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Etiqueta: Memo Acuña

Trastocar el dolor por color

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

En el Parque de la Paz ubicado al sur de la capital costarricense se ubica al menos nominalmente el monumento a la destrucción de las armas, obra escultórica realizada por el artista Mario Parra en el año 2002.

Paradójicamente la pieza, consistente en incrustaciones de armas para ejemplificar el desarme, ha sido vandalizada casi hasta su desaparición.

Me resulta muy simbólica esta imagen en una sociedad cuya narrativa acerca de la paz y la ausencia de ejército ha sido permanente e histórica. Al menos hasta hace algunos años.

Dejamos 2023 como uno de los años más violentos de la historia reciente. Y nos enrumbamos sin freno a un final de año 2024 que se presume aumentará la cantidad de muertes violentas experimentadas el año anterior.

El uso de armas en Costa Rica representa una emergencia sin respuesta al corto plazo. En un reciente reportaje publicado en el periódico La Nación se enunciaban datos realmente alarmantes: los heridos por armas de fuego pasaron de 835 en 2019 a 1223 en 2023.

Las armas utilizadas son de grueso calibre: AR-15, M-16 y AK-47, denominaciones de guerra que hace tiempo fueron formalmente prohibidas en el país, lo que indica el funcionamiento de un peligroso mercado negro de intercambio y trasiego.

En este contexto, llamar a la paz proponiendo el desarme debiera ser política pública declarada. Por eso, resulta loable la acción desarrollada por la Fundación Transformación en tiempos violentos que viene propugnando por una sociedad libre de armas.

Juan Carlos Chavarría, su director, es el artífice de una acción artística realmente única en el mundo: cambiar el dolor de las armas utilizadas en hechos violentos, por el color en obras de arte realmente hermosas.

El 21 de setiembre anterior esta organización celebró el Día Mundial de la Paz con un concierto centroamericano que convocó artistas de varios países de la región.

El llamado fue contundente: una sociedad no puede desarrollarse con la violencia armada como eje transversal.

Es urgente entonces atender esta convocatoria realizada mediante el arte. Trastocar el dolor por color. Construir una paz permanente y duradera.

Los países que llevamos dentro

Presentación de libro “Geografías de la nostalgia” del escritor
costarricense Minor Arias Uva, Casa Bukowsky ediciones 2024
en el Colegio Universitario de Cartago, Costa Rica.
17 de setiembre de 2024

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Al leer a Minor, resulta inevitable no pensar en el contexto actual de las movilidades humanas.

A las puertas de una posible solución electoral republicana en Estados Unidos encabezada por el siempre polémico, fanático y flemático Donald Trump, su campaña ha vuelto a colocar la migración y los migrantes (cierto tipo de migrantes, valga decirlo) en un lugar lleno de epítetos, insultos y promesas de nuevos endurecimientos en las políticas migratorias. Eso que al grueso del electorado con tintes nacionalistas tiende a alegrarle la tarde.

Entonces reflexiono sobre el sujeto migrante histórico, homínido y el actual en su acto de sobrevivencia. No distan mucho uno del otro. Lo que los distancia es apenas un segundo en el desarrollo de la humanidad.

Resulta difícil no pensar en ese contexto que viene.

En el que estamos atravesando ya con los tránsitos que vemos en nuestra región provenientes del sur. Luego de cruzar el inexpugnable Tapón del Darién en frontera entre Colombia y Panamá, lo que vemos a diario en nuestras calles centroamericanas son guerreros sobrevivientes, pulsiones, afectos, historias, vínculos, raíces vueltas camino.

Minor Arias Uva nos ha puesto en nuestras manos un libro-testimonio en el que raíces-memorias-olores-historias atraviesan transversalmente todos los textos que componen las dos partes de su “geografías de la nostalgia”, publicado a inicios de 2024 por el quijotesco proyecto literario panhispanico Casa Bukowsky, impulsado por el poeta y gestor cultural chileno Ivo Maldonado.

En este libro la migración adquiere nombres, paisajes, recuerdos, esperanzas, caras, cuerpos. Fuego y frontera enlazan las dos dimensiones narrativas poéticas a través de las cuales Minor va trazando un bordado de afecto y de ternura, un logro realmente significativo cuando se decide hablar sobre un tema doloroso que ha partido en dos muchas historias individuales y colectivas en nuestras sociedades.

Resulta imposible no ubicarse emocionalmente en el sentido cuando al inicio, para despejar la posible incógnita de la amargura, declara:

“Me iré mañana con todo el peligro de los muros,
Con una deuda asfixiando mis sueños.

Me iré en la noche
Para no escuchar el llanto de los niños.

Ella me abraza desde su poder y angustia.
Me enjuago la boca con aguadulce para besarla.

Aquella luz es mi casa”.

Hablar de la migración (la histórica, la de los primeros seres humanos sobre la tierra, la contemporánea, la regional) desde el relato amoroso y cierto con que el autor sucede al tema, solo confirma su estatura y su bagaje por estos sitios poéticos que suelen ser duros, cobijados por la ira, el enojo y la frustración vueltas imágenes.

Por ello, con el permiso del poeta a quien estimo y admiro por su don de humanidad siempre impregnado en el abrazo fuerte con que suele recibirnos, me atrevería a colocar este “Geografías de la nostalgia”’ junto a un conjunto de textos poéticos contemporáneos que abordan la migración desde la región que somos.

Por allí asoman el Libro Centroamericano de los muertos, de Balam Rodrigo, Despatriados de Chary Gumeta, Ropa Americana, de Dennis Ávila y Red Border, de Armando Salgado. También un número especial de la Revista Digital Salvadoreña El Escarabajo publicada en 2022 llamada “Vámonos Patria a Migrar, yo te acompaño” en la que se incluyeron varios autores desde la poesía y la reflexión sobre la movilidad en el contexto regional.

Aquí y desde ahora, Geografías de la nostalgia deberá ser nombrado junto con esos abordajes escritos con el corazón. Tan solo un registro de la importancia de este libro nos revela su verdadera dimensión:

Cavilaciones desde el exilio

Mi acento es mi antorcha.
Saben de dónde vengo.
Se han acostumbrado a mi poesía
Abundante de hilachas
Raíces expuestas sosteniendo la piedra.

Vuelvo al aroma de los guayabales,
A las manzanas de agua tapizando la hojarasca,
A la jugosidad de una guanábana.
Al café,
A los pejibayes
Y la abuela dejando las cordilleras para llegar a mi nacimiento.

Puedo regresar,
pero ya no tengo piernas para morir
en aquella montaña.

La vejez me llegó como un torbellino.

Leyendo a Minor, me resulta imposible no hacer intertextos con cuatro propuestas de mi autoría: déjennos pasar, la niña con globo, la fugitiva y estos tiempos Fermina, escrita en Tegucigalpa el 11 de marzo de 2020 cuando el mundo entró en una nueva fase civilizatoria sin retorno.

Estos vínculos poéticos con Minor, me dicen que no estoy equivocado y que sigo el mismo cordón umbilical hacia la ternura con la que trabaja el poeta en este ejercicio que hoy nombramos.

Quisiera, antes de entregarles mis apuntes finales, hablar de esos países que todos y todas llevamos dentro. Algunos son amplios, anchos, otros apenas una franja de tierra, de sangre, de memoria.

La memoria al igual que la nostalgia son recursos por medio de los cuales los migrantes persisten al olvido, permanecen en el recuerdo.

En un trabajo al que acudo constantemente cuando el tema de la nostalgia en la migración me interpela (el país al que nunca se llega, 2004), el sociólogo argelino Abdelmalek Sayad había anotado ya esa funcionalidad de la nostalgia como motor y bujía que pone a funcionar el migrante en un territorio físico y emocional que no es el suyo.

Dice entonces Sayad:

“El exilio es ese momento en que el ser humano experimenta, a menudo de manera dolorosa, un apego casi carnal por el territorio (país, suelo natal, patria) y por el grupo (familia, parentela, comunidad, nación) de que proviene.

Ese espacio, que nos configura y que a la vez configuramos a nuestra medida, es también el de la nostalgia: el mal del retorno. La palabra enuncia a la vez la causa y el remedio.

Llevada por la ilusión de que el remedio (el regreso) bastará para curar el mal suprimiendo la causa (el exilio), la nostalgia pone en marcha una patética labor de memorización, de reminiscencia, de imaginación. Los lugares elegidos a tal efecto se convierten en objetos de auténtica veneración, y el espacio y el tiempo se sitúan en un mismo plano, haciendo creer que la abolición de uno entraña la del otro”.

La propuesta de Minor Arias Uva es entonces colocar a la nostalgia en ese lugar empírico que todos llevamos dentro: ese país que construimos y que nos construye permanentemente.

A entrar en el sin pasaporte, sin frontera, sin dolor pero con la historia en nuestros pies y nuestros corazones. Porque el libro de Minor es un corazón que palpita en movimiento.

Memo Acuña González
Cartago
17 de setiembre de 2024

Crónica – ¿Para qué sobreviví?

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense

Sobre la obra teatral “La danza de la ira cosquillitas” protagonizada por Marian Li, Premio Nacional de actuación Ricardo Fernández Guardia en Teatro Espressivo.

La primera escena muestra a Odette desfigurada. Juro que vi en ella varias caras mientras su cuerpo colapsaba sin control en el centro del escenario. Es apenas el primero de cientos de microtemblores que suceden en escena, que juntos dibujan una gran falla tectónica representando el flagelo del abuso infantil en un país como Costa Rica.

Confieso que desde esa primera escena comprendí que hay momentos en la vida que te preparan para decir lo que debes decirle a una sociedad “violentamente pacífica” como esta. Gracias Marian Li, la actriz, por poner en el cuerpo y la subjetividad de Odette las cosas que deben decirse fuerte y claro, sin miedo.

Hoy vengo a decir con vos.

La puesta en escena, una vez más, de la trepidante y brutal obra teatral llamada originalmente “Cosquillitas” y que en esta nueva temporada se ha denominado “La Danza de la ira”, nos muestra la destrucción-reconstrucción de una mujer que siendo niña y por años experimenta abuso sexual por parte de un conocido de su familia.

Usando el arte, la danza como herramienta de sanación, Odette transita por varias facetas que la descomponen y la recomponen al mismo tiempo. Desde su zona rota, desde su voz quebrada pero fuerte, desde su constante lucha para perdonarse, la danza como recurso, el arte como medicina persisten.

“La danza de la ira”, un texto teatral escrito por Andrea Bescond (en francés Les Chatouilles ou la Danse de la Colere), invita a gestionar la ira de manera que esta no quede atrapada en el cuerpo y en las emociones.

Por eso el arte. Por eso el teatro. Por eso la danza. Por eso, entiendo la contundencia con la que Odette, Marian, presentan el dolor, el enojo, la frustración de chocar contra pared primero con quienes la violentaron y segundo contra un sistema institucional omiso y a menudo revictimizador.

La noche que fuimos a ver este espectáculo había cierta, tanta energía en el ambiente. Se sentía. La luz, un personaje más en la puesta en escena, detallaba los contornos de la actriz y sus 15 personajes a cuestas. Como si la violencia no terminara de fragmentarnos, volarnos en mil pedazos que luego terminamos por juntar del suelo para reconstruirnos.

Repararnos. Sanarnos.

Por eso esa primera escena que fragmenta a la mujer que se da cuenta de lo que un día siendo niña, le hicieron sin poder decir ni una sola palabra para defenderse.

Vengo a decir con vos, Marian. Gracias por darme la valentía para hacerlo.

En 2023 el 9-1-1 captó 3.494 reportes de diversos abusos de tipo sexual contra menores de edad. Esta cifra es escandalosa, de miedo, de terror. Es que un solo niño, una sola niña que esté siendo violentada de esa forma a esta hora, nos convierte en una sociedad “violentamente pacífica”. Nada de mitos fundacionales, sociedades igualitarias, pacifismo mentiroso.

En el Poder Judicial los casos que llegan son alarmantes:8.000 en promedio anual. Pero los procesos son lentos, agotadores, revictimizantes en todo caso.

Y si a esto agregamos que son más los hechos no denunciados por que el abusador solicita mantener el secreto, por temor, por complicidad familiar, por negligencia, por tantas cosas…estamos hablando de una sociedad rota, partida, desfigurada también en mil pedazos.

La noche que vi el espectáculo con el cual la actriz Marian Li ganó el Premio Nacional de actuación Ricardo Fernández Guardia en 2023, entendí que más que junto con la negligencia, el silencio es una laceración para la dignidad de las personas que sufren o han sufrido esta brutalidad en sus cuerpos y mentes.

Agradezco a Teatro Espressivo por abrir el arte a estos temas y hacerlos parte de nuestras necesarias reflexiones.

Debemos hablar. No callarnos más. Para no seguir rompiéndonos como personas, como colectivo. Y debemos acompañar los procesos de reparación con escucha, orientación, guía. El arte también es una salida. Siempre.

Con esa guía y esos instrumentos es que vengo a decir entonces, porque no debe haber más silencio:

Soy Memo Acuña, sociólogo, actor, escritor, comunicador, Premio nacional de literatura en la rama de ensayo 2019, Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional en Costa Rica.

Yo tambiénsoy fragmentos y me reparo. Todos los días.

Escribo esta reseña desde mi condición de sobreviviente, para que ojalá alguien que lea estas palabras acuda, hable, salve. Se salve. Sobreviva.

Perdono al Memo niño que sufrió lo que hicieron con el y le digo que en el futuro todo estará bien. Que aquí estoy yo para abrazarlo.

Que para decir esto que digo sin miedo y fuerte, sobreviví.

Aquí estoy.

Despertar y hacer la vida poesible

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense

A escribirse esta columna el país se acerca a la alarmante cifra de 600 homicidios. En la noche previa 5 hombres fueron asesinados bajo lo que en apariencia serían ajustes de cuentas.

Al iniciar la semana un medio de comunicación local me consultaba acerca de hechos de violencia ocurridos en actividades de celebración en vías públicas. Es la ausencia de convivencia y sentido colectivo, indiqué en su momento.

Sin embargo, me parece que es más que la necesidad de tejido colectivo lo que le está ocurriendo a una sociedad como la costarricense. Es claro que los tiempos violentos transcurren en el mismo momento que la desigualdad y la exclusión social aparecen como ejes vectores de nuestra sociedad.

Y entonces empiezan las preguntas: ¿qué hacer? He dicho hasta la saciedad que para sacar al país del lastre violento al que lo sometió 40 años de agenda neoliberal, se requiere algo más que voluntad política.

Hemos tenido un violento despertar hacia otro país, hacia un vacío que nos puebla. Para sacudirnos de la oscuridad, se requieren acciones para recuperar nuestro carácter subjetivo e intersubjetivo.

He dicho hasta el cansancio que creo en el arte como vehículo transformador. A eso le apuesto. Sobre eso voy. Por eso mi camino actual. Por eso mi convencimiento que en el arte está la clave.

En los años noventa Medellín era una de las ciudades más violentas del planeta y apostó entre otras cosas por recuperar los espacios públicos para la gente y por la poesía con sentido comunitario.

Yo sueño con que nos demos la posibilidad de caminar espacios públicos con calidad, libres de violencia y poetizar la vida en todos los sentidos.

Crónica – lo que significa una puesta de sol

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense

Se necesitan agallas y valentía por partes iguales para hablar sobre ciertos temas. Se necesita humanidad y destreza para hacerlo frente a un público poco acostumbrado a la participación, al convivio social, al “junte teatral”

La noche del 23 de agosto anterior mi querida gestora cultural, periodista y bailaora de flamenco, Natalia Rodríguez, nos hizo un regalo inmenso: invitarnos al estreno de la puesta en escena de “Las cosas maravillosas” dirigida y protagonizada por el actor costarricense Melvin Jiménez.

Durante hora y media, a través de una actuación envolvente y sincera, Jiménez logra taladrar esa cuarta pared hipotéticamente existente entre el público y el actor, para colocar en el escenario uno de los temas más complejos que nos atraviesa en la vida moderna.

El ambiente de ese viernes en la Sala del Teatro Espressivo era un tanto distinto a las convencionalidades y rituales de una función teatral.

La puesta en escena inicia sin los acostumbrados tres timbres que anuncian el comienzo.

Por el contrario, encuentran a un Melvin distendido, jovial, distribuyendo entre el público que ingresa, papelitos con frases de situaciones cotidianas. Las indicaciones son precisas: al escuchar el número correspondiente, la persona debe leer la frase anotada.

Eso, que pareciera parte de una utilería más de una pieza teatral, se convierte en personaje medular del entramado.

Para hablar de la salud mental, de la depresión en las personas y sus consecuencias, muchas de las veces terminadas en suicidio, se requiere algo más que conocimiento. Se necesita sensibilidad y percepción de las emociones de un público que ríe, llora, aplaude, canta, piensa, acciona. Se necesita, valga la metáfora, apalabrar en colectivo lo que nos pasa por el cuerpo y la mente.

Originalmente escrita por el inglés Duncan Macmillan, la propuesta de dirección y actuación ensaya un recorrido por la nostalgia a través de música rock costarricense de los años ochenta. Conectar con la memoria es evocar los sonidos que pueden salvarnos. Conectar con eso, es simplemente maravilloso.

Confieso que desde la primera escena un shock eléctrico se instaló en mi cuerpo. Y entonces las emociones iban y venían, desde la alegría a la reflexión profunda.

En mi vida he tenido momentos así. Pero juro que haber visto en los últimos años puestas de sol absolutamente incomprensibles para el ojo humano, me ha devuelto a mi ADN original y forman parte de mi registro de cosas increíbles.

Absolutamente todos deberíamos hacer una lista con estos momentos. Empezar con lo más llano del día a día y terminar con puestas de sol que te devuelvan tu sentido en la vida.

Una vez más compruebo y confirmo que el arte es un vehículo transformador y que nunca, como en este caso, debo dejar de decir que el arte salva. El arte sana. Yo soy artista. Por lo tanto, soy sanador.

1991

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Eran jornadas enormes. En el entonces edificio de la facultad de Ciencias Sociales de la UCR se montó una tarima por donde pasaron y pasaron artistas incentivando la movilización estudiantil. Allí conocí, una tarde de música y poesía, a la Virginia Grutter de entonces. Allí escuché a Cantoamérica, María Pretiz, Esteban Monge.

En esa tarima mi compañero del Taller de Poesia Activa Eunice Odio leyó ese hermoso texto de Bertold Brecht que aún hoy me mueve el piso y la cabeza:

Preguntas de un obrero que lee

Quién construyó Tebas, la de las siete puertas?
En los libros se mencionan los nombres de los reyes.
¿Acaso los reyes acarrearon las piedras?
Y Babilonia, tantas veces destruida,
¿Quién la construyó otras tantas?
¿En que casas de Lima, la resplandeciente de oro, vivían los albañiles?
¿A dónde fueron sus constructores la noche que terminaron la Muralla China?
Roma la magna está llena de arcos de triunfo.
¿Quién los construyó?
¿A quiénes vencieron los Césares?
Bizancio, tan loada,
¿Acaso sólo tenía palacios para sus habitantes?
Hasta en la legendaria Atlántida, la noche que fue devorada
por el mar,
los que se ahogaban clamaban llamando a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César venció a los galos;
¿no lo acompañaba siquiera un cocinero?
Felipe de España lloró cuando se hundió su flota,
¿Nadie más lloraría?
Federico Segundo venció en la Guerra de los Siete Años,
¿Quién más venció?
Cada página una victoria
¿Quién guisó el banquete del triunfo?
Cada década un gran personaje.
¿Quién pagaba los gastos?
A tantas historias, tantas preguntas.

Desde un alto parlante ubicado en el cuarto piso de ese viejo edificio, se emitía una constante transmisión de mensajes y consignas: era la radio 24 de abril transmitiendo para el mundo de entonces.

Era setiembre, octubre de 1991 y las universidades públicas entendimos la dimensión de lo que se estaba jugando: el futuro de la educación pública del país. Hoy el desafío es mayúsculo.

Entonces tomamos San José varias veces. Lo hicimos con la fuerza de un movimiento vigoroso, repleto de alegría, arte y expresión. En las aulas había reflexión constante. Hubo que ir a sacar grupos secuestrados por docentes dogmáticos en lo económico y político. No pudieron con nosotros.

Una tarde de esas, esto ya lo he contado en otros momentos, nos convocaron a un grupo de estudiantes a una reunión con el entonces Director de la Escuela de Artes Dramáticas, Stoyan Vladich.

Al llegar nos encontramos una persona intransigente, defendiendo los recortes a la Educación Superior Pública, provocándonos hasta el enojo. Cuando vio nuestra ira estudiantil, soltó una gran carcajada y nos motivó a que saliéramos con esa actitud a defender con todo nuestro derecho. Siempre recordaré esa reunión y esa forma de Stoyan de sacarnos de adentro cosas nuevas, renovadas, comprometidas.

Eran jornadas de mucho color. Me devuelvo a buscar al estudiante de sociología de ese momento y lo encuentro en este 28 de agosto. Más maduro cada vez y menos roto. Más artista. Más incompleto. Más humano. Más imperfecto. Pero siempre convencido de que la Educación Superior Pública es uno de los últimos reductos de dignidad que nos quedan para defender al Estado tal y como lo conocimos.

Marcharé como representante de mi querida Universidad Nacional. La historia, el tiempo, quiso colocarme aquí desde donde tengo la posibilidad de incidir.

Marcharé con Brecht y junto a la querida Grutter que alguna vez dijo:

TÚ LLEGARÁS OLIENDO A MADRUGADA

Tú llegarás oliendo a madrugada
a musgo y a camino.
Traerás aún hojas desconocidas
Enredadas al pelo
y no estarás cansado
Pero yo besaré tus ojos de águila
Hasta secar la última lágrima
La última gota de sangre
y con ramos de veranera y de bellísima
Limpiaré la pólvora
Que aún quede entre tus dedos.

Marcharé con la poesía en mi corazón. Porque ese es el único acto político que conozco. Marcharé porque no hay otro camino. Marcharé con la alegría de ese muchacho estudiante de 1991 que enseñó a creer en lo que creo.

La fragilidad de una política dura

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense

En las últimas semanas ha sido notable el aumento de la migración en tránsito por la región centroamericana. Particularmente en Costa Rica es notorio que el volumen de personas en contextos de movilidad ha aumentado, particularmente las provenientes de un país como Venezuela, que ha entrado en una crisis sociopolítica aún sin resolverse.

Este proceso ha coincidido con la entrada en vigencia de un acuerdo migratorio entre Estados Unidos y Panamá en el cual básicamente se dota con recursos económicos al gobierno panameño para implementar una política de deportaciones “instantáneas y express” a quienes sean detenidos cruzando el inexpugnable Tapón del Darién.

En los últimos días los primeros grupos de migrantes detenidos ya fueron puestos en vuelos directos, pagados por este acuerdo migratorio, un “memorándum de entendimiento para el abordaje de la migración ilegal” (SIC) para su deportación hacia países como Colombia y Venezuela.

Una vez más, la circunstancia humanitaria es vista desde un prisma securitario. No debe obviarse el contexto político que circunda Estados Unidos en esta época preelectoral, en la que el tema migratorio funge como una puerta de atracción de votantes desafectos con la llegada de migrantes a aquel país.

La migración no ha sido detenida con este tipo de acuerdos. El endurecimiento de las políticas no ha logrado erradicar las razones estructurales y contingentes de la movilidad humana.

Entonces termina convirtiéndose en una acción fallida y frágil, que lo único que logrará es aumentar los riesgos y las vulnerabilidades para quienes ven en la movilidad, una respuesta a sus necesidades de sobrevivencia.

El sentido que circula

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense.

Fui invitado por el gobierno de Honduras a la celebración de la Feria Internacional del Libro, realizada en Tegucigalpa entre el 8 y 11 de agosto.

Entre otras actividades desarrolladas como escritor, compartí una ponencia en la que expongo la poética contemporánea sobre las movilidades humanas en la región centroamericana.

A partir de mi cercanía en la literatura y en la vida con Balam Rodrigo y Chary Gumeta (ambos poetas de Chiapas, México) y Dennis Ávila, hondureño radicado en Costa Rica, trabajo con el sentido que circula en su poesía para reflejar tres dimensiones: patria, cuerpo y memoria.

En su poesía se reconoce la huella de un contexto regional complejo, marcado por la exclusión y la violencia en todas sus variantes y como se expresa en las subjetividades que se ven forzadas a partir. Como una muestra de esta narrativa, comparto el siguiente texto, escrito por Dennis Ávila:

IMPUESTO DE SALIDA

Las muchachas se preparan
para cruzar la frontera.

Llevan
un hilo de miedo
entre sus piernas.

Seis de cada diez
serán violadas.

Las pastillas anticonceptivas
se agotan
en la farmacia del pueblo

Como lo he dicho en otras columnas, estoy convencido que el arte y en este caso la poesía cumple un rol social fundamental: ser vehículos de expresión, pero ante todo de sensibilización para entender mejor estos temas que nos atraviesan como región.

El sentido poético seguirá dándonos lo que necesitamos para acercarnos desde otras fibras más humanas a comprender lo que nos ocurre. Acudamos a su encuentro.

Cuando la esperanza compite y gana

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense

Hicieron su aparición por primera vez en los Juegos Olímpicos de Río en 2016. Entonces el contexto global de la población en condiciones de refugio hacía referencia a la realidad europea, con un Mar Mediterráneo como fosa común para cientos de miles de personas que intentaban llegar a las costas de países como Grecia, España e Italia, para salvar su vida.

Se desarrollaba la crisis en Siria, que aún no cesa y más bien comparte condiciones con otras crisis que generan el desplazamiento de millones de personas en el mundo. Hoy la cifra se calcula en 100 millones de personas en condiciones de refugio.

Cuando el primer equipo olímpico de personas refugiadas emergió en Río, generó una serie de preguntas sobre su representatividad y especificidad. Era un equipo de personas viviendo con este estatus en países diferentes a los de su origen y fueron acogidos bajo el emblema olímpico de la deportividad. Cinco años más tarde, volverían a aparecer en los juegos de Tokio, llevados a cabo en 2021 como consecuencia de la pandemia planetaria que paralizó cualquier actividad un año antes.

En París 2024, 36 atletas provenientes de 11 países distintos conforman el equipo olímpico de personas refugiadas. En esta oportunidad, se desempeñarán en 12 deportes diferentes: acuáticos (natación), atletismo, bádminton, boxeo, breaking, piragüismo (eslalon y esprint), ciclismo (en ruta), judo, tiro, taekwondo, halterofilia y lucha (estilo libre y grecorromana), de acuerdo con la información consultada en la página oficial del Comité Olímpico Internacional.

Abrir espacio a una población con estas condiciones, que ha debido luchar en grado sumo por salvar su vida, protegerla y reconstruir su proyecto personal y aún familiar, solo habla de un hálito de esperanza que asoma en medio de crisis humanitarias sin comparación experimentadas a nivel contemporáneo. La esperanza constituye finalmente ese esfuerzo colectivo por trascender y ponerse en el pecho una medalla, quizá la más importante jamás otorgada: la de la dignidad.

La alegría de coincidir

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense

El jueves 16 de julio de 2020 emitimos por primera vez nuestro espacio Zona de Recarga. Lo hicimos en medio de la incertidumbre no solo por la forma comunicativa que escogimos en ese momento (la plataforma de Facebook live directamente) que no conocíamos en su totalidad, sino porque eran los primeros meses de la crisis pandémica que nos circundaba entonces.

Pensado como un espacio dedicado al arte y la cultura en Latinoamérica y El Caribe, se originó justamente en el marco de una serie de lecturas de poesía virtuales que organizamos en los meses previos, donde juntamos poetas nacidos en otros países y residentes en nuestro país.

Lo hicimos motivados por el clima antiinmigrante que existía entonces, donde las narrativas sobre la relación entre enfermedad y migración generaba una crispación discursiva en redes sociales y en espacios sociales de convivencia. Decíamos entonces, en uno de esos espacios, que para nosotros era una recarga de esperanza encontrar esas voces para decir lo que las personas migrantes no apalabraban.

Desde entonces, el concepto empezó a tomar forma. Pensamos en un lugar seguro, un espacio inclusivo de coloquio, arte y reflexión. Tomamos la decisión de que fuera un espacio regional latinoamericano y caribeño. Construimos el concepto, que entonces y ahora reza de la siguiente manera:

“El espacio es de una hora de duración dedicado a promover intercambios con artistas de diversos sectores sociales y diferentes países de la región latinoamericana y El Caribe, en el que la persona invitada se extiende en contenidos biográficos, contextuales, testimoniales desde su vivencia individual y colectiva. Zona de Recarga es concebido como un momento para recargar y seguir adelante, imaginado desde la noción de contenidos constructivos, sensibles a los derechos humanos, a las diversidades y por ello acompaña narrativas y estéticas de voces múltiples”.

Con este concepto claro, hicimos nuestras primeras tareas de producción: generación del afiche promocional, listado de personas invitadas (que entonces lo conformaban cerca de 50 hombres y 50 mujeres) y un calendario preliminar con cerca de dos meses de programación confirmada.

Ese 16 de julio, recibimos con mucha alegría al poeta uruguayo Gustavo Maca. En un horario que nunca volvimos a repetir en nuestros programas habituales (3 pm), esa tarde iniciamos una experiencia de comunicación cultural que nos llevaría a aprender tanto sobre contenidos, conversación en redes y, sobre todo, tomar a la persona invitada y su biografía como los principales protagonistas de nuestro espacio.

Este 1 de agosto cumplimos 200 programas habituales. Es decir, cuatro años completos, 20 países invitados y una paridad en cuanto a hombres y mujeres en el espacio. Escritores, escritoras, personas relacionadas con la música, las artes plásticas, el teatro, la fotografía han pasado jueves tras jueves a contarnos cómo iniciaron en el arte y como el arte les ha transformado la vida. De igual manera, se han emitido 25 programas especiales, en horario de fin de semana, en el que han participado artistas de las diversas disciplinas.

Cumplimos estos 200 programas celebrando, como hemos dicho, la alegría de coincidir. Somos firmes convencidos en el rol social y subjetivo del arte como recurso para la transformación y la generación de mejores sensibilidades en un mundo que las requiere con urgencia.

Nos aprestamos a iniciar la quinta temporada con emoción e ilusión, como la que tuvimos esa tarde de julio de 2020 cuando Gustavo Maca apareció en nuestra pantalla. Seguimos pulsionando, percutiendo, transformando. Esa es nuestra motivación y misión política y social.

Nos pueden acompañar en nuestras redes sociales con el nombre de Zona de Recarga (Youtube y Facebook) y nuestras redes personales. Les espero para seguir construyendo la alegría de coincidir.

Actividad de celebración de los 200 programas de Zona de Recarga en el Centro Cultural de España, en San José, el 31 de julio; con Arabella Salaverry, Luis Diego Solórzano, Pablo Narval y Alejandra Solórzano.