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Etiqueta: Chile

Una pedrada por Víctor Jara

Orlando Barrantes Cartín

Siempre he llevado en mi militancia de izquierda dos recuerdos o anécdotas relacionadas con el gran Víctor Jara.

La primera es de cuando con un grupo de estudiantes del Colegio de Golfito lo fuimos a ver tocar y cantar en aquel viejo cine de Neily. Inenarrable esa experiencia, rodeados de los curtidos obreros bananeros. Yo era presidente del gobierno estudiantil y coordinamos con la UTG nuestra presencia.

La otra fue cuando poco después protestamos contra el golpe de estado de Pinochet, frente a la embajada de Chile, que recuerdo estaba ubicada por el sector de San Pedro, pero no preciso exactamente el lugar. Víctor ya estaba preso en el Estadio Nacional de ese país.

En la marcha en San José éramos un grupo grande de muchachos de la UCR y algunos de nosotros militantes del FEP/MRP.

Vanesa Monge (QEPD) se colocó junto a mi cuando nos acercábamos caminando a la embajada. Tome, me dijo, y sacó dos buenas piedras del bolso que andaba. Acaté inmediatamente, no necesitaba instrucciones y me adelanté y me acerqué más a la embajada, que era de dos pisos con grandes ventanales.

Toda mi vida he venido recordando, como en cámara lenta, cuando tiré con mucha furia la primera de las dos piedras. La veo cuando alza vuelo y va de camino rauda y cuando quiebra los vidrios. Está muy nítido en mi memoria. Inmediatamente tiré la segunda piedra.

Durante dos o tres segundos los manifestantes no reaccionaron, pero muy rápido uno a uno todos los demás ventanales iban cayendo. Fue una protesta justa, y recuerdo que sentíamos que era lo mínimo que podíamos hacer contra un golpe de estado asesino, que tanto conmocionó al mundo, hasta hoy.

Cincuenta años después sigo lamentando que la solidaridad internacional no lograra rescatar a Víctor. Es un dolor profundo que nos sigue oprimiendo.

Es difícil ahora comprender por qué y cómo un grupito de muchachos de un colegio rural como el de Golfito nos identificamos tanto con Víctor. Teníamos una idea precisa de quién era, sin el menor atisbo de Internet y redes sociales, sin teléfonos celulares. La UTG y los compañeros del PVP y la Jota nos mantenían bien informados.

Cantábamos sus canciones con nuestras guitarras y así las transmitíamos de boca en boca. Te recuerdo Amanda luego fue como un himno, y no nos cansábamos pocos años después, ya en San José, de pedirle a José Acedo que la interpretara. Junto a Desalambrar y muchas otras se nos metió tanto dentro de nuestro ser que hoy en día se nos hace difícil terminar de cantarlas, porque nos gana la nostalgia y el dolor.

Con cada lucha que dimos cantábamos las canciones de Víctor, en las calles de Golfito en las tres huelgas pidiendo recursos para el colegio, en las montañas en solidaridad con los dirigentes campesinos hermanos Barroso, en lo profundo de los bananales del sur, la práctica de la lucha estudiantil, obrera y campesina con las canciones se convirtió en una escuela inolvidable. Práctica y teoría.

Los 44 balazos de alto calibre con que la turba milica chilena cobarde asesinó en el estadio a Víctor Jara, jamás será redimida con la condena reciente a 25 años de cárcel de esos siete cobardes soldados. Uno de ellos se suicidó.

Pero nos conforta un poco saber que 50 años después de la tragedia a Víctor Jara se le recuerda. Y así será a través de cada lucha que demos, pequeña o grande. Por eso seguimos diciendo:

¡A DESALAMBRAR!

¡VÍCTOR PRESENTE!

¡NI UN PASO ATRÁS!!

¡Nunca más! Ni en Chile, ni en ninguna otra parte

Alberto Salom Echeverría

En la alborada de la década de los setenta del siglo XX, se inició un experimento inédito en Chile. No tendría significación solo en América Latina, sino en el mundo entero, puesto que nunca se había concretado nacionalmente una lucha social pacífica, por la vía electoral, que se hubiese planteado un rumbo socialista.

Se puede estar de acuerdo o no con el propósito definido por aquel conglomerado social que apoyó políticamente a la Unidad Popular chilena, pero no cabe duda de que estaba dentro de las directrices y reglas de la democracia occidental, tal como la conocemos desde hace más de 200 años. En otros términos, lo que estaba en boga en Chile, no era otra cosa que la “voluntad popular” que se concretó en favor de la “Unidad Popular “, encabezado el proyecto por la figura de un hombre, el Dr. Salvador Allende Gossens revestido de una férrea voluntad por cumplir con su pueblo el compromiso estratégico de instaurar el socialismo por la vía democrática; pero, al mismo tiempo era dueño de un carácter conciliador, un proceder flexible y maneras educadas en el trato con los demás. Una simbiosis rara, que configuró una personalidad única e inigualable, lo que le permitió obtener un gran prestigio y calado en los diferentes sectores de la sociedad.

Por esa personalidad tan peculiar, Salvador Allende, proveniente del partido socialista chileno que contribuyó a fundar en 1933, se constituyó en el arquitecto del proyecto unitario denominado Unidad Popular (UP), por encima inclusive del gran poeta universal Pablo Neruda, quien representaba al partido comunista de Chile y con quien compitió para ganar la candidatura dentro de ese conglomerado político que fue la UP. Allende había sido candidato a la presidencia de la República en tres oportunidades anteriores (en las elecciones de 1952 frente a Ibáñez, en las de 1958 frente a Jorge Alessandri, y finalmente en las de 1964 contendiendo a Frei Montalva); Allende hizo todo ese duro recorrido político antes de alcanzar el triunfo electoral en las elecciones de 1970, para ser investido como presidente Constitucional el 4 de setiembre de este año.

Adicionalmente, para poder alcanzar el solio presidencial, fue necesario establecer antes un acuerdo con la Democracia Cristiana chilena, que gozaba de la mayoría parlamentaria. Con ella se acordó la elección de Allende por el Congreso de la República, ya que había obtenido la primera mayoría, el 36% del total de los votos emitidos, pero este porcentaje resultó insuficiente para alcanzar de manera directa la nominación presidencial. Fue necesario que los partidos de la UP y el propio Allende firmaran un “Estatuto de Garantías Democráticas”, incorporado a la Constitución Política por medio de una reforma. Tras este acuerdo vital, el Congreso Pleno lo proclamó presidente de Chile, el 24 de octubre de 1970; entonces sí, fue nominado mediante una lujosa mayoría de 153 sufragios, contra únicamente 35 del expresidente Jorge Alessandri y 7 votos en blanco. (Cfr. Reseña biográfica Salvador Allende Gossens. “Salvador Allende Gossens, presidente de la República de Chile.” Bcn.cl).

Fue de esta manera que se consagró como lo acabamos de expresar, por vez primera en la historia del mundo occidental, la elección de un presidente marxista a la presidencia de La República, por medio del voto popular en unas elecciones libres. Allende y la Unidad Popular, comenzaron a cumplir meticulosamente con el programa con el que se habían comprometido, sin alterar ni en un ápice, el “Estatuto de Garantías Democráticas” acordado en el Congreso. Primero vino la aprobación de la Nacionalización de la Gran Minería del Cobre, que contó con el apoyo de la UP, de la Democracia Cristiana y hasta de algunos sectores de la derecha, ubicados en el partido de Alessandri. En segundo lugar, se acentuó la redistribución del ingreso y la reactivación económica; enseguida se acometió la tarea de avanzar rápidamente en la expropiación de grandes latifundios con la legitimidad que daba la Ley de la Reforma Agraria, aprobada durante el gobierno anterior de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), pero que en ese gobierno no caminó por falta de voluntad política y temor a las amenazas de los terratenientes. Fue así como se constituyó el área de propiedad social de la economía, todo dentro del orden democrático y de la Constitución Política.

En el campo de las relaciones internacionales, el gobierno encabezado por el presidente Salvador Allende G. forjó un nuevo sistema de alianzas, comenzando con el restablecimiento de relaciones con Cuba y enseguida continuó forjando amplias relaciones con los países del entonces llamado “campo socialista”.

Todo lo anterior se dio en medio de las más brutales acechanzas por parte del gobierno de los Estados Unidos, bajo la presidencia de Richard Nixon y teniendo como su asesor para temas de seguridad nacional a Henry Kissinger, quien fuera el principal responsable de orquestar una gran conspiración fraguada por la CIA, para debilitar e intentar aislar internacionalmente al gobierno chileno. Advierto que soy muy escéptico con respecto a las teorías de las conspiraciones; sin embargo, la anterior afirmación está sustentada en la desclasificación de los archivos de la CIA, lo que se produjo por primera vez en 1975. En la siguiente cita el periodista Peter Kornbluh, reconstruye paso a paso cómo se urdió el complot. En la parte introductoria el periodista escribió: “El 15 de septiembre de 1970, hace exactamente 50 años, Richard Nixon, entonces presidente de Estados Unidos, ordenó una intervención directa y soterrada para evitar que Salvador Allende llegara a La Moneda o, de no ser posible, derrocarlo. Para esto se planearon diversas fórmulas –incluyendo presiones sobre el presidente Frei Montalva–­ que quedaron registradas en documentos secretos.” A continuación, comienza el documento con esta notable cita: El 15 de septiembre de 1970, durante una reunión de veinte minutos en la Oficina Oval (en la Casa Blanca, EE. UU.) entre las 3:25 pm y las 3:45 pm, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA fomentar un golpe de Estado en Chile. Según notas escritas a mano por el director de la CIA, Richard Helms, Nixon entregó instrucciones explícitas para prevenir que el recién elegido presidente de Chile, Salvador Allende, asumiera su mandato en noviembre. O para crear condiciones para derrocarlo si lo hacía. “Una oportunidad en 10, tal vez, pero salvar a Chile”, “No le preocupan los riesgos que involucre”, anotó Helms, tal como aparece en sus manuscritos hoy desclasificados, mientras el presidente (R. Nixon) exigía un cambio de régimen en la nación sudamericana que se había convertido en la primera en el mundo en elegir libremente a un candidato socialista. «Trabajo de tiempo completo: los mejores hombres que tenemos «. «Hacer que la economía chille «. (Cfr. Este artículo corresponde a una traducción de ‘Extreme Option: Overthrow Allende’, publicado originalmente en la página del Archivo de Seguridad Nacional (NSA) de The George Washington University, Estados Unidos. https://www.ciperchile.cl/2020/09/15/documentos-desclasificados-de-eeuu-registraron-la-genesis-de-la-instruccion-de-nixon-para-derrocar-a-allende/).

Como en un inicio no pudieron ejecutar la maniobra acordada del derrocamiento del gobierno Constitucionalmente electo, a pesar de haber perpetrado también como parte de la estrategia, urdida con el apoyo irrestricto del gobierno de Nixon, el crimen llevado a cabo por un grupo de ultra derecha del jefe de las Fuerzas Armadas, general René Schneider Chereau, leal al gobierno Constitucional recientemente elegido, aprovecharon por fin una coyuntura de severa crisis económica entre 1972 y 1973, para alimentar el sabotaje de la economía, desabastecer los supermercados, y finalmente apoyar el paro de los transportistas que se produjo desde el día 9 de octubre de 1972, y se prolongó hasta el 5 de noviembre del mismo año. Este paro, que sorprendió a Chile, fue apoyado inclusive económicamente por los gremios empresariales de Chile (no en vano se le denominó “el paro de los patronos”), contó además con el auspicio directo de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos y fue un factor clave para desestabilizar al gobierno y crear las condiciones propicias para el “Golpe de Estado”, que se produjo finalmente el 11 de setiembre de 1973 y culminó con el derrocamiento de Salvador Allende. (Cfr. Rojas, Susana (8 de junio de 2003). “El Paro que Coronó el Fin o la Rebelión de los Patronos”. El Periodista. web.archive.org).

Lo que siguió, fue un baño de sangre que enlutó a la nación suramericana, asesinatos en masa, desapariciones, cadáveres lanzados al mar y vejaciones contra toda aquella persona que le pareciera a la “cruel dictadura de Pinochet”, que era un enemigo. La palabra “enemigo” vino a sustituir a la de “Ciudadano o Ciudadana”. Muchos patriotas debieron abandonar Chile huyendo al exilio, para evitar su encarcelamiento o desaparición. Costa Rica fue un testigo de excepción, porque aquí acogimos a cientos de chilenos inmigrantes, que por cierto contribuyeron decisivamente a desarrollar la Universidad Nacional (UNA), acogidos por el propio rector Benjamín Núñez y por toda la comunidad de académicos, estudiantes y personal administrativo. También hicieron un enorme aporte la cultura, al teatro, las artes y la música en general, y descollaron en muchos otros ámbitos de la vida nacional. Grandes amigos para toda la vida forjamos algunos de nosotros como consecuencia de aquella inmigración.

La brutalidad, el latrocinio, la ilegalidad de aquella dictadura inmisericorde encabezada por Pinochet, es deseable que nunca más pueda reaparecer en ninguna parte, que nunca se puedan volver a pisotear los derechos humanos de la manera tan desabrida como se dio a partir del 11 de setiembre de 1973 y por 17 años, ni de ninguna otra forma; que no se vuelvan a pisotear ni en Chile, ni en ninguna otra parte. ¡Que vivan la democracia y los derechos humanos! ¡Qué se honre por siempre la memoria del presidente Allende! ¡Qué viva el pueblo de Chile!

Impacto político-económico del golpe militar en Chile, Costa Rica y América Latina

Walter Antillón

  1. Antecedentes: los años de la Presidencia de Salvador Allende
  2. La represión policial y militar
  3. Instauración del neoliberalismo en Chile como “espejo” de América Latina. La brecha económica
  4. El sistema dictatorial del Cono Sur. El Plan Cóndor: instrumento de exterminio de la izquierda latinoamericana.
  1. Antecedentes: los años de la Presidencia de Salvador Allende

Hoy nadie duda de que la Guerra Fría, además de un conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética, fue también una cruenta guerra no declarada que Estados Unidos desató por más de cuarenta años contra los pueblos de América Latina; y también sabemos que una de sus más trágicas víctimas fue el pueblo chileno.

Los documentos recién desclasificados en Washington acerca del gobierno del presidente Allende y el golpe de Estado de Pinochet han terminado por dejar en la más completa claridad la ilegítima, constante y funesta intervención del gobierno estadunidense en los asuntos de Chile; una intervención que se operó desde que los datos apuntaron hacia la posibilidad de que Allende ganara las elecciones en setiembre de 1970: el asesinato del general René Schneider, jefe del Ejército, en octubre de 1970; el boicot de los comerciantes para provocar escasez de los productos básicos desde 1971, hasta el paro de los camioneros en 1972: todas estas actividades fueron planeadas y financiadas por la CIA.

A comienzos de setiembre de 1970 Henry Kissinger escribía a Richard Nixon:

 “El ejemplo de un gobierno marxista electo y exitoso en Chile, ciertamente tendría un impacto -y serviría como precedente- en otras partes del mundo, especialmente Italia. La propagación de un fenómeno semejante en otro lugar afectaría significativamente el equilibrio del mundo y nuestra propia posición en él”

Acusándola de totalitaria, abrumaron a Cuba con bloqueos y embargos, pero en el caso de Allende vemos que, en realidad, lo que preocupaba a Nixon no era la democracia, sino que se demostrara al Mundo la viabilidad del socialismo democrático.

Por eso, una vez electo Allende, Nixon declaró que ‘haría crujir la economía chilena’. Y efectivamente en los años siguientes sus bancos congelaron los créditos y su gobierno congeló la ayuda económica. El Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales dominadas por Estados Unidos cancelaron unilateralmente los préstamos ya otorgados; y la ITT formó un comité de representantes de corporaciones estadounidenses para coordinar con el gobierno Nixon una estrategia contra Chile.

Sin embargo, aún con la severa crisis inflacionaria desatada en Chile por la alevosía nixoniana, como bien dice el compañero Ramón Vargas, de la Asociación Americana de Juristas, Rama Chilena:

“…A pesar de estos afanes reaccionarios, el gobierno de Salvador Allende pudo llevar adelante parte importante de su programa: la nacionalización del cobre, la Reforma Agraria, el control de la banca, un programa de construcción de viviendas que no ha sido igualado. Con la Reforma Agraria se puso término para siempre al dominio del latifundio en el campo chileno y se crearon las bases para un importante desarrollo de la AgroIndustria…”

Ello se confirma indirectamente en la comparamos dos períodos dentro de los últimos sesenta años: el de los gobiernos de Frei Montalva y Allende (1964-1973), que muestran un coeficiente de Gini enteramente favorable, y el que arranca en 1974, con la política neoliberal de la Dictadura y años siguientes: la brecha económica entre ricos y pobres se dispara, haciendo de Chile uno de los países más desiguales del Mundo.

En todo caso, dado el conjunto de dificultades y obstáculos políticos, económicos y financieros creados e implementados por Estados Unidos contra Allende desde el comienzo de su gobierno, la oligarquía chilena apostaba a provocar su impopularidad y su descrédito; pero, por el contrario, en las elecciones de diputados y senadores de marzo de 1973, la Unidad Popular subió espectacularmente en comparación con las elecciones presidenciales de 1970: del 36.2% que obtuvo Allende en el 70, al 44.2% que alcanzaron sus diputados y senadores en marzo del 73. Es decir, despues de dos años y 4 meses de ejercer un gobierno boicoteado y acosado por todos lados, el partido liderado por Allende había aumentado más de un 20 % su caudal de votos.

Así las cosas, para detener aquel ejemplo ‘funesto’ de socialismo democrático, a Nixon, a Kissinger y a Pinochet y compañía, sólo les quedaba el golpe de Estado. Y el golpe de Estado fue cuidadosamente planeado y ejecutado el 11 de setiembre de 1973: hoy hace cincuenta años.

  1. La represión policial y militar

El golpe de septiembre del 73 fue una acción militar ejecutada por el Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada Naval y el Cuerpo de Carabineros de Chile, para derrocar al presidente Allende y su gobierno. Así, mientras un aparatoso despliegue por mar y tierra se extendía a lo largo del país, tropas del ejército y aviones de la Fuerza Aérea sitiaron y atacaron el Palacio de La Moneda, sede del gobierno constitucional. Tal como lo prometió en su último discurso, Salvador Allende murió durante el asalto de los militares al Palacio.

Este golpe despedazó el orden constitucional de la Repúblilca, y dio origen al establecimiento de la usurpadora junta militar liderada por Augusto Pinochet. El país fue sometido a una dictadura que se extendió hasta 1990 y se caracterizó por practicar una salvaje represión. Durante este periodo, fueron cometidas sistemáticas violaciones a los derechos humanos, se suspendieron los derechos civiles y políticos; miles de ciudadanos son detenidos, se producen allanamientos masivos y se cometen torturas, asesinatos y desaparición de personas; se establece la censura; se proscribe los partidos políticos y los sindicatos; los soldados queman miles de libros apilados en las calles de ciudades y pueblos; se disuelve el Congreso Nacional y el Poder Judicial se convierte en un instrumento dócil al gobierno. Una ‘Caravana de la Muerte’ recorre los pueblos deteniendo, torturando y asesinando ciudadanos, culpables del delito de ‘izquierdismo’. En suma, en ese período el régimen asesinó a más de 3 mil personas; un número considerable de chilenos se refugia en embajadas extranjeras y se calcula que cerca de doscientos mil fueron al exilio.

  1. Instauración y fomento del neoliberalismo en Chile, como “espejo” para América Latina. La brecha económica

Pinochet fue un peón servil del Imperio, verdugo de su propio pueblo. Para cumplir su triste papel, Pinochet necesitaba reconocimiento internacional, sustento financiero e inversión, y los obtuvo gracias al masivo apoyo del gobierno Nixon y del sector financiero estadunidense. Desde 1974 puso la economía en las manos de los Chicago Boys, quienes al año siguiente iniciaron la implementación del shock neoliberal, que implicó una drástica reestructuración de la economía, de la sociedad y del sistema político, con el pleno apoyo y bajo el control monolítico del propio Pinochet, a través de un programa que contemplaba:

a) La drástica reducción del sector público y el rediseño del aparato estatal, a fin de que cumpliera exclusivamente su papel de gendarme;

b) La reorientación de los excedentes hacia el mercado de capitales;

c) La apertura de la economía al libre mercado con rebaja arancelaria;

d) La liberalización paulatina de los bancos;

e) La devolución al sector privado de gran cantidad de empresas del Estado: metalúrgicas, bancarias, aceiteras, textiles, electrónicas, pesqueras, etc., por medio de ventas a conglomerados económicos tradicionales, o constituidos a propósito.

La ayuda financiera masiva para el despliegue de dicha política neoliberal produjo, entre 1977 y 1981 una notable mejora en la economía; lo que Milton Friedman se apresuró a calificar como el “Milagro Chileno”: el cual fue promocionado internacionalmente con bombos y platillos como el triunfo del neoliberalismo y la justificación del golpe de Estado y del régimen de Pinochet. Porque, efectivamente, durante ese tiempo se redujeron considerablemente la inflación y el déficit fiscal; la producción industrial y la construcción se recuperaron y el Pib tuvo un aumento notorio; nació una multitud de empresas por la privatización del sector empresarial público, y como consecuencia proliferaron los nuevos super ricos amigos del régimen, junto a las grandes fortunas tradicionales.

En cuanto al agro, un tercio de las tierras de la reforma de Allende fue devuelto a sus antiguos dueños; y en lo que concierne a los campesinos que habían sido favorecidos, la mayoría terminó vendiendo su parcela por falta de crédito y de asistencia técnica.

En todo caso, el gasto social (educación, salud, vivienda) cayó drásticamente, al igual que los salarios, mientras que aumentaba el desempleo.

En resumen, si a comienzos de 1973, el acosado Chile de Allende atravesaba ciertamente una severa crisis económica, con una inflación del 606%,​ pero con un índice de desempleo de tan solo un 4,3 %; en 1982, tras una década de reformas de libre-mercado, la época milagrosa de los Chicago Boys dio paso a una nueva crisis económica que llevó a un desempleo del 23,7 % y a una disminución del producto interno bruto en un 14,3 %; y al término de la Dictadura militar en 1990, el índice de pobreza había alcanzado al 40 % de la población.

 Todavía en la actualidad, la sombra de la brecha desigual persiste: los datos halagüeños registrados en los últimos años sólo han llevado a la conclusión de que Chile constituye un caso de crecimiento sin bienestar. Lo cual no impidió que, a través de los poderosos megáfonos del neoliberalismo se siga propagando por América Latina y el Mundo los ecos de un ‘milagro chileno’.

  1. El sistema dictatorial del Cono Sur. El Plan Cóndor: instrumento de exterminio de la izquierda latinoamericana.

En sus inicios de 1973, la dictadura chilena no estaba sola: una vez consolidada, pasó a formar parte de un sistema interregional constituido por Paraguay, Brasil, Bolivia, Uruguay y, poco después, Argentina, bajo la influencia y con el respaldo económico y militar de los Estados Unidos; sobre todo a través de la CIA y la Escuela de las Américas, que entonces ofrecía un postgrado en terrorismo de Estado, con énfasis en tortura y desaparición de personas.

La existencia y la disponibilidad de esos 6 regímenes militares pusieron las condiciones para el diseño de la gran operación estratégica del Plan Cóndor, fruto de la perspicacia de una de las grandes mentes criminales de hoy: el Premio Nobel de la Paz Henry Kissinger.

En efecto, en 1975 las dictaduras mencionadas, inspiradas por Kissinger, entonces Secretario de Estado, y bajo la tutela de Brasil, la hermana mayor, suscribieron la Operación Cóndor, también llamada ‘Plan Cóndor’: un pacto secreto de cooperación clandestina entre los aparatos de inteligencia y represión de las mencionadas dictaduras, cuyo objetivo era exterminar a todas las personas militantes en grupos u organizaciones de izquierda de la región, ya fueran partidos políticos, sindicatos, universidades, periódicos, revistas u otras agrupaciones. Se fundó secretamente en el Chile de Pinochet y duró catorce años, hasta 1989. Contagiados de filantropía, Perú y Ecuador ingresaron al ominoso cónclave en 1978.

En ejecución del Plan, las fraternales dictaduras practicaron más de 400.000 detenciones de personas, en las que se practicó sistemáticamente la tortura. Según la estimación de nuestro compañero de la AAJ profesor Martín Almada, descubridor en 1992 de los Archivos del Plan Cóndor en Paraguay (Archivos del Terror), más de 100.000 personas fueron asesinadas durante la vigencia del funesto Plan.

Pasado medio siglo desde el Golpe, sus secuelas son visibles en sectores del pueblo chileno que lo padecieron, y han transmitido a sus descendientes un mensaje de conformismo y pasividad, de temor y renuncia al pleno ejercicio de los derechos que, como seres humanos, les corresponde ejercer. Y esa es la realidad también en otros países de nuestro Subcontinente a consecuencia del Cóndor y de operaciones similares implementadas durante muchos años.

Los intereses de los Estados Unidos no constituyen la pauta que determine el destino del Planeta. Los pueblos de América Latina no merecían la suerte que les ha tocado vivir. Es preciso que lo sepamos, que no nos resignemos, que reaccionemos vigorosamente. Otro mundo es posible.

Acto de  develación de placa en homenaje a Salvador Allende y  en conmemoración de los 50 años del golpe militar en Chile

El pasado 11 de septiembre del 2023, se realizó la develación de la placa en homenaje a Salvador Allende, ese día se cumplieron 50 años del golpe cívico militar de Chile. Con la colocación de esta placa se busca rendir homenaje al entonces presidente Salvador Allende Gossens, a su legado político y social en favor de la democracia, la justicia y los Derechos Humanos.

https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=pfbid023VGMuYhRUYkryw4SGJZzbLZKsixUsc2D2nSsdtmqsN2ukA3xcJjTBk7bsUk4ndvXl&id=100064694198618&mibextid=Nif5oz

«100 Guitarras para Víctor Jara»

El Exilio Chileno en Costa Rica (Chileniticxs) y Newen Producciones, en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado civil militar en Chile, le invita a unirse a este acto de memoria, solidaridad: «100 Guitarras para Víctor Jara», evento que busca rendir un homenaje a la vida y obra del inigualable cantor popular chileno.

Este concierto tiene un significado especial, pues está enmarcado en la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile rindiendo tributo a la memoria de Víctor Jara, cuyo legado resiste en la historia y en nuestros compromisos sociales y latinoamericanos. Sus letras profundas y melodías envolventes son un símbolo de resistencia y valentía, no sólo para el pueblo chileno, sino para cualquier país que luche por sus derechos sociales conculcados.

La primera presentación se realizó el pasado sábado 9 de septiembre, en el aula Magna, Ciudad de la Investigación de la UCR.

La siguiente se realizará el próximo sábado 23 septiembre, a las 5:00 pm, en el Anfiteatro Municipal de Cartago.

La entrada al concierto es totalmente gratuita y abierta a todas las personas amantes de la música comprometida y defensoras de los derechos humanos. Por favor, confirme su participación en: https://forms.gle/s1kbBnvkpmVhhaX57

«Somos Cinco Mil” – Victor Jara con inteligencia artificial

Víctor Jara canta su última canción gracias a la inteligencia artificial. Este 2023, se cumplen 50 años desde el golpe de estado en 1973, donde Víctor Jara fue detenido, torturado y asesinado. Antes de su muerte, Víctor logra escribir su última canción: “Somos Cinco Mil”, una que nunca pudo interpretar hasta hoy. Gracias al músico Fede Zeppelin y el músico, compositor y productor Francisco Penas, pudimos darle vida a la última canción de Víctor Jara con la ayuda de la inteligencia artificial y logramos captar la esencia de su voz para transmitirle al mundo lo que él no pudo.

«Somos Cinco Mil», la última canción escrita por Víctor Jara mientras estaba preso en el Estadio:

 

Compartido con SURCOS por Trino Barrantes.

La gran conspiración

Óscar Madrigal

Oscar Madrigal

El 15 de setiembre de 1970 en una reunión de 15 minutos, entre las 3:25 y las 3:40 de la tarde, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA que iniciara una intervención en Chile para impedir que llegase al poder y se mantuviese en él, el presidente electo Salvador Allende. En ese encuentro en la Casa Blanca estaban presente Henry Kissinger, John Mitchell, fiscal general, y Richard Helms director de la CIA. Las órdenes fueron explícitas de promover un golpe de estado.

Kissinger se convirtió en el principal arquitecto de las políticas de desestabilización del gobierno de Allende.

“Allende fue elegido legítimamente, el primer gobierno marxista que ha llegado al poder a través de elecciones libres” señaló el propio Kissinger a Nixon en un memorando decisivo, de carácter confidencial/delicado, fechado el 5 de noviembre de 1970, explicando por qué Estados Unidos no podía permitir que tuviera éxito la pionera “vía pacífica” de Allende a favor del cambio. “Cuenta con legitimidad a los ojos de los chilenos y de la mayor parte del mundo; no hay nada que podamos hacer para negarle esa legitimidad o alegar que no la tiene”. Pero, si Allende generaba un ejemplo exitoso de gobernabilidad, “la propagación imitativa de fenómenos similares en todos lados”, argüía Kissinger “afectaría a su vez de manera significativa el equilibrio mundial y nuestra posición dentro de él”. El gobierno de la Unidad Popular de Allende representaba un peligro para Estado Unidos, advertía, porque “su efecto en tanto “modelo” puede resultar insidioso”. Ese modelo, pues, debía ser destruido”.

Los dos párrafos anteriores son básicamente del libro “Pinochet desclasificado. Los archivos secretos de Estado Unidos sobre Chile”, del escritor estadounidense Peter Kornbluh.

En 2003 el entonces Secretario de Estado de EEUU, Colin Powell ante una pregunta respecto a la validez moral de la intervención estadounidense en Chile decía:

“No es un capítulo de la historia de Estados Unidos del que estemos precisamente orgullosos”.

Sin embargo, esos capítulos no han dejado de seguir escribiéndose. El mismo Powell lo hizo con Irak, Afganistán y muchos otros países.

Dicen que existieron discrepancias entre los militares sobre la duración que debían mantenerse en el poder. Para algunos debía ser una medida que terminara con el gobierno de Allende y al cabo de un año se volviera a las elecciones; otros en cambio, entre ellos Pinochet, pensaban en un periodo más largo. La política de Nixon y Kissinger alentó un gobierno dictatorial y genocida por un largo tiempo como al final resultó. El propósito fue no solo acabar con toda la izquierda, sino tomar a Chile como campo de experimentación de las políticas de los Chicago Boys.

Pinochet, además, fue promotor del Plan Cóndor con el apoyo de los gobiernos gringos. El Plan proponía a las otras dictaduras genocidas del Cono Sur, eliminar a sus opositores en el exterior. Así fue como Pinochet personalmente ordenó el asesinato de Carlos Prats, exjefe del ejército chileno, en Buenos Aires y de Orlando Letelier, ex ministro de Allende en la misma capital de EEUU, Washington, dentro de los casos más sonados.

Actualmente no existe ninguna duda de la participación del gobierno de Estado Unidos en el derrocamiento de Salvador Allende.

La experiencia que queda es que la política de los gobiernos estadounidenses es de injerencia en los asuntos internos de los países, en especial de América Latina. La política exterior gringa es de irrespeto a la autodeterminación de los países, de la soberanía nacional, en gran o menor medida, de forma abierta o encubierta, pero siempre está presente.

Los gobiernos democráticos y las fuerzas de izquierda y democráticas deben considerar esta influencia por definición. Hasta dónde llegue depende de varias condiciones, pero siempre estará ahí. Alguna vez se le oyó decir a Kissinger: “Nosotros establecemos los límites de la diversidad”.

Antes de la medianoche del 16 de octubre de 1998, dos agentes de Scotland Yard penetraron una clínica privada, desarmaron a los guardaespaldas privados, impusieron 8 policías ante la puerta de la habitación y le leyeron una orden de Interpol de detención al convaleciente Augusto Pinochet. Después se le abrieron procesos judiciales por genocida, torturador y asesino. Una declaración forense de Demencia Senil, lo salvó de la cárcel.

La verdadera muerte de un presidente

Gabriel García Márquez*

A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad.

La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.

La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder.

Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.

Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás.

El periodista Augusto Olivares que resistió a su lado hasta el final, fue herido varias veces y murió desangrándose en la asistencia pública.

Hacia las cuatro de la tarde el general de división Javier Palacios, logró llegar hasta el segundo piso, con su ayudante el capitán Gallardo y un grupo de oficiales. Allí entre las falsas poltronas Luis XV y los floreros de Dragones Chinos y los cuadros de Rugendas del salón rojo, Salvador Allende los estaba esperando. Llevaba en la cabeza un casco de minero y estaba en mangas de camisa, sin corbata y con la ropa sucia de sangre. Tenía la metralleta en la mano.

Allende conocía al general Palacios. Pocos días antes le había dicho a Augusto Olivares que aquel era un hombre peligroso, que mantenía contactos estrechos con la Embajada de los EE.UU. Tan pronto como lo vio aparecer en la escalera, Allende le gritó: «¡Traidor!» y lo hirió en la mano.

Allende murió en un intercambio de disparos con esa patrulla. Luego todos los oficiales en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo. Por último un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil.

La foto existe: la hizo el fotógrafo Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, el único a quien se permitió retratar el cadáver. Estaba tan desfigurado, que la Sra. Hortencia Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no permitieron que le descubriera la cara.

Había cumplido 64 en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible.

Lo que piensa Allende sólo lo sabe Allende, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua, con esquela perfumadas y encuentros furtivos.

Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la voluntad de los partidos de la oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que el se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro.

El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo, que se quedó en nuestras vidas para siempre.

 

Publicado en varias fuentes, compartido con SURCOS por la doctora Carmen Camacho Rodríguez.

Imagen: https://americat.barcelona/es/

Chile a los cincuenta años

Manuel Delgado, filósofo, periodista y escritor

Conocí a Joaquín Gutiérrez Mangel, ilustre novelista costarricense, en Chile en el año de 1973. Él dirigía la editorial del estado Quimantú, y me comentaba muy emocionado, con su vozarrón de bajo y sus dos metros de altura, que la editorial había logrado la meta de publicar libros al precio de una cajetilla de cigarrillos. Y agregaba: “Jo, jo, jo, y lo que ahora vamos a hacer es publicar libros al precio de una cajetilla de fósforos (cerillas)”. Ese sueño suyo no pudo hacerse realidad pues el proyecto fue truncado por el golpe militar.

Esta simple anécdota dice mucho de lo ocurrido en Chile en aquel año aciago y de su impacto. Eran libros contra fusiles, cultura contra sangre, esperanza contra vida.

Después de la revolución cubana victoriosa y de una cadena de levantamientos armados fracasados, después de convivir con el terror de las dictaduras militares (la izquierda costarricense estaba apenas saliendo de la ilegalidad de tres décadas; a nuestro lado, Somoza seguía asesinando patriotas), Chile había abierto una esperanza. ¿Era posible pensar en un mundo mejor sin recurrir a las armas, sin derramar sangre, armados solo con el apoyo popular y no con bombas y bayonetas?

Chile dio una respuesta contundente a esta pregunta: sí es posible vender en unas elecciones y acceder al gobierno de manera pacífica. Así zanjó una de las grandes polémicas de la izquierda.

Decir que la “vía pacífica” hacia la felicidad es un sueño derrotado es un exceso verbal. El gobierno de la Unidad Popular fue derrotado, pero no fracasó; fue hundido en la sangre, pero no por ser fracaso, sino precisamente por lo contrario. Por eso las alamedas anegadas de gente y la voz suave y amigable de Allende nos siguen acompañando.

Pero también se zanjó la otra gran polémica de la izquierda, aquella según la cual una revolución solo es verdadera si sabe defenderse. En Chile, el enemigo encontró la forma de destruir ese gobierno progresista y las fuerzas populares no tuvieron la fuerza para impedirlo. La vieja confrontación entre la vía electoral y la vía armada fue superada por la experiencia de que la revolución social no poder hacerse con conspiraciones aventureras, sino que debe edificarse en el apoyo de las masas, pero que la quimera de que las fuerzas armadas tradiciones puedan cambiar de hombro su fusil, esa quedó enterrada y en tal caso, hay que buscar otra alternativa de defensa de la institucionalidad.

Esa convicción ha ayudado mucho al encuentro de las fuerzas de izquierda latinoamericanas. En mi país, las unió en el plano electoral y en la solidaridad activa y unida con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que combatía entonces, fusil en mano, la última batalla contra la dictadura somocista.

El derrocamiento de Allende hace medio siglo nos deparó otra enseñanza, y fue el hundimiento de la quimera de que Estados Unidos podía ser un factor de progreso y democracia o, por lo menos, de protección de las libertades y los derechos ciudadanos. Quedó claro para todos que el imperialismo sigue siendo el factor del retroceso, que sigue siendo una fuerza guerrerista y de respaldo a las dictaduras. Poco después, llenó de gobiernos sanguinarios el continente, creando una especia de internacional del terror. Y ese rasgo fundamental del imperialismo no ha cambiado ni cambiará nunca. Por eso es tan decepcionante la posición internacional del actual gobierno chileno, que critica a gobiernos progresistas, pero deja incólume la política agresiva del imperialismo. Esas críticas no ayudan en nada ni a los pueblos de esos gobiernos criticados ni a sus amigos en esos países, pero ayuda a la labor del imperialismo por dividir la lucha antiimperialista, que será el verdadero y eterno norte de la liberación latinoamericana.

El golpe de estado en Chile tuvo y tiene para nosotros otra herencia, porque fue en este país donde dio inicio un cambio continental y mundial, la inauguración de un despeñadero que nos sigue arrastrando al abismo social y a la dependencia geopolítica. Me refiero al neoliberalismo.

Esta política económica se puso en práctica de la única manera que le era posible: por la fuerza de las armas. Y por la fuerza de la represión y la barbarie se fue imponiendo en los demás países. Además de las razones económicas y sociales, es por esta razón política que el neoliberalismo está históricamente acabado, por más que pretenda seguir dando manazos de moribundo: porque no se puede seguir sosteniendo en democracia.

La experiencia chilena, impuesta por el gobierno de Estados Unidos a través del grupo de los Chicago Boys, significó un sacrificio enorme para el pueblo chileno.

El gobierno de Pinochet dejó un resultado del 68% de pobreza en 1988. Fíjense que en Costa Rica, que empezaba a entrar en el neoliberalismo, tenía ese año una cifra de pobreza del 24%.

Esa herencia de pobreza dejada por Pinochet y su doctrina neoliberal fue luego corregida en parte por los gobiernos de la democracia, introduciendo algunos correctivos a esa política económica.

En 1971, el gasto social del gobierno de Allende era del 28.8%; en 1979, con Pinochet, había descendido hasta el 12.2%. El gasto en salud per cápita era de 241 dólares en 1972 y descendió a 170 en 1978.

La reducción en ayuda a los jóvenes estudiantes fue patética. La ayuda en almuerzos bajó de 28,8% en 1971 a 12,2% en 1979. La repetición y el abandono de los estudios subieron en ese mismo periodo de 11% a 14,5% y del 4% al 7,1%, respectivamente.

No hace falta decir más para mostrar el gran sacrificio económico que Pinochet y su política representaron para el pueblo chileno. Pero el peor costo fue en democracia, en libertad, en seguridad, en sangre. Ese es un sacrificio que ni América Latina ni el mundo van a olvidar nunca.

Hay otra huella de la dictadura menos palpable, y es la que está escrita en el alma de los chilenos. No se trata solo de la constitución o del apoyo enorme con que cuenta la derecha. Se trata de algo quizá más profundo.

Hace poco celebramos en Costa Rica la visita de Víctor Jara en 1971. Cantó en la universidad como es costumbre, pero lo llevamos a la zona del banano, que es para nosotros como la mina en Chile, pero enclavada en medio no del desierto sino de la selva tropical. Yo estuve a cargo de esta parte de la gira, y recuerdo cómo los trabajadores tarareaban al día siguiente sus canciones, en especial la titulada “Abre la ventana”. Entonces me venían a la mente sus versos:

María, mira hacia afuera,
nuestra vida no ha sido hecha
para rodearla de sombras
y tristezas.

Sombras y tristezas estrujan el alma latinoamericana en este aniversario del golpe de estado.

María, abre la ventana
y deja que el sol alumbre
por todos los rincones
de tu casa.

Con el recuerdo de esos versos, hago llegar hasta Chile mi cariño y mi solidaridad.

(Publicado originalmente en le revista chilena DES CENTRADOS)

Un agudo y esclarecedor análisis

Manuel Delgado

(Este documento recoge el discurso de la presidenta del Partido Comunista de Chile en un seminario realizado hace dos décadas con motivo de los 30 años del triunfo de la Unidad Popular.

Su actualidad y vigencia son sorprendentes, como clara respuesta a las nuevas fuerzas fascistas y a los pusilánimes que hoy gobiernan el país del sur.

Creo que su lectura es fundamental y por eso lo hago llegar).

Estamos aquí, a 30 años, recordando los mil días del Gobierno de la Unidad Popular. Recordando a quien representó la aspiración y reafirmación más noble de construir una sociedad democrática, libertaria y con justicia social para Chile. Estamos aquí en nuevos tiempos, reafirmando y proyectando el generoso anhelo de Salvador Allende.

Ese anhelo, sólo pudo ser cortado por la conspiración reaccionaria y la intervención directa de los Estados Unidos. Una cruzada de las fuerzas más retardatarias del gran capital y de los grandes grupos económicos que no trepidaron en nada para defender sus mezquinos intereses. Eso fue el 11 de septiembre de 1973, el 11 que despertó a millones y millones de seres en el mundo que horrorizados e impotentes asistían a una nueva tragedia de los pueblos.

Generaciones completas en el mundo, nacieron y se formaron con la experiencia del Gobierno de la Unidad Popular y su aspiración al socialismo. Y hoy nuevas generaciones toman el nombre de Allende como símbolo de lealtad, de valor, de consecuencia, y lo convierten en nuevas decisiones de luchar hasta que las grandes alamedas se abran para todos.

La realización del programa ofrecido al pueblo de profundas transformaciones estructurales, fue llevado adelante. Las transformaciones propuestas eran una necesidad objetiva y eran aceptadas por la inmensa mayoría del país. Así fue aprobada en el Parlamento por unanimidad la nacionalización del cobre.

Estábamos en medio de la guerra de embargos, bloqueos, desestabilización, paros patronales, atentados todos los días a vías férreas y tendidos eléctricos; asesinatos; radios, diarios, TV que llamaban abiertamente a derrocar a Allende. Y todo financiado desde los Estados Unidos. Millones de dólares para desestabilizar el Gobierno Popular. Esto es irrefutable. Fue en la reunión del 14 de septiembre de 1970 en la Casa Blanca, donde Nixon ordenó “hacer chillar la economía chilena” y Kissinger agregó que “no se puede permitir un Gobierno marxista por la irresponsabilidad de su pueblo”.

El Gobierno de Allende se constituyó en un peligro para la estrategia global de los Estados Unidos. El interés, la simpatía que despertaba, era un ejemplo que había que ahogar en la cuna. No olvidemos que pese a todos los problemas, creados y financiados por EE.UU. y la oligarquía nacional, el respaldo social, político y electoral crecía. Allende ganó -en la elección de 1970- con un 36%, y en marzo del 73, en medio de la guerra declarada, subió su adhesión a 44%.

Por tanto, había que actuar y por eso el golpe fue tan salvaje para que sirviera de lección, demostración para el mundo. EE.UU. no soportaría más pueblos “irresponsables”. El crimen estremeció al mundo. Pero una gran lección fue reafirmada, los pueblos deben prepararse para la defensa legítima de lo conquistado, para defender las conquistas democráticas.

Acusamos a Estados Unidos y a los grupos nacionales y a las Fuerzas Armadas de crímenes contra la Humanidad, y jamás aceptaremos que estos crímenes sean amnistiados y los cubra la impunidad. Y saludamos desde aquí a quienes siguen luchando por la verdad y la justicia. Saludamos a las compañeras de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos que están en huelga de hambre diciéndole al mundo que no vamos a cejar en la lucha por la verdad y la justicia, como también saludamos a los hijos que durante 18 días mantuvieron una huelga de hambre.

Nada ni nadie puede justificar el golpe fascista, por errores cometidos bajo el Gobierno Popular. Errores sí, tuvimos y muchos. Pero la experiencia no era inviable, ni estaba destinada al fracaso como dicen los golpistas y en el círculo de los arrepentidos, convertidos hoy al fundamentalismo neoliberal. En medio de este griterío hipócrita de pedir perdón, de instalar la falacia, útil al sistema, de que todos fuimos culpables, lo que están haciendo conscientemente es ocultar las verdaderas causas y responsables del golpe militar. Si todos fuimos culpables, al final no hay culpables, y todos debemos ser juzgados por crímenes, torturas y miles de atrocidades. Relativismo inmoral que condena a la repetición de estas tragedias.

Es por sobre todo un intento muy planificado para decir que los cambios estructurales no son posibles, que nada que rompa los límites de lo establecido debe intentarse. Es una defensa de lo existente y abandono de la transformación del capitalismo y la globalización neoliberal.

No fue la profundidad del programa lo que determinó su derrota. Fue la falta de visión política, la falta de preparación política, ideológica, militar, para prever la reacción de las fuerzas nacionales e internacionales que serían afectadas. No hicimos total confianza en el pueblo, no desarrollamos a fondo la organización, la conciencia en la base para la defensa del poder logrado. No cumplimos con aquello de defender el Gobierno con todo. Pero, pese a lo amargo de la derrota la experiencia vivida fue un avance, una demostración que se puede, si se recogen las experiencias de la historia porque nosotros -pueblo de Chile- fuimos derrotados pero no aplastados en nuestro proyecto, y lo intentaremos cuantas veces sea necesario porque el pueblo tiene que triunfar.

Hoy se necesita una más amplia unidad del pueblo, entendida como la unidad política y social, superando la falsa e interesada dicotomía entre lo social y lo político. El reciente paro nacional convocado por la Central Unitaria de Trabajadores ha demostrado que la clase obrera, los trabajadores pueden volver a constituirse en centro de los cambios democráticos. “Trabajadores de mi Patria” fue la frase con que Allende inició su mensaje final el 11 de septiembre de 1973.

La alternativa a seguir construyendo es una izquierda diversa, plural contra el neoliberalismo que busca y se encuentra con infinidad de formas de expresión. Un gran movimiento político y social cuyo eje son los trabajadores.

Que lucha por el medio ambiente, la diversidad sexual, los pueblos originarios, que toma el sentido liberador de las ideas religiosas. Que asume todas las nuevas contradicciones, los nuevos dolores, anhelos. Que levanta no solo un proyecto económico, social, cultural sino también un proyecto de una nueva forma de vida, sencilla, con respeto por la naturaleza, que cuide el sentido de humanidad planetaria. Que rescate el sentido y acción de la política como acción inherente a la inteligencia humana, como rechazo al espectáculo, a Parlamentos ilegítimos por su sistema de elección y el peso del dinero, y donde la mayoría de los electos actúan y sobreactúan como casta, como clase especial.

Pero otra ética se construye en la lucha y en nuevas afirmaciones democráticas: Brasil, Venezuela, Bolivia; Uruguay, Argentina, Nicaragua, El Salvador. Se construye en la dignidad y la resistencia creadora, de quien más ha luchado en estos tiempos duros manteniendo vivos los sueños más nobles, la Patria de Martí, el Che y Fidel, la Cuba revolucionaria. En nombre de todos los pueblos que aman la libertad y la verdad desde aquí entregamos nuestra más amplia solidaridad a los patriotas cubanos secuestrados en las cárceles de EE.UU.

Cada pueblo hace su camino, pero teniendo como tenemos al frente el poder de las transnacionales, del capital financiero, de la globalización y la política invasora imperialista de los Estados Unidos, los pueblos deben relacionarse y responder coordinadamente. Esa respuesta debe expresarse en una potente movilización, continental contra la imposición del ALCA, que no es otra cosa que el afianzamiento del dominio de los EE.UU. sobre nuestros países.

La coordinación, así como la solidaridad, son elementos claves en esta lucha contra la globalización. Es tan nuestra la lucha de los campesinos cocaleros de Bolivia, como la de las Madres de la Plaza de Mayo, como el grito de los zapatistas, o el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil y la lucha del pueblo venezolano por llevar adelante su proceso democrático. Tan nuestra como lo son las demandas, los pliegos, las huelgas de los trabajadores que retoman su papel central, como transformadores de la sociedad.

A 30 años del golpe sangriento, de ese martes negro, ese 11 de septiembre, que hizo derramar lágrimas de sangre al mundo entero se hace un nuevo camino.

Quiso la historia que 28 años después hubiese otro 11 de Septiembre en Nueva York. Ambos son lo que jamás debió ser, pero ambos provocados por un mundo de injusticias, de anti valores.

Hay fascismo, hay represión, pero hay una alternativa que se va construyendo y que exige unidad sin exclusiones de todos los que desean un modelo de justicia social, democracia y libertad.

La unidad de todos y todas los que anhelamos un mundo más justo es la exigencia inteligente ante estos tiempos difíciles, pero potenciadores de cambios democráticos.

Desde este escenario histórico señalamos nuestra absoluta disposición a construir unitariamente desde la base social y política una alternativa democrática y popular que en movimiento, en participación y en lucha se plantee una sociedad con justicia social, nueva distribución de los ingresos, defensa de la soberanía nacional. Contra los planes guerreristas y anexionistas de los Estados Unidos, contra las operaciones militares conjuntas, las bases militares, contra el TLC y el ALCA, en solidaridad activa con todos los pueblos de América Latina y el Caribe.

En nuestro tiempo seguimos luchando y construyendo los mismos sueños de justicia y libertad. Y para ello rescatamos la memoria histórica, colectiva. Una memoria que nos da fuerza ética y moral para luchar valientemente, porfiadamente por un presente y un futuro. Una memoria que sirva a todos los pueblos y juventudes para saber qué fue el gobierno de Allende y qué significó el golpe militar fascista y la intervención de Estados Unidos. Convertir la memoria en un arma de lucha.

Nuestro grito ante eso es luchar, luchar, organizar, organizar, conciencia, conciencia, con fuerza, en las calles, es resistir, usar la legítima defensa de la vida y con la más amplia unidad del pueblo.

Con poesía, con ideas, con lucha, con sacrificio, y una lucha incansable de todos los días realizando ahí al nuevo sujeto histórico por los cambios.

La semilla de Allende está germinando. Lo mejor del pueblo, curadores de esa semilla, la cuidaron y la protegieron, y como la memoria es como la tierra, esa semilla está germinando. Y hoy en este siglo por obra de los pueblos, de los que aman y respetan la tierra, la semilla allendista es patrimonio de la humanidad y florece en todo lugar.

“La historia es nuestra y la hacen los pueblos”, dijo Salvador Allende. Tenemos que continuar haciéndola.

¡¡Con Allende mil veces VENCEREMOS!!