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Etiqueta: Hiroshima y Nagasaki

OPPENHEIMER

Daniel Lara

Quien esté libre de pecado alguno que lance la primera piedra.
Siempre será más fácil juzgar que la disposición de comprender.
Yo soy si tu eres.

El 20 de julio se estrenó a nivel mundial la última película de Christopher Nolan. En Costa Rica se exhibe en el Cine Magaly y desde semanas atrás se había creado una gran expectativa sobre este primer acercamiento biográfico, por parte del guionista, productor y director inglés-norteamericano sobre Robert Oppenheimer, físico cocreador de la primera bomba atómica. Trinity, así fue bautizada la criatura atómica, el primer engendro de muerte de dimensiones apocalípticas que abriría la carrera armamentística que ha puesto al mundo entero en vilo desde entonces. Las fechas coinciden en el mes de julio, tanto del estreno de la obra de Nolan como de la primera explosión de prueba, un día 16 de julio de 1945 en Nuevo México, en el suroeste de los EEUU.

Pocos días después, el 6 y 9 de agosto de 1945, se bombardearían, con hermanas de Trinity, las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en Japón, en el Imperio del Sol Naciente, causando la muerte de cerca de un cuarto de millón de personas, civiles, niños, ancianos, gente común como usted y yo. Ha sido hasta la fecha la única vez que se ha utilizado el arma atómica. Un acto de terrorismo de estado injustificado desde todo punto de vista, tanto moral como militar. Recién la Alemania nazi había sido vencida y Japón se encontraba en los estertores de su derrota. Harry Truman, a la fecha presidente de los EEUU, fue el responsable superior político que dio luz verde a la detonación genocida. Hasta el presente los anglosajones americanos se han negado a pedir disculpas al pueblo japonés por el error y el horror cometido. Más bien los mismos genocidas de antaño ahora empujan a Japón hacia una confrontación con China, copatrocinada por la OTAN. Algo lejos está el Atlántico Norte de Japón, pero así son los intereses estúpidos de la geopolítica unipolar. Nuevamente y setenta y ocho años después Hiroshima se blande la posibilidad del uso del arma nuclear. Sí, nuclear y de hidrógeno para peores. De suceder ya no habrá ningún Nolan, ningún actor ni nadie en el planeta que pueda reflexionar sobre lo que hicimos. De momento nos ofrecen el edulcorado Barbie como si no pasara nada y todo fuera banalidad rosa.

Como antecedentes a los dos hongos atómicos asesinos sobre Japón, se había producido el bombardeo de la ciudad alemana de Dresde, también injustificado e innecesario desde el estricto juicio militar. Dresde ardió los días 13 y 15 de febrero del mismo año cuando la derrota de Hitler era inminente. Ingleses y norteamericanos descargaron miles de toneladas de bombas sobre una ciudad que no tenía ninguna importancia estratégica matando a más de 40 mil civiles desarmados. Churchill, el viejo gordo, borracho y fumador empedernido, había provocado en 1943 la hambruna en India, a la sazón colonia del Imperio del wiski, borrando de la faz de la tierra a más de dos millones de sus habitantes. Los nazis fueron unos asesinos despiadados, los japoneses también hicieron horrores en China, en Corea y en países cercanos. Los anglosajones de ambos lados del Atlántico los emularon, solamente que la historia la escribieron ellos como ganadores y la manipulación les lavo un poco la cara.

Nolan nos ha traído esta joya fílmica y tiene a su haber una saga de más de quince producciones. Dunkerque, es por su género, la más cercana y las anteriores cintas se enfilan en rasgos que tocan la distopía y las valoraciones de orden moral. Oppenheimer es su primer trabajo que se acerca a lo que se da en llamar un biopic, algo así como una cartografía de un personaje de la historia. Impresiona la habilidad narrativa y el sostenimiento dramático que logra mantener viva la atención a lo largo de los 180 minutos de metraje, acompañada de un elenco de lujo además de la propia excelente actuación de Cillian Murphy. Acompañan al irlandés de 47 años, músico también, actores como Kenneth Branagh, Emily Blunt, Rami Malek, Robert Downey Jr., Matt Demon, Gary Oldman, en fin gente probada y laureada por sus trabajos anteriores. Nolan se ha lucido en el tratamiento de la historia basada en la investigación sobre Oppenheimer, “American Prometheus”, una biografía de Oppenheimer escrita por Kai Bird y Martin J. Sherwin. Christopher Nolan echa mano, como en anteriores trabajos, a una narración no lineal, los flashbacks y el intercalado en blanco y negro suman para darle mayor verosimilitud y cercanía a la historia que nos vende con summa maestría.

Oppenheimer fue un ffísico teórico norteamericano, hijo de migrantes judíos alemanes adinerados, que tuvo en suerte una materia gris privilegiada logrando estudiar en las mejores universidades de su país y de Europa. Se codeó con los mejores físicos de su época, Einstein, Heisenberg, Bohr, Lawrence, Fermi y otros destacados académicos e investigadores. Además de la física teórica mantuvo intereses diversos en literatura, arte, política y se defendía como políglota. Le acompañó un espíritu abierto a los diversos saberes y la mecánica cuántica – estar y no estar en más de un lugar a la vez – parecía que también le animaba en sus disquisiciones morales y juicios éticos. Enamorado de dos mujeres a la vez, algo ególatra pero también empático, determinado y obstinado en su trabajo, pero débil en su propia defensa cuando le acusaron falsamente. Patriota norteamericano convencido, al calor de la Segunda Guerra Mundial, preocupado por el adelanto nazi en la investigación física que posibilitaría a Hitler poseer primero el arma atómica. Pero también algo iluso y cándido como Alfred Nobel con su dinamita. Ambos creyeron que el poder de sus invenciones conllevaría a la contención de la paz y al no uso de tan mortíferas posibilidades de exterminio. Erró Oppenheimer, luego de la fisión atómica nos sobrevino la fusión, algo así como sentar un cilindro de gas en el fogón de la abuela. Para matar la creatividad y la imaginación parecieran infinitas. Hoy día el mundo alberga una cifra de 12,700 ojivas nucleares, sucedáneas de Trinity, suficientes para quemar por completo el mundo entero varias veces. No es tema baladí, importa, y mucho.

Activista pacifista luego del horror de Hiroshima y Nagasaki, fue perseguido, acusado y humillado por personajes siniestros como Edgar Hoover, director del FBI y del Senador MacCarthy, incendiarios anticomunistas de la Guerra Fría que pusieron a muchos como Charles Chaplin contra la espada y la pared o haciendo maletas al exilio vergonzoso.

La historia de Oppenheimer bajo la lupa de Christopher Nolan tiene la virtud de llamarnos a la reflexión, no solo sobre la guerra, las armas atómicas y la destrucción masiva del mono sapiens. Es un campanazo brutal sobre el cómo proceder en la vida, ya sea como físico, como político o como el más simple y común de los habitantes pensantes de esta Tierra adolorida.

¿Quién no ha tomado una decisión en la vida que no haya comprometido la paz, la integridad, la tranquilidad, la salud, la buena estima de otra u otras personas? ¿Quién no se ha equivocado nunca con sus juicios creyéndose impoluto o al menos actuando de buena fe?

Max Weber, un brillante sociólogo y pensador, nos ofreció en su trabajo El científico y el político una aguda reflexión sobre los linderos y coincidencias de las acciones y omisiones del quehacer de las personas que se dedican a la ciencia y a la política. Ambos tienen una cuota de responsabilidad sobre lo que hacen por las consecuencias de sus descubrimientos y acciones que modifican para bien o para mal la vida de sus pares. Hoy el debate se centra sobre los peligros de la inteligencia artificial, de igual manera tenemos la papa caliente de las modificaciones e intromisiones genéticas, la misilística nuclear augura el Armagedón, el desarrollo científico técnico inundó el mundo de basura y ha destruido de manera irreparable la biodiversidad, ha provocado el cambio climático y como nunca antes esta fase histórica, bautizada como el Antropoceno, nos pone al borde de la desaparición como especie, llevándonos entre las patas todas las otras formas de vida. ¿Y el político? El político no se queda atrás. Truman, ejemplo, recreado por Nolan e interpretado por Gary Oldman es uno de los tantos miserables que han segado la vida de millones inocentes. En la Casa Blanca, en la escena en la que recibe en su despacho a Oppenheimer, Harry saca su pañuelo para que se enjugue las lágrimas el llorón del físico, se ufana el Presi de haber tomado la decisión de asesinar a un cuarto de millón de almas. Cuántos políticos no han conducido a sus pueblos y a otros pueblos allende sus fronteras a las hambrunas, a la miseria, a la inequidad y a la muerte en nombre del poder que ostentan. ¿Dónde queda la responsabilidad de sus acciones? ¿Quiénes pagan los platos rotos? ¿Basta el juicio histórico? ¿Hemos aprendido la lección?

Soy la muerte, el destructor de mundos… así se reconoce el propio Robert Oppenheimer y así deberíamos asumir la responsabilidad sobre nuestros actos, a la escala que sea, privada o pública, por cuanto seres sociales, los otros también nos deben importar. Hace pocos días nos dejó un brillante pensador, Franz Hinkelammert, alemán asentado en Costa Rica desde los años setenta, y entre sus advertencias teológicas, filosóficas y éticas nos resumía el asunto en: yo soy si tu eres.

Las reacciones en cadena de los balances entre partículas atómicas tienen su corolario en las relaciones entre las distintas personas que habitamos el planeta tierra, todo se conecta, todo tiene consecuencias y nadie queda indemne.

Robert Oppenheimer y su tortura por lo que hizo tiene dentro del mismo episodio histórico otra alma atormentada. Claude Eatherly, el piloto del bombardero Boing B-29 bautizado como Enola Gay, con su acción Claude abrió el vientre de donde saltó la bomba que cocinó a miles de japoneses. La cadena de relaciones vincula a Oppenheimer con Eatherly.

El piloto y su asalto ético provocó que le confinaran como loco, lo trataron tan mal como hicieran con el físico de la película de Nolan. Bien merece otra película este otro antihéroe que supo recibir la solidaridad epistolar del filósofo Gunther Anders. Precisamente G. Anders es de los primeros en reflexionar sobre el giro histórico que representa para la humanidad el tener la capacidad técnica de terminar con la vida y el planeta Tierra por completo. Luego del 16 de julio de 1945 la política y su extensión la guerra nos conmina a reflexionar y actuar. De ahí las responsabilidades de nuestros actos sobre la vida de los otros.

Oppenheimer, Eatherly, Snowden, y pilotos de los drones actuales pueden sufrir por sus actos mientras otros reciben medallas y suben al altar del patrioterismo.

Einstein, el genio de la relatividad advirtió a Oppenheimer: primero te utilizan y luego te desechan.

Los ciento ochenta minutos valen mucho la pena, tal vez a usted le haga tan bien como a mí. Puede sugerirle a su vecino que no saque la basura el día que no pasa el camión de la municipalidad. Sus actos tienen consecuencias. No se la pierda.

De la pandemia a la partenogénesis

Arnoldo Mora Rodríguez

Como si estuviéramos ante una nueva versión del dios Jano, un fantasma de doble rostro recorre el mundo; se trata de un solo fantasma pero con dos rostros: el uno que mira hacia atrás, el otro hacia adelante. Ambos ya son conocidos por la humanidad; el uno nos da una visión del pasado, el otro atisba el futuro; el uno es una pesadilla, el otro un sueño; ambos constituyen una muestra indeleble de lo que es la cultura occidental. La pesadilla fue anunciada por el fantasma como el anuncio de la tragedia que envuelve el trono de Dinamarca, según el célebre drama de Shakespeare; el otro rostro lanza la primera frase del no menos célebre Manifiesto de 1848 en que Carlos Marx y Federico Engels proclaman que un nuevo salvador ha venido al mundo: el proletariado (“los pobres de la tierra” diría hoy la teología de la liberación, en una frase que evoca a José Martí, tanto como al Sermón de la Montaña).

En mi reclusión de estas semanas en mi casa, se han dado cita en mi mente estos dos fantasmas, mientras veo a la humanidad sumida en los dolores de un parto, que anuncia que el terror apocalíptico de las pestes debe convertirse en grito de esperanza ante el advenimiento de una nueva época, tal como, a inicios del segundo milenio lo proclamara el monje calabrese Joaquín de Fiori. La evocación de ese teólogo medieval no es gratuita, ni casual. Hoy vivimos el fin del segundo milenio de la cristiandad y el inicio del tercero; el año 2000 no fue sólo el comienzo del nuevo siglo, el XXI, sino igualmente el inicio de un nuevo milenio, el tercero. Pero, para saber hacia dónde vamos, debemos primero conocer de dónde venimos. En vísperas del primer milenio Julio César crea el modelo de Estado que le permitirá a Occidente dominar el mundo, al convertir la República de Roma en el Imperio Romano; seis años antes del año con que comenzó nuestra era nace, según hay consenso entre los historiadores actuales, el personaje histórico más influyente de la historia hasta el momento actual: el judío Yeoshua de Nazareth, llamado Jesucristo, según la terminología del griego coiné imperante como lengua franca de la Cuenca del Mediterráneo en esa época. En el año mil en la Edad Media cristiana, se vive como cosmovisión la versión milenarista de la teología, según la cual, con la llegada del año mil, retornaría Cristo a juzgar a los pueblos y, con ello, la humanidad tal como la conocemos, habría llegado a su fin, sólo habría el cielo y el infierno, el primero para los justos y el segundo para los perversos; la profecía del Apocalipsis se habría cumplido, por lo que la historia de la humanidad y la humanidad misma no sería nunca más la misma, se acababa un mundo y se daba inicio a otro, radicalmente nuevo, calificado por Fiori como la era del Espíritu Santo, en que la iglesia jerárquica desaparecería y daría inicio la era de la libertad de los hijos de Dios…Pero resultó que Cristo no regresó ni se acabó el mundo; todo lo contrario, el papado, que como centro de poder absoluto se venía paulatina pero inexorablemente confirmando, llenando así el vacío provocado por la decadencia del Imperio creado por Carlo Magno y el nacimiento de lo que se llamará Europa; el papado lanzaría Las Cruzadas, con lo que se iniciaba la conquista del Mediterráneo y la expansión planetaria del Occidente Cristiano como potencia dominante…hasta el presente. Desde entonces Occidente ha emprendido una cruzada que abarca el planeta entero, que se inicia con el “descubrimiento” de todo un Nuevo Mundo más allá de “la Mar Océano”, como llamaban los conquistadores españoles al actual Océano Atlántico; el pequeño pero poderoso militarmente reino de Castilla lograba la proeza histórica de forjar el primer imperio en el cual “no se ponía el sol”. Se requerirán cuatro siglos para que surja otro imperio absolutamente planetario, el británico, que será amo del universo durante todo un siglo: desde la Batalla de Waterloo (1815) hasta la 1ra. Guerra Mundial (1914). El último imperio de Occidente, el Norteamericano, hegemónico después de la 2da.Guerra Mundial (1940) llega, con el nuevo siglo y con el nuevo milenio, a su fin; con ello, como decía el último primer ministro laborista Gordon Brown en la Cumbre de Dabos del 2008:”West is over”.

La actual pandemia, la más planetaria que conoce la historia, ha puesto dramáticamente en evidencia que estamos siendo testigos de la más grande revolución política, social y cultural que pone fin a dos mil años de hegemonía mundial de la Cristiandad Occidental. Pero no por ello la humanidad o la historia se acaban; un nuevo orden mundial se gesta construido por un nuevo sujeto histórico: un ser humano con conciencia o identidad planetaria, dado que los actuales desafíos a los que afronta la especie ya no son regionales sino planetarios; por eso, en cada decisión que tomemos, se pone en juego la sobrevivencia misma de la especie. Nunca como ahora que el homo sapiens ha acumulado la mayor cantidad de poder que especie viviente alguna haya logrado en la evolución, el espectro de la muerte nos acompañará tanto como la euforia provocada por la conciencia de disfrutar de un poder cuasi infinito; viviremos entre la pesadilla y el ensueño. Como lo vislumbró Shakespeare poniendo al fantasma del padre de Hamlet a denunciar la podredumbre oculta tras los oropeles de un trono real, que haría que los tiempos de gloria de la corona danesa se convertirían en una sangrienta pesadilla. Pero también estos tiempos de cambio anuncian el advenimiento de lo que Nietzsche denominó “aurora” de un nuevo día, que se convirtió en el motor que ha movido todas las revueltas de los movimientos populares, cuyo programa de acción fue redactado en 1848 por Marx y Engels; recurriendo a la terminología de Teilhard de Chardin, para ello debemos transitar “de la divergencia a la convergencia”. Hasta el momento actual, la especie ha sobrevivido; ahora debe aprender, so pena de extinción, a convivir; debemos pasar de la sociedad (instinto gregario propio de casi todas las especias de mamíferos) a la comunidad conformada por personas solidarias; lo cual sólo se logra cambiando de escala de valores. La concepción antropológica que identifica ser humano con individuo debe ceder el paso a lo que la doctrina social de la Iglesia, inspirada en la filosofía de Aristóteles, denomina “ser social”. Ante este reto no somos libres, si por tal entendemos el ejercicio de lo que San Agustín denominaba “libre albedrío”.

La humanidad afronta el fantasma del suicidio colectivo en cuatro desafíos. A partir de Agosto de 1945 (Hiroshima y Nagasaki) vivimos bajo la sombra ominosa del hongo nuclear; luego en 1968 el Club de Roma anuncia que la destrucción de las especies vivientes desenmascara el mito de una sociedad del despilfarro, basada en una industrialización llevada a cabo a contrapelo de una ética ecológica; ya en este siglo, un diminuto virus le ha quitado la corona al homo sapiens y se ha convertido en el apocalíptico ángel de la muerte, desenmascarando la destrucción de los más elementales valores humanos perpetrado por el capitalismo salvaje, que se nutre de la nefasta ideología neoliberal. Sólo nos resta acabar con el cuarto ángel exterminador, cual es la dictadura mediática, propulsora de las falsas noticias. Cuatro guerras mundiales: la nuclear, la ecológica, las pandemias y el imperio mediático de la infamia y la mentira. Sólo venciendo esas amenazas de destrucción masiva, que pondrían fin a la especie humana, podremos construir una paz auténtica como espacio de convivencia digna de seres humanos, tal como sería la era mesiánica proclamada por la esperanza escatológica de la teología de la historia de inspiración judeocristiana. Habríamos así pasado del horror de la pesadilla al embeleso del ensueño; de la tragedia de Hamlet a la edad de oro anunciada en el Manifiesto de 1848. De la pandemia a la partenogénesis.

Foto: UCR