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Etiqueta: Memo Acuña

Escenario peligroso

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

La deriva a la que se dirige Costa Rica en los próximos meses es tal vez la de mayor riesgo en toda su historia democrática.

La ecuación populismo + inseguridad + efectismo, podría terminar de dar la estocada a ese proyecto sociocultural que se viene clausurando desde hace varios años en que integración horizontal y consenso vertical aseguraron las reglas del juego social e institucional.

La reciente aprobación en segundo debate legislativo, del proyecto de instalación de una megacarcel en el país, plantea un cambio sin retorno hacia una peligrosa transformación en el procesamiento de las demandas sociales.

Este hecho pasó sin mucho análisis, quizá porque es tal la perplejidad y cansancio o tal vez porque se prefiere una respuesta de tal magnitud ante la incontenibilidad de la violencia que no cede. Prefiero pensar en la primera opción.

Un proyecto que le otorga 8.000 millones de su presupuesto ordinario para ofrecer una respuesta represiva al crimen organizado dice mucho de esa sociedad que somos y que ya no podemos obviar. Nos estamos acercando de forma alarmante a ese espejo que nos devolverá una imagen que nunca quisimos ver.

Hace algunas semanas, el valiente equipo periodístico de El Faro, proyecto de comunicación independiente y alternativo de El Salvador, sacó a la luz pública una investigación en la que obtuvieron información sobre lo que había pasado con ciudadanos comunes, detenidos y enviados a la cárcel modelo instalada por el gobierno de Nayib Bukele.

Según cuenta la publicación, las narraciones son atroces: asesinatos perpetrados a golpes por custodios; torturas elaboradas que implican colgar gente, colocarles ladrillos o usar gas lacrimógeno; abortos; enfermedades sin atención y hambre extrema. Todo esto narrado por 27 personas liberadas de este régimen carcelario, que no eran pandilleros y que vivieron en primera persona los horrores extremos a los que fueron sometidos en ese “modelo” al cual Costa Rica acude ahora alegre, rápida y peligrosamente.

Lo de El Faro es otra consideración que debe hacerse notar. Es de sobra conocido que la mayoría de su equipo periodístico tuvo que salir de El Salvador como consecuencia de su enfoque crítico en contra de las acciones gubernamentales.

En Costa Rica hemos estado observando que algunos periodistas empiezan a perder su empleo o son removidos como producto de sus opiniones y enfrentamientos con el poder ejecutivo: una peligrosa tendencia que podría anunciar los refrenos a la libertad de expresión, de la que tanto hemos hablado como reducto de un otrora sistema democrático robusto.

A la vuelta de la equina, dentro de poco, un proceso eleccionario anuncia una bizagra hacia una época de la cual podríamos no salir exitosamente como país. El tema securitario será sin duda la apuesta hacia la continuidad de quienes hoy nos gobiernan, utilizando la megacarcel como proyecto estrella al que estamos seguros la población apoyará luego de un hábil manejo comunicativo.

Seamos críticos y pongamos estos escenarios en perspectiva. Luego podría ser demasiado tarde.

Una disculpa extemporánea

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

El 27 de marzo de 2023 se produjo un incendio en una Estancia Provisional del Instituto Nacional de Migración (INM) de México, en Ciudad Juárez. En este siniestro murieron 40 migrantes y 27 hombres y 15 mujeres resultaron con heridas profundas que no han podido sanar aún.

Se trata de más de 80 víctimas para las cuales el Estado mexicano no garantizó los recursos mínimos de resguardo mientras se encontraban en ese lugar.

En investigaciones realizadas por organismos civiles y de derechos humanos, se determinó que la negligencia y el desinterés de los funcionarios destacados en el Centro fueron los principales causantes de que a las personas que se encontraban en ese lugar no se les abriera la puerta principal para que pusieran sus vidas a salvo. No en vano en varios espacios de comunicacion civil circula un poderoso hastag con la leyenda: #nofueelincendiofueelestado, aludiendo la omisión que le costó la vida a esas 40 personas.

Luego se supo que las condiciones en las que permanecían en aquel sitio eran inhumanas: hacinados, sin agua ni comida, razones suficientes para causar un motín, que terminó arrebatándoles la vida.

Más de 900 días luego del hecho, el excomisionado del Instituto Nacional de Migración, Francisco G. Y., ofreció una disculpa pública a los sobrevivientes y las familias de los fallecidos. Este acto ocurrió el pasado 26 de setiembre.

Como parte del proceso que se sigue en su contra por los hechos acaecidos aquel marzo de 2023, el funcionario emitió una declaración que no sirve para traer a las personas fallecidas de vuelta ni reparar el daño físico y psicológico causado a las personas sobrevivientes y sus familiares.

Una disculpa extemporánea, tardía, inútil. Inútil si, porque es ahora y responde a procesos que no salen de su fuero interno, sino de mecanismos que la justicia mexicana habilita para seguir el debido proceso en una investigación de este calibre. No es desde su corazón que nace el ofrecimiento.

En su intervención en la reciente Asamblea General de la ONU, el presidente de Estados Unidos Donald Trump volvió a atizar su odio visceral contra la migración en el mundo y en su propio país. Habló de proteger fronteras y terminar con la migración irregular que está “acabando con el mundo”, según sus palabras.

No debe extrañar que, en su afán, las políticas migratorias de otros países continúen en consecuencia triturando humanidades, exterminándolas.

Los tiempos que nos tocó vivir ciertamente convocan a la desesperanza. Pero cuando uno ve la fuerza de la migración que empuja y acciona, no le queda más que saludar la motivación, acompañar a estas personas que caminan por un futuro mejor desde cualquier trinchera. Metafóricamente deberíamos hacer lo mismo: caminar para construir, no detenernos nunca.

¿Dónde nos encontramos?

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

A lo largo de estos años en los cuales he compartido mis reflexiones y análisis, un tema ha sido recurrente no solo por su importancia sino porque ha aumentado en intensidad.

Me refiero a la pérdida del espacio público en Costa Rica como constructor de sentido, de pertenecía y de socialización. Esas ideas también. Las he expuesto a los medios de comunicación que me consultan cada cierto tiempo por la violencia en carretera, la ausencia de diálogo y cortesía, la ira tras el volante.

En el país es claro que algo ha cambiado. Una rápida revisión a las notas de los medios de comunicación nos habla de ajusticiamientos, balaceras, zafarranchos y otras acciones en los que media el conflicto, la defensa de territorios y negocios ilícitos y la disputa por ese espacio público donde antes se construía comunidad y horizontalidad.

Hoy hay miedo a salir, a encontrarnos. Es cierto que la proliferación de actividades relacionadas con la naturaleza como el senderismo, por ejemplo, resultan una alternativa posible más no al alcance de todos y todas. Algo tendremos que hacer para volver a encontrarnos.

Pero si esto pasa a nivel general, siento mucha perplejidad al notar que en actividades que debieran mostrar vigorosidad en ese espacio público amplio y necesario, la tendencia más bien es, al contrario.

Hablo por ejemplo de mi universidad, a la que quiero tanto. Mi impresión es que ese espacio público ha sido pulverizado por las formas. Ciertamente las tecnologías de la comunicación, las transformaciones en las dinámicas laborales y los efectos desactivadores de la pandemia han producido cierto “achatamiento” de ese espacio necesario. Es que ya ni en las propias redes institucionales nuestras podemos hablarnos, porque no hay lugar para el debate en ellas.

Es prudente no confundir, desde luego, la amplia y variada oferta de conferencias, mesas redondas, talleres, clases magistrales con eso que yo llamo el espacio público universitario aniquilado. ¿donde nos encontramos? ¿Cómo socializamos? ¿Dónde y cómo discutimos el futuro de nuestra universidad, de nuestras facultades? ¿De nuestras escuelas?

Sé que se hacen esfuerzos, pero no alcanzan. En definitiva, mucha de la despolitización que se siente tiene que ver con esas lógicas de silenciamiento y poco apalabramiento.

Algo urgente como un “Resetearnos” podría ser la respuesta. Resignificar la lógica de las comunicaciones, para que la virtualidad sea una excepción y no la constante, volver a encontrarle al concepto de “opinión”, eso que significa justamente: la emisión de un mensaje, el intercambio de ideas, el fondo por la forma.

Volviendo al nivel social, esas formas de encontrarnos de nuevo son urgentes y necesarias. Reconstruir ese pacto social que una vez fuimos.

“Unir el reino”

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Este fin de semana en la ciudad de Londres se llevaron a cabo manifestaciones en que buscaban posicionar la idea de una patria común, en la que no tienen cabida los inmigrantes irregulares.

Es de sobra conocido el impulso que las ideas racistas, fascistas y nacionalistas ha recibido en varios países del mundo. No es fácil olvidar que no muy lejos de nuestra región, en el Estados Unidos de Donald Trump, continúan las redadas y los operativos contra cualquier persona sospechosa de provenir de un país distinto a ese. Paradoja de paradojas en un escenario formado históricamente por personas migrantes.

Las marchas convocadas este sábado 13 de setiembre contaron con varios personajes de la extrema derecha europea y un saludo por medio de un video del magnate estadounidense Elon Musk, quien ha aprovechado para enviar un mensaje sobre la vigorosidad de las ideas conservadoras a nivel global.

En la jornada la consigna a la patria ha sido la tónica. Bajo un discurso aglutinador en esa línea y contrario a la migración irregular, más de 100.000 personas se concentraron en esta manifestación, que contó con una contra en las cercanías, sobre el antirracismo, de apenas cinco mil seguidores.

Es claro. Vivimos aún los tiempos pospandémicos en que los reacomodos del mundo han visto crecer como una ola las ideas xenófobas, racistas y discriminatorias en todos sus extremos.

En Costa Rica se celebran en este mes las fechas conmemorativas a la obtención de la independencia. Los tonos celebratorios no llegan aún, por suerte, a esas escalas nacionalistas extremas.

Pero se debe estar alertas y atentos.

En estas fechas me gusta sugerir un material audiovisual que coloca en contexto esa diversidad que somos. Se trata de la pieza “Pongámonos de pie” disponible en YouTube (de la que desconozco fecha y autoría) en la que el himno nacional es cantado por varias voces, algunas de ellas representativas de las disidencias y las minorías.

Es que esas voces también son este país. Recordemos siempre este tronco común, para no salir aquí a buscar ese “reino” odioso en nuestro ADN.

El sentido político de llamar a las cosas por su nombre

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Uno de los recuerdos que me llegan recurrentemente me lleva al Estadio Alejandro Morera Soto, observando un partido entre las Selecciones de Costa Rica y Estados Unidos.

Era domingo y entonces se jugaba en horario habitual de las 11:00 de la mañana. Me parece estar ahí porque hice parte de uno de los grupos artísticos encomendados a nuestro colegio, el Conservatorio Castella. Si la memoria no me falla habíamos dado un espectáculo de Square Dance.

Era el momento de los himnos. Al sonar el de Estados Unidos todo se paralizó y empezó lo que para mí sería una de las primeras manifestaciones contra la guerra fría que observaba en directo.

Eran los años ochenta y el gobierno del actor Ronald Reagan ordenaba el mundo junto a aliados de peso como Margareth Tatcher, entonces primera ministra del Reino Unido. Corrían los días más intensos de la guerra fría, el anticomunismo flanqueaba hasta el propio Vaticano (quien no podrá olvidar la reprimenda al sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal por parte del Papa Juan Pablo Segundo en el propio aeropuerto de Managua, debido a su decidida participación en los primeros años de la revolución sandinista) y la carrera armamentista predominaba.

Centroamérica era un hervidero político y social. Y Estados Unidos mantenía una actitud de predominio al financiar la compra de armas a la Contra nicaragüense, establecer una base militar en Comayagua, Honduras y buscar alianzas con gobiernos como el del salvadoreño Napoleón Duarte.

Sonaba el himno de Estados Unidos y todo se detuvo en mi memoria. Un grupo de estudiantes universitarios se saltaron la malla en gradería de sol y entraron a la cancha para desplegar una manta, ahora no recuerdo si en repudio por las actuaciones de aquel país en el contexto centroamericano o exigiendo la liberación de presos políticos en Centroamérica. Su acto duró muy poco, el suficiente para recordar que el deporte como cualquier actividad humana, está provisto de un gran sentido político.

Esta significación ha vuelto a mí en estos días, en que pienso que el silencio no puede ser opcional ante la masacre más atroz de la historia contemporánea y en la que un pueblo entero, el palestino, está siendo borrado del mapa literalmente. Es un genocidio que debe ser llamado por su nombre.

Algunos hechos reconocen esta barbarie. Se han producido justamente en el mundo del deporte y la industria cultural global.

En la vuelta ciclística a España, por ejemplo, participa un equipo denominado “Israel Premier Tech”. En algunas de sus etapas se ha visto interrumpido el paso de la caravana por algunas ciudades que completamente se han volcado a apoyar al pueblo palestino con banderas y solicitudes a la organización para que retire a la escuadra de aquel país de la competencia.

En respuesta y para mantenerse en competencia, el propio equipo suprimió el nombre de Israel de sus signos externos, camisetas y otros identificadores, para quedarse solo con la marca comercial.

De igual manera se gestó un movimiento colectivo tendiente a solicitar a FIFA cancelar el juego Italia-Israel, eliminatorio para el mundial de fútbol 2026 y que debería llevarse a cabo a inicios de semana.

El mismo Hollywood con todo y su parafernalia de industria cultural, ha quebrado su propio silencio. Un reciente filme inspirado en los últimos momentos de vida de la niña Palestina Hind Rajab, ha salido a la luz con el apoyo de figuras del cine como Brad Pitt, Joaquín Phoenix y otros más. La película recrea el drama que sufrió la niña a bordo de un vehículo alcanzado por ráfagas de más de 335 disparos, que terminaron con su vida.

Son gestos estos en el deporte y la cultura, que valen porque significan y dignifican. La humanidad no toda esta perdida, pero hay que salir a buscarla en su fuero interno.

Vale la pena.

Radiografía de la incertidumbre

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Una lectura rápida, pero no menos implicada, a algunas noticias aparecidas en medios nacionales los últimos días, permiten constatar el punto de no retorno en una sociedad como la costarricense.

Mientras la realidad campea en lo que podríamos denominar una radiografía de la incertidumbre, quedamos notificados de que la parálisis organizativa y la respuesta persisten sin evidencia de su recomposición.

La ofensiva sociocultural desplegada hace unos años desde sectores conservadores ha dado su resultado más rotundo: la atomización, el secuestro del concepto de pueblo por versiones populistas y perversas hábiles en la comunicación dirigida y sus variantes, así como la naturalización de dimensiones que hasta hace poco eran impensadas en este país, son solo algunos de esos efectos inmediatos y devastadores.

Empecemos por la peor debacle de todas, la pesadilla lapidaria: este país entró en un apagón educativo que está amenazando a amplios sectores de la población.

Si aquella, la de los ochenta, fue la década perdida, estos años sin lugar a dudas serán recordados como el cierre con candado a varias generaciones que fueron confinadas al peor de sus ostracismos.

El cuento se cuenta solo, porque no se parece siquiera a un chiste que es como se diría correctamente la frase: pésima comprensión de lectura en estudiantes de varios niveles y debilidades en la enseñanza de las matemáticas, por causa de malos manejos en las herramientas didácticas por parte de las personas docentes.

El último informe del Estado de la Educación fue todo un obituario. De eso estamos seguros.

En la misma semana que este informe se daba a conocer, los medios de comunicación nos hablaban de la transversalización del enfoque de la violencia en todos sus alcances: en la Costa Rica del chifrijo, cada diez horas ocurre un asesinato, cada nueve días un femicidio, que hasta la semana anterior contabilizaba 27 homicidios de mujeres a manos de sus parejas.

Para aquellos y aquellas acostumbrados a explayarse en ese tan cacareado excepcionalismo costarricense en la región centroamericana, les tengo una noticia: las extorsiones, el cobro de peajes y el desplazamiento violento de familias enteras de sus viviendas por parte del crimen organizado, está ocurriendo en esta tan linda su Costa Rica, la suiza centroamericana. Nada que no ocurra en un barrio empobrecido de San Salvador o Tegucigalpa.

Como si este punto de inflexión no fuera suficiente, las soluciones extremas y populistas parecieran ganar espacio en el inconsciente colectivo atolondrado y mareado por tanto discurso provocador: una mega cárcel resumiría la política social del estado costarricense para acabar con la delincuencia.

Hace muchos años facilitaba en El Salvador un evento de juventudes centroamericanas sobre participación política. El caso de la delegación tica era contundente: su desprecio por las demás delegaciones y su poca vinculación con el resto, les hizo granjearse rápidamente una percepción negativa de parte del resto.

Hoy esa actitud arrogante y proponente debe ser abandonada y transitar hacia una humilde escucha de quiénes han experimentado esos viajes de los cuales no han regresado.

Mirar por encima del hombro y con arrogancia al conjunto de la región, no es opción. Nos hemos estandarizado. Reconocerlo es el primer paso para la reparación de eso que alguna vez fuimos.

Hacia unas Ciencias Sociales centroamericanas “menos intramuros”

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

La frase no es mía, por supuesto. La tomé prestada de una reciente publicación en redes de mi querido colega y al que considero amigo y orientador en mi trayectoria como cientista social, Abelardo Morales Gamboa.

La escribió al recordar a Carlos Sojo, director de FLACSO Costa Rica, quien falleciera en el año 2014 y al enterarnos en su publicación de la muerte de otro gran científico social centroamericano, Gabriel Aguilera.

Al leer su escrito, no pude dejar de recordar mi paso como investigador de la Sede de FLACSO en Costa Rica. Los aprendizajes cotidianos en las conversaciones con los propios Carlos, Abelardo, Juan Pablo, Marian, Alen, Ilka, Don Manuel, Guillermo. Pienso que nos tocó una época linda y de transición en la que aprendimos a construir equipo.

Yo tomé para mí las enseñanzas de Carlos, a quien acompañé varias veces a la región y lo vi gestionando como los grandes esas Ciencias Sociales comprometidas, vigorosas y para nada palaciegas.

No puedo olvidarme de los trabajos de campo con Abelardo, sus orientaciones como investigador consolidado en la temática migratoria, de la cual ahora soy signatario con mucho compromiso y sensibilidad para devolverle tanto de lo que me enseñó. De hecho, Abelardo tuvo la deferencia de acompañarme como lector de mi tesis doctoral, actitud que siempre agradeceré por lo que vale.

Tampoco puedo pasar por alto mi experiencia como miembro del consejo editorial de la Revista Centroamericana de Ciencias Sociales que publicábamos en FLACSO Costa Rica, de la mano de un gran docente e investigador, Don Manuel Rojas Bolaños. Su experiencia me aportó algo de lo que hoy le entrego a la académica como investigador y gestor académico.

Es cierto.

El desafío que plantea Abelardo para las ciencias sociales regionales es mayúsculo. Durante todos estos años de quiebre del acuerdo social costarricense, por ejemplo, he reflexionado sobre qué tan bien le hubiera hecho a este país una actualización de aquel enorme trabajo de interpretación de nuestra sociedad: “Igualiticos: la construcción social de la desigualdad en Costa Rica”, escrito por Carlos.

Estoy seguro de que muchas de las incertidumbres que hoy nos plantea este escenario tan disruptivo, hubieran sido claramente explicadas por su visión amplia como sociólogo de nuestro país.

Ese desafío que Abelardo nos plantea, debemos asumirlo quienes aún nos encontramos vigentes. Es imperativo. Es necesario salirnos de los muros y palacios y abrir los ojos a una región centroamericana que estamos perdiendo rápidamente.

Asumo ese legado.

Excepción, excepcionalidad, excepcionalismo…

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Ha sido un fin de semana de terror en Costa Rica.

Como si la metáfora no fuera suficiente, la principal vía de comunicación que conecta el Aeropuerto Internacional con la ciudad capital, San José, sufrió un colapso producido por aguaceros intensos, rayería e inundaciones. La carretera se llenó de escombros de todo tipo.

La imagen, valga decirlo, asemeja en mucho a la de un país que ha sido entregado sin dilación a los poderes fácticos, que ahora sí hacen lo que les venga en gana. El país se llenó de escombros, se entrampó, se inundó todo de su propia agua profunda.

No solo los efectos del clima producidos por el hombre y sus modelos económicos extractivistas y lacerantes fue lo que tuvimos este fin de semana en esta Costa Rica, ya para nada excepcional.

En menos de 48 horas, seis asesinatos nos muestran la gravedad de lo que nos hemos convertido: el sicariato salió de las pantallas y de las narconovelas para convertirse en una realidad absoluta. Como tantas otras cosas que nos han ocurrido en el pasado reciente, llegó para quedarse.

Es claro.

El dejar hacer, dejar pasar en materia de seguridad tiene un propósito político: convencer a la ciudadanía de que el único camino posible para “detener” esta violencia, implica la construcción de una megacárcel al estilo salvadoreño. Todo ello bajo la operación de una oprobiosa industria que hace millones a costa de respuestas populistas como esta.

Esos escombros en que nos hemos convertido en materia de seguridad apuntan a la instalación de un régimen de excepción (al igual que en El Salvador) en el que, a cambio de restablecer la paz, todo lo demás y de forma irregular se justifica: las desapariciones, los juicios sumarios, las detenciones arbitrarias contra defensores y defensoras de los derechos humanos.

Estamos a un minuto para que esto ocurra en Costa Rica.

Para evitar esa debacle, el camino, la vía costarricense como ha sido llamado históricamente a ese pacto sociopolítico, debe ser recuperado. Si hay un elemento que ha dibujado ese cierto excepcionalismo, es la forma cómo hemos recuperado el rumbo cuando estamos a punto de perderlo.

Es ahora. Es ya.

¿Qué somos?

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

La denuncia publicada en redes sociales no pudo ser más elocuente. Se trata de un estudiante afrodescendiente de la carrera de biología de la Universidad de Costa Rica, que detalló un odioso episodio sucedido durante la Feria Vocacional en ese centro de estudios.

Jay Robleto Quesada manifestó en un video haber sido victima de un acto racista cometido por un grupo de estudiantes de colegio a los cuales les estaba brindando información sobre su carrera.

Entre risas y burlas, algunos de ellos imitaron los sonidos de un mono, en una clara alusión racista a su color de piel. Este hecho no es para nada aislado en una sociedad que históricamente ha basado su pigmentocracia en una profunda actitud discriminatoria contra las poblaciones afrodescendientes e indígenas.

No hace muchos años, allá por la década de los ochenta, recuerdo asistir con mi padre al viejo estadio nacional en San José a ver partidos de la selección nacional contra sus homólogas centroamericanas.

Siempre me llamó la atención el sonido que la gradería emitía cuando salía alguno de estos equipos regionales al campo. La imitación de los supuestos sonidos con que las películas estadounidenses identificaban a los indígenas en sus luchas contra los hombres blancos, era habitual. Y también era racista.

En extremo.

Entonces está en el ADN costarricense aquello de las actitudes racistas, aquello de los sonidos insultantes.

Pensar en una sociedad cuyos parámetros de convivencia siguen estando falseados por una idea de comunidad integrada, es preguntarnos quiénes somos realmente. Algo anda mal si desde la misma institucionalidad se generan acciones de exclusión, que atentan contra los derechos humanos en su integralidad.

¿Quiénes somos realmente?

La Sala Constitucional emitió recientemente un fallo en el que aprobaba un Recurso de Habeas Corpus interpuesto en marzo anterior por el comunicador Mauricio Herrera en contra del Estado costarricense.

Su demanda enfatizaba en la privación de libertad a la que fueron expuestas 200 personas migrantes deportadas por el gobierno de Donald Trump y cuyo destino fue negociado con las actuales autoridades costarricenses.

Resulta vergonzoso señalar este hecho. Indignante y vergonzoso en medio de una carrera estrepitosa hacia la debacle en el juego democrático en el país. A eso vamos. A la debacle política y cultural.

Mientras existan estos actos bochornosos propios de regímenes autoritarios, no podemos vanagloriarnos de lo que alguna fuimos, sin preguntarnos ahora por lo que somos.

Sé que la respuesta no será de nuestro agrado.

El miedo no puede ser opción

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Un artículo de reciente publicación titulado “Hablo porque no sé hasta cuándo podré hacerlo” de Eduardo Alvarado, plantea una premisa impensable en un país como Costa Rica hasta hace unos años.

Habla, y sí que lo hace, de la necesidad de contrarrestar la desinformación y la laxitud de contenidos disparados en redes sociales frente a la batalla cultural instalada contra medios de comunicación que han sido colocados en el discurso oficial como “los enemigos del pueblo”.

Estamos claros que el origen de algunos de esos medios está basado en la confluencia de intereses económicos y políticos y que durante muchos años han construido una agenda que impulsa su proyecto, su enfoque y su visión de mundo.

Pero este hecho no puede llevarnos a aprobar los feroces ataques que sistemáticamente ha sostenido el poder ejecutivo actual contra cierta prensa, que claramente le ha señalado sus yerros y equivocaciones, que no han sido pocas.

Habla Alvarado, y sí que lo hace, en un artículo en el peridodico La Nación, de la forma como los núcleos duros de opinión llevaron a Kamala Harris a la derrota frente a Donald Trump; refiere un estudio de opinión que plantea que 6 de cada 10 personas temen hablar del gobierno de Nayib Bukele en El Salvador.

Esto último no es una ficción. Me ocurrió con una querida amiga artista plástica y poeta salvadoreña a la que cité en una columna y que luego me solicitara eliminar esa referencia, pues temía represalias del gobierno salvadoreño sobre sus opiniones.

En Costa Rica aún marcamos el paso de la libertad de opinión y de expresión. Sin embargo, los límites han venido creciendo a pasos agigantados. Urge hablar, como lo hizo Alvarado en su columna. Urge defender el espacio público del intercambio y la reflexión.

Cualquier otra cosa nos habrá llevado irremediablemente a un lugar del cual no podremos salir intactos. No permitamos que el miedo se instale como opción.