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Etiqueta: democracia real

Municipalidades y democracia

Por Arnoldo Mora

El domingo 4 de febrero, obedeciendo normas constitucionales, se celebrarán elecciones a fin de elegir las autoridades que habrán de regir los gobiernos locales por los próximos cuatro años. El que las elecciones municipales se hayan separado de las elecciones generales y se lleven a cabo dos años después de las nacionales, debe ser considerado como un avance en el ejercicio de la democracia en nuestro país; las municipalidades se independizan de los partidos nacionales, especialmente de los tradicionales, con el consiguiente debilitamiento de los mismos, lo cual, en mi opinión, no es bueno para la democracia representativa tal como se practica tradicionalmente en nuestro país y que se nutre de los partidos políticos. Esto explica el crecimiento exponencial de los partidos locales en las elecciones municipales; el electorado no cree mucho en los partidos nacionales, si bien, hasta el presente, el partido tradicional por excelencia del país, porque lo ha hegemonizado desde que emergió como consecuencia de la Guerra Civil de 1948, el Partido Liberación Nacional, sigue manteniendo el control de la gran mayoría de las municipalidades del país… hasta ahora, veremos lo que pasará el 4 de febrero. El hecho de que pululen los partidos locales demuestra que el costarricense considera la democracia tan sólo desde el aspecto cuantitativo – el derecho que todo el mundo participe no importa quién sea – se ve facilitado por la legislación actual, pero va en detrimento del aspecto cualitativo; lo cual podría representar no un avance, sino un retroceso en la democracia. La democracia es el sistema político en el cual se prioriza lo cualitativo sobre lo cuantitativo, en virtud de lo cual deben gobernar los mejores gracias a sus probadas cualidades cívicas. Cuando lo cuantitativo priva en un régimen político, el peligro de que los peores ganen es real y muy grave; baste con ver lo que sucedió en la Alemania de los 30s del siglo pasado, en donde las hordas nazis fueron masivamente apoyadas por el pueblo alemán hasta el suicidio del Führer; y, para no ir muy lejos en el espacio y en el tiempo, eso fue lo que pasó en el Brasil de Bolsonaro y está pasando en la Argentina de Milei… En Costa Rica la amenaza actual a la democracia es la eventual influencia del dinero de origen oscuro en el surgimiento y propaganda de tantos y tantos partidos; el TSE llamó la atención al respecto; la opinión pública y la Asamblea Legislativa deben estar vigilantes; no olvidemos que en la Zona Sur hace algún tiempo hubo acusaciones en ese sentido.

Los gobiernos municipales son la manifestación de la primera y fresca expresión de la democracia, las municipalidades son el poder popular en su ejercicio cotidiano, están presentes en nuestra vida de todos los días, en todos y cada uno de los detalles que componen el tejido de nuestra vida cotidiana: recoger la basura frente a nuestra casa, mantener la vigilancia en cada calle, barrio por barrio, mantener las zonas verdes donde ancianos y niños se recrean, etc., etc. Las autoridades locales son democráticamente elegidas de entre los miembros de nuestras comunidades, allí donde todo el mundo conoce a todo el mundo y todo el mundo suele ser pariente y amigo o enemigo de todo el mundo, donde la vida privada no existe porque todo el mundo conoce las costumbres de todo el mundo y se entera de manera informal (chismes) de la vida de todo el mundo, lo cual se debe en buena medida a que no existe el anonimato ni la soledad. Todo lo cual trae aparejado el peligro de que se incurra en el delito tipificado como “tráfico de influencias” que, en el caso de las elecciones municipales, se traduce en que la gente vota no por un partido ni menos por un programa, sino influenciado por el parentesco, la amistad o enemistad personales o, simplemente, por la buena o mala fama proveniente de la información informal (chismes), olvidándose de que en la política no deben existir ni los parientes ni los amigos, sino que debemos regirnos tan sólo por la valoración de las aptitudes prácticas y virtudes cívicas mostradas por los candidatos; cualquier otra consideración debe ser considerada como corruptela personal y actitud contraria a los principios básicos de una democracia real. Otra amenaza a la democracia es el abultado abstencionismo; 30% o menos de participación en las elecciones hace que el poder popular desde sus inicios dé muestras de una gran debilidad, pues la inmensa mayoría no se ve representada en esas autoridades, aunque por general les profesan aprecio porque los conocen; lo dicho se ve reflejado en el hecho de que, según las encuestas, la inmensa mayoría de los ciudadanos se muestra satisfecha con los autoridades actuales.

No quisiera terminar estas reflexiones en torno al certamen electoral actualmente en marcha, sin aludir al gran ausente de las elecciones locales desde hace varias décadas; me refiero a la ausencia de gobernadores de provincias (estados, departamentos), cuando en casi todos los países del mundo esta elección es la más importante porque inclina la balanza del poder central; en los grandes países los gobernadores son príncipes. En Costa Rica nadie lo reciente, lo cual demuestra que la división del país en provincias es obsoleta e inoperante; sólo sirve para elegir diputados; en lo cultural, económico y geográfico, las regiones periféricas no se identifican con la ciudad capital de su provincia; tal es caso de las regiones del Norte respecto a Alajuela y Heredia, Pérez Zeledón respecto a San José y Puerto Jiménez respecto a Puntarenas. Todo lo cual se debe a que Costa Rica, desde la Guerra de la Liga (1835) liderada por Carrillo y que ganó San José, convirtió a la capital nacional en una especie de agujero negro que se englutió todo lo que le rodeaba. Si queremos desarrollar las regiones periféricas del país, debemos comenzar por suprimir las 7 provincias y crear en su lugar 5 grandes regiones con una ciudad grande como capital, por ejemplo, crear la región del Norte con Ciudad Quesada como capital y la región del Sur con San Isidro del General como capital. Sé que para lograr eso se requieren cambios profundos en la actual Constitución Política, que sólo la Asamblea Legislativa goza del poder constitucional para hacer. Pero ya es hora de que vayamos pensando en eso. Más aún, hay que acabar con el centralismo presidencialista vigente y sustituirlo por una república federal. Esa fue una de las causas del “milagro” alemán después del nefasto Tercer Reich; esto hace hoy Francia. Bien haría la Asamblea Legislativa en nombrar una comisión que, con el apoyo de sus gobiernos, vaya a esos países a estudiar in situ cómo funciona una democracia regionalizada. Una democracia con base popular amplia comienza con los gobiernos locales, se prolonga en los gobiernos regionales y culmina en las instituciones nacionales, como son los tres poderes constitucionales, el TSE y la CGR. Una campaña electoral local debe servir para repensar todo nuestro sistema democrático, con el fin de mejorarlo y ponerlo a la altura de nuestros tiempos.

El fundamentalismo democrático del siglo XXI

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Gustavo Bueno (1924-2016) fue un filósofo español que desarrolló un sistema filosófico integral llamado Filosofía de la Idea Fundamental. Uno de sus conceptos clave fue la idea del fundamentalismo democrático. Este, tal como lo propone Gustavo Bueno, es la creencia en el valor absoluto de la democracia como sistema político. Según Bueno, los fundamentalistas democráticos consideran a la democracia como la única forma de gobierno válida y moralmente justificable, convirtiéndola en un principio dogmático e incuestionable, o sea, en una ideología que no dialoga ni acepta nada diferente.

Bueno criticó el fundamentalismo democrático por su falta de fundamento filosófico e histórico. Argumentó que la democracia, como cualquier otro sistema político, tiene sus limitaciones y puede conducir a sus propios problemas si no se equilibra o controla adecuadamente. En su opinión, la democracia debe integrarse en un marco filosófico y ético más amplio para garantizar su sostenibilidad y eficacia. Todo apunta a que el tiempo le ha dado la razón, la democracia existente en occidente y otras partes hoy requiere una gran dosis de democracia real en todo el sentido de la palabra.

Es importante señalar que las ideas de Bueno, incluido su concepto de fundamentalismo democrático, han sido discutidas y debatidas dentro de los círculos académicos, y puede haber diversas interpretaciones y críticas de su obra filosófica, no es un tema nuevo. Ahora bien, para entender mejor la decadencia que sufre la democracia en occidente y otras partes del mundo, debemos hacer algunas reflexiones objetivas, lejos del prepotente fanatismo democrático y muchas veces de doble rasero característico de sus defensores.

Hoy debemos preguntarnos si la democracia existente está respondiendo a las demandas reales y necesidades de toda la ciudadanía. Y en esa misma dirección consultarnos si es efectiva para combatir el colapso eco social global que vivimos, también llamado Antropoceno, ya que lamentablemente, los regímenes democráticos actuales tampoco son garantía para el ambiente y otras formas de vida no humanas puestas en peligro de extinción a causa de nuestros patrones de vida, producción y consumo. Estos regímenes no lo están logrando con el tema de la protección ambiental y la lucha contra el cambio climático. Todo ello es muy grave e importante como para no ser considerado en el análisis crítico y la ecuación al respecto.

Por otro lado, han demostrado también que no son garantía para el respeto de los derechos humanos más básicos, pues las desigualdades, la pésima distribución de la riqueza, la falta de empleo digno, la inequidad de género, la calidad y acceso a la educación y la salud, y la injusticia social, no fueron problemas resueltos por éstos, que eran parte y lo siguen siendo, de sus promesas principales. Por el contrario, después del fin de la Guerra Fría, como no había “enemigo” ideológico por el cual preocuparse, el neoliberalismo triunfó y terminó por desmantelar los exitosos Estados de Bienestar que habían sostenido ese discurso democrático occidental después convertido en dogma absoluto, en contraposición al comunismo y la dictadura.

No es de extrañarse entonces, que frente a los problemas del hambre, el desempleo, la corrupción, la exclusión social, la ineficiencia estatal y miles de promesas incumplidas, surjan naturalmente movimientos y líderes que cuestionen ese fundamentalismo ideológico democrático dominante que ha terminado convirtiéndose en puros actos ceremoniales formales sin ningún tipo de contenido real de fondo que marque una verdadera diferencia, haciendo que gran parte de la ciudadanía, especialmente las generaciones más jóvenes y los grandes sectores excluidos dejen de creer y pierdan toda su confianza en el sistema así como en quienes lo protegen, pues en muchas ocasiones los discursos y las acciones de dichos defensores llevan caminos separados y contradictorios.

Y aunque sabemos que no se debe confundir una cosa con la otra, y no podemos generalizar porque el frío no está en las cobijas, de estas razones expuestas y algunas otras más surge el desgaste y la incredulidad generalizada de la ciudadanía ante esta forma de organización política de la sociedad, su estructura e instituciones. Y ahí está el peligro, parafraseando a G. K Chesterton, cuando la gente no cree en nada, en seguida cree en todo. De ese nihilismo social y pérdida de toda creencia en alguna identidad colectiva superior que dé certeza y sentido de pertenencia, nace en estas partes del mundo la semilla fértil de estos nuevos movimientos de corte autoritario que cuentan con gran respaldo popular, porque en la mayoría de los países, sino en todos donde han llegado al poder, lo han hecho de forma democrática y libre. Por eso el famoso adagio: “la democracia muere en democracia”.

Todo esto da para un debate más profundo y amplio. Yo pienso que la democracia no tiene la culpa, pero es la que paga las consecuencias de la manipulación, mentiras, el egoísmo y actos éticos cuestionables de muchos de sus defensores acérrimos y representantes, no se puede tapar el sol con un dedo. Por otro lado, no se debe afirmar de manera absoluta que un régimen autoritario sea malo por naturaleza, como hacen los fundamentalistas democráticos occidentales, pero tampoco que garantice la solución a todos los problemas, pues muchas veces estos llegan al poder gracias al resentimiento, el revanchismo y el odio, los cuales nunca son buenos consejeros para gestionar lo público, y porque en el fondo, parte de la verdadera crisis que sufre el occidente y la humanidad en general, es de sentido y no solo de sistema, es la crisis de una falta de propósito y significado de la vida, de certezas y confianza en la humanidad misma.