Ucrania: Separando el Polvo de la Paja

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Un análisis académico de la guerra sin tener el menor conocimiento, aunque sea teórico, sobre lo técnico y operativo de lo que implica y cómo funciona esta, o sea, su práctica concreta y desarrollo en el campo, que va más allá de lo político y de la ciencia política misma, es el equivalente a ser experto en administración de empresas, pero nunca haber tenido la experiencia de administrar ni una pulpería. Se puede tener mucho renombre en medios por los análisis y capacidad de comprensión de los acontecimientos que se posea, pero eso no quita que la realidad objetiva pueda ir por un camino totalmente diferente al de todo aquel andamiaje argumentativo. No siempre, un argumento racional con una correcta secuencia lógica, quiere decir que sea verdadero. De hecho, el fenómeno la posverdad se basa mucho este tipo de trampas.

Eso es lo que he podido observar sobre la guerra en Ucrania durante este año de hostilidades. No es de extrañarse, hay coyunturas que exigen de posturas previas (prefabricadas) que sean políticamente correctas, además de social y emocionalmente aceptadas, aunque éstas disten de la verdad de los hechos. Al final se dice lo que los poderes fácticos quieren que se diga en público sobre el tema, lo que conocemos como falso consenso y guerra psicológica. Además, hay todo un tema de reputación, prestigio e imagen que quienes analizan públicamente este tipo de hechos cuidan mucho.

Todo eso es comprensible, no obstante, a pesar de la posverdad y el sesgo ideológico detrás de todo lo que nos dicen en medios, técnicamente la realidad ha mostrado con objetividad que en el plano militar es imposible que Ucrania gane la guerra a Rusia. Lo único que podría hacer una diferencia es que la OTAN termine de entrar por completo en el conflicto con tropas y otro tipo de equipo militar pesado, lo cual genera grietas también a lo interno de la alianza. Sin embargo, ya estaríamos hablando de una guerra mundial a gran escala, y es lo que todos desean evitar.

Por eso se debe hacer una correcta diferencia entre el análisis militar y el político. No todo académico es o posee conocimiento militar y viceversa. Políticamente en este conflicto aún no hay nada resuelto y subyacen muchas variables gravitando a su alrededor. Este es el espacio donde todos especulan y emiten criterio, ya que todo sigue sin definirse y las tensiones diplomáticas acercan cada vez más a Europa al enfrentamiento directo con Rusia, a la vez que crecen las contradicciones internas en los países europeos más involucrados en el conflicto. En la parte diplomática se suma ahora la propuesta de paz de China, donde acierta al exponer la necesidad de abandonar la mentalidad de Guerra Fría que subsiste especialmente en occidente, el respeto a la soberanía de todos los países, y el no uso de armas nucleares, entre otros puntos no menos importantes.

Más allá de toda preferencia de bando, lo cual no es pecado tener, es una verdad que Rusia no va a ceder en ninguna negociación en cuanto a los territorios ocupados y mucho menos va a renunciar a la península de Crimea, al mismo tiempo, no existe fuerza sobre el planeta que pueda obligar a Rusia (potencia nuclear) a devolver dichos territorios, entendidos por la civilización eslava como parte natural de su espacio vital. De este modo, quien tiene la de perder en ese sentido es Ucrania y no Rusia. Otro ejemplo concreto y no sesgado sobre esto lo demuestran las ineficaces sanciones económicas de occidente colectivo contra la economía rusa, so pretexto de someterla y reducirla, lo que, para mala suerte de sus creadores, han resultado ser un bumerán que no han logrado más que afectar la propia estabilidad económica y política de Europa.

En los últimos días salió a la luz pública que la Mossad, órgano de inteligencia del Estado de Israel y uno de los mejores del mundo, realizó un informe sobre la situación militar en Ucrania y los datos que consiguieron dejaron perplejos a los expertos en la materia; la diferencia de bajas es de 1 a 8 a favor de Rusia. Por otro lado, existe una superioridad aérea rusa en la guerra con drones, la misma aumenta la precisión y la eficacia de todo tipo de fuego. Estos datos, dan al traste con aquel famoso adagio nietzscheano y muy empleado por occidente posmoderno que reza: “no hay hechos solo interpretaciones”.

En esa misma dirección, el militar español del ejército de tierra de España, Juan Antonio Aguilar expresa su criterio, y cito textualmente: “una vez que caiga Bakhmut, se alcanza la tercera línea de defensa y última del Donbás, una vez acabada esta línea de defensa todo el Donbás estará en manos rusas, lo cual será una victoria, ahí sí, desde el punto de vista político y militar”. Esto puede tardar unas semanas más por lo lento y cuidadoso del avance ruso, pero si todo sigue igual, será inevitable. Hace unos meses dije que Ucrania había perdido la guerra, pero la posibilidad de un enfrentamiento a gran escala y haciendo uso de material nuclear sigue siendo posible, lamentablemente, este escenario continúa vivo.

Nos encontramos ante una profunda transformación geopolítica del planeta que pocos están comprendiendo y frente a la cual es indispensable separar el polvo de la paja, nuestros esquemas ideológicos y epistemológicos se quedan cortos, siguen mirando el mundo como si estuviésemos en el siglo XX. Vivimos en un entorno con altos grados de complejidad que requieren de diferentes niveles de análisis, donde la emocionalidad, las posturas particulares o nuestras percepciones sirven como velos para evitar ver con la suficiente apertura mental los acontecimientos, retos y posibilidades que esta nueva etapa del sistema internacional trae consigo. Eso implica una visión disruptiva en todo sentido, propia de una crisis paradigmática como la vivida en nuestros días y reflejada en Ucrania.