Introducción Antonio Gramsci (1891-1937), teórico marxista y fundador del Partido Comunista Italiano, es hoy una figura reivindicada tanto por la izquierda como, paradójicamente, por la nueva derecha radical. Su análisis sobre la hegemonía cultural y el rol de los intelectuales contra la dominación política ha traspasado fronteras ideológicas. Pero ¿por qué un pensador de izquierda es instrumentalizado por sectores reaccionarios? Y más importante aún: ¿cómo pueden los demócratas recuperar su legado para defender las libertades frente al ascenso del nuevo fascismo?
Gramsci: breve semblanza Encarcelado y llevado a la muerte por el régimen fascista de Mussolini, Gramsci desarrolló en sus Cuadernos de la cárcel conceptos clave como «hegemonía cultural»: la idea de que las clases dominantes no solo imponen su poder mediante la fuerza, sino a través de la educación, los medios de comunicación, las instituciones y (agrego yo), los mitos de dominación; moldeando el sentido común de la sociedad. Para Gramsci, la transformación social requería una «guerra de posiciones» —una lucha ideológica y cultural prolongada— antes que una revolución violenta.
La apropiación de Gramsci por la nueva derecha Paradójicamente, figuras de la derecha radical (desde Steve Bannon en EE. UU. hasta ideólogos de Vox en España y de Javier Milei en Argentina) usan a Gramsci para justificar su propia batalla cultural. Han invertido su marco teórico: ven a las dirigencias progresistas como la «casta woke» que impone su hegemonía (feminismo, ecologismo, multiculturalismo, derechos humanos) y se proponen «reconquistar» los espacios culturales centrales (universidades, escuelas, medios, arte, literatura). Su estrategia replica la gramsciana, pero con el fin de deslegitimar la democracia pluralista y normalizar discursos autoritarios.
¿Es posible usar a Gramsci para defender la democracia? Frente a esta paradoja, los demócratas podemos rescatar al Gramsci original a partir de ejes de acción como los siguientes:
Una contrahegemonía democrática: Promover narrativas que vinculen derechos sociales con libertad, mostrando que el fascismo es incompatible con la justicia. Sin derechos sociales la libertad es solo un privilegio de unos pocos.
Alianzas amplias: Gramsci destacó el rol de los intelectuales orgánicos. Hoy, académicos, escritores, pensadores críticos, artistas y periodistas podemos articular un frente común contra la desinformación. La desinformación no es un error, es estrategia.
La cultura como trinchera: Fortalecer instituciones (academia, medios públicos, organizaciones sociales, educación popular) que fomenten el pensamiento crítico y la memoria histórica. La ignorancia es la semilla venenosa de los tiranos. El pensamiento crítico, la insumisión y la rebeldía son el antídoto de las personas libres.
Conclusión Gramsci advirtió que en tiempos de crisis, «lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer». La derecha neofascista intenta llenar ese vacío con mitos reaccionarios, discursos de odio y embrutecimiento de las mayorías para hacerse con el poder. La respuesta democrática debe ser una hegemonía sin hegemón (E. Laclau): sin imposición ni resignación, sino con deliberación, persuasión y participación colectiva basada en los valores de igualdad, libertad y solidaridad.
La situación que vive Costa Rica hoy puede ser la más crítica desde la fundación de la Segunda República en 1948. Entonces, José María Figueres Ferrer apostó por reconstruir instituciones tras la guerra civil. Hoy, nos encontramos al borde del colapso del Estado Social de Derecho y la democracia centenaria, amenazada por discursos autoritarios que desprecian conquistas sociales y derechos humanos.
La encrucijada de hace cuatro años
En las elecciones pasadas, una parte del centro y el progresismo optó por no respaldar a Figueres Olsen por sus cuestionamientos éticos. Temieron la vuelta del bipartidismo, sin medir que la alternativa era un discurso populista, autocrático y ultraconservador. Aquella decisión, más que un gesto de principios significó dejarle campo libre al político neoconservador, populista y autocrático, envalentonado por su exitosa manipulación de un pueblo agotado y desesperado, cuyo discurso maniqueo y violento ya tiene claros tintes neofascistas y ya, hoy, pone en jaque la estabilidad democrática.
El peligro real: de Federico Tinoco a un nuevo autoritarismo
Negociar con sectores políticos moderados y democráticos, por imperfectos que sean, no implica renunciar a la ética, sino reconocer límites infranqueables: aquí no caben proyectos que desprecien los derechos sociales y civiles. No podemos permitir el surgimiento de un “Federico Tinoco” moderno—más astuto y manipulador—que prometa orden a costa de instituciones y libertades.
Lecciones de la región
Tenemos muchos ejemplos cercanos a nuestra realidad latinoamericana, para tener el espejo que nos permita vernos reflejados.
En el Chile de 1973 el golpe contra Allende abrió dos décadas de represión y retrocesos sociales.
En la Argentina de Videla la erosión progresiva de la democracia terminó en el brutal autoritarismo militar, dejando heridas que no terminan de cicatrizar y hoy Milei ataca con todo a su frágil democracia post Videla.
En Nicaragua un traidor de Sandino, disfrazado de socialista, tiene a Nicaragua sumida en el caos desde 2007, donde la sombra de Somoza se aprovechó del discurso “revolucionario”, para volver al control absoluto del poder.
Estos ejemplos demuestran que el mal mayor no siempre irrumpe de golpe, sino por erosión lenta de contrapesos y libertades.
Reconocer al verdadero enemigo
Antonio Gramsci nos recordó que la hegemonía se conquista también por consentimiento pasivo: hoy, la indiferencia ante ataques a la justicia social y la libertad de prensa nos hace cómplices. Herbert Marcuse advirtió que la sociedad “unidimensional” pierde la capacidad crítica frente a mensajes de “seguridad” y “orden”. Noam Chomsky nos insta a identificar siempre quién controla la narrativa y con qué fines.
Voces progresistas y nacionales como guía
José Mujica nos enseñó que la democracia no es un logro garantizado, sino una tarea cotidiana de resistencia. En Costa Rica, Rodrigo Facio defendió la Constitución ante amenazas golpistas; Manuel Mora Valverde luchó por los derechos laborales que Chaves hoy amenaza con sus jornadas de 48 horas 4×3; y José María Figueres Ferrer construyó este modelo de Estado Social de Derecho. Su legado nos invita hoy a cerrar filas.
¡Llamado a la Acción! Oigamos a nuestra conciencia
Oposición progresista, socialdemócrata y de izquierda democrática: urgimos a mirar de frente la magnitud de la amenaza y a reencontrarnos en el terreno de la defensa de la democracia y la justicia social. Identifiquemos al verdadero enemigo: no son los matices ideológicos internos, sino el autoritarismo que se abalanza sobre nuestras instituciones. Si no actuamos unidos y con urgencia, corremos el riesgo de perderlo todo. Ahora más que nunca, valga el optimismo de la voluntad de Gramsci: solo juntos podremos resistir y reconstruir la esperanza en Costa Rica y tiene que ser antes que sea demasiado tarde.
El globalismo neoliberal y libertario (liberticida, Rogelio Cedeño) han enriquecido a un puñado de personas, el 1%, mientras han precarizado a los sectores medios y empobrecido a las mayorías, quienes pagan los platos rotos de sus extravagancias. Ninguna novedad, para quienes consideran que el mundo es de los audaces, y salados los que carecen de esa cualidad; sobrevivan o muéranse.
Son estos sectores mayoritarios, los cabreados (molestos, enojados, indignados…), quienes en su desesperación se han convertido en la clientela electoral de una “nueva” clase política que les ofrece salir de su condición de marginalidad y precariedad a cambio de su adhesión incondicional. De esta manera, ha sabido aprovechar y capitalizar su enojo, desesperación y resentimiento, utilizando un discurso grandilocuente cimentado en una promesa de futuro próspero en lo económico, socialmente beneficioso y hasta pacífico. Está creando, así, las condiciones para legitimar su autoritarismo antidemocrático -revestido de una falsa democracia-, mostrándose como defensor y garante de derechos económicos y sociales de las mayorías.
Al respecto, cabe destacar, el señalamiento de Benjamín Tijerina sobre la correlación entre los porcentajes de los electores protestantes, tanto en zonas rurales como urbanas, y a través de todas las capas sociales y generacionales, y los triunfos de Hitler. De ahí, se concluye que el Partido Nacional Socialista no era simplemente un partido de las clases medias radicalizadas, sino un partido popular de la protesta (Tijerina, B. 1998). Efectivamente, en la Alemania de posguerra, primera Mundial, el discurso racista y supremacista de Hitler, así como sus acciones genocidas se vieron favorecidos por las condiciones leoninas y precarias a que fue sometida (Tratado de Versalles). En ese contexto, se supo capitalizar el resentimiento social de las mayorías populares, incluidos por supuesto los protestantes que eran la mayoría religiosa. Un sector de la jerarquía católica y uno minoritario protestante: la Iglesia Confesante, mantuvieron oposición al régimen fascista de Hitler; incluso, uno de sus miembros, el destacado teólogo Dietrich Bonhoeffer, fue víctima y mártir de la causa antifascista.
Hay un sustrato religioso popular en el apoyo que recibió Hitler de protestantes y católicos, así como por los rasgos propiamente religiosos que asumió el fascismo. Este fenómeno, con nuevos matices, tiende a replicarse en el neofascismo contemporáneo. Gravita con fuerza el factor religioso en su versión tanto secular como confesional. La economía se convierte en religión neoliberal (de mercado, Franz Hinkelammert) y la religión en economía neoliberal (pseudoteología de la prosperidad). Es el revestimiento religioso de la economía y económico de la religión. Por lo tanto, ahora, religión y política no requieren legitimarse recíprocamente, a la manera del régimen de cristiandad, vía lo ideológico, simbólico y ritual -aunque esta legitimación se continúe dando- sino que, manteniendo su “autonomía”, se ven integradas, haciendo causa común alrededor de un proyecto económico y cultural: el neoliberalismo, que se comporta religiosamente, favoreciendo un neoecumenismo de corte fundamentalista. Este fenómeno explica, en alguna medida, la emergencia de los partidos confesionales evangélicos en alianza, siempre, con aquellos sectores y partidos que impulsan el proyecto neoliberal, pero disputándose un espacio propio para acceder al poder.
De esta manera, el neofascismo ha encontrado asidero político-electoral en esta nutrida clientela de cabreados sociales, que asumen como ideario las nuevas promesas mesiánicas de los “vendedores de prosperidad” (Paul Krugman) de la nueva religión neoliberal. Por lo tanto, no es casual el apoyo, por ejemplo, recibido por Donald Trump en la reciente contienda electoral, tanto por los sectores medios precarizados, también “radicalizados”, y los empobrecidos (contando ahora con un alto porcentaje del voto de afroamericanos y latinos), donde el factor que incidió e inclinó la balanza electoral fue, en buena medida, la promesa de salvación económica. Con un apoyo, desde arriba y desde abajo, avanza peligrosamente, por los derroteros del autoritarismo que induce a nuevos genocidios (hoy, particularmente, de rostro palestino) y ecocidios. El neofascismo neoliberal es intrínsecamente violento; se comporta como un cerco o gueto que está conduciendo al “suicidio colectivo”. A los cabreados se les ofrecerá “pan y circo” (también represión si se portan mal) y, mientras se entretienen, la riqueza seguirá fluyendo hacia arriba.
La prosperidad para todos, al igual que la “paz” que anunciaban los falsos profetas en tiempos de Jeremías, es la gran mentira del neofascismo, que resulta más digerible cuando asume los rasgos de la ficción literaria (la novela como la “mentira bien contada”, con la gran diferencia de que en la literatura esta “mentira” está al servicio de la bondad, la justicia, la belleza…) o se reviste de religiosidad, bajo el carisma de sus agentes (legitimidad carismática, Max Weber) y la fe de unos seguidores, cuyo fanatismo induce al odio y la violencia. El neofascismo se articula, así, desde un discurso de distracción, por lo consolador y lúdico, y socialmente polarizador, por lo confrontativo, apologético y violento.
Un análisis del régimen posfascista de Jair Bolsonaro en Brasil, señala, siguiendo los planteamientos de Antonio Negri, por un lado, que el posfascismo corresponde a una “fase dura” del neoliberalismo, propia de un período donde este se muestra incompetente para generar modelos de equilibrio político, atender las demandas sociales y enfrentar la fuerte resistencia social. Por otro lado, se trata de una transformación autoritaria del Estado para el salvataje del programa neoliberal; un período en el cual se da una “fuerte recuperación de soberanismo”, donde la multitud ocupa el centro de la lucha de clases como protagonista de los procesos históricos; una implosión de esta multitud “en términos de inseguridad económica o ambiental y de miedo al futuro” y de un repliegue sobre la “defensa de la identidad” (Diego Sztulwarkhttps://www.revistaanfibia.com/lula-bolsonaro-neofascismo/)
Sí, estamos ante el avance político de un neofascismo o posfascismo de rasgos decididamente autoritarios y violentos, cimentado, en buena medida, en una religiosidad secular y confesional, que hace causa común alrededor de una promesa de salvación económica (el reino de Dios en este mundo) y de la seguridad que ofrece el retorno de los valores tradicionales para encarar las incertidumbres; desde ahí, utiliza y manipula la desesperación y el desencanto de las mayorías. La rebelión de los cabreados al servicio de sus victimarios.
Sin embargo, ahí donde está su fortaleza también está su talón de Aquiles. Como bien señala Paul Krugman en un reciente artículo, donde el resentimiento está conduciendo al poder a gente mala, este poder no se sostiene a largo plazo, pues cuando despotrican contra las élites la gente comprende que ellos también son elites; asimismo les cobrarán sus promesas incumplidas, y buscarán a quienes procuren decir la verdad. (https://www.nytimes.com/es/2024/12/10/espanol/opinion/elites-multimillonarios-tecnologia-gobierno.html).
El gran desafío para enfrentar la creciente ola neofascista es continuar develando sus contradicciones, la inconsistencia de su discurso grandilocuente, cínico, demagógico y propiciador del odio y la violencia. “La verdad nos hace libres”.
Costa Rica tiene penalizada la protesta social en el país (F. BBC News)
Oscar Barrantes R.* Círculo Bolivariano Yamileth López Centro Popular Costarricense de Estudios Sociales (CBYLO – CPCES)
Pulir un tanto la visión alrededor de la catastrófica, decadente y semicolonizada “democracia burguesa”, ¿en Costa Rica o América Latina? ¿Cómo la veo? ¿Cambio sistémico? No lo creo ni lo es. Tenemos argumentos de carácter filosófico, social, de praxis, espiritual y la realidad histórica como aliada, para ello.
Consideramos como punto de partida, es la degeneración a formas fascistoides de violencia del Estado burgués liberal reformista – como bien dice Miguel Sobrado en un artículo recientemente publicado, el Estado «clientelista» – la aparición de un engendro de Estado forajido, narcotraficante, paramilitaroide, mafioso y subordinado a los aparatos militares geoimperialistas como el Comando Sur, la CIA, el TIAR, la OTAN y otros tratados recolonizadores como el Plan Colombia, Plan Puebla Panamá – Medellín, el Plan Mérida, los TLC yankis; entre otros.
Estados y sus territorios convertidos en portaaviones del tráfico de drogas -tránsito, bodega, intercambio de droga por armas, distribución al menudeo y gran escala, expansión de operaciones y guerra de cárteles continentales y globales – de ofensivas de militarización neocolonial, instalación de bases militares – Comando Sur, OTAN, DEA, CIA, A.S.N., MOSSAD, MI6, – paraísos fiscales para lavado de activos y blanqueado de dólares, centros de operación de guerra asimétrica (contrainsurgencia y contrarrevolución) países utilizados como plataforma «proxi», para la guerra no convencional contra gobiernos y proyectos políticos que construyen sociedades y Estados soberanos, independientes, antiimperialistas y rebeldes.
En los países de América Latina y El Caribe se ilegaliza la protesta social y la huelga como instrumento jurídico y legítimo de la lucha por los derechos sociales. Se judicializa, se penaliza y se aplican sentencias de cárcel a lideres, activistas, dirigentes populares, sindicales, estudiantiles, obreros, campesinos, intelectuales, mujeres y hombres de los sectores, movimientos, comunidades y enjambres sociales en plena organización y movilización.
Chile fue un plan piloto, vinculado a la Operación Cóndor después del Golpe de Estado a Salvador Allende y al proyecto popular y democrático de la Unidad Popular. Más recientemente es Colombia el laboratorio donde se mixtura el eje económico con el político militar.
Se implementa una vuelta de tuerca al neofascismo americanizado, con una reingeniería social y mercantil al liberalismo fundamentalista (denominado por cierto academicismo como: neoliberalismo) con una mezclademilitarización con bases militares imperialistas, asociación a la OTAN, desarrollo de la industria de narcóticos, surgimiento de un departamento de paramilitarización y legitimación del paramilitarismo, manteniendo el escenario eleccionista burgués y la ficción de formas democráticas de poder.
Lo mismo se implementó con modelos particulares y de acuerdo con las realidades concretas en Venezuela del régimen de » punto fijo». En México con acento en las mafias oligárquicas marionetas de Washington desde los años de 1960.
En octubre de 1968 administración de Luis Echeverría y, su ministro de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz, atildan su clímax de odio a la movilización estudiantil y popular antiimperialista, al ordenar la masacre de la Plaza de Tlatelolco.
También ha tenido sus matices en Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Honduras, Haití quizás los más representativos del continente. Las castas militares y FF.AA., policías y servicios secretos de esos países tienen un rol central en la dinámica de esa metamorfosis de las superestructuras burguesas, forzadas por la estrategia de recolonización del imperialismo global anglosajón.
Se descuartiza la forma de Estado reformista social – liberal, porque no le es necesario estratégicamente al bloque neocolonial, con la pírrica, escasa y temporal victoria del imperialismo sobre el socialismo, (1989 – 2006) vendida como derrota definitiva y como «fracaso de la sociedad comunista».
El llamado «fin de la historia» de Francis Fukuyama – nada más alejado de la realidad histórica, hoy demostrado por los hechos vivientes, los acontecimientos en curso y la rueda de la historia girando con soltura y aplastando la escoria de las relaciones humanas retardatarias – recordemos que los reformismos socialdemócratas y socialcristianos, heredados de las tesis euroteóricas de Max Beber, Bernstein y Kausky, denominados también como» capitalismo con rostro humano» o los modelos de «Estado clientelista», «populismo» de Estado, «Estado social de derecho» o suplente reformista; sencillamente se hicieron como aplicaciones tácticas de contención social y contrainsurgencia, con el objetivo de frenar la radicalización revolucionaria, impregnar el conformismo de masas, » domesticar definió José Figueres Ferrer» en su oportunidad, mediatizar el descontento popular y la rebeldía social y nacional, así como desmovilizar a las fuerzas políticas y amplios sectores populares descontentos. Es un enfoque estratégico dirigido a taponear y diluir los proyectos políticos revolucionarios en desarrollo.
Acá es necesario un alto y esclarecer. Para Costa Rica, Guatemala, Bolivia, y talvez, otros casos en América Latina debemos separar esta concepción reformistas de los movimientos populares de conquista social – a tenor de las reformas sociales de las décadas de 1930 – 1940 – 50, 1960 – 70 – verdaderas transformaciones alcanzadas por la acción revolucionaria y la dirección política científico – social doctrinaria y estratégico- táctico de destacamentos político y movilización social – popular de masas proletarias conscientes y organizadas en unidad con sectores avanzados de la sociedad, que fueron retardados y cortados por la contrainsurgencia intervencionista y mercenaria oligárquica criolla, auspiciada por el imperialismo desde Washington.
Proyectos sociales valorados y respaldados por la energía racional, el espíritu moral y emocional y, la sangre de miles de obreros, familias campesinas, estudiantes, artesanos, intelectuales, mujeres y hombres del campo y de la ciudad.
Hoy estamos frente a la mutación del Estado oligárquico semicolonizado. La misma responde y es una arquitectura bocetada en los conciliábulos de las corporaciones y lobbies imperialistas, como el «Consenso de Washington», la OMC, «El documento de Santa Fe», en las encerronas de Davos, en las confabulaciones del «G – 7», Banco Mundial, FMI y en otras conocidas «liturgias» de las anquilosadas y estáticas aristocracias globales del «deep state». En las cavernas de los «thing thang» de los globalistas del fatalismo civilizatorio anglosajón.
Sin la menor duda, Costa Rica hoy se encuentra en la coordenada precisa que se le asignó por el hegemón, como pieza subordinada en el tablero geopolítico y regional, en el que le toca jugar un papel miserable y repugnante, al servicio de los intereses geo-globalistas.
Un punto de quiebre definitivo del «Estado nacional» y el sometimiento total de «la república burguesa semicolonial» a los designios de la doctrina y estrategia del hegemonismo unipolar y totalitario.
*Los escritos del autor son conocidos en la región en el área de la geopolítica, y aborda en el presente trabajo la crisis de la democracia costarricense, así cómo, desde la pequeña burguesía hasta la más rancia oligarquía se funden en bloque en sus intentos para salvar “los muebles” de un sistema que hace “aguas”, tanto en el plano interno como externo.
Invito a reflexionar sobre la situación que vivimos, que no es responsabilidad sólo de este gobierno.
Este gobierno es la continuidad de todo un proyecto transnacional capitalista neoliberal (y neofascista), impulsado aquí por los grupos «nacionales» de poder que se alternan en «coaliciones» en Casa Presidencial, Asamblea Legislativa, Corte Suprema, apoyados directa o indirectamente por jerarquías eclesiásticas y cámaras patronales; con la promoción de sus medios de desinformación e incomunicación social… mayoría de su propiedad.
Desde los Acuerdos de Stanby con FMI y BM (propuesta Chicago Boys) de 1982, seguidos por los PAEs I – II y III … el Consenso de Washington y los TLCs…UE y EU, la Alianza Pacífico de Inversiones y Comercio (APIC)… hemos vivido las pujas entre ellos (los grupitos de poder), por las tajadas y particiones de las inversiones, negocios y ganancias, cumpliendo con la destrucción del Estado Social, venta y privatización de activos y empresas estratégicas del Estado, desregulación de leyes laborales y de protección a consumidores y productores nacionales, depredación ecológica, agendas distractoras y engañosas, explotación laboral, desempleo, hambre, y si protestamos, garrote y persecución. (Leyes para aumentar penas a la protesta social).
Tenemos una creación amplia de leyes con instituciones de nombres ostentosos «en favor» de las y los habitantes: mujeres, niñez, consumo, campesinado, indígenas, el ambiente, etc. Sin embargo, la situación empeora y se agrava, aumentando los daños, muchas veces irreversibles e irreparables como los feminicidios y crímenes de odio o la destrucción ecológica.
Los movimientos sociales y partidos autoproclamados populares, estamos divididos, o en algunos casos cooptados (o en alianzas discutibles con los grupos de poder); desmovilizados (producto de todo lo anterior), muchos gremializados (con luchas focales por cada quién) y hasta movimientos y acciones funcionales, sea que al realizarlas (con o sin intención) sirven para que funcione el proyecto violento, depredador y de muerte.
Son casi 40 años de este reacomodo del capitalismo.
Por dicha también hay otros procesos que avanzan y se fortalecen, de economías autónomas y solidarias, alternativas en salud – medicina natural, educación y agricultura orgánicas y desde las personas afectadas e interesadas en ese Otro Mundo Posible AHORA…
Hay que seguir luchando, articulando, movilizando, protestando y construyendo fuertes alternativas al sistema y NO en el sistema.
Debo de reconocer que luego de la alharaca de vestimentas rosa relacionadas con el lanzamiento de la película Barbie, tanto en Costa Rica como a nivel internacional, no tenía la menor expectativa sobre los alcances de la misma.
La primera advertencia vino de parte de una de mis sobrinas, quién haciendo un resumen de la misma, trajo a colación los conceptos de machismo, patriarcado y misoginia; todo un logro comprensivo para una chica de quince años, formada toda su vida en centros educativos de naturaleza católica, y para rematar, viviendo en una sociedad que privilegia valores conservadores que cosifican y discriminan a la mujer.
El empujón definitivo para verla lo encontré en un video que me llegó por Whatsapp, en el cual una mujer del movimiento profamilia atacaba la película, y aducía que la misma procuraba destruir los valores de la familia tradicional.
Barbie plantea una ficción temporal y espacial que se enfrenta de manera violenta en varios planos con la realidad en la que nos desenvolvemos. En primera instancia, encontramos una sociedad material, perfectamente organizada alrededor de la protagonista, y en la cual dominan las mujeres hermosas y estilizadas, con una organización social superficial, inamovible, repetible todos los días.
En contraposición a ese escenario, el acercamiento de Ken a la sociedad humana, le hace copiar y disfrutar de los “mejores valores” del patriarcado, para imponerlos en Barbieland, mediante un supuesto proceso democrático (dicho sea de paso, manipulado) que terminaría beneficiando a los machos.
Barbie, la película, coquetea con algunas explicaciones y posibles soluciones al nefasto patriarcado, incluso hace una velada crítica a la sociedad capitalista norteamericana. Aunque, es insuficiente en explicaciones (léase a Simone de Beauvoir, Rita Segato o Judith Butler) hay que reconocer que para ser una comedia de cuño hollywoodense, se toma algunas libertades políticas de mal gusto para algunos de los sectores más conservadores: la mujer dueña de su cuerpo, de sus afectos, de sus proyectos personales, de su capacidad organizativa.
Barbie, la película, habría sido imposible en nuestras sociedades hace unos 15 o 20 años, lo que hace alusión a los limitados, pero decididos avances que el movimiento femenino ha venido alcanzado, pero que en cualquier momento pueden ser cercenados como de hecho ya ocurre en El Salvador, Estados Unidos de América o Polonia.
Tengo la sospecha que a diferencia del capítulo titulado “Lisa contra la Baby Malibú” (Los Simpson, 1994, quinta temporada), en el cual solo una niña aprovechaba el trabajo crítico de Lisa, esta producción cinematográfica influirá de manera positiva en millones de mujeres y varones, deconstruyendo así prácticas nocivas para el desarrollo de la humanidad. Sobre el particular, en 1992 Gabriel García Márquez externó una idea que tiene plena vigencia: “Lo único realmente nuevo que podría intentarse para salvar la humanidad en el siglo XXI es que las mujeres asuman el manejo del mundo (…) Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano (…) Pero, aunque solo fuera por eso, la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Al final de la comedia, en esas reservas que permite la ficción, me encantó que Barbie, la muñeca, se convirtiera en una humana imperfecta, y que, de paso, se decantara por ser una chancletuda; el pensamiento crítico en plena construcción, tan necesario en una sociedad en que se exaltan la discriminación, el odio, la exclusión social, el individualismo, y el nefasto neo fascismo que ya toca a nuestras puertas.
En esta quinta cápsula, Juan Carlos Durán Castro, del SIFUPCR (Sindicato de Funcionarios Públicos y Privados de Costa Rica), discute sobre el populismo de derecha y el neofascismo como contexto del conflicto armado actual entre Rusia y Ucrania, también conocido como la Guerra del Dombás.
En particular, discute sobre las elecciones costarricenses y el espectro político de los dos partidos de la segunda ronda, el Partido Liberación Nacional y el Partido Progreso Social Demócrata. Además, hace énfasis sobre el riesgo que el resultado de las elecciones podría tener sobre la institucionalidad costarricense.
Por Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense
Con la arrogancia acostumbrada, tan propia de los emperadores romanos de la antigüedad, el ocupante de la Casa Blanca se deja decir que “Cuba es un Estado fallido que reprime a sus ciudadanos” (Diario La Nación, San José de Costa Rica, viernes 16 de julio de 2021, pág.23), lo que da a lugar a que -exteriorizando nuestros pensamientos- le preguntemos ¿si la isla mayor de las Antillas es un estado fallido?, entonces ¿qué son países como Guatemala, Honduras, Colombia, Paraguay, Haití, la semicolonia de Puerto Rico (a la que Donald Trump quiso desahuciar hace un par de años) y otras islas caribeñas, en las que la vida resulta insufrible?, cuando bien sabemos que son unas naciones o estados-nación que son incapaces de resolver las necesidades más elementales de la gran mayoría de sus habitantes, además de acudir, de manera sostenida, a la represión más cruenta y despiadada de la protesta social, tal y como ha venido sucediendo en los casos de Colombia, Ecuador, Honduras, Chile y la Bolivia de Áñez, la pobrecita aprendiz de dictadora, en fin unos países donde hay cientos de detenidos, innumerables desaparecidos, además de centenares de víctimas mortales.
En una muestra de lo que es la brutalidad imperial, el emperador o presidente Joe Biden, declaró: “También dejó claro que no prevé permitir el flujo de remesas, que podría aliviar la presión económica que contribuyó a la ira generalizada” (ibidem) con lo que no oculta la descarada intencionalidad de hacer capitular por hambre al pueblo y a la nación cubana, un acto de confesa criminalidad que los latinoamericanos dignos no podemos aceptar jamás, a condición de aceptar ser vasallos de ese imperio despiadado, ese que acabó con la democracia guatemalteca en 1954, la que jamás regresó a esa desdichada nación.
En realidad sucede que aún en el caso de que quisiera variar su política hacia Cuba, este gobierno estadounidense no se atreve a retomar el camino de Obama en relación con la isla, por temor a la ultraderecha cubana en el senado, donde los demócratas tienen una precaria mayoría.
La protesta está bien y es un derecho irrenunciable del pueblo cubano, el actual gobierno y cualquier otro debe atender las demandas más sentidas de la población, lo que espero es que los cubanos de a pie eviten caer en la trampa que les ponen desde el otro lado del estrecho de la Florida, pues la ultraderecha cubana no es democrática y sólo espera, siempre obediente a los mandatos imperiales, caer sobre los bienes existentes en la isla, además de conculcar los derechos políticos, y sociales de las grandes mayorías cubanas para crear un remedo de democracia, uno donde no cabrían ni la izquierda en el poder, pero tampoco las disidencias socialistas que fueron perseguidas otrora por la propia revolución, el imperio estaría abriendo el campo al neofascismo, cuidado mis queridos isleños, hijos de José Martí. Es necesaria la unidad y el debate abierto entre las diversas fuerzas y sectores revolucionarios, además de un diálogo franco y valiente con los jóvenes, pues me atrevo a decir que las nuevas generaciones tendrán que decir lo suyo (nunca en la historia, ha sido de otra manera), asumirlo y luchar por esas metas, con esas sensibilidades que les son inherentes a los jóvenes. Éstas son sólo son unas reflexiones en voz alta, no pretendo imponer nada, es al pueblo de Cuba a quien le corresponde decidir sin imposiciones genocidas, sin ese puñal en la garganta con el que hace más de medio siglo el imperio amenaza a la nación cubana.
Para rematar esta puesta en la escena surrealista continental, la que ha resultado ser digna de los trabajos más exquisitos de Luis Buñuel y de André Breton, en el Perú milenario, gemelo del Alto Perú o Bolivia, la derecha totalitaria del fujimorismo, y otros sectores todavía más fascistas, ha venido poniendo en ejecución una especie de golpe de estado en cámara lenta, de tal manera que cuando faltan apenas unos pocos días para la fecha en la que debe ser juramentado el nuevo presidente de ese país, todavía el Jurado Nacional de elecciones no ha proclamado al ganador, el que indiscutiblemente es el profesor Pedro Castillo, un mestizo quechuahablante, originario de Cajamarca, en la sierra centro-sur, un hijo del Perú Profundo, del otro país, ese que ha sido relegado durante doscientos años. No hay día en que el fascismo no saque las garras en el Perú, tratando de sembrar el pánico en las calles, y ha estado asediando la casa del presidente del Jurado Nacional de Elecciones, como no ha dejado de hacerlo en Bolivia la muy racista derecha cruceña, siempre con sus amenazas, y en el vecino Chile, donde una convención constituyente se prepara para refundar ese país. Estemos atentos, porque esto de Cuba en cuanto a Washington no pasa de ser una jugada geopolítica en una región como la nuestra, en la que están perdiendo el control, ya sabemos que ellos no exportan la democracia, si es que todavía la profesan, aunque sea sólo de la boca para afuera, y prefieren recetarnos el neofascismo, a la manera de la Keiko Fujimori o la Yanine Áñez, sin ningún respeto para los derechos de las gentes.
De La Habana nos han llegado voces inquietas y llamados a la sensatez, para que en medio de todas las adversidades, y las justificadas protestas de la población, se entable el diálogo y la búsqueda de soluciones efectivas a los problemas del diario vivir, pero también a los que plantea la gestión política de la sociedad.
Una de esas voces, dentro de un texto muy extenso, nos dice que: “Hay que quitarle dramatismo al asunto. Hay que darle su justo lugar. El tiempo dirá si la Revolución se repone de estas protestas y las que vengan, aprende las lecciones o sucumbe ante ellas. Deseo con todo mi corazón que la Revolución no se venga abajo. Si esto ocurre, Cuba se convertirá en Haití en cuestión de semanas o meses. No en Miami, como promete la gusanera (la ultraderecha de Miami, diría yo). Y para mi tristeza personal, mi barrio de Santa Fé se convertirá en un lugar insufriblemente pobre y violento, como todas las periferias de las ciudades latinoamericanas hoy en día… «
Pues miren que no andamos tan largo de ese horror fascista en la suiza centroamericana.
Hay que prestar mucha atención y reflexionar también de lo que ha ocurrido aquí, en Costa Rica, en tan solo los últimos 3 años.
La cuestión realmente es seria y no se puede ver con frivolidad.
Podríamos sostener que estamos viviendo una “explosión neo fascista” (Cornel West).
Yo llamaría a esta etapa: la primavera de la ultraderecha.
Esta versión fascista del neoliberalismo se expresa en el encierro en que están metiendo a los sindicatos, en la configuración de un Estado autoritario, en la represión de los espacios del conflicto social y la criminalización de la protesta social.
Todo un violento giro antidemocrático en tan poco tiempo, que tiene prácticamente derrumbada la Constitución.
Una derecha feroz que se fue de golpe contra la democracia.
Una bestia que creíamos desterrada, que hay que confrontar, como lo hacen los demócratas en Madrid, para evitar la barbarie en nuestro país.
Hoy, como en tiempos de la conquista, son los valientes pueblos originarios quienes están abriendo horizontes de esperanza, con su lucha justa por afirmar su identidad/dignidad y defender sus derechos, particularmente la recuperación de sus tierras.
Se trata de una lucha digna, patriótica y ejemplar de más de 500 años y que también significa, en nuestros días, romper el cerco neoliberal que les ha negado el verdadero derecho de ciudadanía, que va más allá de portar una cédula de identidad o de un principio constitucional que afirma la identidad pluricultural de un país.
En nuestro país, se han visto obligados a tomar acciones de hecho para recuperar sus tierras ante la desidia del Estado para proteger y defender sus derechos. Les ha costado caro. Pero están dispuestos a no claudicar.
Se han convertido, así, sin proponérselo, en la punta de lanza de la gran batalla que está librando el pueblo costarricense para romper este cerco que ha creado dos Costa Rica, como acostumbraba a decir, ya en los aciagos años de 1980, el insigne filósofo don Oscar Barahona, y que no solo ha negado y violentado derechos a nuestros conciudadanos indígenas, sino también a las trabajadoras y trabajadores del sector público y privado del país.
El cerco neoliberal que se venía fortaleciendo con la triple alianza entre el Partido Acción Ciudadana, el bipartidismo PLUSC y los partidos religiosos fundamentalistas PRN y PNR, conforme se acercan las elecciones del 2022, se muestra cada vez más debilitado, y no se vislumbra ninguna señal de repunte de ninguno de estos partidos que podrían darle un nuevo aire.
La decadencia del cerco neoliberal es una tendencia dominante en América Latina y, a raíz de la pandemia, el impacto cada vez más devastador del cambio climático y los desesperados y masivos flujos migratorios, entre otros fenómenos asociados a esta “jaula de hierro”, adquiere alcance global.
Este cerco, que pretendió reconquistar Bolivia con la biblia fundamentalista desplazando a la bandera wiphala, símbolo sagrado de los pueblos indígenas del altiplano, perdió la batalla. Y en Brasil es cada vez más inminente su fracaso, de cara al vergonzante papel del presidente Jair Bolsonaro, apoyado también por el fundamentalismo religioso. En Argentina se desplomó y en Ecuador, al parecer, va por el mismo camino.
El binomio entre partidos de derecha política con rasgos neofascistas y el fundamentalismo religioso pierde credibilidad y fuerza política. Ha quedado expuesto su rostro antidemocrático, intolerante y violento, tanto en el golpe de Estado en Bolivia como en los actos en la Casa Blanca que buscaban deslegitimar la elección del presidente Biden.
Sin embargo, hay nuevos intentos de recuperar espacio político en países como Perú, con la candidatura de Rafael López Aliaga que emula el comportamiento del bolsonarismo, tal y como lo argumenta, el sociólogo de la religión, Pablo Barrera (ver aquí).
También, en nuestro país, el liderazgo político-religioso fundamentalista se apresta a una recuperación de su fuerza política, capitalizando el descontento mayoritario con el actual gobierno de perfil más laico. Pero, no le será fácil por su complicidad con la política neoliberal prevaleciente. Asimismo, ya no tendrá el mismo efecto electoral levantar la bandera del mesianismo para “salvar” al país, cuando han sido evidentes y escandalosas las disputas por repartirse el botín de la deuda política, que los ha conducido a dividirse. Una vez más, se muestran como partidos que van tras los panes y los peces.
Se están dando las condiciones para romper el cerco hegemónico neoliberal en Costa Rica. Es la única vía para defender y fortalecer el régimen democrático y garantizar el respeto a los derechos de los indígenas y de las trabajadoras y trabajadores hoy vilmente pisoteados.