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Etiqueta: china

Sobre geopolítica mundial en el Siglo XXI y la profecía de George Orwell

MBA Lic. Luis Gilberto Martínez Sandoval, UTN.

Luis G. Martínez Sandoval
MBA Lic. Bach. Luis G Martínez Sandoval
Académico Universitario Titular
Carreras Comercio Exterior, Administración Aduanera
Sede Central UTN
www.utn.ac.cr
Especialista en Relaciones Económicas y Políticas Internacionales,
MBA Administrador de Empresas énfasis Mercados Globales y Negocios Internacionales.
Ex Funcionario Banco Mundial IFC – Ecuador- y, América Latina,
Escritor, Científico Social

Hace algunos días finalice la reelectura de la novela 1984 de George Orwell cuyo nombre real es Eric Arthur Blair. Una obra distópica, dado que se crea una sociedad imaginaria bajo un poder totalitario o una ideología determinada. Hoy 2025, la novela 1984 parece una profecía apocalíptica por cumplirse.

El Gran Hermano (ESTADO) nos vigila La Policía del Pensamiento controla todo. El Ministerio de la Verdad (MIVER) se guía por tres consignas del Partido: LA GUERRA ES LA PAZ. LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD. LA IGNORANCIA ES LA FUERZA. El sistema gubernamental lo conforman: el Ministerio de la Verdad –noticias, espectáculos, educación y las bellas artes- el Ministerio de la Paz – para asuntos de guerra-. El Ministerio del Amor – encargado de mantener la ley y el orden-. Y el Ministerio de la Abundancia – asuntos económicos-. Unicamente 4 ministerios: MINIVER, MINIPAX, MINIAMOR, MININDANCIA. El Ministerio del Amor era el terrorífico. La tecnología todo lo vigila todo. Nada ers ilegal porque ya que no existían leyes. El Departamento de Registro, el Departamento de Novela, la Liga Juvenil Antisex todos son espías o agentes de la Policía del Pensamiento. El enemigo del pueblo eran los contrarrevolucionarios que se oponian al Gran Hermano y los traidores que manchaban la pureza del Partido Unico. El enemigo del pueblo era quien insultaba o acusaba al Partido que ejercía la dictadura. Eran enemigos del pueblo los que abogaban por: libertad de palabra, libertad de prensa, libertad de reunión, libertad de pensamiento, los que gritaban la revolución a sido traicionada. Eran el blanco de todos los odios. El ejercito actuaba en la sombra, una subterránea red de conspiradores que se proponían derribar al Estado. La organización se llamaba la Hermandad.

1984 describe una sociedad guiada por el extasis del miedo y venganza, deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, de odio…El Gran Hermano y su procedimiento de autohipnosis para ahogar la conciencia colectiva. Hacer lo mismo que hicieran los demás era natural. Las mentes y los pensamientos debian estar abiertos no ocultos.La Hermandad eran los enemigos del Partido, existía o era un mito -nadie lo sabía- y su consigna: ABAJO EL GRAN HERMANO. ABAJO EL GRAN HERMANO. ABAJO EL GRAN HERMANO. ABAJO EL GRAN HERMANO. Eso simboliza el Partido Unico Totalitario Dictadura Terror. Que te descubrieran pensando seria CRIMENTAL. Las detenciones nocturnas. La gente desaparecia sencillamente y siempre durante la noche. En nombre desaparecia de los registros, se borraba de todas partes toda referencia y su paso por la vida quedaba totalmente anulado como si jamás hubiera existido. Se vive como ratón asustado. “Es la dicotomía entre la psiquis del inidividuo y la violencia que se crea al someterse a los mandatos del gobierno totalitario” El Gran Hermano te vigila. De la Policia del Pensamiento, dependía la estabilidad del Partido. Y ellos eliminaban a los traidores y criminales mentales. Cualquier indicio de herejía descubierto por los Espias que eran todos y todas era considerado una rebeldía contra la disciplina del Partido. Habia que adorar al Partido y el Gran Hermano. El INGSOC se guiaba por principios sagrados: neolengua, doblepensar, mutabilidad del pasado. Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro del cráneo. Cenizas. Vaporización. La herencia humana no se continuaba por que uno se hiciera oír sino por el hecho de permanecer cuerdo. Conceptos: Crimental (el crimen de la mente) no implica la muerte; el crimental es la muerte misma. Uno se reconoce ya a sí mismo muerto. Purgas. Miedo. Odio. Dolor físico. Todo se desvanecía. La Bomba atómica armas de destrucción masiva.

Solo existirán tres potencias resalta la novela 1984: EURASIA, ASIA ORIENTAL y, OCEANÍA el Estado totalitario intercontinental. Mas los territorios en disputa.

Oceanía estaba en guerra con Eurasia y era aliada de Asia Oriental. “El que controla el pasado, decía el slogan del Partido, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”.

Las tres superpotencias emergen de la guerra nuclear y de disoluciones civiles.

Tres superestados. OCEANÍA surge de la absorción del Imperio Británico por parte de Estados Unidos y su geografía comprende toda América, toda Oceanía, las Islas Británicas, Islandia y el archipielago britanico, las islas del Atlántico y el sur de África. EURASIA lo conforman toda Europa y casi toda Asia desde Portugal hasta el estrecho de Bering. ASIA ORIENTAL, el más pequeño y más joven de los superestados, lo conforman China, Indochina, Japón, Mongolia, Tíbet y en general, el Sudeste Asiático. Los tres son SUPERESTADOS.

Las fronteras fluctuantes que durante la guerra se dividen y cambian de control de un estado a otro son principalmente el Polo Sur y una especie de cuadrilátero que se extiende entre Tánger (Marruecos), Brazzaville (República del Congo), Darwin (Australia) y Hong Kong (China) que abarca Asia Central (norte de Mongolia y Tíbet), el África Central, Medio Oriente, sur de India e Indonesia cuya población ha sido convertida en esclavos.

La guerra entre las superpotencias se describe como sangrienta y las violaciones, masacres, saqueos, infanticidio así como ejecuciones tortuosas y brutales de prisioneros son comunes, pero ningún estado puede ganarle al otro. Y por lo general la guerra acontece en la frontera fluctuante, pero salvo por esporádicos bombardeos, la guerra jamás toca los centros de civilizacion y las fronteras bien definidas.

Los tres estados se encuentran en un estado constante de guerra, aunque usualmente dos se alían contra otro por un cierto lapso de tiempo, hasta que el aliado se confía, se forman bases militares en las fronteras y entonces lo traicionan, tras lo cual se alían con el antiguo enemigo. Debido a que su poderío es equivalente ningún estado puede ganar la guerra que se vuelve eterna, aunque la prensa controlada por el gobierno frecuentemente anuncia numerosas victorias. La guerra es el principal motor de la economía y permite el desarrollo de la industria así como justificar el control y la violación de los derechos dentro de sus propias fronteras, razón por la cual resultaría inadecuado para los gobernantes de todos los países que terminara.

Asimismo, ninguno de los estados tendría las posibilidades de derrotar o invadir. La xenofobia fomentada por el Estado es común, así por ejemplo los ciudadanos de OCEANÍA se les enseña a odiar a las poblaciones del país enemigo e incluso se ve con recelo a las del país aliado. Todos los ciudadanos tienen prohibido aprender lenguas extranjeras o interactuar de cualquier forma con extranjeros, especialmente para evitar que descubran que en el fondo son todos iguales.

Cada uno de los estados realiza una fuerte carrera armamentista (que es la única función útil que tiene la ciencia en esos momentos) la cual busca crear armas de destrucción masiva, armas biológicas, armas químicas, etc. así como almacenar más y más bombas atómicas con laboratorios ubicados en las selvas de Brasil, los desiertos de Australia y Mongolia. O en los polos norte y sur. Y los oceános.

LA GUERRA ES LA PAZ. Tres bloques de poder global se conforman: EURASIA guiada por el neobolchevismo que estan enfreantados a OCEANÍA y en ESTASIA un término chino que se traduce como «culto por la muerte» o «desaparición del yo», aunque los tres estados condenaban la ideología de sus rivales como aberraciones. Los tres superestados tienen sistemas políticos virtualmente idénticos y represivos donde la población es controlada hasta en sus más íntimos momentos y desaparece cualquier noción de libertad personal y con un líder semidivino y absoluto. ESTASIA O ASIA ORIENTAL, es el más pequeño y más joven de los superestados mundiales, lo conforman China, Indochina, Japón, Mongolia, Tíbet y en general, el Sudeste Asiático. La ideología dominante en Estasia esta guiada por los Nacionalistas Comunistas que enfatizaban la idea de sacrificar la vida por un bien mayor y éste era un tema recurrente en la propaganda. La guerra puede ser también ficticia o falsa. Por ejemplo, Londres es bombardeado por el propio gobierno para mantener el clima bélico y reforzar su control. Ello nos recuerda las Torres Gemelas en EUA y la invasión de Irak, Afganistán otras regiones. Esta novela se publicó en 1949, décadas después durante la Guerra Fría y las predicciones de Orwell parecían coincidir simbólicamente con la efectiva división de la Tierra: EUA, URSS, CHINA. Tras el fin de la Guerra Fría -1989- dichos paralelismos han aumentado. El mundo ahora ha entrado en un nuevo conflicto (conocido como nueva Guerra Fria o la Segunda Guerra Fria) La disputa por zonas de influencia geoconómicas por tres superpotencias nucleares: ESTADOS UNIDOS, RUSIA Y CHINA, cuyas áreas de influencia son bastantes similares a las de las ficticias OCEANÍA, EURASIA Y EASTASIA.

LA GUERRA ES LA PAZ.

LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD.

LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Las visas de un imperio, y la obsecuencia de un gobierno vasallo

Alberto Salom Echeverría

Introducción

La investigación llevada a cabo por periodistas costarricenses de diferentes medios de comunicación no hizo más que poner en evidencia que, la actuación represiva del gobierno de los EE. UU ha estado inextricablemente ligada a un gobierno que ha dejado ver su actitud de vasallaje y sumisión con respecto a la imperial administración del “Norte revuelto y brutal”, como llamó José Martí al gobierno de los Estados Unidos, en carta dirigida a Manuel Mercado, hace ya más de un siglo. En estos días, los calificativos empleados por Martí contra los Estados Unidos a finales del siglo XIX no pueden resultar más precisos, aunque las circunstancias sean muy diferentes. (Cfr. “Carta de José Martí a Manuel Mercado”. Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895).

Hoy, decidí retomar el tema porque a las primeras revocatorias de las visas estadounidenses, se han sumado importantes declaraciones de la señora Ana Sofía Machuca Flores, jefa de la Auditoría del ICE, en diferentes medios de comunicación tanto radiales como escritos y, al menos un nuevo retiro de visa, esta vez al diputado Francisco Nicolás (PLN, provincia de Puntarenas).

Tanto las declaraciones de la auditora general del ICE, como el retiro de la visa estadounidense al diputado Francisco Nicolás y sus posteriores comparecencias en la prensa han contribuido a esclarecer todavía más la gravedad de los hechos.

Declaraciones de la Auditora del ICE

La señora Machuca Flores en su calidad de auditora general del ICE, dejó meridianamente claro en el programa de los periodistas Vilma Ibarra y Boris Martínez, el martes 5 de marzo que, su trabajo durante la actual administración ha debido desarrollarlo junto al personal de la oficina en medio de “grandes presiones” por parte del gobierno y de entes externos. Si esto es así, constituye -dijo la auditora del ICE- “una corrupción estratégica para mover grandes intereses” (Cfr. léase, además, el artículo de la periodista Irene Rodríguez S. en el periódico La Nación del pasado martes 5 de marzo, 2025. Pp.9)

Adicionalmente, la auditora de la institución remarcó ante Vilma Ibarra y Borias Martínez que, en un ambiente de caos, siempre hay un grupo particular que gana. La corrupción -martilló- sobrepasa límites y fronteras de nuestro país. Esta afirmación no significa otra cosa más que, estamos en presencia de una arremetida contra la soberanía del ICE, atentatoria de la independencia que por imperativo legal le corresponde la auditoría general del ICE, y, claramente, violatoria de la soberanía del Estado costarricense, por tratarse de intereses que “sobrepasan límites y fronteras de nuestro país”, dijo la señora Machuca Flores. Esos intereses -agregó- no son los de nuestro pueblo, sino que son ajenos a los que deberían primar para la sociedad costarricense. Ya para entonces se sabía que, el gobierno de los Estados Unidos había también revocado la visa al diputado Nicolás.

Con ello se demuestra -señaló Machuca- que media en el país una intencionalidad de acallar voces por el hecho de que discrepen del gobierno de Chaves Robles. En el tema de la implementación de la tecnología 5G o de cualquier otra decisión estratégica, el ICE goza de autonomía e independencia en sus decisiones.

Por tanto, es grave, que se le haya retirado la visa a diputados y a la auditora general del ICE y otros funcionarios, porque ello no hace sino reflejar la connivencia o complicidad que está habiendo entre el gobierno de Chaves y la reciente administración de Trump, por medio del secretario de Estado Marco Rubio, actuando en calidad de “Procónsul” con poderes en la práctica plenipotenciarios.

El retiro de la visa al legislador Francisco Nicolás

Las declaraciones del diputado de Liberación Nacional por la provincia de Puntarenas son claramente consonantes con la tesis que hemos sustentado aquí. Baste con tener en cuenta las declaraciones brindadas por el diputado Nicolás a los periodistas Aarón Sequeira y Lucía Astorga, cuando afirmó: “Es difícil no pensar que esta decisión pudo haberse visto influenciada por alguna solicitud de la administración Chaves Robles [ya que…] a toda costa ha buscado silenciar a quienes pensamos diferente a ellos”. (Cfr. periodistas Sequeira, A. y Astorga, L. “Legislador Francisco Nicolás tampoco podrá ingresar a EE. UU.”).

Recordemos que en el caso de las diputadas Cynthia Córdoba y Johana Obando, pertenecientes al partido Liberal Progresista, la visa de Estados Unidos les fue retirada por habérseles acusado por parte del gobierno Chaves Robles de que ambas buscaban favorecer a empresas de China en la participación de la licitación de tecnologías 5G. Estas acusaciones no han sido demostradas, más allá de relaciones que las señoras diputadas mantuvieron con la empresa Huawei.

Conclusión

1. El gobierno de Trump adviene con la abierta intención de controlar territorios estratégicos, en el continente americano, como es el caso de Groenlandia que nunca le ha pertenecido, Canadá que es otro país con su propia historia, identidad y legislación. Aunque también apunta al estratégico canal de Panamá, adonde claramente ha perdido terreno, por lo que amenaza con asaltarlo; parte de su objetivo es desplazar a China que se ha fortalecido en esta zona estratégica. El secretario de Estado, Marco Rubio tampoco quiere que el “Traspatio” Centroamericano quede fuera de su férreo control de otrora. Por eso vino a Costa Rica (país limítrofe de Panamá), donde le fue fácil doblegar a la dócil administración de Chaves Robles, congraciándose con él y empleando en cambio el látigo para rescindirle las visas a diputados adversarios del gobierno y amigos de empresas chinas. De igual manera se procedió contra otros funcionarios públicos que, como la auditora general del ICE, por cumplir con su deber de proteger los bienes públicos, han debido enfrentar a un gobierno privatizador y a empresas de Estados Unidos y de la misma China. Empresas de ambas potencias que, en su afán por obtener avanzadillas respecto de la tecnología 5G en territorio costarricense, se han enfrentado a la legalidad y han luchado por transgredir autonomías institucionales y violentar la soberanía de la Nación.

2. El gobierno de Chaves parece que se reanima, ante la perspectiva de contar con el vecino del Norte; en cambio, da un paso al costado en su amistad con China, de la que hará unos dos años, no más, habló maravillas afirmando que juntos podrían contribuir a apuntalar la paz en todo el mundo, como si le importara. Otro cambio del camaleón como tantos otros a los que nos tiene acostumbrados. Que se le escabulle la máscara del jaguar, se le escabulle, y quedará al descubierto ante toda la ciudadanía, ya para toda la vida. ¿A cambio de qué? ¿Estados Unidos necesita a Costa Rica en calidad de aliado? Tan solo para usarla y Chaves lo sabe, lo presiente, mas no le importa si pudiera obtener, aunque fueran “migajas”; de por sí, pensará Chaves, en la situación en la que está cayendo el gobierno, algo es algo, o, dicho de otra manera: “Piorr es nada”, como dicen en el terruño. Las “migajas del imperio” son las “migajas del imperio”; que se les quite, por ejemplo, la visa a algunos diputados incómodos o no, pero adversarios del gobierno, por ahora, es un buen indicio, “un buen negocio” se le pudo haber salido decir al camaleón, ya que todo lo piensa en términos monetarios. Pero ¿…y China, en la de menos le daba más al camaleón? De fijo, habrá pensado Chaves con cierta astucia que todavía le queda, “más vale malo conocido que bueno por conocer” o también “más vale pájaro en mano que cien volando” pensaría asimismo el presi con un poco más de optimismo.

3. Estaba por fin un poco más contento el “camaleón” con sus dichos habituales, al fin y al cabo, con ellos se granjeó un cierto prestigio entre “las masas” costarricenses de ser un artista dicharachero. Al menos eso creía él. Por otra parte, la relación con la Asamblea Legislativa no puede estar peor. Pero ¿…y la visa de la Auditora Machuca Flores, auditora del ICE, nada menos? ¿No le habrá quitado muchos puntos con la masa, por tratarse del ICE? A lo que es bien probable que se dijera a sí mismo, inventándose esta vez un nuevo chascarrillo, para que le sirviera de consuelo, “La visa de Machuca bien vale una misa”, como quien dice: “una misa más, por una visa menos”. El presi en sus delirios de grandeza tal vez pensó que su chascarrillo podía bien compararse con aquel apócrifo refrán, pero que se le atribuye a Enrique IV de Francia que reza “París bien vale una misa”; o sea, en esa ficción pusieron al Rey a pensar: “mejor cambio de credo, si eso me permite gobernar Francia con mayor estabilidad”. Entonces por aquí el presi de seguro se aferró a su dicho, no solo porque se comparó con Enrique IV -llegó a sentirse Rey, al fin Rey- sino porque mediante su ocurrencia hasta debe haber creído que, podía seguir “gobernando” (más bien mandando) al terruño con estabilidad. Tal vez hasta el propio secretario de Estado Marco Rubio, lo acreditó como un gobernante con “buen juego de piernas”, y ¿por qué no? hasta se lo llegaría a contar al mismo Trump. AHH, se sintió grande otra vez.

4. Sin duda alguna, una nueva “bestia” nos acecha, el “monstruo estadounidense”, del que habló José Martí cuando dijo: “Viví en el Monstruo y le conozco las entrañas y mi honda es la de David”. Los Estados Unidos es un gran país, con pensadores, escritores, artistas, deportistas y un pueblo en general de primer orden; pero, su gobierno es imperial, y, su ejército es sin duda el más invasor de cuantos imperios han existido sobre la faz de la tierra. Aquí se sabrá de qué envergadura están hechos los líderes latinoamericanos y de todos los pueblos del mundo. Lo aconsejable es no enfrentar solos este reto colosal, sino buscar la unidad de los latinoamericanos y de todos los pueblos del mundo, por una paz duradera, por la justicia, por un mundo multilateral, del que se destierren para siempre las guerras, y donde las naciones se gobiernen nunca en sumisión, sino conforme a la sostenibilidad y sustentabilidad, para enfrentar con éxito los flagelos del calentamiento global y el cambio climático.

Compartido con SURCOS por el autor.

El retorno tardío y feroz de Estados Unidos a la política industrial

René Mauricio Valdez
PhD en Ciencias Políticas graduado de la Universidad de Toronto, Canadá
renemauriciov@gmail.com; https://renemauriciovaldez.com; @rmvaldesz
Marzo 5, 2025

Así que, ¿cuál es la resolución? Bueno, la resolución es
bastante obvia –tenemos que hacer ciertos bienes aquí
en Estados Unidos
.
J. Ferry, Coalición por una América Próspera

Una de las consecuencias más sorprendentes de la globalización neoliberal que se emprendió a partir de los años 80, fue el surgimiento de China como gran potencia económica mundial. La casi total desregulación productiva, financiera y comercial que Estados Unidos impulsó en las economías desarrolladas de Occidente y en muchas otras partes del mundo, propició que los capitalistas desmontaran sus capacidades productivas y las instalaran, vendieran o subcontrataran –libre y alegremente– en Asia y sobre todo en China, en donde producir y comercializar a escala global era ahora posible y mucho más rentable gracias al ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC).

También se desplazaron a otras regiones, como México y Canadá, pero Asia fue de lejos el principal destino de los inversionistas, quienes en este sentido simplemente siguieron en masa la “lógica del mercado”. Como consecuencia, la economía mundial experimentó lo que algunos llaman un “giro asiático” y otros un “shock chino”. Su centro de gravedad se trasladó de Occidente a la vasta región indo-pacífica.

El ingreso de China a la OMC en el 2001 fue promovido por el gobierno de Estados Unidos porque pensaban que abriría ese vastísimo mercado a sus financistas y productos, y propiciaría una evolución política de tipo occidental en el gigante asiático. Dos décadas más tarde, los resultados que se observan distan mucho de lo que tenían en mente.i

Hasta hace poco tiempo los debates enfocados en los efectos contraproducentes para Estados Unidos de sus propias políticas recibían escasa atención en los círculos de poder y en el “mainstream” mediático y académico de ese país. El nacionalismo los llevaba a rechazar cualquier evidencia de deterioro nacional o internacional –más aún si el problema se atribuía a torpezas propias, a estarse tirando balazos en sus propios pies. También, la fuerte penetración del neoliberalismo los hacía defender a pie juntillas y con los ojos cerrados que la mejor política económica era, sencillamente, dejar que el mercado funcionara.

Sin interferencias, se decía, el libre mercado promovería una asignación racional de los recursos, despolitizaría la economía y generaría crecimiento. Toda sugerencia de aplicar políticas para “gobernar al mercado” (al estilo japonés, por ejemplo) era descartada de tajo porque seguramente produciría decisiones subóptimas.

Esa era la visión económica –remarco– que dominaba hasta hace poco. Not any more. En las más altas esferas del país se ha instalado con notable urgencia la necesidad de que haya una activa intervención del estado en sectores de la economía considerados estratégicos. Sobre todo, se subraya la necesidad de que haya política industrial, es decir, un apoyo deliberado del gobierno a las industrias: un conjunto de medidas de política fiscal, monetaria y crediticia, comercial y de fomento que permita que Estados Unidos recupere y defienda su planta industrial particularmente en sectores de punta que están llamados a tener efectos virtuosos en toda la economía (por ejemplo: semiconductores avanzados, software, robótica e inteligencia artificial, biotecnología, teléfonos inteligentes, cámaras digitales, pantallas de alta definición, motores para la industria aeronáutica).

Estas son las líneas básicas de una política industrial “nacionalista” que ha tomado forma durante las recién pasadas administraciones republicanas y demócratas. La Administración Biden retuvo tarifas arancelarias impuestas durante el primer gobierno de Trump e introdujo el primer gran paquete de política industrial en muchos años, compuesto por cuatro ambiciosos proyectos de ley y sus presupuestos: las leyes sobre el Plan de Rescate Estadounidense (ARP), sobre Inversión en Infraestructura y Empleos (IIJA), sobre Creación de Incentivos Útiles para Producir Semiconductores (CHIPS) y sobre Reducción de la Inflación (IRA).

El nacionalismo industrial estadounidense adquirirá mucha mayor fuerza durante la segunda Administración Trump, aunque seguramente serán degradadas las medidas que contemplaba el paquete de Biden para propiciar equidad social y reducir emisiones de gases de efecto invernadero.



Un libro publicado recientemente por la Universidad de Cambridge proporciona un ejemplo paradigmático de este nuevo consenso. Su título podría traducirse así: Política industrial para Estados Unidos: ganar la competencia por trabajos de calidad e industrias de alto valor.ii

Está escrito por Marc Fasteau e Ian Fletcher, dos economistas y empresarios vinculados a la Coalición por una América Próspera, una organización que se auto presenta como bipartidista y representante exclusivamente de productores y trabajadores de industrias estadounidenses.

Las más de 800 páginas de este volumen recorren tópicos de gran actualidad. Si bien la obra está pensada desde y para Estados Unidos, ofrece una didáctica sistematización de la temática y del abanico de medidas que podría adoptar la Administración Trump, por lo que será útil para analistas y tomadores de decisiones en otras latitudes.

Los autores documentan la desindustrialización y pérdida de competitividad del país en diversos sectores. Más importante, dejan pocas dudas en cuanto a que ambas son el producto de lo que llaman “negligencia” (neglect). Su argumento es simple: por demasiado tiempo en Estados Unidos prevaleció una creencia firme e imperturbable en una visión económica neoliberal que en los hechos ya no le sirve. Gobiernos demócratas y republicanos mantuvieron una prolongada inactividad en materia de política industrial de lo que competidores y adversarios sacaron ventaja. Una excepción a esta “ceguera inducida por la teoría” (como la llamó Daniel Kahneman, premio en ciencias económicas de la Fundación Nobel), fueron las fuertes restricciones comerciales impuestas a Japón en los años 80 (“restricciones voluntarias a la exportación” las llamaron), las que lograron darle oxígeno a la industria automotriz estadounidense, pero no lograron revertir el déficit comercial con Japón.

El libro discute las causas por las que el libre comercio y el neoliberalismo ya no funcionan para Estados Unidos. Examina cómo y por qué una sólida política industrial fue clave para el país en épocas pasadas. Argumenta que a mediados de los años 70 el país “mal interpretó” sus crecientes problemas económicos y “en lugar de volver a sólidas políticas comerciales e industriales, escogió cada vez con más determinación estrategias extremas de libre mercado”.

Examina casos exitosos y no exitosos de política industrial en el mundo –Japón, Alemania, Corea del Sur y China entre los primeros, Argentina entre los segundos. Lo hace para aprender de sus logros y fracasos, entender cómo es que compiten con Estados Unidos y contrarrestar sus estrategias.

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El grueso del libro presenta un conjunto de medidas que Estados Unidos debe adoptar perentoriamente. “Lo que América necesita”, según Fasteau y Fletcher, es una política industrial que descanse en tres pilares:

1) apoyo decidido del gobierno a la innovación, a la comercialización de las innovaciones y a la retención en Estados Unidos de “industrias ventajosas”;

2) diseño e implementación de políticas comerciales para apoyar y, cuando sea necesario, proteger a estas industrias de las importaciones y para presionar a gobiernos extranjeros para que reduzcan los obstáculos a sus exportaciones;

3) gestión del tipo de cambio que promueva el equilibrio comercial y que contrarreste los esfuerzos de otros países para manipular su moneda con el fin de que sus productos sean más baratos en Estados Unidos y los de Estados Unidos sean más caros en esos países.

Estos pilares se deben traducir en:

  1. programas para apoyar a las industrias en la creación y comercialización de innovaciones;

  2. controles sobre los flujos internacionales de capital para bajar el valor del dólar de modo que se genere un promedio de superávits y déficits comerciales cercano a cero;

  3. tarifas arancelarias o cuotas para proteger industrias de alto valor económico –las “manufacturas avanzadas”;

  4. aranceles o cuotas para proteger industrias importantes por razones militares o de salud pública, o porque son “cuellos de botella” (chokepoints) para la economía, como los semiconductores;

  5. políticas para negar a adversarios económicos o geopolíticos el acceso a tecnologías clave desarrolladas por Estados Unidos o sus aliados.

Los autores detallan un tool kit o caja de herramientas que comprende nociones que tal vez resulten conocidas al público lector, tales como: sustitución de importaciones, protección de industrias incipientes, reglas de contenido local, aranceles diferenciados, zonas especiales de exportación, reorientación del crédito, subsidios a la exportación.

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  • Es probable que el tool kit de Fasteau y Fletcher parezca conocido no sólo porque ya forma parte del vocabulario del gobierno estadounidense, sino también por su semejanza con lo que proponían los economistas del desarrollo y la CEPAL en los años 50, 60 y 70 a los países de América Latina y el Caribe: medidas de fomento y protección de industrias y mercados incipientes que en su momento fueron objetadas por Washington por ser contrarias al libre mercado. El giro en materia de política económica en Estados Unidos es muy llamativo y diciente sobre el estado del sector industrial en el país.

Se trata de un plan sumamente ambicioso, como no podría ser de otro modo ya que se intenta no sólo recuperar algunos sectores, sino revertir la desindustrialización del país. El objetivo es económico y político. Se parte de que Estados Unidos no puede ser una superpotencia militar si no es una superpotencia industrial.

Es aún muy temprano para evaluar la agenda reindustrializadora de Estados Unidos –su “implementabilidad” y su capacidad para producir los resultados que busca. No sabemos si el gobierno de Trump adoptará en su totalidad una agenda tan comprensiva y “dirigista” como la de Fasteau y Fletcher, o si, incluso, la radicalizará. Lo que sí se puede asegurar es que se trata de una agenda disruptiva cuya implementación (incluso si se focalizara en la palabra favorita de Trump: aranceles) generará mucha más turbulencia de la que ya existe en Estados Unidos y en el mundo.

Estados Unidos se durmió en sus laureles. Acogió confiadamente las ideas de Francis Fukuyama quien en 1992 –dos años después de la implosión de la URSS y el Bloque Socialista, y nueve antes del ingreso de China a la OMC— anunció que la historia de la humanidad había llegado a su fin conceptual y real, que había culminado su “pronunciada tendencia secular en una dirección democrática”. Mientras el resto del mundo debía seguir sudando la camiseta para superar sus primitivos predicamentos, las democracias liberales avanzadas y en especial Estados Unidos podían ahora dedicarse a disfrutar los beneficios de encontrase en el vértice superior de la pirámide de necesidades de Maslow. Eso sí, Fukuyama advirtió el riesgo de que los ciudadanos de las democracias liberales avanzadas “nos convirtamos en … hombres seguros y ensimismados, desprovistos del esfuerzo timótico por alcanzar metas más elevadas en nuestra búsqueda de comodidades privadas”.i

La actual situación de Estados Unidos me recuerda a la de un soldado que, si bien posee buen equipamiento militar, actúa en forma tardía y desde una posición muy comprometida en el terreno. Su reacción reindustrializadora ha tomado demasiado tiempo en materializarse y ahora intenta trastocar cadenas productivas que han echado raíces y floraciones a lo largo de muchas décadas en todo el mundo. Es fácil comprobar que hoy en día en los hogares y en los negocios en Estados Unidos prácticamente todos los bienes duraderos y no duraderos son manufacturados en Asia (una excepción notable son las armas).

En el resto del mundo la situación es muy similar. El Reporte Draghi de septiembre de 2024, auspiciado por el ex primer ministro italiano y ex presidente del Banco Central Europeo, presenta lineamientos para una política industrial que reduzca la excesiva dependencia de Europa de manufacturas e insumos procedentes del exterior, especialmente de China. En América Latina, el gigante asiático es desde hace décadas el principal destino de las exportaciones y el principal origen de las importaciones y la inversión extranjera. En África ya es el principal socio comercial y el principal acreedor.

Revertir este estado de cosas no será fácil desde ningún punto de vista e intentarlo reportará trastornos a productores, consumidores e inversionistas a escala planetaria. Para los estadounidenses acarreará inflación y escasez, una menor oferta de bienes y servicios y la necesidad de consumir productos de menor calidad y/o mayor precio hechos en Estados Unidos (por ejemplo, automóviles), como parte de un sacrificio patriótico por un bien mayor que está en el horizonte. El público, no obstante, también espera que Trump dé resultados en el corto plazo en el control de la inflación –lo que va a entrar en conflicto con las medidas para reducir importaciones.

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La nueva política industrial nacionalista es la médula de una “suite” más amplia de medidas que conforman el perfil con que Trump se presenta ante el mundo: un perfil retributivo, como él mismo lo llama –vengativo se podría decir– en contra de enemigos internos y externos a quienes se intenta “dar su merecido” por razones personales y por supuestamente haberse aprovechado del país y haber contribuido a su decadencia.

Hacia el interior del país, busca erradicar al “estado profundo” debilitando o eliminando prácticas e instituciones concebidas para que haya balances y equidad en el sistema político y emprendiendo despidos masivos en el gobierno federal, todo mediante decisiones del Ejecutivo que exceden sus competencias legales, configuran una crisis constitucional y anuncian un mar de apelaciones y protestas incluso entre su base, y un posible deterioro en los servicios y bienes públicos.

Hacia el exterior, la suite de medidas se decanta como una agenda revisionista que desconoce el orden jurídico y las alianzas que el mismo Estados Unidos promovió, objeta toda ayuda internacional que no sirva a las prioridades inmediatas del actual gobierno, e incluye despropósitos como recuperar el Canal de Panamá, anexar a Canadá y Groenlandia, y convertir a la martirizada Gaza en un lugar de veraneo.

Todo esto en un contexto de deportaciones masivas de migrantes indocumentados que en el corto y mediano plazos tendrán efectos contractivos en una economía que se ha acostumbrado a ellos –en especial la agricultura y los servicios. También tendrá efectos perversos en el país y a escala planetaria el bloqueo a las políticas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Lejos de ser técnica, la nueva política industrial surge como un arma que se usará punitivamente por causas económicas y extraeconómicas en contra de países diversos, incluyendo aliados cercanos como Canadá, Japón, Corea del Sur o la Unión Europea, economías desarrolladas que seguramente no permanecerán inermes ante las medidas de Washington. En lugar de procurarle amigos, ocasionará que la potencia resienta o pierda aliados. El caso de Canadá es emblemático, pero no el único.

La situación al interior de la alianza occidental transatlántica se volverá mucho más espinosa –por decir lo menos– a raíz de la política de Trump en Ucrania, la que se muestra alineada con el Kremlin y deja a la intemperie no sólo a Ucrania y a los aliados europeos, sino también a amplios segmentos del público estadounidense, civiles y militares.

Friedrich Mertz, el nuevo canciller de una Alemania dividida y en recesión ha declarado que su “prioridad absoluta será fortalecer Europa tan pronto como sea posible de manera que, paso a paso, podamos en verdad independizarnos de Estados Unidos”. Después de la emboscada que Trump y Vance le tendieron a Zelensky en la Casa Blanca el 28 de febrero, políticos, periodistas y diplomáticos europeos declararon que el tiempo histórico se había acelerado. El cambio que se viene en la alianza occidental es tectónico, sin precedentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos enfrenta su desindustrialización y el giro asiático mundial no sólo tardíamente, sino también desde una posición sumamente desventajosa. Las probabilidades de que salga bien no son halagadoras en el mediano y largo plazos. Exhibe un enorme déficit comercial, tiene una bajísima tasa de ahorro, el gobierno está endeudado hasta la coronilla (US$ 36 trillones), su credibilidad política y su soft power están en su nivel más bajo, su población y su sistema político están polarizados al punto que algunos piensan que el país se encamina a una nueva guerra civil, regularmente enfrenta crisis por no poder financiar al gobierno federal, su poderío militar está sobre extendido en las cuatro esquinas del mundo. La lista podría alargarse.

Jimmy Carter alguna vez dijo que el retraso de Estados Unidos con respecto a China se debía a las múltiples guerras en que Estados Unidos se había involucrado. Mientras Estados Unidos gastaba billones en guerras que no sólo no lograron sus objetivos, sino que agravaron el caos internacional, China invertía en tecnología e infraestructura, en su población y en su ejército, y ofrecía donaciones y préstamos a diestra y siniestra.

En el presente y en el futuro previsible Estados Unidos no tiene la capacidad económica para ofrecer al mundo algo comparable a lo que ofrece China. Es posible, incluso, que no le interese tenerla y que se sienta cómodo con un “retiro del mundo”. En cualquier caso, frente a los desafíos internacionales tiene pocas cartas que poner sobre la mesa que no sean distribuir aranceles punitivos, manipular ayudas y usar su poderío militar –lo que desde luego no es menor. Para promover sus intereses, hoy más que nunca debe acudir al bullying.

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Quizás sea por ese saco de anzuelos sin fondo, por esa maraña indisoluble de constreñimientos y enredos largamente sedimentados, que Trump se muestre interesado no tanto en reformar lo que existe sino en dinamitarlo. “¡Fuera máscaras!” parece decirnos, “¡el tiempo de las delicadezas diplomáticas y las formalidades ha caducado!” Sus instintos inmobiliarios parecen haberlo convencido de que ante una edificación tan antigua y deteriorada lo mejor es derrumbarla. Si esa fuera la intención, esperemos que cuente con explosivistas y otro personal calificado creíblemente en demolición y reconstrucción de sociedades.i Esperemos que no les pase lo de Iraq (donde después de destruir al gobierno y al ejército de ese país Estados Unidos no tenía idea de qué hacer) o lo de la URSS (cuya disolución fue inesperada por amigos y enemigos).

El gobierno de Trump está lanzando atarrayas gigantes con explosivos en un mar muy picado. Nada garantiza que lo tengan todo bajo control y que no pesquen bazofia o una pulmonía – que no haya efectos no anticipados, no deseados o perversos. No sería la primera vez. Ya debieron dar marcha atrás en varias disposiciones mal concebidas.

Algunos piensan que el discurso de Trump es sólo una estrategia de negociación: golpear fuertemente la mesa antes de sentarse a hablar. Aunque algo hay de verdad en esa afirmación, yo no apostaría por ella. Trump tiene el sable desenvainado hasta la mitad mientras expone sus quejas. Si no se las atienden, lo va a terminar de sacar y lo va a usar despiadadamente. Para él y los suyos la cuestión es existencial y el tiempo apremia.

¿Qué pueden hacer Canadá, México y la Unión Europea ante la inclemente guerra arancelaria que se avecina, la que les podría costar, a la vuelta de muy poco tiempo, parte de su industria automotriz? ¿Qué deben hacer Panamá, Dinamarca y Groenlandia? ¿Qué pueden hacer los países centroamericanos frente al incremento en las deportaciones masivas y en las presiones para que mengüen o suspendan sus relaciones económicas con China?

La precipitada y solitaria reacción del presidente de Colombia ante las condiciones denigrantes en que se estaba deportando a sus connacionales, es un recordatorio de lo que no habría que hacer. Será necesario echar mano de un tool kit más variado e imaginativo para dar contención al elefante herido y colérico, y no morir en el intento.

La mejor forma de lidiar con un elefante furioso que corre a embestirte no es parártele enfrente. Se le podría proponer alguna transacción conveniente (es lo que más le gusta) para calmarle los nervios y ganar tiempo. Si eso no funciona, se le podría dejar pasar para luego perseguirlo entre varios hasta que se canse (ya está viejo y un poco lento). Se podría excavar una disimulada trinchera para que se tropiece y se caiga, se podría tratar de provocar un incendio entre su prole. Quizás se le pueda atraer con comida hacia un barranco y tal vez entonces, arrinconado y exhausto, se deje ayudar a sanar las heridas provocadas por su propia arrogancia y aprenda a convivir.

Ante el histrionismo del gurú en El arte de la negociación, es útil repasar las recomendaciones de Sun Tzu en El arte de la guerra.

  1. i Ver Greg Rosalsky, “Why Economists Got Free Trade with China So Wrong”. NPR, Feb. 11, 2025.
  2. iiMarc Fasteau and Ian Fletcher, Industrial Policy for the United States: Winning the Competition for Good Jobs and High Value Industries. Cambridge University Press, 2024.
  3. i F. Fukuyama, The End of History and the Last Man. New York, Avon Books, p. 328.
  4. i Tomo esta expresión de un político austríaco del periodo entre las dos guerras mundiales, cuyos lineamientos para efectuar una “revolución conservadora para curar a una nación lisiada” resuenan en los del movimiento MAGA. Othmar Spann, The True State: Lectures in the Demolition and Reconstruction of Society. Leipzig: Quelle & Meyer, 1921.

El nuevo rumbo geopolítico en vivo y en directo desde el Salón Oval

Por: Francisco José Reyes Torres*

Ante los sucesos del 29 de febrero de 2025 en el salón oval de la Casa Blanca entre Zelenski y la cúpula de la administración Trump, y cuando no se tiene una perspectiva geopolítica, tal como es evidente en los “análisis” de muchos «profesores» y «expertos» que reducen el problema a la presencia de buenos (obviamente los occidentales) y los tipos malos (Putin, Xi Jinping, etc.,) todo se convierte en una especie de telenovela como en cualquier televisión latinoamericana.

Por ello creo necesario y urgente hacer unas puntualizaciones que señalen los elementos geopolíticos más significativos del tema:

1. Con la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, terminó el orden bipolar planetario acordado en Yalta, en febrero de 1945, exactamente hace 80 años.

2. La Tercera Guerra mundial ya aconteció y se resolvió sin dispararse un solo tiro, salvo lo sucedido en Rumania a Nicolae Ceaușescu y a su esposa.

3. Esa Tercera Guerra mundial fue el triunfo de las potencias occidentales de la OTAN, avanzado hacia el Este, haciendo volar por los aires lo convenido en Yalta y refrendado en Potsdam. Y a contrapelo de las garantías «de palabra» dadas por Bush padre, al ingenuote del Gorbachov.

4. La URSS reducida ya a la Federación Rusa, pasó a ser en esos años una obsoleta potencia de cuarta categoría, con arsenal atómico, pero con una economía destrozada y con un ejército desbaratado y desmoralizado.

5. Occidente, embriagado por su estupenda victoria geopolítica y el triunfalismo del » fin de la historia » no reparó que era cuestión de tiempo para que la Federación Rusa se recuperara y en posesión del más vasto territorio rico en recursos del mundo, casi inagotables, volviera por lo suyo, puesto que la geopolítica no se reduce la disputa capitalismo vs socialismo, más allá de que este fuera grandemente distorsionado en el llamado Campo Socialista, que se cayó por sus propios errores internos.

6. Rusia es un país europeo, es una rama del mismo tronco cultural de occidente, pero también es cierto que abarca muchos pueblos no eslavos y 3/4 de su territorio están en Asia.

7. Putin intentó en principio integrarse más a Occidente y llegó a contemplar la entrada de Rusia a la Unión Europea, e incluso a la propia OTAN, si esto significaba construir un verdadero sistema de seguridad global e integral para todas las partes.

8. EEUU e Inglaterra se opusieron a ello, recordando el multisecular temor anglosajón a un entendimiento de la Europa Occidental con la Europa Oriental, en su versión para ellos más peligrosa: la unión de los pueblos germanos con los eslavos, como en su tiempo lo llegó a pensar el lúcido Otto Bismarck.

9. Por ello, apuntalaron la OTAN con abierta hostilidad a la Federación Rusa buscando desmembrarla más, no contentos con la disolución de la URSS, explotando sus contradicciones étnicas y soñando con fragmentar más su vasto territorio.

10. En Ucrania era cuestión de tiempo aprovechar la división milenaria entre los eslavos rusos y los eslavos ucranianos, atizada por la dominación rusa en la época imperial y por el imborrable recuerdo para los rusos de la alianza de los ucranianos occidentales con las fuerzas fascista alemanas en la Segunda Guerra mundial.

11. El estado de Ucrania, pese a una efímera existencia en 1918, fue más un invento del poder soviético, pero nunca como un Estado Nacional, con dos claros grupos de una misma etnia eslava, que pese a compartir algunas tradiciones culturales en realidad estaban profundamente divididos entre los ucranianos antirrusos y los ucranianos filorusos. De hecho, hablan dos idiomas derivados de un tronco lingüístico común.

12. La Federación Rusa podría soportar cualquier asedio a sus fronteras, menos que la Ucrania independiente desde 1991 se integrara a la OTAN y al expansionismo occidental. Esto se convertía de facto en un problema existencial para Rusia, como lo fue para EEUU el peligro de los misiles nucleares soviéticos en Cuba.

13. El golpe de estado en Ucrania de 2014, preparado en las manifestaciones del Euromaidán para imponer un gobierno occidental, instigado por la OTAN con EEUU a la cabeza, fue el toque de rebato que confirmó los temores rusos. El hostigamiento a la población rusa ucraniana del oriente de Ucrania, precisamente en el Donbás y en Crimea, adquirió ribetes de guerra civil y de limpieza étnica antirrusa.

14. Era claro que Rusia no podía arriesgarse a perder definitivamente a Sebastopol en Crimea (Crimea desde la derrota del Kanato de Crimea había sido rusa y poblada por rusos, hasta que Nikita Kruschev se la obsequió a la República Soviética de Ucrania, en tiempos de la URSS).

15. Desde 1991 mediante un acuerdo con el gobierno ucraniano postsoviético, se le permitía a Rusia conservar el único puerto con aguas no congelables, vital para la flota rusa desde los tiempos de Catalina la Grande. Era bien sabido que La Federación Rusa jamás permitiría esa pérdida puesto que no se puede alegar la intangibilidad de las fronteras de Ucrania acordada al momento de la disolución de la URSS escamoteando la intromisión y la provocación occidental después del 2014.

16. Aprovechando la casi absoluta mayoría de población rusa ucraniana en Crimea, Rusia apoyó un referendo unilateral de anexión de Crimea a Rusia. Cosa que jamás se hubiera podido negociar con los gobiernos prooccidentales de Ucrania después del Euromaidán del 2014.

17. A partir de ese mismo año y en desarrollo de la confrontación entre proucranianos y prorrusos se iniciaron los combates en el Donbás y la formación de gobiernos separatistas prorrusos enfrentados al ejército ucraniano en esa región. Obviamente se formaron milicias con apoyo de la parte ucraniana y de la parte rusa, respectivamente.

18. A finales de 2014 se llegó a una negociación entre las partes en conflicto (Rusia, Ucrania y las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk, todo con el apoyo de las potencias europeas. Fue el llamado Protocolo de Minsk. El Protocolo buscaba un cese al fuego y una negociación de un estatuto especial para la población del Donbás. Ninguna de las partes cumplió y como dijo Ángela Merkel, las potencias occidentales deseosas de apuntalar a Ucrania contra la Federación Rusa, consideraron que el Protocolo de Minsk le permitía a Ucrania ganar tiempo y a que la OTAN armara a Ucrania. Y a la OTAN misma, hacerse más fuerte y expandirse en Ucrania y en Georgia.

19. Ante la hostilidad creciente de Occidente y los planes de incorporar a Ucrania en la OTAN, la línea roja que la Federación Rusa no permitiría jamás que Occidente pasara, y la creciente asistencia miliar al ejército ucraniano, el 24 de febrero del 2022, Rusia inició la invasión a Ucrania. Occidente había fabricado su propio espantapájaros y su profecía se había hecho realidad.

20. Tanto republicanos y demócratas en EEUU vieron la oportunidad de que Ucrania, con apoyo occidental, le ganara a Rusia y que las sanciones y medidas económicas quebraran la economía rusa, propiciando la caída de Putin y facilitando la mayor fragmentación de la Federación Rusa, paso previo para pasar a preparar toda la energía para enfrentar al gran adversario geopolítico de Occidente: China

21. El rápido avance ruso sobre la capital de Ucrania no fructificó. Rusia se replegó y todo parecía indicar que los cálculos occidentales eran los correctos: Rusia perdería la guerra.

22. Rusia reacomodó su táctica y concentró su esfuerzo en el Donbás y el oriente de Ucrania, llegando a ocupar y conservar, luego de tres años de guerra, casi el 20 % del territorio ucraniano.

23. Desde entonces Rusia lentamente sigue conquistando terreno y pese a la copiosa ayuda en tecnología y armamento occidentales es claro, desde hace dos años, que cada día Ucrania está perdiendo la guerra.

24. Las sanciones económicas no postraron la economía rusa y en cambio, la falta del gas ruso ha resultado un rudo golpe a la economía europea.

25. Rusia ha ido mostrando un creciente poder tecnológico y militar, ha estrechado lazos geopolíticos con China, Irán, Corea del Norte, amén de su liderazgo en los BRICS.

26. La hegemonía de Occidente está más en entredicho que nunca, desde su inicio en el siglo XVI. Indefectiblemente el centro de gravedad geopolítica mundial se desplaza al Asia Oriental.

27. Donal Trump es un patán, pero no es idiota, sabe que la guerra de Ucrania está perdida, necesita que Europa Occidental no esté colgada al esfuerzo bélico de EEUU. Necesita que ellos hagan su parte, mientras que EEUU se ocupa del problema geopolítico central: contener a China.

28. Si antes el problema de una posible guerra mundial con China pasaba por debilitar y fragmentar a Rusia, la ruta de Trump ahora es más directa, hay que ir por China y no perder tiempo en Ucrania y menos con un tipo como Zelenski.

29. Hay que separar a Rusia de China o al menos no darle razones para que se acerque a ella.

30. Occidente vs China es el plato fuerte del concierto musical de la geopolítica mundial. Lo de Ucrania es simplemente un espectáculo de un grupo telonero que está saliendo mal.

31. Eso era lo que había que hacerle entender a Zelenski en el Salón Oval, si daba la oportunidad, zurrándolo en público para que Europa entienda, de una vez, cuáles son las prioridades del Hegemón gringo que no quiere que llegue otro gallo a cantar duro en el gallinero mundial.

*Sociólogo colombiano con un Doctorado en Procesos Sociales y Políticos en América Latina, docente universitario interesado en temas de geopolítica. Representante Legal de la Asociación Colombiana de Sociología.

Imagen: elDiario.es

Occidente y el fin de la unipolaridad

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Mauricio Ramírez

Tras el fin de la Guerra Fría, el mundo fue testigo de la consolidación del orden unipolar encabezado por el llamado “Occidente colectivo”, es decir, Europa continental, Inglaterra y Estados Unidos. Como vencedores y ante el colapso del socialismo real, impusieron su hegemonía en todos los ámbitos: político, militar, económico y cultural. La globalización neoliberal literalmente colonizó el planeta, y los ideólogos estadounidenses proclamaban el “fin de la historia”, bajo la ilusión de que la democracia liberal era el destino inevitable de todas las naciones. La utopía del totalitarismo liberal hecha realidad.

Este dominio se sustentaba militarmente en la OTAN, políticamente en el discurso de la democracia liberal, y culturalmente en la narrativa de los derechos humanos y la supuesta tolerancia, promoviendo la ideología LGBTI y otros valores que, lejos de fortalecer a las sociedades, las sumieron en la decadencia y la división interna. En lo económico, la primacía del mercado global sin fronteras permitió a las élites occidentales consolidar un sistema apátrida, donde el capital y la producción eran trasladados a donde resultara más barato, debilitando sus propias economías nacionales.

Sin potencias que pudieran desafiar su monopolio del poder, el Occidente colectivo mantenía la ficción de que el mundo estaba dividido entre buenos y malos, entre países «civilizados» y «forajidos» que debían ser democratizados a la fuerza, ya fuera por medios duros (intervenciones militares y/o sanciones económicas) o blandos, como las primaveras árabes, revoluciones de colores y manipulación mediática.

Sin embargo, el ascenso de nuevas potencias a inicios de siglo puso fin a esta ilusión. Rusia, bajo el liderazgo del presidente Vladimir Putin, resurgió como un actor clave en la geopolítica global. China superó a Occidente en el ámbito tecnológico y compite de tú a tú con Occidente, mientras que países como la India, Turquía y otros, despertaron como un jugador fundamental en la política internacional. Estas naciones comenzaron a construir su propio camino, exigiendo un lugar en la toma de decisiones globales y desafiando la narrativa occidental que se arrogaba la posesión de la verdad absoluta y el control de la historia.

A esto se sumó un factor clave: la deslocalización de la producción. Europa y EE.UU., en su afán de maximizar beneficios, trasladaron su manufactura a Asia, debilitando sus economías y perdiendo su ventaja competitiva. Al darse cuenta del error, ya era demasiado tarde: el mundo había cambiado y Occidente estaba en desventaja ante los nuevos polos de poder.

Frente a esta crisis, las élites liberales globalistas, especialmente en EE.UU. bajo el mando demócrata, decidieron escalar el conflicto mundial, llevando al mundo al borde de una guerra nuclear. Utilizaron a Ucrania como herramienta contra Rusia, no para defender la soberanía de Kiev, sino como una maniobra desesperada para sostener un orden unipolar en decadencia. La retórica de la Guerra Fría fue desempolvada para justificar su actuar y constantes provocaciones, disfrazándolas de una lucha entre democracia y autoritarismo cuando, en realidad, los objetivos eran otros: frenar el ascenso de Rusia y mantener la hegemonía occidental a cualquier costo.

Sin embargo, Donald Trump rompió con esta lógica. Con un enfoque pragmático y realista, aceptó que EE.UU. ya no es la única potencia dominante, y que su rol como “policía mundial” es insostenible. Al tomar esta decisión, Trump desacopla a EE.UU. del Occidente colectivo y pone fin a un orden mundial que duró poco más de 30 años, desde la caída de la cortina de hierro. La narrativa de buenos y malos, autoritarios y democráticos, derecha e izquierda, deja de tener relevancia en el sistema internacional.

Con este cambio, el discurso occidental de manipulación global se derrumba. Ahora, la política internacional ya no se define por valores impuestos desde Washington o Bruselas, sino por intereses estratégicos y económicos reales. El nuevo orden multipolar empieza a consolidarse poco a poco, a pesar de la resistencia de una Europa débil y una OTAN herida de muerte, que claramente, siguen apostando por continuar la guerra, aunque no tengan cómo, antes que negociar una paz duradera con Rusia. Aunque parece que Zelenski, acorralado y sin futuro, ya empezó a dar señales de aceptar el liderazgo de Trump para poner fin al conflicto.

En el marco de esta nueva realidad internacional, que se vislumbra camina a pasos agigantados, ya no importa si un país es democrático o autoritario; lo que define las relaciones entre naciones es su capacidad de negociación, lo que puedan ofrecer al mundo, su economía y su poder militar. Por eso, hoy a EE.UU. ya no le interesa si coincide con Corea del Norte o con Alemania en las votaciones de Naciones Unidas, porque el criterio de alineación ideológica como criterio de orientación internacional ha muerto. El mundo ha entrado en una nueva era, y con ello, Occidente ha perdido el monopolio de la narrativa, y, por ende, de la historia.

La imposición de aranceles a las importaciones y la protección que ahora si es válida

German Masís

Hace pocas horas el presidente Trump, anunció en un mensaje en su red social preferida, que, a partir del 2 de abril, impondrá aranceles a las importaciones agrícolas hacia EEUU. Aunque el anuncio no aclara en qué porcentajes serán los gravámenes y en qué condiciones serán aplicados.

De seguido el presidente agregó: “a los grandes agricultores de Estados Unidos, prepárense para empezar a producir mucho más producto agrícola para vender dentro de Estados Unidos. ¡Diviértanse!”, dijo.

Este mismo día desde Pekín llegan noticias de la inminente aprobación de aranceles del 10% a las importaciones agrícolas estadounidenses en respuesta a la última ronda de gravámenes de Trump, aunque el mandatario estadounidense trataba de minimizar la capacidad de China de tomar represalias.

En defensa de esta estrategia arancelaria (proteccionista), Trump ha insistido en que “los aranceles son fáciles, son rápidos, son eficientes, aportan justicia”, y ha criticado al expresidente Reagan por su política comercial (aperturista y de libre comercio).

El mundo al revés, el país líder del libre comercio y que imponía a los demás países tratados de libre comercio, dirigidos a eliminar las barreras arancelarias y no arancelarias de los países, por considerarlas distorsiones al comercio, ahora está imponiendo indiscriminadamente aranceles a la importación de los productos que ingresan a los Estados Unidos, para proteger a las empresas y a la producción nacional.

Al escuchar estas noticias, recordamos a los políticos norteamericanos y a miembros de los organismos internacionales, a los políticos y economistas de los países de América Latina, incluido Costa Rica, que proclamaban las bondades del libre comercio, la validez de los tratados comerciales y satanizaban los aranceles como medida de protección a la producción local.

Nuestras autoridades del Banco Central y del Sector Económico de los Gobiernos liberacionistas y socialcristianos, de varias décadas atrás, defendían los sagrados postulados del libre comercio y descalificaban a los que solíamos defender a los productores agrícolas nacionales y a los que hablaban de buscar medidas de protección para ellos, entre ellas los oscuros aranceles.

En los primeros días de este año, que vencieron todos los plazos de protección y se produjo la liberalización total de las importaciones agrícolas, incluidas en el Tratado Norte América, Centroamérica y República Dominicana (CAFTA), recordamos los acalorados debates entre los negociadores norteamericanos y centroamericanos, unos por liberar y otros por proteger algunos productos de la progresiva apertura comercial.

El progreso y el crecimiento económico estaba asociado a la apertura y al libre comercio, el atraso y el rezago económico, a la protección y la imposición de barreras al comercio, la lectura de la geopolítica actual ha variado la retórica comercial y la dirección de las políticas económicas; por unos años al menos será válido para nuestros países proteger su producción y a sus productores locales.

Como en una gran partida de ajedrez, el mundo asiste a un enfrentamiento en el que se juega su futuro

Gilberto Lopes
San José, 24 de febrero del 2025

E4 jugó Karpov, en la movida con que abrió la tercera partida del campeonato mundial de ajedrez de 1984. C5 respondió Kasparov, con una defensa siciliana, en la que sería su primera derrota en un enfrentamiento de titanes, resuelto después de 48 partidas, con un polémico triunfo de Karpov.

Era otro campeonato. El torneo hoy es otro. Como en una enorme partida de ajedrez, se mueven las piezas en la apertura de un juego en el que se definirá el futuro orden mundial, entre dos contendientes formidables: Estados Unidos y China.

Trump abrió con su primer movimiento en Riad, el pasado 18 de febrero, en la reunión de su Secretario de Estado, Marco Rubio, con el canciller ruso, Serguei Lavrov.

E4, mueve Trump

Los objetivos de Estados Unidos en la cita con Moscú fueron enumerados por Rubio al final del encuentro. El primero es normalizar las relaciones diplomáticas entre los dos países, que habían llegado a niveles prácticamente inexistentes, como lo describió hace meses Lavrov. La expulsión y la limitación de la actividad de los diplomáticos rusos, el cierre de consulados, la suspensión de todo contacto relevante entre las cancillerías de ambos países, entre otras medidas, habían reducido la relación a niveles sin precedentes. Para comenzar a normalizar esas relaciones decidieron renovar el nombramiento de embajadores e ir removiendo las limitaciones que se habían impuesto a las actividades diplomáticas y consulares de Rusia en Estados Unidos, respondidas con medidas recíprocas por Moscú.

Lavrov señaló que en la reunión no se discutieron aspectos en que los dos países mantienen posiciones discrepantes.

Lo segundo era discutir las bases para la negociación del fin del conflicto entre Rusia y Ucrania. Algo que, para los rusos, no es solo el fin de la guerra, sino un acuerdo sobre lo que perciben como las causas del conflicto: la expansión de la OTAN hacia el este, la violación de los derechos de las poblaciones rusas en Ucrania, el fin de un régimen al que acusan de neonazi, entre otras medidas.

Finalmente, una proposición de alcances mucho más amplios, de límites difíciles de precisar: explorar las posibilidades de cooperación, tanto en el terreno de los negocios como en materias geopolíticas.

«Si este conflicto llega a un final aceptable, existen enormes oportunidades de asociarnos con los rusos geopolíticamente en temas de interés común y, económicamente, en temas que permitan mejorar nuestras relaciones a largo plazo», dijo Rubio.

El presidente del fondo de inversiones ruso, Kirill Dmitriev, estimó en 300 mil millones de dólares las pérdidas de las empresas norteamericanas que abandonaron Rusia a raíz de las sanciones impuestas por Occidente desde 2014 y, principalmente, a partir de febrero del 2022.

Lavrov también expresó un gran interés “en reanudar consultas sobre problemas geopolíticos, incluidos conflictos en diferentes partes del mundo donde tanto Estados Unidos como Rusia tienen intereses y en eliminar los obstáculos artificiales para el desarrollo de una cooperación económica mutuamente beneficiosa».

Es una agenda que podría abarcar las más diversas esferas de las relaciones bilaterales, incluyendo las abandonadas negociaciones de desarme y que sentarían las bases para poner fin a las sanciones económicas impuestas a Rusia por Estados Unidos.

Naturalmente, el desarrollo de esta agenda está condicionado a un acuerdo para poner fin al conflicto entre Rusia y Ucrania, que deberá resolver situaciones delicadas, como la delimitación de nuevas fronteras entre los dos países, las garantías de seguridad exigidas por Ucrania, los costos de la reconstrucción del país y la suspensión de las sanciones económicas a Rusia.

Las afirmaciones de Trump, calificando a Zelensky de “incompetente” y expresando su frustración por la posición adoptada por Ucrania frente al encuentro de Riad, indican su poca disposición para considerar las demandas de Kiev. En todo caso, no serán solo las de Kiev, acuerpadas por una Unión Europea que, en todo caso, aun no sale de su asombro ante los cambios ocurridos en el escenario desde la llegada de Trump al poder.

Trump no lo tendrá fácil tampoco dentro de su propio país, donde deberá enfrentar oposición inclusive de republicanos que ven con reticencias su aproximación a Moscú.

Como dijo Fyodor Lukyanov, director de Investigación del Club de Valdai, uno de los principales académicos rusos sobre temas internacionales, esta guerra no es solo sobre Ucrania, ni siquiera sobre Rusia; es el resultado del colapso “del orden liberal mundial”.

El nuevo escenario ha despertado una gran ansiedad en Europa, donde en ninguna de sus principales potencias –Alemania, Francia e Inglaterra– los gobiernos cuentan con un escenario político o económico sólidos, sobre el que ofrecer una alternativa a sus aliados. Una ansiedad que deriva no solo del cambio en la política norteamericana, sino también en una “hostilidad de larga data hacia Rusia”, como recordó Zhang Hong, investigador del Instituto de Estudios de Rusia, Europa del Este y Asia Central de la Academia China de Ciencias Sociales.

Perfilando el medio juego

Como una “pesadilla” calificó el presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, Christoph Heusgen, el resultado de la reunión de este año, que se celebró entre el 14 y el 16 de febrero. En lágrimas, terminó su intervención diciendo que el presidente Trump parece vivir “en otro planeta”. Se refiere a las relaciones establecidas por Estados Unidos con Europa, una de las bases del orden político mundial después de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría.

Un giro de 180 grados en esas relaciones fue anunciado por el vicepresidente J.D. Vance en su discurso ante la conferencia, con particular relevancia para las negociaciones sobre el conflicto en Ucrania.

Cuando todo es aún incertidumbre sobre la marcha de esas negociaciones, cuando resulta todavía imposible vislumbrar un acuerdo, o ver mejor perfilados los objetivos norteamericanos, me parece que lo más ambicioso es la propuesta de acuerdos geopolíticos y económicos.

En un artículo publicado el pasado 20 de febrero, Dimitry Trenin, investigador del Institute of World Economy and International Relations y miembro del Russian International Affairs Council (RIAC) llega a la conclusión de que Trump parece haber concluido que sus predecesores –Joe Biden y Barack Obama– hicieron cálculos equivocados, que terminaron por empujar Moscú a la órbita china. Un esfuerzo por revertir esa situación explicaría el acercamiento y la propuesta de acuerdos geopolíticos y económicos.

Pero Trenin dice algo más: Rusia no se hace ilusiones. Un acuerdo de cese al fuego puede estar siendo negociado, pero un acuerdo más amplio parece poco probable. Trump y su equipo parecen creer que Rusia, debilitada por la guerra, está desesperada por un acuerdo. “Eso es un error”, advierte. (El artículo de Trenin puede ser visto aquí: https://www.rt.com/news/612823-trenin-russias-long-term-play/)

El artículo de Trenin ayuda a ordenar algunas ideas. Una es la de que China es el verdadero objetivo de las políticas de Trump. Lo que está ocurriendo entonces es la puesta en marcha de una política que busca romper la alianza entre a Rusia y China, de aproximar nuevamente Moscú a Washington, de corregir el resultado de las políticas de Obama y Biden.

Si fuera así, se trataría de uno de los movimientos más atrevidos y ambiciosos en el escenario internacional. Un movimiento que pondrá a Putin frente al desafío político más importante de su vida política: elegir su lugar en la confrontación entre Estados Unidos y China, donde se definirán las reglas que regirán el escenario político mundial en las décadas venideras.

C5, responde China

En esta partida importa no solo oír lo que Beijing tiene para decir, sino también ver cuándo y cómo lo dice.

El movimiento siguiente en este tablero fue el encuentro de los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia y China, el pasado 21 de febrero, en la reunión del G20 en África del Sur (a la que el Secretario de Estado Rubio prefirió no asistir).

El canciller chino, Wang Yi, había expresado en Sudáfrica la disposición de profundizar los acuerdos a que llegaron los jefes de Estado de los dos países.

Al cumplirse el tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania, Putin llamó a Xi, mientras los dirigentes europeos se reunían en Kiev con Zelenski y anunciaban nuevas sanciones a Rusia y renovadas ayudas militares a Ucrania.

China ha insistido en la necesidad de que todas las partes involucradas sean incluidas en las negociaciones en algún momento y que el conflicto en Ucrania se resuelva mediante el diálogo, “tomando en consideración la preocupación de todos los países por su seguridad y respetando la soberanía e integridad territorial de todos los países”.

Consultado sobre si a China le preocupaba que una resolución del conflicto en Ucrania permitiría a Estados Unidos concentrar más recursos militares en la región Asia-Pacífico, si le preocupaba que la paz en Europa pudiera facilitar un mayor despliegue militar norteamericano en Asia, el portavoz de la cancillería china, Guo Jiakun, afirmó que China ha explicado reiteradamente su postura sobre la crisis ucraniana: “esperamos que todas las partes colaboren para abordar las causas profundas de la crisis, establecer una arquitectura de seguridad equilibrada, eficaz y sostenible, y lograr la paz a largo plazo en Europa”, declaró. Una fórmula compleja, que no será fácil llevar a la práctica.

Al mismo tiempo subrayó que China siempre ha creído que la región Asia-Pacífico debe ser un terreno adecuado para el desarrollo de todos los países, en vez de convertirse en un escenario para la confrontación geopolítica de las grandes potencias.

Hablando la semana pasada, en una mesa redonda celebrada el viernes 14, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el ministro de Defensa de Singapur, Ng Eng Hen, afirmó que los supuestos asumidos en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial “habían cambiado radicalmente”.

Desde la perspectiva asiática –agregó– Estados Unidos había dejado de ser percibido como una fuerza de “legitimidad moral” para ser percibido como algo parecido a “un casero cobrando un alquiler”.

¿Se reescribirá hoy el resultado de la formidable partida de 1984? Habrá que esperar su cierre.

FIN

Trump y sus ejes geopolíticos

Juan Carlos Durán Castro
Asesor Sindical ANEP-CCSS
Secretario de Prensa FECTSALUD

Un señor de derecha, de la vertiente nacionalista del que ahora denominan capitalismo fascista nacionalista, como Trump, «que difiere » de la vertiente transhumanista hegemonizada por George Soros de Davos, está exclusivamente golpeando la mesa con 5 ejes centrales de geopolítica:

1- Canal de Panamá

2- Groenlandia

3- «Golfo de América»

4- Anexar Canadá

5- Aranceles como espada de Damocles.

Una agenda enorme, que habrá que ver como avanza realmente, por lo cual es menester político separemos que las bombetas y cachiflines mediáticos globales, que controlan corporaciones informativas y aspiremos a ver la realidad y posibles avances temporalizando apropiadamente los tiempos políticos para aspirar a guiar adecuadamente.

La verdad lo que hace Trump, es aspirar con urgencia equilibrar la correlación de fuerzas global, pues EEUU, viene arrastrando una policrisis en varios estamentos como país hegemón desde 1945 y es igualmente cierto que no desaparecerá, pues mantiene tres valuartes esenciales: el aparataje militar industrial, un mayor control de la narrativa global » informativa» que le permite llevar ventaja en la guerra cultural- cognitiva y el manejo del patrón dólar, ejes que se han debilitado, pero que aunados a algunas acciones le va a permitir colarse en esta nueva era multipolar ya en total desarrollo.

Al final como era de esperar, en esa tarea de equiparar las fuerzas mundiales, la prioridad es Ucrania y los negocios que de ahí se derivarán, los cuáles son el elemento central para hacer llegar recursos a los EEUU y cumplir con el discurso de enfoque nacionalista, como una expresión del nuevo liberalismo proteccionista, que es contrario al discurso neoliberal que hemos conocido por décadas, pero que encaja en el contexto actual para EEUU y que sin duda presenta pocas o nulas diferencias con el enfoque fascista del otro enfoque globalista transhumanista, que se deriva del control que emana del foro de Davos.

Dicho esto, está claro a nuestro humilde juicio, que el 14 de febrero 2025, no dudamos marca un punto de inflexión histórico, con la comunicación entre Trump y Putin, lo cual derriba buena parte de la narrativa engañosa de los operadores y operadoras europeas, que llevan desde 1945, siendo alfombra de los EEUU, cuya postración muestra hoy sus consecuencias.

Una llamada marca hoy una implosión brutal en la UE, que ha sido abofeteada tanto en la Conferencia de Inteligencia Artificial, como en la de Seguridad en Múnich, Alemania, en las cuales han sufrido un remesón histórico que ya ha provocado dos sesiones de emergencia en Paris y que parecieran indicar que Macron aspira a asumir algún liderazgo, pero no nos engañemos, la UE, no se va a atrever a enviar soldados a Ucrania, el discurso de poses mediáticas revela su sumisión al golpeado hegemón del norte que está jugando bien sus cartas.

Pero las cosas están claras, una buena parte de la dis que dirigencia de Europa, no se atreverá a romper su cordón umbilical y se plegarán a los designios gringos.

Por otro lado, EEUU con su consenso con Rusia de 3 ejes iniciales:

Lograr frenar el conflicto en Ucrania.

Elecciones democráticas en ese país (que deja fuera a Zelenski sin duda) y cerrar la etapa final de la paz, resulta ser una táctica y una estrategia que trasciende a ese conflicto y nos coloca ante un escenario de un acuerdo que marca el inicio de una nueva fase en la cual el multipolarismo reinará y marcará un momento que brinde las condiciones para una nueva repartición del mundo de cara a los negocios, que son al final del día la agenda de Donald Trump, actor que amarrará con Rusia el devenir del planeta.

Esta realidad puede presentar diversos problemas, pero más allá de todo, decimos con reservas incluidas, que nos alegrarnos, pues nos parece que la consolidación de un escenario como este que nos aleje de la estupidez de una guerra nuclear le agrega valor al mundo como tal y enciende algunas luces.

Así las cosas, Rusia y EEUU, van a definir las características del mundo a partir del 14 de febrero 2025 y sentarán a la mesa a Ucrania, a la UE y a otros actores, para que sigan la ruta trazada, consensuada sin duda con una China y una India, con un perfil más bajo, pero altamente estratégico.

O sea, la reunión inicial en Arabía Saudí marca un antes y un después para el mundo y deja clara cuál es la lógica de Trump y la de Putin, los roles de China e India y los efectos e impactos que empieza a sufrir el mundo en el siglo XXI.

Al final en este reacomodo de las piezas del lego, no olvidemos nuestra América y la relevancia en el actual contexto y sin duda alguna la lectura obligatoria que debemos tener en relación con nuestra patria y los enormes riesgos a los cuáles está expuesta en la actual coyuntura, puesto que no dudamos que las consignas de siempre de los movimientos sociales y sindicales, se mantienen intactas y es menester en tal sentido construir los mecanismos para blindar, mejorar y humanizar la institucionalidad nacional ante un proceso global que tendrá repercusiones de diverso tipo que requieren de acciones para la protección social y económica de las mayorías residentes en el país y el respeto a los derechos humanos, en Tiquicia.

Rusia, China y la lección aprendida sobre el islam radical

Mauricio Ramírez Núñez.

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

La historia de la Guerra Fría dejó muchas enseñanzas estratégicas, pero quizás una de las más importantes para Rusia y China fue el uso que Estados Unidos y Occidente hicieron del islam radical como herramienta de desestabilización contra la influencia soviética y comunista en Asia Central.

Durante décadas, Washington financió y promovió grupos yihadistas para enfrentar a la URSS en Afganistán y otras regiones, basándose en la incompatibilidad ideológica entre el materialismo marxista-leninista y la cosmovisión religiosa islámica. Sin embargo, con el tiempo, esos mismos grupos entendieron que solo fueron utilizados por Occidente, lo que llevó a su enfrentamiento directo con EE.UU. en episodios como el 11 de septiembre y la expansión de la insurgencia islamista global con el Estado Islamico posteriormente, y su guerra santa contra occidente.

El comunismo soviético, al ser un producto de la modernidad ilustrada, compartía con Occidente un mismo origen filosófico basado en la razón, la secularización y el materialismo. En el mundo islámico, que mantiene una visión profundamente espiritual y tradicionalista, este enfoque resultaba profundamente ajeno, lo que facilitó que Occidente explotara esas diferencias ideológicas. Estados Unidos financió figuras como Osama bin Laden y promovió el surgimiento de grupos como Al Qaeda con el propósito de debilitar la presencia soviética en Afganistán, en lo que se conoce como la «trampa afgana». Sin embargo, una vez que la URSS colapsó, el islamismo radical, lejos de ser un aliado eterno de Washington, comprendió que sus patrocinadores occidentales solo los habían instrumentalizado, lo que llevó a una ruptura de sus relaciones.

La contradicción más evidente en la estrategia estadounidense quedó expuesta con la victoria de los talibanes en Afganistán en 2021. Los mismos Estados Unidos que se presentan como defensores de los derechos humanos y la igualdad de género fueron los que financiaron, entrenaron y armaron a los talibanes en los años 80, ayudándolos a convertirse en la fuerza política y militar que son hoy. Sabían perfectamente que este grupo no permite ni siquiera que las mujeres hablen en público, que impondrían un sistema de gobierno basado en una interpretación extrema de la sharía y que restringirían libertades fundamentales.

Sin embargo, en nombre de la democracia y la libertad, les dieron apoyo logístico, dinero y armas. El colapso del gobierno prooccidental de Kabul y el regreso de los talibanes al poder fueron la prueba final del fracaso de la política estadounidense en la región. Durante 20 años, Washington vendió la idea de que estaba construyendo una democracia en Afganistán, pero la realidad es que nunca tuvo un proyecto sostenible. Cuando llegó el momento de la retirada, abandonaron el país al mismo régimen que décadas atrás habían financiado y utilizado como instrumento contra la URSS.

Rusia aprendió de esta experiencia y, tras la disolución de la URSS, abandonó el comunismo en favor de una revalorización de su identidad histórica basada en el cristianismo ortodoxo y la tradición nacional. Este giro no solo sirvió para cohesionar su sociedad internamente alrededor de la figura del presidente Putin, sino que también le permitió redefinir su política exterior hacia el mundo islámico.

A diferencia del Occidente liberal, que insiste en imponer su visión de democracia, derechos humanos y progresismo (nihilismo) moral, Rusia se ha posicionado como una potencia respetuosa de las tradiciones y creencias de los pueblos musulmanes. Esta estrategia de soft power ha permitido que muchos países islámicos, en lugar de ver a Rusia como un enemigo, la perciban como un aliado en la defensa de los valores tradicionales frente a la ofensiva cultural, y en algunos casos hasta militar, de Occidente.

China, por su parte, también ha tomado nota de esta historia. A pesar de sus propias tensiones internas con minorías musulmanas, Pekín entiende que el islamismo radical fue una creación occidental y que, en términos geopolíticos, es preferible construir lazos pragmáticos con el mundo islámico basados en el respeto mutuo y la no injerencia en asuntos internos. Su estrategia en Medio Oriente y África refleja esta visión, centrada en el comercio, la inversión y la cooperación, en lugar de intentar imponer modelos políticos o ideológicos.

De esta manera podemos contrastar y ver grandes diferencias que marcan la pauta hacia un mundo cada vez más multipolar. Occidente sigue atrapado en su lógica de superioridad civilizatoria, donde se presenta como la cúspide del desarrollo humano y descalifica a cualquier sistema que no encaje en su esquema liberal-democrático. Esta actitud, que remite a la vieja dicotomía entre civilización y barbarie de la época colonial, ha generado un profundo rechazo en muchas partes del mundo, incluidas las sociedades musulmanas. Mientras EE.UU. y Europa predican valores de «progreso» y «derechos humanos», al mismo tiempo imponen sanciones, intervenciones militares y desestabilización política en países que no siguen su línea.

Así, el mundo musulmán ha comenzado a ver en Rusia y China socios más confiables y menos intrusivos que Occidente. Esto es algo que tiene muy claro el presidente Trump. El tiempo ha demostrado que la estrategia de instrumentalizar el islam radical terminó siendo un arma de doble filo para Estados Unidos y Europa, mientras que Rusia y China, con su enfoque de respeto por las tradiciones, han logrado acercarse a un mundo que antes les era hostil. La lección de la Guerra Fría ha sido bien aprendida, y la reconfiguración del poder global así lo demuestra.