificado como “tráfico de influencias” que, en el caso de las elecciones municipales, se traduce en que la gente vota no por un partido ni menos por un programa, sino influenciado por el parentesco, la amistad o enemistad personales o, simplemente, por la buena o mala fama proveniente de la información informal (chismes), olvidándose de que en la política no deben existir ni los parientes ni los amigos, sino que debemos regirnos tan sólo por la valoración de las aptitudes prácticas y virtudes cívicas mostradas por los candidatos; cualquier otra consideración debe ser considerada como corruptela personal y actitud contraria a los principios básicos de una democracia real. Otra amenaza a la democracia es el abultado abstencionismo; 30% o menos de participación en las elecciones hace que el poder popular desde sus inicios dé muestras de una gran debilidad, pues la inmensa mayoría no se ve representada en esas autoridades, aunque por general les profesan aprecio porque los conocen; lo dicho se ve reflejado en el hecho de que, según las encuestas, la inmensa mayoría de los ciudadanos se muestra satisfecha con los autoridades actuales.

No quisiera terminar estas reflexiones en torno al certamen electoral actualmente en marcha, sin aludir al gran ausente de las elecciones locales desde hace varias décadas; me refiero a la ausencia de gobernadores de provincias (estados, departamentos), cuando en casi todos los países del mundo esta elección es la más importante porque inclina la balanza del poder central; en los grandes países los gobernadores son príncipes. En Costa Rica nadie lo reciente, lo cual demuestra que la división del país en provincias es obsoleta e inoperante; sólo sirve para elegir diputados; en lo cultural, económico y geográfico, las regiones periféricas no se identifican con la ciudad capital de su provincia; tal es caso de las regiones del Norte respecto a Alajuela y Heredia, Pérez Zeledón respecto a San José y Puerto Jiménez respecto a Puntarenas. Todo lo cual se debe a que Costa Rica, desde la Guerra de la Liga (1835) liderada por Carrillo y que ganó San José, convirtió a la capital nacional en una especie de agujero negro que se englutió todo lo que le rodeaba. Si queremos desarrollar las regiones periféricas del país, debemos comenzar por suprimir las 7 provincias y crear en su lugar 5 grandes regiones con una ciudad grande como capital, por ejemplo, crear la región del Norte con Ciudad Quesada como capital y la región del Sur con San Isidro del General como capital. Sé que para lograr eso se requieren cambios profundos en la actual Constitución Política, que sólo la Asamblea Legislativa goza del poder constitucional para hacer. Pero ya es hora de que vayamos pensando en eso. Más aún, hay que acabar con el centralismo presidencialista vigente y sustituirlo por una república federal. Esa fue una de las causas del “milagro” alemán después del nefasto Tercer Reich; esto hace hoy Francia. Bien haría la Asamblea Legislativa en nombrar una comisión que, con el apoyo de sus gobiernos, vaya a esos países a estudiar in situ cómo funciona una democracia regionalizada. Una democracia con base popular amplia comienza con los gobiernos locales, se prolonga en los gobiernos regionales y culmina en las instituciones nacionales, como son los tres poderes constitucionales, el TSE y la CGR. Una campaña electoral local debe servir para repensar todo nuestro sistema democrático, con el fin de mejorarlo y ponerlo a la altura de nuestros tiempos.

La amenaza del fundamentalismo

Por
Arnoldo Mora

Entiendo por “fundamentalismo” el intento ideológico por justificar la irracionalidad del abuso del poder, recurriendo a una interpretación suprarracional de la acción humana, con fines éticamente inaceptables en razón de su carácter inhumano, que puede llegar a una dimensión genocida. El recurso a la divinidad o a fuerzas sobrehumanas con el fin de imponer su voluntad de manera brutal, ha sido el recurso al que suelen recurrir los déspotas de todos los tiempos. Pero el fundamentalismo, si bien de origen esencialmente religioso por sus implicaciones metafísicas, se extiende también a otros ámbitos del quehacer humano, como la economía, la tecnología o la cultura; aunque lo más frecuente es el recurso al fundamentalismo religioso para legitimar pretensiones de sojuzgamiento político con fines de explotación de recursos humanos y naturales.

Tal es el caso de lo que ahora mismo estamos viendo en la más reciente guerra, la que libran palestinos e israelíes. Ambos recurren a argumentos religiosos; le dan un carácter religioso o de guerra santa o “Yihad” en el campo musulmán, o invocando una supuesta condición de “pueblo escogido” por Dios por parte de los judíos. Las dos argumentaciones son igualmente deleznables y de efectos aterradores en todas las épocas, pero especialmente en la actual, debido al carácter destructor de toda forma de vida de que está dotado el armamento moderno, debido al incremento de los presupuestos multimillonarios destinados al desarrollo científico y tecnológico con fines militares. Desde el recurso a la aviación en la guerra como instrumento para lograr lo que en la estrategia militar se solía llamar ”ablandamiento artillero”, cuyo fin es destruir con bombas los puntos estratégicos del enemigo (puentes, carreteras, campamentos, frentes de avanzada, centros de telecomunicación, etc.) y provocar el terror en las filas y la población del enemigo, con el fin de preparar la invasión posterior del grueso de las tropas del ejército de tierra, esta infernal estrategia militar ha servido frecuentemente para aniquilar implacablemente a la población civil desarmada e inerme, compuesta mayoritariamente por niños, mujeres, ancianos y enfermos. Todo lo cual le ha dado un carácter infernal a las guerras modernas. Todas las guerras lo han sido siempre, pero ahora la tecnología las ha hecho monstruosamente deletéreas, hasta el punto de que el recurso al armamento atómico y a la guerra biológica podría poner fin a la especie humana. Eso hace de la guerra un mal en sí, la negación del don más precioso, cuya preservación e incremento es la razón de ser de la ética, como es la vida, no sólo la humana sino en todas sus formas y manifestaciones.

Pero la guerra o el genocidio, no son un destino fatal para la humanidad. Como respuesta a la búsqueda e implementación del poder, el ser humano ha ideado la “política”, es decir, el recurso al discurso, a la palabra persuasiva basado en argumentos racionales, con el fin de provocar consensos en que se funda el ejercicio de la libertad colectiva. De esta manera, los pueblos asumen los desafíos del presente y avizoran horizontes de esperanza hacia el futuro. Para lograr tan nobles objetivos, se han creado instituciones regidas por todo un cuerpo de leyes llamado “derecho internacional” o normas que rigen las relaciones entre naciones; con ello se hace factible que el enfrentamiento dialéctico desemboque en acuerdos políticos. El derecho internacional e instituciones como Naciones Unidas, han sido creados con este objetivo. Cumpliendo estrictamente las normas del derecho internacional bajo la supervisión de organismos supranacionales a fin de cumplir los acuerdos logrados, se lograrán los nobles objetivos de la política. El diálogo político que incluye el enfrentamiento ideológico, hace del otro un interlocutor con derechos y deberes, es decir, una “persona” y no un enemigo a destruir, como en la guerra. Pero quien trata al otro como un ser infrahumano, se deshumaniza él mismo, quien trata al otro como bestia, se convierte en bestia él mismo.

Por desgracia, lo que acabo de decir lo están viviendo trágicamente los pueblos de Israel y Palestina, especialmente éste último. Estamos ante la bestialidad pura, todo sustentado cínicamente en argumentos pseudoteológicos; lo cual contradice palmariamente la enseñanza original de los maestros de las que se nutren esas ancestrales tradiciones religiosas. La utopía religiosa por excelencia en las religiones sinaíticas es la paz (shalom). Pero la paz es el fruto del reconocimiento de la dignidad del otro en su condición de desvalido. Nadie como el profeta Jeremías, fundador del nacionalismo judío, lo dijo en estos inequívocos términos: “Dios es la mirada de la viuda, del huérfano y del extranjero”. Y el más grande de los profetas de Israel, Isaías, dijo esta sentencia que nunca como ahora debe aplicarse en este abominable conflicto: “La paz es obra de la justicia”.

ALCOA: una lectura jurídico-política

Por Arnoldo Mora

Suelo decir que un libro se compone de tres elementos básicos, que son indispensables para evaluar su importancia. Estos tres elementos son los siguientes: el autor, el contenido y el formato. Evidentemente, el más importante de los tres es el segundo, el contenido, por ser el que le confiere el mayor peso a la obra. Sin embargo, ante la opinión, ante los ojos inquisitivos del eventual lector, ante la mirada pletórica de curiosidad de quien ve la obra en un estante de una biblioteca pública o privada, o exhibido en un sitio o vitrina de venta de una librería, el factor que, para bien o para mal, goza de mayor influencia en la imaginación y motivación del lector, y en los criterios que lo inducen a evaluar a simple y primera vista una obra, es el primero: el autor; como dicen los libreros, su solo nombre vende; cuando de un autor famoso se trata, basta con leer su nombre en la portada para que el presunto lector se forje un (pre)juicio de la obra e incline su actitud al leerla; el autor es el mayor atractivo de una obra, dado el prestigio o desconocimiento que el presunto lector tenga de quien ha escrito una obra, cuya carátula deslumbra su mirada aunque ignora su contenido.

Todos estos elementos he tenido en cuenta al leer con enorme interés el libro titulado EL CONTRATO DE ALCOA, REBELIÓN Y DOMINACIÓN (EDInEXO, San José, 2022) que el Doctor Fernando Cruz Castro, ilustre jurista y actual distinguido magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, publicó recientemente, pero cuyo mayor contenido es, ni más ni menos, que la versión literal de la tesis que él presentara como requisito formal en vistas a la obtención del grado académico de licenciado en la Facultado de Derecho de la Universidad de Costa Rica, en 1976. No me es necesario resaltar que el nombre del autor es ya de por sí un atractivo y una motivación de inconmensurable valor para inducir al lector a leer con detenimiento un enfoque, basado en documentos originales, sobre un evento histórico de indiscutible actualidad, en torno al cual se ha hecho correr mucha tinta en las décadas posteriores en nuestros medios intelectuales y políticos. Título y subtítulo son ya de por sí harto; de manera particular, el subtítulo no carece de un sesgo provocador. La carátula constituye un documento gráfico que evoca, tanto el acontecimiento mismo, como el retrato de algunos de sus principales inspiradores y protagonistas, tanto del pasado como del presente, de nuestra historia política.

En sí, la obra no es más que el análisis, hecho a la luz las más sólidas normas de la hermenéutica jurídica, del contrato-ley con que la clase social tradicionalmente hegemónica en la Patria que nos legara Juanito Mora, ha “legitimado” su atávico filibusterismo. Pero en este caso, el autor debe ser valorado no sólo por su brillante y patrióticamente inclaudicable trayectoria como juez, jurista y magistrado, sino también por su protagonismo en su condición de activo miembro del movimiento estudiantil generado en las aulas y correderos de la Universidad de Costa Rica, única existente entonces en el país; hablar de los eventos que se escenificaron en la ciudad capital frente a la Asamblea Legislativa en la tarde de ese memorable 26 de Abril de 1973 e, incluso, en los días que la precedieron, es para el actual magistrado Dr. Fernando Cruz, rememorar un episodio inolvidable de su propia vida y que la marcó por siempre a manera de un destino helénico; hablar de ALCOA es para el ciudadano Fernando Cruz es construir un relato autobiográfico. En todo momento el autor nos recuerda el motivo del levantamiento patriótico, protagonizado en primera línea por los estudiantes organizados en sus movimientos universitarios, como reacción libre y soberana ante el debate que la Asamblea Legislativa efectuaba en torno a la aprobación o rechazo del leonino y colonialista contrato-ley con el que el emporio minero de ALCOA, de origen canadiense, pretendía apoderarse de vastas áreas del subsuelo del Sur del país, con el fin de extraer la bauxita, de la cual se extrae el aluminio. En resumen, estamos ante una obra de indiscutible valor histórico, jurídico y político nutrida de fuentes primarias; por lo que constituye una pieza de riguroso y científico asidero legal, sobre todo constitucional, de ese malhadado contrato-ley.

Pero el autor va más allá de enfatizar el indiscutible valor histórico y actualidad del tema. El autor ve su vigencia en que la más que discutible legalidad del mismo, la conclusión que extrae el lector es que y lo refiere a, entre otros casos, a las patrióticas más recientes jornadas en contra del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Como se ve, esta es una obra que, no sólo ilustra la historia de un acontecimiento que rescata el papel patriótico jugado por una generación de jóvenes universitarios de la que él mismo se siente con toda razón, orgulloso, sino que constituye – y no con menor énfasis- un llamado para que las actuales y futuras generaciones se cuestionen honestamente sobre si somos realmente una nación soberana, como exige que deba serlo nuestra Constitución Política ya desde sus primeros artículos. De mi parte y a guisa de conclusión, yo señalaría que, en este mes de la Patria, debemos preguntarnos, con el corazón en la mano y la mente puesta en el futuro de nuestra Patria: ¿qué sentido tiene hoy en día la celebración del 15 de Setiembre, más a allá de colorido de los desfiles y del ruido de los tambores estudiantiles. La respuesta la estamos dando con nuestra actitud frente a los acontecimientos políticos que se suceden a diario e inundan le escenario político nacional.

Claudio Gutiérrez, académico integral

Por Arnoldo Mora

La reciente partida de mi apreciado colega en la Escuela de Filosofía y exrector de la UCR, Dr. Claudio Gutiérrez Carranza, ha conmovido a la opinión pública nacional más allá del ámbito universitario, hasta el punto de que, en un gesto que la enaltece, la Asamblea Legislativa, símbolo por excelencia de la institucionalidad democrática, le rindió como homenaje un minuto de silencio. Ahora  merece que rompamos ese silencio para hablar de su memoria y su  legado a la cultura y a las ciencias de Costa Rica.

 Claudio Gutiérrez fue, como lo destaco encabezando estas líneas, un académico integral en el sentido que Rodrigo Facio, el otro gran intelectual que dejó huella  indeleble en la historia nacional,  le daba a esa expresión, tanto político como cultural. Decir que Claudio Gutiérrez fue un académico INTEGRAL, equivale a decir que realizó de forma magistral estas dimensiones del quehacer universitario. Fue un maestro y tutor de varias generaciones que hoy se destacan  en el ámbito científico, con lo que cumplió la función de la docencia de manera sobresaliente. Fue un investigado e innovador  en las tecnologías de la comunicación  más avanzadas, todo fundamentado en un basamento  filosófico de primera línea, como sus profundos, novedosos y numerosos ensayos y libros lo prueban. Finalmente, se proyectó a la comunidad  nacional siendo el principal protagonista  de una etapa  nueva en la ciencia y la tecnología de punta en el país, como fue el haber introducido las computadoras (la famosa “Mathilde”)  y la inteligencia artificial y el postgrado en estudios de la mente. En todos los ámbitos dejó una huella indeleble, hasta el  punto de que, en mi más reciente libro (LA FILOSOFÍA COSTARRICENSE EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX, EUNED; San José, 2018) digo que, con la generación de filósofos de la segunda mitad del siglo pasado encabezada por Claudio Gutiérrez, Costa  Rica llega a su madurez intelectual.

 Claudio perteneció a la primera generación de filósofos producto de la Reforma de 1957 liderada por Rodrigo Facio,  pero llevada a cabo por filósofos humanistas  de origen español, de la talla de Constantino Láscaris y Teodoro Olarte, y de  Roberto Saumels en el campo de la filosofía de la ciencia, en donde luego va a sobresalir Claudio Gutiérrez. La Universidad de Costa Rica ha experimentado otros saltos cualitativos en sus más de 80 años de brillante historia, destacándose las reformas de 1957 y de 1973. Pero estas reformas no sólo lo fueron solamente en los aspectos administrativos y cuantitativos;  lo fueron, ante todo, cualitativas, lo cual implica  que fueron inspiradas en un paradigma conceptual de profunda raigambre epistemológica; lo que equivale a reconocer  que en cada salto  emerge una concepción nueva de universidad, tanto en el ámbito cultural y político como  pedagógico y epistemológico. En la creación de la Universidad en 1940 prevaleció el concepto de universidad “napoleónica”, pues tenía como misión esencial  la trasmisión de un saber “canónico”,  es decir, ya consagrado como “científico” en su metodología y  debidamente comprobado en sus destrezas y resultados en el  ámbito práctico- utilitario de la  tecnología, todo forjado, dado nuestro atraso, allende nuestras fronteras. Pero, gracias al proyecto político de modernización  de la sociedad nacional, surge como protagonista,  al lado de un Estado Nacional fuerte y centralizado, una clase media que constituye el tejido político-social básico de una clase media nacional que organiza políticamente a la sociedad civil; en la reforma de 1977,  Rodrigo Facio, que fue el ideólogo de la socialdemocracia “a la tica” y el  proyecto país imperante durante la segunda mitad de siglo, logra llevar a cabo una reforma que impulsa las profesiones ligadas a las ciencias económicas y sociales; los historiadores también inician un proceso de transformación de la historiografía a la historia concebida como ciencia social. Todo lo cual respondía a la necesidad de desarrollar un Estado Nacional moderno; se trataba de dar al país una ”burocracia eficiente”,  para emplear la terminología de M. Weber. Pero la nación  se compone  de tres estratos: el Estado centralizado,  la sociedad civil y, en medio como faja de trasmisión que comunica  las órdenes de arriba hacia abajo y los deseos y voluntades de abajo hacia arriba y para que el juego democrático funcione, se requiere del intermedio comunicador por excelencia: un conjunto de instituciones legales y políticas. En 1968 se da un gran salto como es la emergencia como sujeto histórico de la juventud universitaria, gracias al llamado “Mayo del 68”, especie de revolución cultural que cambia la ética de inspiración calvinista predominante en las sociedades industrializadas del Occidente cristiano. Esto repercute en la periferia llamada “Tercer Mundo”, que se hace presente con el estallido  de revoluciones como fuerzas políticas que escriben la historia con sus propias manos. Al país llega esta ola de cambio con los acontecimientos de Abril de 1970, en la lucha contra los contratos de Alcoa. Una nueva generación surge con el babyboom nacida después de la Guerra Civil de1948; para estos jóvenes ya no se trata de convertirse en burócratas eficientes, sino de ser ciudadanos  de pleno derecho. Claudio  Gutiérrez estuvo en el epicentro de estas trasformaciones que se reflejaron en las reformas de 1957 y 1973, primero como joven secretario de y luego como vicerrector.  En este último caso,  Eugenio  Rodríguez había renunciado como Rector porque no aceptaba las reforma de 1973 y Claudio, en su condición de vicerrector de docencia, lo sucedió. Claudio fue el motor del surgimiento de esta nueva etapa histórica de la universidad, etapa que culmina con la Rectoría de Luis Garita a finales de siglo, con la creación de La Ciudad de la Investigación y del FEES; todo para dar énfasis a la investigación de alto nivel; ya no se trataba sólo de trasmitir el saber científico sino de crearlo. En estos procesos,  se da una continuidad, pues Garita fue vicerrector de Claudio.  

A guisa de conclusión, deseo poner énfasis  que esta apretada síntesis constituye algo más que un sentido homenaje a uno de nuestros más destacados intelectuales de cambio de siglo, sino  que no hay cambios cualitativos en la historia de los pueblos, si no vienen precedidas de una honda reflexión filosófica. Recordemos la historia de la educación formal en Costa Rica. La reforma de 1886,  fue impulsada por Mauro Fernández bajo la inspiración  del filósofo inglés Herbert Spencer; la organización de la segunda enseñanza forjada por Valeriano Fernández Ferraz se inspiró en el filósofo alemán Krause; el plan de reforma de la II República, promovido por Emma Gambo, se inspiró en el filósofo norteamericano John Dewey.  Por su parte, Claudio,  doctorado en filosofía de las ciencias en la Universidad de Chicago, inspiró su pensamiento en el estructural-funcionalismo de Talcon Parsons y Merton; por lo que parte de una visión epistemológica que enfatiza el rigor formal y metodológico en todas las ciencias, pero siempre partiendo de que la revolución en las tecnologías de la comunicación es la mayor del momento actual. Finalmente, y como una manera de honrar el legado de tan  destacado maestro, propongo  que la UCR dedique alguna institución o edificio en su nombre y que, a tenor de las normas legales, la Asamblea Legislativa lo declare BENEMÉRITO DE LA CULTURA NACIONAL. Porque Claudio Gutiérrez fue un paradigma de lo que debe ser un ACADÉMICO INTEGRAL.  

Paz con justicia

Por Arnoldo Mora

Entre la multitud de malas noticias que atiborran los espacios mediáticos, dichosamente hay dos que, a todos los hijos de la Patria Grande, nos deben llenar esperanza y alegría: las conversaciones para lograr una paz estable en Colombia, que se llevan a cabo en Caracas, entre el gobierno del presidente Gustavo Petro y la guerrilla de FLN, por un lado, y el reinicio del diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, esta vez en México; ambas actividades se llevan a cabo ante la atenta mirada de la comunidad internacional. Todo lo cual debe ser visto como un mensaje de paz por parte de los pueblos de Nuestra América al mundo entero, a fin de que se intente por la vía política y no militar buscar la solución a conflictos entre naciones, que ponen el peligro la paz planetaria. Me refiero, en concreto, a la necesidad apremiante de iniciar conversaciones al más alto nivel entre las partes beligerantes, tendientes a poner fin al conflicto en Ucrania.

Pero más allá de este contexto internacional y ante la proximidad de una nueva Navidad, nada más oportuno y urgente que reflexionar sobre el mensaje de los ángeles en la Cueva de Belén, que expresa el clamor de los profetas anunciando el advenimiento de la era mesiánica y que sintetiza en una sola palabra: SHALOM, paz. Este mensaje es hoy más actual que nunca en la historia de ser humano, dado que la ausencia de paz traería aparejada la extinción de la especie humana. Porque la destrucción que provoca la violencia bajo todas sus formas puede significar a corto plazo, históricamente hablando, el fin de nuestra especie. La lucha por la paz, en consecuencia, involucra a todos los humanos cualesquiera sean sus creencias religiosas, ideologías políticas, culturas o nacionalidades. Se trata del acto más “democrático” que pueda concebirse, pues lo único que realmente (“ónticamente” diríamos los filósofos) nos hace “democráticos” es la muerte; nadie se escapa de ella. Pero cuando la muerte es provocada por los propios humanos es también responsabilidad de todos, especialmente de quienes tienen el poder, no solo el político, sino el financiero, el mediático y el científico-tecnológico.

La mayor amenaza que tiene la especie de desaparecer es provocada por el descomunal poder que ha logrado en estos últimos siglos, gracias a los descomunales avances de los logros en el campo científico y tecnológico; porque del desarrollo científico y tecnológico depende en primera instancia todo lo demás: el desarrollo económico, la sofisticación de las armas, la genética aplicada al diagnóstico y tratamiento de enfermedades, a la agricultura y a los alimentos y un largo etcétera. Su control puede provocar el bienestar o ser la causa de la muerte de millones. Las transnacionales que acaparan esos conocimientos de punta  son responsables directas del hambre y de la falta de control de epidemias y pandemias, siendo la mayor la desnutrición. La FAO y el Papa Francisco no se cansan de repetir que actualmente se producen alimentos suficientes para dar de comer a todos los seres humanos; por ende, si hay mil millones que sufren de hambrunas, es culpa de la ideología neoliberal. Lo mismo pasa con las pandemias y el desempleo.

Todo tiene como causa la desigualdad socio-económica. La violencia tiene su raíz en la injusticia social, en el menosprecio y el maltrato a niños y ancianos, en la violencia doméstica y callejera, en la drogadicción y el lavado, en la injusticia distributiva y la defraudación fiscal. La violencia se ha convertido en una (pseudo)cultura, en una mentalidad colectiva que nos hace insensibles ante el dolor y la miseria, que nos rodea como una peste medieval. Para peores, la violencia contra la naturaleza alcanza ribetes escalofriantes que pone a la humanidad al borde del suicidio. De poco han servido hasta el presente las advertencias de ecologistas y de expertos de las Naciones Unidas en torno al recalentamiento del clima, la destrucción de los bosques, la desertificación, la contaminación de las ciudades o la desaparición de cientos de especies.

Hoy la paz es algo más que una esperanza escatológica fundada en una promesa mesiánica. Constituye una exigencia insoslayable para la sobrevivencia de la especie. Nunca como en estos momentos de la historia, la paz es el mayor imperativo ético que tenemos todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Por una paz y un estado planetarios

Por Arnoldo Mora

La creciente y alarmante violencia en todo el planeta, los abultados presupuestos de los gobiernos para dotarse de las más modernas y mortíferas armas, lo que conlleva la proliferación de armas de guerra, no solo en los estados, sino también en instituciones y miembros de la sociedad civil, hacen impostergable la urgencia de crear las condiciones para ir construyendo un estado planetario que haga factible el logro de la paz universal, condición sin la cual la especie humana corre el riesgo de desparecer abruptamente en un futuro cercano.

Para lograr esos objetivos mayores del quehacer político actual, he pergeñado algunas reflexiones que a continuación comparto.

Respecto a la posibilidad del «Estado planetario», me permito explicitar y puntualizar lo siguiente:

1-) En los procesos históricos, no existe el libre albedrío: la paz se construye o, si no, la especie desaparece en este mismo siglo, dada la capacidad de destrucción debido al poder nuclear que dispone la Humanidad (15 mil ojivas nucleares disponibles para ser usadas de inmediato y sin previo aviso).

2-) La destrucción de las especies por parte del desenfrenado crecimiento industrial es mayor y más rápido que la provocada por la evolución natural en los casi 600 millones de años que tiene la vida sobre la corteza terrestre. SI no se detiene cuanto antes este infernal proceso, las especies vivientes (al menos, las más evolucionadas) desaparecerán pronto (¿un siglo?).

3-) Pero la ventaja y, al mismo tiempo, la desgracia es que esta amenaza apocalíptica ha sido provocada por la acción del hombre, gracias al poder que la especie ha logrado sobre la naturaleza. Lo cual ha provocado en Occidente una actitud de suicida soberbia. Si no tomamos en cuenta los límites del conocimiento inspirada en una ética humanista para impregnar el desarrollo científico-tecnológico, la especie humana, insisto, desaparecerá a corto plazo.

4-) Lo cual solo se podrá lograr con un acuerdo general de índole POLITICA. Por eso he insistido en que detrás de las crisis económicas, confrontaciones sociales, o divergencias jurídicas, solo existen problemas POLITICOS, es decir, provocados por el uso de nuestro albedrío. La humanidad, por primera vez en la historia ha logrado en el siglo XX alcanzar la capacidad real, gracias al poder que da el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico que de ahí se desprende, de acabar con el hambre y cuadruplicar la expectativa de vida, alfabetizar a toda la población y crear condiciones de trabajo digno para todo el mundo; si las cifras reales dicen lo contrario, no es un problema técnico sino de voluntad. Y eso se llama POLITICA.

5-) Lo anterior lleva a la inviabilidad de la guerra. Y por ello mismo, la utopía de la PAZ se convierte en el único camino ético para ejercer el poder en todas las esferas del quehacer humano: ciencia, economía, arte, vida cotidiana, religiones, tecnología, industria, etc. La humanidad, junto a la ciencia y la técnica, lo que requiere es sabiduría. El dicho de Heráclito de que «Polemos, el dios de la guerra es el dios de la historia», o el de Marx: «La violencia es la partera de la historia», se hacen inviables por absurdos. La paz hay que construirla ya. Eso es hacer política hoy día.

6-) Lo cual implica la desaparición del Estado tal como lo había concebido Hobbes: Leviatán o monopolio de la violencia por el sector dominante en una sociedad, a fin de evitar que haya una guerra de todos contra todos … y la humanidad terminará por destruirse. Pero para llegar a eso, se requiere un período intermedio en que debe haber estados fuertes inspirados en el principio ético de legítima defensa. En el momento actual de crisis de los estados-nación surgidos de la Revolución Francesa, estos deben convertirse en repúblicas federales que descentralicen el poder en beneficio de las regiones. En base a esos estados democráticos, deben darse alianzas democráticas que formen amplias regiones y configurar centros de poder regionales (América Latina y el Caribe, África Subsahariana, países árabes, China, India, América del Norte, Unión Europea, Rusia).

7-) Para eso se requiere ir conformando un nuevo sujeto histórico: la humanidad como un todo. En consecuencia, es hora de que desaparezcan los imperios como aquellos con los que Occidente ha pretendido conquistar el mundo. Hoy el último de esos imperios, el yanqui, está en decadencia. Lo malo es que todavía no se ha forjado un sustituto y, como decía Aristóteles, la naturaleza aborrece el vacío. Este vacío por ahora solo puede ser llenado por alianzas de naciones que se organicen en regiones según factores geográficos, culturales y comerciales, de modo que se den focos múltiples de poder que levanten su voz y se hagan sentir y respetar en los organismos internacionales y neutralicen, con el apoyo de sectores progresistas surgidos en el seno de las propias potencias occidentales, las peligrosas pretensiones imperiales de poderosos sectores de Occidente.

😎 Esto me lleva a hablar de lo que hay que hacer ahora mismo, como construir una liga de naciones que, a partir de un pluralismo o plurifoquismo, reforme las Naciones Unidas y la conviertan en árbitro político y en tribunal jurídico de los conflictos que amenazan la paz mundial, todo a la luz del derecho internacional. Para eso se debe dotar a las Naciones Unidas de un poder universalmente aceptado, tanto económico y mediático, como militar y policíaco.

9-) La población de Occidente no es más que un 15% de la población del planeta. Occidente corre el riesgo de desaparecer en un siglo y ser absorbido por el crecimiento demográfico de los pueblos hasta ahora considerados periféricos. Algunos datos de prueba; la mayoría de los adolescentes en el mundo de hoy son negros; el África Subsahariana tendrá en la próxima década mil millones. Los latinos en Estados Unidos son el 17% y los negros el 13%. En el año 2050 llegarán a ser la mitad de la población. Eso explica el racismo criminal de la policía rubia. En el año 2050 Occidente no tendrás más que el 25% de la economía mundial…Y no sigo dando datos.

10-) Lo que hay que evitar es que algún loco (y hay miles de desquiciados en Estados Unidos, Alemania y otros poderosos sectores racistas y xenófobos en todo el mundo, incluidas las oligarquías fascistoides de América Latina) llegue a tener un poder que le permita incidir en los destinos de la humanidad. Para lograr eso se requiere lanzar una lucha sin tregua con hombres y mujeres de todos los rincones del planeta de «buena voluntad» en pro de la paz.