El médico y la cultura – Carta abierta sobre todo a los jóvenes médicos
Dr. Juan Jaramillo Antillón
Hace unos días dos jóvenes colegas me preguntaron si yo creía que el esfuerzo que hice para leer tanto por tantos años sobre cultura general me había beneficiado en mi carrera como médico.
A través de los siglos especialmente en los dos últimos se han producido extraordinarios cambios en la medicina gracias a las vacunas, nuevos medicamentos, nuevos procedimientos operatorios y tecnológicos para el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades. Pero los fines de la medicina no han cambiado desde los tiempos de Hipócrates donde se sentaron las bases de la medicina científica, hace 2400 años, consistentes en tratar de evitar que las personas se enfermen o tratar de curarlos si eso sucede. Lo que han cambiado son los “medios” para obtener esos fines, y los recursos para tener acceso a esos medios.
Los cambios han sido tan espectaculares al extremo de que parece estamos jugando a ser dioses. Decía el teólogo filósofo Tehilard de Chardin, y no se equivocaba, que;
“En ciencias y en nuestro caso en medicina, sólo lo fantástico parece ser cierto”.
Eso ha sucedido porque nosotros hemos obedecido lo señalado por el famoso internista norteamericano el Dr. William Osler quién decía:
” Estudiar, sin libros, el fenómeno de la enfermedad es como navegar sin mapa en un mar desconocido. Estudiar en los libros, sin ver pacientes es como creer que se sabe navegar sin hacerse a la mar.”
Bueno, la cultura es un mapa más para ayudarse en medicina.
Antes que mal interpreten por recomendar mejorar intelectualmente, reconozco que, en la medicina, es una profesión que en su mayor parte se aprende “haciendo”. Los médicos internistas y generales viendo y tratando pacientes y los cirujanos operando; no hay otro camino mejor para lograr destrezas en nuestra profesión, pero, para que el médico logre un buen cometido y tratar así los enfermos, se requiere de la existencia de recursos diagnóstico y terapéuticos adecuados y que los enfermos sean atendidos bien y oportunamente.
Yo soy un cirujano que pasó gran parte del tiempo en una sala de operaciones tratando de reparar la salud perdida de otras personas o de salvar la vida de sus enfermos; por esta razón, diariamente tuve contacto con los sufrimientos y esperanzas que aquejan al ser humano. Esto se puede generalizar a todos los médicos que tratan enfermos.
Cómo consecuencia de eso y con el paso del tiempo, aprendí que, para entender y tratar adecuadamente a mis pacientes, era necesario no sólo valorarlos como individuos portadores de una enfermedad. sino también, comprenderlos como seres humanos, con sus problemas y sus realizaciones, porque de esa forma aceptaba como decía Emanuel Kant, que: “las personas nunca deben ser tratadas como un medio, sino siempre como un fin, en eso reside la dignidad humana”. Eso me enseñó que a los enfermos había que tratarlos siempre como pacientes y nunca como clientes.
Por eso fue indispensable estudiar y adquirir conocimientos fuera de las ciencias médicas, donde cada día sabemos más y más de enfermedades y menos de lo demás, Lo anterior con el fin de lograr una imagen del ser humano y del mundo mucho más amplia que la proporcionada por nuestra profesión. Fue así como decidí estudiar la evolución de la vida de los seres humanos, su historia, la biología, la cosmología, su religión, sus ideas, su filosofía y algo más. En especial estudiar sobre el desarrollo de las ideas que dieron lugar a la civilización, que hoy poseemos, y todos los principios sobre los que se basa; en fin, investigar todo lo relativo al progreso del ser humano figura estelar de la historia, sin pretender convertirnos en especialistas sino simplemente en meros estudiosos.
Fue así como entendí que el desarrollo social y la conducta humana actual, no son logros del presente, sino que se apoyan en el conocimiento de hechos pasados y que ese conocimiento se debe a una progresión de ideas y acciones que se juntan para avanzar y han sido trasmitidas a través de todos los tiempos. Recordé, así, como la evolución biológica modifico la estructura física de los prehumanos hasta lograrse en el Homo sapiens con su cerebro y su mente tan prodigiosa. A partir de ahí se inició la evolución cultural y cuyo contenido primordial es la elaboración de un nuevo comportamiento, que nos haga menos animales y más humanos, aunque a veces tengo dudas de esto.
La historia del hombre en el planeta Tierra (no la de los restantes seres vivos), se puede entonces dividir en dos partes. El tiempo de su evolución biológica, que comprende unos 5 millones de años, y el tiempo de su evolución que podríamos llamar cultural y que corresponde más o menos a los últimos 10 a 15 mil años y, que comprende el ascenso” del ser humano y sus cambios y experiencias desde las cavernas y planicies hasta la llamada civilización.
De esos tiempos lo que debemos analizar en especial, es la historia en cuanto a sus grandes figuras humanas y sus hechos, con eso, intentamos conocer el presente a través de sus realizaciones pasadas y nos daremos cuenta de dos cosas; Todos eran excepcionales en algo, pero también todos tenían defectos y, además, en algunos casos para decepción, una cosa era lo que predicaban y otra lo que hacían. Sin embargo, para juzgarlos como personas con sus éxitos e imperfecciones, hay que tener en cuenta la época en la que vivieron y las dificultades o facilidades que tuvieron para desarrollar sus ideas y hacerlas realidad. Comprobamos así que, los seres humanos somos imperfectos pero perfectibles.
La otra pregunta que me hicieron fue; sabemos que a usted le encanta la historia y las biografías, ¿pero porque estudiar filosofía? Mi respuesta fue. Desde la antigüedad la filosofía es considerada la búsqueda del saber o del conocer, y por ella nos preguntamos ¿por qué suceden las cosas? y si tratamos de analizarlas y conocer, con ello damos lugar a la ciencia. El educador y filosofo norteamericano Jame Dewey decía: la filosofía es una reflexión cuyo contenido verdadero y último es educar a las personas.
Al reflexionar o pensar sobre nuestras experiencias y problemas o sobre las de otros y sus implicaciones, ya estamos haciendo filosofía. Incluso, tener una idea y su valor es ya hacer filosofía, lo mismo sucede al buscar respuesta para orientarnos en la vida.
Les expliqué que, una cosa muy importante que encontré estudiando Historia antigua griega y la vida y enseñanzas del padre de la medicina Hipócrates, fue, que nuestra profesión se basa en un hecho cierto cómo es la llamada “prueba y el error”, éste enseña y es probablemente una de las principales fuentes de la experiencia. Hipócrates les decía a sus alumnos: “aprended de los errores y de esta manera no los repetirás”.
De ahí debe sacado la famosa frase el filósofo español, George Santayana en relación con el campo de la historia y política.
Quienes no recuerdan el pasado, están obligados a repetirlos.
Por esa razón debemos aceptar que, la medicina no es una ciencia exacta. A pesar de los grandes avances, las falla en los diagnósticos y los tratamientos se dan por diversas causas en especial porque el azar nadie puede preverlo. Con el problema de que los médicos son los profesionales a los que le gente no les permite ni siquiera dudar. Por ello debemos aceptar la máxima de Hipócrates de que:
“No existen enfermedades sino enfermos”.
Cuando uno vuelve a mirar el pasado de la historia de la medicina, se da cuenta que la enorme cantidad de fallas, Y si no, acordarse con horror de las sangrías o flebotomías cómo tratamiento médico para una enorme cantidad de dolencias comenzando con simples fiebre, y que tantas muertes provocaron, incluso de reyes de Inglaterra y hasta el presidente de Estados Unidos George Washington.
Asombra que esta grosera técnica haya persistido sin ponerla en duda por siglos. O, que, los médicos más brillantes de su época hayan puesto en duda y desprestigiado el consejo para evitar la fiebre puerperal que mataba a miles de mujeres en el parto en 1850, mediante una simple medida higiénica preventiva, cómo era el cuidado de lavarse las manos, recomendados por el médico. Ignacio Felipe Semmelweis, quien, trabajando en ginecoobstetricia en el Hospital General de Viena, había comprobado claramente en un doble estudio, y, sin embargo, fue tal el desprestigio y el rechazo de sus colegas, que tuvo que abandonar el hospital, y amargarse de por vida.
Todo eso dio lugar a que los médicos se dieran cuenta que, en medicina hay un “sine cua non” consistente en que no existen dogmas en ella, ni verdades absolutas, y que, avanzamos en base a verdades relativas, y lo que hoy es cierto y el mejor tratamiento para un enfermo, dentro de un tiempo puede ser abandonado por algo mejor y más nuevo. Y, sin embargo, curamos.
A pesar de lo anterior, la medicina como arte y como ciencia es la profesión más bella e importante del mundo, porque trata de evitar o curar las enfermedades que afectan a los seres humanos desde antes de nacer y hasta después de morir inclusive. Siendo por lo anterior, la profesión más exigente del mundo pues estamos obligados a tratar durante las 24 horas del día, sin fuera necesario a: mujeres y hombres, niños, adultos y ancianos, pobres y ricos, príncipes y mendigos, buenas y malas personas, inocentes y asesinos y hasta capitalistas y comunistas.
La obligatoriedad de lo señalado anteriormente se debe a que, el compromiso del médico es con el arte de curar y no de juzgar. Y si se quiere conocer de errores, nada mejor que el cometido con el el juramento Hipocrático que por siglos las Escuelas de Medicina y los Colegios de Médicos nos hicieron jurar, Este juramento NO era de Hipócrates, error como lo señale en mi libro sobra la vida del Padre de la Medicina, disponible sin costo alguno para todos en Internet.
Dado el inmenso valor del papel del médico ante la sociedad al cuidar de la salud y la vida de las personas, y teniendo en cuenta que los médicos no solo deben aprender a curar, sino también a evitar que las personas se enfermen. Eso a su vez nos puso un enorme peso sobre nuestros hombros y la tremenda responsabilidad de brindar los servicios de la manera más eficiente y honesta; con la consideración de que nosotros, además, debemos aceptar estar bien preparados, incluso espiritualmente pues como decía Platón:
Los médicos deben ser de cuerpos y almas.
Sin embargo, aunque la Medicina puede considerarse “un apostolado social” el médico no hace un juramento religioso, sino ético-científico. Por ello, debe dejarse claramente establecido, que el compromiso de los médicos no es con una iglesia o religión, sino con el enfermo. Teniendo además el derecho de recibir una remuneración adecuada a su preparación y que le permita vivir dignamente.
Finalmente vale la pena que recordemos y apliquemos lo que el filósofo Francis Bacon decía:
El estudio y la sabiduría no son fine en sí mismos, ya que un conocimiento sin aplicación concreta es una triste vanidad académica.
Yo he ampliado el concepto agregándole que:
El conocimiento sin responsabilidad social podría ser tan estéril como el servicio a la comunidad sin una buena preparación académica.
Todo lo anterior, teniendo siempre presente el carácter no absoluto del saber, fundamento de la verdadera ciencia incluyendo la medicina.