El podcast “La Telaraña” les invita a sintonizar su nuevo programa llamado “Verdades Alternativas” el cual será transmitido el próximo 18 de julio de 2022, a las 7am vía 95.5 FM.
El título brindado a este programa responde al término que surgió en la era de Trump, como una referencia a las declaraciones engañosas que se hacen desde los gobiernos. Por ende, se plantea que este será un espacio para conversar sobre las responsabilidades del científico, el artista y el ciudadano en este panorama, sobre simulacros, noticias falsas y teorías de la conspiración.
Verdades Alternativas será facilitado por el biólogo celular Felipe Mora y el artista visual Manuel Zumbado. Asimismo, el programa podrá ser disfrutado posteriormente a su transmisión en el perfil de Spotify de La Telaraña aunque no se disponga de cuenta en la aplicación.
Si desea más información acerca de este programa, puede consultar la imagen adjunta.
Es un lugar común, desde hace mucho tiempo, afirmar que la primera víctima de las guerras es la verdad. Esto es válido en el conflicto entre Rusia y Ucrania, sólo que la verdad ha sido seriamente afectada mucho antes de que se iniciara esta guerra.
En un conflicto como éste, las dos partes involucradas van a mostrar su versión de los hechos, desautorizando a su contendiente. Se crea entonces una perspectiva maniquea, de blanco y negro, donde en forma recíproca, se reivindica que uno es el malo y el otro el bueno.
La Organización del Atlántico Norte (OTAN), Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Ucrania, tienen una versión de los hechos relacionados con la guerra que se desarrolla, lamentablemente, en este último país, diametralmente opuesta a la que expresa la Federación Rusa. Expresan esa visión a través de declaraciones oficiales y mediante lo que dicen sus líderes, de las que se hacen eco de inmediato los múltiples medios occidentales y la teleraña de redes sociales existente.
Acusan a Rusia y a su Presidente, Vladimir Putin de iniciar una guerra contra Ucrania en un afán de dominio político y de expansión, sin ofrecer el necesario contexto y antecedentes que ofrezcan una versión más objetiva sobre lo que realmente está sucediendo. Se trata de una acción diabólica de un país agresor, que nada tiene que ver con la geopolítica y los intereses económicos, políticos y militares, que tienen las potencias y los países. Tal es su perspectiva.
Sin embargo, en una muestra más de debilidad estratégica que de fortaleza, los gobiernos de la OTAN, encabezados por Estados Unidos, se han lanzado a la tarea de impedir a toda costa que se conozca la versión de Rusia sobre lo que está sucediendo. Han bloqueado utilizando todos los instrumentos a su alcance a medios como Russian Television (RT), Sputnik y otros medios rusos, para que no cuenten la versión de las causas de esta guerra e informen sobre lo que está sucediendo.
Los gigantes tecnólogicos se ha sumado en esta mega empresa de asegurar que solo haya una versión de los hechos. Con ello, se impide que las personas reciban las distintas perspectivas para poder hacerse una opinión de un conflicto cuyas ramificaciones ya se hacen sentir en todas partes. Por ahora, en el incremento de los derivados del petróleo y algunas materias primas, que están haciendo crepitar la tenue recuperación pandémica y post-pandémica, que se empezaba a vislumbrar.
Así que no solo la verdad ha sido víctima de esta guerra, sino la libertad de expresión. De esta manera, potencias y países que reivindican ser paladines de los derechos humanos, se desdicen en los hechos concretos y palmarios, al violar en forma flagrante la libertad de expresión en el mundo.
Lo más cercano a la verdad es que hay responsabilidades compartidas en esta guerra que tiñe de dolor y sangre a dos pueblos. Entonces, nos preguntamos: ¿Por qué no permitir que se profundice en las causas más profundas de este conflicto?
La mayor parte de los medios occidentales están informando, de una manera, más cercana a auténticas campañas que a la búsqueda de la objetividad, aún cuando sea tan difícil de alcanzar. A algunos medios no les importa ya publicar imágenes de videos de guerra, o de fotografías que no responden al hecho del que se informa. El fin justifica los medios: Se trata de propagar noticias falsas (“fake news”) que luego las redes sociales se encargan de magnificar sin freno.
Tal restricción o anulación de la libertad de expresión nos alcanza como país y ciudadanía, de distinta manera. Por un lado, porque la mayoría de medios informativos nacionales se encargan de ofrecer una sola versión de los acontecimientos y, más grave aún, cuando el canal gubernamental, el 13 saca del aire al telenoticiero RT.
Entonces un Estado que se dice defensor y promotor de los derechos humanos, de manera seguidista y acrítica, se suma a esta campaña internacional promovida por la OTAN y el gobierno de Joe Biden.
Aspiramos entonces a que estas posturas contradictorias con respecto a los derechos humanos y la libertad de expresión, sean corregidas por el gobierno; aunque no albergamos muchas esperanzas a raíz de las orientaciones políticas que han venido prevaleciendo en los últimos tiempos.
Por último, es nuestra esperanza que las negociaciones entre los gobiernos de Rusia y Ucrania, se desarrollen con la celeridad que el grave conflicto amerita y se llegue pronto a una salida constructiva y equilibrada para las dos partes, para el bien de los pueblos de ambos países y para la tranquilidad de todos los pueblos del mundo y, particularmente, para lo que aspiramos los ciudadanos –como yo—que luchan por un mundo justo y pacífico.
Las noticias falsas (fake news) son pan de cada día en los medios de comunicación costarricense. Dicho mal se acrecienta en contexto de cambio de riendas políticas, en el marco de procesos electorales. Sin embargo, en medio de las campañas de miedo que se han desarrollado en diversos escenarios. Ha surgido un contra-movimiento, gracias a la academia, por medio de plataformas que intentan desarrollar mecanismos para develar las informaciones falsas. A su vez, otros medios de comunicación (incluso los hegemónicos) han recurrido a la campaña contra la información falsa, como un mecanismo para limpiar la imagen ante una sociedad que clama por mayor ética.
En la reciente historia de la política costarricense las noticias falsas catapultaron la polarización del proceso electoral nacional costarricense (bajo una dualidad progreso-religión), así como la tensión por el uso de la vacuna contra el COVID19 (bajo una dualidad ciencia-conspiración).
Las fake news buscan las 3D (desalentar, despistar, desviar), frente a esto, las comunidades de la liberación deben dirigir sus esfuerzos por el boicot a los medios de comunicación que se alimentan de este tipo de prácticas, y de la mano de la beligerancia pacífica por medio del boicot, propiciar el surgimiento de nuevas plataformas de comunicación de carácter alternativo, tanto con visión global como local.
Uno de los grandes desafíos que afrontamos los países, es el de democratizar las franjas televisivas y radiales, ya que estás siguen siendo el mecanismo más popular; por otro lado, es fundamental apropiarse de los espacios de opinión en los diarios impresos, para empujar hacia un futuro que reclama mayor transparencia en la exposición de la información.
Enfrentamos un gran desafío, con el desarrollo de internet y el uso de redes sociales como collage de información organizada de manera no aleatoria por una serie de algoritmos, que responden al perfil han elaborado de nosotros la cabeza invisible del internet. Frente a esta dominación es imprescindible crear tejidos de comunicación de esperanza.
Tenemos que garantizar una comunicación tradicional y orgánica desde y con nuestra comunidades, por eso es fundamental alentar nuevas formas de comunicación. En este sentido, frente a la hegemonía de la comunicación dominante y alienadora en la dinámica de comunicación y desarrollos políticos, resulta más que urgente, en medio de la revolución emergente del internet y sus productos, propiciar la alternativa, por medio de la producción y reproducción de nuevos relatos en la comunicación, donde emerjan las propias ficciones y emociones de las comunidades, despuntar la autonomía de la comunicación, eso sin duda alguna alimenta al ser soberano de un país y precursor de soberanía.
La incertidumbre surgida a raíz del COVID-19 fue aprovechada para diseminar creencias pseudocientíficas en las redes sociales.
Remedios caseros para prevenir la enfermedad, dudas sobre la vacuna y otros procedimientos médicos, xenofobia y discursos en contra de la institucionalidad forman parte de un «coctel» de contenidos falsos o engañosos que han circulado en medios digitales durante la pandemia.
En momentos de crisis, en los que la sociedad necesita soluciones y respuestas rápidas que brinden certeza, se crean discursos que ofrecen resultados carentes de verdad o de evidencia científica.
Estudios recientes muestran que la desinformación durante la pandemia ha girado en torno a temas coyunturales relacionados con la salud pública y su protección, así como a dinámicas sociales de carácter estructural e histórico presentes en el imaginario de los costarricenses.
Este fenómeno se ha identificado en toda Latinoamérica, con un comportamiento muy similar en distintos países.
Uno de los hallazgos es que estos contenidos falsos circulan por canales digitales no formales y no en los medios de comunicación tradicionales. En estos últimos, hay establecidos criterios profesionales en el manejo de las informaciones.
La explicación de lo anterior es que las noticias falsas se propagan en las redes sociales porque ahí hay menor control de los datos o no existen filtros editoriales. De esta manera, esos contenidos se viralizan.
Para conocer la desinformación en nuestro país, un grupo interdisciplinario de la Universidad de Costa Rica (UCR) y de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) inició en el 2020 una investigación sobre tal temática y las noticias falsas (fake news).
Este es el primer acercamiento al tema que se efectúa con la participación de disciplinas como la comunicación, la lingüística y la computación. El estudio pretende identificar las principales tendencias y comportamientos de este fenómeno de la comunicación en el ámbito nacional, con la ayuda de herramientas tecnológicas, como la inteligencia artificial.
«La desinformación es un fenómeno que opera a nivel mundial. Desde las elecciones presidenciales de EE. UU. en el 2006, en las que ganó Donald Trump, las noticias falsas llamaron la atención y se inició su análisis en la academia. No obstante, hay muy poca literatura sobre cómo se manifiesta en Costa Rica», aclara Larissa Tristán Jiménez, coordinadora del estudio por parte de la UCR.
Existe la idea de que hay una abundancia de contenidos falsos y de que la exposición a estos es muy grande, pero investigaciones de Estados Unidos demuestran que tal contacto es menor de lo que se cree. El problema es que esa percepción del problema lo magnifica y eso genera desconfianza ante los medios.
Ciencia de resultados
La comunicación de la ciencia a la sociedad se ha enfocado en dar cuenta de los resultados científicos más que del proceso de generación del conocimiento. Esto implica que no ha habido un verdadero intercambio entre quienes desarrollan la ciencia y el resto de la comunidad.
Este énfasis en la ciencia de resultados ha constituido un caldo de cultivo para otro fenómeno de nuestros días, conocido como la «posverdad», en el cual la opinión es más importante que los hechos y las evidencias científicas.
Las redes sociales son una caja de resonancia de esta situación. En las redes digitales, “la opinión del ‘amigo’ tiene más validez que la de una persona científica o una voz autorizada”, indica Tristán, quien labora en el Centro de Investigación en Comunicación (Cicom) de la UCR.
Durante el contexto de la pandemia, se ha observado que la incertidumbre social que genera la enfermedad del COVID-19 ha dado pie a la aparición de discursos anticiencia en redes como Facebook y en grupos de WhatsApp.
“Debido a la confianza que se le tiene a la ciencia de resultados, cuando no hay respuestas científicas rápidas aparecen ciertos grupos que politizan y capitalizan esa incertidumbre”, agrega.
De esta forma, surgen creencias y conocimientos pseudocientíficos, a los cuales las personas se adhieren y que en algunos casos pueden ser peligrosos o perjudiciales para la salud pública.
La especialista del Cicom en comunicación de la ciencia, Margoth Mena Young, explica que el proceso de innovación y de descubrimiento científico conlleva dudas y equivocaciones, y no es tan lineal como las personas esperan. “La gente interpretó como errores de la ciencia lo que no se sabía en un cierto momento y se ha ido conociendo durante el desarrollo de la pandemia”, señala.
En el caso de la vacuna contra el COVID-19, la principal razón para su rechazo —que ha sido mundial— se debe a la rapidez con la que se logró crear este fármaco. Al descontextualizarse este avance, se entiende que el proceso fue rápido, pero se desconoce que la tecnología del ARN mensajero, que llevó a la creación de una de las vacunas, se venía investigando desde hace varias décadas.
Aunque en Costa Rica no se ha articulado un discurso antivacunas tan fuerte como en otros países, se observa en las redes sociales una apertura hacia otro tipo de saberes y conocimientos pseudocientíficos. “En el país no hay un movimiento anticiencia, sino la existencia de ciertos grupos que se activan con determinados temas, pero que no tienen un discurso público”, argumenta Mena.
Las tendencias
Tristán resume en cuatro ejes temáticos las tendencias identificadas en relación con los discursos asociados al COVID-19 en Costa Rica: conjuros, remedios, peligros y amenazas.
Algunas de las noticias falsas identificadas hacían alusión a que la prueba PCR no sirve para diagnosticar la presencia del virus SARS-CoV-2 y más bien puede llegar hasta la barrera del cerebro y dañarlo. Imagen: cortesía de Larissa Tristán.
Las noticias falsas analizadas fueron desmentidas por verificadores periodísticos, como #NoComaCuento, del periódico La Nación, y Doble Check, un proyecto afiliado a las radioemisoras de la UCR.
En el eje de los conjuros y remedios, se pone a disposición de la gente información sobre rituales y prácticas pseudocientíficas para curar y para evitar enfermarse. Por ejemplo, se recomienda comer ajos, ingerir cloro o hipoclorito de sodio.
Un aspecto que llama la atención de las noticias falsas es que siempre invocan a un experto, cuyo nombre no se conoce, pero que procede de Europa o Estados Unidos. Con esto se busca legitimar el discurso.
Mientras tanto, los peligros y amenazas tienen que ver más con teorías de la conspiración, que se fundamentan en que hay algo ominoso que el statu quo oculta y se tiene que revelar. Históricamente, este tipo de creencias han propagado ideas en contra del extranjero, razón por la cual se actualizan miedos presentes en el imaginario costarricense.
Se observó que algunas noticias falsas, con un tono alarmista e incitando al miedo, alertaban sobre el peligro que representaba el ingreso masivo de nicaragüenses con la anuencia del Gobierno, el cual no nos protegía como país. En otras palabras, el «enemigo» ya no solo era extranjero, sino también interno.
«Siempre hay una tendencia polarizante y contra el statu quo. Esto es muy grave porque son ataques beligerantes y constantes hacia la institucionalidad del país», comenta Tristán.
Para la experta, los contenidos negacionistas sobre conjuros y remedios llenan una necesidad cognitiva y existencial, porque ante la incertidumbre frente al virus, dan una falsa sensación de control.
Por su parte, las teorías de la conspiración también suplen un vacío afectivo en algunos casos, al responder a una serie de necesidades que en un momento de crisis no están siendo satisfechas.
«Hay en estas plataformas digitales un hilo muy delgado entre la ficción y la realidad, las fronteras se borran», señala.
Finalmente, las especialistas coinciden en que tener a las redes como aliadas de la comunicación científica implica lograr que los usuarios participen, que aprendan a detectar los contenidos pseudocientíficos y desarrollen una confianza hacia las fuentes científicas. Además, es necesario un protocolo para las publicaciones, ya que las noticias falsas hoy en día son muy similares al discurso científico.
Buenas prácticas para comunicar la ciencia
-Mostrar el proceso de construcción del conocimiento que está detrás de un concepto científico.
-Hacer a la población partícipe de los procesos científicos.
-Comunicar desde la homofilia: la persona emisora comparte con sus interlocutores los mismos atributos, como edad, creencias, educación, prácticas, intereses y miedos.
-Usar una narrativa que integre el conocimiento y las emociones (experiencias).
-Fomentar la confianza. La credibilidad en las instituciones científicas es un punto a favor que hay que aprovechar.
-Brindar información útil para la toma de decisiones y el bienestar social.
-Contar con un periodismo especializado en ciencia.
-Diversificar las estrategias de comunicación, trabajar con públicos diferentes y según sus necesidades.
-Utilizar más los recursos audiovisuales, como infografías y videos, para lograr una mayor participación del público.
Fuente: Margoth Mena Young, Centro de Investigación en Comunicación (Cicom).
Patricia Blanco Picado Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR
Personas con educación no universitaria, residentes de zonas costeras y con un bajo ingreso evaluaron con mayor veracidad las noticias falsas presentadas en un estudio experimental
Un estudio experimental de la Universidad de Costa Rica (UCR) determinó que factores sociodemográficos como el nivel educativo, los ingresos y la religiosidad marcan diferencias en la capacidad de la población costarricense para detectar las noticias falsas.
La iniciativa consideró una muestra a conveniencia de 819 personas con el fin de analizar la capacidad de la población en el país para detectar las noticias falsas vinculadas con la temática del COVID-1, así como su propensión a compartir estos contenidos por medio de la plataforma WhatsApp.
Según Brenes, diversos países alrededor del mundo, incluida Costa Rica, han evidenciado un aumento en la tendencia de compartir noticias falsas durante la pandemia. Dichos contenidos, además, presentan una mayor duración respecto a otros tipos de desinformación caracterizadas por ciclos noticiosos cortos.
El estudio destaca la importancia de estudiar este fenómeno de desinformación surgido en el contexto del confinamiento, dadas las consecuencias que puede tener en la ciudadanía y el impacto que genera en el cumplimiento de protocolos sanitarios y en la evolución de la pandemia.
“Es importante comprender el fenómeno, porque en cuanto haya noticias sobre el COVID-19 y la pandemia también habrá desinformación. La comunidad científica apenas va comprendiendo el tema poco a poco y, como suele suceder con asuntos científicos, es difícil de transmitir a la población”, explicó el investigador.
El estudio segmentó a las personas participantes en tres grupos diferentes y les solicitó que leyeran cinco noticias elaboradas por el proyecto informativo Doble Check. Las informaciones se presentaron a la muestra como publicaciones reales de un nuevo medio digital.
Aunque todas las personas participantes leyeron las mismas noticias, dos de las cuales eran falsas, dos falsas con alguna veracidad y una absolutamente veraz; se crearon condiciones diferentes para evaluar la información en cada grupo y, posteriormente, ver si los miembros estarían dispuestos a compartirla.
Mientras que al primer grupo se le sugirió leer de manera crítica las noticias, el segundo grupo las leyó y, luego, recibió un chequeo de los datos o fact-checking para conocer la veracidad de la información. Por su parte, el tercer grupo no recibió indicaciones antes o después de conocer el contenido.
Después de someter a las personas participantes a las diferentes condiciones descritas, se determinó que quienes tenían educación no universitaria, residentes de zonas costeras, con un bajo ingreso y más religiosas evaluaron con mayor veracidad las noticias falsas.
Brenes afirma que los resultados de este análisis experimental permiten afirmar que “las desigualdades en el desarrollo humano de la población también se reflejan en capacidades desiguales para detectar la desinformación en una noticia”.
“Estas personas necesitan mayor acompañamiento, las personas con más educación o desarrollo humano tienen ciertas habilidades críticas y reflexivas para enfrentarse a la desinformación. Las desigualdades impactan en muchas áreas y esta también es una”, enfatizó el experto.
El análisis determinó además que los miembros del primer grupo, a quienes se les instó a analizar los contenidos de manera crítica, mostraron una menor intención de compartir noticias falsas con cierta veracidad, respecto a la población de los otros dos grupos participantes.
“Parece que el hecho de plantear esa mirada crítica despierta en la gente cierta desconfianza. Es un resultado deseable, por un lado, pero al mismo tiempo preocupa porque podrían no creer en la veracidad de la información oficial”, enfatizó Brenes.
Según el investigador principal de la iniciativa, los resultados evidencian que «tanto la exposición al fact-checking como la evaluación crítica de la desinformación contribuyen a reducir la difusión de contenido desinformativo por vía WhatsApp».
El análisis realizado destaca la responsabilidad de los medios de comunicación para mitigar la propagación de las desinformaciones, así como el papel que desempeña la propia ciudadanía para evaluar el contenido que recibe y comparte con sus grupos cercanos.
“Cada persona tiene poder en el ecosistema comunicativo para compartir o no, hacer fact-checking o no, advertir sobre cierta información o no. Hay gente armada para desinformar y otra con habilidades para deconstruir esa desinformación. Vivimos una guerra de la desinformación y ahora depende de quién gana dando esa batalla”, concluyó el académico.
El estudio experimental busca explicaciones causales
Este estudio experimental se basó en un muestreo por conveniencia, es decir, la población consultada fue elegida entre la totalidad de voluntarios y voluntarias mayores de 18 años que respondieron a una convocatoria de participación abierta y divulgada en la red social Facebook.
La selección de las personas se basó en la aplicación de un cuestionario para determinar cierto conocimiento general en torno al impacto de la pandemia en la realidad nacional. Además, se confirmó que fueran usuarios de la plataforma de mensajería WhatsApp.
Lejos de identificar parámetros generalizables o representativos para toda la población del país, la iniciativa intenta establecer explicaciones causales respecto a la forma en que determinadas situaciones de desinformación impactan a la ciudadanía.
Andrea Méndez Montero Periodista, Oficina de Divulgación e Información
SURCOS comparte el comunicado del Colegio de Periodistas y Profesionales en Comunicación (Colper):
En defensa al derecho constitucional de acceso de información pública y ante el inicio de las negociaciones del Poder Ejecutivo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Junta Directiva del Colegio de Periodistas de Costa Rica y Profesionales en Comunicación, hace un llamado al gobierno de la República para que dicho proceso se dé en el marco de la transparencia y acceso a la información oportuna para construir la confianza necesaria en la población.
La única manera para contrarrestar las noticias falsas y la especulación entre la población es permitiendo a la prensa profesional el acceso al avance de los acuerdos y a los negociadores del gobierno para lograr informar de forma seria y adecuada los resultados de las negociaciones.
Desde el Colper estamos seguros del trabajo serio, responsable y profesional de parte de todos los comunicadores para darle a la ciudadanía la información balanceada para la toma de decisiones y así poder lograr los consensos que el país necesita.
El Colegio de Periodistas y Profesionales en Comunicación (COLPER) lidera diversas acciones tendientes a combatir el tema de las noticias falsas (fake news), fenómeno que atenta contra los principios más elementales del ejercicio del periodismo y el acceso a la información veraz y de calidad que exigen los ciudadanos.
De cara a las manifestaciones expresadas sobre el tema en el editorial del diario La Nación de este martes, en el sentido de que el COLPER debería liderar iniciativas sobre el tema en cuestión, la respuesta es: Sí, ya lo estamos haciendo y estamos comprometidos con acciones y discusiones serias para enfrentar este fenómeno.
En la actualidad se trabaja en una hoja de ruta para la puesta en marcha de estrategias viables, que incluyen propuestas de manuales éticos y profesionales, conformación de equipos de trabajo y búsqueda de aliados claves para enfrentar las noticias falsas. También se revisan las acciones emprendidas en otras naciones sobre el tema.
Paralelamente, el COLPER organiza y participa en distintos foros de discusión, tanto en sus instalaciones como fuera de ellas, con el firme propósito de divulgar entre los distintos públicos las acciones para erradicar o minimizar los efectos de las noticias falsas.
En este sentido apoyamos y felicitamos a los medios que individualmente han hecho esfuerzos para crear espacios que ayuden a desenmascarar este tipo de publicaciones.
Por otro lado, representantes de la Junta Directiva del COLPER se han reunido en diversas ocasiones con personeros de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en particular del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), así como del Instituto de Prensa y Libertad de Expresión (IPLEX), a fin de poner en marcha la iniciativa 20/20.
Este proyecto hace referencia a dos factores claves: uno es la necesidad de contar con una visión clara para evitar la transmisión de noticias falsas. Además, el año 2020 es un año de elecciones de alcaldías municipales, por lo que se requiere que el país tome medidas para garantizar el acceso a información veraz y de calidad para la toma de decisiones.
La idea es lograr el involucramiento de actores esenciales, como los partidos políticos, los medios de comunicación, los centros educativos y el público en general, entre otros, para atender el tema desde las diversas perspectivas, en aras de atender el fenómeno de una manera integral.
Un pilar fundamental en esta lucha es contar con comunicadores profesionales, por lo que la colegiatura es un paso para mostrar quiénes están detrás de las publicaciones. La sociedad exige y merece información de calidad y parar ello es clave que sean profesionales los que informen. Cada vez más se hace necesario diferenciar en la legislación lo que es libre expresión de lo que es generar contenidos informativos.
Esperamos que todo este esfuerzo redunde en un compromiso de los partidos políticos, medios de comunicación y demás sectores, por el apego a la transmisión de informaciones serias, veraces, éticas y comprometidas con el bien común.
Se debe educar a los públicos para que puedan diferenciar entre noticias veraces y noticias falsas
“Noticias Falsas” en el marco de los cursos de Comunicación Social que ofrece la Escuela de Planificación y Promoción Social de la Universidad Nacional-EPPS-UNA, fue el tema de las sesión realizada el pasado jueves 6 de setiembre en el Auditorio Rodolfo Cisneros de la Facultad de Ciencias Sociales
Para los académicos Karol Monge, Isabel Calvo y Efrain Cavallini responsables de los cursos de Comunicación Social de EPPS, desde la academia se debe robustecer el conocimiento de los estudiantes para que cuenten con herramientas que les permita procesar, analizar y discernir críticamente los contenidos que reciben de los diferentes medios de comunicación y plataformas tecnológicas.
Junto con los estudiantes Johana Yee, Sofía Vega y Julian Torres de la Escuela de Arte y Comunicación Visual de la UNA se realizó un taller para conocer sobre la campaña “#NoSeHagaelMaje” creada por los estudiantes como parte de un curso de su carrera en el CIDEA: “esta campaña en redes sociales tiene como propósito de visibilizar la problemática de la divulgación de las “noticias falsas” ya que estas han venido en aumento debido al creciente uso de las redes sociales”, indicó Johana Yee.
Johana, Sofía y Julian enfatizaron en la responsabilidad social y ética que debe prevalecer en la comunicación social, tanto en medios tradicionales como en redes sociales: “Debemos estar atentas ante la amenaza que se cierne ante la difusión de las llamadas noticias falsas, que son cualquier tipo de historia falsa que aparenta ser noticia y son creadas intencional y usualmente para desinformar e influir en las opiniones de las personas crear algún tipo de “mofa”, agrego Vega.
A partir de lo anterior, se rescatan 3 pilares fundamentales en el proceso de esta campaña: infórmese, investigue y cuestione. Para poner en práctica estos pilares, durante el taller los estudiantes de la EPPS se organizaron en subgrupos de trabajo y se les entregaron tres noticias para discutir acerca de los aspectos que las caracterizan como falsas o verdaderas.
Las y los estudiantes en sus respuestas señalaron la importancia de investigar al autor (a) de la noticia, la fuente, la ortografía, la fecha y el lugar, entre otros que ayudan a identificar contenidos engañosos.
Con estos espacios se espera fomentar en las y los estudiantes, sus familiares, grupos, organizaciones y comunidades con los que correspondan trabajen en un futuro profesional; la importancia del cuestionamiento y verificación de cualquier tipo de datos o noticias que reciban por diversos canales de comunicación, por ende, ser responsables de lo que se comparte y reproduce en los medios y redes sociales, pues sin duda estas noticias son creadoras de imaginarios sociales en los individuos.
Se mencionaron algunas pautas que ayudan a identificar noticias falsas:
No creer en todo lo que se lee, verificar la fuente y autor, analizar detalladamente la información, la fecha y el lugar, si posee alguna imagen observar con detenimiento la luz y el color pues estos deben coincidir, buscar fuentes confiables y consultar a expertos.
Cabe señalar, que esta campaña se encuentra en las redes sociales de Facebook e Instagram como “nosehagaelmaje”
Con respecto a la publicación titulada “UCR no paga impuestos por ¢29 900 millones: mediante entidad financiera privada”, de este 24 de agosto del 2018, la Universidad de Costa Rica le recuerda al medio y al periodista Sergio Jiménez su deber de ejercer la profesión periodística presentando información veraz y confiable.
La Universidad alerta a los lectores del medio y aclara que La Extra miente al señalar que la Universidad «omitió» en el pago de impuestos correspondientes a los fondos que administra la Junta de Ahorro y Préstamo de la Universidad de Costa Rica (Jafap), ya que esta no puede omitir ese pago debido a que en la actualidad ninguna ley le exige esa contribución.
Igualmente, es necesario evidenciar que la misma nota aclara, líneas más abajo, que no existe ningún tipo de obligación impositiva en la actualidad para la Junta. Es claro, que el medio y el periodista tratan de confundir a sus lectores haciendo parecer ilegal un acto que no lo es.
La Universidad de Costa Rica, desde su fundación en 1941 y declarada Benemérita de la Patria en el 2001, tiene como único objetivo responder a los más altos intereses de Costa Rica, protegiendo y guiando con conocimiento el bienestar de las mayorías.
Con ese objetivo, la UCR le recuerda a los medios de comunicación que su labor esencial es brindar a la sociedad costarricense información veraz y confiable sobre el acontecer nacional, con estricto apego a la ética, profesionalismo, imparcialidad y responsabilidad.
Este llamado que se transformó en un pronunciamiento formal del Consejo Universitario surge de la preocupación por las constantes noticias vinculadas con el quehacer de la UCR, que se han publicado en las últimas semanas en diversos medios, en el marco del análisis del Proyecto de Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas y a la luz de la firma del Convenio del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES).
El Consejo Universitario considera que dichas informaciones contienen datos sesgados que pretenden demeritar la labor de las universidades públicas y que, además, de manera irresponsable, por medio de argumentos falaces, buscan desacreditar la organización y el trabajo de las instituciones de educación superior estatal.
La Junta UCR es propiedad de los funcionarios de la Universidad de Costa Rica, cerrada a ellos, quienes confían en esta organización para administrar sus ahorros obligatorios.