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Etiqueta: contexto político

Intimismo en los siglos XX y XXI

Alberto Salom Echeverría

(Segunda parte)

II. Contexto social y político del siglo XX. 2.Intimismo en la literatura de los siglos XX y XXI.

Hoy desarrollo la segunda parte del episodio que inicié la semana pasada. Incursionaremos juntos en el fabuloso y a la misma vez tormentoso siglo XX y, como corolario el desafiante siglo XXI. Desde luego, aunque el tiempo es un continuo, tal como lo vivimos nosotros, aclaro que no he querido sugerir que el siglo XXI sea una simple concatenación del anterior. No lo veo de esta manera. Entre ambas centurias, la pasada y la que estamos comenzando a recorrer, la tercera década, hay importantes rupturas en todos los órdenes de la vida: en lo social y económico, en lo político y hasta en lo cultural.

1. Contexto histórico social y político.

Todo parecía indicar, gracias al desarrollo científico-tecnológico que ya se venía produciendo a lo largo de la centuria anterior, que el nuevo siglo advenía plagado de progreso social y económico y que ello conduciría irrevocablemente a una convivencia más civilizada en el mundo. Quizás fruto de esa presunción se le llamó al siglo XX: “el siglo del vanguardismo”. Progreso tecnológico y científico, económico y social, sí se produjo y cada vez con mayor intensidad a lo largo de los cien años, pero, concentrado ese progreso impresionante en el mundo desarrollado.

Las brechas sociales, económicas y culturales que ya se habían abierto desde el siglo anterior al interior de las naciones europeas y, entre estas y el mundo subdesarrollado (sarcásticamente llamados “países en desarrollo”), creció exorbitantemente, valga decir como nunca, a lo largo del siglo XX y más todavía en las dos décadas que llevamos del siglo XXI.

En lugar de la paz preconizada por algunos teóricos de los primeros años de la centuria pasada, sobrevino la primera guerra mundial (1914-1919) y, en muy breve lapso la segunda guerra, más furibunda que la primera y arrojando un número de muertos mucho mayor, merced al auge del nazi fascismo en Europa, principalmente en Alemania e Italia y, aunado a ello, el portentoso desarrollo de la tecnología militar y la invención de armas de muy largo alcance y poder destructivo, hasta llegar a la fatídica producción de la “bomba atómica”; dos de cuyos artefactos, los Estados Unidos hicieron estallar en las ciudades de “Hiroshima” y “Nagasaki”, cuando ya la guerra expiraba y muchos estiman que tal acto de crueldad indecible que acarreó tantas muertes inocentes era por completo innecesario. “A las 8:14 era un día soleado, a las 8:15 era un infierno”, describe un documental del canal Discovery, autoría de Kathleen Sullivan, directora de Hibakusha Stories, una organización que recopila testimonios de sobrevivientes de las bombas. Se ha calculado que el número de muertos de la segunda guerra fue de 55 millones; algunos historiadores piensan que el dato está subestimado.

Por otra parte, el fenómeno del neocolonialismo en el mundo propiciado por las antiguas potencias coloniales se desenfrenaba como una tormenta por todo el orbe; esta vez, sin que quedara ningún rincón subdesarrollado de la tierra sin ser estremecido y hasta arrasado, de una u otra forma por las garras devastadoras del imperialismo capitalista. Las dos guerras mundiales fueron además, reflejo fiel de los enfrentamientos entre las potencias occidentales, acicateadas esta vez por una nueva forma de capital, el capital financiero o imperialista que, para reproducirse plenamente, requería imperiosa e incesantemente explotar nuevos mercados. De hecho, estas contradicciones brutales entre las potencias, incluido ahora por supuesto, Los Estados Unidos, fueron el verdadero trasfondo de ambas guerras mundiales del siglo XX: la lucha descarnada por repartirse los mercados en todos los continentes.

El principal corolario de la primera guerra lo fue sin duda, la “Revolución Socialista” acaecida en Rusia en octubre de 1917, de acuerdo con el viejo calendario o, “Revolución de noviembre” según el calendario antiguo. Quien quiera enterarse cómo fueron aquellos días, le invito a leer la obra del estadounidense John Reed, “Diez días que estremecieron el mundo”. Por más que la joven revolución se vio acorralada por las potencias occidentales para destruirla, no sucumbió. Surge así uno de los acontecimientos más significativos del siglo XX, que marcó durante muchos años a los movimientos populares en todo el mundo, y creó una alternativa frente al modo capitalista de producción. A su vez, como resultado de la segunda Guerra Mundial, tras la derrota del nazi-fascismo, se conformó el bloque de países socialistas, fuertemente influidos por la Unión Soviética. A partir de este momento, o sea después de la segunda posguerra, el mundo se polarizó en dos bloques contrapuestos, iniciándose un período muy desgastante para toda la humanidad que es conocido con el nombre de “Guerra fría”. Se creó una bipolaridad, que prácticamente no dio lugar a términos medios; excepción hecha de los llamados países no alineados, muchos de los cuales, sin embargo, estaban muy cerca o algunos pertenecían de facto a uno de los dos bloques en pugna. A partir de ese momento se inicia una desgastante y amenazante carrera armamentista que, llevó a la invención de las más sofisticadas y mortíferas armas convencionales y nucleares. Sin embargo, las guerras fueron crueles e inhumanas como siempre, localizadas, donde una diabólica geopolítica fue la dinámica que movía los hilos de esa trama entre las dos potencias del momento: Los Estados Unidos y La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

La bipolaridad terminó, cuando el “campo socialista europeo” en su conjunto, entró en una crisis sin remedio, a finales de la década de los ochenta, específicamente en 1989. Primero se produjeron movimientos de protesta en contra de los gobiernos establecidos, en Alemania, Hungría, Rumanía y Polonia. La Unión Soviética a cuya cabeza estaba el “reformista” Mijaíl Gorbachov decidió dejar que cada país se hiciera cargo de su destino, sin intervenir. Finalmente, la crisis estalló en la propia Unión Soviética, cuya integración colapsó por fin en diciembre de 1991, cuando se disolvieron las estructuras políticas federales y del gobierno central de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. De esta manera, repentina y sin que cundiera mayor violencia quedó disuelto el pacto entre las 15 Repúblicas que conformaban la URSS. Esta fue sustituida por la Comunidad de Estados Independientes (CEI). ¿La causa? El colapso de un modelo, el del “socialismo real”, que se había plagado, casi desde sus inicios, de autoritarismo y burocracia en la cúspide del poder. Más que saltos adelante para superar la explotación del capitalismo, sobrevinieron atropellados brincos que, nunca lograron promover el desarrollo de nuevas fuerzas productivas como se había supuesto que ocurriría. La carrera armamentista, en la que se vio irremediablemente atrapada, sobre todo la URSS, acicateada por la competencia con el capitalismo depredador, fue un constante freno ya que, obligó a consumir ingentes recursos en una economía de guerra. Por añadidura, lo que hubo desde la óptica del desarrollo, fue una industria ayuna de innovación como palanca constante, lo que afectó la renovación tecnológica. El modelo, pese a sus grandes conquistas en lo social, en la educación y la salud, terminó sucumbiendo en la competencia.

A finales del siglo XX, desde la desintegración de la URSS, el mundo vuelve a experimentar un cambio abrupto, de la bipolaridad se pasó a la unipolaridad de una potencia militar y económica de un poder incontrastable: Los Estados Unidos. Francis Fukuyama se atrevió a proclamar, con audacia, “el fin de la Historia y el último hombre” (“The End of History and the Last Man”). Fukuyama se imaginó “utópicamente” el fin de la lucha ideológica y a la vez el triunfo del liberalismo y de la democracia hija del liberalismo “dieciochesco” y, al mismo tiempo postuló el fin de la guerra fría. Pensó que el mundo discurriría sin guerras, ni revoluciones sangrientas, y que los seres humanos en adelante se abocarían exclusivamente a trabajar en un mundo idílico; un mundo de evolución constante, sin que el fin de los días pillara a los seres humanos en algún frente de guerra. Supuso un mundo estable y sin mayores sobresaltos.

Nada más lejos de la verdad. Aquellos vaticinios no fueron más que una nueva ideología, la del “pensamiento único” pregonando el “fin de las ideologías”. El mundo de fines del siglo XX y principios de esta centuria del XXI, devino integralmente desigual, tanto al interior de cada país como entre las naciones desarrolladas y las subdesarrolladas.

Desigualdad inconmensurable por todas partes, pobreza irredenta que envilece frente a riqueza opulenta; segmentación por todas partes, discriminación étnica, de género y violencia e intolerancia por doquier, aun en las naciones ricas de la tierra. Por añadidura, hemos heredado del industrialismo, de la producción a base de hidrocarburos contaminantes, el más descomunal de los desafíos que hemos enfrentado como humanidad, el del calentamiento global y el cambio climático que, de continuar su curso, por lo pronto desenfrenado, amenaza la vida toda sobre el Planeta, el único que habitamos.

2. La literatura intimista en los siglos XX y XXI.

El cientificismo, el racionalismo, portadores de un enaltecimiento del pensamiento, de la razón sobre el sentimiento y las emociones, cuyas raíces se hunden en los siglos XVI y muy especialmente en el XVII, son movimientos que, en la literatura, el arte y la ciencia cobraron nuevo ímpetu en los siglos XVIII y, sobre todo XIX. Poco después cobra vigencia en el siglo XX. El “hombre racional”, escrito así con género masculino, porque las condiciones materiales y sociales de la existencia discriminaron a la mujer, se empoderó en la medida en que se desarrolló la ciencia y la tecnología. Parecía que este “ser racional” opacaría por completo la expresión de los sentimientos y las emociones más íntimas, las cuales se creía habrían quedado relegadas al hogar y acaso a las conversaciones mundanas “pasajeras”. A mediados del siglo XIX, el movimiento literario del romanticismo mostraba señales de agotamiento, viéndose sobrepasado, ya que la cultura burguesa había impuestos sus pautas a la sociedad europea. Surge el realismo imponiéndose y aspirando a hacer sucumbir el romanticismo.

No fue así; no del todo. Primeramente, todavía en el siglo XIX, explica un autor: “…la Revolución Industrial había generado el proletariado urbano; el positivismo aparecía como la doctrina filosófica del progreso, los avances científicos y las transformaciones sociales; los escritores comenzaban a producir sus obras con una nueva estética: el Realismo. El realismo literario comenzó en Francia con las novelas de Gustave Flaubert. Surgió como reacción frente al romanticismo, suponiendo el fin de la actitud subjetiva y evasora de los románticos ante su entorno…” (Cfr. https://treseles.wordpress.com/2008/09/25/movimientos-literarios-del-siglo-xix-y-xx/).

Frente al romanticismo se fueron sucediendo una serie de movimientos artísticos y literarios, acompañados por los documentos científicos, que reaccionaron con fuerza frente al romanticismo subjetivista. Así, vino el realismo, el naturalismo, cuyos personajes inspirados en la mujer y el hombre común, pero dibujados en sus grandezas o en sus miserias, derivadas de su falta de oportunidad en la vida, tuvieron un destino frente al que, generalmente sucumbían; por lo que los relatos literarios acudían a estratagemas para sublimarlos y presentarlos como pícaros que con frecuencia empleaban el engaño como para evadirse de la realidad cruel y dolorosa.

En Sudamérica, el realismo y su variante naturalista son corrientes que profundizan el análisis de los problemas étnicos y sociales por medio de sus personajes; en la Argentina en particular, esto ocurre alrededor de 1880, en consonancia con las corrientes de inmigrantes europeas y el asentamiento del modelo agroexportador. (Cfr. Ibidem).

A lo largo del siglo XX se fueron sucediendo un sinfín de movimientos y tendencias culturales ora impregnadas de las ideas racionalistas, ora en reacción a ellas.

El romanticismo en cambio, desde sus orígenes fue, paradójicamente (contrario a lo que con frecuencia se supone), tanto en Europa como en Hispanoamérica, un movimiento artístico y literario que capturó a muchos intelectuales y artistas incluso en pleno siglo XX y hasta en el XXI, bajo la idea de que, “la razón no es suficiente para dar cuenta de la dura realidad”. Por eso, entre otras cosas se opuso a los principios de la Ilustración, ya que, como afirmó Kant: el único conocimiento seguro del hombre es el que procede de la ciencia, por ser el que asegura “la objetividad”. Para el racionalismo, lo que no fuera razón (los sentidos, los sentimientos, la imaginación) resultaba perturbador y fuente de error. Y es esa parte del ser humano antes despreciada y peligrosa la que reivindican los románticos. Los románticos restringen el poder de la razón al afirmar que el ser humano puede conocer muy poco y ese poco es irrelevante. Es por eso por lo que perdura el “intimismo” en la poesía, en lo novelesco, en la dramaturgia, en el arte y la estética en general y muy especialmente en la música.

Deseo terminar con una cita textual que, me ha parecido que sintetiza algunas de las características vitales del “Intimismo y el Romanticismo”. “El Romanticismo exalta, en fin, esa parte enorme de la realidad que queda fuera del conocimiento objetivo y es esencial para nosotros, antes no explorada y temida, podríamos decir vigilada, en la educación. En la Edad Media, niños y mujeres se consideraban inferiores por su relación con la naturaleza y su capacidad sentimental; su reivindicación surge en el s. XVIII, crece con el Romanticismo y perdura hasta hoy.

Si la razón se representa como la luz, al romántico le interesa la noche, con lo que implica de sueño e imaginación, y precisamente la noche se convierte cada vez más en territorio de lo artístico. El romántico adora, en esa misma línea, los elementos salvajes de la naturaleza (el circo o el zoo se crearon en el s. XVIII) y exalta su vertiente irreductible […] Dicho de otro modo, lo extravagante y fuera de norma es una obligación para el artista romántico (quizá también para el contemporáneo).” (Cfr. https://masdearte.com/especiales/el-romanticismo-por-que-la-primera-vanguardia-fue-sentimental/)

 

Compartido con SURCOS por el autor.

Segundo episodio (sin pompa) relatos literarios intimistas siglos XIX, XX Y XXI. (I parte)

Alberto Salom Echeverría

I. 1.Contexto social y político del siglo XIX. 2.Intimismo en la literatura de la segunda mitad del siglo XIX.

En este artículo no he hecho más que intentar darle seguimiento al anterior, basado en la misma temática. Advierto una vez más que, si bien me creo un buen lector soy neófito en el tratamiento de las corrientes literarias y por eso me he esforzado en este relato, para que todo quedara debidamente respaldado; una parte importante del escrito está basado predominantemente en lo que he leído a lo largo de mi vida. Por lo consiguiente, no esperen que mi estudio sea sistemático; es más bien salteado, aunque deseo fervorosamente que, les resulte serio, entretenido e interesante.

1. Contexto histórico, social y político en el siglo XIX.

El siglo XIX me resulta una de las centurias más ricas y, a la vez entreveradas. Rica desde los inicios del siglo en lo cultural, tanto como en lo artístico, en lo literario y en la música. Pienso que lo cultural fue, particularmente en esta época, toda una reverberación de los intrincados, por complejos y plurales movimientos sociales, ora predominando las pujantes corrientes revolucionarias emanadas de las postrimerías del siglo de las luces, de la Revolución francesa, de Alemania e Inglaterra, ora resaltando más bien las fuerzas conservadoras que tiraban de la cuerda del poder en sentido opuesto, para intentar retrotraer o acaso tan siquiera, para ralentizar o lentificar la rueda de la historia. Estos movimientos sociales y culturales tan contradictorios que se disputaban el poder fueron los que hicieron de esta época algo tan hermoso, pero a la vez intricando.

Por otra parte, fue la centuria del auge de los imperios neocoloniales, hacia el final de estos cien años, cuando la riqueza generada por la fuerza humana de trabajo entremezclada con la tecnología y auspiciada por la segunda revolución industrial bajo el nuevo mandato de la triunfante burguesía industrial, provocó la aparición de unas gigantescas masas de capital, cuyos jugosos excedentes migraron hacia los bancos para recrearse, reproducirse y generar la aparición del capital financiero. Aparece entonces la burguesía financiera, tras una suerte de fusión entre el capital bancario y el industrial que, pujante como nunca, presionó por trascender las fronteras nacionales europeas y migrar esta vez, con un nuevo ímpetu neocolonial hacia todas las partes del mundo.

Con fuerza irrefrenable, el nuevo capital financiero de los países capitalistas más desarrollados de Europa, se lanzó por todo el orbe; en África despedazando y desmembrando culturas enteras, etnias y tribus, para someterlas a un inédito mapa conformado por nuevas fronteras de supuestos “estados nacionales”, todos los cuales quedaron subordinados a los nuevos imperios neocoloniales, mediante la acción militar, la exacción de multas e impuestos y la extracción y explotación de materias primas indispensables para darle un nuevo y fabuloso empuje a la industria europea. Asia no fue una excepción al hambre de conquista neocolonial; La India por ejemplo fue un caso tempranero de salvaje conquista, explotación y latrocinio sin par, por parte del Imperio Británico. Así fue como la India, desde el año de 1770 pasó a formar parte de ese vasto imperio. De esta manera, quedó sometida una extensa civilización que, había sido hasta entonces poseedora de sus propias costumbres, idioma y religiones sólidamente acendradas desde milenios.

América tampoco se quedó atrás, los imperios neocoloniales se la disputaron y la fraccionaron sojuzgando hasta las nuevas burguesías nacionales que, habían emergido al influjo de los gritos de independencia: el de Morelos en México el 14 de setiembre de 1813, precedido por el “grito de Chuquisaca” (hoy ciudad de Sucre, en honor de uno de los principales libertadores, el Gran Antonio José de Sucre), el cual se produjo en el seno de la propia cordillera andina en lo que hoy es Bolivia en Sudamérica, un 25 de mayo de 1809 y preconizó los demás movimientos independentistas en diferentes direcciones, en La Paz, en Cusco, en Lima e incluso en Buenos Aires y Santiago de Chile. No puedo dejar de mencionar el inicio de la independencia de España en “La Nueva Granada” (conformada por lo que hoy son las Repúblicas de Venezuela, Colombia, Panamá, en esa época anexada a Colombia y, por último, el Ecuador). Simbólicamente se afirma que “un florero” fue el detonante que desató el “grito de independencia de Colombia”, el 20 de julio de 1.810. Igualmente oportuno es recoger de la investigación, el hecho ya reconocido de que un costarricense que hacía estudios de medicina en Guatemala, en la temprana fecha del 2 de mayo de 1.808, lanzó “el primer grito de independencia de los pueblos de Hispanoamérica”; en tales circunstancias quedó sembrada una de las primeras semillas de la independencia en toda Hispanoamérica, por el prócer costarricense Pablo de Alvarado, quien debió pagar con la cárcel durante varios meses su osadía, acusado por la Corona española como instigador. (Cfr. Mora, Elvis. Docente, semanario universidad.com. 14 de abril de 2020).

Junto a la depredación, explotación, repartición o disputa de muchos territorios en todos los continentes del mundo, fueron migrando en diferentes períodos, los fabulosos movimientos culturales europeos. Las nuevas naciones de América en general eran las que estaban mejor preparadas para recibir la impronta de las culturas europeas. De modo que, en numerosas ocasiones, la influencia cultural europea pasó por el tamiz de la crítica literaria, musical y artística, en América del Norte y en Hispanoamérica. Lo que resultó de este proceso fue sin más, un sincretismo indoeuropeo o hispano europeo, mediante el cual la “nueva” literatura procedente del viejo continente se hizo vernácula. En otros continentes, e incluso en algunas partes en el mismo continente americano, surtió, en cambio, el efecto de la domesticación cultural, adocenando a cientos de millones de personas, con lo que contribuyó enormemente a la labor de conquista que se había impuesto el neocolonialismo. Hay vivos ejemplos de lo anterior en la cultura, por lo que, en muchos de estos contextos daremos cuenta de algunos de ellos en los siguientes parágrafos.

2. Intimismo en la literatura de la segunda mitad del siglo XIX.

No tendré más remedio que desarrollar este episodio de la serie, yendo al inicio de este y regresando posteriormente hasta mediados de la centuria y de ahí en adelante, con el objeto de establecer los vínculos adecuados de los movimiento intimistas y culturales de todo el siglo XIX.

El romanticismo, movimiento cultural que hunde sus raíces en las postrimerías del siglo XVIII, como lo dejamos expresado en el artículo anterior, es un terreno muy fértil para la expresión de la literatura intimista, tanto en la poesía como en la dramaturgia o la novela, así como en el arte y la música. Este movimiento, se extiende a lo largo de las primeras tres décadas del siglo XIX, expresando ya fuera rencor, odio, abatimiento, o por el contrario esperanza, alegría y toda la pasión hija de los más sublimes sentimientos subjetivos que es capaz de albergar el alma humana. La ocasión era propicia, habida cuenta del advenimiento de un nuevo mundo que se abría campo en Europa y América. En Europa, la cúspide de esas cumbres la constituyó la “Revolución Francesa”, escenificada en la “Toma de la Bastilla” en la que se condensó el ascenso de una nueva clase social, la burguesía industrial que, no sin mediar intereses económicos, deja sentadas las máximas filosóficas que perduran hasta hoy de “Libertad, Igualdad y fraternidad”. Había razón para la expresión de los anhelos y esperanzas de la humanidad. En la música, una de las cumbres más altas del romanticismo lo fue Ludwig van Beethoven; para mí la cumbre más alta, en especial con sus nueve sinfonías, en particular desde mi humilde criterio, la sinfonía número tres o “Heroica”, la número cinco, que también se le conoce como “Sinfonía del Destino”, gracias a Anton Schindler, secretario y biógrafo de Beethoven (mi preferida) y la nueve o “Coral”. No muy lejos de ellas la sinfonía número seis o “Pastoral”.

Más avanzado el siglo, y extendiéndonos hasta las primeras décadas del siglo XX, he encontrado una sistematización de los movimientos literarios que prevalecieron en la siguiente secuencia: El Romanticismo de nuevo que, está presente en las primeras décadas del siglo y con altibajos entre 1830-1880; El Realismo y el Naturalismo 1880-1900; el modernismo 1900-1920. Luego, más allá las vanguardias entre 1920 y 1925. En suma, el Romanticismo fue el movimiento cultural y, político también, surgido en el siglo XVIII y desarrollado en la primera mitad del siglo XIX, aunque con ramificaciones que se extendieron más allá. Creció el romanticismo y se desarrolló exaltando principalmente la idea de la libertad. Muy importante es en mi opinión retener, como lo acabamos de expresar que, el auge cultural de la época estuvo marcado por el ascenso de la burguesía y los ideales de la Revolución Francesa de igualdad, libertad y fraternidad. De acuerdo con los datos acopiados, el movimiento literario que predominó en la Europa de la segunda mitad del siglo fue el naturalismo, una reacción frente a los dos movimientos culturales anteriores contrapuestos como fueron el romanticismo y el realismo.

A finales del siglo, el género más cultivado fue la poesía, con autores de gran calado como Heirich Heine en Alemania, Giacomo Leopardi en Italia y, muy connotado Yevgueni Baratinski, el cual inauguró la Edad de Oro de la Literatura rusa. (Cfr. https://www.cervantesvirtual.com>obra-visor>html).

Por otra parte, muchos consideran que uno de los movimientos que se cultivó con más fruición e intensidad por parte de los escritores fue el posromanticismo, el cual, obviamente se expresó durante la segunda mitad del siglo XIX. Se afirma, además que, el género poético creció mucho en el posromanticismo, destacándose la poesía intimista. Dos autores que se mencionan con insistencia, en el contexto español que, descollaron creando poemas intimistas fueron: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), escritor español romántico tardío, por lo que muchos lo consideran posromántico, y Rosalía de Castro (1837-1885). Los autores posrománticos se diferencian de los románticos, porque “…sin rebelarse a fondo contra la forma de vida burguesa como hicieron los románticos, se refugian en su intimidad, en la soledad, en la marginalidad […] Estas posturas nacen de la falta de identidad burguesa, que les produce un característico inconformismo. En su deseo de evadirse de la angustia que les provoca la hipocresía de la sociedad burguesa (especialmente notoria en la sociedad victoriana) caen en ciertos vicios como el alcohol y las drogas. A veces, inclusive enloquecen o se suicidan”. (Cfr. Robert Milder, Exiled Royalties: Melville and the Life We Imagine, Oxford University Press US, 2006, p41. ISBN 0195142322 y Claudia Moscovici, Romanticism and Post-romanticism, Lexington Books, 2007, p110. ISBN 0739116746).

Son narradores posrománticos Herman Melville, Thomas Carlyle, G. K. Chesterton; la Madame Bovary de Gustave Flaubert es una novela posromántica. Lord Alfred Tennyson, Oscar Wilde, Elizabeth Barrett-Browning y su marido Robert Browning, Algernon Charles Swinburne y Rainer Maria Rilke son también poetas posrománticos. En Italia puede citarse a Giovanni Pascoli y en Portugal a António Nobre.

En la música se funden el Romanticismo y el Barroco en Johannes Brahms, Serguéi Rajmáninov, Giacomo Puccini (La Bohème, Madame Butterfly), Charles Gounod, Erik Satie y Piotr Ilich Chaikovski. También Gustav Mahler pertenece a esta estética. (Cfr. Ibidem).

En el género poético, contrario a lo acontecido con otros géneros, siguió predominando el romanticismo, buscando eso sí, lo íntimo, subjetivo y personal de una manera clara, contundente. La poesía devino más intimista, resalta lo emotivo y sensorial y se escribe en favor de lo puramente lírico y formal. Deseo rematar esta descripción con una cita que, me ha parecido una buena síntesis que caracteriza las diferencias entre escritores románticos y realistas: “… se podría afirmar que, en líneas generales, la crítica de la época distingue entre idealismo y realismo. Una primera escuela incluye las teorías que defienden una preponderancia del intimismo y los sentimientos y, una segunda, requiere un mayor cientificismo y objetividad. El naturalismo sería una especificidad del realismo. Altamira, siguiendo a Blanco Asenjo, fue uno de los críticos que defendió con mayor claridad esta sistematización. (cfr https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2215-26362019000300169).

No puedo resistir la tentación de solazarlos con la poesía quizás más famosa y bella de Gustavo Adolfo Bécquer y con esto termino este relato:

Fue el gran abanderado del romanticismo en España. En sus poemas habla de la creación poética, el amor, la muerte… Estas seis estrofas que componen “Volverán las oscuras golondrinas”, de Gustavo Adolfo Bécquer, son una oda a la fatalidad y al amor perdido.

Volverán las oscuras golondrinas, de Gustavo Adolfo Bécquer.

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

 

Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres…

¡esas… no volverán!

 

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

 

Pero aquellas, cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día…

¡esas… no volverán!

 

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

 

Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido…; desengáñate,

¡así… no te querrán!

(Cfr. https://www.zendalibros.com/volveran-las-oscuras-golondrinas-gustavo-adolfo-becquer/).

 

Compartido con SURCOS por el autor.