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Etiqueta: geopolítica

Disputa de hegemonías en América Latina

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En la Cumbre de las Américas celebrada en Los Ángeles el año pasado, el gobierno estadounidense presentó una propuesta de comercio sobre la cual no agregó mucho detalle en aquel momento; la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica. Una alternativa para la contención de China que entra en una novedosa estrategia de la Casa Blanca denominada la Doctrina de la Disuasión Integrada (integrated deterrence), dada a conocer también el año pasado en la XV Reunión de Ministros de Defensa de las Américas, realizada en Brasil bajo la presidencia de Bolsonaro. Esta estrategia es una forma de lucha por todos los frentes, medios, recursos y de manera integrada contra lo que para ellos es la “gran amenaza china”.

La coyuntura política de América Latina ha cambiado en los últimos meses y la llegada de Lula al poder en Brasil, así como la presencia de otros gobiernos de izquierdas o no alineados en la región están ocasionando las inquietudes geopolíticas de la nación del norte; las ideas soberanistas y el posible fortalecimiento del eje Argentina-Brasil en el sur, sumado a la amistad de la República Popular China con América Latina y el Caribe, no son para nada compatibles con los intereses de Washington que sigue creyendo en aquel viejo adagio de la doctrina Monroe. En ese contexto, sumado al interés de este país en los recursos estratégicos de la región, demostrado así en las declaraciones de la semana anterior de Laura Richardson, la general jefa del Comando Sur de Estados Unidos al respecto, con la trascendencia que ha tomado ahora el famoso triángulo del litio, y las complejidades de la guerra en Europa, es que el gobierno de Biden vuelve los ojos hacia el sur.

La semana anterior se llevó a cabo la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Buenos Aires, Argentina. Sin bien es cierto, se mostraron algunas debilidades típicas del proceso de integración latinoamericano, se dio un hecho de peso, que fue el regreso de Brasil al bloque y el fortalecimiento del proceso de cooperación entre ese país y Argentina, lo que geopolíticamente tiene su relevancia, en especial porque uno de los temas a tratar tuvo que ver con recuperar la idea de la creación de una moneda regional propia para no depender de la hegemonía del dólar. Eso implica la búsqueda del fortalecimiento del Mercosur y del comercio en la zona, así como del papel protagónico de Brasil como potencia regional y miembro estratégico de los BRICS en un entorno de transición internacional con miras a Asia-Pacífico y no solo a occidente.

Otro hecho importante de esta cumbre fue el mensaje que envió el presidente Xi Jinping por medio de un video, donde recalca el apoyo de la República Popular China al proceso de integración de América Latina y el Caribe, en la cual la CELAC se ha convertido en una fuerza indispensable para la cooperación sur-sur, la defensa de la paz y el fomento del desarrollo compartido de todos los pueblos de la región. El presidente Xi subrayó que el Foro China-CELAC es una herramienta importante para la construcción de confianza y cooperación en medio de un mundo que ha entrado en un periodo de turbulencias y profundas transformaciones. China por su parte, ha mostrado altos niveles de pragmatismo, apertura y deseos de cooperar con todos los países de la región, sin importar su tinte ideológico o con quienes tengan comercio esos países, bajo una filosofía de buscar que todos se vean beneficiados del libre intercambio comercial, respetando las diferencias y la soberanía de los pueblos.

En un escenario tan volátil donde se dan muestras de lo que puede ser un camino, pero no hay nada seguro, y después de la cumbre de CELAC, los EEUU anunciaron de manera oficial aquella idea lanzada en la cumbre de las Américas para la contención china, de la alianza para la prosperidad económica. El objetivo de esta iniciativa es neutralizar las inversiones que vienen de Asia en la región y poner freno a China en un momento histórico donde este país ha pasado a ser el segundo socio comercial más importante para la región. Según datos del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), el comercio entre las dos partes alcanzó los US$ 451.591 millones en 2021, registrando un aumento del 41,1% respecto al 2020.

El presidente Biden dijo que es algo histórico y que busca unir a todo el hemisferio, que generará crecimiento económico sostenible e inclusivo, y beneficiará a todos los trabajadores de la región. Veamos el guiño ideológico a las izquierdas que trata de hacer usando el término trabajadores, en una clara y directa disputa con China. Ambos hablan de fortalecer el multilateralismo, de un desarrollo sostenible e inclusivo, de mayor inversión, pero parece que el camino y el fin que tienen no es el mismo. Mientras China ha demostrado su apertura a trabajar con todos los países sin hacer exclusión alguna, en esta iniciativa lanzada por Washington no se incluyó ni a Brasil y Argentina, las dos economías más importantes del sur, aunque no descartaron que en un futuro puedan unirse.

Los países que se unieron a esa asociación son: Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, México, Panamá, Perú y Uruguay. Como parte de esos objetivos formales se encuentran, en palabras del presidente Biden: impulsar nuestra competitividad, construir cadenas de suministro regionales más resilientes, crear empleos de calidad, combatir el cambio climático y revitalizar las instituciones económicas de nuestro hemisferio. En una entrevista al diario El Clarín, el profesor de Mercados Financieros Emergentes de la Universidad de Columbia, dijo que una de las razones más importantes por la que EEUU lanza esta alianza es la creciente tensión entre China y Estados Unidos, no solo en lo comercial sino también en lo geopolítico, dada la actitud de China hacia Taiwán y la guerra en Ucrania.

Sin duda esta iniciativa puede entenderse dentro de la doctrina de la disuasión integrada desde el punto de vista geopolítico, una estrategia de contención y de hegemonismo en el siglo XXI. No obstante, y sin ser contradictorio, si se convierte en una forma real de hacer que nuestros países tengan más y mejores opciones de desarrollo independiente y mayor justicia social, puede ser una oportunidad muy buena, que, sumada con China, logre generar avances importantes en la lucha estructural contra la pobreza y la desigualdad en la región. Al final, no hay problema de donde vengan las iniciativas que puedan ayudar al bienestar, ese es el objetivo del libre comercio, no el de imponer restricciones políticas o exclusiones ideológicas, sino promover el libre y justo intercambio que beneficie a todas las partes involucradas, en una lógica pragmática y de respeto como hasta el momento lo ha hecho China.

América Latina no está para caer en los juegos típicos de épocas pasadas donde las potencias imponían el imperativo de alinearse con una u otra, esos tiempos ya pasaron, en ese sentido estamos en una coyuntura post hegemónica, como llaman autores de la región, y es necesario tener una sana equidistancia entre todas las potencias, para poder poner por delante los intereses propios, mirar lo que nos conviene y entender que ya no es un tema de uno contra otro, sino de unión, supervivencia y comunidad.

Los retos que enfrenta la humanidad son compartidos, por lo tanto, y como bien lo dijo el presidente Xi Jinping en su momento, todos vamos en un mismo barco, y el solo hecho de pensar echar a uno por la borda es impensable. El verdadero multilateralismo es incompatible con las practicas hegemonistas de poder, suma-cero, manipulación y hostigamiento que responden a tiempos ya superados. América Latina y el Caribe tiene en sus manos la capacidad de volver a brillar en el mundo con una posición propia, soberana, siendo un ejemplo de paz, diálogo, pragmatismo y de defensa del planeta.

La construcción de un nuevo orden mundial

Gilberto Lopes, en San José
Enero 2023

La duda de Olaf Scholz:
¿Cómo puede Europa permanecer como un actor independiente en un mundo multipolar?

I

“La agresión de Rusia contra Ucrania ha puesto fin a una era”, dijo el canciller alemán, Olaf Scholz, en artículo publicado en la edición de enero/febrero de la revista Foreign Affairs: The Global Zeitenwende. Algo así como un punto de no retorno. Es también el punto de partida del Foro Económico Mundial que se reunió en Davos a mediados de enero: “el mundo está hoy en un punto de inflexión crítico”, aseguran.

La cuestión central era esta, para Scholz: ¿cómo podemos, como europeos y como Unión Europea, seguir siendo actores independientes en un mundo cada vez más multipolar?

Algo sobre lo cual ha estado hablando también el presidente francés, Emmanuel Macron, para quien Europa debía replantear su “autonomía estratégica». Según Macron, “Europa debe desempeñar un papel más activo en la OTAN, reduciendo su dependencia de Estados Unidos y desarrollando sus propias capacidades de defensa para garantizar la paz en la región”.

Del lado ruso también se analiza el problema. Fyodor Lukyanov, director del Foro de Discusión de Valdai, señaló que la visita del presidente ucraniano Vladimir Zelensky a Washington, el pasado 21 de diciembre (dejando de lado la teatralidad que la envolvió) puede representar un hito para la definición de un nuevo marco de seguridad europea.

Con Ucrania transformada en un insumergible portaviones norteamericano –como dice Lukyanov, un papel similar al que jugó Honduras en la guerra de los “contras”, montada por Washington contra los sandinistas, en Nicaragua, en los años 80’s–, el esquema de seguridad que había propuesto Putin en diciembre del año pasado ya no tiene sentido. Con el ejército ucraniano bien preparado, con el apoyo de Occidente, sobre todo de Estados Unidos, se torna irrelevante su eventual pertenencia a la OTAN, dijo Lukyanov (su argumentación puede ser vista aquí: https://www.rt.com/news/568813-lukyanov-zelensky-visits-washington/).

Una posición similar ha expresado el exSecretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. Ucrania ha adquirido uno de los mayores y más efectivos ejércitos de tierra de Europa, equipado por los norteamericanos y sus aliados. La alternativa de neutralidad ya no es significativa, dijo Kissinger, sobre todo después de la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN (el artículo de Kissinger puede ser visto aquí: https://www.spectator.co.uk/article/the-push-for-peace/). Ideas que repitió en su intervención en el foro de Davos, el 18 de enero pasado.

Los ganadores de la Guerra Fría

¿Qué época, según Scholz, es la que está llegando a su fin? En los 90’s parecía que un orden mundial más estable –resiliente, diría– se había instalado en el mundo. Se trataba del orden instaurado después de la Guerra Fría, de un mundo que percibe como de “relativa paz y prosperidad”.

La excanciller alemana, Angela Merkel, diría, en una entrevista publicada el 7 de diciembre en el medio alemán Zeit Magazine, que “la Guerra Fría nunca había de verdad terminado, pues Rusia nunca estuvo realmente en paz”.

Alemania no había podido alcanzar su objetivo de derrotar a Rusia, entonces cabeza de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS), en la II Guerra Mundial. Enfrentada al resto de Europa, especialmente a Gran Bretaña, todavía una gran potencia en esos años (y que hizo lo imposible por evitar entrar en esa guerra), y luego a Estados Unidos, Alemania fue derrotada, en una guerra en la que el papel de la URSS fue decisivo.

El mundo se dividió después en dos grandes bloques. El encabezado por Estado Unidos asumió la tarea de continuar la lucha contra el que lideraba la Unión Soviética. Un largo conflicto, que duró casi 45 años, y terminó, como sabemos, con la victoria del bloque occidental y la disolución de la URSS.

Liberados los países de Europa del este, hasta entonces sometidos a la tutela soviética, un nuevo orden internacional emergió: una Europa “unida y libre” (“whole and free”, en palabras del presidente George H. W. Bush), ahora bajo la dirección norteamericana, inició la construcción de ese nuevo orden internacional.

Por un lado, se consolidaron las políticas económicas neoliberales, impulsadas por los organismos financieros internacionales, con las vastas privatizaciones en los países del este europeo, que se extendieron también por América Latina, región tradicionalmente bajo la tutela norteamericana. Fue la época del “no hay alternativa”, anunciada por una de las más puras representantes del período, la inglesa Margaret Thatcher.

Por otro lado –hoy lo vemos con claridad– se fue diseñando, bajo el liderazgo norteamericano, una nueva política exterior y de defensa, cuya punta de lanza es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

El objetivo de la OTAN, como diría, en 1952, su primer Secretario General, el general británico de origen hindú, Hastings Ismay, era “to keep the Soviet Union out, the Americans in, and the Germans down”, muy en la línea de la política exterior británica de entonces.

Setenta años después, la decadencia británica ha permitido a Scholz decir, en su artículo, que “los alemanes tratan de ser los garantes de la seguridad europea que nuestros aliados esperan que seamos, un constructor de puentes en la Unión Europea y un defensor de soluciones multilaterales para los problemas globales”.

El sueño de Inglaterra, expresado por el general Ismay, ha quedado hecho pedazos y gran parte del resto de Europa –de mirada corta, en mi opinión– entusiasmada con la guerra contra Rusia, parece olvidar las consecuencias del último rearme alemán.

Scholz destacó el cambió de la constitución alemana, que le prohibía armar a países en conflicto, y anunció el destino de cien mil millones de euros para el fortalecimiento de sus fuerzas armadas.

Lo que pertenece a un mismo mundo debe crecer junto, diría el canciller Willy Brandt, luego de la caída del muro de Berlín. Brandt se refería a Alemania, pero se aplica a Europa como un todo, dice Scholz.

Es lo que Occidente llama “un mundo basado en reglas”. Lo que Scholz percibe como un nuevo orden, más resiliente, como un mundo de relativa paz y prosperidad, que algunos definieron como “el fin de la historia”.

La construcción de un nuevo orden mundial

II

Una catástrofe geopolítica

Scholz se lamenta de que Putin, en vez de ver la pacífica caída del Muro de Berlín y del orden comunista como una oportunidad para promover más libertad y democracia, la haya calificado como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”.

La frase tiene una doble implicación. La primera es poner el fin de la URSS como una catástrofe mayor que las representadas por las I y II Guerras Mundiales. Parece un insensible error de evaluación del presidente ruso.

Pero tiene todavía otro significado, políticamente más importante para la construcción del discurso del canciller alemán: el de sugerir que el ataque de Rusia a Ucrania no es más que un paso en el esfuerzo por reconstruir la Unión Soviética.

No hace falta extenderse sobre eso para comprender el significado de lo que Scholz pretende atribuir al presidente ruso. “Cuando Putin dio la orden de ataque hizo pedazos una arquitectura europea e internacional de paz que tomó décadas construir”. “Su brutal ataque a Ucrania, en febrero pasado marcó el inicio de una nueva realidad: el retorno del imperialismo a Europa”.

La frase, tal como citada por el canciller alemán, deja al descubierto una sutil interpretación.

La cita a la que Scholz hace referencia corresponde al informe anual del presidente de Rusia a la Asamblea de la Federación Rusa (una versión en inglés de ese informe puede ser vista en la página oficial del Kremlin: http://en.kremlin.ru/events/president/transcripts/22931).

El texto citado por Scholz, en su versión en inglés, está en el sexto párrafo:

Above all, we should acknowledge that the collapse of the Soviet Union was a major geopolitical disaster of the century. As for the Russian nation, it became a genuine drama. Tens of millions of our co-citizens and compatriots found themselves outside Russian territory.

Como se puede ver, no es lo que dice Scholz, cuando, citando a Putin, afirma, entre comillas: “was the biggest geopolitical catastrophe of the twentieth century” (fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX).

Lo que dice el texto de Putin es: “was a major geopolitical disaster of the century”, lo que puede traducirse por “uno de los mayores desastres geopolíticos del siglo”. Un genuino drama para la nación rusa, agregó Putin. “Millones de nuestros ciudadanos y compatriotas se vieron fuera del territorio ruso”.

La clave del debate está en las palabras usadas en inglés: “the”, por un lado; y “a”, por el otro.

Stephen Frand Cohen, un erudito estadounidense de estudios rusos, afirma que Putin ha sido obsesivamente mal citado en este tema, repitiéndose la frase “The collapse of the Soviet Union was the greatest geopolitical catastrophe of the twentieth century” cuando, en realidad, lo que dijo fue que había sido “a major geopolitical catastrophe of the twentieth century” (ese debate puede ser visto aquí: https://medium.com/illumination-curated/did-putin-really-say-that-78b5f901e634).

Scholz no se hace cargo de esos detalles y cita la frase como conviene a su argumentación. Ya veremos que no es la única cita donde aplica este procedimiento. Es en este entorno que el autoritarismo y las ambiciones imperialistas de Putin “empiezan a emerger”, afirma. Cita entonces el discurso que el presidente ruso pronunció dos años después, en 2007, en la Conferencia de Seguridad de Munich. Un discurso “agresivo” donde se “burlaba del orden internacional basado en reglas como un mero instrumento de dominio norteamericano” (una versión de ese discurso de Putin, en inglés, puede ser vista también en la página del Kremlin: http://en.kremlin.ru/events/president/transcripts/copy/24034).

El fracaso del mundo unipolar

Es importante considerar la fecha en la que está hablando el presidente ruso: 2007, hace 15 años. ¿Qué es lo que dice Putin en ese discurso? Lo primero es que el modelo de un mundo unipolar, como el surgido después del triunfo de Occidente en la Guerra Fría, “no solo es inaceptable como imposible en el mundo de hoy”. Lo que está ocurriendo en el mundo de hoy –y eso es lo que empezamos a discutir– es el intento de introducir este concepto en los asuntos internacionales.

¿Y cuáles han sido los resultados?, se pregunta Putin. “Las acciones unilaterales, y frecuentemente ilegítimas, no han resuelto ningún problema”. A finales del 2001 Estados Unidos había invadido Afganistán y, en marzo del 2003, Irak. “Estamos viendo el uso prácticamente incontenible de la fuerza militar en las relaciones internacionales, un creciente desdén por los principios básicos de las leyes internacionales, que ha hundido el mundo en el abismo de conflictos permanentes. Un Estado –principalmente Estados Unidos– actuando más allá de sus fronteras, ha tratado de imponer sus políticas a otras naciones, tanto en lo económico, como lo político, lo cultural o lo educacional”.

El resultado –dice Putin, ya en 2007– es que nadie se siente seguro. “Estoy convencido de que ha llegado el momento en que debemos pensar seriamente sobre la arquitectura de la seguridad global”.

Putin hablaba de un mundo multipolar, cuya base era el crecimiento económico de países como la India, China, o los miembros de los BRICs, integrado entonces por Brasil, Rusia, India y China.

Destacó la importancia de un marco legal sobre las armas de destrucción masiva, defendió la necesidad de respetar el tratado de no proliferación nuclear, la supervisión multilateral de las tecnologías de misiles, la prevención del uso de armas en el espacio.

El discurso trata aun otros temas, pero Putin se extiende sobre el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, firmado en 1999. Han pasado siete años y solo cuatro países –incluyendo la Federación Rusa– han ratificado el tratado, dice Putin.

¿Qué ha ocurrido desde entonces? “La OTAN ha puesto sus fuerzas en nuestras fronteras, mientras nosotros seguimos respetando estrictamente las obligaciones del tratado y no hemos reaccionado a tales acciones”. Los países de la OTAN han declarado que no van a ratificar el tratado “hasta que Rusia elimine sus bases de Moldavia y Georgia”. Putin se refirió a la situación en Moldavia y aseguró que lo conversaban regularmente con el Secretario General de la OTAN, el español Javier Solana. No habló de la situación en Georgia.

Y recordó una afirmación de otro Secretario General de la OTAN entre 1988 y 1994, el exministro de Defensa alemán, Manfred Wörner, hecha en Bruselas el 17 de mayo de 1990: “el hecho de que estemos dispuestos a no colocar las tropas de la OTAN fuera del territorio alemán le dan a la Unión Soviética una firme garantía de seguridad”.

La expansión de la OTAN –agregó Putin– no tiene relación alguna con la modernización de la alianza, o con garantizar la seguridad de Europa. Por el contrario, “representa una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua”. ¿Dónde están esas garantías?, se preguntó.

Putin dijo también, en ese discurso, que “el único mecanismo que puede decidir sobre el uso de la fuerza militar como último recurso es la Carta de las Naciones Unidas”. Una afirmación difícil de conciliar con su decisión de atacar Ucrania, aunque revelaciones posteriores, sobre todo sobre las intenciones ocultas en las negociaciones de los Acuerdos de Minsk, agregan nuevos matices al escenario.

La construcción de un nuevo orden mundial

III

Visiones de un nuevo mundo

Volvamos al artículo de Scholz. En 2014 –dice– Rusia ocupó Crimea y envió tropas a Donbas “en directa violación de la ley internacional”. “Durante los ocho años que siguieron a la ilegal anexión de Crimea y el estallido del conflicto en el este de Ucrania, Alemania y sus socios europeos e internacionales del G-7 se enfocaron en salvaguardar la soberanía e independencia política de Ucrania, evitando una mayor escalada de Rusia, restaurando y preservando la paz en Europa”.

Junto con Francia –agregó Scholz– “Alemania se comprometió en el llamado Formato de Normandía, que condujo a los Acuerdos de Minsk y al correspondiente proceso de Minsk, que exigía a Rusia y a Ucrania un cese al fuego y a adoptar una serie de otras medidas. A pesar de los problemas y a la falta de confianza entre Moscú y Kiev, Alemania y Francia mantuvieron el proceso funcionando. Pero una Rusia revisionista hizo imposible el éxito de la diplomacia”.

Entonces las declaraciones de la excanciller Angela Merkel al ya mencionado Zeit Magazine dieron otra perspectiva sobre los acuerdos de Minsk. El primer acuerdo, de septiembre del 2014, dijo Merkel, tenía como objetivo “darle tiempo a Ucrania para fortalecerse, como podemos ver hoy. La Ucrania de 2014/2015 no es la Ucrania de hoy”.

Luego vino la batalla de Debatselvo, a principios del 2015, con un rápido triunfo de las fuerzas rusas, que llevaron a un segundo protocolo del acuerdo de Misnk, firmado en febrero de ese año. “Estaba claro para nosotros que el conflicto estaba congelado, que no se había resuelto el problema, pero esto dio a Ucrania un tiempo invaluable”, agregó Merkel.

Declaraciones similares hizo después el expresidente francés, François Hollande. Pyotr Poroshenko, quien asumió la presidencia de Ucrania luego del golpe de 2014, también reconoció que los Acuerdos de Minsk (en cuya negociación participó, así como Merkel) no eran más de una artimaña para ganar tiempo y fortalecer Ucrania militarmente. “Los acuerdos de Minsk, a pesar de las críticas, nos dieron tiempo para construir las capacidades de defensa ucranianas”.

Lo cierto es que el 10 de diciembre del 2019 el gobierno de Ucrania publicó un comunicado, luego de una reunión en París de los líderes de los cuatro países que dieron forma a los Acuerdos de Minsk –Francia, Alemania, Rusia y Ucrania– donde señalaba que seguían comprometidos con la completa implementación de los acuerdos y con la promoción de una arquitectura “sostenible e inclusiva de confianza y seguridad en Europa”.

La respuesta rusa fue que las declaraciones de Merkel eran “decepcionantes”. “No esperaba oír eso de la excanciller”, dijo Putin. “Pensaba que los líderes alemanes dialogaban con nosotros con sinceridad”. “La idea era llenar Ucrania de armas y prepararla para los combates. Nos dimos cuenta muy tarde”, agregó.

La visión de un nuevo mundo

Scholz afirma que “Putin quiere dividir Europa en zonas de influencia y al mundo en bloques de grandes poderes y Estados vasallos”. Afirma que “Putin no ha aceptado nunca a la UE como un actor político”. En su opinión, la UE es una unión de Estados libres, democráticos y soberanos, basados en el estado de derecho, antítesis de la “imperialista y cleptocrática” Rusia.

Es difícil encontrar en las propuestas de Putin medidas orientadas a esos fines. Aunque puedan parecer hoy completamente inviables, en 2010 Putin, entonces primer ministro ruso, hacía dos propuestas que hubiesen cambiado la cara de Europa. El 25 de noviembre de ese año la agencia alemana DW escribía sobre el tema: “No se ha secado todavía la tinta de los titulares que elogiaban como paso histórico el acuerdo entre los países miembros de la OTAN y Rusia en cuanto a la cooperación en la construcción de un escudo antimisiles en suelo europeo, cuando –después de la cumbre con la UE– se vislumbra, al fin, una integración de Moscú a la Organización Mundial del Comercio.

Por si fuera poco, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, abogaba, pocas horas después, en el diario alemán Süddeutsche Zeitung, por la integración de una comunidad económica armónica desde Lisboa hasta Vladivostok.

Desde entonces, las tensiones solo aumentaron. Deberíamos preguntarnos por qué no fue posible un acuerdo con Rusia, en los términos propuestos por Putin en 2010 o en otros términos.

Entre lo más sensible en este escenario estaba la conexión del gasoducto Nord Stream II, que se transformaría en un vínculo estratégico entre Rusia y Europa occidental. Impedir su conclusión se transformó en un objetivo fundamental de los Estados Unidos. Un día conoceremos los detalles en torno a la cancelación del acuerdo sobre ese gasoducto y sobre los posteriores atentados –atribuidos a la inteligencia inglesa– contra las instalaciones existentes, tanto del Nord Stream II (que nunca entró en funcionamiento), como del Nord Stream I, que sí funcionaba.

Una visión distinta

¿Cómo puede Europa permanecer como un actor independiente en un mundo multipolar?, se preguntaba el canciller alemán.

Cuando el Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania se reunió en la base militar aérea norteamericana de Ramstein, en Alemania, el pasado 20 de enero, el presidente francés, Emanuel Macron, se refirió al escenario europeo.

En el marco de una visita a España, sostuvo una larga conversación con el escritor español Javier Cercas, en París, publicada por el diario El País. Hay una crisis inédita en Europa, por la guerra. La respuesta debe ser una Europa poderosa, dijo el presidente francés. Una Europa que debe decidir si quiere tener su propio papel en el escenario mundial o alinearse con alguna de las dos potencias, Estados Unidos o China.

Pese al sostenido apoyo militar a Ucrania, Macron no ha dejado de señalar la necesidad de vislumbrar un nuevo orden europeo, con Rusia incluida. “Rusia es una gran nación en busca de su destino”, dijo Macron, para quien solo habrá una paz duradera con Occidente mediante el diálogo.

Europa no terminó de digerir el escenario surgido al final de la Guerra Fría; se extendió rápidamente hacia el este, pensando que todos los problemas estaban resueltos, para descubrir hoy que hay dos bloques de naciones en el grupo, con visiones diferentes sobre el futuro. Un problema que –en su opinión– no afecta solo a Europa, sino a todas las democracias occidentales, “que viven una especie de fatiga, una pérdida de referencias colectivas”.

El presidente francés tiene antecedentes políticos cercanos en los que inspirarse. En marzo del año pasado se conmemoraron los 60 años de los Acuerdos de Évian, en el que se acordó un alto al fuego en la guerra por la independencia de Argelia.

No significó la paz de inmediato, pero fue el inicio de un proceso llevado a cabo por el general De Gaulle, el mismo que visitó Argel siendo primer ministro y ministro de Defensa, en junio de 1958, donde gritó ¡Viva la Argelia francesa!

Cuatro años después, siendo presidente de la República, negoció un acuerdo y promovió el proceso de paz que lo enfrentaría con sus antiguos aliados, sobre todo los militares ultranacionalistas y los pieds-noirs, los más de un millón de colonos franceses en Argelia, opuestos a la independencia de Argelia y dispuestos a seguir con una guerra aún más cruenta de lo que había sido hasta entonces, para tratar de impedirla.

Pero era De Gaulle, extraordinaria figura forjada en la resistencia a los alemanes en la II Guerra Mundial.

La televisión española, en un programa sobre los 60 años de los Acuerdos de Évian, recordó cómo “a través de los discursos a la nación de De Gaulle se observa el giro político que experimenta, adaptándose a la realidad y al tablero internacional” de su época.

Pasó del intento inicial de retener la Argelia francesa a reconocer su autodeterminación y a confrontarse con la violenta población colonial de pieds-noirs, una vez proclamada la independencia.

Visión y coraje indispensables para forjar una nueva era, una que impida el progreso de la confrontación militar –único camino seguido hasta ahora en la crisis de Ucrania– en que se van imponiendo los pieds-noirs, sin que aparezca hasta ahora un De Gaulle capaz de ponerlos en su lugar.

FIN

El milagro de Nancy Pelosi

Sergio Rodríguez Gelfenstein

La visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos Nancy Pelosi y la provocación a China que ello entraña, solo se puede interpretar como una acción más en la escalada de tensiones que Washington quiere generar en el mundo a fin de sostener su hegemonía global.

La visita perseguía dos objetivos, uno de carácter coyuntural y táctico y el otro estructural y estratégico. El primero pretende dar respuesta y solventar la desesperada situación del partido demócrata de cara a las elecciones parlamentarias de noviembre y su proyección a las presidenciales de 2024 en las que pareciera que el partido de Biden y Pelosi perderá el control del Congreso de Estados Unidos primero y de la Casa Blanca después si todo se mantiene como está hasta ahora, cuando el descrédito del presidente es el más alto para alguien de su investidura desde el fin de la segunda guerra mundial.

Biden y Pelosi, dos octogenarios que ya están “jugando los descuentos” en su vida política, En esa condición, cuando ya no tienen nada que perder, están asumiendo el “sacrificio” para intentar preservar al partido demócrata del desprestigio en que está inmerso bajo su liderazgo, después de haber estado en el pináculo de la gloria durante la “era Obama”.

Encarar el aspecto estructural es más complejo. El retroceso económico de Estados Unidos que se extiende a lo largo de los últimos años 40 años, es mucho más difícil de revertir y tal vez nunca pueda hacerse. Hasta ahora, la maquinita de producir dólares que Washington posee en exclusiva, su indudable poderío militar y el dominio sin parangón del complejo cultural mediático que manejan a placer, le permite soslayar la crisis, o al menos ocultarla a la vista de la opinión pública. Sin embargo, la pandemia primero y la guerra en Ucrania ahora, han exhibido las falencias de un sistema que no fue capaz ni siquiera de proteger a sus ciudadanos ni defenderlos de los males que aquejan al planeta.

Precisamente, el carácter estructural de esta crisis viene dado porque ante la incapacidad de Estados Unidos para manejar la situación, arrastra tras si las contrariedades que enfrenta el sistema capitalista, poniendo en evidencia su insolvencia para solucionar los problemas más acuciantes de la humanidad y llevarla adelante por un camino de desarrollo, paz y estabilidad.

En esta situación, la élite estadounidense intenta recuperarse de la crisis económica, activando su principal industria: la de las armas. Vale decir que el mercado interno de de Estados Unidos es lejos el mayor del mundo, produciendo 41.930 millones de dólares entre octubre de 2016 y septiembre de 2017 (no obtuve una cifra más actualizada pero se sabe que desde la pandemia las ventas se han duplicado). Las condiciones de marginación de millones de ciudadanos, el racismo, la xenofobia y la incentivación de los conflictos políticos estimulados por los medios de comunicación y el aparato “cultural”, han contribuido al aumento creciente de este negocio en un país donde es posible comprar un fusil de asalto AR-15 por internet a un precio de alrededor de 450 dólares, más bajo que el de un teléfono celular inteligente.

Pero es en la totalidad del planeta donde Estados Unidos hace su verdadero negocio: 800 bases militares, 11 portaviones, 20 buques de asalto anfibio, 21 cruceros, 72 destructores, 23 buques de desembarco, 68 submarinos, además de 3.900 aviones que se estructuran en siete flotas y 9 mandos y comandos regionales, así como los bloques militares como la OTAN, AUKUS, TIAR y otros que ha conformado con los países subordinados,  se encargan de incentivar el conflicto y cuando menos, garantizar la prosperidad del negocio en nombre de la libertad y la democracia.

Precisamente hoy, se ha anunciado la venta por parte de Estados Unidos a Emiratos Árabes Unidos de un lote de misiles interceptores del sistema antiaéreo THAAD, dos estaciones de control de lanzamiento y dos complejos de operaciones tácticas por un valor total de 2.245 millones de dólares. Así mismo, se aprobó la posible venta de los sistemas de defensa aérea Patriot y equipo militar a Arabia Saudita por un total de más de 3.000 millones de dólares. Así, es fácil comprender las funciones de un mandatario de Estados Unidos, habida cuenta que en su reciente visita a la región, Biden no obtuvo resultados positivos ni en asuntos políticos, tampoco en los vinculados al mercado energético (claves para cualquier líder que viaja a esta zona del planeta)

Ahora se habla mucho de la guerra en Ucrania, claro es en Europa, pero poco se mencionan los conflictos bélicos en otros lugares del planeta causados precisamente por el afán imperialista de expansión y dominio global. Vale decir que en Europa, la OTAN está estimulando la agresividad de Kosovo contra Serbia y el conflicto en Nagorno Karabaj entre Azerbaiyán y Armenia. Cuando se observa el mapa, se puede ver que desde el Báltico al Mediterráneo, la expansión de la OTAN hacia el este es el mejor negocio para vender armas a fin de apoyar la aporreada economía estadounidense.

Así mismo, hoy están activas otras confrontaciones armadas que son consecuencia de casi 5 siglos de ocupación y expoliación colonial. En este sentido hay que mencionar 5 conflictos dinámicos en Asia Central y Occidental y otros 11 (que afectan a 14 países) en África que exponen la realidad de esta tendencia. Aprovecho para indicar que ninguno de estos brotes bélicos se manifiesta en América Latina y el Caribe a pesar de los intentos de Washington y las oligarquías locales para generarlos. No obstante los esfuerzos para concebir conflictos en nuestra región, la declaratoria de América Latina y el Caribe como zona de paz, aprobada en la segunda Cumbre de la CELAC en la Habana en enero de 2014, se ha logrado imponer.

Las élites políticas de Estados Unidos (gobierno y congreso) como instrumentos del Complejo Militar Industrial, juegan su papel en este sentido. Al acicate que produce para el negocio armamentístico (el más grande del mundo) los tres conflictos bélicos en Europa, los 5 de Asia y los 11 de África, sin contar la ocupación de Palestina por Israel y la República Árabe Saharaui Democrática por Marruecos, había que agregarle el Asia-Pacífico.

Pero ello no comenzó ahora. Es una política de Estado y de carácter bipartidista: la declaración de la doctrina de “pivote asiático” de Obama, la política de guerra comercial contra China de Trump y la declaración de Rusia como amenaza y de China como el mayor desafío para la hegemonía occidental, acordados en la reciente Cumbre de la OTAN en Madrid son el basamento político para la confrontación estratégica del siglo XXI que Estados Unidos espera librar con China en la región Asia-Pacífico. Y en este esquema, el estímulo al conflicto en los mares circundantes a China es fundamental y el papel de Taiwán como instrumento de perturbación es imprescindible.

Esto es lo que explica el viaje de la señora Pelosi a Taiwán, en lo inmediato, tratar de revertir las cifras de popularidad de Biden y del partido demócrata y en el largo plazo, impedir la debacle económica que se avecina sobre Estados Unidos, dada la manifiesta superioridad económica, financiera, tecnológica y científica de China que implican la pérdida –por vía pacífica- de la hegemonía planetaria de Estados Unidos. Eso es lo que van a tratar de frenar por cualquier vía, incluso la militar.

No obstante, para los que suponían que la respuesta china iba a ser el derribo del avión de Pelosi, la invasión con una fuerza naval al territorio de Taiwán, o la devastación de la isla con una lluvia de misiles hipersónicos, hay que decir que no saben nada de China, de su filosofía, de su historia, ni de su práctica política y diplomática. En este punto, coincido con Josh Rogin columnista del Washington Post quien opinó que: “la verdadera crisis en torno a Taiwán podría comenzar después de que […] Nancy Pelosi, vuelva al país norteamericano”. Rogin fue más explícito cuando dijo que: «La mayor repercusión de la visita de Pelosi se producirá después de su regreso a casa, a lo largo de semanas, meses y años”.

He ahí la esencia de la respuesta china. Como siempre hay que verlo en el tiempo. A diferencia de Occidente que necesita generar inmediatos titulares de prensa de cara a las próximas elecciones, China, acorde a su filosofía y su tradición, construirá respuesta de largo plazo… en meses y años como dice Rogin.

La réplica china que comenzará a verificarse mañana, se manifestará de formas distintas. En primer lugar, las del ámbito militar. Las operaciones que se están realizando y que formalmente comienzan el jueves 4 y finalizan el lunes 8 son expresión del mayor despliegue jamás visto en China para un ejercicio de estas características. Incluye el empleo de aviación, fuerzas terrestres y logística de nivel estratégico, así como el despliegue del sistema coheteril más avanzado de China que incluye el misil hipersónico DF-17 que vuela a 12.300 km/hora y tienen un alcance de 2.500 Km. Taiwán está a 120 Km. del litoral continental de China Los DF-17 se demorarían en llegar a la isla solo 35 segundos y no existe, ni siquiera en Estados Unidos, armamento o tecnología alguna que lo pueda impedir. Hay que decirlo sin eufemismos: si China lo deseara, Taiwán desaparecería en menos de un minuto.

El ejercicio se está realizando en 6 zonas navales al sur, este, noreste y noroeste de Taiwán, al oeste no es necesario, ahí está el territorio continental chino. Eso incluye el espacio aéreo suprayacente al ámbito marítimo donde se realizan las operaciones. También sin eufemismos, Taiwán está rodeado por mar y aire. Ayer mismo, lo “denunció” el ministerio de defensa de Taiwán en un comunicado en el que afirma que China “ha invadido aguas territoriales y zonas adyacentes” de la isla agregando que “los simulacros chinos violan las reglas de las Naciones Unidas y equivalen a un bloqueo del espacio aéreo y marítimo de Taiwán”. 

Al respecto, dos observaciones. La primera: si se ha invadido el “territorio de Taiwán” ¿Por qué Occidente no hizo nada? Es claro que a Estados Unidos lo que le importaba era generar una provocación que alterara el orden y la estabilidad de la región, para nada le incumbe la seguridad de los ciudadanos de Taiwán como no les incumbe ni le interesa la de los ucranianos. Y para ello bastaba con las 20 horas que la señora Pelosi estuvo en la isla. Debe notarse además que utilizan el mismo concepto (invasión) que usa Occidente para caracterizar la operación militar especial de Rusia en Ucrania.

Segunda pregunta, si el territorio taiwanés está rodeado y bloqueado por aire y mar según el léxico utilizando por el ministerio de defensa de Taiwán, ¿cómo pudo el avión de la señora Pelosi marcharse sin problemas de la isla? Es claro, el objetivo de China nunca fue ella, el gobierno chino es serio, no recurre al terrorismo para hacer valer sus derechos y además tiene (como lo ha demostrado desde hace milenios) una paciencia infinita para esperar que las cosas ocurran cuando las condiciones están dadas.

Dicho esto, podremos entender que la réplica china se manifestará de manera distinta: la primera, la económica, ayer mismo se comenzaron a tomar medidas en este ámbito. Hay que recordar que la balanza comercial entre China y Taiwán es superavitaria a favor de Taiwán y que si bien es cierto en los años 80 del siglo pasado, cuando comenzó la política de reforma y apertura, Taiwán era muy importante para China, podría decirse que hoy, cuarenta años después, es al revés. Las decisiones que China tome en esta materia en salvaguarda de su soberanía e integridad territorial, generarán un impacto en la economía de Taiwán que Occidente no podrá suplir como no puede hacerlo en Ucrania.

Finalmente, y he aquí lo verdaderamente estratégico. Si algún titubeo podía haber en algunos sectores de la élite china respecto a la necesidad de establecer una alianza estratégica con Rusia, esas dudas se disiparon. El apoyo de Rusia a China en esta coyuntura fue inmediato y contundente. China, que todavía en 2019 pensaba que podía desarrollar su modelo económico y político en paz y armonía con Estados Unidos, se “bajó de esa nube” cuando los líderes violentistas y separatistas de Hong Kong fueron recibidos en el Congreso de Estados Unidos donde se les ofreció ayuda financiera, logística, política y diplomática para dar continuidad a su revuelta secesionista. ¿Saben quien hizo ese compromiso y lideró el apoyo a los terroristas?: Nancy Pelosi.

Hoy, después de los acuerdos de la Cumbre de la OTAN en Madrid y de esta afrenta de Estados Unidos a China, al liderazgo de Beijing le debe haber quedado claro que el objetivo final de la expansión de la OTAN es China y que la única forma de evitarlo es construir y solidificar una alianza estratégica con Rusia que haga del espacio euroasiático el territorio desde donde parta la edificación de un mundo de paz, prosperidad y cooperación entre los pueblos del planeta.

Cuenta la Biblia, que estando viejo y sin hijos, Abraham le pidió a Dios que le concediera la posibilidad de engendrar. El Señor lo aceptó e hizo el milagro para que Sara, esposa de Abraham, concibiera a los 90 años a su hijo Isaac. Ahora, no fue necesario implorarle a Dios, la soberbia y el talante imperial de la señora Pelosi hizo que a sus 82 años pariera e hiciera fuerte la alianza estratégica entre China y Rusia que marcará el futuro de la humanidad por los próximos siglos.

Twitter: @sergioro0701

Geoeconomía y geopolítica: Agresión e hipocresía

Edgar Chacón

Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo, citó las palabras de Franklin Delano Roosvelt, en relación con Anastasio Somoza, al referirse a Muhamar Gadafi: “¿Se acuerdan señorías cuando Gadafi era nuestro hijo de puta? Empezó a serlo a partir del año 2000, cuando privatizó sus compañías petroleras, para que empezaran a entrar las multinacionales occidentales. Era la época en la que Gadafi era el amigo de Europa… era el tiempo en el que Gadafi financiaba la campaña electoral del señor Sarcosí y que regalaba caballos a José María Asnar… Incluso en el año 2011, un mes antes de la intervención de la OTAN, el FMI elogiaba las reformas económicas de Gadafi… ¿Qué pasó en el mes de marzo?: ocurrió que… la ONU en su resolución 1973, apeló a la responsabilidad de proteger a la población civil y se inició la intervención militar…Pero eso no tenía nada que ver con proteger a la población civil. Tenía que ver con los interese de compañías petroleras occidentales, ante la posibilidad de que fueran empresas rusas, chinas y de la India las que explotaran los recursos de Libia…No les pido que dejen de ser lo que son, pero al menos no mientan a la gente”.

Tambien debe recordarse, que el bombardeo a Belgrado en 1999 se hizo sin resolución de la Organización de Naciones Unidas.

“Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes”. (John Quincy Adams). Entonces: No importan otras consideraciones, éticas ni de ningún otro orden, solo los intereses.

Determinadas acciones en ámbitos regionales amenazan la paz mundial:

La estrategia ofensiva de estados unidos en Europa del este, para cercar a través de los años cada vez más militarmente a Rusia, a través de la expansión de la OTAN, también está pasando en Asia.

Esto está pasando desde hace años. En el esquema de AUKUS, una alianza militar entre Australia, Estados Unidos y el Reino Unido, se habló de transferir submarinos nucleares a Australia. Por lo que hubo fuertes discrepancias entre Estados Unidos y Francia, pues ésta, tenía fuertes aspiraciones en ese negocio. También, en el esquema de seguridad, Quad, el asunto es fortalecer militarmente a países como Japón, para contener a china. Aquí se puede ver como se utilizan a esos territorios y países. Taiwan se va a convertir en una ucrania, para transferir armas y cercar a china.

Estos son los antecedentes que terminan provocando guerras.

Henri Kissinger, en el Foro de Davos, dijo que el peligro mayor es un posible acercamiento y una alianza comercial y militar entre rusia y china. Hay que evitarlo. TVPN.

Es necesario además tener en la mira que, Estados Unidos pone de nuevo los ojos en el cuerno africano, incrementando la tensión también en esa zona.

Se ha dicho por distintos canales, que, en las acciones militares llevadas a cabo por el ejército ucraniano, apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea, participan elementos neonazis. A este respecto, viene a la memoria el conocido refrán: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

En otros sucesos, se hace necesario traer a colación distintos encontronazos que ponen en el tapete dilemas que reflejan ese entuerto entre conveniencias, intereses y argumentos, que traen a cuestionamiento las justificaciones esgrimidas por los impulsores y promotores de las acciones bélicas que ponen en peligro la paz mundial, como por ejemplo, la posición de Turquía que está utilizando su poder de veto y se opone a que Finlandia y Suecia ingresen en la OTAN, diciendo que estos países apoyan fuerzas contrarias a sus intereses nacionales.

En otro orden de cosas, España por su lado, insinúa que la Federación Rusa tuvo que ver en los problemas con Argelia para el suministro de gas, siendo que hay un escenario de hechos en el que las decisiones tomadas son responsabilidad de los países involucrados: España, Argelia y Marruecos, con la presencia de Estados Unidos en el contexto.

En su momento, el portavoz de la cancillería alemana expresó que la posición de Estados Unidos en cuanto a los negocios sobre el gas que necesita Alemania es una intromisión en los asuntos del país, al igual que la amenaza de sanciones a empresas europeas por parte de Estados Unidos. En ese intercambio, Estados Unidos señaló con vehemencia, que Alemania le debe millones a la OTAN.

En el “mundo occidental”, no se habla con suficiente eco a la actitud sensata, sobre la responsabilidad que tiene Estados Unidos, en poner en riesgo la paz mundial, provocando situaciones que degeneren en conflictos. Eso es hipocresía, así como no tener actitudes serias, utilizando con ligereza términos como democracia, cuando en una gira, el presidente Biden incluye a regímenes como Arabia Saudita, para negociar intereses. Así también, es irresponsable actuar como si estuviéramos ante una película de Hollywood.

Se habla de una inminente situación de hambruna a causa de pobreza, pandemia y guerra y hay voces que ya dicen que los pobres pagarán los platos rotos, pero no se dice con honestidad, quienes son los que rompen los platos. Así como cuando se “otorgan” préstamos a los países “pobres”, no importando que, en esos países, los dólares los reciben los ricos y la deuda la pagan los pobres.

En ese panorama, los ucranianos minaron aguas del Mar Negro en Odesa. Ahora hay barcos que no pueden salir con los cereales cosechados en Ucrania. “Occidente” pretende hacer responsable de esa situación a la Federación Rusa, siendo que como se dijo, los militares ucranianos, minaron las aguas. A la Federación Rusa, se le imponen distintas sanciones, como parte de la guerra provocada por Estados Unidos, lo que también afecta a la población rusa, no sólo al gobierno y al ejército. Además, a los barcos rusos se le cierran puertos en Europa.

Una pregunta: ¿Por qué Estados Unidos destina 40 mil millones de dólares, o más, para el belicismo en Ucrania y no los destina a alimentos, educación, arte, deporte e infraestructura, por ejemplo, en África?

Con todo este telón de fondo se viene la reflexión: Es un grave problema para la convivencia pacífica en el mundo, que Estados Unidos crean y estén empecinados en que deben dominar el mundo.

Junio, 2022

¿Hay otra forma de decirlo?

José Luis Callaci

Los europeos occidentales se siguen viendo a sí mismos montados a caballo con armaduras y lanzas en ristre, y en sus barcos, dominados por sus sueños de conquistadores para saquear y someter a otros pueblos.

Alguien tendrá que mostrarles que eso ya se acabó: hacerles despertar de esos sueños que han sido verdaderas pesadillas para la mayoría de los pueblos que habitan en este planeta.

Quienes los harán despertar? Por las buenas o por las malas.

Y ahora solo queda la paz

Óscar Madrigal

La distancia entre Kiev y Moscú es de 885 kilómetros por tierra.

Entre Helsinki, Finlandia, es de 1.090 Km, de Estocolmo, Suecia de 1.560 Km. Prácticamente San Petersburgo, antigua Leningrado, está a “tiro de cañón” de la frontera finlandesa. Suecia y Finlandia han solicitado el ingreso a la OTAN.

El argumento de Putin para invadir Ucrania fue que los misiles de la OTAN quedarían a muy pocos minutos de Rusia, por lo que se trataba de una medida de seguridad, propia de la existencia misma del régimen. El problema para Putin es que los misiles de la OTAN se ubicarán en los pueblos bálticos a la misma distancia e incluso a menor tiempo de vuelo.

Putin parece haber aceptado la realidad política creada tras la invasión a Ucrania: la expansión de la OTAN es inevitable. “Rusia no tiene problemas con esos países (Finlandia y Suecia). La ampliación a esos países no nos crea una amenaza directa», dijo Putin. Pero agregó: si la expansión va acompañada de «infraestructura militar en esos territorios, sin duda provocará una respuesta por nuestra parte». Ante lo inevitable hay que disimular.

Evidentemente Putin no va a invadir Finlandia con los mismos argumentos que justificó la invasión a Ucrania. El argumento esgrimido de la seguridad perdió toda su vigencia; solo queda el de la liberación del neonazismo o fascismo. Sin embargo, este argumento es muy débil porque la ultra-derecha está en auge en toda Europa, incluyendo Finlandia y Suecia.

Esta nueva posición de Putin de que el ingreso de Finlandia y Suecia NO le crea problemas a Rusia, echa por los suelos la fundamentación teórica de las “zonas de seguridad” necesarias de toda superpotencia, que significa que no le instalen misiles en sus fronteras. Putin acepta, creo que resignado, el ingreso de Finlandia y Suecia a la OTAN, por lo que deja en mal predicado a los que, tal vez con justa razón, se opusieron a que se cercara a Rusia por parte de la OTAN.

Putin no ha tenido más remedio que aceptar la llamada “realpolitik”, más dura después de la invasión a Ucrania sin ningún respeto por las normas internacionales.

Putin se ha convertido en una pieza incómoda para el régimen ruso. Los resultados obtenidos de la invasión a Ucrania han sido todos negativos. Su política ha conducido a Rusia a estar más aislada y cercada por las fuerzas imperialistas.

A Putin le queda la urgencia de lograr un acuerdo de paz en Ucrania para recomponer sus relaciones políticas internas y externas. Para ello deberá conversar con EEUU que es la otra contraparte esencial de esa guerra y que hasta la fecha ha saboteado todas las conversaciones de paz. Y para nosotros la paz es también urgente, antes de que empiece a aparecer el hambre.

Ucrania-Rusia: ¿la guerra evitable? y el nuevo orden geopolítico – Conferencia

Ucrania-Rusia: ¿la guerra evitable? y el nuevo orden geopolítico es el título de la conferencia organizada por el Posgrado en Sociología, del Sistema de Estudios de Posgrado de la Universidad de Costa Rica.

La conferencia será este viernes 13 a las 5 de la tarde. Participan el doctor Roberto Ayala, sociólogo; el doctor Pascal Girot Pignot, géografo; el máster Álvaro Fernández González, sociólogo, filósofo y músico; y la doctora Nancy Piedra Guillén, directora de la Maestría Centroamericana en Sociología como presentadora.

Le compartimos la invitación con los detalles para seguir la transmisión.

Rusia en la OTAN

Oscar Madrigal

Eran los tiempos cuando Putin era recibido y hablaba ante el Parlamento alemán y hacía citas de Kant en un perfecto alemán y Merkel hablaba en Moscú en un perfecto ruso. Ambos coincidían en casi en todo, los gaseoductos, el comercio, menos en la aversión enfermiza de Merkel por los perros.

Putin era importante amigo de casi todos los líderes del mundo, protegido en sus políticas de privatización y explotación de los recursos naturales y fuente indispensable de materias primas de eso que llaman Occidente.

Confiesa el propio Putin que en la última visita del presidente Clinton a Moscú, entre en serio y en broma, le manifestó la posibilidad del ingreso de Rusia a la OTAN. Las relaciones entre Rusia y la OTAN eran cordiales, tenían un convenio entre ellos e incluso se constituyó el Consejo Rusia-OTAN. El asunto podía ir en esa dirección.

Sin embargo, las cosas después comenzaron a empeorar. Putin “descubrió” que había 25 millones de rusos regados por todo lo que había sido el territorio de la URSS y el campo socialista y que había que proteger y defender. Redujo a sangre el propósito de Chechenia, invadió Georgia para proteger a dos territorios y se anexó Crimea como si se trata de dar y quitar jocotes o guayabas. La OTAN por su parte bombardeó Kosovo de manera sangrienta violentando el derecho internacional y sus propios fundamentos.

El resultado de todo fue que las relaciones de Rusia y la OTAN se debilitaron. En ese periodo la OTAN se hizo el doble de grande ya que se adhirieron muchos nuevos países. Debería llamar a la reflexión que de los 30 países que hoy forman parte de ese Tratado, 14 son países exsoviéticos o que fueron parte del llamado campo socialista. ¿Por qué todos ellos corrieron a esconderse en el paraguas de la OTAN y no de Rusia?

Putin cumple 20 años en el poder, está a punto de romper la marca de Stalin. Convirtió a la Iglesia Ortodoxa en el fundamento ideológico de su régimen, persiguió a los homosexuales, prohibió el matrimonio entre personas del mismo sexo, eliminó a la oposición política, fortaleció su poder a base de un nacionalismo extremo.

La guerra en Ucrania está en una escalada muy peligrosa, incluso se plantea el uso de armas atómicas con carácter táctico. Los EEUU no tienen el menor interés en una salida negociada; probablemente presionen al gobierno de Ucrania para que no llegue a ningún compromiso. Mientras los muertos sean ucranianos y rusos, los EEUU pretenden alargar el conflicto, sabiendo de antemano que es imposible vencer militarmente a Rusia. Las conversaciones para un arreglo están cada vez más complicadas, a pesar de que ya Ucrania aceptó convertirse en un país neutral, pero no se sabe mediante qué condiciones.

A situaciones complejas, soluciones sencillas: lo propio es que Rusia ingrese a la OTAN.

Si en el pasado Putin lo consideró, tal vez ahora pueda volver sobre la idea. Ello le garantizaría a Rusia que un ataque a su país se tomaría como un ataque a todos los países miembros. Estaría garantizada su seguridad.

En América Latina también podría ampliarse el TIAR con EEUU, para, cuando este y otro país agreda o invada a otro, se tome como una agresión contra todos sus miembros.

Los llamados “sapiens” como que solo sabemos convivir en un contexto de fuerza, principalmente militar. La disuasión entre unos y otros parece solo posible mediante el equilibrio de fuerzas. Quizás la incorporación de Rusia a la OTAN salvaguarde la seguridad para todas las potencias.

Que esa idea es una locura… Probablemente. Pero así está el mundo.

SIFUPCR: Cápsula informativa 3 sobre el conflicto ruso-ucraniano

Juan Carlos Duran Castro

En esta tercera cápsula, Juan Carlos Durán Castro, del SIFUPCR (Sindicato de Funcionarios Públicos y Privados de Costa Rica), discute sobre la relevancia que tiene el conflicto armado actual entre Rusia y Ucrania, también conocido como la Guerra del Dombás, sobre los mercados y la política internacional. 

El conflicto tiene un trasfondo histórico en la geopolítica y los mercados internacionales, donde los Estados Unidos buscan retomar la hegemonía que tenían sobre los mercados asiáticos y europeos. Por consecuencia, se está afectando el mercado y las relaciones entre China y los países europeos. Los cambios económicos, en particular el precio del petróleo, tienen efecto sobre las tasas de inflación y migración, pero sus efectos se pueden observar alrededor del mundo, incluyendo en América Latina.

A continuación, compartimos el video:

Distribuir el Poder: Antídoto de la Guerra

Álvaro Vega Sánchez.

La misericordia y la verdad se encontraron; la paz y la justicia se besaron” (Salmo 85:10)

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

La concentración de la riqueza y del poder conducen inevitablemente a la injusticia y a los conflictos sociales y armados. El sociólogo Ralf Dharendorf hablaba no solo de la propiedad privada de los medios de producción sino también de los medios de poder. De ahí la doble dictadura: la del mercado por la apropiación privada de los medios de producción y la del Estado autoritario por la concentración de los medios de poder. Ambas corresponden a las formas oligárquicas de dominación que hoy se visten de democráticas, mientras irrespetan la independencia de los poderes republicanos.

La creciente desigualdad económica y la intensificación de los conflictos bélicos entre las naciones obedecen, precisamente, a los altos niveles de concentración de los medios científico-tecnológicos y de los recursos naturales más valiosos, así como los medios de ejercer poder, tanto el coercitivo físico como el ideológico psíquico-emocional. Van quedando atrás las aspiraciones esperanzadoras de un mundo globalizado, donde prevalezcan las relaciones interdependientes entre países y regiones, liberalizando el comercio justo, favoreciendo el multilateralismo y la interculturalidad, para contribuir a crear sociedades más pacíficas, equitativas e inclusivas.

El conflicto entre Rusia y Ucrania, teniendo como actores de fondo principalmente a Estados Unidos y la Unión Europea, con su brazo armado la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), nos devuelve hoy a los aciagos y tenebrosos años de la “guerra fría”. Es parte de la disputa de las potencias por concentrar poder geopolítico y económico. Algunos comentaristas del reciente discurso del presidente Biden sobre el Estado de la Nación, destacaban que, a diferencia de Trump quien había debilitado a la OTAN, uno de los méritos de Biden fue haber logrado fortalecer los vínculos con Europa y revitalizar la OTAN, en el contexto del actual enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania.

Por su parte, el secretario de Estado de EE. UU, Antony Blinken, ha insistido en que “la invasión de Rusia a Ucrania es injustificada y no provocada”. Ninguna invasión puede considerarse justificada, incluyendo las muchas que ha realizado EE. UU de manera unilateral, y que ahora pareciera haberlas olvidado. Sin embargo, resulta de sentido común comprender que una potencia como Rusia se sintiera provocada por un país limítrofe como Ucrania, con reiteradas acciones políticas y bélicas de corte nazi-fascistas contra las regiones separatistas de Lugansk y Donetsk, cobrando miles de víctimas civiles, y ahora dispuesta a integrarse a la OTAN.

Aquí, lo que está en juego es la seguridad misma de Rusia, al igual que lo estuvo la de Estados Unidos con la instalación de los misiles balísticos rusos enviados a Cuba, en la década de 1960. Cabe preguntarse, ¿por qué Estados Unidos, en esta ocasión, como sí lo hiciera Rusia con Cuba al retirar los misiles que representaban una amenaza para Estados Unidos, no hizo ningún esfuerzo para que Ucrania desistiera de su intención de incorporarse a la OTAN, que representa también ahora una amenaza para Rusia? De esta manera, se hubiese dado una oportunidad a la diplomacia, es decir, al diálogo, la vía más razonable y humana de dirimir los conflictos, y evitado la pérdida de vidas tanto de rusos como de ucranianos.

Mientras el presidente Putin demandaba de los países europeos y de Estados Unidos mediar para que Ucrania desistiera de su incorporación a la OTAN, única condición para evitar la guerra, y sostenía a sus tropas en la frontera, insistiendo en que no iba a invadir, por su parte, el presidente Biden repetía con insistencia, que Rusia sí iba a invadir Ucrania. Bueno, él no estaba dispuesto a persuadir a Ucrania de no incorporarse a la OTAN, y por ello sabía que Putin, inevitablemente, invadiría Ucrania. ¿Acaso, una profecía autocumplida o todo “fríamente calculado”?

Cuando se habla de la seguridad de países y potencias lo que está en juego son los intereses geopolíticos, con sus implicaciones económicas, particularmente comerciales. Y hoy es claro que ninguna potencia puede pretender ser hegemónica. Si se quiere garantizar la paz y el progreso de los pueblos hay que erradicar los imperialismos de cualquier signo, y afirmar el derecho de soberanía de las naciones. Asimismo, buscar consensos para evitar la proliferación de armas nucleares y contener la carrera armamentista. Para ello, es fundamental crear un ambiente de distensión, diálogo y negociación, que propicie las mejores relaciones entre los países.

Lamentablemente, la “misericordia y la verdad” no se dan la mano. La compasión por las victimas más vulnerables de las guerras injustificadas, como lo son los niños, los ancianos y las personas con limitaciones funcionales, ha sido desplazada por la frivolidad de los poderes fácticos ávidos de poder y de venganza. Y la verdad se ve arrinconada por una propaganda descaradamente manipuladora. Se utilizan los más sofisticados subterfugios para vestir las mentiras y falsedades de verdades o medias verdades, a conveniencia. Hay un vaciamiento de significado y sentido de las palabras, una violación del derecho que le asiste al lenguaje de ser adecuadamente utilizado para facilitar la comunicación y la comprensión entre los seres humanos. Es la denuncia de Jeremías de la palabra vacía de los falsos profetas: “Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo; paz, paz; y no hay paz” (Jer.6:14).

La nueva geopolítica global, apunta a la necesaria distribución del poder, condición fundamental para garantizar la paz. Para ello, se requiere mucho diálogo y conversación reposada; que se dignifique la palabra. No habrá paz ni justicia si, al igual que la riqueza, el poder no se distribuye. ¿Por qué no soñar todavía con un siglo XXI donde las naciones apuesten decididamente a una mejor distribución de la riqueza y el poder: el beso de la paz y la justicia?