Petro, Francia y el inédito viable. Análisis electoral colombiano
Nicolás Armando Herrera Farfán*
En el día de ayer (29 de mayo) se celebró la primera vuelta (o ronda) electoral para las presidenciales colombianas. Los resultados no sorprenden. Gustavo Petro ganó como lo vaticinaron las encuestas en el último año. Obtuvo el 40,32% de los votos. El promedio de las cuatro encuestas presentadas diez días antes de las elecciones (Centro Nacional de Consultoría, Invamer, Guarumo–EcoAnalítica y Mosqueteros), le daban un 41,05% de favorabilidad. Ese porcentaje de votos corresponde a 8 millones y medio, que es el doble del obtenido en la consulta interpartidista de marzo de este año y más de medio millón si lo comparamos con los resultados de la segunda vuelta (o ballotage) de 2018. Es decir, que Petro superó a los demás candidatos y a sí mismo, lo cual, no es un dato menor.
Así pues, como no sorprende el triunfo de la fórmula Gustavo Petro–Francia Márquez, lo que estaba en juego eran dos cosas. Por un lado, que el triunfo fuera definitivo y, para ello, era necesario obtener el 50% de los votos + 1 voto, que, de acuerdo al total de votantes, equivalía a cerca de 10 millones y medio. Esto era un batacazo histórico y, a la vez, la imposibilidad que el fraude tuviera más semanas para seguirse cocinando.
Por el otro, si no ganaban en primera vuelta, había que definir la pareja contendiente. Esta era la batalla fundamental para la clase dominante y la comidilla para sus plafones mediáticos. En 2006, el discurso era “¿quién le gana a Uribe?” y desde entonces fue “¿quién le gana al que diga Uribe?”. Ahora en 2022 es “¿quién puede con Petro?”. Para ello, probaron todas las cartas y en el juego del ajedrez político, el espectro político de derecha–ultraderecha movió sus fichas y sacrificó sus alfiles uno a uno: primero en las internas de dos coaliciones “Equipo por Colombia” que ganó Federico Gutiérrez y “Centro Esperanza” que ganó Sergio Fajardo; y en la interna del Centro Democrático que dio el triunfo a Óscar Iván Zuluaga. Como Zuluaga nunca despegó en las encuestas, declinó su aspiración por Federico Gutiérrez, cuando éste ganó la consulta y como Fajardo les parecía descafeinado, vistieron a Gutiérrez de Fajardo para superponerle la imagen. Así, fabricaron un candidato.
Sin embargo, no podemos olvidar que en el uribismo se expresa la ultraderecha mafiosa, fascista y paramilitar, y a su sombra se han alienado y arropado las diversas expresiones de la clase dominante, pero que la derecha es mucho más amplia que el uribismo. Por ello, es necesario comprender que había otras candidaturas que expresaban el proyecto hegemónico más allá del uribismo y que revelan los matices de la propia derecha: además de Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, estaban Ingrid Betancourt, John Milton Rodríguez, Enrique Gómez y, por supuesto, Rodolfo Hernández. Todas estas aspiraciones competían contra Gustavo Petro y Francia Márquez.
Sin margen político, desaparecieron como opciones reales Betancourt, Rodríguez y Gómez, mientras que Fajardo se ahogó en una pileta de intención de voto que nunca alcanzó el 10%. Así pues, la disputa interna de la derecha estaba entre Gutiérrez y Hernández. Y, por más que intentaron levantar a Gutiérrez este nunca superó los 30 puntos porcentuales de intención de voto –en promedio de las últimas cuatro encuestas alcanzaba el 26,05%– y en todos los escenarios posibles, perdía con Petro, y en todos los debates televisivos quedó muy atrás. Así pues, sólo quedaba la carta de Rodolfo Hernández, y en las últimas seis semanas fueron haciendo una transición de candidaturas.
En el promedio de las cuatro encuestas mencionadas, Hernández obtuvo el 22,35%, “pisándole los talones” a Gutiérrez. De hecho, en sus últimas entrevistas radiales, afirmó que “hacía rato” que superaba a Gutiérrez en la intención de voto, pero que los medios de comunicación no querían evidenciarlo (¿estrategia política para mostrar una “sorpresa”?). Las cartas estaban echadas para Gutiérrez. El resultado electoral confirmó todo: Hernández alcanzó la segunda plaza con el 28,15% de los votos (casi 6 millones) y Gutiérrez quedó afuera en el tercer lugar con el 23,91% (un poco más de 5 millones).
La derecha construyó su candidato a imagen y semejanza de Uribe (o de Trump): lo presentaron como un “outsider” de la política, un candidato regional independiente y un empresario exitoso. Su bandera de lucha contra la corrupción fue elevada cada vez más alto por las redes sociales (sobre todo Tik Tok), su rol de buen administrador se exaltó en los medios y se enfatizó permanentemente en su figura disruptiva. Sin dudas, Hernández era el único que podría ganarle a Petro. Por eso, era fundamental que no participara en los debates presidenciales para no lesionar su imagen.
El triunfo de Hernández es el triunfo de la derecha. Pierde el uribismo, sí; pierden las apuestas de jefes políticos como el liberal César Gaviria, sí; pierde el partido conservador, sí; pero la derecha no se mueve por principios sino por intereses, y esta carta les queda para derrotar a Petro, y no van a despreciarla. Perdió el uribismo de carnet, pero no la derecha. Puede ser que el monstruo se les crezca, como pasó con Uribe, pero no por ello dejarán de acudir a él. En el fondo, se trata de la desprestigiada y fuera de moda “lucha de clases”. Lo tienen muy claro y saben que no van a arriesgar la hegemonía.
Ahora Gustavo y Francia tendrán que vérselas con Rodolfo y Marelén en las definitivas elecciones de junio. Es el escenario más complicado que podía quedar. Apodado el “Trump criollo”, Rodolfo Hernández reunirá en torno suyo a todos los perros. En números crudos puede agrupar cerca del 50% de los votos (sumando a Gutiérrez, Betancourt, Rodríguez y Gómez, y una parte de Fajardo). Por su parte, Petro y Francia podrían recibir un impulso de los liberales –aliados con Gutiérrez– y de los verdes –en torno a Fajardo–. En el medio del juego electoral y la búsqueda de alianzas, la dupla progresista tendrá que sobrevivir al péndulo del magnicidio, a los fraudes, las campañas mediáticas sucias, los artilugios jurídicos, la ofensiva narcoparamilitar y los envalentonamientos militares del comandante de las fuerzas. Es difícil, sí, pero es el desafío creativo del inédito viable, como lo llamaba Freire.
Gustavo Petro y Francia Márquez les ganaron a las expresiones políticas de ultraderecha mafiosa (Gutiérrez) o empresarial (Hernández) y a las derechas soterrada (Fajardo y Betancourt), cristiana (Rodríguez) y tradicional (Gómez). No es un dato menor. Su triunfo es histórico y sus resultados significativos, porque los votos que les contabilizaron les corresponden. Quizás obtuvieron más, pero no les inflaron ninguno. Es una victoria del campo popular que hay que celebrar.
Sin embargo, esta victoria tiene un aroma a riesgo de derrota, es decir, que “ganar es perder un poco”, parafraseando de manera invertida aquella máxima del entrenador de fútbol Francisco Maturana. El arco derechista colombiano no se va a rendir así de fácil y ahora nos toca ponernos las botas, arremangar las camisas y ponernos a laburar. Quedan tres semanas para que podamos cantar de verdad ese estribillo del himno nacional que dice: “Cesó la horrible noche…”.
Imagen tomada de la fuente original.
Compartido con SURCOS por Óscar Jara Holliday.