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Etiqueta: monumentos

Los actos de celebración del Bicentenario de la Independencia en Cartago

Vladimir de la Cruz

La celebración del Acta de Independencia del 29 de octubre de 1821, el pasado viernes 29 de octubre, en la Plaza Mayor de la ciudad de Cartago, en coincidencia con el 200 aniversario de esta Acta, se acompañó de una gran actividad organizada, como debía ser por parte del Consejo Municipal y del señor Alcalde… un juego de pólvora, los actos protocolarios del caso con discursos brevísimos del Historiador Franco Fernández, del Alcalde Mario Redondo y del Presidente de la República, Carlos Alvarado, seguido de un largo y pesado desfile de bandas, todas muy buenas, pero desfilando de un modo muy lento que en nada coincidían con los contenidos del acto de la celebración, extendiendo el acto y disminuyéndolo en la parte protocolaria de las intervenciones, lo que no debió ocurrir.

Para dirigir la parte protocolaria del Acto se contrató a la periodista de Repretel, cartaginesa ella, Laura Brenes, que lo hizo con gran maestría, con propiedad y con magnífica dicción, pero de una manera muy rígida y autoritaria, como seguramente le instruyeran lo hiciera por lo largo del Programa. El guion del Programa obviamente lo prepararon en la Municipalidad con esas limitaciones.

La música escogida para el evento por parte de las bandas pudo haber destacado más música regional valle centralista y hasta cartaginesa, que la hay, de autores y compositores como Mario A. Rodríguez, Simeón Orozco, Eligio Mata, Alberto Gómez, Juan Carlos Rojas, R. Luna, J. A. Gómez, y de María Mayela Padilla. Pudo haberse invitado a la Orquesta y Ballet del Conservatorio de Artes de Cartago, a la Asociación Folklórica Tierra Tica, asociación cartaginesa, música que pudo acompañarse con la propia del Valle Central, considerando el peso de representantes en la sesión del 29 de octubre de 1821, de delegados del Valle Central. En música cartaginesa hay mazurcas que se adaptan bien a las bandas, como la música de “El Gamonal” y “La fiesta”, o el paso doble “Los trasnochadores”, o el vals “Olga”.

Los discursos del Historiador Franco Fernández, del Alcalde Mario Redondo y del Presidente Carlos Alvarado parecieron “improvisados”, para la importancia y relevancia del Acto que se estaba celebrando. En el caso del Historiador la que estaba a cargo de llevar el guion del evento, la periodista Laura Brenes, le advirtió que su intervención debía ceñirse a tres minutos de lo contrario le cortaría la palabra y lo dejaría sin “audio”, siendo el invitado para hacer una intervención académica, de fondo, de carácter histórico, que justificara y exaltara la importancia de la fecha, 29 de octubre, su significado y relevancia para la actividad que se estaba celebrando, el Bicentenario del Acta de Independencia de Costa Rica. Los tres “minutos” que le dieron disminuyeron la calidad de su intervención. El Consejo Municipal debería invitarlo con motivo del Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica, en su bicentenario el próximo 1º. diciembre. El discurso del Alcalde fue flojo en ese sentido, pudiendo él haberse destacado en igual sentido que el Historiador Fernández, enfatizando en otros aspectos relacionados con el acontecimiento y con la develación del monumento que exaltaba La Libertad, la Independencia, que se había encargado con apoyo económico de la MUCAP de Cartago. El discurso o la breve intervención del Presidente Carlos Alvarado, también se sintió improvisada para el significado del Acto en el que se encontraba presente. Atinó en señalar, con cierto nerviosismo o inseguridad, que esa Acta del 29 de octubre, firmada en Costa Rica, que declaraba la Independencia absoluta de España, era, por esa razón de la firma en Costa Rica, el Acta de Independencia de Costa Rica. A eso se redujo la esencia de su intervención.

La develación del Monumento fue elegante, con elementos sorpresivos en su forma. Pudo distinguirse bien la figura femenina y su grandeza, su estilizada Figuera, esplendorosa, con energía, con vitalidad.

Por fin se empiezan a hacer en el país obras “monumentales” en la escultura monumentaria, que es la que se dedica a conmemorar eventos, figuras, hechos, pasajes de la Historia Nacional, y de la Historia Patria, que exalten de esa manera su trascendencia y significación histórica. La escultura monumentaria es la que también se orienta a conmemorar y perpetuar la memoria de los hechos y figuras, héroes y personalidades históricas.

Por la situación de la Escultura “La Libertad”, como se la conoce, se podría considerar también una escultura de ambiente, colocada en la Plaza Mayor de Cartago, justo al frente de la Municipalidad y de la ruinas de la Iglesia, que son parte de ese entorno.

Lo que queda en evidencia es que esa Escultura exige y necesita una restructuración de todo ese espacio, de todo ese parque o Plaza Mayor, una remodelación total del parque, incluyendo la consideración de eliminar los árboles, si es del caso sustituirlos, sin que estos opaquen el Monumento. Si esto no se hace la Escultura pierde su fuerza, su distinción y la posibilidad de convertirse en el elemento central de ese espacio.

El Monumento Nacional, en el Parque Nacional, tiene su lugar destacado, abierto, respecto a los elementos naturales que le acompañan, y con el espacio suficiente para actos protocolarios al frente del mismo y con espacio agradable para quienes lo visitan, caminan y descansan en el Parque Nacional.

Lo desagradable de los monumentos y edificios públicos, cuando se inauguran, son las placas que se les ponen indicando quienes aprobaron la realización de esos edificios, o quienes financiaron la obra escultórica o el monumento en su conjunto, y en algunos casos ponen hasta las empresas constructoras, sus ingenieros y arquitectos, o a los escultores. Así sucedía con el Monumento a las Garantías Sociales, del escultor Olger Villegas, antes de la actual remodelación de ese espacio, por los puentes túneles y autopistas que se han construido, que alrededor suyo tenía cuatro rótulos en los puntos cardinales, con unas letras en grande que decían BCR, indicando al Banco de Costa Rica que seguramente mantenía el conjunto escultórico. Igual se hizo con el edificio nuevo de la Asamblea Legislativa, y en muchos edificios públicos aparecen todas las directivas, con sus nombres, de quienes inauguraron o tomaron el acuerdo de impulsar esas obras.

En el actual Monumento escultórico a “la Libertad”, en la Plaza Mayor de Cartago, igualmente le pusieron una placa resaltando a la empresa bancaria cartaginesa que financió la obra.

En ninguna parte del mundo, ante una obra como ésta, se hace eso, de poner una placa que parece que es un homenaje a la empresa. Nadie puede imaginarse al Arco del Triunfo en París con una placa de esa naturaleza, o el Monumento de Lincoln o a Washington con unas plaquitas de ese tipo.

Ese tipo de prácticas en Costa Rica, de poner placas alusivas y abusivas a las empresas privadas, que financian o participan en su construcción es una tremenda polada, es un acto de extremo mal gusto, que nada artístico tiene y le quita al Monumento, a la Escultura, su belleza, la afea. Esas placas no forman parte del Monumento, pero al estar allí pareciera que son parte integrante de él. Patrimonio Histórico debiera pronunciarse a este respecto, con este Monumento y con todos aquellos que tengan estas horribles placas.

Es también una manera corrupta de hacer propaganda personal, y política, de los funcionarios que forman parte o mandan a inscribir sus nombres en esas placas. No se inmortalizan de esa manera. Pareciera que dejan sus nombre como si fueran placas mortuorias.

Puedo entender que las Juntas Directivas, y quienes dentro de ellas toman esas decisiones, y ciertos políticos por su ignorancia, por su mal gusto artístico, o poca o casi ninguna cultura general, corran preocupados por verse en letras de molde en una placa como si fuera una placa grabada, de tipo funerario, puesta no en un cementerio, en un nicho mortuorio, o en un mausoleo en un cementerio, para indicar quienes están allí son “muertos en vida”.

Para eso están los brochures o aquellos elementos informativos que, en pequeños escritos, expliquen la obra, señalen a sus autores o escultores, las autoridades políticas que lo aprobaron, o la administración en que fueron hechas. A propósito de esto, el brochure elaborado por la MUCAP y la Municipalidad de Cartago, titulado “Monumento a la Independencia. Costa Rica victoriosa” está muy bien concebido, cumple esa función informativa, describe la obra en sus elementos principales y destacados, señala los elementos centrales de la escultura, de sus materiales, destacando al artista, al escultor Ángel Lara Vargas, que la realizó. Eso es suficiente. La placa de los “muertos en vida” deben quitarla. Con quitarla no pierde majestuosidad la MUCAP en su generosa colaboración con la hechura del Monumento. Se dignifica en su sencillez, humildad y discreción, con que debería actuar su Junta Directiva en este caso.

Al monumento alusivo a la Independencia, en Cartago, se le debe eliminar esa placa horrorosa que le pusieron al frente, que devalúa la Estatua y la expresión artística allí expresada, que dice poco de la empresa bancaria que pagó la obra generosamente, sin que por ello condicionara que tenía que anunciarse que esa empresa pagó la obra. Si así fue, que condicionó, no se debió aceptar el obsequio… quien paga la música manda el baile, dice el refrán, y más peligroso es cuando se pagan obras de municipalidades o de entes públicos…la cochinilla es la cochinilla. Hay que evitarla.

Patrimonio / patriarcado

Dr. Pablo Bonilla Elizondo. 10 de marzo del 2021

No es casualidad que la raíz de la palabra patrimonio sea la misma que la de patriarcado.

Ya lo decía Walter Benjamin, en la introducción a La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (2012) nociones heredadas (y añado rancias) de las artes como “genio” “legado” y “valor de eternidad” son comúnmente instrumentalizadas por el fascismo y las ideologías dominantes.

Esto lo demuestran la mayoría de monumentos conmemorativos y la arquitectura patrimonial, que, aunque se supone cumplen la función de guardar “la memoria nacional” o hacer presente relatos o valores que como sociedad requerimos para constantemente repensarnos, en cambio se levantan incuestionables e irreflexivos, siendo las más de las veces producto de decisiones políticas unilaterales, con nula participación ciudadana y escaso criterio profesional o técnico.

Todos esos dispositivos situados arbitrariamente en el espacio público y sacralizados, en realidad tienen una función muy distinta: legitiman un poder, un relato histórico o una cultura de clase. Más cuando vemos como el poder político o económico los utiliza como arma arrojadiza para desviar y deslegitimar los reclamos necesarios y justos de las manifestaciones del 8 de marzo. Bajo el pretexto de la defensa del patrimonio en realidad se defiende una hegemonía patriarcal, se exculpa una deuda histórica del estado por la equidad y de la responsabilidad institucional por violencia y asesinatos que tienen una causa estructural.

Es claro que la mayoría de esos “indignados” que replica esa instrumentalización patriarcal (desde los que se sitúan en la sombrita del poder, hasta los robots de redes sociales) no les interesa la memoria, el carácter intangible de lo patrimonial, por eso lo instrumentalizan dañándolo aún más que un grafiti que se borra en una mañana.

Pero, además, nadie se indigna por la mala gestión del mismo ni por los anuales recortes al sector cultura ni la precarización de los y las artistas, menos porque se roben las placas de monumentos o los orinemos “los maes”.

Mucho menos les interesa preguntarse por la naturaleza del patrimonio y llegar a la raíz del asunto: ¿Quién lo puso ahí? ¿qué representa? ¿qué valores transmite? ¿por qué debemos mantenerlo? En países con pasados dictatoriales estas preguntas han sido urgentes y han desembocado en una consecuente remoción de muchos “legados”, en realidad símbolos de opresión. También lo hemos visto de forma reciente en las reivindicaciones raciales en toda América. Esos monumentos, las más de las veces se constituyen en símbolos déspotas de una violencia sistemática reacia a exprimirse: ha sido necesario el enojo para señalar su presencia.

Aquí, en el nuestro país, no ajenos a pasajes oscuros en nuestra historia, esas preguntas no se hacen y hemos presenciado sin alterarnos, al contrario, como se sepulta la acción valiente de los y las estudiantes que se levantaron en contra de la dictadura de Tinoco con un ocurrente y especulativo Barrio Chino. Vemos como Diputados de la República legitiman el fascismo de León Cortés filmándose orgullosos a sus pies o la inoperancia de un Ministerio de Cultura que no le preocupa que un monumento a Vázquez de Coronado se levante a escasos metros de sus instalaciones…. incluso la ministra le dejó flores a Isabel la Católica el 12 de octubre de espalda a nuestras culturas prehispánicas.

Lo cual me hace pensar que en realidad no molesta el daño al patrimonio, les molesta el mensaje subrayado en su justo emplazamiento: en la apropiación de estos dispositivos simbólicos que hace de ese necesario e inevitable reclamo una evidencia contundente de las raíces patriarcales de nuestra sociedad y las deudas históricas del estado.

La defensa de la patria y la búsqueda por silenciar las reivindicaciones coinciden bajo interés muy claro de perpetuar un dominio, un colonialismo interno que encuentra un justo desafío en la deconstrucción de sus símbolos.

Dr. Pablo Bonilla Elizondo.
Doctor Cum Laude en Arte: Producción e Investigación de la Universidad Politécnica de Valencia. Profesor e investigador de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica en las áreas de arte público, semiótica y teoría del arte.

Referencias.

Benjamin, W. (2012). La obra de arte en la época de su reproducción técnica. En Obras Libro /vol 2. Madrid: Abada Editores.

Imágenes: compartidas en redes digitales.