Ir al contenido principal

Etiqueta: música

Sesión acústica: Tatiana Flores y Oscar Espinoza

Se le invita a disfrutar el próximo sábado 30 de julio a partir de las 8.00 p.m., de la velada acústica con la presentación en conjunto de los artistas Tatiana Flores y Oscar Espinoza.

La actividad es organizada por el Restaurante, Bar y Café “Camerino Artbar”, Frente a la Plaza de la Democracia. El valor de la entrada es un aporte voluntario y disfrutará de una gran velada con música latinoamericana y original.

Talleres de vacaciones de medio periodo

Del 04 de julio al 16 de julio del 2022, de 9:00 a.m. a 11:00 a.m. o de 1: 00 p.m. a 3:00 p.m, se impartirán una serie de talleres, dirigidos a niños y niñas a partir de los 4 años, estos se realizarán en Bazar Estacte, 200 metros este de la entrada principal del Colegio Técnico en Santa Rosa, de Santo Domingo de Heredia. Dichos talleres tienen un costo de 13 mil colones e incluye el material; solo debe traer sus herramientas de trabajo según el taller. 

  • Lunes 4 de julio: dibujo artístico
  • Martes 5 de julio: globo en castapesta
  • Miércoles 6 de julio: curso iniciación a la música
  • Jueves 6 de julio: teñido de telas
  • Viernes 7 de julio: proyecto navideño # 1
  • Sábado 8 de julio: proyecto artesanal padres e hijos
  • Jueves 14 de julio: alcancías
  • Viernes 15 de julio: pintura en botellas
  • Sábado 16 de julio: proyecto navideño # 2 

Reserve su espacio 

Petición de benemeritazgo para Dionisio Cabal en la música y la cultura costarricense

En la plataforma Change.org, Adalberto Fonseca, como representante de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados, ANEP, compartió una petición para impulsar el benemeritazgo de Dionisio Cabal por sus aportes en la música y la cultura costarricense. Cabal fue cantautor, director, guionista, productor de radio y televisión, estudiante de Periodismo, filólogo autodidacta y autor de libros sobre la tradición costarricense, incursionando también en investigaciones históricas y culturales

Entre los argumentos expuestos para justificar esta propuesta se puede encontrar que la obra de Cabal conforma un prolífico recorrido en defensa y rescate de lo más profundo de la identidad costarricense.  Esto fue alcanzado mediante un rescate cultural a través de sus canciones y mediante la preservación de la tradición oral de Costa Rica con elementos como trabalenguas, juegos de palabras, refranes, bombas, coplas y leyendas. 

Además, se destaca la gran relevancia del aporte de Dioniso Cabal Antillón en la tarea histórica de reivindicación plena para el resarcimiento moral y ético que todavía tiene Costa Rica pendiente con la figura, con la obra de gobierno y con el legado del héroe nacional y libertador, don Juanito Mora; estos estudios le llevan a impulsar el  “sindicalismo Morista”, promovido por ANEP.

ANEP manifiesta que, como organización “morista” en su expresión política y social, impulsará a partir de este momento ante la Asamblea Legislativa, un benemeritazgo para Dioniso Cabal debido a su trayectoria, atestados a la cultura popular costarricense, lo amerita con creces. Asimismo, exponen que el benemeritazgo será un justo honor para un ciudadano ejemplar que hizo de su carrera un espacio para la cultura de nuestros autores de pueblos y una base inexorable de la cultura tradicional costarricense.

Si desea consultar y firmar la petición, puede hacerlo al acceder aquí

 

Compartido con SURCOS por Adalberto Fonseca.

Les presento al joven David Serrano González

Alberto Salom Echeverría

Deseo primero presentar a David Serrano y el contexto social y cultural en el que le correspondió desenvolverse en su niñez y juventud. David es un joven de 25 ó 26 años que nació en la provincia de Limón. Producto de una treta que le hice, para que no supiera que iba a escribir sobre su persona, ya que es de personalidad muy humilde (sospecho no obstante, que David no mordió el anzuelo), le arranqué la siguiente frase autobiográfica: “Pues yo nací en la “mera cepa” [me escribió] en el hospital Dr.Tony Facio Castro. Y me crié nadando en las playas de Cieneguita-Limón, donde la mayoría de mi familia vive. […Luego me agregó] Años más tarde, cuando ya estaba por salir de Limón al valle central, mi mamá se mudó al Barrio Envaco, muy cerca de la fábrica de cartón. Actualmente ahí vive con mi hermanita”.

Como la mayoría de los lectores deben saber, Cieneguita es un barrio enclavado en el cantón central de la provincia. El contexto en que este joven creció y se desenvolvió, hasta su ingreso a la universidad, fue muy pobre. Pero está muy lejos de ser el estereotipo que con frecuencia nos han pintado algunos medios de comunicación. El estigma que se ha difundido a partir de algunos hechos aislados es que en Cieneguita abunda el crimen y la descomposición social. Quien haya tenido la ocasión de entrar y conocer el barrio, venciendo el estigma y los prejuicios, sabe que Cieneguita está habitado por un conglomerado humano culturalmente heterogéneo de personas, la mayoría afrodescendientes. Estudiantes de la UCR hicieron sendos estudios de la comunidad, bajo la guía de profesores en trabajos de extensión docente. Una de estas investigaciones apareció con el título de “Aquí Cieneguita”. El otro se publicó el 23 de abril del 2018 con el hermoso título de: “Descubriendo Cieneguita: Un sitio pintado de diversidad y calor humano”.

El primero de ellos fue un trabajo combinado de estudiantes de diversas carreras iniciado en el 2016, una de las frases concluyentes de una estudiante de trabajo social nos legó el siguiente relato: “Conocer Cieneguita y a su gente fue una experiencia enriquecedora, pues, desde que pusimos un pie en esta tierra cálida fuimos recibidos y recibidas con mucho amor. Nos enseñaron el valor de compartir, crear espacios y oportunidades de luchar, a pesar de que a veces parece que el esfuerzo es más grande que la recompensa […] un barrio que ha sufrido manifestaciones de la violencia estructural, el olvido del Estado, los gobiernos y de la población costarricense en general, su gente ha decidido confiar en nosotros y nosotras y eso no tiene precio.” Sin embargo, como también lo reconocen los trabajos de estudiantes y profesores, hechos violentos que también ocurren borran de un plumazo el esfuerzo consciente de jóvenes y una mayoría comunitaria por atraer el turismo, a fin de compartir con la gente la arquitectura comunitaria, sus rincones y colorido, así como el espíritu de un pueblo aguerrido, que sueña con el bienestar social de la población.

Pues bien, en aquel contexto abigarrado, pictórico y muy humano, por un lado, abandonado y en parte sumido en la pobreza por otro, vivió nuestro David Serrano González. Estudió en la escuela primaria y en la secundaria en Limón en aquellas condiciones difíciles, pero, bajo la tutela de su madre, una mujer valiente y con la fuerza espiritual que da la decisión de criar a sus hijos sanos y dispuesta a inculcarles el amor por el estudio, el trabajo tesonero y la superación personal. Desde muy joven David incursionó en la música; a la edad de 12 años formó parte de bandas de “reggae y de rock” de la localidad. Todavía no imaginaba lo que le depararía el destino fruto del amor que desarrolló por la música. Fue por ello por lo que, en el año 2012, ingresó a la etapa básica de música en la sede de Limón de la Universidad de Costa Rica. Su salto cualitativo se produjo después de que ingresó a la escuela de música de la UNA, con el apoyo de una beca, como ocurre con tantos estudiantes de su condición social y mérito académico.

No fue sino a la edad entre los 19 y 20 años de David, que se decide por el piano como instrumento musical, para llevar adelante su carrera profesional. En lo medular antes de esa edad no había tocado el piano. Esto es clave para lo que van a conocer. David además del amor por la música, es poseedor de una tenacidad y un espíritu de superación poco común, tal como se lo inculcó su sabia madre.

Por añadidura, el joven pianista demostró tener unas condiciones innatas para el piano, me atrevo a decir, muy sobresalientes. Todo ello se vio fortalecido por la convivencia de David con ese elenco maravilloso de maestros de piano que tuvo en la UNA, algunos de los cuales fueron sus profesores. Cito a los siguientes (espero no olvidar a nadie, sería involuntario): el Máster Luis Monge Fernández, hoy director de la escuela de música, la Dra. Tamara Sklioutovskaia, el Dr. Gerardo Meza, la Máster Ludmila Melzer, la Máster Irina Kaufman-Brookes, la profesora Valentina Tumanova y el profesor de solfeo y flauta Msc. Jonatan Albuja. De manera muy especial, a David le tocó en suerte tener como tutor, a un hombre y pianista excepcional, proveniente de Rusia, graduado en piano en el Conservatorio Estatal de Moscú en 1986, el Dr. Alexander Sklioutovski.

La Universidad Nacional (sé que la Universidad de Costa Rica también), posee un elenco maravilloso de profesores en música. En piano son muy destacados, por lo que han promovido a varias generaciones de excelentes pianistas de origen principalmente costarricense, aunque también de otras nacionalidades; algunos empezaron desde su niñez y tuvieron la oportunidad de ir a Rusia o a Ucrania a estudiar piano desde su tierna infancia. En esta faena el egregio académico, profesor Alexander Sklioutovski, a quien Costa Rica le debe mucho, ha desempeñado una enorme labor. Un profesor extraordinariamente exigente, que descubre al instante aquellas personas estudiantes que poseen cualidades destacadas para el piano. Este fue el caso insólito de David Serrano, a pesar de haber principiado, como antes lo dije, cuando ya tenía 20 años. Pero ya veremos de lo que ha sido capaz este joven.

David fue nombrado por los profesores, al menos en dos oportunidades “Estudiante Distinguido” de la Universidad Nacional, máxima distinción académica que otorga esta universidad, gracias a su ejemplar rendimiento como estudiante. Además, se hizo acreedor de la “Beca Isabel”, beca con la que la universidad galardonaba a estudiantes con calificaciones sobresalientes. Por las mismas razones se ganó el derecho, siendo estudiante de bachillerato de representar a la UNA, junto a otras personas estudiantes de piano de la misma universidad, de participar en afamados certámenes internacionales. Tras sus excelsas presentaciones se ganó la admiración de los concurrentes, profesores y estudiantes del más alto nivel, además de haber obtenido también, destacados puestos en estos certámenes de muy alto nivel en los que participó. En el 2020, David presenta su Recital de Graduación para optar por la licenciatura en enseñanza y ejecución del piano, realizada en el auditorio “Clodomiro Picado Twight” de la UNA, ocasión en la que obtuvo mención de honor. Todo lo cual, deseo recordárselos ahora, lo hizo en un tiempo meteórico de tan solo cuatro años después de haber empezado a tocar el piano.

David Serrano, a causa de esa trayectoria ejemplar se ganó una beca para aspirar a la maestría en el prestigioso Instituto ”Gnesin Russian Academy of Music”, de Moscú. Para poder trasladarse, puesto que la beca no incluía los pasajes ni la alimentación, sino solo derecho al dormitorio y el pago de los estudios, el joven y talentoso Serrano debió realizar en Costa Rica algunas presentaciones suyas al piano, lo que le permitió obtener los recursos pecuniarios para sufragar los gastos no cubiertos.

David ha pasado ya un poco más de dos años en Rusia, llevando la vida en medio de un rigor propio del más disciplinado claustro religioso, dedicado a aprender el idioma primero y después a sacar adelante los estudios para obtener la maestría. En el momento en que escribo sobre él, David está a punto de presentar su recital para finalizar esta etapa y optar al doctorado. Hasta el momento su calificación es excelente, habiéndose convertido, por derecho propio, en alumno del mejor catedrático de piano de la mencionada Academia; un pianista reconocido en toda Rusia y a escala mundial, cuyo nombre es profesor Vladimir Pavlovich Ovchinnikov; a este distinguido profesor, la mencionada “Gnesin Russian Academy of Music” le otorgó el reconocimiento de “Artista Emérito de Rusia.

En el próximo recital para obtener formalmente la Maestría, que se producirá en estos días, David Serrano va a interpretar dificilísimas obras según me dijo el catedrático de la UNA, Alexander Sklioutovski, su tutor en Costa Rica. Las obras que interpretará el talentoso joven músico costarricense serán las siguientes: Sonatas de Ludwig van Bethoven N. 23 y 31 y, el concierto para piano y orquesta N. 3 de S. Prokofiev.

En el concepto de los buenos profesores de piano de la UNA con los que he conversado sobre David Serrano, estamos en presencia de un músico sumamente talentoso y en pleno desarrollo. Su mérito es producto de un trabajo sostenido, muy exigente de alta y excelsa calidad. Cuando corresponda Costa Rica entera, la UNA y demás universidades públicas, lo recibirán con gran cariño y admiración. Su lograda excelsitud al piano es en gran parte producto de la universidad pública, de sus profesores y desde luego de su grande y talentoso desempeño durante todos estos años.

 

Compartido con SURCOS por el autor.

Recital de piano: Música de los Árboles

El próximo miércoles 15 de junio del 2022, a las 10:00 a.m., en el Parque del Este, en Montes de Oca, se llevará a cabo el Recital de piano: Música de los Árboles. Se presentarán 12 composiciones de Ana Isabel Vargas Dengo 

  1. Scherzo Árbol de Guanacaste. Op. 333
  2. Elegía al Jacaranda. Op.282 
  3. Pasillo Malinches. Op. 273
  4. Romanza Eucaliptos. Op. 295 
  5. Scherzo Llama del bosque. Op.301 
  6. Ceibo. Andantino Op.370
  7. Pasillo Robles de sabana. Op. 286
  8. Scherzo Cortez amarillo. Op. 276
  9. Pasillo Poro. Op. 284
  10. Romanza Laureles. Op. 400 
  11.  Vals Tala. Op. 309
  12. La siembra. Op. 431 

Contacto: parquedeleste@montesdeoca.go.cr

Horario: De martes a domingo.

Valor de la entrada: 1000 colones por persona, adultos/as mayores y menores de 12 años entran gratis. 

Ubicación: Del Cristo de Sabanilla, 1.2km al Este, entrada mano izquierda, frente al Fresh Market.

SERRAT ES SERRAT

Adriano Corrales Arias*

Nuestra generación recibió, casi como leche materna, la benevolente influencia del cantautor catalán no solo como poeta y músico, pero, sobre todo, por su insobornable actitud ética y política como artista que dialoga con su tiempo sin concesiones y sin perder su calidad metafórica y sensible.

Recuerdo la primera vez que lo escuché en la radio allá por el año 72 del siglo pasado en Villa Quesada (¿Radio Cima, “El club de la juventud”?). Era su clásico “Cantares”, donde homenajeaba y conmemoraba la muerte de Antonio Machado. Una crítica indirecta al franquismo. Y recuerdo que, en mi clase de español (¿73?) cuando vimos a Machado, le dije a la profesora que ese poema lo cantaba Serrat. La profe no lo conocía, entonces me invitó a hablar sobre él. Para la siguiente clase conseguimos el disco y un tocadiscos y me explayé subrayando su lado político en contra de la dictadura fascista. (¿De dónde sacaba esas conclusiones? Aún lo ignoro). Ese año fue su célebre concierto en el Centro de Recreación de la Universidad de Costa Rica.

Lo cierto es que Serrat nos ayudó a ingresar a la poesía con sus musicalizaciones. Me invitó a leer a fondo además de a los dos Machado, a Miguel Hernández, García Lorca, León Felipe, Rafael Alberti y, por extensión, a las dos generaciones españolas: la del 98 y la del 27. Pero, además, nos alimentó la rebeldía que sobrevolaba en la época con la resaca hippie, nos hizo comprender el amor en su forma más poética y liberada: todos queríamos una novia que no necesitara bañarse en agua bendita y cuyo nombre nos supiera a hierba, con una señora madre que se asomara al espejo y diese vuelta para comprender a ese “soñador de pelo largo”, “casi un beso del infierno, pero un beso al fin”. Así, nos señaló variados caminos, entre la guitarra y la patria (“una es fuerte y fiel, la otra un papel”), todos comprometidos. Sin proponérselo de seguro, también fue una suerte de inducción hacia nuestra militancia en la izquierda revolucionaria.

Serrat nos conversó sobre lo que sentíamos y pensábamos cuando éramos “jóvenes e indocumentados”, nos invitó a vagabundear, pero con un sentido más que lúdico, existencial y rebelde, es decir, el vagabundeo como una crítica al sistema en tanto se podía “raidear” y acampar, por el país y más allá, sin harina en los bolsillos, atenidos al autostop y a la gran solidaridad humana(“No me siento extranjero en ningún lugar / Donde haya lumbre y vino tengo mi hogar”). Había que marcharse al mar, buscar nuestro propio Mediterráneo con las y los compas apropiados, los más mundanos. Por eso reaccionábamos de una al “Qué va a ser de ti” una vez perdida la inocencia y ya idos de casa (“Se le borraron las pecas / Y su mundo de muñecas / Pasó… pasó veloz y ligera / Como una primavera en flor”). Pero, igual, nos advertía sobre el final del raid: “Pueblo blanco”, uno de los mejores poemas de la poesía castellana del siglo XX, se inspira en Mojácar, un pueblo de Almería en el que no hay esperanza ni oportunidades, porque más que la prosperidad, lo único que aguarda es la muerte. El narrador solo puede soñar con huir a un lugar mejor (“si yo pudiera unirme a un vuelo de palomas / y atravesando lomas dejar mi pueblo atrás, juro por lo que fui que me iría de aquí / pero los muertos están en cautiverio / Y no nos dejan salir del cementerio”). Un canto a los migrantes que, con el tiempo y con esos versos que aluden a los muertos, al polvo, la piedra y a la guerra en ese “Pueblo blanco”, adquieren un significado especial para las víctimas de las dictaduras latinoamericanas, incluida la de Franco en una España aún medieval.

Su mejor disco, qué duda cabe, es “Mediterráneo”; en todo caso, es el que nos puso a vibrar y ahora, cargados de cabanga, nos saca más que lágrimas. Al parecer, la muerte de familiares rondaba a Serrat cuando escribió la canción “Mediterráneo” en su exilio mexicano; recorría algunos lugares donde ideó el disco una vez que regresó de México: escenarios de Calella de Palafrugell (Girona), también habla de Cala d’Or en Mallorca como lugar referencial en el desarrollo de una obra que nos pertenece a todos. Lo escucho y lo escucho y me queda claro que estamos ante un disco que sigue vivo. “Mediterráneo” es, además, ecologismo y feminismo; hay cierta sensualidad en algunos de sus versos: “eres como una mujer perfumadita de brea” y en “La mujer que yo quiero”, porque “la mujer que yo quiero es fruta jugosa / Prendida en mi alma como si cualquier cosa”. Al margen del erotismo en esas figuras, la segunda canción aboga por la independencia femenina, igual que en “Qué va a ser de ti” no se juzga a la mujer que ha decidido dejar a sus padres atrás. La mujer que Serrat quiere no puede ser devota (“La mujer que yo quiero no necesita bañarse cada noche en agua bendita”), aunque eso implique que sea tan libre que, finalmente, le haga sentir como un esclavo (el cantautor se refiere a sí mismo con lo de “pobre Juanito”). De hecho, el amor es secundario para ella: “la mujer que yo quiero no necesita / deshojar cada noche una margarita”. La pieza incluye la defensa de una de las críticas misóginas habituales en la época: dicen que la mujer que quiere “tiene muchos defectos y demasiados huesos”, pero a él no le importa.

“Mediterráneo” se defendió como el primer disco de estudio en castellano de Serrat, pese a ser el octavo en total – algunos de sus lanzamientos se consideran recopilaciones de singles –, se completa con canciones tan significativas como “Tío Alberto”, un aristócrata y mecenas barcelonés al parecer (Alberto Puig Palau), “Barquito de papel” (“sin nombre, sin patrón y sin bandera”), “Vencidos”, basada en un poema de León Felipe sobre El Quijote, pero que, obviamente, está hablando de la Guerra Civil y del exilio, y, claro está, la delicatessen “Aquellas pequeñas cosas”, una pieza menor a dos minutos de guitarra y cuerdas, con las que el autor quería “reflejar la ternura de lo cotidiano”. El poema “Las moscas” de Machado fue su inspiración última, es histórica su interpretación sin camiseta en la película “Mi profesora particular”.

Y después está “Lucía”, junto a “Mediterráneo” el gran clásico del disco (últimamente el público prefiere la versión acústica de Silvio Rodríguez), “la más bella historia de amor que tuve y tendré”. Mucho se ha escrito sobre su verdadera destinataria, quién sabe si una azafata de Iberia, quién sabe si una mujer cuya boda trató de impedir Serrat a la desesperada; lo que trasciende, sin embargo, no es la anécdota, sino su facilidad para atravesar el tiempo: el sentimiento hacia la mujer, cuya intimidad nunca se ha vulnerado, permanece cual recuerdo intenso, calando hasta los huesos: “tu sombra aún se acuesta en mi cama / con la oscuridad, entre mi almohada y mi soledad”. Resuena aún: “no hay nada más bello que lo que nunca he tenido”; todo un epígrafe para un poemario o novela; o tremendo epitafio.

Ni la censura de la época pudo contener el torrente del “Mediterráneo” serratiano. Fue un extraordinario éxito comercial, nombrado el disco más vendido de España en 1972 por el Promusicae de la época. Escaló al número 1 el 3 de enero de aquel año tras una edición subrepticia en 1971, y lo mantuvo durante veinte semanas permaneciendo en las listas absolutamente todo el año. A la censura franquista se le atragantó el artista, fue declarado persona non grata y no fue hasta 1976 que recibiría el indulto tras la muerte de Franco. Desde entonces Serrat jamás se cansaría de su hit. Agradecido por haber podido alcanzar semejante estado de gracia, indica que aún toca Mediterráneo “no solo por obligación sino por gusto”.

Desde entonces hemos crecido con él, desde que nos visitara aquel lejano año del 73. Desde entonces cabalgamos al lado de su “amoroso batallar”. Más de cincuenta años de rumiarlo y seguirlo desde este lado del charco, siempre subiendo y bajando la cuesta “ con banderas verdes, rojas y amarillas”, “bajo un manto de guirnaldas”, porque “cae la noche y ya se van nuestras miserias a dormir”. Sí, “se despertó el bien y el mal”, pero su calle siempre se viste de fiesta.

¡Gracias Joan Manuel!

*Escritor

UCR Voz experta: El Ensamble de Marimbas y Percusión investiga y difunde el quehacer musical de la región guanacasteca

Raziel Acevedo Álvarez. Fotografía de Dennis Castro Incera

Por el Dr. Raziel Acevedo Álvarez

El proceso investigativo tiene como objetivo fundamental documentar la tradición oral de la técnica de marimba, para ser utilizada en la enseñanza del instrumento

El Ensamble de Marimbas y Percusión de la Sede de Guanacaste, es una agrupación radicada en Santa Cruz y creada dentro de la línea de investigación sobre el instrumento, cuyo objetivo de trabajo se fundamenta en la construcción, recopilación de la música, su escritura y difusión del patrimonio cultural musical de la región; el cual tiene un desarrollo histórico tangible, no solo en la provincia, sino en gran parte de nuestro país, donde se la observa en sus diferentes formatos, afinaciones, materiales de construcción y música. Por ello, los proyectos se inscriben en la Sede de Guanacaste y en el Centro de Investigaciones en Diversidad Cultura y Estudios Regionales (Cidicer) de la UCR.  

«La prioridad es mantener un equilibrio entre la tradición oral y la música universal, a fin de que la juventud tenga la oportunidad de aprender, conocer, disfrutar y defender el acervo cultural de la región»

En los procesos de investigación se rescatan o se escriben obras musicales de distintos niveles; desde el básico para la enseñanza inicial de niños y niñas, hasta obras de nivel musical alto, las cuales por su dificultad interpretativa, requieren ser grabadas con varias cámaras de video en diferentes posiciones, con el fin escuchar, ver y escribir una partitura lo más exacta posible a la interpretación tradicional.

A este detallado trabajo, se han susmado maestros de la talla de Fernando Meza, en Estados Unidos; Javier Nandayapa, en México y Lester Godínez, en Guatemala y como producto de este arduo trabajo, ahora se cuenta con obras guanacastecas escritas para marimba sola, o dos o tres o cinco ejecutantes por instrumento. La escritura de este material musical tradicional, permitirá mantener la tradición, la técnica y sobre todo, la difusión del patrimonio dentro y fuera del país.

Foto/Anel Kenjekeeva, UCR.

Por otra parte, se recurre al estudio de grabación con el Ensamble de Marimbas y Percusión, utilizando las obras recopiladas de alto nivel interpretativo, para producir discos compactos que posibiliten el disfrute, el goce estético, pero sobre todo, la preservación del patrimonio musical, que se ha visto fuertemente atacado por la radio y la televisión. A su vez, el trabajo realizado es la estructura para implementar conferencias, conciertos y recitales en diferentes espacios como parques, auditorios, aulas y teatros del país, donde se resalta el valor del instrumento y su proceso cultural. Además, el grado de difusión logrado con tales actividades, ha creado la plataforma para recibir invitaciones de alto nivel musical, para participar en eventos de renombre internacional, en países como: México, Guatemala, Francia, Polonia, Portugal, Nicaragua y Perú entre otros.

Todo este proceso investigativo tiene como objetivo fundamental, documentar la tradición oral de la técnica de marimba, para ser utilizada en la enseñanza del instrumento en todos los jóvenes que asisten a los cursos docentes, impartidos en la Etapa Básica de Música de Guanacaste, radicada en Santa Cruz. La prioridad es entonces, mantener un equilibrio entre la tradición oral y la música universal, a fin de que la juventud, es decir más de ocho mil personas matriculadas a lo largo de los años, tengan la oportunidad de aprender, conocer, disfrutar y defender el acervo cultural de la región, con documentos, discos y recitales, organizados a partir el método científico.

 

Raziel Acevedo Álvarez
Investigador y docente, Sede de Guanacaste UCR

Wilson Arroyo presenta Los Sonidos de mi Alajuela

El cantautor alajuelense Wilson Arroyo presentará su espectáculo «Los Sonidos de mi Alajuela«. Este espectáculo está conformado por un compendio de canciones originales y otras del folclore alajuelense, es un homenaje a la cultura popular de ese pueblo.

Según Arroyo: «Es una oda a la cultura oral de todos las personas alajuelenses, un recorrido no solamente por los parques y plazas de la ciudad, sino también esa parte rural de Alajuela que está estrechamente vinculada a las tradiciones de apodos, chistes, cuartetas y cuentos que tanto nos caracterizan».

Los conciertos se realizarán la centenaria Ermita de El Llano de Alajuela los días 13, 14 y 15 de mayo a partir de las 7pm, la entrada tiene un costo de dos mil colones y los menores de doce años entran gratuitamente. Además un buen porcentaje de los recaudado en los conciertos será destinado para cubrir los costos de mantenimiento de la Ermita, que es Patrimonio Arquitectónico de nuestro país.

En el espectáculo se recordará a través de las canciones a personajes como el escritor Carlos Luis Fallas (Calufa), el folclorista Ernesto Alfaro y Yaudicia Solano (conocida como la abuela de los desfiles). Según el cantautor: «son personajes como estos los que forjan la identidad de los lugares, que luego se materializan en los afectos que se tiene por un espacio como un parque, un teatro, una plaza; la gente es la que le da vida a la ciudad».

Contacto: 87167129

Fotografías: Michelle Jiménez

UCR: El nicoyano que se alejó de su tierra para acercarse a ella

Alexander Jiménez Matarrita aprovechó el teletrabajo que vino aparejado con la pandemia por COVID-19 para regresar a Nicoya. De ese reencuentro con su tierra nació el libro que lo hizo merecedor del Premio Nacional Luis Ferrero Acosta de Investigación Cultural 2021. Foto: Karla Richmond, UCR.

Alexander Jiménez Matarrita, uno de los ganadores del Premio Nacional Luis Ferrero Acosta de Investigación Cultural 2021

Su libro ‘Max Golderberg: canciones para un viaje’ hace un recorrido por la vida, música y poética de este ‘cancionista’ extraordinario

Convencido del poder transformador de los viajes y la contribución que estos han tenido en el desarrollo de la humanidad, Alexander Jiménez Matarrita, docente de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, vio en la pandemia por COVID-19 la oportunidad para hacer un viaje de regreso a su terruño para dejar registro escrito de otro viaje: el de la vida de Max Goldenberg, quien con su música y su poética ha hecho universal el patrimonio natural y cultural de Guanacaste.

De esta experiencia surgió el libro Max Goldenberg: canciones para un viaje, el cual fue uno de los dos ganadores del Premio Nacional Luis Ferrero Acosta de Investigación Cultural 2021, otorgado por el Ministerio de Cultura y Juventud. En su fallo, el jurado considera que la obra “propone un estupendo aporte a la cultura nacional de Costa Rica, desde una perspectiva de integración nacional, al establecer el tratamiento de sus contenidos como parte indisoluble de la nación y su cultura a través de la producción musical seleccionada. A su vez, visualiza y proyecta a nivel nacional el desarrollo artístico y patrimonial de una de las ciudades y provincia [sic] de mayor relevancia cultural para la nación”.

El libro gira alrededor de los viajes, empezando por el que hizo el papá de Max hace muchos años desde su natal Bielorrusia para casarse con una guanacasteca, quien probablemente descendía de nicaragüenses y españoles, según se detalla en las primeras páginas del libro. Gracias a este primer viaje, fueron posibles todos los siguientes que han llevado a Max a convertirse en una especie de catalizador que logra capturar el mundo natural que lo rodea, la vida de su pueblo y las historias de su comunidad para hacer de ello un amasijo de notas, letras y armonías que termina convertido en piezas musicales que responden de manera fiel a la identidad de toda una región.

Jiménez no escatima en detalles para retratar a Goldenberg y para explicar las razones por las que su música ha trascendido las fronteras y ha roto con los estereotipos de la canción popular guanacasteca, sin abandonar las raíces que la caracterizan. Este trabajo minucioso es producto no solo de la rigurosidad investigativa de una académico universitario, sino también de su cercanía con el protagonista de la obra y sus familiares, a quienes conoció desde pequeño y han sido parte del viaje de su propia vida.

Pero, para escribir este libro y ver con otros ojos a su tierra, Jiménez tuvo que alejarse primero de ella. Al finalizar su educación secundaria se trasladó a San José para iniciar sus estudios universitarios a sabiendas de que eso significaba cerrar un mundo para abrir otro. Cuatro décadas después regresó a radicarse, temporalmente, en Nicoya para desarrollar la investigación sobre la vida, la música y la poética de Max Goldenberg, siendo muy consciente de que su mirada es muy distinta a la del adolescente que caminó por sus calles, y que su pueblo ya no lo percibe a él como un nicoyano, aunque Jiménez nunca ha dejado de sentirse como tal.

Conversamos con Alexander Jiménez Matarrita sobre el proceso que lo llevó a escribir este libro, su apreciación de la vida de Max y la importancia de comprender la vida como un viaje permanente.

–Su libro habla sobre viajes. Hablemos del suyo a Nicoya. ¿Qué lo llevó a radicarse en esta zona del país?

–Alexander Jiménez Matarrita: Yo soy de Nicoya, yo vengo de una familia nicoyana y de una familia de Cartago. Mi abuelo Orfilio viajó de Cartago a Nicoya y allá conoció a mi abuela Mercedes y así comienza la historia, con un viaje, como siempre.

Mi abuelo era un niño huérfano del terremoto de 1910 y viajó a trabajar a Nicoya con una familia que lo adoptó. Allá se conocieron y, curiosamente, la gente pensaría que en ese matrimonio mi abuela era la representante de la guanacasteca típica y mi abuelo representante del vallecentralismo típico, y es exactamente al contrario. ¡Lo que son las historias! Mi abuelo era un señor indígena que vino de Cartago y mi abuela era una señora blanca, elegante, alta. Y yo vengo de ese viaje, todos venimos de algún viaje.

Luego yo hice el viaje inverso. Cuando terminé el colegio me vine a estudiar y ya no regresé nunca a Nicoya hasta hace pocos años. Este libro y otro libro, que tiene la misma pretensión de documentar el patrimonio cultural de Nicoya y de Guanacaste, solo fueron posibles gracias a la pandemia. Así como hay daños colaterales y la pandemia es una desgracia, para mí tuvo dichas colaterales como regresar a Nicoya, allá estuve los últimos dos años y eso me permitió cerrar esta investigación que llevaba varios años. Pude terminar de hacer las entrevistas allá con gente cercana a Max y esos viajes también han sido importantes para mí.

Este último es un viaje de retorno, que es un viaje distinto. Cuando yo me vine iba a cumplir 17 años y yo sabía que ahí se me cerraba un mundo local, que se me abría otro mundo. Luego tuve la oportunidad de ir a estudiar mi doctorado a España y ese viaje también fue muy importante para mí. Entonces, yo respeto muchísimo a la gente que viaja.

Una de las tesis del libro es que sin viajes no hay humanidad. Es decir, lo mejor del concepto de humanidad proviene del hecho de que la gente se mueve, se desplaza, y en el libro yo quería defender ese argumento a partir de una vida que es la vida de Max Goldenberg, la vida de su padre, la de su madre, quienes también fueron viajeros, Max mismo ha sido un hombre viajero desde niño. Max, quien nació en Liberia y se crió en Nicoya y fue a escuelas ahí, también fue a escuelas en otros lados de este país. Entonces, él decía que él tenía una ventaja sobre todos los niños y es que ha tenido montones de maestras y de compañeras y de compañeros y que eso había sido muy importante para él. Así que el viaje es una idea central en el libro, pero porque es una idea central en la historia de la humanidad.

–Este viaje de retorno es con los ojos de investigador. Más allá de eso, ¿siente la necesidad de retornar a vivir a Nicoya?

–AJM: Este viaje de retorno que me permitió la pandemia tiene como razón fundamental el cuido de mis padres. Yo me perdí la vida de mis padres por mi vida académica. Durante casi 40 años yo no pude regresar de manera continuada a Nicoya y la pandemia me permitió regresar a cuidar a mis viejos y eso también me permitió cerrar estas investigaciones.

La pregunta es importante porque, efectivamente, al regresar también como investigador yo pude recuperar mi infancia y mi adolescencia de otra manera, porque yo viví en Nicoya solo mi infancia y mi adolescencia y luego me vine, el resto me lo perdí. Entonces, es una experiencia muy intensa porque, en algún sentido, tuve que recuperar en dos años lo que me había perdido en cuarenta y la verdad es que yo he sido dichoso con este viaje de retorno en medio de una desgracia como la pandemia.

–Este libro se enmarca dentro de una investigación más grande sobre Nicoya. ¿Cuáles son los objetivos que persigue este proyecto?

–AJM: Uno podría enunciarlo de una manera más simple, que es decir que lo que este proyecto pretende es recuperar un patrimonio cultural muy rico, que es el patrimonio cultural guanacasteco, nicoyano en este caso. Pero también puedo decirlo de otra manera y es lo que yo intento hacer en este libro y es el intento de pensar un mundo local, como Nicoya, con todas sus riquezas y con todas sus limitaciones. En el caso de este libro yo quiero pensar un mundo local a partir de una historia.

El libro no es una biografía de Max Goldenberg. Max Goldenberg es una vida valiosísima que yo quería conocer para demostrar que en un lugar tan pequeño, tan pobre, como Nicoya, uno puede encontrar lo peor, pero también lo mejor de la humanidad y, entonces, el libro también es un intento de argumentar que aún en los mundos más pequeños uno puede encontrar la humanidad entera, porque hay ideas que dicen que en algún punto privilegiado hay algo que resume toda la humanidad, en lo que está contenido toda la humanidad. Yo creo que no solo en un punto privilegiado, yo creo que en muchísimos puntos locales está contenida la humanidad con todas sus contradicciones y eso es lo que yo intentaba pensar.

En resumen, este es un proyecto que se puede enunciar de manera más básica diciendo que el intento consiste en mostrar, en recuperar, en valorar un patrimonio, pero en el fondo también hay una idea filosófica y es esa idea de que no hay lugares prestigiosos en los cuales la humanidad esté en estado puro y que hay otros lugares que son despreciables. Lo que yo intento mostrar es que en cualquier lado uno puede encontrar la maravilla de la humanidad y también lo peor de la humanidad, por supuesto.

«La vida de Max Goldenberg es el producto de muchos viajes, algunos suyos y otros de otras personas. Esos desplazamientos ajenos y propios están marcados en su cuerpo y en sus canciones. Si hacemos la suma, es evidente que la suya es una vida viajera. Y sus canciones son formas de viajar, son un viaje». Extracto de Max Goldenberg: canciones para un viaje, de Alexander Jiménez Matarrita.

–¿Cómo desarrollar esta investigación sin caer en la dicotomía de que lo local y rural es bueno mientras que lo universal y urbano es malo, tan presente en cierta narrativa latinoamericana?

–AJM: Mientras escribía este libro yo estaba terminando de escribir un capítulo de un libro que se publicó en España, en el cual hablo sobre la idea de extranjero, de extranjería, de Simmel; y, efectivamente, este autor, en su gran obra sobre Sociología, hay un intento de pensar esa tentación de tornar idílico el mundo rural, pequeño, local, y de despreciar el mundo más complejo de lo urbano. Simmel muestra las tensiones que hay entre un polo y el otro y, aunque quizás no me salga (yo conozco las limitaciones de mi trabajo y probablemente pude ampliar un poco más eso, afinar un poco más, pero de eso se trata, esto es algo que está en proceso), yo no quería argumentar que lo mejor de la humanidad está en un supuesto mundo inocente, ingenuo, que es propio de las zonas apartadas de la civilización, por decirlo de alguna manera, o de las formas de vida más complejas, urbanas.

Dicho esto, sí es un libro que apuesta por producir autoestima en un lugar como Guanacaste y Nicoya, que en este país es valorado solamente de manera un poco pola, circunstancial y superficial. Cuando uno le pregunta a la gente por el valor de Guanacaste o de Nicoya, la gente piensa inmediatamente en las playas o en el Punto Guanacateco. Eso, a mí, me parece una desgracia. Y puede que se me haya ido la mano, eso también lo reconozco. Aquí yo intento poner de relieve el trabajo de un músico excepcional, de un cancionista excepcional, conocido en algunos sectores, pero que merece ser más conocido por su talento y por la calidad de su trabajo, por su poética y por su música. Entonces, el libro puede haber caído en eso, en una especie de giro idílico, yo espero que no tanto.

–¿Cuáles son las ventajas y las desventajas de su doble condición de haberse criado allá y de volver, años después, como investigador, ya con otros lentes?

–AJM: Esa es una pregunta que me toca mucho emocionalmente porque yo me seguí imaginando como de allá, siempre, pero lo cierto es que ese mundo siguió siendo lo que era y yo no estaba allí, yo estaba en otra parte. Cuando los mundos giran así y uno no está ahí se pierde mucho y ya uno cuando regresa uno es otro, y ese mundo es otro. Yo experimento esa tensión cada vez que regreso. Yo me sigo imaginando de ahí, pero la gente, sin que sea un reclamo necesariamente, me subraya que de dónde soy yo, eso me ha pasado, me pasa y seguramente me pasará.

Yo sí tomé la decisión de tipo comunicativo de que este libro no iba a estar escrito para académicas o académicos, no está escrito para mis colegas, claramente, sino que está escrito, en primer lugar, para la gente de Guanacaste. Obviamente, cuando uno hace eso sabe que otra gente tal vez pueda leerlo y que también le diga algo, pero yo que provengo de un saber como la Filosofía, que es un saber tan marcado por una jerga de una comunidad de expertos (hace mucho tiempo me aburrí de eso, no me interesa, me interesa escribir para otro tipo de comunidades. Obviamente, sigo escribiendo artículos, por ejemplo este artículo de Simmel, que es un artículo técnico, pero mi interés es este), mi interés es hacer este trabajo de investigación patrimonial y devolvérselo a la gente de mi comunidad y de las cosas más gratificantes para mí es haberme dado cuenta de que varia gente que lo ha leído me lo ha dicho así: “Yo pensé que me iba a encontrar con un texto impenetrable, escrito por un filósofo, que nunca nadie entiende qué es lo que dicen los filósofos, y me encontré algo en lo que pude entrar y pude seguir y me emocionó”. Eso para mí no tiene precio, porque por muchos años eso es algo que a mí me ha dolido muchísimo y es darle algunos de mis trabajos a gente cercana, a amigos y familiares, y que me digan que no entienden nada.

Creo que eso es parte de ese doble juego que estás mencionando. Yo creo que aquí hay una investigación cuidada y una argumentación consistente, pero a la vez creo que hay una forma de enunciar eso que puede ser cercana para gente no académica y esa era mi pretensión.

–¿Por qué es importante la investigación y la divulgación cultural de esta región de Costa Rica?

–AJM: Creo que es importante porque, a menudo, lo que hay de eso es una caricatura. Si recordás, y esto me importa muchísimo, en el libro hay un poema, un romance de Adán Guevara Centeno, tío de Max, es un poema de 1957, publicado en el Repertorio Americano, en el cual hay una especie de programa ético-político, pero también estético que consiste en decir: “ya déjense de estar idealizando la vida del campesino, del sabanero y de las mujeres guanacastecas. Eso que se canta y que se imaginan no es cierto. Esta gente vive unas vidas que no tienen nada que ver con esas idealizaciones”. Yo tengo la impresión de que, a menudo, el patrimonio guanacasteco y nicoyano, en este caso, puede sufrir esa forma de comunicación distorsionada, empobrecida, y mi idea con este libro y con otro que es un libro sobre patrimonio arquitectónico es mostrar lo valioso, por un lado, de las formas de construir, y por otro lado, lo valioso de las formas de crear música, en este caso, sin caer en la tentación de una mirada chauvinista, empobrecida.

Yo no puedo dejar de poner en relieve que yo me siento orgulloso de esa tradición y de ese patrimonio. Pero esa es otra cosa. El mismo Max, y eso me llamó mucho la atención, me confesaba que siempre ha querido huir de una mirada folclorizada. El folclor es muy valioso, pero hay miradas folclorizadas que consisten en pensar que se trata de conservar tradiciones a toda costa, y hay tradiciones que son opresivas, que son dañinas y en el arte también, en la música también. Max me decía “yo estoy metido en esa tradición, mi tío Adán me metió en esa tradición, yo he conservado esa tradición, pero yo soy un tipo que hace canciones y que quiere hacer una música a partir de eso, pero no es eso ya”.

Yo creo que también es importante investigar esas tradiciones y ese patrimonio para poder ver cuánto se mueven, cuánto se transforman, cuánto de ella es valioso y cuánto no.

–¿Por qué escogió a Max Goldenberg como protagonista de esta investigación?

–AJM: A Max lo conozco desde que yo era un niño por mis tíos que iban a la casa de sus padres a tocar guitarra y a cantar con él y con su hermano Paco. Entonces fueron ellos que, desde niño, a mí me metieron en el mundo de la trova latinoamericana. Yo de niño conocí una música con un fuerte contenido crítico, identitario. Max sigue siendo un representante de eso, pero en ese momento Max, efectivamente, cantaba esas canciones guanacastecas de esa tradición anónima que su tío Adán recogía y luego, siendo yo un profesor, empecé a ver y a disfrutar de la música de Max de otra manera, ya de sus canciones, y me di cuenta de que ahí había un mundo por estudiar, por analizar. Esa es la razón.

–¿Max Goldenberg es consciente de su papel catalizador a nivel cultural? Porque, al contrario de lo que se dice en el libro, que él ha sido un observador de todo lo que lo rodea, pareciera que todo lo que lo rodea lo ha identificado a él para conjugarse y convertirlo en un catalizador.

–AJM: ¡Qué bonito! Yo no lo puedo decir mejor. Estoy de acuerdo con vos. Esa idea de que Max es un observador me permite dibujar bien esas tres líneas que analizo de su poética, que es el tema de los viajes, el tema del mundo de la naturaleza y el tema del mundo popular. Entonces, él es un observador de todo eso, sin duda. Pero, eso que estás diciendo tiene mucho sentido y estoy muy de acuerdo.

Max es un elegido en muchos sentidos. Fue elegido por su tío para heredar un legado riquísimo. Yo quisiera estudiar a ese hombre luego, a Adán Guevara, porque lo que hay de él son cositas muy sueltas. Heredó de su madre el gusto por el canto. Él dice que de las cosas más lindas desde niño era oír a su mamá y a su abuela cantando desde la mañana. El padre no cantaba, pero él dice que heredó de su mamá y de su abuela una tradición musical latinoamericana del tango, del bolero, que para él han sido muy importantes, y Max crea tangos y boleros.

Tengo la impresión de que a Max también lo eligieron muchos artistas, mujeres y hombres dedicados a la música, al teatro, a la poesía, a la literatura, que han elegido a Max como interlocutor, como un maestro también, y Max es un tipo generoso que ha acompañado a grupos de música, de teatro, de poesía y estoy muy de acuerdo con lo que estás diciendo, él es un catalizador de todo eso. Él recibe eso, lo asume, lo transforma y lo devuelve de otra manera.

No creo que él sea consciente de todo eso porque Max es una mezcla de alguien muy tímido, muy discreto… para que tengás una idea, y yo lo digo en el libro, yo con él he conversado durante años y nunca, nunca me mencionó que él se ganó el principal premio que le dan a un músico en este país, que es el Premio Reca Mora. Él es una persona aguda, con gran sentido del humor, pero creo que tiene la sabiduría de no tomarse demasiado en serio a sí mismo, entonces con él es muy fácil. Yo no me imagino haciendo este libro con una persona igualmente talentosa, pero pagada de sí misma. Max es alguien que te puede soltar cosas de su vida personal, como su alcoholismo y también su vida abstemia, lo importante que fue eso para su proceso creativo y me parece que tiene que ver con eso, con que él es alguien que, si lo sabe, no lo dice, de ese lugar tan significativo que él tiene.

Alexander en la casa de Max y Sonia en Nicoya. Fotografía de las páginas 118 y 119 del libro.

–¿Por qué es importante que un pueblo cante y el contenido de lo que canta?

–AJM: La vida está llena de sufrimiento y la vida está llena de daño y de injusticia, y también la vida está llena de placeres y de dichas y de alegrías. Yo creo que, en este caso, la música de Max canta eso, yo creo que cualquier música está dedicada a eso. La música está directamente relacionada con las experiencias vitales más intensas: el odio, el amor, la muerte, la desdicha, pero también el mundo. Por eso a mí me parece tan importante hablar de Max como un observador del mundo, de muchos mundos: del mundo natural, del mundo objetivo, de mundo social, del mundo subjetivo.

El libro comienza con un epígrafe de Nietzsche que dice que la vida sin música sería un error. Ayer, por ejemplo, yo estaba pasando por un problema familiar muy serio, de un hermano, tuve que hacer un montón de cosas, era una cosa de mucho sufrimiento, y en medio de todo, me acordaba de canciones y las iba cantando. Eso es un consuelo que probablemente te dan pocas cosas.

La música de un pueblo, la música popular, sigue siendo un medio privilegiado para entenderse, para entender el mundo, para comunicarse y, tal vez desde aquí uno no lo sienta, pero cuando Max canta allá la gente se emociona mucho, porque Max logra devolverles su mundo de otra manera, o sea, eso no es un espejo, es otra cosa. Entonces, la gente aprende a ver de otra manera su mundo, sus festividades, su comida.

Max tiene una canción que es una maravilla, pero muy poco conocida (por desgracia), que está basada en un texto de Carlos Luis Sáenz, sobre el maíz y sobre la tortilla y sobre los productos del maíz. Se llama No nos falte y es una letanía pidiendo que nunca nos falte el maíz. Cuando yo escucho eso me doy cuenta de que para nosotros en Guanacaste el maíz sigue siendo un grano sagrado. En mi casa en Nicoya, los productos de maíz, de distintos tipos de maíz, maíz morado, maíz pujado, maíz negro, maíz amarillo, están ahí siempre. Eso no es parte de esa folclorización de Guanacaste, sino que está ahí, no es una asunto inducido o artificial y Max lo canta y cuando lo hace le devuelve a la gente eso, ampliando una mezcla de orgullo, de conocimiento, de autoestima. Eso lo encuentro siempre muy valioso.

–Ese es un claro aporte de la música de Max a lo local, pero su música trasciende esas fronteras. En este sentido, ¿cuáles son los principales aportes de Max a Costa Rica y al mundo?

–AJM: En Costa Rica lo conocen muchos músicos que cantan sus canciones, las trabajan y hacen versiones de esas canciones. En España y en Brasil yo conozco versiones de sus canciones. Pero hay algo en lo que Max también ha marcado mucho a este país y es por su tutelaje de sus sobrinos. Max heredó de un tío y Max fue un tío para Fidel Gamboa y es un tío para Jaime Gamboa, quienes lideran un proyecto como Malpaís, el cual tiene una poética y una música que, en algunos casos, proviene de la influencia de Max, pero lo bonito de eso es que es una influencia recíproca. Es decir, esos dos grandes músicos también han enriquecido el trabajo de Max y probablemente fue Fidel, y Malpaís en general, quien más ayudó a que Max abandonara su timidez y se expusiera, expusiera sus canciones. En muchísimos conciertos la gente ha conocido el trabajo de Max gracias a Malpaís, pero es que además Malpaís ha tomado alguna de su música.

Max es más un músico que un escritor de letras. Él lo dice: “a mí las tonadas me vienen y yo al principio me inventaba letras para no olvidar las tonadas”, porque no es un músico profesional que pueda escribir música. Luego, gracias a su hermana Olga, la mamá de Fidel y de Jaime, él empezó a cuidar más sus letras, pero sus músicas han sido versionadas de muchas maneras, hay versiones de varias de sus canciones.

Esa es una primera forma de responder a la pregunta, pero hay otra, y es que Max, a pesar de todo esto que te he dicho, no es un músico ingenuo. Max es un tipo que ha tenido adscripciones políticas de izquierda, su familia es comunista, su padre fue el principal dirigente comunista en la región, su tío también. Entonces Max ha vivido en esa tradición política, pero también en una tradición literaria. Él es un gran lector, eso no lo digo ahí ni lo trabajo mucho, pero Max es un lector de la tradición literaria universal. Él me contaba que con su tío se aprendía de memoria pasajes de El Quijote, de las obras de Shakespeare, etc. Entonces, me parece que sus letras y su música tienen un contenido universal muy claro. También por eso, probablemente, a él no le interesa que lo folcloricen. En algún sentido, la trampa, porque folclorizar algo es decir que solo tiene sentido para un pequeño grupo o para una pequeña comunidad y la música de Max es potencialmente universal. Digo esto porque todavía no es conocido lo que debería ser conocido en el resto del país y fuera del país.

–Cualquiera diría que una persona que se ha visto en la obligación de mudarse una y otra vez y de pasar por infinidad de escuelas no tiene raíces. Pero, en el caso de Max es todo lo contrario. ¿Cuáles son los factores que hicieron la diferencia en Max para tener raíces tan profundas y ser tan fructífero en su producción?

–AJM: Yo diría que es el vínculo con la tierra, no con su tierra. Max fue y es alguien que ha trabajado la tierra de muchas maneras. En la finca de su padre, a menudo, fue el encargado del tractor, de arar, pero Max también es un agricultor orgánico al día de hoy, es un hombre que produce miel y es un ebanista. Todos los muebles de su casa están hechos por él, a mí me está haciendo un escritorio. Entonces, tengo la impresión de que alguien que tiene ese vínculo tan directo y tan profundo con la madera, con los animales, con los frutos, con los sembradíos, inevitablemente, es de un lugar.

En el libro menciono confesiones que le hace a un tesiario, a Daniel Solano, quien hace una tesis formidable sobre Max, una tesis de maestría en la UNA. Max habla ahí de los sonidos, de los utensilios, de los movimientos de los animales, de las vacas. Ahí te das cuenta de que a pesar, efectivamente, de haberse desplazado tantas veces, esa experiencia con la tierra lo asienta. Pero, esa es la gran paradoja también, al mismo tiempo él tiene la capacidad de convertir eso en un tipo de poética que puede resonar en todo el mundo y que puede resonar en gente que no ha tenido esa experiencia. Ese es el misterio del arte, de la música, hacer esa traducción.

–¿Cuál es la importancia de comprender nuestra vida como un viaje permanente?

–AJM: Hay varios niveles para responder a la pregunta. Yo diría que hay un primer nivel personal que quizás está basado en esta tesis que es paradójica: si uno no se aleja, no está cerca de nada; solo quien se aleja se acerca. Esa es una paradoja. Mi experiencia misma es que yo ahora quiero más a mi pueblo que cuando estaba ahí y no podía verlo desde afuera, solo cuando yo me fui de mi casa aprendí a respetar y a querer y a admirar más a mis padres y a ver sus limitaciones también, o sea, a conocerlos. Entonces, el viaje, como estructura, tiene un valor cognitivo, emocional, fundamental, en la vida de una persona. Eso es lo primero. Ese es el primer nivel. Además, esa es la condición más básica. El Antiguo Testamento dice algo así como que nosotros somos forasteros de paso por esta tierra. Si uno ve las vidas individuales, es un viaje corto, pero es un viaje.

Luego, hay algo que a mí me interesa mucho por las cosas que investigo y que tiene que ver con la comprensión de qué es una comunidad o qué es un país. Es una de las cosas que más me interesan. Es pensar cómo son los países y cómo los países se imaginan a sí mismos. Si reconocemos el valor del viaje, tendríamos que reconocer la gran pobreza y el gran daño que producen los nacionalismos y otras formas de imaginación cerrada, que suponen que solo es valioso aquello que ha nacido en el territorio donde uno ha nacido. Y no, los países y las comunidades son siempre el producto, para bien y para mal, de los viajes de muchas personas. Probablemente en el mundo queden grupos que no han tenido contacto con otros grupos todavía, pero deben ser mínimos, pero el mundo que conocemos es el producto de esos intercambios.

Ese viaje permanente es muy importante para poder educar sentimentalmente a nuestros niños y a nuestras niñas y a nuestros políticos, para que se den cuenta de que los migrantes son una oportunidad maravillosa de humanizarnos y, cuando digo humanizarnos, es de conocer la humanidad de una manera que no la conoceríamos si la gente no viene aquí, sin gente de otros lados que nos ha traído sabores, colores, creencias. Por eso te digo que lo contrario de esta tesis que vos enunciás también son esas formas de imaginación, fantasiosas por lo demás, que suponen que lo mejor que nos puede pasar es que nadie entre a nuestro mundo… ¡Eso sería una calamidad! Imaginate lo aburrido que sería estar con aquellos que son como nuestros iguales (que nunca lo son) pero eso es parte de esa fantasía nacionalista.

Imaginarnos siempre en viaje puede llevarnos a educarnos sentimentalmente de manera que esa tentación del odio, del miedo, de la agresión contra gente que imaginamos extraña puede tener un contrapeso. Por eso es tan importante el arte y la música que defienden esta tesis, este ideal.

La investigación a profundidad está acompañada de una abundante cantidad de fotografías. Al final del libro se agregan las letras de algunas canciones de Max. Imagen tomada de lavozdeguanacaste.com.

–En una época marcada por los denominados influencers, ¿cuál es la importancia de tomar conciencia de nuestro papel en la vida de los demás? Lo menciono por el papel tan decisivo que tuvo el tío Adán en la vida de Max, el que ha tenido su hermano, su hermana Olga, su esposa y muchas personas más fuera de su familia.

–AJM: En el libro La huella de los días de Leslie Jamison hay una tesis que a mí me fascinó, que es la siguiente: toda vida es una custodia compartida. Es decir, nos toca cuidar la vida o nos toca cuidar otras vidas, y la vida tuya y la mía es una custodia compartida de otra gente. Yo no creo que los influencers ayuden a custodiar ninguna vida o no tengo evidencia de eso. En cambio sí tengo evidencia de que Adán custodió la vida de Max, de que Max custodió la vida de Fidel y que hay ahí una enseñanza eterna, porque es muy importante en estos tiempos, donde lo que priva es un tipo de imaginación económica que dice que hay que instrumentalizarlo todo para obtener ganancias. Eso es lo que Franz Hinkelammert llama el cálculo de utilidad. El cálculo de utilidad supone que todas las decisiones que tomamos tienen que estar medidas por la utilidad que nos va a dar. Custodiar una vida probablemente no dé ninguna utilidad, pero probablemente no hay nada más importante que esa opción ética y política.

Yo diría que eso es un desafío que tenemos como sociedad, como país. Mi impresión es que hemos fracasado enseñando eso o transmitiendo eso, aunque yo estoy seguro de que en sociedades como la nuestra la única forma de que la gente que vive en pobreza extrema sobrevive es porque tiene muy claro que la vida tiene que ser una custodia compartida. Probablemente ahí es donde se muestra el valor del cuido, en la gente que vive en la carencia absoluta. Sin embargo sobrevive no por las transferencias del estado, eso no basta, porque lo que se le transfiere es una cosa mínima. Yo apuesto por eso que vos decís.

–En Costa Rica es muy fuerte el discurso de tener una carrera universitaria como mecanismo de movilización y, por ende, de éxito y de felicidad en la vida. ¿Qué podemos aprender de la vida de Max en este sentido?

–AJM: Lo primero que tengo que decir es que yo soy un profesor universitario, que soy un catedrático, que hice un doctorado y que yo valoro la oportunidad de ser y de haber hecho todo eso y reconozco que eso cambió y mejoró mi vida, pero la vida no tiene que pasar por ahí necesariamente. Conozco seres mucho más capaces, mucho más inteligentes, mucho más consistentes que yo y que muchos catedráticos y catedráticas que conozco.

Entonces, aunque a mí me parece una aspiración legítima y me parece una gran cosa para las familias (eso cambia a las familias y rompe con ciertos ciclos viciosos), lo cierto es que el mundo académico puede convertirse en un mundo muy mezquino, muy empobrecedor. Las personas que vivimos en este mundo de la universidad podemos dar testimonio de agredir o de haber sido agredidos, porque hay toda una lucha por el prestigio, por ejercer ciertos poderes también.

Luego, uno se encuentra a gente como Max, que no terminó el colegio y es un sabio, con todas las limitaciones y contradicciones de cualquier vida humana, con todo el daño que hay en cualquier vida humana, no vamos a negar eso. Es decir, yo no estoy convirtiendo a Max en un ángel, simplemente yo no entré en eso porque este libro no es una biografía de Max. Alguien podría hacer ese reclamo y con toda razón: “Usted, en algún sentido, está colocando a Max como un ser angelical”, y no, nada más alejado de eso, a mí me interesaba su trabajo, su poética, cuento algunas cosas de su vida, pero esto no es una biografía.

Lo que sí creo es que la gente tiene que buscar formas de conocimiento, eso sí, y eso no se lo da la universidad. También es cierto que vivimos una época en la que cada vez más hay una especie de alegría por la ignorancia embrutecedora y agresiva, que eso sí es un problema serio y donde las universidades y los sistemas educativos tenemos un desafío enorme. Pero reconocer esto tiene que ser como una cura de humildad para quienes nos dedicamos al mundo académico y a la investigación: aprender a encontrar el valor cognitivo, humano, ético que hay en muchísimas vidas que no pasan, que no pasarán por la universidad. Yo no creo que la universidad sea la máxima aspiración posible en un ser humano. Creo que es una gran cosa, ojalá todo el mundo pasara por la universidad, pero ya que me hacés esa pregunta, mis padres no pasaron por la universidad y son dos seres humanos sencillos, pero decentes y eso es mucho decir en estos tiempos.

–¿Qué significa el premio nacional para el proyecto de investigación en Nicoya?

–AJM: Es una alegría para mí y para mi familia. Probablemente lo único objetivo que producen los premios es una alegría inicial cuando los anuncian y uno lo sabe. Los premios son el resultado de una decisión muy limitada, es un jurado compuesto por pocas personas. Probablemente si hubieran sido otras personas le dan el premio a otro libro. El año pasado se publicaron una enorme cantidad de libros buenísimos. Este libro comparte el premio nacional con un libro formidable de Carmen Araya sobre vendedores ambulantes, que es una investigación social formidable, poderosa, consistente.

Digamos que a mí me produce alegría por la alegría que le produjo a mis padres, a mis hermanos, a mis amigas, a mis amigos. No creo que haga ninguna diferencia en el proyecto. Este proyecto empezó gracias a un alcalde que ya no está y no estoy seguro de que vaya a continuar. Por otra parte, yo ya tengo que regresar a San José a las clases presenciales y este es un proyecto que supone estar muy presente en la vida cotidiana de un lugar.

Tengo en mente un proyecto sobre el río Tempisque. Estoy terminado de leer un libro de Claudio Magris que se llama El Danubio, que es un libro sobre toda la producción cultural que fue surgiendo en torno al Danubio, entonces él cuenta de ciudades, personajes, obras literarias, acontecimientos bélicos, etc. en relación con el Danubio. El Tempisque es un río mucho más humilde, pero tiene historias que no se han contado y quiero contarlas, pero no sé si voy a tener la posibilidad de hacerlo.

En Nicoya quedan por contar, por investigar, que ya se ha hecho en parte, cosas tan valiosas como la cofradía de la Virgen de Guadalupe, que es la única institución colonial que queda en este país y que tiene unas expresiones comunitarias formidables, donde el centro de la actividad es el sentido de gratuidad, no el de utilidad. Las fiestas comunitarias gratuitas, la comida, la bebida, pero además, de un sentido de la mutualidad, mucha gente colabora para que mucha gente tenga comida y bebida gratis. Eso en estos tiempos es una cosa que habría que pensar.

La iglesia colonial es otro tema, aunque puede que no sea colonial por la fecha, pero ahí hay una historia colonial. Pero también la literatura, prácticas culturales que tienen que ver con la vida campesina que yo pude advertir cuando hice el libro sobre las casas, estructuras que tienen que ver con la alimentación del ganado, con el encierro del ganado, con los sembradíos, objetos, instrumentos que conocemos poco. Ahí hay un mundo muy rico que puede seguir siendo estudiado. Es complicado porque yo he ido a hablar con gente de los bancos, con gente de ciertas empresas a ver si están interesados, pero nadie está interesado. Entonces, yo no estoy tan seguro de que un premio cambie ese escenario. Estos libros son el resultado, además del aporte de la municipalidad, de mucha gente de mi familia que me dio plata y un par de empresas, pero no quiero pasarme la vida desgastándome en eso. Por sí solo debería ser argumento, pero no lo es. Yo tampoco me voy a poner en un plano de ponerme a llorar por eso, siempre ha sido así.

 

Fernando Montero Bolaños
Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR

Reencontrarnos

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Pareciera como si el follaje del Jardín del Edificio dos de Ciencias Sociales de la UNA agradeciera el acto luminoso de la música. Se mueve al compás de una dulce flauta traversa, de un jazz acompasado y su interpretación descomunal en la sociabilidad de un medio día que no quiere irse.

Es cierto. La naturaleza responde al acto sobrio de la música. Me dediqué a observar durante minutos cómo las plantas y el follaje que componen el hermoso jardín se balanceaban con los acordes.

En la semana de regreso a la presencialidad gradual, el Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística (CIDEA) y la Facultad de Ciencias Sociales, ambos de la UNA, entendieron la dimensión humana de la calidez, la sensibilidad y el vínculo, en una época que urge de políticas que recuperen el afecto y la ternura como sus principales estrategias.

La estudiante Britany Artavia se presentó el mismo día internacional de la Mujer con una interpretación hermosísima. Devolvió con ello el necesario mensaje de seguir trabajando por un mundo más justo y solidario.

Dos dias después Fabián y Cristian nos deleitaron con casi una hora de jazz que resonó por todos los pasillos de la Facultad. En medio de su presentación, Carlos Luis, estudiante de Danza y quien casualmente iba pasando por el lugar, se unió con una corta improvisación performativa. No hacen falta palabras para describir la sensación producida.

En tiempos de transición hacia nuevas formas de reencontrarnos, el arte definitivamente nos ayuda a soltarnos los apretados cordones de la tensión y aflojarnos lo que nos aflige en la garganta y el corazón.

Debemos encontrar nuevos sentidos para apropiarnos de esas formas, que también son políticas, que nos permitan avanzar hacia una experiencia colectiva donde la confianza en el otro y la otra, sean restituidas.

Al terminar su improvisación, Carlos Luis originario de Liberia (Guanacaste) ubicado en la zona pacífica central del país y Jian, compañero proveniente de Limón, en el Caribe, se cruzaron un saludo afectuoso con los músicos. Un “volver a reconocerse” en medio de un contexto que solicita eso: el reconocimiento mutuo.

En medio de una semana hermosa y crispada, si, a nivel nacional y global, estas maneras de “respirar” nos devuelven la alegría y la esperanza. Reencontrarnos es necesario. Movernos con la música y sus sugerencias es urgente. Volver a vivir.