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Etiqueta: desigualdad económica

¿Qué tan diferente será nuestro futuro?

Juan Carlos Mora Montero.

M.Sc Juan Carlos Mora Montero
Académico
Escuela de Planificación y Promoción Social
Universidad Nacional-EPPS-UNA
Costa Rica

Existe un claro hábito humano a pensar el futuro a partir de lo vivido; es decir la idea de futuro que nos forjamos está muy marcada por nuestra cosmovisión, por nuestros valores y de alguna manera por las aspiraciones que tengamos.

De vez en cuando en la historia de las sociedades humanas ocurren fenómenos con la capacidad disruptiva para obligarnos o invitarnos a un cambio a veces radical de nuestra zona de confort; ya sea en nuestra familia, nuestro país o el mundo entero.

En el plano personal y familiar, estos cambios pueden ser el inicio de nuestra vida laboral, el paso del colegio a la Universidad, el cambio de estado civil, la jubilación, entre otros. Estos cambios, pese a ser disruptivos en nuestras vidas tienen la bondad de ser previsibles y quizá otras personas los han vivido por lo que nos pueden contar su narrativa y eso ayuda a prepararnos. Luego después de un tiempo nos adaptamos a ese cambio y lo hacemos parte de nuestra normalidad.

A nivel del país, cambios como una guerra civil, un fenómeno natural, un conflicto armado, una reforma institucional como la de los años 40 del siglo pasado en Costa Rica, entre otras pueden tener un efecto disruptivo importante y generar elementos de una nueva sociedad. No obstante, mientras el país se adapta a esa nueva normalidad el mundo en general siguió similar a como estaba.

Finalmente, existen otros fenómenos que ocurren con mucha menos frecuencia en la historia de la humanidad que no solo cambian mi vida personal y la del país; sino que cambian la dinámica mundial, generando nuevos patrones de consumo, de producción, de intercambio y en general nuevos modos de vida.

Estos fenómenos son las guerras mundiales, las pandemias, el cambio climático, las eras geológicas, las revoluciones productivas, un acto terrorista, entre otros. Hoy estamos enfrentando y preparándonos para una nueva normalidad; es decir que no necesariamente por nuestra voluntad, muchos de nuestros patrones de consumo, de producción, de relación y de vida en general van a cambiar planetariamente generando una nueva normalidad; es decir un nuevo estado dinámico de las cosas con la fuerza de generar una cultura distinta a la anteriormente vivida y conocida.

¿Qué tan diferente será nuestro futuro? Aún nadie puedo dar una respuesta 100% precisa de cómo será el futuro y por eso en prospectiva acudimos a la construcción de escenarios y a partir de ellos y de su plausibilidad generar las conversaciones de cómo prepararnos para el tránsito hacia esas nuevas normalidades.

Para el director de la Cátedra de Futuro de la Unesco Sohail Inayatullah, dicho dos meses después de iniciada la pandemia; la nueva normalidad estará caracterizada por la aparición de soluciones inimaginables en el presente; o solo imaginables por muy pocas personas para grandes problemas y necesidades de la humanidad.

Pero la gran oportunidad que genera este cambio es poder dejar en el pasado las cosas que no veníamos haciendo bien como sociedad. Jouvenel, posiblemente, el padre de la prospectiva decía que la prospectiva es pensar cómo podría ser el futuro y decidir qué hacer con esa información, como poder cambiar lo que no nos gusta y fortalecer lo que hemos venido haciendo bien.

Los escenarios tendenciales para Costa Rica nos alertan de que seremos una sociedad mucho más desigual. Ahora a la desigualdad por ingresos y concentración de estos que se ha medido con el coeficiente de Gini, se suman otras alertas de incremento de la desigualdad: la conectividad a internet, el acceso a la tecnología, la educación y la salud virtual, el trabajo virtual, nuestra ubicación territorial, el acceso a la cultura.

No obstante, la alerta no es una condena del futuro. La alerta es para tomar decisiones presentes y poder revertir las situaciones. Por eso la expresión de que el “futuro está en nuestras manos”, pese a ser muy trillada y sobre todo usada para la autoayuda, es cierta. La sociedad que queremos ser es una decisión.

Hoy cuando el discurso en la agenda nacional se dirige hacia la confrontación entre el sector público y el privado, entre las personas con COVID y las que aún no se han contagiado, entre los que acatan las disposiciones de las autoridades sanitarias y las que no; es decir discursos que en todos los casos nos dividen, también debe encenderse la alerta de que debemos estar unidos. Este enemigo que tenemos se encuentra muy cómodo en una sociedad dividida.

Es muy posible que en la medida en qué la crisis por COVID se alargue por la ausencia de la tan esperada vacuna o tratamiento, vayamos observando con más claridad que debemos estar juntos en esto. Quizá lo que vivimos con el COVID sea la antesala de retos y desafíos mayores que tendrá la humanidad como es el caso del cambio climático que nos necesita unidos, con un liderazgo integrador y no buscando cada uno como aprovechar la crisis en beneficio personal.

El COVID-19 y las tareas ciudadanas dentro del mandato constitucional

Carlos Campos Rojas

Estamos en Semana Santa. Momento de reflexión y confinados para desacelerar el avance de una epidemia, que tiene la capacidad de acabar con el más pintado si no se cuida. Así le pasó al Primer Ministro de Inglaterra, que sostenía que a esto no había que prestarle mucha atención, que la economía no debía detenerse. Hoy está delicadísimo en cuidados intensivos.

El país y con esto quiero decir, la ciudadanía, debe asumir, como lo establece el Art. 9 Constitucional, su plena responsabilidad para salir adelante, no solo con quedarse en casa, sino –y principalmente-, para asumirse como El Soberano que es, para intervenir en la toma de decisiones sobre lo que debe hacerse, para que Costa Rica salga airosa. Así lo manda la Constitución Política. Somos una República Participativa.

La actitud del gobierno de centralizar todo en Casa Presidencial, incluyendo los acuerdos legislativos, no hace otra cosa, que devolver el proceso de descentralización que había comenzado hace ya algunos años de manera tímida, para volver convenientemente al pasado, al vallecentrismo. Los gobiernos locales que apenas van a asumir este primero de mayo, vuelven a mendigar.

De esta forma, llaman a la población a aceptar con la cabeza baja, los despidos, la reducción de las obligaciones patronales, la reducción salarial, es decir que el pueblo socialice las pérdidas, pero los amigos del gobierno, capitalicen las ganancias. El argumento es que el pueblo debe, en estos momentos ser solidario.

Es claro que el Gobierno no va a permitir que los intereses de quienes se agrupan en el sector económico financiero productivo y de comunicación, de los que se autodenominan empresarios privados, sean tocados.

Si el Gobierno respondiera a los intereses de la ciudadanía, estaría, por ejemplo, suspendiendo el pago multimillonario de alquileres de los edificios donde operan las instituciones, para dirigir esos recursos a atender la crisis del Covid 19. Sus dueños no dependen de esos pagos millonarios, para soportar la crisis. Si el Gobierno fuera responsable, estaría llamando a cuentas a las grandes empresas que durante diez años no pagaron impuestos o que reportaron pérdidas y que siguen sin pagar impuestos, mientras que la ciudadanía, de manera responsable y en medio de su pobreza, paga día a día sus impuestos para sostener este país, pues es gracias a eso que gozamos de la poca paz que queda.

La corrupción y la impunidad como cultura institucionalizada, dio espacio a que una mafia política usurpara el poder de la ciudadanía. Han puesto en crisis la institucionalidad, hoy tienen el mejor terreno para hacer de las suyas, pero no nos representan.

Se nos había vendido la idea que seríamos el primer país del mundo en transformarnos en un Estado Abierto. Es decir, que para no cumplir lo que establece el Art. 11 Constitucional, de la obligatoriedad de los funcionarios públicos a la transparencia y a rendir cuentas, se habilitarían los datos del funcionamiento institucional, a través de sus páginas web. Hoy, desde el gobierno, la transparencia es censurada, centralizaron las decisiones y excluyeron la ciudadanía. La Constitución les estorba.

La crisis no es hoy, será mañana, será en los días que vienen. Si el Gobierno no abre las puertas al diálogo y a escuchar desde cada parte del país, las propuestas de solución, no habrá nuevo pacto social. Será el conflicto y el distanciamiento social, lo que nos enrumbe de cara al desafío que Costa Rica tiene que enfrentar, en un mundo que no será geopolíticamente el mismo.

Aunque algunos estén haciendo números alegres de cara a la elección presidencial y de diputados –que será en un año y ocho meses-, mejor no se confíen. La brecha social, la desigualdad económica y la carencia de oportunidades a la que nos condenaron quienes administraron el país, se profundizará con los nuevos pobres que van a surgir, ahora serán principalmente las Pymes, aquellos emprendedores que verán derrumbarse sus negocios y sus inversiones, porque la riqueza del país, estará encaminada a sostener los amigos del Gobierno.

Es el momento de construir sin manos escondidas, los procesos de trabajo y de diálogo, para mantener la paz y el desarrollo que nos han caracterizado. No una consulta vertical como al Gobierno le gusta. Debe ser un diálogo horizontal, sin exclusiones. Será para rectificar los errores de administraciones irresponsables, para asumir el desafío que nos dejaron los héroes y mártires de nuestra historia, que con su vida y su sangre nos legaron una institucionalidad que a pesar de los golpes que le han dado, ha sabido y demostrado ejemplarmente, enfrentar esta crisis.