Una pedrada por Víctor Jara

Orlando Barrantes Cartín

Siempre he llevado en mi militancia de izquierda dos recuerdos o anécdotas relacionadas con el gran Víctor Jara.

La primera es de cuando con un grupo de estudiantes del Colegio de Golfito lo fuimos a ver tocar y cantar en aquel viejo cine de Neily. Inenarrable esa experiencia, rodeados de los curtidos obreros bananeros. Yo era presidente del gobierno estudiantil y coordinamos con la UTG nuestra presencia.

La otra fue cuando poco después protestamos contra el golpe de estado de Pinochet, frente a la embajada de Chile, que recuerdo estaba ubicada por el sector de San Pedro, pero no preciso exactamente el lugar. Víctor ya estaba preso en el Estadio Nacional de ese país.

En la marcha en San José éramos un grupo grande de muchachos de la UCR y algunos de nosotros militantes del FEP/MRP.

Vanesa Monge (QEPD) se colocó junto a mi cuando nos acercábamos caminando a la embajada. Tome, me dijo, y sacó dos buenas piedras del bolso que andaba. Acaté inmediatamente, no necesitaba instrucciones y me adelanté y me acerqué más a la embajada, que era de dos pisos con grandes ventanales.

Toda mi vida he venido recordando, como en cámara lenta, cuando tiré con mucha furia la primera de las dos piedras. La veo cuando alza vuelo y va de camino rauda y cuando quiebra los vidrios. Está muy nítido en mi memoria. Inmediatamente tiré la segunda piedra.

Durante dos o tres segundos los manifestantes no reaccionaron, pero muy rápido uno a uno todos los demás ventanales iban cayendo. Fue una protesta justa, y recuerdo que sentíamos que era lo mínimo que podíamos hacer contra un golpe de estado asesino, que tanto conmocionó al mundo, hasta hoy.

Cincuenta años después sigo lamentando que la solidaridad internacional no lograra rescatar a Víctor. Es un dolor profundo que nos sigue oprimiendo.

Es difícil ahora comprender por qué y cómo un grupito de muchachos de un colegio rural como el de Golfito nos identificamos tanto con Víctor. Teníamos una idea precisa de quién era, sin el menor atisbo de Internet y redes sociales, sin teléfonos celulares. La UTG y los compañeros del PVP y la Jota nos mantenían bien informados.

Cantábamos sus canciones con nuestras guitarras y así las transmitíamos de boca en boca. Te recuerdo Amanda luego fue como un himno, y no nos cansábamos pocos años después, ya en San José, de pedirle a José Acedo que la interpretara. Junto a Desalambrar y muchas otras se nos metió tanto dentro de nuestro ser que hoy en día se nos hace difícil terminar de cantarlas, porque nos gana la nostalgia y el dolor.

Con cada lucha que dimos cantábamos las canciones de Víctor, en las calles de Golfito en las tres huelgas pidiendo recursos para el colegio, en las montañas en solidaridad con los dirigentes campesinos hermanos Barroso, en lo profundo de los bananales del sur, la práctica de la lucha estudiantil, obrera y campesina con las canciones se convirtió en una escuela inolvidable. Práctica y teoría.

Los 44 balazos de alto calibre con que la turba milica chilena cobarde asesinó en el estadio a Víctor Jara, jamás será redimida con la condena reciente a 25 años de cárcel de esos siete cobardes soldados. Uno de ellos se suicidó.

Pero nos conforta un poco saber que 50 años después de la tragedia a Víctor Jara se le recuerda. Y así será a través de cada lucha que demos, pequeña o grande. Por eso seguimos diciendo:

¡A DESALAMBRAR!

¡VÍCTOR PRESENTE!

¡NI UN PASO ATRÁS!!