Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense
En el Parque de la Paz ubicado al sur de la capital costarricense se ubica al menos nominalmente el monumento a la destrucción de las armas, obra escultórica realizada por el artista Mario Parra en el año 2002.
Paradójicamente la pieza, consistente en incrustaciones de armas para ejemplificar el desarme, ha sido vandalizada casi hasta su desaparición.
Me resulta muy simbólica esta imagen en una sociedad cuya narrativa acerca de la paz y la ausencia de ejército ha sido permanente e histórica. Al menos hasta hace algunos años.
Dejamos 2023 como uno de los años más violentos de la historia reciente. Y nos enrumbamos sin freno a un final de año 2024 que se presume aumentará la cantidad de muertes violentas experimentadas el año anterior.
El uso de armas en Costa Rica representa una emergencia sin respuesta al corto plazo. En un reciente reportaje publicado en el periódico La Nación se enunciaban datos realmente alarmantes: los heridos por armas de fuego pasaron de 835 en 2019 a 1223 en 2023.
Las armas utilizadas son de grueso calibre: AR-15, M-16 y AK-47, denominaciones de guerra que hace tiempo fueron formalmente prohibidas en el país, lo que indica el funcionamiento de un peligroso mercado negro de intercambio y trasiego.
En este contexto, llamar a la paz proponiendo el desarme debiera ser política pública declarada. Por eso, resulta loable la acción desarrollada por la Fundación Transformación en tiempos violentos que viene propugnando por una sociedad libre de armas.
Juan Carlos Chavarría, su director, es el artífice de una acción artística realmente única en el mundo: cambiar el dolor de las armas utilizadas en hechos violentos, por el color en obras de arte realmente hermosas.
El 21 de setiembre anterior esta organización celebró el Día Mundial de la Paz con un concierto centroamericano que convocó artistas de varios países de la región.
El llamado fue contundente: una sociedad no puede desarrollarse con la violencia armada como eje transversal.
Es urgente entonces atender esta convocatoria realizada mediante el arte. Trastocar el dolor por color. Construir una paz permanente y duradera.