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Etiqueta: OMS

UCR: Costa Rica es reconocida en el ámbito internacional por su producción científica en antivenenos

Revista Panamericana de Salud Pública

Labor se considera crucial ante los casi 2.5 millones de personas que anualmente sufren por envenenamientos ofídicos

Costa Rica fue el país con el mayor porcentaje de sus publicaciones dedicadas al estudio de venenos y a la producción de antivenenos”.

Así es como, en los párrafos iniciales, la respetada Revista Panamericana de Salud Pública describió el aporte de las y los científicos costarricenses, varios pertenecientes al Instituto Clodomiro Picado de la Universidad de Costa Rica (ICP-UCR), en relación con las investigaciones realizadas sobre sueros antiofídicos y otros aspectos vitales para contrarrestar las toxinas de serpientes venenosas.

La publicación, que se realizó el 07 mayo de 2021 y fue notificada a la UCR a inicios de agosto del mismo año, es el resultado de un análisis bibliométrico (estudio de publicaciones académicas en términos de calidad y cantidad) realizada por José Luis Di Fabio, María de los Ángeles Cortés Castillo y Elwyn Griffiths, todos vinculados a la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Durante la indagación se contempló cerca de 22 000 artículos científicos en el periodo que va desde el 2000 al 2020. De esa cifra, solo 6 375 fueron elegidos bajo estrictos criterios de selección y que llevaron a la escogencia final de Australia, Brasil, Costa Rica y la India como los principales países con más documentos.

De todos ellos, Costa Rica fue el que destacó con el mayor porcentaje de su producción científica nacional dedicada al tema de elaboración de antivenenos y estudio sobre toxinas, principalmente.

“Parte de los resultados del análisis de las publicaciones de los cuatro países son en relación a los que contenían en sus títulos y resúmenes términos de producción de antivenenos. Se encontró que Australia tenía el 6,3 % de las publicaciones, Brasil tenía el 6,6 %, Costa Rica tenía el 25,7 % y la India 5,6 %”, se menciona en el artículo científico.

Australia, Brasil y Costa Rica han desarrollado una amplia cooperación con varios países para ayudar a la producción de antídotos y proporcionar otra asistencia técnica. Fotografía de Jenniffer Jiménez.

Un Brasil fuerte

Pero, ¿por qué las y los investigadores llegan a esa conclusión, si Brasil es el país que se posiciona con la mayor cantidad de artículos científicos sobre serpientes, toxinas y producción de sueros antiofídicos? La respuesta a esta pregunta debe entenderse con cuidado.

De acuerdo con el documento divulgado, Brasil posee la producción más elevada con 1 183 artículos publicados en el periodo de estudio (20 años).

Sin embargo, de esos 1 183 publicaciones, solo el 43.2 % de ellos estaban en revistas relacionadas con venenos de serpientes como Toxicon, Animales Venenosos y Toxinas incluyendo las enfermedades tropicales, la Revista Toxinas, la Revista de la Sociedad Brasileña de Medicina Tropical y, por último, la Revista de Proteómica.

Por su parte, si bien Costa Rica posee 342 artículos publicados en exactamente el mismo periodo (una cantidad menor que Brasil), lo que pasa es que el 59.9 % de esos artículos responden a temas sobre venenos de serpientes, publicados en revistas como Toxicon, la Revista de Proteómica, la Revista Toxinas, así como la Revista de Enfermedades Tropicales y Biológicas desatendidas.

En otras palabras, un porcentaje mayor, y ese es el dato que los investigadores internacionales reconocen. También, porque Costa Rica resultó ser de los pocos en abordar estudios proteómicos, esenciales en la identificación y secuenciación de las proteínas de los venenos.

“Costa Rica fue el país con el mayor porcentaje de sus publicaciones que contienen los términos de proteómica. El 21,9 % en títulos y el 31,3 % en resúmenes. Para Australia estos valores fueron 5,4 % y 12,9 %, Brasil 4,5 % y 10,7 % e India, 3,3 % y 10,6 % respectivamente”, señalan.

Los resultados del análisis bibliométrico muestran que hay suficiente conocimiento, experiencia y capacidad para organizar un esfuerzo internacional coordinado. Australia ha ayudado a países del sudeste asiático; Brasil a países africanos y latinoamericanos; y Costa Rica ha ido más allá en la producción de antivenenos para Centroamérica, África Subsahariana y Papua Nueva Guinea. Fotografía de Jenniffer Jiménez.

Importancia notable

Para los autores, los análisis bibliométricos son de gran relevancia porque representan un recurso global necesario para ayudar a otros países con problemas similares, pero que tienen una baja actividad de investigación, acceso o disponibilidad de antídotos.

En la actualidad, casi 2,5 millones de personas sufren cada año de envenenamiento ocasionado por mordeduras de serpientes y otros animales venenosos como arañas y escorpiones. De dicho número, casi 120 000 individuos mueren y 300 000 quedan con algún tipo de secuela física o psicológica.

“Los resultados del análisis muestran que los países seleccionados han realizado importantes avances en tecnologías como proteómica, transcriptómica y genómica, en particular Costa Rica, lo cual ayuda a la caracterización de péptidos y proteínas de veneno, identificar estructuras y características químicas. En general, durante el período de veinte años, hubo un trabajo significativo sobre la producción de antivenenos, como la innovación y mejora de los procesos de producción. En el caso de Costa Rica, el 25% de las publicaciones están relacionadas con este tema”, destacan.

El estudio también dio a conocer a algunos de los nombres de las y los científicos ticos más citados, la mayoría pertenecientes al ICP-UCR.

Entre ellos está el Dr. José María Gutiérrez, la Dra. Alexandra Rucavado Romero, la Dra. Cecilia Díaz, la Dra. Teresa Escalante, el Dr. Bruno Lomonte y la Dra. Yamileth Angulo.

La búsqueda bibliográfica fue realizada por los autores en Scopus, una base de datos de publicaciones científicas. Posteriormente, se creó un archivo de sinónimos de VOSviewer® para fusionar términos, corregir la ortografía o para ignorar palabras que no eran específicas.

Usted podrá leer el artículo científico completo en: Landscape of research, production, and regulation in venoms and antivenoms: a bibliometric analysis (paho.org).

 

Jenniffer Jiménez Córdoba
Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR

ANDE se pronuncia en contra del intento de la OMS para clasificar a la vejez como una enfermedad

EI CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados) es la norma internacional para el registro y la clasificación de las afecciones y accidentes relacionados con la salud y en enero de 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicará su undécima edición. En esa edición próxima a salir, se clasifica a la vejez como una enfermedad. Ante esta aberración médica, jurídica, social y sicológica ANDE y la Comisión Nacional de las personas jubiladas y pensionadas se pronuncian en contra por cuanto:

ANDE es fiel defensora de los derechos de las personas mayores y consecuentemente, ha participado y brindado importantes aportes en numerosas acciones en este sentido, promovidas desde organizaciones internacionales y nacionales, de las cuales ha surgido legislación relevante, como la Convención Interamericana sobre la protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores y la Declaración de Ypacari.

ANDE considera irrespetuosa e incoherente la posición de la OMS y reconoce en esta las características propias del modelo neoliberal que, desde el Fondo Monetario Internacional ubican a las personas mayores como un riesgo para la economía global, causantes del gasto público, improductivas y hasta desechables.

Para ANDE, resulta evidente la GERONTOFOBIA, que lapida el proceso natural del envejecimiento que inicia desde el nacimiento de todo ser humano, y de esta forma, violenta el valor, la dignidad, el respeto y la vida de las personas adultas mayores, al considerarías personas enfermas

La gerontofobia forma parte de una política mercantilista, orientada a elevar las ganancias del mercado de las industrias de la salud para las cuales cada nueva enfermedad es un negocio que incrementa su capital.

Las personas adultas mayores somos pilares indestructibles, hemos ganado honrosos espacios en las sociedades, hemos trazado caminos como personas sembradoras de conocimiento, de libertad, lucha y sabiduría.

ANDE plantea un llamado de alerta a toda la ciudadanía y a nuestra población jubilada y pensionada, hacia la reflexión, la unidad y la defensa absoluta de nuestros derechos y luchar contra este vergonzoso y discriminatorio encasillamiento

La vejez NO es una enfermedad

¡ANDE, por la dignificación y defensa de los derechos humanos de las personas mayores!

 

Compartido con SURCOS por Amalia Vargas.

Hacia un mundo más fraterno y amigable

Un proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio. Aumentan las distancias entre nosotros, y la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso (Papa Francisco, Encíclica Fratelli Tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social).

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo.

                No es que el papa Francisco tenga una visión pesimista de la realidad de nuestro mundo, es que la realidad no da pie para un optimismo exacerbado, como el que pregonan quienes avizoran una nueva “normalidad” post-pandémica, a la vuelta de la esquina.

                Sin embargo, el papa nos convoca, en su última Encíclica Fratelli Tutti, a la fraternidad universal y la amistad social, con la ilusión y la esperanza de que un proyecto de nueva humanidad, más solidario y justo, gane terreno en medio de las tendencias dominantes de la exclusión, la injusticia y la desigualdad.

                Globalizar la fraternidad y la afectividad es el gran desafío, si queremos encarar con sentido de responsabilidad histórica los grandes problemas globales, como las pandemias, el cambio climático, las migraciones y las hambrunas, entre otros. Es la perspectiva del papa, al plantear el desafío en términos globales y locales: “La fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales”.

                En esta dirección, no podemos esperar mucho de una institucionalidad mundial, como la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ante situaciones como las que vive el mundo actual se han mostrado débiles y acaso apenas impulsando medidas paliativas. Sin duda, hace falta relanzar y fortalecer a estos y otros organismos con un claro mandato de contribuir a la tan necesaria gobernanza global, para la equidad y la salvación del planeta.

                Requerimos, para ello, dar un salto cualitativo: reencontrarnos como hermandad universal. Es el llamado que hace el papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social. Estamos ante una de las encíclicas sociales más importantes que ha producido el magisterio social de la Iglesia Católica, pensada y escrita en el más elevado espíritu de diálogo ecuménico. Al respecto, cabe destacar que el papa inicia y cierra su encíclica recogiendo los aportes de su diálogo con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb. Asimismo, reconoce explícitamente haberse nutrido del pensamiento de líderes protestantes como el pastor bautista Martin Luther King, el obispo anglicano Desmond Tutu y el maestro del pacifismo activo Mahatma Mohandas Gandhi, entre muchos otros no católicos.

                El reencuentro como humanidad planetaria pasa por la superación de las supremacías culturales, religiosas, raciales, etc., así como el cultivo de los buenos afectos: el abrazo inclusivo que propicie la paz y la convivencia digna y justa. “Qué bonito sería, dice el papa Francisco, que a medida que descubramos nuevos planetas lejanos, volviéramos a descubrir la necesidad del hermano y de la hermana alrededor de mí”. Se trata de reconocernos unos a otros como implicados en un destino común. Más aún, afirmarnos unos a otros en lo que somos e incluso podemos llegar a ser, que es lo que distingue a una sociedad como verdaderamente humana, según Martin Buber.

                Haciendo alusión al momento doloroso que vivimos, nos convoca al aprendizaje compartido: “Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado. Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío”.

                El papa lo ha expresado con meridiana claridad, se trata de “recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y solidaridad…”, es decir, apostar sin dilaciones a construir por todos los medios un modelo de globalización desde y para la fraternidad y la afectividad. Solo así, abriremos horizontes esperanzadores para la preservación y continuidad de la vida en la Tierra. Sí, hay viabilidad para la humanidad como especie, toda vez que reorientemos nuestros esfuerzos al cultivo de esa dimensión emocional, pasional y afectiva que la racionalidad instrumental moderna ha pretendido clausurar.

                Pensar y construir una nueva humanidad para la convivencia planetaria digna y justa será posible cuando nos hayamos reencontrado con nuestra realidad profunda de seres corporalmente diversos y sensibles y con vocación para la hermandad, es decir, el amor solidario y generoso.

Salvar vidas o hacer negocio

Marlin Óscar Ávila Enríquez

Entre médicos preparados para recetar medicamentos indicados por las farmacéuticas y, periodistas amoldados a decir lo que al público le gusta escuchar, se maneja la salud en este país. No hay cuestionamiento ni reflexiones sobre lo que está ocurriendo y el médico siempre tiene la última palabra sobre nuestra salud y, sobre nuestra vida. El periodista simplemente repite lo que el médico (a quien ligeramente califica de «científico») le dice que hace y decide la causa de un fallecimiento. El gremio de galenos se ha acomodado a lo que la OPS/OMS le indica (por lo cual la ciudadanía europea está en las calles ahora mismo).

En mucho todo eso sobre nuestra salud está lejos de la verdad. En un año, se ha logrado hacer desaparecer la generalidad de enfermedades crónicas. Los fallecimientos son por la «pandemia» y más por la plandemia. Se han prácticamente prohibido las autopsias. Así que la ciudadanía se ve obligada a aceptar lo que «el científico» médico le diga, sin importar la «burrada» que a éste se le ocurra. Como «son héroes de primera línea» el ciudadano de a pie no puede cuestionar esa verdad absoluta, que ahora es más cierta que la de un pastor de iglesia, «representante del todopoderoso» en la tierra.

Hace tres días falleció una buena amiga de Covid-19 en el hospital del Tórax, de Tegucigalpa, mientras estaba intubada. Sus más cercanos familiares le solicitaron al médico que la atendía, que le aplicara CDI o CDS intravenoso. El médico, quien se educó con otros cánones y las farmacéuticas le instruyeron distinto, se negó. Desde luego, la amiga falleció, como fallece arriba del 93% de intubados, puesto que nunca ha sido solución para salvar a pacientes ese mecanismo. Ese medio que pareciera de veterinarios para ganado vacuno, pero mantiene buenas ganancias a sus comerciantes. Sin embargo, como lo indican organismos internacionales, nuestros «científicos» sin conciencia científica, lo aplican y nadie les puede contradecir.

Al negarse en aplicar la sugerencia de los familiares de mi amiga, el médico desobedece las normas internacionales, al menos el Tratado de Helsinki, y puede ser procesado jurídicamente por homicidio.

No cabe dudas que ningún otro médico se solidariza con los dolientes, pues dentro del gremio se protegen mutuamente, no importa lo irresponsable que sea su colega. Es como una «mafia» de profesionales. Ahora no se cual gremio es peor en esto, si el de abogados o el de galenos.

Desde luego que mucho galeno ha sido sacrificado por estar en primera fila con la pandemia y por negligencia del gobierno. Aunque se sabe que, en mucho, han estado en la segunda fila, después de la fila de enfermeras. Lo que sucede es que los periodistas los colocan en primera por congraciarse más con los galenos.

Admitimos que muchos galenos cumplen con el principio Hipocrático, el cual afirma que su objetivo es salvar vidas, primeramente, pero, entre la universidad y los negocios de las farmacéuticas, ese principio se ha ido perdiendo, al grado de desaparecer en la mayoría. Ahora primero está el negocio y mucho después salvar vidas.

UCR: Siete millones de muertes ocurren cada año en el planeta por aire contaminado, calcula la OMS

¡El planeta dice basta!

Del 22 al 23 de marzo se efectuará el I Congreso Latinoamericano de Salud Planetaria que pondrá sobre la mesa temas urgentes relacionados con el ambiente, epidemias, nutrición y salud

Fotografía de Mark Thiessen, National Geographic.

En el 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) divulgó de forma oficial que cerca de siete millones de muertes ocurren cada año en el planeta por aire contaminado.

En febrero de 2021, la Universidad de Harvard también dio a conocer una cifra que aún no se ha oficializado, pero que evidencia un ascenso en el número de fallecimientos a ocho millones de personas (un millón más que el cálculo de la OMS).

Los motivos del porqué el aire que respiramos es cada vez más nocivo son varios, desde la contaminación generada a partir de los combustibles fósiles, hasta los desechos y la deforestación, por mencionar algunos.

Pero, si se ve de cerca, en su gran mayoría hay un común denominador: la acción humana. Tal vez uno de los ejemplos más mediáticos en los últimos dos años está en los incendios forestales y, junto con ellos, también se enciende una pregunta que hoy inquieta a las y los ambientalistas: ¿será la decadencia en la salud de las personas el verdadero precio a pagar por el daño ocasionado?

Incendio en el estado de California en el 2020. Fotografía de Picture-alliance/AP Photo/M. Sanchez.

Una tierra que arde

Cuando se habla sobre calidad del aire, muchos aspectos intervienen. No obstante, los que han ocupado los principales titulares en los medios internacionales de comunicación sin duda son los incendios forestales, y con justa razón.

Basta con mirar las cifras de algunos de los más devastadores durante los últimos años. Empecemos con el de Amazonia en el 2019.

El Proyecto de Monitoreo del Amazonas Andino (MAAP) reveló que en ese año al menos 125 000 hectáreas de la Amazonia brasileña (el equivalente a 172 000 campos de fútbol) fueron talados y otros quemados, con su cúspide más alta en agosto del 2019.

El mundo conocería ese mes bajo dos frases muy fuertes: “el pulmón del mundo arde en llamas” y el hashtag #PrayForAmazon o, en su versión en español, #RecenPorElAmazonas, que predominó en varias redes sociales.

Después de la investigación, el MAAP halló que los bosques afectados en la Amazonia fueron talados y luego quemados a propósito, muy probablemente, para enriquecer los suelos bajo un esquema de agricultura de «tala y quema».

Un año después, en el 2020, los incendios de California también hicieron su aparición. En esta ocasión aproximadamente 1.62 millones de hectáreas resultaron quemadas.

Lo anterior desencadenaría otro evento pocas veces visto para la población estadounidense. Los gases provocados por la quema hicieron que el cielo de California se tiñera de un color naranja.

A inicios de 2020 Australia fue otra víctima del fuego, el cual afectó a casi 10.6 millones de hectáreas. Esta área es más grande que el estado de Virginia (Estados Unidos), comunicó la World Wild Life (WWF).

Si bien lo anterior puede verse como situaciones geográficas distantes, lo cierto es que Costa Rica no es la excepción. El Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) divulgó que en el 2020 se registró la mayor cantidad de incendios forestales en las últimas dos décadas.

Aunque esos incendios fueron catalogados como “pequeños”, lo que sorprendió al Sinac fue que estos se realizaron, incluso, en medio de la pandemia del COVID-19.

Quizá, ya en este momento usted se pregunta lo mismo que inquieta a las y los ambientalistas: ¿cuál es el precio a pagar? Y no, no es solo en términos económicos.

Todo ese impacto ya está empezado a regresar al mismo ser humano y en uno de sus puntos más vulnerables: la salud.

Así lo hace ver el Dr. Carlos Faerron, director asociado de la Alianza de la Salud Planetaria (PHA) de la Universidad de Harvard y profesor de la Universidad de Maryland quien, junto con la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica (UCR), es el coordinador principal del I Congreso Latinoamericano de Salud Planetaria a desarrollarse del 22 al 23 de marzo mediante la modalidad virtual.

“En el 2015 hubo grandes incendios en Indonesia y en la isla de Sumatra. Se estima que esos incendios generaron (de manera indirecta) 100 000 muertes debido a que la calidad del aire bajó. Las personas estaban muriendo en los hospitales con crisis de asma y neumonía por la pobre calidad de aire. En personas mayores, esas partículas les generó una muerte acelerada”, ahondó el Dr. Faerron.

Se proyecta que las personas que están por debajo de la línea de pobreza son las que se verían más perjudicadas. Foto: Anel Kenjekeeva.

Los más vulnerables

Aunque ya el precio por superar los límites ambientales está regresando a las personas, no a todas les afecta por igual. La población más vulnerable, o con las situaciones económicas y sociales de mayor desventaja, suele ser la más afectada.

“Las personas que viven por debajo de la línea de pobreza, escasez de agua y salud, la tienen más difícil y es probable que lleven un impacto mayor. Desde la salud planetaria, el tema de la equidad es clave”, indicó Faerron.

Lo anterior se refleja de mejor manera con el recurso marino. Cristiana Paşca Palmer, secretaria ejecutiva de la Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica, menciona en un artículo de las Naciones Unidas (ONU) que los ecosistemas de los manglares son una importante fuente de alimento para más de 210 millones de personas, especialmente, para las familias de bajos ingresos.

¿No lo cree así? Analice la provincia de Puntarenas. Los datos del INEC (2017) señalan que esta provincia tiene uno de los mayores índices de pobreza en el país con un 29.9% y un 9.8% de pobreza extrema.

En este sector, justamente, la actividad productiva más importante es la pesca, del cual depende casi 4 000 personas. Este dato deriva del último reporte sobre Empleo rural decente en el sector de pesca artesanal y de pesca semiindustrial en Costa Rica, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) del 2016.

La investigación de la FAO indica que la mayoría de los trabajadores del sector pesquero artesanal en Costa Rica realizan su labor al margen de la ley. Muchos de ellos no cuentan con opciones que les permitan crecer tanto a nivel económico como social.

“Ya hay conflictos debido a sequías y a patrones irregulares de nuestro sistema climático global; entre ellas, la pérdida de poblaciones pesqueras. Imagínese lo que significaría para una población de Puntarenas perder el recurso marino. ¿Qué pasaría con esas personas? Veamos este fenómeno multiplicado por mil, pues eso mismo podría pasar con diversas zonas costeras del mundo”, amplió el Dr. Faerron.

El recurso marino se agota entre la sobrepesca y el desperdicio. De los peces recolectados, el 35 % nunca llega a un plato. Foto: Anel Kenjekeeva.

Consumo irracional

Si se necesitara una palabra para describir la principal raíz del problema ambiental, esta palabra es el consumo.

Pero no cualquier consumo, sino el excesivo e innecesario. ¿Un ejemplo? Vuelva a ver al recurso marino, la superficie forestal y los combustibles fósiles.

La Organización Internacional OneSea señala que el recurso marino mundial se agota entre la sobrepesca y el desperdicio. De los peces recolectados, el 35 % nunca llega a un plato.

Pero no solo eso. El incremento de las poblaciones costeras han llevado a que el consumo aumente tan exponencialmente que ya impacta la capacidad de las poblaciones marinas de reproducirse para tener una cantidad óptima de individuos.

Por otro lado, el Global Carbon Project publicó en el 2019 que, a partir de 1990, se estima que el consumo de combustibles fósiles ha aumentado sus emisiones hasta en un 60 %.

En cuanto a la superficie forestal mundial, este ronda en la actualidad el 68 % de los niveles preindustriales estimados. Es decir, el 32 % los bosques de la era preindustrial han desaparecido y, con ellos, sus especies, acorde al Informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES).

A lo anterior no escapa el tema del acceso de recursos como el agua, que cada vez es más restringido en el mundo.

“La mayoría de los recursos no son reutilizables, mucha agua se pierde y no es renovable. Hay varios datos que caben en la sombrilla de la gran aceleración, que es esa tendencia al hiperconsumo de materiales como los combustibles fósiles, la madera, los elementos del suelo y el recurso marino. Hay un tema que no hemos logrado entender como sociedad y son los temas ambientales del hiperconsumo. De hecho, está ese pensamiento de que entre más cosas tengo, mejor me va. Eso nos está llevando a la decadencia”, amplió el Dr. Faerron.

Para el Dr. Faerron, ese consumo irracional, acompañado del crecimiento poblacional, exacerba las tendencias de consumo que no pagan, verdaderamente, las consecuencias ambientales.

“Si yo compro algo tan barato a 400 colones, probablemente ese costo esté enmascarando los costos ambientales del producto. Yo siempre digo que cuando algo es tan barato, alguien lo está pagando, ya sea en el ambiento o nuestra propia salud”, amplió el joven médico.

La Revista Cell muestra que aproximadamente un 25% menos de especies de abejas se encontraron entre el 2006 y el 2015. Foto: Karla Richmond.

¡No más!

El planeta ya revela las primeras señales de que el ser humano está tocando los techos ecológicos; es decir, la normalidad en la cual el sistema natural puede funcionar a favor a la salud humana.

Las abejas lo ponen en evidencia. Estos animales de 1.4 centímetros son uno de los principales insectos polinizadores que permiten sostener el esquema de alimentación actual. No obstante, su población ha disminuido de manera importante.

Información de Greenpeace pone sobre la mesa que un tercio de toda la comida que se consume en el mundo depende de los polinizadores como las abejas. Si esta población disminuye, ¿de qué manera el planeta podría dar abasto?

“Cuando reducimos drásticamente la cantidad de especies que existen, ya sea por el uso de agroquímicos o que se ven afectadas por la deforestación o degradación de los suelos, se pueden perder esos servicios ecosistémicos y poner en peligro la salud humana. ¿Cómo? Con una mayor malnutrición. Las abejas es solo uno de los ejemplos de cómo la biodiversidad se liga a la salud humana”, mencionó Faerron.

Ya esa malnutrición está pasando. No solo por el descenso de la población de abejas, sino también por el aumento del dióxido de carbono en el ambiente que convierte a los granos básicos en elementos menos nutricionales y lo cual abre la puerta a enfermedades oportunistas. Este dato lo divulgó un estudio publicado por la Universidad de Harvard en el 2018.

“Cuando pasamos un límite, que aún no está del todo claro cuál es, las consecuencias en salud pueden ser muy alarmantes. Si usted le preguntaba a alguien si el dióxido de carbono (CO2) estaba relacionado con la calidad micronutricional de un grano básico, eso no lo sabía la gente. Es la ciencia de la salud planetaria que trae a la luz estos fenómenos, para hacer estrategias de mitigación al entender el fenómeno y darle solución”, enfatizó Faerron.

Una esperanza

Sí. El mundo se mueve hacia menos especies, incendios forestales más frecuentes, huracanes en categoría cinco cada vez más comunes por el aumento de la temperatura en los mares y granos básicos menos nutricionales.

Pero así como las acciones humanas llevaron a esto, pueden cambiar el rumbo. En dicho contexto, la Salud Planetaria como ciencia tiene un papel vital para entender cómo el ser humano ha cambiado los sistemas naturales, el impacto en la salud de las personas y qué tipo de soluciones pueden proponerse.

“La salud planetaria busca entender las conexiones que existen entre los cambios antropogénicos (causados por los seres humanos) a los sistemas naturales y cómo esos cambios afectan la salud de las personas. Aquí podemos hablar sobre cómo la pérdida de la biodiversidad está afectando la salud humana, muchas de estas conexiones no las entendemos o apenas las estamos empezando a dilucidar. Los sistemas naturales nos tienen muchas sorpresas”, expuso el Dr. Faerron.

El congreso será efectuado en su totalidad de manera virtual. Si desea inscribirse puede acceder al siguiente sitio web: http://emedic.ucr.ac.cr/CLSA2021/.

 

Jenniffer Jiménez Córdoba
Periodista, Oficina de Divulgación e Información

Distancia social: la paradoja de las fracturas en la Costa Rica del bicentenario

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Al ser 6 de marzo se cumplen 365 días exactos desde que fue anunciado el primer caso por Coronavirus en Costa Rica. En esos días, las informaciones resultaban escuetas pero llevaron a localizar los primeros incidentes en la provincia de Alajuela, concretamente en el Hospital de la ciudad.

Luego se conocería que entre los afectados de forma temprana por la enfermedad, se encontraba una pareja de turistas estadounidenses, cuyas identidades, proveniencia y estadía en el país fueron manejadas con absoluta discreción y privacidad. Semanas después, el aumento exponencial de casos fue relacionado con la presencia de población migrante, fundamentalmente proveniente de Nicaragua, en lo que hemos definido en varias oportunidades, como la constitución de las espacialidades de la sospecha: asentamientos urbanos, cuarterías, fincas de producción piñera ubicadas en la zona norte del país, quedaron subsumidos en una especie de lugares peligrosos y potencialmente mortales.

Tanto fue el discurso y la presión mediática sobre esta relación entre migración y enfermedad, que llevó a las autoridades costarricenses a definir por primera vez en años una estrategia interinstitucional de seguridad fronteriza denominada «Frontera segura», que básicamente consistía en clausurar y blindar las posibles entradas irregulares de personas provenientes de Nicaragua al país, garantizando con ello el resguardo de la higiene costarricense que ya empezaba a debilitarse. El manejo libertino de la pandemia por parte de las autoridades de aquel país hizo levantar aún más las consideraciones sobre el distanciamiento y el tratamiento de sospechoso sanitario a todo aquel proveniente de la geografía del norte.

La forma inédita mediante la cual varias comunidades se organizaron para rechazar albergues con personas enfermas, muchas de ellas migrantes, es un claro ejemplo del impacto de los discursos y las prácticas institucionales conjugadas con una agenda mediática volcada a responsabilizar a los extranjeros, a cierto tipo de extranjeros, sobre el aumento de los casos y la incontenibilidad de una posible masificación del virus.

Valga decir que, contrario a lo que ocurrió con la pareja de turistas estadounidenses, la exposición de muchos grupos de personas migrantes de origen nicaragüense a la opinión pública fue constante, agresiva, irrespetuosa. Para ellos no hubo protección de identidad ni cuido en hoteles: sus rostros y cuerpos fueron expuestos una y otra vez en medios de comunicación y redes sociales, socavando el principio de resguardo de imagen e identidad que debe privar en medio de situaciones extremas como las que se instalaron a nivel global durante el año 2020. Una fractura más en la convivencia se había instalado.

Esta situación fue fiel reflejo de la traducción colectiva y empírica de una serie de conceptos, antes desconocidos, que fueron introducidos por las autoridades de salud costarricenses como una forma de ajustar las indicaciones emanadas desde organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Asi, se empezaron a escuchar con frecuencia nociones como confinamiento, testeo, burbujas sociales, curvas planas y levantadas y distancia social.

En este último concepto, no solo se implementaron las prácticas sugeridas de guardar una relación de cerca de dos metros con respecto a otras personas, sino que la noción fue llevada al campo macro social donde espacialidad, clase, nacionalidad y sector de empleo, terminaron por evidenciar el recorte profundo en una sociedad aboslutamente fragmentada como la costarricense.

Ya desde antes de la pandemia las distancias sociales y poblacionales eran evidentes, luego de las primeras implementaciones del plan de ajuste fiscal aprobado durante el año 2018 y que delineó una conjugación de intereses privados con las definiciones de enfoque neoliberal desarrolladas por los cuadros económicos y sus músculos politicos enquistados en la gestión gubernamental del país.

Según el Programa Estado de la Nación, la crisis estaba instalada antes que la coyuntura sanitaria fuera declarada con el primer caso: un 21% de hogares costarricenses se encontraban en condiciones de pobreza; 9% de los cerca de 1.600.000 hogares existentes en Costa Rica no tenían las condiciones para que la gente se «quedara en casa» y un 7% no contaba con acceso a servicios básicos como agua, luz y disposición de desechos sólidos[1].

Hoy en día la situación es más crítica. Hacia finales de 2020, de acuerdo con INEC, el porcentaje de hogares pobres había crecido hasta un 26%, siendo la cifra más alta registrada en el país en los últimos 30 años. Al iniciar el año de la pandemia ya se tenía una cifra de desempleo relevante del 12.5% que aumentó al 24% durante los meses más duros y que luego se estacionó en una todavía alta cifra de dos dígitos del 20%.

Habrá que esperar por los datos agregados del primer trimestre de este año para tener una verdadera dimensión de lo ocurrido. Sin embargo, dados los escenarios mostrados, una verdadera distancia social real se ha instalado en el país. Ya no solo recoge la habitual eversión entre personas costarricenses y cierto tipo de migrantes como lo hemos expuesto en la primera parte de estas reflexiones; ahora suma las desigualdades crecientes, los altos niveles de exclusión social y los procesos de división y polarización que continúan confrontando a las mismas poblaciones, en un juego alimentado por cámaras, empresarios, medios y ciertas visiones tecnócratas y reduccionistas instaladas en las esferas gubernamentales.

En el año del bicentenario, las varias Costa Ricas que existen se han hecho evidentes. Algunas no celebrarán la fecha por obvias razones. Otras serán recordadas por su tristemente célebre papel de haber llevado al país a una fractura social sin retorno. Cuando esta columna está siendo terminada, se conocen nuevos actos de violencia en territorios indígenas de China Kichá, escenarios de recuperaciones y de usurpaciones contantes a manos de personas no indígenas. Allí se dibujan quizá en grado sumo las ditancias provocadas por décadas de desigualdad, racismo y exclusión

Con estas evidencias, la distancia social es quizá el mejor calificativo que podemos endosarle a las Costa Ricas del bicentenario. Y estamos claros que no tiene que ver solo con los 1,8 metros solicitados para resguardar el virus. Es una fractura mucho más profunda, aguda e irreversible cuya vacuna no aparece en el horizonte. Al menos por ahora.

[1] Programa Estado de la Nación. «Las desigualdades que enfrentan los hogares en cuarentena». 6 de abril de 2020. Consultado en https://estadonacion.or.cr/las-desigualdades-que-enfrentan-los-hogares-en-cuarentena/

Foto de cabecera: https://flacso.or.cr/noticias/la-otra-distancia-social-reflexiones-y-aproximaciones-a-lo-subnacional/

¿Existe el CENARE?

Dr. Federico Montero Mejía. Exdirector del CENARE

¿Es ético y cierto afirmar que el Centro Nacional de Rehabilitación (CENARE) está funcionando, como lo afirman repetidamente autoridades de oficinas centrales de la CCSS y del CENARE en diferentes medios de comunicación? Yo digo que no lo es, porque lo que era el CENARE está siendo utilizado en gran parte para la hospitalización de personas con Covid-19 y como bodega o inutilizada otra parte. Además, se llama CEACO, y aunque se diga que “el hábito no hace al monje”, en el caso del CENARE sí, porque lo que allí se hacía para proporcionar rehabilitación integral y de calidad, no se puede garantizar en otro sitio que no sea ese. Los profesionales de rehabilitación que laboraban en lo que era el CENARE, ahora desarrollan sus actividades en diferentes espacios físicos de los alrededores y en condiciones que no en todos los casos son las más adecuadas, para ellos o para los pacientes.

Nadie pregunta ni hace referencia al perjuicio que esto ha ocasionado a muchas personas con discapacidad, incluyendo el desalojo que también han sufrido para la atención de Covid-19 otros servicios de rehabilitación como los de los hospitales de Liberia, San Ramón, San Carlos, Heredia, Alajuela. En el Hospital de San Carlos el gimnasio de terapia física es ocupado por ginecología porque ginecología es para pacientes con Covid-19, en el de Heredia el área de consultorios y espacios de terapia es para Covid, en el de Alajuela, el Hospital de día es ahora bodega de camillas, en el Hospital de las Mujeres gimnasio de rehabilitación permanece cerrado. Tampoco existe una sola cama en ningún hospital del país, disponible para la atención de personas con lesiones o enfermedades agudas que ocasionan discapacidad y exigen atención a nivel de hospitalización.

Pienso que la verdadera realidad no se ha discutido a profundidad ni las cosas se han dicho con la claridad y sinceridad que se requiere. Sigue poniéndose de manifiesto en las autoridades, la incapacidad para comprender la importancia y la necesidad de garantizar servicios de rehabilitación integrales en todas las regiones del país, como lo establece la normativa nacional e internacional, y también se hace evidente en ellas la subvaloración que hacen de las personas con discapacidad y de la necesidad de la rehabilitación.

Se sigue ignorando que en el Siglo XXI el mundo se enfrenta a un conjunto de retos como por ejemplo el rápido envejecimiento de la población acompañado con un aumento de las condiciones crónicas y de multimorbilidad. La población mayor de 60 años proyecta duplicarse para el año 2050, en tanto que la prevalencia de enfermedades no trasmisibles se ha incrementado en un 18% en los últimos 10 años. Igualmente no hay plena conciencia de que las condiciones crónicas no solo son responsables de una significativa proporción de muertes prematuras, sino que además son causa de número significativo de discapacidades y que la rehabilitación tiene un papel crítico en la prevención y reducción las limitaciones en el funcionamiento (e,g, movilidad, cognición, respiración, visión, comunicación) asociadas con el envejecimiento y condiciones crónicas.

Tomar en cuenta las limitaciones de funcionamiento de las personas, ayuda a minimizar el impacto sobre la salud y las condiciones sociales y económicas de esta, y mejorar el bienestar (Rehabilitación 20-30 / OMS).

En un reciente estudio realizado por la OMS y el Instituto de Métricas en Evaluación en Salud, de la Universidad de Washington y publicado en línea en la revista The Lancet del 20 de diciembre, 2020; se demuestra que un tercio de la población mundial vive con una condición de salud que se beneficiaría de la rehabilitación. La lectura y el análisis de esta y otra información, quizá contribuyan a mejorar el criterio de las autoridades CCSS, en relación con la necesidad y prioridad de los servicios de rehabilitación en nuestro país.

La organización autónoma de las comunidades genera instituciones eficientes

Miguel Sobrado

Proyectos como el Hospital sin Paredes, en San Ramón, en los años 70, con escasos recursos institucionales, pero con la participación activa de 160 comunidades, logró en poco tiempo, a través de un proceso de cooperación orgánica, entre equipo médico y comunidades, índices de salud tan destacados que le merecieron premios de la Organización Panamericana (OPS) y Mundial de la Salud (OMS).

Algo similar ocurrió con los proyectos de Reforma Agraria de autogestión productiva que transformaron, en varios países latinoamericanos a miles de obreros agrícolas desplazados y campesinos sin tierra organizados en cooperativas en exitosos empresarios. ¿Por qué estas experiencias de incorporación de la gente en programas de desarrollo de alto rendimiento y bajo costo no han podido ser replicadas posteriormente a pesar de millonarios programas institucionales que han incorporado entre sus metas participación de la gente?

Muchas razones se han alegado para no haber alcanzado los mismos resultados, o por lo menos parecidos. Han sobrado razones para estas justificaciones, desde los cambios de condiciones y coyunturas imperantes hasta, los más frecuentes, atribuidos al carisma y calidades personales de sus promotores el Dr. Juan Guillermo Ortiz en el caso del Hospital sin Paredes y Clodomiro Santos de Morais, en el caso de la metodología de capacitación masiva aplicada en tres continentes.

Aunque no existen dos momentos iguales en la historia, ni los promotores son repetibles con todas sus calidades personales, si existen diferencias en el enfoque epistemológico que se expresan en los resultados obtenidos.

Diferencias epistemológicas en la aplicación del mismo concepto

La antropóloga norteamericana Lynn Morgan, analizando las diferencias de aplicación del concepto participación entre los impulsores del proyecto original de salud rural que dio origen al Hospital sin Paredes y la de los sucesores que le dieron versión institucional en la Caja Costarricense de Seguro Social, perfiló una interpretación, que es esclarecedora de las diferencias.

El “Hospital sin Paredes” partía de: a) Una comunidad solicitaba su incorporación al programa y nombraba a una miembro de dicha comunidad que era entrenada por el equipo médico para recoger la información sanitaria de cada familia. b) Se realizaba un diagnóstico conjunto de la situación de la comunidad, entre el equipo médico y el comité de salud. c) se analizaba un plan de trabajo con tareas tanto para la comunidad como para el equipo de salud del hospital. d) se le daba seguimiento y evaluaban los avances y resultados del trabajo realizado.

En el plan de trabajo, centrado en la salud de la comunidad, había tanto actividades propias del equipo médico como del comité de salud que era el que se encargaba de mantener el puesto de salud, garantizar la construcción de letrinas y acueducto, como de promover la construcción de caminos y de cooperativas para obtener mejores ingresos.

Se establecía así una estrecha relación de simbiosis que sacaba del hospital los alcances preventivos tradicionales del programa de salud rural y estimulaba el desarrollo regional y comunal, donde el interés y la autonomía de la comunidad era el motor que impulsaba y dinamizaba el proceso.

La reforma de la Ley de Salud que consagró el principio de participación de las comunidades, trasladó el programa del ministerio de salud a la Caja del Seguro Social bajo la figura de EBAIS, desconcentrando la atención primaria en el país.

La aplicación institucional burocrática

Es aquí donde la participación cambia y se adapta a la dinámica institucional burocrática. Ya no se promoverá la organización de la comunidad en comités de salud, como sede de los EBAIS, sino que estos se definen en el plan de la institución. Ya no se trabajará con “enfermeritas” de la comunidad, sino con Asistentes Técnicos de Atención Primaria (ATAP) formados por la Caja, pero lo más importante es que cambia el concepto de participación de la comunidad. En el nuevo contexto no es protagonista con el equipo médico que participa definiendo las causas de sus problemas. Tampoco en la elaboración y aprobación del plan de trabajo, ni en la evaluación de resultados. La comunidad se convierte en una especie de convidado de piedra al que se le comunican los resultados emanados de los técnicos en salud y se le solicita apoyo puntual para labores secundarias, como limpieza del local o renovación de sábanas. De tal forma que el concepto de participación se asemeja más a la que mantiene el cura con el sacristán en la iglesia. En este contexto, no es de extrañar que las comunidades no muestren ningún interés y vean la actividad de los EBAIS como una obligación institucional para la cual cotizan.

Las diferencias en la aplicación del concepto de participación tienen sus raíces epistemológicas en la visión que tienen las instituciones y los técnicos de las comunidades que estimulan o inhiben la autonomía.

Visiones epistemológicas subyacentes

En el primer caso la comunidad es vista como fuente de información y aliada indispensable en la consecución de la salud de la comunidad. El conocimiento sobre la salud y sus soluciones emanan de la realidad y trascienden al conocimiento que cada uno de los actores, los técnicos y la comunidad tienen de sí mismos. No solo crece el conocimiento, sino los recursos y las voluntades para enfrentar conjuntamente los problemas.
La relación entre el equipo técnico y la organización de los comités de salud se convierte en una simbiosis generadora de cambio. Es una nueva realidad que incorpora los recursos y la voluntad de transformación organizada de las comunidades, a la consecución de una salud en el sentido más amplio que se mimetiza con el desarrollo local. Es importante destacar que el concepto de participación aplicado en el Hospital sin Paredes, se basa en un margen de autonomía que concuerda con los principios de la educación de adultos. Al mismo tiempo coincide con los principios de la capacitación a través de la actividad objetivada. Se trata de una relación que, partiendo de la necesidad de la gente, busca soluciones en una relación en una atmósfera de colaboración horizontal, donde los técnicos aportan su conocimiento a una realidad donde esta cobra vida, y encuentra respuesta en la voluntad y recursos de la comunidad.

En el segundo caso partimos de un enfoque ideológico diferente que podemos sintetizar en: las comunidades deprimidas son los perdedores en el proceso de desarrollo y deben ser ayudadas por los técnicos y las agencias de donantes, para poder salir adelante. Desde esta perspectiva, los miembros de la comunidad, para poder salir adelante deben escuchar y seguir las recomendaciones de los técnicos que son los saben.

Detrás de esta visión se expresan también relaciones de poder, tanto políticas, que visualizan el quehacer institucional como parte del entramado clientelista que busca ante todo lealtades, como de los técnicos ubicados dentro la esta estructura institucional. La relación con las organizaciones locales, cuando existe, son de negociación con los dirigentes locales; a cambio de hacer las tareas solicitadas buscan prebendas para sus familias y amigos, lo que no estimula a ninguna de las partes.

En conclusión

Me he concentrado en explicar las diferencias en el caso de la salud rural, por la riqueza del material fáctica disponible, y por la necesidad de utilizar esta experiencia frente a las pandemias y los problemas de salud crecientes como el cáncer y la obesidad, aplicando las posibilidades que abre la nueva tecnología digital.

Pero también por la importancia que puede tener su experiencia para el rediseño de muchos programas sociales, de bajo rendimiento, que pueden transformarse en exitosos con la cooperación entre las comunidades y una institucionalidad renovada que las incorpore como actores activos del desarrollo.

Carta a amigos en el extranjero

Frei Betto

Queridos amigos:

¡En Brasil hay un genocidio! Al momento de escribir, 16/7, Covid-19, que surgió aquí en febrero de este año, ya ha matado a 76,000 personas. Ya hay casi 2 millones de infectados. Para el domingo 19 de julio, alcanzaremos 80,000 muertes. Es posible que ahora, cuando leas este llamamiento dramático, ya alcances los 100 mil.

Cuando recuerdo que, en la Guerra de Vietnam, durante más de 20 años, se sacrificaron 58,000 vidas del personal militar de EE. UU., tengo el alcance de la seriedad de lo que está sucediendo en mi país. Este horror causa indignación y revuelta. Y todos sabemos que las medidas cautelares y restrictivas, adoptadas en tantos otros países, podrían haber evitado tal número de muertos.

Este genocidio no es el resultado de la indiferencia del gobierno de Bolsonaro. Es intencional. Bolsonaro está satisfecho con la muerte de otros. Cuando un diputado federal, en una entrevista televisiva en 1999, declaró: “¡Al votar no cambiarás nada en este país, nada, absolutamente nada! Desafortunadamente, solo cambiará si un día vamos a una guerra civil aquí, y hacemos el trabajo que el régimen militar no hizo: matar a unos 30 mil”.

Al votar a favor del juicio político del presidente Dilma, ofreció su voto en memoria del torturador más notorio del ejército, el coronel Brilhante Ustra.

Debido a que está tan obsesionado con la muerte, una de sus principales políticas gubernamentales es liberar el comercio de armas y municiones. Cuando se le preguntó en la puerta del palacio presidencial si no le importaban las víctimas de la pandemia, respondió: «No creo en estos números» (27/03, 92 muertes); «Todos moriremos algún día» (29/3, 136 muertes); «¿Y qué? ¿Qué quieres que haga?» (28/4, 5,017 muertes).

¿Por qué esta política necrofílica? Desde el principio, declaró que lo importante no era salvar vidas, sino la economía. De ahí su negativa a declarar un cierre, cumplir con las pautas de la OMS e importar respiradores y equipo de protección personal. La Corte Suprema tuvo que delegar esta responsabilidad a los gobernadores y alcaldes.

Bolsonaro ni siquiera respetó la autoridad de sus propios ministros de salud. Desde febrero, Brasil ha tenido dos, ambos despedidos por negarse a adoptar la misma actitud que el presidente. Ahora, al frente del ministerio, está el general Pazuello, que no entiende nada sobre el tema de la salud; trató de ocultar los datos sobre la evolución del número de víctimas del coronavirus; empleó a 38 militares en funciones clave del ministerio, sin las calificaciones requeridas; y canceló las entrevistas diarias para las cuales la población recibió orientación.

Sería exhaustivo enumerar aquí cuántas medidas para liberar recursos para ayudar a las víctimas y las familias de bajos ingresos (más de 100 millones de brasileños) nunca se han implementado.

Las razones de la intención criminal del gobierno de Bolsonaro son evidentes. Dejar morir a los ancianos para ahorrar recursos de la Seguridad Social. Dejar morir las enfermedades preexistentes para ahorrar recursos del SUS, el sistema nacional de salud. Permitir que los pobres mueran para ahorrar recursos de Bolsa Família y otros programas sociales para los 52.5 millones de brasileños que viven en la pobreza y los 13.5 millones que están en la pobreza extrema. (Datos del gobierno federal).

No satisfecho con tales medidas letales, el presidente ahora vetó, en el proyecto de ley sancionado 3/7, el tramo que requería el uso de máscaras en establecimientos comerciales, templos religiosos e instituciones educativas. También vetó la imposición de multas para quienes infringen las reglas y la obligación del gobierno de distribuir máscaras a los más pobres, principales víctimas de Covid-19, y a los prisioneros (750 mil). Sin embargo, estos vetos no anulan las leyes locales que ya establecen el uso obligatorio de una máscara.

El 7/8, Bolsonaro anuló extractos de la ley aprobada por el Senado que requería que el gobierno proporcionara agua potable y materiales de higiene y limpieza, instalaciones de internet y distribución de canastas básicas, semillas y herramientas agrícolas a las aldeas indígenas. También vetó fondos de emergencia para la salud de los indígenas, y facilitó el acceso de indígenas y quilombolas a ayuda de emergencia de 600 reales (100 euros o 120 dólares) durante tres meses. También vetó la obligación del gobierno de ofrecer más camas de hospital, ventiladores y máquinas de oxigenación de la sangre a los pueblos indígenas y quilombolas.

Los indígenas y los quilombolas han sido diezmados por la creciente devastación socioambiental, especialmente en la Amazonía.

Corra la voz sobre este crimen contra la humanidad tanto como sea posible. Las denuncias de lo que sucede en Brasil deben llegar a los medios de comunicación de su país, las redes digitales, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra y la Corte Internacional de La Haya, así como a los bancos y empresas que albergan a esos codiciados inversores por el gobierno de Bolsonaro.

Mucho antes de que lo hiciera el periódico The Economist, en las redes digitales trato al presidente como BolsoNero, mientras Roma arde, él toca la lira y anuncia cloroquina, una droga sin eficacia científica contra el nuevo coronavirus. Sin embargo, sus fabricantes son aliados políticos del presidente…

Le agradezco su amable interés en difundir esta carta. Solo la presión del exterior podrá detener el genocidio que está afectando a nuestro amado y maravilloso Brasil.

Fraternalmente,
Frei Betto
Frei Betto es un fraile dominicano y escritor, asesor de la FAO y los movimientos sociales.

Fuente: https://www.cedefes.org.br/carta-aos-amigos-e-amigas-do-exterior-e-entrevista-ao-jornal-brasil-de-fato-por-frei-betto/

 

Compartido con SURCOS por Alberto Rojas.

¡De los muertos, líbranos la Memoria!

Vladimir de la Cruz

El impacto mundial del Coronavirus COVID-19 es innegable. Asusta por su facilidad de expansión, por la letalidad que causa, que no es tan alta hasta ahora comparada históricamente, por los niveles de contaminación que provoca, por el desconocimiento que se tiene del virus que incita esta pandemia, por los sectores sociales que principalmente afecta, pero especialmente porque ha impactado la economía local, de los países afectados, y los encadenamientos mundiales y redes comerciales, de la economía global, sobre todo porque la vamos viviendo, en su expansión y alcance geográfico, en tiempo real, de modo casi tangible para todas la personas.

De hecho, a mi modo de ver, no es tanto el número de muertes que va estimulando lo que horroriza, es la forma de no controlar esas muertes y la forma sorpresiva como se manifiestan, y el temor de contraerla y no poder superarla. Es porque ha generado una toma de conciencia sobre la muerte inmediata, existente, que no controlamos, que puede alcanzarnos.

Las muertes se pueden ir vigilando, como se viene haciendo en muchos países, con acatamiento por parte de la población de las directrices generales que se dan por la Organización Mundial de la Salud, y por las instituciones y funcionarios responsables en cada país, en ese sentido.

Lo que no se ha podido detener es el crecimiento de la curva de contagios, calculados a uno por diez, que hace colapsar las instituciones sanitarias y hospitalarias existentes, que a su vez facilitan el crecimiento del número de muertos y la falta, a nivel mundial, de los instrumentos, y medios médicos, para atender a los contagiados y enfermos sujetos de internamiento y de atención en las Unidades de Cuidados Intensivos.

Los grandes países, como potencias militares que algunos son, pilares de la economía mundial que también dominan, son los que más gritos de alarma dan. Es como si a ellos se les hubiera atacado, con armas incontrolables, invisibles, imprevisibles en su manifestación, en la imposibilidad de dar respuesta inmediata, y al contrario, en un ataque, movido por el virus, que hasta hoy golpea los sensibles mecanismos y motores de la economía mundial, los medios de transporte mundial, especialmente aéreos, las redes de abastecimiento, de producción, por la parálisis que ha generado en infinidad de industrias, comercios, servicios, trabajos en general, en el turismo mundial y local de los distintos países, por la desviación de recursos, no pensados ni programados, para atender de manera inmediata la pandemia, y por ver cómo se frena y detiene, porque han puesto en evidencia las malas y deficientes estructuras sanitarias, de salud pública y de seguridad social que muchos países tienen, incluidos y de manera obscena y escandalosa los grandes países capitalistas, algunos de ellos presentados permanentemente como modelos de sistemas de vida. Lo que más alarma, parece ser, no es las muertes de los seres humanos, sino la posible muerte de la economía, de los sistemas y redes económicas, resultado de una guerra no convencional, con un “enemigo” hasta ahora bastante invisible, de movimiento rápidos, actuando como si fuera una guerrilla en combate… por aquí, por allá… por todos lados…

En algunos momentos, en Estados Unidos, y a nivel mundial, el impacto de la presencia del Coronavirus se comparó con el impacto que tuvo, en muertes, el atentado a las Torres Gemelas en New York, con poco menos de 3000 muertos, para dramatizar la situación, de un microorganismo que se había originado en Asia y que llegaba a la costa este de los Estados Unidos. Eso ha quedado corto en los propios Estados Unidos. En la Torres Gemelas “la guerra” le había llegado a Estados Unidos en su territorio. Los Estados Unidos siguió haciendo guerras en otros territorios, en otros países, en otros continentes y regiones…mientras no se metieran con ellos en su casa. Estados Unidos siguió matando y exterminando… seres humanos, ciudades, infraestructura de distinta naturaleza, destruyendo las economías locales donde hace sus guerras…

Hasta hoy, a nivel mundial, el número de muertos por el Coronavirus es más bajo que el total de las muertes que produjo el lanzamiento de las Bombas Atómicas en Hiroshima y Nagazaki, por parte de los Estados Unidos, el 6 y 9 de agosto de 1945, donde murieron casi 250.000 personas, que marcó de nueva manera, desde entonces, la Historia Mundial. Allí fue una muerte focalizada, en dos ciudades, decidida por el gobierno de Estados Unidos, y su presidente Harry S. Truman, cuando era innecesario, en ese momento de la II Guerra Mundial, haber hecho aquel genocidio y acto criminal.

Si de muertos se trata, la I Guerra Mundial, desde 1914 hasta 1919, provocó de 10 a 30 millones entre civiles y militares. En la II Guerra Mundial, desde 1939 hasta 1945, fueron entre 50 y 60 millones de fallecidos…Solo en la Unión Soviética casi 30 millones.

En la antigüedad, en las tres Guerras Púnicas, desde el año 264 AC hasta el 146 AC, se calcula que murió casi un millón de personas. Los romanos entre el año 400 AC y el 500 DC perdieron casi un millón de hombres en los campos de batalla. En las guerras judeo romanas, a principios de la era cristiana, se estima que murió más de un millón de personas. En las Cruzadas cristianas, entre el año 1091 y el 1291, se calcula que hubo 5 millones de muertos. En la Conquista española y europea, de América, se calcula que entre 1492 y 1572 murieron más de 60 millones de indígenas como resultado de la guerra de conquista, de las torturas, los trabajos forzados, por la represión en general, ¡ah!, y, también, por la presencia de bacterias, con el tifus, y de virus, con el sarampión y la viruela.

Recientemente, en los últimos 100 años, por citar otras, resultado de las guerras imperialistas y colonialistas, así como las guerras civiles y las de Liberación Nacional de esos imperios coloniales, murieron muchas personas.

En la Guerra Civil Española se produjo un millón de muertos entre 1936 y 1939, en la Guerra de Corea entre 1950 y 1953, murieron 4 millones, en la guerra de Liberación de Argelia, entre 1954 y1962, a manos de los franceses hubo más de un millón de muertos, la criminal guerra de Vietnam, desatada desde 1957 hasta 1975, provocó casi 7 millones de muertos, con menos 100.000 norteamericanos, sin contar la Guerra de Indochina de los franceses, desde 1946 hasta 1954, con medio millón de fallecidos. En Vietnam los Estados Unidos usó armas químicas, que ya se habían inventado desde la I Guerra Mundial.

La guerra de Biafra, entre 1967 y 1970 produjo casi 3 millones de muertos, y una hambruna poblacional que asustó al mundo. El impacto de la hambruna que puede desatarse cuando se vean bien los resultados del impacto del Coronavirus va a ser similar, y quizá más grande, por el desempleo mundial que ha ocasionado.

La guerra civil en Angola produjo, entre 1975 y el 2003, alrededor de un millón de personas fallecidas, la guerra civil de Mozambique, entre 1977 y 1992, generó un millón de muertes, en la guerra civil de Afganistán, desde 1979 hasta hoy, han fallecido más de 2 millones de personas, la Segunda Guerra del Congo provocó entre 1998 y el 2003, casi 6 millones de muertos, en Irak, la guerra impuesta por Estados Unidos, desde el 2003 hasta el 2011, ha generado más de un millón de muertos, la Segunda Guerra Civil de Sudán, entre 1983 y el 2005, provocó alrededor de 2 millones de muertos. Así se podrían señalar por millares de muertos los conflictos en Ruanda, Etiopía, Eritrea, Darfur, Uganda, Liberia, Sierra Leona, Rodesia, Tanzania…

Casi todas estas guerras se ubicaron también en el rango de “limpieza étnica”, concepto más actual, con el que ha operado Trump, en la práctica, en los Estados Unidos, para no mitigar el impacto que le está ocasionando el Coronavirus en su país.

La Conquista de México y del Imperio Inca se hizo con 30 millones de indígenas muertos, y hay quienes afirman que fueron 50 millones. La Guerra de Independencia de los Estados Unidos, 1775-1783, provocó 110.000 muertos y el famoso Ku Klux Klan solo entre 1868 y 1871, produjo 20.000 afroamericanos muertos. En Cuba, la Guerra de los Diez Años, 1868-1878, y la Independencia de Cuba, 1895-1895, provocaron casi 600.000 muertos, incluidos 50.000 españoles.

La Independencia de México generó entre 1810 y 1821, cerca de un millón de muertos, la Revolución Mexicana desde 1910 hasta 1920 provocó 3.500.000 de muertos, la Guerra de los Mil Días, a finales del siglo XIX, en Colombia, tuvo casi 200.000 muertos.

Las guerras en Centroamérica, a finales del siglo XX, también han tenido sus cifras…Guatemala más de 100 mil muertos, El Salvador cerca de los 100 mil muertos…

Estas guerras han tenido también por resultado grandes movilizaciones de desplazados y de procesos migratorios hacia otras regiones, países y continentes, como vemos constantemente de África hacia Europa, y de África hacia Estados Unidos en la ruta latinoamericana… y de Centroamérica hacia Estados Unidos…

El Coronavirus COVID-19 no ha gestado, hasta ahora, ningún proceso migratorio, ni interno en los países, ni hacia fuera de los países. Ha hecho que se cierren fronteras y se establezcan censuras migratorias para evitar la propagación posible de infectados, de contagiados, especialmente los asintomáticos.

La Pandemia del Coronavirus COVID-19 se me parece a la Bomba de Electrones, que también llamaron Bomba N, que inventó Estados Unidos, a finales de la década de 1970, que como arma nuclear tiene, teóricamente así es, aunque dichosamente no se ha aplicado, un gran efecto devastador porque elimina los seres humanos sin tocar las estructuras físicas, sin destruir edificios o sin provocarles daños profundos. A las personas y seres vivos las puede aniquilar dentro de los edificios, automóviles, e incluso instalaciones blindadas. Se ensayó en el Estado de Nevada en 1963. El Presidente Jimmy Carter aplazó su desarrolló en 1978, y Ronald Reagan activó su producción en 1981.

Esta bomba se desarrolló sobre el estudio de las series de electrones que se encuentran en las membranas plasmáticas, interna mitocondriales y tilacoidales de las bacterias, que producen compuestos energéticos que usamos los seres humanos. Esta Bomba forma parte de las armas nucleares, las más poderosas que se han desarrollado en el mundo. Por ello también los países que forman el Club de los miembros de países atómicos tratan de impedir que surjan otros países o Estados con esa capacidad de producción de armas nucleares. El impacto de la onda expansiva que genera la Bomba N es 7 veces superior a las Bombas de Hidrógeno.

El Coronavirus COVID-19 no toca las estructuras físicas, construidas por el hombre, pero mata a los hombres silenciosamente, con efecto devastador, casi sin control alguno. Por eso es que la economía mundial se ha paralizado. La estructura física allí está, lo que se ha sacado de ella es a los trabajadores, y a las personas, desde niños hasta ancianos, de todos los campos y áreas productivas y económicas. Curiosamente se evidencia que sin trabajadores no hay economía en funcionamiento…

Las Bombas de Hiroshima y Nagazaki destruyeron el 90% de los edificios y construcciones de las ciudades donde cayeron las bombas. En un minuto había una ciudad y un instante después había desaparecido… Así fue.

Las bombas nucleares, la Bomba N, las armas de destrucción masivas son creadas por los hombres en laboratorios. El Coronavirus no es una creación humana. Esta es la gran diferencia. No se originó en un laboratorio. No es un arma biológica ni fue resultado de ensayo de esta naturaleza. Tampoco fue esparcido, con ese propósito, como se ha dicho contra la República Popular China, por otras potencias económicas y políticas mundiales, guerreristas que también estudian cómo desarrollar este tipo de armas.

La Organización Mundial de la Salud ha sido clara de que el virus del COVID-19 no fue introducido intencionalmente, en productos exóticos, en un mercado de la Ciudad de Wuhan, ni fue resultado de la bioingeniería, y que desde allí se propagó al resto del mundo.

Es el Gobierno de los Estados Unidos, y su Presidente Trump, quienes han sostenido esta tesis conspirativa contra la República Popular China, por la guerra política, diplomática y económica comercial que tienen los Estados Unidos con esa potencia asiática, tratando de sacar ventaja económica de esta situación, lo que no ha podido.

Solo en el 2018, según la revista norteamericana “Journal of Virology”, en el sur de China se habían descubierto 89 nuevos coronavirus procedentes de los murciélagos, en investigaciones en las que había participado la USAID y el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos.

Solo el Departamento de Defensa de los Estados Unidos tiene más de 400 laboratorios en diversas partes del mundo, especialmente en las fronteras de los antiguos países socialistas, estudiando y analizando la bioseguridad, porque Rusia sigue siendo el enemigo de los Estados Unidos, después de la disolución de la Unión Soviética.

Los gastos del Pentágono entre 1990 y el 2018 ascendieron a 100.000 millones de dólares en estudios de armas biológicas, desde hace más de 40 años, donde han venido tratando de modificar genéticamente los virus para aprovecharlos como armas biológicas.

Muchas enfermedades hoy se transmiten por virus, independientemente de su agente transmisor, como la gripe, el cólera, que según la Organización Mundial de la Salud, mata 100.000 personas al año, el dengue hemorrágico, el Ébola, el paludismo o malaria, que solo en el 2016 afectó a 126 millones de personas, en 91 países, el sarampión, que mató, en el 2016, a 90.000 personas en todo el mundo, y que produce universalmente alrededor de 390 millones de contagios o infecciones, la fiebre amarilla, el VIH-SIDA, la tuberculosis que mata 2 millones de personas al año.

En el mundo actual, como parte de las guerras modernas, se usan bacterias, virus, esporas como la del Antrax, para desarrollar lo que se llaman las guerras bacteriológicas y guerras agroterroristas, aprovechando para ello aerosoles, animales, insectos, pulgas, ratas, mosquitos, moscas, infectando ríos, aguas en general, alimentos, de persona a persona, depositando cadáveres en pozos de agua como hizo William Walker, cuando huía, en la guerra nacional en Nicaragua en abril de 1856, para provocar el cólera.

Desde la I Guerra Mundial se utilizaron armas químicas y gases asfixiantes, vesicantes, invalidantes, y lacrimógenos. Después se desarrollaron gases neurotóxicos y las armas bacteriológicas, como el uso de la botulina, con efectos similares a la Bomba N, que mata personas dejando intactas las edificaciones físicas.

Durante la II Guerra Mundial se hicieron experimentos en humanos prisioneros, por los nazis y japoneses, para desarrollar armas bacteriológicas.

En la guerra de Vietnam los Estados Unidos usó desfoliantes como el “agente naranja” y los “herbicidas arco iris”.

Como parte de estas armas biológicas están el carbunco, el ébola, la brucelosis, el tifus, la fiebre amarilla, la viruela, así como muchas toxinas.

Hay armas biológicas y herbicidas anti agrícolas para destruir cultivos, desfoliar vegetación, como las usaron en Malasia, Vietnam y en Cuba. La roya del trigo, del arroz y del café, ¿quién puede asegurar que no se introdujo como armas en países para entorpecer sus producciones agrícolas, disputando mercados mundiales o regionales? Igual con el ganado de distintas especies, vacas, puercos afectados con la peste bovina o la fiebre porcina, con lo que también se eliminan recursos animales.

La muerte, en números millonarios de personas, no nos han sido indiferentes, han existido. Somos los humanos los que hemos sido indiferentes hacia esas muertes resultado de las guerras mientras no nos afecten, mientras se lleven allá… en una localidad remota, allende de nuestras fronteras y nuestra comodidad.

El terror con que se ve y se aprecia el Coronavirus, por su inmediatez e impacto sorpresivo, acaso no es igual al que sufren millares de personas, hoy en el mundo, por las guerras regionales que se impulsan por las grandes potencias, y que viven esos pueblos, disputándose estas potencias las áreas de materias primas estratégicas, las regiones geopolíticas, los mercados de colocación de productos y las áreas de mano de obra barata.

El mismo esfuerzo internacional que hoy se trata de hacer y de coordinar para enfrentar el Coronavirus, deberíamos mantenerlo para acabar, de una vez por todas, con las guerras neoimperialistas, neocolonialistas, que siguen existiendo.

Hay guerras de las que no cultivamos la memoria de sus muertos y de las que nos hacen perder su memoria. Mientras no las olvidemos las recordamos.

La guerra contra el Coronavirus no nos ha hecho perder la memoria de su presencia, de su amenaza. Tampoco nos ha hecho perder la memoria de esas otras muertes, algunas muy presentes y no tan lejanas.

¡Mantengamos en alto la memoria de todas las guerras para la preservación del género Humano!

Imagen: https://pgmysgm.blogspot.com/2019/09/la-primera-guerra-mundial-fecha-28-de.html