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Etiqueta: Chile

En los 50 años del golpe de Estado contra el gobierno de la Unidad Popular: parecía que había una derecha democrática…

Gilberto Lopes

Septiembre del 2023, en Santiago

Parecía que la había: una derecha democrática. “Pero era porque tenían el control, el poder de veto”. “Cuando vieron que la democracia podría permitir a otros tomar el control, entonces estuvieron contra la democracia”, dijo Fernando Atria.

Estoy otra vez sentado con Atria, abogado constitucionalista, exconstituyente, en su casa, en Santiago, en una conversación que se prolonga ya por seis años. El mismo hilo conductor de siempre.

La forma política chilena caducó el 18 de octubre del 2019, cuando estallaron las enormes protestas por un aumento del transporte público, que luego se transformaron en un verdadero estallido social, me dijo en mayo del 21, cuando integraba la Asamblea Constituyente.

Tres años antes, cuando aspiró, sin éxito, a una curul en la Cámara de Diputados –y Sebastián Piñera lograba su segundo mandato presidencial– me habló de un cambio de época en la política chilena, desde las protestas del 2011. Percibía el país sometido a una forma de gobierno incapaz de producir las transformaciones significativas que le hacían falta.

Una crisis sin solución

–Hace seis años, en 2017, me dijo Ud. que había un “cambio de época” en la política chilena. Pero que las demandas de impugnación del modelo neoliberal no podían ser satisfechas sin una nueva constitución. Se avanzó en esa dirección, pero creo que poca gente se imaginó que llegaríamos al punto actual, con el proceso constituyente en manos del pinochetismo. ¿Qué sigue?, le pregunté, en vísperas de las conmemoraciones de los 50 años del golpe contra la Unidad Popular, cuando la elaboración de una nueva propuesta de constitución entraba en su fase final.

“Sigo creyendo que Chile necesita una transformación y que la constitución lo impide”, dijo Atria. “Esta situación, lo que produjo fue una progresiva deslegitimación, hasta que estalló el proceso. Solo entonces se abrió la posibilidad de una transformación de verdad. Esa posibilidad fracasó y no se va a realizar ahora. Una de las razones es porque llegó demasiado tarde. La crisis va a quedar sin solución”.

En un Consejo Constitucional de 50 miembros, la derecha tiene una amplia mayoría. Solo los republicanos, de José Antonio Kast, tienen 22 representantes, a los que se suman los seis de la UDI y cinco de Renovación Nacional-Evopoli. A partir del 16 de septiembre han venido votando (y aprobando) prácticamente todas las reformas que el grupo ha hecho al texto más consensuado que un Comité de Expertos había preparado.

“Quienes controlan la mayoría en ese proceso están convirtiendo su proyecto de Constitución en una fuente de odio sectario y mezquindad”, dijo el 21 de septiembre pasado el rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Álvaro Ramis. “Lo que se ve en el Consejo es un pantano en el que se revuelcan personajes mediocres”.

Al final, el 17 de diciembre, los chilenos deberán acudir de nuevo a las urnas para aprobar o rechazar el texto que les presenten, cuya radicalidad ha empezado a crear incomodidad en sectores de la misma derecha.

A 50 años del golpe

–Visto a 50 años de distancia del golpe, pareciera que Chile necesita retomar el rumbo de reformas interrumpido por la dictadura. La hija de Allende, la senadora Isabel Allende, reivindicó la obra de su padre y el programa de la Unidad Popular en su discurso del 11 de septiembre. La derecha respondió a ese programa con un golpe, que lo ha puesto entre paréntesis durante estos 50 años. ¿No le parece que hace falta retomar ese hilo político?, le pregunté a Atria al iniciar nuestra conversa.

“Sí, desde luego. Hay que retomar el hilo. Continuar la construcción de ese Estado social es lo que Chile necesita”, me dijo. Pero no es el 12 de septiembre del 73, agregó. El programa de Allende, la experiencia de la UP, hay que verlos en el contexto del desarrollo chileno en el siglo XX. En la década de los 60, en el gobierno de Frei (64-70), hubo un intento por redefinir el rol de la propiedad, la presencia del Estado de la economía. Eso tiene que ver con la propiedad como una forma de redistribuir el poder y fue explícito en el caso de la reforma agraria”.

La senadora Isabel Allende, hija de Salvador Alende, recordó ese proceso histórico al hablar en La Moneda, el 11 de septiembre.

“Mi padre transitó todo Chile, recorrió en más de la mitad de su vida el país, desde la cordillera y los valles al mar, desde el desierto hasta los hielos patagónicos. Representó en el Congreso al norte, centro y sur como diputado y senador; y en sus cuatro campañas presidenciales escuchó las voces de miles de personas e instó a la construcción de movimientos sociales amplios, diversos, plurales”.

“En esos años, el 60% de las familias percibía el 17% de los ingresos del país, mientras que 2% de las familias controlaba el 46% del ingreso nacional. La mortalidad infantil superaba los 200 fallecidos antes de un año por cada mil nacidos vivos, la pobreza era brutal y, por supuesto, multidimensional”.

El gobierno de la Unidad Popular recogió su pensamiento, recordó. “Más allá de sus dificultades y errores, redistribuyó la renta, aumentó significativamente el sueldo mínimo, las pensiones, democratizó el crédito, nacionalizó las principales riquezas naturales del país, profundizó la reforma agraria, combatió la desnutrición, abrió espacios de participación para la toma de decisiones, duplicó el descanso postnatal, estableció igual salario para hombres y mujeres que trabajaran en el Estado, incrementó las becas y programas especiales para trabajadores y para mujeres en las universidades, promovió la cultura, la lectura, desarrolló la medicina social, le dio un par de zapatos a todos los niños que no los tuvieran, entre muchos otros logros”.

Lo que sucedió en Chile en aquellos años, dijo Isabel Alende, “pasó a ser parte de la historia de vida de millones de ciudadanos que se sintieron interpelados y se movilizaron de muchas formas, inspirados por Allende”.

Hoy esa derecha busca tergiversar los hechos para culpar a la UP y al Presidente Allende del golpe de Estado. Pero los verdaderos responsables –agregó– “fueron quienes quebraron la institucionalidad, bombardearon este palacio, persiguieron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a miles de chilenos. Y, sin duda, quienes los ampararon políticamente y guardaron silencio cómplice ante las atrocidades que el país vivía”.

Democracia y derechos humanos

La historia nos muestra que estos 50 años de la historia de Chile han sido 50 años de lucha por retomar un hilo que el golpe de Estado cortó. Una lucha que no se interrumpió nunca, ni siquiera cuando las condiciones eran las más dramáticas y todo parecía imposible.

Lo había dicho Allende: “No se detienen los procesos sociales ni con la represión, ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. A ese camino me parece que hacían referencia Atria e Isabel Allende.

Boric prefirió hablar de democracia y derechos humanos. No es que a Atria y a la senadora Allende el tema no les importara. Pero el abordaje es distinto.

Le pregunté a Atria si la reivindicación del presidente de promover los derechos humanos “sin anteponer ideología alguna” no lo termina alineando con una política conservadora que ha sido el fundamento de la violación de esos derechos, en Chile y en América Latina. Aliado, además, a lo más conservador en la región. ¿Es ese el camino para la defensa de los derechos humanos?, pregunté.

Se toma un tiempo piensay me dice: Sí y no… “No creo que una política internacional pueda definirse por el tema de la incondicionalidad de los derechos humanos. Pero, con independencia de al lado de quien termine Boric, hay un valor en la idea de la incondicionalidad de los derechos humanos”.

Se toma un tiempo nuevamente… “Latinoamérica necesita tener una izquierda cuyo compromiso democrático sea fundacional. Que permita compensar el daño que a la izquierda latinoamericana ha causado la situación de Venezuela y Nicaragua”.

Y agrega: “Pero en política no es indiferente el lado donde uno termina.

En su política orientada a constituir una izquierda latinoamericana, el gobierno no ha tenido el empuje que yo esperaba”.

Hay que leer los discursos de Boric: el del 11 de septiembre, el de Naciones Unidas, y el de la OEA, al inaugurar la puerta Salvador Allende. “La democracia es el único camino para avanzar hacia una sociedad más justa y humana y es, por lo tanto, un fin en sí mismo”, dice Boric. Se trata de “una construcción continua, es una historia de nunca acabar”.

Es difícil encontrar asidero en la historia para afirmaciones como esas. La misma indefinición del concepto de “democracia” permite sus más variados usos. En una reciente reunión de la derecha más rancia, latinoamericana y española, celebrada en Argentina, se decía que la “democracia” es el único sistema “capaz de garantizar la libertad, el progreso, la justicia y la sustentabilidad”.

Casi al mismo tiempo se reunían en Roma, el pasado 20 de septiembre, más de 140 académicos de 15 países en un seminario chino-europeo sobre derechos humanos con el título de “Modernización y Diversidad de los Derechos Humanos entre civilizaciones”.

Boric habla “a las nuevas generaciones, a las que crecieron o nacieron en democracia y que, por lo tanto, la dan por hecho”. ¿Qué les dice? Dice que los problemas de la democracia siempre deben resolverse con más democracia y nunca con menos. Que “los derechos humanos son una base ética e irrenunciable elección política”, que no tienen color político, que deben ser promovidos y defendidos en todo tiempo y en todo lugar, que su condena debe ser clara, “sin importar cuál sea el color del gobierno que los vulnere”. Asegura que no pretende “entregar recetas ni dar lecciones nadie”.

Naturalmente, nada de eso es posible. ¿Qué va a hacer si Estados Unidos no hace ningún caso a sus exigencias de que ponga fin a las ilegales sanciones a países como Venezuela y Cuba (a la que tiene sometida a drásticas medidas hace más de 60 años, condenadas prácticamente por la unanimidad de la Asamblea General de Naciones Unidas)? ¿Puede hacer algo? ¿Irá por el mundo repitiendo su condena? Apunta particularmente al gobierno de Nicaragua. Antes lo había hecho con el de Venezuela. ¿Tratará por igual las violaciones a los derechos humanos de los Estados Unidos (que ni siquiera es miembro de los organismos interamericanos de derechos humanos, como la Convención o la Corte) y las que denuncia en otros países?

Nada de eso tiene sentido. No es posible tratar el tema de los derechos humanos (si se pretende avanzar en algún sentido) sin considerar circunstancias políticas, el escenario histórico. O sea, transformar los principios en políticas activas e inteligentes para avanzar en la solución de los problemas. Esa capacidad de aplicar los conceptos generales a las situaciones concretas es una cualidad escasa, indispensable para cualquier político.

Al final, Boric termina entregando recetas y dando lecciones. Termina alineado con lo más conservador de Latinoamérica, sin poder resolver un desafío al que se enfrenta cualquiera que pretenda hacer política: transformar los principios generales (en los que están de acuerdo un vasto espectro, de derecha y de izquierda), en aplicación práctica de esos conceptos. Ha renunciado a esa tarea. Le basta con un concepto general, una idea que nos hace recordar la introducción de Atria: Parecía que había una derecha democrática. Pero era porque tenían el control, el poder de veto.

Rechazo de la derecha

Consecuente con esa visión, Boric persigue un alineamiento político que se ha revelado imposible en Chile. A sus intentos unitarios, la derecha replicó leyendo nuevamente en el congreso la polémica resolución del 22 de agosto de 1973, en la que sentaron las bases para el golpe de septiembre, desatando una respuesta airada de los parlamentarios que representan, de algún modo, lo que puede considerarse como fuerzas cercanas al proyecto de Allende. En su texto, la derecha responsabiliza a Allende de la ruptura institucional, como justificativa para el golpe.

Hace tan solo un mes, en agosto pasado, el general Ricardo Martínez, excomandante del ejército, publicó un texto modesto y polémico, de 140 páginas, titulado “Un ejército de todos”, de notable importancia política. Ahí redefine el papel del ejército en escenarios políticos turbulentos, entre ellos el del período de la Unidad Popular. En los últimos 50 años, afirmó, “una sucesión de hechos relevantes involucró al Ejército”. Pero ninguno tuvo más importancia para la vida de la nación y para sus ciudadanos que “el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, en el que asumió el comandante en Jefe del Ejército como presidente de la junta de gobierno”.

El general Martínez reivindica el papel de dos de sus antecesores en el mando del Ejército, los dos asesinados por conspiraciones civiles y militares de la derecha: el general René Schneider (en cuyo asesinato –asegura– participaron civiles y militares en servicio activo, con el apoyo de la CIA), y el del general Carlos Prats, antecesor de Pinochet en el mando del Ejército. Asesinato de Prats y su esposa, en septiembre de 1974, en Buenos Aires, donde había buscado refugio después del golpe. Un crimen “cobarde, cruel y repudiable”, dice el general Martínez, “una vergüenza institucional”.

No es posible extenderme aquí en las reflexiones de un libro lleno de lecciones, que me parce mucho más útil para aplicar una política de derechos humanos al caso de Chile que la reiterada reivindicación de una idea, sin asidero en el análisis de lo concreto. Pienso, por ejemplo, que, si Boric hubiese invitado al general Martínez a acompañarlo en La Moneda, en el acto del cincuentenario del golpe, habría enviado un mensaje de unidad mucho más lúcido y potente a los ciudadanos que su discurso reiterado de consignas.

“Se ha intentado invertir las responsabilidades sobre la tragedia que vivimos todos durante los largos 17 años más oscuros de nuestra historia”, denunció en su discurso la senadora Allende. “Los verdaderos responsables fueron quienes quebraron la institucionalidad, bombardearon este palacio, persiguieron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a miles de chilenos”, afirmó.

Ese escenario político dejó claro que la consigna del “nunca más” –repetida hasta el cansancio– no es más que un deseo, pero que no le da a los chilenos orientación alguna para conseguirlo. Para lograrlo solo hay dos caminos: o se renuncia a todo cambio significativo en el país, para que esa derecha no se sienta amenazada; o se crea la fuerza política necesaria para promover esos cambios, sin que otro golpe pueda evitarlo. Pero la consigna, vacía de contenido político, contribuye poco –o nada– al logro de lo que aspira. Lo mismo que una concepción vaga de la democracia no deja orientación alguna para una población ávida por conquistarla.

Quizás todo esto tenga mucho que ver con las dificultades para celebrar los 50 años del golpe de Estado, sin que ningún objetivo político –sustituidos por los buenos deseos del presidente– haya convocado a la población a retomar el sendereo perdido.

Una puerta errada

La celebración del cincuentenario coincidió con la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, hacia donde el presidente chileno viajó una semana después.

Ahí reiteró su discurso:

los problemas de la democracia se resuelven con más democracia; los derechos humanos no tienen color político… Criticó las sanciones que Washington impone a Cuba y Venezuela. No habló de las aplicadas contra Nicaragua.

Pero el acto final del cincuentenario estaba aún pendiente. Se celebró en la sede de la OEA, en Washington.

Boric destacó, en su página de “X”, que la OEA había nombrado su puerta principal en homenaje al expresidente Salvador Allende, junto a 32 países que se adhirieron a esta decisión”. Y posó, dándole la mano, al secretario general de la OEA, bajo un hermoso tapiz con la imagen del presidente Allende.

50 años después, la idea de transformar la imagen de Allende en una puerta en la OEA me parece infeliz… Es inevitable comparar con otra puerta –tan recordada en estos días–, la de Morandé 80, por donde fue sacado el cuerpo del presidente Salvador Allende.

La imagen de esa puerta (que Pinochet mandó clausurar), llenó de recuerdos –y de lecciones­– a los chilenos.

¿Qué lección nos deja la puerta Salvador Allende de la OEA, inaugurada por un secretario general comprometido con el golpe de Estado en Bolivia, en una institución cuyo desprestigio no puede ser mayor en América Latina?

La OEA no merece esa puerta, ni Allende ese escarnio.

Denuncia pública: Represión violenta deja nueva víctima con trauma ocular en Chile

Se informa que el pasado lunes 11 de septiembre del 2023 alrededor de las 22:40 ocurrió un  altercado en el lugar de la La Victoria en torno a la conmemoración de los 50 años del golpe cívico militar.

Se describe lo siguiente: 

[…]un carro lanza gases lacrimógenos modelo sandcast se detiene frente a un grupo de pobladores que observan la manifestación en departamental y sin mediar provocación alguna desde el interior del carro disparando una escopeta a quemarropa, hiriendo a dos personas, una de ellas impactada en su ojo derecho. 

A razón de esto, los firmantes señalan los siguientes puntos:

  1. El reclamo hacía las medidas poco democráticas que el gobierno de Gabriel Boric está ejecutando medidas represivas sobre la ciudadanía.
  2. Rechazo a las declaraciones del subsecretario Manuel Zacarias Monsalve Benavides y director nacional de Orden y Seguridad de Carabineros, general Enrique Monrás quienes pretender tapar el accionar de carabineros, negando que hubiesen tenido participación.
  3. Exigen la  renuncia del Subsecretario Manuel Zacarias Monsalve Benavides y del general de carabineros Enrique Monrás.
  4. Exigen la abolición de la ley Ley Nº 21.560, conocida como ley Nain-Retamal promulgada por el presidente Gabriel Boric, ley que permite el abuso de las policías e impunidad ante hechos criminales. Además, de insistir en la investigación y sancionamiento de los carabineros involucrados en tal hecho.

Finalmente, se había convocado a una marcha frente al Palacio de la Moneda el pasado viernes 15 de septiembre a las 18:30 en exigencia de justicia por la víctima y todas aquellas víctimas de trauma ocular que hasta el presente no tienen justicia.

Los firmantes de esta denuncia son: el colectivo de DDHH Moisés Marilao Pichun, familia y amigos de Dennise, el Observatorio de DDHH Nido Dignidad.

Para más información, puede comunicarse al denissenomastraumaocular@gmail.com

 

Compartido con SURCOS por Trino Barrantes.

Imagen: https://radio.uchile.cl/

Una pedrada por Víctor Jara

Orlando Barrantes Cartín

Siempre he llevado en mi militancia de izquierda dos recuerdos o anécdotas relacionadas con el gran Víctor Jara.

La primera es de cuando con un grupo de estudiantes del Colegio de Golfito lo fuimos a ver tocar y cantar en aquel viejo cine de Neily. Inenarrable esa experiencia, rodeados de los curtidos obreros bananeros. Yo era presidente del gobierno estudiantil y coordinamos con la UTG nuestra presencia.

La otra fue cuando poco después protestamos contra el golpe de estado de Pinochet, frente a la embajada de Chile, que recuerdo estaba ubicada por el sector de San Pedro, pero no preciso exactamente el lugar. Víctor ya estaba preso en el Estadio Nacional de ese país.

En la marcha en San José éramos un grupo grande de muchachos de la UCR y algunos de nosotros militantes del FEP/MRP.

Vanesa Monge (QEPD) se colocó junto a mi cuando nos acercábamos caminando a la embajada. Tome, me dijo, y sacó dos buenas piedras del bolso que andaba. Acaté inmediatamente, no necesitaba instrucciones y me adelanté y me acerqué más a la embajada, que era de dos pisos con grandes ventanales.

Toda mi vida he venido recordando, como en cámara lenta, cuando tiré con mucha furia la primera de las dos piedras. La veo cuando alza vuelo y va de camino rauda y cuando quiebra los vidrios. Está muy nítido en mi memoria. Inmediatamente tiré la segunda piedra.

Durante dos o tres segundos los manifestantes no reaccionaron, pero muy rápido uno a uno todos los demás ventanales iban cayendo. Fue una protesta justa, y recuerdo que sentíamos que era lo mínimo que podíamos hacer contra un golpe de estado asesino, que tanto conmocionó al mundo, hasta hoy.

Cincuenta años después sigo lamentando que la solidaridad internacional no lograra rescatar a Víctor. Es un dolor profundo que nos sigue oprimiendo.

Es difícil ahora comprender por qué y cómo un grupito de muchachos de un colegio rural como el de Golfito nos identificamos tanto con Víctor. Teníamos una idea precisa de quién era, sin el menor atisbo de Internet y redes sociales, sin teléfonos celulares. La UTG y los compañeros del PVP y la Jota nos mantenían bien informados.

Cantábamos sus canciones con nuestras guitarras y así las transmitíamos de boca en boca. Te recuerdo Amanda luego fue como un himno, y no nos cansábamos pocos años después, ya en San José, de pedirle a José Acedo que la interpretara. Junto a Desalambrar y muchas otras se nos metió tanto dentro de nuestro ser que hoy en día se nos hace difícil terminar de cantarlas, porque nos gana la nostalgia y el dolor.

Con cada lucha que dimos cantábamos las canciones de Víctor, en las calles de Golfito en las tres huelgas pidiendo recursos para el colegio, en las montañas en solidaridad con los dirigentes campesinos hermanos Barroso, en lo profundo de los bananales del sur, la práctica de la lucha estudiantil, obrera y campesina con las canciones se convirtió en una escuela inolvidable. Práctica y teoría.

Los 44 balazos de alto calibre con que la turba milica chilena cobarde asesinó en el estadio a Víctor Jara, jamás será redimida con la condena reciente a 25 años de cárcel de esos siete cobardes soldados. Uno de ellos se suicidó.

Pero nos conforta un poco saber que 50 años después de la tragedia a Víctor Jara se le recuerda. Y así será a través de cada lucha que demos, pequeña o grande. Por eso seguimos diciendo:

¡A DESALAMBRAR!

¡VÍCTOR PRESENTE!

¡NI UN PASO ATRÁS!!

¡Nunca más! Ni en Chile, ni en ninguna otra parte

Alberto Salom Echeverría

En la alborada de la década de los setenta del siglo XX, se inició un experimento inédito en Chile. No tendría significación solo en América Latina, sino en el mundo entero, puesto que nunca se había concretado nacionalmente una lucha social pacífica, por la vía electoral, que se hubiese planteado un rumbo socialista.

Se puede estar de acuerdo o no con el propósito definido por aquel conglomerado social que apoyó políticamente a la Unidad Popular chilena, pero no cabe duda de que estaba dentro de las directrices y reglas de la democracia occidental, tal como la conocemos desde hace más de 200 años. En otros términos, lo que estaba en boga en Chile, no era otra cosa que la “voluntad popular” que se concretó en favor de la “Unidad Popular “, encabezado el proyecto por la figura de un hombre, el Dr. Salvador Allende Gossens revestido de una férrea voluntad por cumplir con su pueblo el compromiso estratégico de instaurar el socialismo por la vía democrática; pero, al mismo tiempo era dueño de un carácter conciliador, un proceder flexible y maneras educadas en el trato con los demás. Una simbiosis rara, que configuró una personalidad única e inigualable, lo que le permitió obtener un gran prestigio y calado en los diferentes sectores de la sociedad.

Por esa personalidad tan peculiar, Salvador Allende, proveniente del partido socialista chileno que contribuyó a fundar en 1933, se constituyó en el arquitecto del proyecto unitario denominado Unidad Popular (UP), por encima inclusive del gran poeta universal Pablo Neruda, quien representaba al partido comunista de Chile y con quien compitió para ganar la candidatura dentro de ese conglomerado político que fue la UP. Allende había sido candidato a la presidencia de la República en tres oportunidades anteriores (en las elecciones de 1952 frente a Ibáñez, en las de 1958 frente a Jorge Alessandri, y finalmente en las de 1964 contendiendo a Frei Montalva); Allende hizo todo ese duro recorrido político antes de alcanzar el triunfo electoral en las elecciones de 1970, para ser investido como presidente Constitucional el 4 de setiembre de este año.

Adicionalmente, para poder alcanzar el solio presidencial, fue necesario establecer antes un acuerdo con la Democracia Cristiana chilena, que gozaba de la mayoría parlamentaria. Con ella se acordó la elección de Allende por el Congreso de la República, ya que había obtenido la primera mayoría, el 36% del total de los votos emitidos, pero este porcentaje resultó insuficiente para alcanzar de manera directa la nominación presidencial. Fue necesario que los partidos de la UP y el propio Allende firmaran un “Estatuto de Garantías Democráticas”, incorporado a la Constitución Política por medio de una reforma. Tras este acuerdo vital, el Congreso Pleno lo proclamó presidente de Chile, el 24 de octubre de 1970; entonces sí, fue nominado mediante una lujosa mayoría de 153 sufragios, contra únicamente 35 del expresidente Jorge Alessandri y 7 votos en blanco. (Cfr. Reseña biográfica Salvador Allende Gossens. “Salvador Allende Gossens, presidente de la República de Chile.” Bcn.cl).

Fue de esta manera que se consagró como lo acabamos de expresar, por vez primera en la historia del mundo occidental, la elección de un presidente marxista a la presidencia de La República, por medio del voto popular en unas elecciones libres. Allende y la Unidad Popular, comenzaron a cumplir meticulosamente con el programa con el que se habían comprometido, sin alterar ni en un ápice, el “Estatuto de Garantías Democráticas” acordado en el Congreso. Primero vino la aprobación de la Nacionalización de la Gran Minería del Cobre, que contó con el apoyo de la UP, de la Democracia Cristiana y hasta de algunos sectores de la derecha, ubicados en el partido de Alessandri. En segundo lugar, se acentuó la redistribución del ingreso y la reactivación económica; enseguida se acometió la tarea de avanzar rápidamente en la expropiación de grandes latifundios con la legitimidad que daba la Ley de la Reforma Agraria, aprobada durante el gobierno anterior de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), pero que en ese gobierno no caminó por falta de voluntad política y temor a las amenazas de los terratenientes. Fue así como se constituyó el área de propiedad social de la economía, todo dentro del orden democrático y de la Constitución Política.

En el campo de las relaciones internacionales, el gobierno encabezado por el presidente Salvador Allende G. forjó un nuevo sistema de alianzas, comenzando con el restablecimiento de relaciones con Cuba y enseguida continuó forjando amplias relaciones con los países del entonces llamado “campo socialista”.

Todo lo anterior se dio en medio de las más brutales acechanzas por parte del gobierno de los Estados Unidos, bajo la presidencia de Richard Nixon y teniendo como su asesor para temas de seguridad nacional a Henry Kissinger, quien fuera el principal responsable de orquestar una gran conspiración fraguada por la CIA, para debilitar e intentar aislar internacionalmente al gobierno chileno. Advierto que soy muy escéptico con respecto a las teorías de las conspiraciones; sin embargo, la anterior afirmación está sustentada en la desclasificación de los archivos de la CIA, lo que se produjo por primera vez en 1975. En la siguiente cita el periodista Peter Kornbluh, reconstruye paso a paso cómo se urdió el complot. En la parte introductoria el periodista escribió: “El 15 de septiembre de 1970, hace exactamente 50 años, Richard Nixon, entonces presidente de Estados Unidos, ordenó una intervención directa y soterrada para evitar que Salvador Allende llegara a La Moneda o, de no ser posible, derrocarlo. Para esto se planearon diversas fórmulas –incluyendo presiones sobre el presidente Frei Montalva–­ que quedaron registradas en documentos secretos.” A continuación, comienza el documento con esta notable cita: El 15 de septiembre de 1970, durante una reunión de veinte minutos en la Oficina Oval (en la Casa Blanca, EE. UU.) entre las 3:25 pm y las 3:45 pm, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA fomentar un golpe de Estado en Chile. Según notas escritas a mano por el director de la CIA, Richard Helms, Nixon entregó instrucciones explícitas para prevenir que el recién elegido presidente de Chile, Salvador Allende, asumiera su mandato en noviembre. O para crear condiciones para derrocarlo si lo hacía. “Una oportunidad en 10, tal vez, pero salvar a Chile”, “No le preocupan los riesgos que involucre”, anotó Helms, tal como aparece en sus manuscritos hoy desclasificados, mientras el presidente (R. Nixon) exigía un cambio de régimen en la nación sudamericana que se había convertido en la primera en el mundo en elegir libremente a un candidato socialista. «Trabajo de tiempo completo: los mejores hombres que tenemos «. «Hacer que la economía chille «. (Cfr. Este artículo corresponde a una traducción de ‘Extreme Option: Overthrow Allende’, publicado originalmente en la página del Archivo de Seguridad Nacional (NSA) de The George Washington University, Estados Unidos. https://www.ciperchile.cl/2020/09/15/documentos-desclasificados-de-eeuu-registraron-la-genesis-de-la-instruccion-de-nixon-para-derrocar-a-allende/).

Como en un inicio no pudieron ejecutar la maniobra acordada del derrocamiento del gobierno Constitucionalmente electo, a pesar de haber perpetrado también como parte de la estrategia, urdida con el apoyo irrestricto del gobierno de Nixon, el crimen llevado a cabo por un grupo de ultra derecha del jefe de las Fuerzas Armadas, general René Schneider Chereau, leal al gobierno Constitucional recientemente elegido, aprovecharon por fin una coyuntura de severa crisis económica entre 1972 y 1973, para alimentar el sabotaje de la economía, desabastecer los supermercados, y finalmente apoyar el paro de los transportistas que se produjo desde el día 9 de octubre de 1972, y se prolongó hasta el 5 de noviembre del mismo año. Este paro, que sorprendió a Chile, fue apoyado inclusive económicamente por los gremios empresariales de Chile (no en vano se le denominó “el paro de los patronos”), contó además con el auspicio directo de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos y fue un factor clave para desestabilizar al gobierno y crear las condiciones propicias para el “Golpe de Estado”, que se produjo finalmente el 11 de setiembre de 1973 y culminó con el derrocamiento de Salvador Allende. (Cfr. Rojas, Susana (8 de junio de 2003). “El Paro que Coronó el Fin o la Rebelión de los Patronos”. El Periodista. web.archive.org).

Lo que siguió, fue un baño de sangre que enlutó a la nación suramericana, asesinatos en masa, desapariciones, cadáveres lanzados al mar y vejaciones contra toda aquella persona que le pareciera a la “cruel dictadura de Pinochet”, que era un enemigo. La palabra “enemigo” vino a sustituir a la de “Ciudadano o Ciudadana”. Muchos patriotas debieron abandonar Chile huyendo al exilio, para evitar su encarcelamiento o desaparición. Costa Rica fue un testigo de excepción, porque aquí acogimos a cientos de chilenos inmigrantes, que por cierto contribuyeron decisivamente a desarrollar la Universidad Nacional (UNA), acogidos por el propio rector Benjamín Núñez y por toda la comunidad de académicos, estudiantes y personal administrativo. También hicieron un enorme aporte la cultura, al teatro, las artes y la música en general, y descollaron en muchos otros ámbitos de la vida nacional. Grandes amigos para toda la vida forjamos algunos de nosotros como consecuencia de aquella inmigración.

La brutalidad, el latrocinio, la ilegalidad de aquella dictadura inmisericorde encabezada por Pinochet, es deseable que nunca más pueda reaparecer en ninguna parte, que nunca se puedan volver a pisotear los derechos humanos de la manera tan desabrida como se dio a partir del 11 de setiembre de 1973 y por 17 años, ni de ninguna otra forma; que no se vuelvan a pisotear ni en Chile, ni en ninguna otra parte. ¡Que vivan la democracia y los derechos humanos! ¡Qué se honre por siempre la memoria del presidente Allende! ¡Qué viva el pueblo de Chile!

Impacto político-económico del golpe militar en Chile, Costa Rica y América Latina

Walter Antillón

  1. Antecedentes: los años de la Presidencia de Salvador Allende
  2. La represión policial y militar
  3. Instauración del neoliberalismo en Chile como “espejo” de América Latina. La brecha económica
  4. El sistema dictatorial del Cono Sur. El Plan Cóndor: instrumento de exterminio de la izquierda latinoamericana.
  1. Antecedentes: los años de la Presidencia de Salvador Allende

Hoy nadie duda de que la Guerra Fría, además de un conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética, fue también una cruenta guerra no declarada que Estados Unidos desató por más de cuarenta años contra los pueblos de América Latina; y también sabemos que una de sus más trágicas víctimas fue el pueblo chileno.

Los documentos recién desclasificados en Washington acerca del gobierno del presidente Allende y el golpe de Estado de Pinochet han terminado por dejar en la más completa claridad la ilegítima, constante y funesta intervención del gobierno estadunidense en los asuntos de Chile; una intervención que se operó desde que los datos apuntaron hacia la posibilidad de que Allende ganara las elecciones en setiembre de 1970: el asesinato del general René Schneider, jefe del Ejército, en octubre de 1970; el boicot de los comerciantes para provocar escasez de los productos básicos desde 1971, hasta el paro de los camioneros en 1972: todas estas actividades fueron planeadas y financiadas por la CIA.

A comienzos de setiembre de 1970 Henry Kissinger escribía a Richard Nixon:

 “El ejemplo de un gobierno marxista electo y exitoso en Chile, ciertamente tendría un impacto -y serviría como precedente- en otras partes del mundo, especialmente Italia. La propagación de un fenómeno semejante en otro lugar afectaría significativamente el equilibrio del mundo y nuestra propia posición en él”

Acusándola de totalitaria, abrumaron a Cuba con bloqueos y embargos, pero en el caso de Allende vemos que, en realidad, lo que preocupaba a Nixon no era la democracia, sino que se demostrara al Mundo la viabilidad del socialismo democrático.

Por eso, una vez electo Allende, Nixon declaró que ‘haría crujir la economía chilena’. Y efectivamente en los años siguientes sus bancos congelaron los créditos y su gobierno congeló la ayuda económica. El Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales dominadas por Estados Unidos cancelaron unilateralmente los préstamos ya otorgados; y la ITT formó un comité de representantes de corporaciones estadounidenses para coordinar con el gobierno Nixon una estrategia contra Chile.

Sin embargo, aún con la severa crisis inflacionaria desatada en Chile por la alevosía nixoniana, como bien dice el compañero Ramón Vargas, de la Asociación Americana de Juristas, Rama Chilena:

“…A pesar de estos afanes reaccionarios, el gobierno de Salvador Allende pudo llevar adelante parte importante de su programa: la nacionalización del cobre, la Reforma Agraria, el control de la banca, un programa de construcción de viviendas que no ha sido igualado. Con la Reforma Agraria se puso término para siempre al dominio del latifundio en el campo chileno y se crearon las bases para un importante desarrollo de la AgroIndustria…”

Ello se confirma indirectamente en la comparamos dos períodos dentro de los últimos sesenta años: el de los gobiernos de Frei Montalva y Allende (1964-1973), que muestran un coeficiente de Gini enteramente favorable, y el que arranca en 1974, con la política neoliberal de la Dictadura y años siguientes: la brecha económica entre ricos y pobres se dispara, haciendo de Chile uno de los países más desiguales del Mundo.

En todo caso, dado el conjunto de dificultades y obstáculos políticos, económicos y financieros creados e implementados por Estados Unidos contra Allende desde el comienzo de su gobierno, la oligarquía chilena apostaba a provocar su impopularidad y su descrédito; pero, por el contrario, en las elecciones de diputados y senadores de marzo de 1973, la Unidad Popular subió espectacularmente en comparación con las elecciones presidenciales de 1970: del 36.2% que obtuvo Allende en el 70, al 44.2% que alcanzaron sus diputados y senadores en marzo del 73. Es decir, despues de dos años y 4 meses de ejercer un gobierno boicoteado y acosado por todos lados, el partido liderado por Allende había aumentado más de un 20 % su caudal de votos.

Así las cosas, para detener aquel ejemplo ‘funesto’ de socialismo democrático, a Nixon, a Kissinger y a Pinochet y compañía, sólo les quedaba el golpe de Estado. Y el golpe de Estado fue cuidadosamente planeado y ejecutado el 11 de setiembre de 1973: hoy hace cincuenta años.

  1. La represión policial y militar

El golpe de septiembre del 73 fue una acción militar ejecutada por el Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada Naval y el Cuerpo de Carabineros de Chile, para derrocar al presidente Allende y su gobierno. Así, mientras un aparatoso despliegue por mar y tierra se extendía a lo largo del país, tropas del ejército y aviones de la Fuerza Aérea sitiaron y atacaron el Palacio de La Moneda, sede del gobierno constitucional. Tal como lo prometió en su último discurso, Salvador Allende murió durante el asalto de los militares al Palacio.

Este golpe despedazó el orden constitucional de la Repúblilca, y dio origen al establecimiento de la usurpadora junta militar liderada por Augusto Pinochet. El país fue sometido a una dictadura que se extendió hasta 1990 y se caracterizó por practicar una salvaje represión. Durante este periodo, fueron cometidas sistemáticas violaciones a los derechos humanos, se suspendieron los derechos civiles y políticos; miles de ciudadanos son detenidos, se producen allanamientos masivos y se cometen torturas, asesinatos y desaparición de personas; se establece la censura; se proscribe los partidos políticos y los sindicatos; los soldados queman miles de libros apilados en las calles de ciudades y pueblos; se disuelve el Congreso Nacional y el Poder Judicial se convierte en un instrumento dócil al gobierno. Una ‘Caravana de la Muerte’ recorre los pueblos deteniendo, torturando y asesinando ciudadanos, culpables del delito de ‘izquierdismo’. En suma, en ese período el régimen asesinó a más de 3 mil personas; un número considerable de chilenos se refugia en embajadas extranjeras y se calcula que cerca de doscientos mil fueron al exilio.

  1. Instauración y fomento del neoliberalismo en Chile, como “espejo” para América Latina. La brecha económica

Pinochet fue un peón servil del Imperio, verdugo de su propio pueblo. Para cumplir su triste papel, Pinochet necesitaba reconocimiento internacional, sustento financiero e inversión, y los obtuvo gracias al masivo apoyo del gobierno Nixon y del sector financiero estadunidense. Desde 1974 puso la economía en las manos de los Chicago Boys, quienes al año siguiente iniciaron la implementación del shock neoliberal, que implicó una drástica reestructuración de la economía, de la sociedad y del sistema político, con el pleno apoyo y bajo el control monolítico del propio Pinochet, a través de un programa que contemplaba:

a) La drástica reducción del sector público y el rediseño del aparato estatal, a fin de que cumpliera exclusivamente su papel de gendarme;

b) La reorientación de los excedentes hacia el mercado de capitales;

c) La apertura de la economía al libre mercado con rebaja arancelaria;

d) La liberalización paulatina de los bancos;

e) La devolución al sector privado de gran cantidad de empresas del Estado: metalúrgicas, bancarias, aceiteras, textiles, electrónicas, pesqueras, etc., por medio de ventas a conglomerados económicos tradicionales, o constituidos a propósito.

La ayuda financiera masiva para el despliegue de dicha política neoliberal produjo, entre 1977 y 1981 una notable mejora en la economía; lo que Milton Friedman se apresuró a calificar como el “Milagro Chileno”: el cual fue promocionado internacionalmente con bombos y platillos como el triunfo del neoliberalismo y la justificación del golpe de Estado y del régimen de Pinochet. Porque, efectivamente, durante ese tiempo se redujeron considerablemente la inflación y el déficit fiscal; la producción industrial y la construcción se recuperaron y el Pib tuvo un aumento notorio; nació una multitud de empresas por la privatización del sector empresarial público, y como consecuencia proliferaron los nuevos super ricos amigos del régimen, junto a las grandes fortunas tradicionales.

En cuanto al agro, un tercio de las tierras de la reforma de Allende fue devuelto a sus antiguos dueños; y en lo que concierne a los campesinos que habían sido favorecidos, la mayoría terminó vendiendo su parcela por falta de crédito y de asistencia técnica.

En todo caso, el gasto social (educación, salud, vivienda) cayó drásticamente, al igual que los salarios, mientras que aumentaba el desempleo.

En resumen, si a comienzos de 1973, el acosado Chile de Allende atravesaba ciertamente una severa crisis económica, con una inflación del 606%,​ pero con un índice de desempleo de tan solo un 4,3 %; en 1982, tras una década de reformas de libre-mercado, la época milagrosa de los Chicago Boys dio paso a una nueva crisis económica que llevó a un desempleo del 23,7 % y a una disminución del producto interno bruto en un 14,3 %; y al término de la Dictadura militar en 1990, el índice de pobreza había alcanzado al 40 % de la población.

 Todavía en la actualidad, la sombra de la brecha desigual persiste: los datos halagüeños registrados en los últimos años sólo han llevado a la conclusión de que Chile constituye un caso de crecimiento sin bienestar. Lo cual no impidió que, a través de los poderosos megáfonos del neoliberalismo se siga propagando por América Latina y el Mundo los ecos de un ‘milagro chileno’.

  1. El sistema dictatorial del Cono Sur. El Plan Cóndor: instrumento de exterminio de la izquierda latinoamericana.

En sus inicios de 1973, la dictadura chilena no estaba sola: una vez consolidada, pasó a formar parte de un sistema interregional constituido por Paraguay, Brasil, Bolivia, Uruguay y, poco después, Argentina, bajo la influencia y con el respaldo económico y militar de los Estados Unidos; sobre todo a través de la CIA y la Escuela de las Américas, que entonces ofrecía un postgrado en terrorismo de Estado, con énfasis en tortura y desaparición de personas.

La existencia y la disponibilidad de esos 6 regímenes militares pusieron las condiciones para el diseño de la gran operación estratégica del Plan Cóndor, fruto de la perspicacia de una de las grandes mentes criminales de hoy: el Premio Nobel de la Paz Henry Kissinger.

En efecto, en 1975 las dictaduras mencionadas, inspiradas por Kissinger, entonces Secretario de Estado, y bajo la tutela de Brasil, la hermana mayor, suscribieron la Operación Cóndor, también llamada ‘Plan Cóndor’: un pacto secreto de cooperación clandestina entre los aparatos de inteligencia y represión de las mencionadas dictaduras, cuyo objetivo era exterminar a todas las personas militantes en grupos u organizaciones de izquierda de la región, ya fueran partidos políticos, sindicatos, universidades, periódicos, revistas u otras agrupaciones. Se fundó secretamente en el Chile de Pinochet y duró catorce años, hasta 1989. Contagiados de filantropía, Perú y Ecuador ingresaron al ominoso cónclave en 1978.

En ejecución del Plan, las fraternales dictaduras practicaron más de 400.000 detenciones de personas, en las que se practicó sistemáticamente la tortura. Según la estimación de nuestro compañero de la AAJ profesor Martín Almada, descubridor en 1992 de los Archivos del Plan Cóndor en Paraguay (Archivos del Terror), más de 100.000 personas fueron asesinadas durante la vigencia del funesto Plan.

Pasado medio siglo desde el Golpe, sus secuelas son visibles en sectores del pueblo chileno que lo padecieron, y han transmitido a sus descendientes un mensaje de conformismo y pasividad, de temor y renuncia al pleno ejercicio de los derechos que, como seres humanos, les corresponde ejercer. Y esa es la realidad también en otros países de nuestro Subcontinente a consecuencia del Cóndor y de operaciones similares implementadas durante muchos años.

Los intereses de los Estados Unidos no constituyen la pauta que determine el destino del Planeta. Los pueblos de América Latina no merecían la suerte que les ha tocado vivir. Es preciso que lo sepamos, que no nos resignemos, que reaccionemos vigorosamente. Otro mundo es posible.

Acto de  develación de placa en homenaje a Salvador Allende y  en conmemoración de los 50 años del golpe militar en Chile

El pasado 11 de septiembre del 2023, se realizó la develación de la placa en homenaje a Salvador Allende, ese día se cumplieron 50 años del golpe cívico militar de Chile. Con la colocación de esta placa se busca rendir homenaje al entonces presidente Salvador Allende Gossens, a su legado político y social en favor de la democracia, la justicia y los Derechos Humanos.

https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=pfbid023VGMuYhRUYkryw4SGJZzbLZKsixUsc2D2nSsdtmqsN2ukA3xcJjTBk7bsUk4ndvXl&id=100064694198618&mibextid=Nif5oz

«100 Guitarras para Víctor Jara»

El Exilio Chileno en Costa Rica (Chileniticxs) y Newen Producciones, en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado civil militar en Chile, le invita a unirse a este acto de memoria, solidaridad: «100 Guitarras para Víctor Jara», evento que busca rendir un homenaje a la vida y obra del inigualable cantor popular chileno.

Este concierto tiene un significado especial, pues está enmarcado en la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile rindiendo tributo a la memoria de Víctor Jara, cuyo legado resiste en la historia y en nuestros compromisos sociales y latinoamericanos. Sus letras profundas y melodías envolventes son un símbolo de resistencia y valentía, no sólo para el pueblo chileno, sino para cualquier país que luche por sus derechos sociales conculcados.

La primera presentación se realizó el pasado sábado 9 de septiembre, en el aula Magna, Ciudad de la Investigación de la UCR.

La siguiente se realizará el próximo sábado 23 septiembre, a las 5:00 pm, en el Anfiteatro Municipal de Cartago.

La entrada al concierto es totalmente gratuita y abierta a todas las personas amantes de la música comprometida y defensoras de los derechos humanos. Por favor, confirme su participación en: https://forms.gle/s1kbBnvkpmVhhaX57

«Somos Cinco Mil” – Victor Jara con inteligencia artificial

Víctor Jara canta su última canción gracias a la inteligencia artificial. Este 2023, se cumplen 50 años desde el golpe de estado en 1973, donde Víctor Jara fue detenido, torturado y asesinado. Antes de su muerte, Víctor logra escribir su última canción: “Somos Cinco Mil”, una que nunca pudo interpretar hasta hoy. Gracias al músico Fede Zeppelin y el músico, compositor y productor Francisco Penas, pudimos darle vida a la última canción de Víctor Jara con la ayuda de la inteligencia artificial y logramos captar la esencia de su voz para transmitirle al mundo lo que él no pudo.

«Somos Cinco Mil», la última canción escrita por Víctor Jara mientras estaba preso en el Estadio:

 

Compartido con SURCOS por Trino Barrantes.

La gran conspiración

Óscar Madrigal

Oscar Madrigal

El 15 de setiembre de 1970 en una reunión de 15 minutos, entre las 3:25 y las 3:40 de la tarde, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA que iniciara una intervención en Chile para impedir que llegase al poder y se mantuviese en él, el presidente electo Salvador Allende. En ese encuentro en la Casa Blanca estaban presente Henry Kissinger, John Mitchell, fiscal general, y Richard Helms director de la CIA. Las órdenes fueron explícitas de promover un golpe de estado.

Kissinger se convirtió en el principal arquitecto de las políticas de desestabilización del gobierno de Allende.

“Allende fue elegido legítimamente, el primer gobierno marxista que ha llegado al poder a través de elecciones libres” señaló el propio Kissinger a Nixon en un memorando decisivo, de carácter confidencial/delicado, fechado el 5 de noviembre de 1970, explicando por qué Estados Unidos no podía permitir que tuviera éxito la pionera “vía pacífica” de Allende a favor del cambio. “Cuenta con legitimidad a los ojos de los chilenos y de la mayor parte del mundo; no hay nada que podamos hacer para negarle esa legitimidad o alegar que no la tiene”. Pero, si Allende generaba un ejemplo exitoso de gobernabilidad, “la propagación imitativa de fenómenos similares en todos lados”, argüía Kissinger “afectaría a su vez de manera significativa el equilibrio mundial y nuestra posición dentro de él”. El gobierno de la Unidad Popular de Allende representaba un peligro para Estado Unidos, advertía, porque “su efecto en tanto “modelo” puede resultar insidioso”. Ese modelo, pues, debía ser destruido”.

Los dos párrafos anteriores son básicamente del libro “Pinochet desclasificado. Los archivos secretos de Estado Unidos sobre Chile”, del escritor estadounidense Peter Kornbluh.

En 2003 el entonces Secretario de Estado de EEUU, Colin Powell ante una pregunta respecto a la validez moral de la intervención estadounidense en Chile decía:

“No es un capítulo de la historia de Estados Unidos del que estemos precisamente orgullosos”.

Sin embargo, esos capítulos no han dejado de seguir escribiéndose. El mismo Powell lo hizo con Irak, Afganistán y muchos otros países.

Dicen que existieron discrepancias entre los militares sobre la duración que debían mantenerse en el poder. Para algunos debía ser una medida que terminara con el gobierno de Allende y al cabo de un año se volviera a las elecciones; otros en cambio, entre ellos Pinochet, pensaban en un periodo más largo. La política de Nixon y Kissinger alentó un gobierno dictatorial y genocida por un largo tiempo como al final resultó. El propósito fue no solo acabar con toda la izquierda, sino tomar a Chile como campo de experimentación de las políticas de los Chicago Boys.

Pinochet, además, fue promotor del Plan Cóndor con el apoyo de los gobiernos gringos. El Plan proponía a las otras dictaduras genocidas del Cono Sur, eliminar a sus opositores en el exterior. Así fue como Pinochet personalmente ordenó el asesinato de Carlos Prats, exjefe del ejército chileno, en Buenos Aires y de Orlando Letelier, ex ministro de Allende en la misma capital de EEUU, Washington, dentro de los casos más sonados.

Actualmente no existe ninguna duda de la participación del gobierno de Estado Unidos en el derrocamiento de Salvador Allende.

La experiencia que queda es que la política de los gobiernos estadounidenses es de injerencia en los asuntos internos de los países, en especial de América Latina. La política exterior gringa es de irrespeto a la autodeterminación de los países, de la soberanía nacional, en gran o menor medida, de forma abierta o encubierta, pero siempre está presente.

Los gobiernos democráticos y las fuerzas de izquierda y democráticas deben considerar esta influencia por definición. Hasta dónde llegue depende de varias condiciones, pero siempre estará ahí. Alguna vez se le oyó decir a Kissinger: “Nosotros establecemos los límites de la diversidad”.

Antes de la medianoche del 16 de octubre de 1998, dos agentes de Scotland Yard penetraron una clínica privada, desarmaron a los guardaespaldas privados, impusieron 8 policías ante la puerta de la habitación y le leyeron una orden de Interpol de detención al convaleciente Augusto Pinochet. Después se le abrieron procesos judiciales por genocida, torturador y asesino. Una declaración forense de Demencia Senil, lo salvó de la cárcel.

La verdadera muerte de un presidente

Gabriel García Márquez*

A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad.

La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.

La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder.

Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.

Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás.

El periodista Augusto Olivares que resistió a su lado hasta el final, fue herido varias veces y murió desangrándose en la asistencia pública.

Hacia las cuatro de la tarde el general de división Javier Palacios, logró llegar hasta el segundo piso, con su ayudante el capitán Gallardo y un grupo de oficiales. Allí entre las falsas poltronas Luis XV y los floreros de Dragones Chinos y los cuadros de Rugendas del salón rojo, Salvador Allende los estaba esperando. Llevaba en la cabeza un casco de minero y estaba en mangas de camisa, sin corbata y con la ropa sucia de sangre. Tenía la metralleta en la mano.

Allende conocía al general Palacios. Pocos días antes le había dicho a Augusto Olivares que aquel era un hombre peligroso, que mantenía contactos estrechos con la Embajada de los EE.UU. Tan pronto como lo vio aparecer en la escalera, Allende le gritó: «¡Traidor!» y lo hirió en la mano.

Allende murió en un intercambio de disparos con esa patrulla. Luego todos los oficiales en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo. Por último un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil.

La foto existe: la hizo el fotógrafo Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, el único a quien se permitió retratar el cadáver. Estaba tan desfigurado, que la Sra. Hortencia Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no permitieron que le descubriera la cara.

Había cumplido 64 en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible.

Lo que piensa Allende sólo lo sabe Allende, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua, con esquela perfumadas y encuentros furtivos.

Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la voluntad de los partidos de la oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que el se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro.

El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo, que se quedó en nuestras vidas para siempre.

 

Publicado en varias fuentes, compartido con SURCOS por la doctora Carmen Camacho Rodríguez.

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