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Etiqueta: OTAN

La Matrioshka Fecunda

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

El presidente del Partido Liberación Nacional ha expresado su repudio hacia el presidente ruso, Vladimir Putin, en un artículo que parece estar impulsado más por la emoción que por un análisis objetivo. Sin embargo, es importante señalar que el artículo carece de fundamentos sólidos en cuanto a su crítica hacia Putin y su administración.

En vez de presentar argumentos razonados, el artículo parece estar impulsado por sentimientos negativos hacia Putin, lo cual resta credibilidad a las opiniones expresadas. Además, parece evidente una falta de comprensión de los complejos asuntos geopolíticos que rodean a Rusia, particularmente en relación con el conflicto en Ucrania y la posición de la OTAN y Estados Unidos. Hubiese sido más constructivo que el presidente del Partido Liberación Nacional ofreciera argumentos fundamentados y análisis profundos sobre la situación en Rusia y sus relaciones internacionales. Esto permitiría un debate más enriquecedor y productivo sobre estos temas importantes.

En su reciente comparación entre Rusia y países como Nicaragua o Venezuela, el señor parece hacer una asociación superficial que solo encuentra sentido en un contexto arraigado en mentalidades de la Guerra Fría. Sin embargo, es importante considerar varios aspectos que invalidan esta comparación. Es importante desmitificar la idea de que Rusia y su presidente, Vladimir Putin, representan una continuidad con la era comunista. Primero, es un error asumir que Rusia es una continuación de la Unión Soviética. Putin y su partido, Rusia Unida, se identifican más con una ideología de centro-derecha, en contraste con el pasado comunista del país. De hecho, si buscamos equivalencias en el espectro político costarricense, podríamos comparar a Rusia Unida con partidos de derecha como el PUSC, históricamente conservador.

En segundo lugar, Rusia posee una historia rica y compleja que abarca más de 800 años, lo que la distingue profundamente en términos de cultura, tradición y pensamiento político respecto al enfoque occidental e imaginario al cual el señor hace referencia. Este contexto histórico único de Rusia no se puede subestimar al evaluar sus políticas y acciones actuales. Por otro lado, es crucial reconocer el papel de Rusia como una potencia mundial que está forjando un camino alternativo en el escenario internacional junto con China. Este camino desafía el tradicional orden unipolar basado en la hegemonía estadounidense y europea, que es el verdadero tema de fondo de esta triste guerra en suelo ucraniano, lo que añade una capa adicional de complejidad a cualquier comparación simplista con países latinoamericanos y sus coyunturas internas.

En tercer lugar, es importante examinar los indicadores de desarrollo y calidad de vida al evaluar la posición de Rusia en relación con países como Nicaragua y Venezuela. En términos del PIB, Rusia, con una economía de mercado y abierta, supera significativamente a ambos países, con cifras que reflejan una economía mucho más robusta, abierta al mundo y diversificada. Por ejemplo, el PIB ruso en 2022, según datos del Banco Mundial, fue de $2,240 billones, mientras en Nicaragua y Venezuela, los valores son considerablemente menores; $15,7 y $482,4 billones, respectivamente.

Es evidente que, al comparar estos aspectos económicos, sociales y políticos, se revela la inadecuación de equiparar a Rusia con Nicaragua o Venezuela. Tal comparación no solo carece de fundamento en términos históricos y culturales, sino que también pasa por alto las diferencias significativas en términos de desarrollo y posicionamiento geopolítico de estos países. Es fundamental reconocer las diferencias contextuales, así como los matices inherentes a los procesos electorales en Rusia, Nicaragua y Venezuela. Si bien es cierto que existen críticas y preocupaciones legítimas sobre la transparencia y la democracia en todos estos países, es necesario abordar cada caso con un análisis detallado y contextualizado.

Mi reciente participación en febrero pasado en el Congreso Mundial de la Multipolaridad en Rusia, donde tuve la oportunidad de interactuar con una amplia gama de colegas de más de 130 países, me permitió obtener una visión más profunda de la situación política en ese país. Durante este evento, y los intercambios que pude tener personalmente con costarricenses que viven allá, así como con ciudadanos rusos, quedó patente que una mayoría significativa del pueblo ruso respalda al presidente Putin y su gestión.

Ahora bien, es importante tener en cuenta también que mi experiencia personal, aunque reveladora, representa sólo una perspectiva limitada y no puede extrapolarse para representar la totalidad de la opinión pública en Rusia, pero sí demuestra contundentemente, que las cosas no son como las pintan los medios occidentales, en guerra contra ese país.

El contraste entre el sistema político y electoral de Rusia con los de Nicaragua y Venezuela revela importantes diferencias que no pueden ser pasadas por alto. Mientras que en Rusia persisten críticas respecto a la falta de pluralismo político y competencia real en las elecciones, es esencial reconocer que aún existe la participación de múltiples partidos políticos y candidatos en el proceso electoral.

Es importante destacar que, en Rusia, a pesar de la influencia del gobierno sobre instituciones clave como la Duma, aún se mantienen ciertos mecanismos institucionales que permiten cierto grado de independencia y capacidad de deliberación. En contraste, en Nicaragua y Venezuela, los poderes legislativos han sido subordinados al ejecutivo, lo que ha socavado el equilibrio de poderes y la separación de poderes, elementos esenciales para el funcionamiento efectivo de la democracia.

El segundo argumento esgrimido y totalmente carente de fundamento real, es el de, y cito textualmente: “Lo peor de todo fueron unas elecciones en medio de una guerra invasora genocida contra Ucrania. Putin llamó a las urnas usando la guerra es un acto de cobardía porque cada muerto del enemigo se paga con votos inducidos por el odio. Fueron urnas manchadas de sangre”. El argumento presentado simplifica una vez más una situación compleja por lo cual es importante considerar varios puntos para refutar esta afirmación:

1- La convocatoria de elecciones durante un conflicto no es necesariamente un acto de cobardía por parte de un líder político. Las elecciones pueden ser vistas como un intento de mantener la estabilidad interna y la legitimidad del gobierno en medio de circunstancias adversas. Además, las elecciones son un derecho fundamental de los ciudadanos y su celebración no debería ser obstaculizada por la presencia de conflictos. A diferencia de lo que dice Occidente, Rusia es un país civilizado y su gente es culta. En última instancia, si realmente existiera un rechazo generalizado del pueblo ruso hacia la guerra y el presidente Putin, como algunos afirman sin presentar pruebas, esto habría quedado patente a través del abstencionismo y la apatía en las elecciones. Sin embargo, lo que vimos fue todo lo contrario: la participación activa en las elecciones mostró que no se pudo ocultar ninguna supuesta «mentira del Kremlin». La realidad es que la alta participación electoral refleja un respaldo significativo al sistema político y liderazgo actual en Rusia.

2- Es importante evitar asumir que todos los votantes rusos fueron influenciados por el «odio hacia Ucrania». Más bien a Ucrania lo ven como a Bielorrusia, un pueblo hermano. Las motivaciones para participar en unas elecciones son diversas y no se pueden generalizar. Muchos ciudadanos pueden haber tomado decisiones electorales basadas en consideraciones internas y domésticas, sin necesariamente estar directamente influenciados por el conflicto con Ucrania. Además, es crucial reconocer el impacto positivo del liderazgo del presidente Putin en Rusia posterior a la década de la humillación que vivió ese país en los años noventa. Este cambio ha generado un sentimiento de gratitud entre la mayoría de los ciudadanos rusos, lo que puede haber influido en su respaldo al liderazgo actual. Es evidente que el desconocimiento de esta transformación interna puede llevar a una interpretación incompleta de la dinámica política en Rusia.

3- Criticar las elecciones en Rusia y calificar las urnas de estar «manchadas de sangre» debido al conflicto con Ucrania es una simplificación subjetiva y poco fundamentada. Es válido señalar que sería deseable haber visto posturas críticas similares durante elecciones anteriores en Estados Unidos, especialmente durante períodos en los que el país estuvo involucrado en invasiones ilegales en Oriente Medio. Este tipo de posturas habrían reflejado un compromiso más consistente con los principios de justicia, democracia y responsabilidad internacional.

Además, catalogar a Putin como genocida es una afirmación que carece de respaldo sustancial, especialmente considerando que ni siquiera la ONU ha hecho tal declaración. En contraste, recientemente la relatora especial de la ONU en Israel, Francesca Albanese, durante la sesión ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, dijo que considera que hay motivos razonables para creer que se ha alcanzado el umbral que indica la comisión del delito de genocidio contra los palestinos como grupo en Gaza, situación frente a la cual este señor y su partido guardan silencio.

Por último, es crucial destacar que calificar las elecciones en Rusia como el derrumbe de la civilización es una afirmación absurda y paradójica. Rusia se destaca hoy en día como uno de los principales defensores de la verdadera civilización cristiana en Occidente, en contraposición a la ideología liberal atea occidental tanto de izquierda como de derecha. Mientras que en Occidente se promueven valores que desprecian la tradición y la fe, Rusia aboga por la preservación de las raíces cristianas, el orden, la familia y la moralidad.

La ideología rusa actual se basa en principios que valoran la estabilidad social, la cohesión familiar y el respeto por la tradición, en oposición al materialismo desenfrenado y el consumismo que caracterizan a la sociedad occidental. Además, mientras Occidente tiende hacia el nihilismo y la deshumanización, Rusia se esfuerza por promover una visión más equilibrada y humanista de la civilización.

Antes de terminar, y no sin dejar de lado el tema del lamentable conflicto en Ucrania, es menester considerar que responsabilizar exclusivamente a Rusia por la guerra en Ucrania es ignorar por completo la complejidad de la historia reciente y la implicación directa de países occidentales desde el golpe de estado de 2014 en Kiev. Es importante abordar abiertamente los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región, que claramente apuntan a contener a Rusia como un actor global de peso.

Además, no se puede pasar por alto el hecho de que la CIA ha estado operando en Ucrania durante más de una década, con el objetivo de socavar a Rusia, lo cual fue titular del prestigioso medio estadounidense, The New York Times, el pasado 28 de febrero. Pero parece que esto no refleja, ante los ojos de algunos, una amenaza para la seguridad nacional de Rusia. De igual manera, es crucial reconocer la presencia de laboratorios de experimentación biológica occidentales en las regiones ucranianas fronterizas con Rusia, lo cual añade una capa adicional de complejidad al conflicto.

Sumado a esto, es fundamental considerar el interés de convertir a Ucrania en un miembro de la OTAN para legitimar la instalación de misiles en las fronteras rusas apuntando hacia Moscú. Para comprender mejor esta situación, podemos plantear una analogía: ¿Cómo reaccionaría Estados Unidos si México se uniera a una alianza militar con Rusia y China, y decidiera establecer bases militares en la frontera con Texas? Esta perspectiva nos permite entender la sensibilidad de Rusia ante la posibilidad de una expansión de la OTAN hacia sus fronteras, similar a la situación que provocó la crisis de los misiles en Cuba en 1962, en este caso para los Estados Unidos.

La idea de que Putin y su ministro de defensa decidieron invadir Ucrania por mera voluntad es una simplificación absurda y refleja la decadencia del pensamiento occidental en su máxima expresión. Es necesario un análisis más profundo y equilibrado que considere todos los factores en juego, incluidos los intereses geopolíticos y las acciones de todas las partes involucradas, antes de tomar una postura al respecto.

Es importante no caer en el juego de la guerra psicológica ni en las campañas de rusofobia occidentales. Por estas y muchas otras razones yo no cuestiono el viaje de las diputadas a Moscú, sino que lo reconozco como un acto de valentía, pensamiento independiente y buena fe en el marco de una coyuntura geopolítica histórica y compleja. El hecho de comprender las razones detrás de las acciones de Rusia y reconocer la guerra mediática lanzada por Occidente no implica necesariamente un respaldo ciego a todas las acciones de Rusia o su presidente. Tampoco equivale a apoyar a dictadores, como erróneamente afirman algunos. Más bien, implica tener una comprensión más profunda de la complejidad del mundo y un intento de superar el pensamiento simplista de «buenos y malos» que a menudo prevalece en el pensamiento occidental.

Hay que tener cuidado con el fundamentalismo democrático, al igual que cualquier extremo ideológico, representa un riesgo significativo para la misma democracia. Si las cosas fueran de buenos y malos, entendidas desde una visión puramente idealizada de la democracia, países como Costa Rica, que no tienen ejército ni enemigos en el mundo, se vería obligada a aislarse del mundo, paradójicamente, como Corea del Norte, porque todas las naciones, independientemente de su sistema político, tienen sus propios intereses y participan en juegos geopolíticos en los cuales podemos o no estar de acuerdo, y donde no todos son democráticos.

Reconocer estas complejidades significa entender que hay más oportunidades de promover la paz a través del diálogo y la negociación que mediante sanciones unilaterales o la suposición de superioridades morales. La búsqueda de soluciones pacíficas requiere un compromiso con la comprensión mutua y el respeto por las perspectivas divergentes, en lugar de caer en la trampa de la demonización, la confrontación y la cultura de la cancelación que dañan y enferman a la democracia real en nuestras latitudes.

El mundo de Charles Michel a las tres y media de la mañana

Gilberto Lopes, en San José
27 de marzo de 2024

Eran las tres y media de la mañana cuando lo despertó una llamada del presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski anunciando la invasión de su país. Al oír su voz sombría, el presidente del Consejo Europeo (el órgano que agrupa a los jefes de Estado y de gobierno de los 27 estados miembros), el belga Charles Michel, comprendió que el orden internacional surgido de la II Guerra Mundial había cambiado para siempre.

Michel, un conservador que encabezó un gobierno de coalición en su país entre 2014 y 2019 antes de asumir la presidencia del Consejo Europeo, lo cuenta en un artículo que publicó el pasado 19 de marzo en el diario español El País.

En su visión del mundo, ante las nuevas amenazas que enfrenta Europa, “es necesario reforzar nuestra capacidad de defender el mundo democrático, tanto por Ucrania como por Europa”.

Hoy, en Europa, esa defensa es entendida casi exclusivamente como un desafío militar. Michel lo resume con un viejo cliché: “Si queremos la paz, debemos prepararnos para la guerra”.

Son frases potentes, uno de cuyos efectos principales es eximirnos de pensar. ¿De qué guerra nos habla Michel? ¿De la OTAN contra Rusia?

Michel repite afirmaciones que oímos con frecuencia hoy: “Rusia no se detendrá en Ucrania, del mismo modo que no se detuvo hace diez años en Crimea”.

“Rusia constituye una grave amenaza militar para nuestro continente europeo y para la seguridad mundial”. Prosigue con sus tácticas de desestabilización en todo el mundo, en Moldavia, en Georgia, en el Cáucaso meridional, en los Balcanes Occidentales e incluso en el continente africano”.

Ningún analista serio, ni político ni militar, confirma la idea de que Rusia, una vez finalizada la guerra en Ucrania, se disponga a avanzar sobre sus vecinos europeos. Estaríamos hablando de una guerra contra la OTAN, de un conflicto nuclear. Eso no tiene sentido y es precisamente la naturaleza nuclear de esa guerra lo que le quita todo sentido a la frase de Michel. A menos que estemos todos dispuestos a la tragedia que eso significaría.

Pero Michel no tiene dudas: –Nos enfrentamos a la mayor amenaza a nuestra seguridad desde la Segunda Guerra Mundial, asegura.

Otras visiones del mundo

David Milband, exsecretario de Estado para Asuntos Exteriores del Reino Unido (2007-2010), publicó, hace un año, un artículo con el título de “El mundo más allá de Ucrania” (“The World Beyond Ukraine”. Foreign Affairs, abril 2023).

Ahí dice que la invasión de Ucrania produjo una notable unidad de acción de las democracias liberales del mundo. Pero –agregó– esa unidad de Occidente no fue respaldada por el resto del mundo. Dos tercios de la población mundial, dice Miliband, vive en países oficialmente neutrales, o apoyan a Rusia en este conflicto, incluyendo notables democracias como Brasil, India, Indonesia o Sudáfrica.

Esa distancia entre Occidente y el resto del mundo –agrega el político inglés– “es el resultado de una profunda frustración –ira, en realidad– por la forma como Occidente condujo la globalización desde finales de la Guerra Fría”.

Algo similar ha dicho el presidente ruso, Vladimir Putin. Es una de las razones por las que explica su decisión de irrumpir en el escenario internacional de tal manera, que ha hecho a Michel decir que el orden internacional, heredado de la II Guerra Mundial, “había cambiado para siempre”.

Lo cierto es que una guerra con la OTAN es vista como poco probable por muy diversos analistas. Aunque, naturalmente, dada la naturaleza de la guerra en Ucrania, no se puede descartar, incluyendo la posibilidad de que se desate por un mal cálculo o hasta por accidente.

El pasado 24 de marzo, por ejemplo, Polonia afirmó que un proyectil ruso lanzado contra una base ucraniana cerca de la frontera polaca, había sobrevolado su espacio aéreo por cerca de 40 segundos. Y pedía explicaciones al gobierno ruso, que al final decidió no dárselas, porque Polonia no presentó prueba alguna de lo que estaba afirmando.

Dos días antes, un ex oficial norteamericano, Stanislav Krapivnik, dijo al medio ruso RT, que el gobierno polaco estaba preparando a su población para una guerra con Rusia. Recordó afirmaciones del jefe del Estado Mayor polaco, general Wieslaw Kukula, de que Rusia “se estaba preparando para un conflicto con la OTAN” en la próxima década. Lo que, para Krapivnik, es parte de la preparación psicológica del pueblo para la guerra. No descartó tampoco que Polonia pueda descargar un ataque preventivo contra Rusia, con apoyo de países como la República Checa, o los países bálticos, lo que desataría un inevitable conflicto con la OTAN.

En todo caso, un estudio hecho para la Rand Co. por Samuel Charap y Miranda Priebe, publicado en enero del año pasado, con el título de “Avoid a long war”, concluye que, para Estados Unidos, es más importante evitar tanto una guerra entre la OTAN y Rusia, como una guerra de larga duración entre Rusia y Ucrania.

Todos se sienten amenazados

Predomina entre diversos políticos europeos una misma visión alarmista. Joschka Fischer, exministro de Relaciones Exteriores de Alemania y líder de los verdes, ha insistido en que “no se trata solo de la libertad de Ucrania. Se trata de todo el continente europeo”. Rusia quiere borrar a su vecino del mapa, asegura.

¿Cómo imaginar una guerra de Rusia para conquistar el continente europeo? Fischer se siente amenazado. Michel también. No fue Rusia la que se acercó a las fronteras de la OTAN. Fueron las fronteras de la OTAN las que se fueron acercando a Rusia durante 40 años. Pero esa es una reflexión que no está en el razonamiento de esos políticos europeos.

Como dice el ministro de Relaciones Exteriores sueco (el último país a incorporarse a la OTAN), Tobias Billstrom, “armar a Ucrania es una forma de enfrentar los apetitos de Moscú”. Me parece que Moscú podría pensar que esa es una forma de alimentar los apetitos de la OTAN en su contra.

Para el ministro sueco, en todo caso, no son su país, ni la OTAN, los que constituyen un problema; es el comportamiento irresponsable e imprudente de Rusia, que procura reconstruir su viejo imperio en el Báltico.

¿No se les ocurre pensar que Rusia también se siente amenazada y que antes de invadir Ucrania advirtió muchas veces del riesgo que representaba para ellos el avance sistemático de la OTAN hacia sus fronteras?

Un asomo de sensatez

El tono belicista ocupa cada vez más el espacio del debate. La cumbre de la Unión Europea, el pasado 22 de marzo, “llegó precedida de un ambiente belicista como no se recordaba en Bruselas en muchos años”, dijeron los corresponsales de El País.

La UE pidió a la sociedad civil que se prepare para “todos los peligros”. Michel pidió a Europa pasar “a un régimen de economía de guerra”. En Alemania, una ministra sugirió introducir en los colegios cursos de preparación para enfrentar conflictos.

Se va creando un ambiente de histeria belicista que ha terminado por asustar a algunos de los mismos dirigentes europeos. “No me siento reconocido cuando se habla de convertir Europa en una economía de guerra, ni con expresiones como la tercera guerra mundial”, dijo, en Bruselas, el jefe de gobierno español, Pedro Sánchez.

No es que discrepe de la sugerencia de Michel, de prepararse para la guerra, aunque no comparte el tono que ha adoptado el debate. Pero su propia ministra de Defensa, Margarita Robles, recordaba hace unos días, en una entrevista, que “un misil balístico puede llegar perfectamente desde Rusia a España”.

El mismo representante de la política exterior de la UE, Josep Borrell, quién, con frecuencia, ha alimentado ese ambiente guerrerista, ha preferido ahora advertir contra la tendencia de andar asustando a los ciudadanos europeos con una guerra, exagerando la amenaza de un conflicto directo con Rusia.

“He oído voces que hablan de una guerra inminente. Gracias a dios la guerra no es inminente. Vivimos en paz. Apoyamos a Ucrania, pero no somos parte de esa guerra”. No se trata, para Borrell, de que los soldados europeos “vayan a morir a Donbass”.

Un riesgo que el presidente de Francia y otros países, especialmente los bálticos y Polonia, parecen dispuestos a correr. El canciller de Ucrania, Dimitry Kuleba, en entrevista para Politico, el pasado 25 de marzo, no descartó que países europeos decidan desplegar tropas en Ucrania para contener los avances rusos. “Si Ucrania pierde –aseguró–, Putin no se detendrá”.

Es evidente que la afirmación de Borrell está cargada de contradicciones. Es difícil entender que viven en paz mientras la participación de la OTAN es cada vez mayor en una guerra a la que han desviado recursos que multiplican muchas veces los destinado a cualquier otro de sus proyectos en el mundo.

Fascismo como extrema derecha

«Los políticos europeos están perdiendo la cabeza. La voz de la paz está retrocediendo por completo. Muchos líderes políticos europeos están sufriendo una psicosis de guerra», en opinión el ministro húngaro de Asuntos Exteriores, Peter Szijjarto, el pasado domingo 24.

Hungría –a la que, con frecuencia, acusan en Europa de “populista” y de “extrema derecha”– es un país opuesto a los proyectos de enviar armas a Ucrania.

“Populismo”, un concepto que ha alimentado miles de muy variadas páginas académicas, tiene la ventaja de evitar muchas complicaciones a los periodistas. El calificativo, inútil para explicar el escenario político, sirve para salir del paso sin necesidad de mayores elaboraciones. Les ahorra mucho pensar a ciertos periodistas.

En Alemania le dedican particular atención al papel de un partido al que ubican en la “extrema derecha”: Alternativa para Alemania, AfD por sus siglas en alemán.

El Grand Continent (publicación del Groupe d’études géopolitiques, un centro de investigación independiente con sede en la École Supérieure de París, fundado en mayo de 2019), ha decidido acompañar los abundantes procesos electorales previstos para este año con una serie de entrevistas. Para el caso alemán, entrevistó al historiador Johann Chapoutot (la entrevista puede ser vista aquí: https://legrandcontinent.eu/es/2024/03/24/que-significa-la-afd-en-alemania-una-conversacion-con-johann-chapoutot/)

Chapoutot habló sobre lo que significa AfD para Alemania. “La AfD pasó de un enfoque centrado en cuestiones monetarias a una postura populista más pronunciada”, asegura. “Como muchos partidos de extrema derecha, propone un discurso populista que promete devolver el poder al pueblo frente a una élite que supuestamente se apresura a oprimirlo”.

Pero el mismo Chapoutot –que acude aquí al concepto de “populismo”– aporta elementos para un análisis más profundo sobre esa derecha alemana, extrema, ciertamente, pero representada en las más diversas formaciones políticas del país, no solo en AfD.

En Baviera, donde los muy conservadores socialcristianos de la CSU dominan el panorama electoral, AfD encuentra “poco o casi ningún espacio” para desarrollarse. El fuerte particularismo bávaro parece limitar su avance en una región donde el dominio de una derecha bastante radical (CSU y Freie Wähler) es “abrumador”, dice Chapoutot.

Tras la reunificación de Alemania, en 1990 –insiste Chapoutot–, jóvenes del Este se volcaron al nacionalismo, en respuesta a lo que percibían como un robo de identidad de cara a la dominación occidental, tras la caída de la RDA.

Un desempleo del 30%, la liquidación de la industria y de la artesanía de Alemania Oriental, la violencia de la “toma del poder” (Übernahme) o de la “anexión” (Anschluss) por parte de las empresas de Alemania Occidental provocaron un trauma social “cuya intensidad nos cuesta medir, y cuyas secuelas culturales y políticas siguen muy vivas 35 años después”, agrega.

Helmut Kohl, canciller demócrata cristiano que condujo el proceso de unificación, y su ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble (el mismo que, años después, impondría condiciones leoninas en la renegociación de la deuda griega, para salvar a los bancos alemanes comprometidos con esos préstamos) habían permitido a las empresas renunciar a la legislación laboral, a cambio de que se instalasen en el Este. Y que se volvieron un laboratorio de “políticas sociales”, impuestas a continuación en el Oeste por los socialdemócratas Gerhard Schröder y Peter Hartz, con sus ofertas de “mini jobs” para os alemanes desempleados.

Chapoutot nos recuerda el acercamiento de los verdes a la CDU, los mismos verdes que integran la actual coalición de gobierno con los socialdemócratas y liberales, y defienden una agresiva política contra Rusia.

Los liberales (FDP), cada vez más extremistas en sus posiciones conservadoras, asumen las propuestas más duras de la AfD, dice Chapoutot. Al igual que la extrema derecha, el FDP es anti-ecologista, pro-empresa, anti-impuestos, anti-estándares… La propuesta de bajar impuestos tiene como corolario la destrucción de los servicios públicos y el abandono de las infraestructuras.

Esa es la extrema derecha alemana y europea que, según las más diversas estimaciones, no solo se consolidará en el escenario político europeo (en el Parlamento, en la Comisión y en el Consejo) en las elecciones de junio próximo, sino que se inclinará aún más hacia la derecha, sin que haga falta, para comprender lo que está en juego, acudir a “populismos”, ni a la búsqueda de posiciones más extremas, porque no las hay (aunque se discrepe sobre migración y algún otro tema).

Los mismos que luchan contra Rusia, sostienen a Ucrania y a Israel, y piensan que para conseguir la paz hay que prepararse para la guerra, en vez de negociar una paz que ofrezca a los europeos (y al resto del mundo) seguridad y garantías de un desarrollo común.

No es necesario reforzar la capacidad europea “de defender el mundo democrático, tanto por Ucrania como por Europa”, como pretende Michel. El problema, esta vez, es que una nueva guerra europea nos arrastrará a todos, pondrá fin a la humanidad, tal como la conocemos. En una guerra así no habrá espectadores. Seremos todos víctimas.

FIN

El atentado de Moscú y la Operación Gladio 2.0

Germán Gorraiz López- Analista

El eje globalista anglo-judío estaría preparando un escenario bélico que abarcaría prácticamente la totalidad de la cartografía terrestre, quedando América Latina como islote en un océano borrascoso. El objetivo confeso de los globalistas encabezados por Soros y la Open Society Foundation (OSF) sería la implementación del Nuevo Orden Mundial (NWO), que implicaría la recuperación del papel de EEUU como gendarme mundial siguiendo la Doctrina Brzezinski.

De lo anterior, se deduce que una victoria republicana en noviembre del 2024 representaría el ocaso de la estrategia atlantista de Biden y Soros empecinados en defenestrar a Putin del poder, la firma de un acuerdo de Paz en Ucrania y el retorno a la Doctrina de la Coexistencia Pacífica con Rusia. Ello supondría la entronización del G-3 (EEUU, Rusia y China) como «primus inter pares» en la gobernanza mundial y el final del sueño obsesivo de los globalistas encabezados por Soros y la Open Society Foundation (OSF) de conseguir la balcanización de Rusia, «la ballena blanca que los globalistas llevan décadas intentando cazar».

Así, la CIA habría ideado supuestamente la presión Gladio.2.0, consistente en despertar a sus células durmientes y provocar cruentos atentados de gran impacto mediático en Rusia y su posterior contrarréplica en países vecinos a Ucrania con el objetivo confeso de provocar la implicación de la OTAN en un conflicto total con Rusia que por mimetismo podría extenderse a Extremo Oriente y desembocar en la Tercera Guerra Mundial.

El estreno del Plan Gladio 2.0 habría sido el cruento atentado en la sala de conciertos Crocus de Moscú, con el saldo de cerca de 140 muertos y más de 150 heridos y cuya autoría fue inicialmente reivindicada por el ISIS y posteriormente descartada por la editora en jefe de la televisión y canal ruso RT, Margarita Simonian, quien ha afirmado que «el atentado terrorista en Moscú no tiene nada que ver con el ISIS, sino con Ucrania», siendo previsible una respuesta  de Moscú siguiendo el esquema de acción-reacción.

Finalmente, al estar EEUU inmerso en la campaña electoral para las presidenciales de noviembre, Francia, Polonia y Reino Unido serían el tridente elegido por los globalistas para implosionar el frente ucraniano la próxima primavera y provocar la posterior entrada de la OTAN en un conflicto abierto con la Rusia de un Putin reelegido hasta el 2030.

¡No tendremos oportunidad de aplaudir!

Gilberto Lopes, desde San José
9 marzo 2024

  • Una Europa de perfil alemán
  • Mientras tanto… ¿cómo le ha ido a Inglaterra?
  • Los rusos… ¿afuera o derrotados?
  • Conservadores y socialistas
  • La amenaza rusa
  • La OTAN se prepara para la guerra

“Los norteamericanos adentro, los rusos afuera, los alemanes abajo”. Así definía Lord Ismay –Hastings Lionel Ismay, I Barón Ismay, general del ejército británico, primer Secretario General de la OTAN (1952-57)– los objetivos de la organización, fundada en 1952, en plena guerra de Corea y comienzos de la Guerra Fría.

Como nos advierte Víctor Davis Hanson, historiador de la Hoover Institution, en la Universidad de Stanford, autor del libro “The Second World Wars: How the First Global Conflict Was Fought and Won”, Lord Ismay no se refería a dejar afuera a la Unión Soviética (que, alguna vez pretendió, sin éxito, sumarse a la OTAN), sino a los “rusos”. Tampoco a Alemania del este, o a los nazis. Simplemente, a los “alemanes”.

En un artículo publicado en julio de 2017, Hanson afirmaba que Ismay entendía que, atrapada entre Alemania y Rusia, Europa necesitaba un poderoso aliado externo para evitar nuevos conflictos. Ese aliado era Estados Unidos­, entonces tentado por el aislacionismo ante el riesgo de involucrarse en otra guerra europea. Una preocupación que el eventual triunfo de Trump en noviembre próximo despierta nuevamente.

Lo que Hanson no dice es que impedir el surgimiento en el continente europeo de una potencia que pudiera desafiar a Londres fue siempre un objetivo clave de la moderna política exterior británica.

Por alguna razón, diría Hanson, tanto la exprimera ministra inglesa, Margaret Thatcher (1979-90), como Mijaíl Gorbachov, Secretario General de Partido Comunista de la Unión Soviética (1985-91), veían con preocupación la unificación alemana en 1989. Tanto a Lord Ismay como a Thatcher, o a Gorbachov, una Alemania dividida les parecía más seguro.

Pese a que hoy, en muchos aspectos, Alemania es un “modelo de democracia”, no hay que olvidar ciertas “raíces” que hacen pensar que la historia podría repetirse, agregó Hanson. El general Ismay no dejaba de recordar la guerra Franco-Prusiana de 1870-71, ni el papel de Alemania en las dos guerras mundiales.

Una Europa de perfil alemán

El objetivo de la OTAN, de mantener “a los alemanes abajo”, no se cumplió. La unificación alemana, en 1990, y el Brexit, aprobado en un referendo el 23 de junio del 2016, por el que Gran Bretaña decidió salirse de la Unión Europea, son dos expresiones de ese fracaso.

Catorce años antes del Brexit, el 1 de enero del 2002, había entrado en circulación, en doce Estados europeos, el euro, la moneda única que Gran Bretaña nunca adoptó. Empezaba ya entonces su retirada de una Europa que se iba organizando, cada vez más, con un perfil alemán.

El euro fue la espina dorsal de esa construcción. Una moneda común que evitaba la valorización de una moneda nacional, como el marco, haciendo más caras las exportaciones de un país que mantenía un creciente superávit comercial, como era el caso de Alemania.

El banco central alemán controlaba de hecho las finanzas europeas, dice Hanson. Las empobrecidas economías del Mediterráneo estaban atadas a la alemana, que vio en el Brexit “una intolerable afrenta a su liderazgo”.

Abundan los análisis sobre el efecto del euro en las economías europeas y no es posible analizarlo aquí en detalle. Sugiero el texto de Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y autor del libro “El euro. Cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa”, publicado en 2017. Para Stiglitz, para salvar el proyecto europeo había que abandonar el euro. El euro ha hecho que los países más débiles lo sean aún más y que los más fuertes se hayan reforzado, dice Stiglitz. El PIB alemán, que era 10,4 veces el de Grecia, en 2007, pasó a serlo 15 veces, en 2015.

Adam Tooze, historiador económico británico, ya señalaba, en septiembre de 2012, en la revista Foreign Affairs, que el crecimiento de Alemania era insostenible, porque gran parte de su superávit era logrado a costa del déficit en cuenta corriente de los países europeos en crisis.

Alemania veía en el enorme superávit comercial –que disfrutó desde el 2000– como una forma de retornar a los viejos días de gloria posteriores a la II Guerra Mundial. Pero entonces, dice Tooze, invertían en el país. En 2012, Alemania invertía más en el extranjero que en casa. En ese sentido el superávit no era una repetición del modelo de crecimiento de posguerra, “sino una señal de su descomposición”.

Quizás en ningún otro escenario esa Europa “alemana” se dibujó con mayor dramatismo que en las condiciones impuestas a Grecia en la renegociación de su deuda, en 2015, con el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble (2009-2017), desempeñando un agresivo papel en la imposición de drásticos recortes a los gastos públicos, privatizaciones y la obligación de hacerla pagar hasta el último centavo de la deuda. Los gobiernos de la Eurozona no querían ver ni en pintura una renegociación, un alivio a la deuda griega.

Poco a poco se fue conociendo de qué se trataba todo eso. El FMI había decidido proteger los bancos afectados, principalmente alemanes y franceses, expuestos a la deuda griega. Se sacrificó la economía griega para salvar el proyecto del euro y el sistema bancario del norte de Europa.

Mario Draghi, entonces presidente del banco, reconoció que los países de la eurozona obtuvieron beneficios por 7,8 mil millones de euros gracias a las condiciones que impusieron a Grecia en la renegociación de su deuda. Berlín ganó cerca de 2,9 mil millones de euros con la crisis griega, gracias a la parte que le correspondía de las ganancias generadas por el programa de compra de títulos de la deuda griega por el Banco Central Europeo (BCE).

Mientras tanto… ¿cómo le ha ido a Inglaterra?

En 2018, la primera ministra británica, Theresa May, negociaba con la Comisión Europea los acuerdos que regularían la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, luego del referendo de junio del 2016.

“En la famosa cena de Downing Street, de Theresa May con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, la primera ministra planteó que debían comprometerse a conseguir que el Brexit fuera un “éxito». Un perplejo Juncker le recordó que eso era imposible, porque las dos partes iban a salir perdiendo”.

El luxemburgués Juncker era el mismo que, junto con el alemán Schäuble, se había ensañado con Grecia tres años antes, en la renegociación de la deuda.

En noviembre del 2022 el Banco de Inglaterra advirtió que el Reino Unido enfrentaba un escenario «muy desafiante» para su economía y que el desempleo prácticamente se duplicaría para 2025, pasando de 3,5% a casi 6,5%. Si bien no sería la recesión más profunda de su historia, sería la más larga desde que comenzaron los registros en los años 20, dijo el banco central.

El gobierno conservador de Rishi Sunak anunciaba nuevos recortes de gastos y aumento de las tasas de interés. La oposición laborista advertía que las familias no podrían soportar estos aumentos, que los precios de los alimentos y la factura de energía iban en aumento y ahora tendrían que hacer frente a tasas hipotecarias más altas.

Ya entonces se leía en la prensa británica que millones de personas se veían obligadas a saltarse comidas (o a quedarse el día entero sin comer). En una, de cada cuatro casas con niños, se estaba viviendo inseguridad alimentaria.

En octubre del 2022, la BBC publicó un artículo titulado “Ratas, huesos y barro: los alimentos del hambre que la gente desesperada come para sobrevivir”. “Hay personas que están comiendo alimentos para mascotas y calentando su comida con velas”, decía otro artículo, dos meses después, en un comentario sobre los efectos de la inflación en el Reino Unido.

Con la economía prácticamente estancada, el FMI prevé un crecimiento del PIB de 0,6% en 2024. La OCDE proyectó una contracción de 0,4% en 2023 y un crecimiento más modesto, de 0,2% en 2024.

Una encuesta de opinión del Observer señaló que 41% de los entrevistados opinaban que Gran Bretaña se había hecho menos influyente en los últimos diez años. 19% estimaba que más. 35% estimaba que el Brexit le había dado menos influencia, frente a 26% que opinaba lo contrario.

Las previsiones de la Comisión Europea sobre la economía de la región tampoco son optimistas. “El importante estancamiento de la UE a lo largo de 2023 se tradujo en un débil impulso al entrar en el nuevo año. […] la economía de la UE entró en 2024 en una situación más débil de lo previsto, y los últimos indicadores no sugieren un repunte inminente”.

No era el escenario imaginado por los ingleses cuando se creó la OTAN, hace ya 75 años.

Los rusos… ¿afuera o derrotados?

Ya no se trata de dejar a los rusos afuera de la OTAN, como planteaba Lord Ismay. Ahora el objetivo de sus países miembros es derrotar a Rusia. Algo mucho más ambicioso… y peligroso.

La era de la posguerra ha terminado”, dijo el primer ministro polaco, Donald Tusk, en una reunión del conservador Partido Popular Europeo (PPE) en Bucarest, Rumania. «Estamos viviendo nuevos tiempos: una era de preguerra». O luchamos para proteger nuestras fronteras, territorio y valores, para defender a nuestros ciudadanos y a las generaciones futuras, o [aceptamos] la alternativa que es la derrota”.

La derrota de Rusia “es indispensable para la seguridad de Europa”, opina también del presidente francés. “Europa se pone en pie de guerra”, decían, entusiasmados, dos corresponsales del diario español “El País”. “Más munición, más producción de armamento, mayor inversión y coordinación en capacidades de defensa”.

La presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aseguró ante el parlamento europeo que “la amenaza de guerra puede no ser inminente, pero no es imposible”. Para los periodistas españoles es un granito más, un aporte al cambio de paradigma, una advertencia para que los ciudadanos europeos se preparen mentalmente para la guerra, como lo pidió el gobierno sueco, recién incorporado a la OTAN.

¿Para qué guerra deben prepararse los ciudadanos europeos?, deberíamos preguntarnos desde América Latina. Y desde todo el mundo. ¿Estarán en sus cabales quienes pretenden prepararse para una guerra entre Rusia y la OTAN? ¿Quienes hablan de la necesidad de producir más municiones, o de un cambio de paradigma? ¿De qué municiones están hablando, de qué paradigma?

Para el canciller ruso, Sergei Lavrov, la corriente de los partidarios de la guerra es muy fuerte en Europa. Putin ha reiterado que no tiene intención de librar una guerra con la OTAN, que será, inevitablemente, una guerra nuclear.

Hay quienes piensan que avanzando en la militarización de Europa y acercando las fronteras de la OTAN a Rusia estaremos todos más seguros. La advertencia de von der Leyen –aseguran los periodistas españoles– no es más que la última “de una cadena de llamativas declaraciones que alertan del riesgo de que el presidente ruso, Vladimir Putin, ataque un país europeo”.

Las advertencias son en el mismo tono, nunca precisos: “Nuestros expertos prevén que esto podría ser en un periodo de cinco a ocho años”, según el ministro de Defensa de Alemania, Boris Pistorius. Para el titular de Defensa danés, Troels Lund Poulsen, el hipotético ataque podría suceder incluso antes”.

Conservadores y socialistas

Los periodistas se entusiasman con lo que consideran “un paso histórico” de la UE, de apoyar militarmente a Kiev con fondos intergubernamentales. O que el Banco Europeo de Inversiones cambie su política crediticia “para financiar empresas que fabrican armas y municiones”.

Occidente ha incrementado progresivamente su participación en la guerra: suministra artillería de largo alcance, avanzados sistemas de defensa aérea, tanques, misiles crucero, inteligencia por satélite.

Para al jefe del servicio de inteligencia de Estonia el Kremlin está, “probablemente”, anticipándose a un “posible” conflicto con la OTAN, en la próxima década, “o algo así…” “Los ministros de Defensa de Dinamarca y Alemania han advertido también que Rusia puede atacar a la OTAN en menos de una década”.

“Nos encontramos ante el amanecer de una nueva era más turbulenta y difícil”, dice la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, en el congreso de los socialistas europeos, en Roma. Putin es el “gran desestabilizador”. “Rusia ataca donde huele debilidad”. Por lo tanto, se trata de sumar fuerzas en su contra.

Es el mismo congreso donde se designará al luxemburgués Nicolas Schmit candidato del Partido Socialista Europeo (PSE) a la presidencia de la Comisión. A la que los conservadores llevarán como candidata a la reelección a la actual presidente. Se elige el parlamento europeo en junio próximo, y luego se encarga de elegir a los altos funcionarios de la Comisión. Según los grandes medios europeos, los conservadores no solo tienen asegurada una mayoría, sino que, corridos aún más hacia la derecha, consolidarán un bloque mayor que el actual.

Schmit fue tajante: “No hay compromiso posible con la extrema derecha, ni con quienes la respaldan y amparan”. Luego agrega: “No podemos aceptar que nuestros hijos estén expuestos a amenazas permanentes (de Vladímir Putin), al chantaje permanente de una potencia (Rusia) que es una potencia imperialista y, por sus orientaciones, una potencia fascista”.

Nadie habla del avance permanente de la OTAN hacia las fronteras rusas, del Maidán ucraniano del 2013-14, estimulado por Estados Unidos. Solo de la “amenaza rusa”. “La defensa de Ucrania es esencial para la estabilidad europea y para prevenir la expansión del poder global ruso. Contener a Rusia en Ucrania significa mantener la línea de contacto tan cerca de la frontera rusa como posible, restringiendo las tendencias expansionistas rusas”, estiman cuatro académicos del Center for Strategic and International Studies (CSIS), una organización con base en Washington.

“Europa se reafirma”, según los periodistas españoles. En 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea el presupuesto militar de los aliados europeos de la OTAN era de 235 mil millones de dólares: 1,47% del PIB. En 2023, la cantidad ascendió a 347 mil millones de dólares, equivalentes a un 1,85% del PIB. Para 2024 se espera 380 mil millones. Un 2% del PIB. Cifra considerada ya insuficiente por los países europeos.

La amenaza rusa

¿Es Rusia una verdadera amenaza para la OTAN? se preguntaban Andrea Kendall-Taylor, directora del Programa de Seguridad Transatlántica del Center for a New American Security, y Greg Weaver, exdirector de la oficina del Subsecretario de Defensa para Políticas, en un artículo publicado el 5 de marzo en Politico.

No lo ponían en duda. En su artículo trataban de analizar como debían prepararse los aliados de la OTAN para enfrentar una agresión rusa que, pese a todas las evidencias en contrario, estimaban muy probable.

Weaver y Kendall-Taylor citan al exjefe del Estado Mayor conjunto de los Estados Unidos, el general Mike Milley, quien explicaba que, si bien los gastos para disuadir una agresión son altos, muchos más altos son los de pelear una gran guerra.

Les preocupa tener que pelear en dos escenarios: en Europa y Asia. Para eso se necesita asegurar la capacidad de transportar y abastecer sus fuerzas, por mar y aire, en los escenarios de batalla y de contar con suficientes municiones convencionales para mantener su superioridad.

Fyodor Lukyanov, director del Grupo de Debates de Valdai, nos sugiere otra visión del problema. La élite occidental gobernante es hoy muy distinta a la de generaciones anteriores, pues cree en su infalibilidad. Piensa que cualquier desvío de las normas políticas e ideológicas establecidas después de la Guerra Fría sería “una real catástrofe para el mundo”. Y como cualquier compromiso con los rusos significaría eso, “es necesario evitarlo a toda costa”.

“Los Estados Unidos fueron incapaces de manejar la responsabilidad de ser la única superpotencia del mundo al finalizar la Guerra Fría”, dijo Putin en el reciente Festival de la Juventud, en Sochi.

Lukyanov se refiere al origen de esas ideas, a la mentalidad del “fin de la historia” que prevaleció con el fin del socialismo en el este europeo. El mundo parecía caminar en una sola dirección, hasta que se toparon con una nueva realidad, con Estados capaces de oponerse y bloquear ese movimiento.

Durante veinte años Rusia trató de hacer ver la necesidad de reacomodar el orden internacional. Esas advertencias fueron ignoradas. El resultado fue lo ocurrido el 24 de febrero del 2022, cuando sus tropas entraron en Ucrania. Rusia trata ahora, con la fuerza militar, de obligar a Occidente a revisar su enfoque de los años 90, a buscar un nuevo acuerdo sobre el escenario de seguridad europeo, dice Lukyanov.

El que la retórica de Occidente sobre lo inadmisible de una victoria de Moscú sea cada vez más estridente es alarmante. “Estamos entrando en un período peligroso”, en su opinión.

Para el diplomático hindú Kanwai Sibal, exembajador en Rusia (2004-07), los países miembros de la Unión Europea prometen más armas para Ucrania, mientras se niegan a aceptar la afirmación de Moscú de que no tienen planes de atacar ningún país de la OTAN. Piensan que aumentando el nivel de la confrontación, van a obligar a Moscú a sentarse en la mesa de negociaciones.

“Esto puede ser un grave error de apreciación”, estimó. Lejos de forzar una solución negociada al conflicto, esa lógica puede conducir inexorablemente a una confrontación entre Rusia y la OTAN.

El argumento es que si Rusia vence, atacará otros países para satisfacer sus ambiciones imperiales.

“¿Alguien en esta sala piensa que Putin parará en Ucrania? Les garantizo que no”, dijo Joe Biden en su discurso sobre el estado de la nación, el pasado 7 de marzo. La frase me recordó la del entonces Secretario de Estado Colin Powel quien, un 5 de febrero del 2003, exhibía ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una muestra de ántrax, supuestamente del arsenal de Sadam Husein, un argumento más para justificar, mes y medio después, la invasión de Irak.

Son falsos argumentos, dice Sibal. “Putin ha estado en el poder 24 años, la OTAN se ha expandido cinco veces, sus tropas y los misiles norteamericanos están estacionados cerca de las fronteras rusas, sin ninguna respuesta agresiva de Rusia”. Nadie explica ahora porque Rusia tendría interés de atacar a la OTAN.

Putin ha advertido a Occidente de los riesgos de sus políticas, especialmente del avance de la OTAN hacia sus fronteras. Lo hizo en el 2007, en su discurso en la conferencia de seguridad de Múnich y no ha dejado de hacerlo desde entonces. Su última oferta de un acuerdo, en diciembre del 2022, dos meses antes de la invasión de Ucrania, fue rechazada.

Occidente piensa que Moscú no responderá militarmente si Occidente sigue incrementando su apoyo a Ucrania. “Esto puede ser un serio error de apreciación; puede explicar porque los europeos no toman debida nota del formidable aparato nuclear ruso”. “Esto –dijo Sibal–puede arrastrar a Occidente, y a todo el mundo, a la pesadilla nuclear.

La OTAN se prepara para la guerra

El que Rusia no tenga los medios para lograr sus ambiciones neoimperiales no le impide tratar de alcanzarlas hasta un amargo final, dijo Joschka Fischer, exministro de Relaciones Exteriores y líder de los verdes alemanes (que hoy ocupan nuevamente esa cartera, a cargo de la expeacenik Annalena Baerbock).

Sobre las ambiciones neoimperiales, las lecciones más recientes de la historia revelan que lo que Fischer atribuye a Rusia calza mejor con el comportamiento alemán. Ambiciones imperiales que nos han conducido a amargos intermedios, pero que, repetida, nos puede conducir al final amargo a que hace referencia el político alemán.

La Unión Europea ya no es solo un proyecto de paz. Europa tiene que prepararse para la guerra. Este programa no contradice el objetivo inicial de prevenir la guerra en Europa, dijo Riho Terras, un conservador miembro del parlamento europeo y excomandante militar de Estonia.La Comisión Europea acaba de presentar una Estrategia Industrial de Defensa junto con un fondo de subsidios de al menos 1.500 millones de euros para un Programa Europeo de Inversiones en Defensa. Pero se va a necesitar mucho más, si Europa pretende crear un complejo industrial competitivo, en opinión del Comisario de Industria de la Comisión Europea, Thierry Breton. Se necesitarían cien mil millones de euros. Algo que otros diplomáticos europeos ven más allá de toda posibilidad.Cuando la OTAN fue creada, Estados Unidos era una potencia en plena expansión. Fue su momento de mayor preponderancia en el escenario internacional. Controlaba entonces cerca del 50% de la industria mundial.

En 1999, diez años después del final de la Guerra Fría, Bill Clinton (93-2001) anunció que Estados Unidos tenía por delante un futuro próspero y brillante. Parecía cierto: el país era más rico que nunca.

Desde entonces, el porcentaje de su participación en la economía mundial, su productividad, no han cesado de caer, mientras crece la obsolescencia de su industria manufacturera y de su infraestructura.

La inestabilidad financiera es solo uno de los problemas de la economía occidental, dijo el analista económico del Financial Times, Martin Wolf, en su más reciente libro, “The crisis of democratic capitalism”. Es un largo texto, para una crisis profunda, a la que Wolf agrega otros factores, como “la creciente desigualdad, la creciente inseguridad personal y el lento crecimiento económico, especialmente después de la Gran Recesión”.

El debate sobre la decadencia del imperio norteamericano tiene muchas aristas, pero es evidente que el país que impuso las reglas de Bretton Woods al mundo hoy tiene que esforzarse para tratar de mantenerlas, antes de que se les vayan de las manos.

Es el mismo que hizo de la OTAN la columna vertebral de su política de defensa, una organización beligerante que sigue estrechando el cerco en torno a Rusia, moviéndose cada vez más cerca de una guerra nuclear de la que sus líderes parecen soñar con salir vencedores.

¿Nos quedaremos, el resto del mundo, como simples espectadores de una obra sobre nuestro final? ¿Tendrá alguna posibilidad de éxito el esfuerzo mediador de China, con la gira, a principios de marzo, de su representante especial para los asuntos de Eurasia, Li Hui, que incluyó Kiev? ¿O los de Lula, o los de Petro, o los del Papa Francisco? Lo único inaceptable es esperar sentados que caiga la telón…

¡No tendremos oportunidad de aplaudir!

FIN

La OTAN y el “problema ruso”

Gilberto Lopes, en Costa Rica

Feb 2024

El “problema ruso» representa un reto enorme para la Unión Europea, dijo el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell. Hablando al concluir la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, Borrell advertía contra el peligro de un largo período de tensiones. Temía que Rusia se viera tentada a aumentar sus “provocaciones políticas y militares contra los países de la OTAN”.

La formulación de Borrell nos pone frente a un problema no fácil de definir: el “problema ruso”. Hay muchos intentos de hacerlo, tanto en las intervenciones de los líderes mundiales, reunidos en Múnich entre el 16 y el 18 de febrero pasado, como en los análisis de periodistas y expertos.

David E. Sanger y Steven Erlanger, del NYT, nos dan algunas pistas en un artículo de opinión sobre los resultados de la conferencia, publicado el mismo 18 de febrero. En su opinión, nada de lo que los líderes occidentales hagan –ni las sanciones, ni las condenas, ni los esfuerzos militares– cambiarán las intenciones de Putin de desarticular el actual orden mundial. Para ellos, ese sería el “problema ruso”.

El paso dado por Putin, su irrupción más decisiva en el contexto político internacional, ha sido la invasión de Ucrania. El presidente ruso ha explicado muchas veces sus razones. Lo hizo en 2007, en la misma reunión de Múnich a la que, este año, no fue invitado. Lo preocupaba la expansión de la OTAN hacia sus fronteras.

Minando la confianza

“Hoy estamos viendo un incontrolable abuso de la fuerza militar en las relaciones internacionales; un Estado, principalmente Estados Unidos, ha traspasado sus fronteras nacionales de todos los modos posibles. Esto es extremadamente peligroso, nadie se siente seguro”, dijo Putin en Múnich, en 2007.

Además de la amenaza militar, generaba especial inquietud el hecho de que eso se hiciera sin respetar las promesas hechas a Rusia cuando se derrumbó el mundo socialista del este europeo y se unificó Alemania y la OTAN se expandió hacia el este, acercándose a la frontera de Rusia. Se creó una relación de desconfianza corrosiva en las relaciones internacionales, a la que se refería Putin en Múnich.

La rebelión de Maidán, a fines de 2013 y principios del 2014, apoyada por Washington, creó la condiciones para extender ese movimiento hacia Ucrania, donde las especiales relaciones históricas, políticas y culturales con Rusia plantearon nuevos desafíos.

Con los países bálticos incorporados a la organización, la frontera de la OTAN estaba ya a unos 600 km de Moscú. Rusia logró impedir que un nuevo “Maidán” pusiera en Minsk otro gobierno alineado con Occidente, impidiendo que la OTAN se instalara en toda su frontera europea.

Con la eventual incorporación de Ucrania en la OTAN, una nueva “Cortina de Hierro” aislaría Rusia de Europa, con una frontera desde el Báltico hasta el mar Negro, solo interrumpida por Bielorrusia. La intervención militar rusa en Ucrania tiene entre sus principales objetivos –definidos por el presidente ruso– evitar esa situación.

Desde el Maidán, las tensiones entre Kiev y los habitantes de los territorios ucranianos fronterizos ­–las repúblicas de Donetsk y Lugansk, y las provincias de Jersón y Zaporozhie– se fueron transformando en enfrentamientos armados cada vez más frecuentes. Los intentos por resolver el conflicto entre separatistas prorrusos y el gobierno ucraniano con los Acuerdos de Minsk I y II, en 2014 y 2015, fracasaron.

No solo fracasaron, sino que dieron pie, años después, a una revelación poco usual en el escenario político internacional. El entonces presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, teóricamente garantes del acuerdo, reconocieron que esas negociaciones no tenían más objetivo que darle tiempo a Ucrania para fortalecer sus fuerzas armadas.

“El acuerdo de Minsk fue un intento de ganar tiempo para Ucrania”, dijo Merkel en una entrevista con el semanario alemán Die Zeit. Merkel había dicho al Die Zeit que el problema no se iba a resolver, pero que la negociación le iba a dar a Ucrania un “tiempo precioso”.

En diciembre de 2022, el periódico Kyiv Independent le preguntó a Hollande si él también creía que las negociaciones de Minsk tenían como objetivo retrasar los “avances rusos” en Ucrania. –Sí, dijo. Angela Merkel tenía razón en este punto. Los acuerdos de Minsk detuvieron la ofensiva rusa por un tiempo.

Putin, por su parte, se dijo sorprendido por la declaración de Merkel: –Me tomó completamente por sorpresa. Es decepcionante. Honestamente, no esperaba algo así de la excanciller, afirmó.

Sumada a la desconfianza creada por el no cumplimiento de la promesa de no acercar la OTAN a la frontera rusa, el reconocimiento de que no se negociaba seriamente un acuerdo en Minsk generó un clima enrarecido –decepcionante, en palabras de Putin–, sin espacios para nuevos diálogos en este escenario internacional.

De Lisboa a Vladivostok

En 2010, en visita a Berlín, Putin había sugerido integrar Europa con Asia, desde Lisboa hasta Vladivostoky y había consultado la posibilidad de incorporarse a la OTAN.

¿Por qué nada de eso se hizo realidad? ¿Cuáles eran los intereses que impedían a Europa transformarse en un enorme bloque político, consolidado geográficamente, con enormes reservas energéticas, que podían ser el resultado de un acuerdo con Rusia? ¿El problema ruso?

En la respuesta a esta pregunta reside el secreto de la actual situación en Europa. Que no es sencilla lo demuestra, por ejemplo, la opinión de la escritora Monika Zgustova, de origen checo, colaboradora asidua del madrileño diario El País, para quien “politólogos y kremlinólogos interpretaron sus palabras como un deseo de que algún día el imperio ruso se extienda de Vladivostok hasta Lisboa”.

Pesó más la tentación de asaltar Moscú, la fantasía peligrosa de dividir Rusia en múltiples Estados, de desarticular el país más vasto de la Tierra, en abrir una caja de Pandora que –esa sí– habría puesto el mundo en una ruta inestable, imposible de predecir.

Esa integración entre Rusia y Europa era probablemente a lo que apostaba el excanciller alemán Gerhard Schröder (98-2005), cuando asumió la presidencia de la Junta de Accionistas de la empresa Nord Stream AG, encargada de la construcción y operación de los gasoductos que asegurarían el abastecimiento de energía rusa a la industria alemana, a precios competitivos.

Hoy los líderes alemanes –el canciller Scholz; la ex “peacenik” Annalena Baerbock, encargada de la política exterior alemana; o la también alemana Ursula von der Leyen, presidente la Comisión Europea– no quieren siquiera salir en la foto con Schröder, a quién evitan cuidadosamente, si en algún evento oficial está presente.

Que Estados Unidos no iba a permitir que el Nord Stream funcionara me pareció siempre una evidencia. Pero las consecuencias de eso para Europa también lo eran, sobre todo para la economía alemana, que ha entrado en recesión. Las previsiones son de que tendrá un crecimiento negativo, de 0,5%, por segundo año consecutivo. Se peor escenario en los últimos 20 años.

Derrotar a Rusia

“La Unión Europea debe dar todas sus armas pesadas a Kiev. Este problema debe resolverse ahora. Nosotros tenemos gran experiencia, y entendemos que Europa no necesita esas armas: tanques, vehículos de infantería y otros armamentos, que no sirven para una próxima guerra. Deberían donarlas todas a nosotros, como lo ha hecho Dinamarca”. “Nosotros estamos preparados para hacer efectiva la tarea de destruir la Federación Rusa, dijo el consejero de Seguridad Nacional de Ucrania, Aleksey Danilov.

¿Destruir la Federación Rusa? Es difícil imaginar que Ucrania pueda hacer eso. Al iniciarse el tercer año del conflicto la iniciativa militar está en manos rusas. Pero, como veremos, analistas ucranianos y occidentales no abandonan la expectativa de una victoria militar.

Para el ex Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, es incorrecto hablar de un “empate” en la guerra. En un artículo escrito para Foreign Policy asegura que los medios para el triunfo de Ucrania permanecen firmemente en manos de Occidente. Cita la situación en el Mar Negro, donde afirma que las fuerzas ucranianas han tenido éxito en sus ataques a la flota rusa. “Si los ucranianos reciben las armas que necesitan, han mostrado que las saben usar muy bien. Por eso estimo que debemos levantar todas las restricciones que nos hemos autoimpuesto para el suministro de armas”, dijo Rasmussen.

En los esfuerzos por derrotar a Rusia se están moviendo dos escenarios. En el militar, la propuesta es entregar a Ucrania más y más potente armamento, capaz de golpear muy adentro en el territorio ruso. En el económico, multiplicar el universo de sanciones pero, sobre todo, resolver las dificultades legales para entregar a Ucrania unos 300 mil millones de dólares de depósitos rusos, congelados principalmente en Bruselas y Estados Unidos.

Sobre lo primero, el canciller ruso, Sergei Lavrov, afirmó que se trata de “dar a Ucrania más armas de largo alcance para que lleguen al corazón de Rusia y así sembrar la confusión y el pánico y minar la confianza de la población”.

Lawrence D. Freedman, profesor emérito de estudios de la guerra en el King’s College London, argumenta en el mismo sentido, en artículo publicado también en Foreign Policy el pasado 23 de febrero. Para derrotar a Rusia, Ucrania necesita armas de largo alcance, afirmó.

¿Por qué Occidente debe seguir armando Ucrania?

Freedman reconoce que Ucrania enfrenta dificultades en el terreno de batalla. Pero, en su opinión, ninguna compensa el peligro evidente de un triunfo ruso para Europa, lo que la obligaba a hacer permanente el apoyo a Kiev.

Rasmussen se preguntaba ¿por qué Occidente debe seguir armando Ucrania? Su respuesta era porque Ucrania estaba “peleando en representación nuestra”. “Están sufriendo no solo para proteger a su país, sino a todo el continente europeo contra una Rusia agresiva”.

Desde la perspectiva norteamericana –agregaba– la ayuda a Ucrania representaba apenas 3% o 4% de su presupuesto de defensa (lo que no es poco, pues el presupuesto de defensa de los Estados Unidos es mayor que el de los otros diez países que lo siguen, en conjunto). Para Rasmussen, por esa “pequeña cantidad de dinero los Estados Unidos han logrado una degradación significativa de la fuerza militar rusa”.

Derrotar a Rusia

Digamos que eso es así. Pero todavía deberíamos responder por qué es tan importante “destruir la Federación Rusa” ….

Putin busca una explicación en el mundo surgido después de la derrota en la Guerra Fría. Está en su discurso del 24 de febrero de 2022, en el que explicaba sus razones para ir a la guerra. Hemos visto un estado de euforia creado por un sentimiento de absoluta superioridad, una forma de moderno absolutismo. Después de la desintegración de la Unión Soviética, Estados Unidos y sus aliados occidentales trataron de darnos el golpe final, de destruirnos por completo, afirmó.

Putin recordó que en diciembre de 2021, semanas antes del ataque a Ucrania, hicieron una nueva propuesta a Estados Unidos y a sus aliados sobre seguridad europea y la no expansión de la OTAN hacia el este.

“Cualquier expansión de la infraestructura de la OTAN o de implantarse en territorio ucraniano es inaceptable para nosotros”, agregó, señalando que para Estados Unidos y sus aliados se trata de un avance en su política para contener a Rusia. “Para nosotros es una cuestión de vida o muerte, de nuestro futuro como nación”.

Me parece que, en esa discusión, no siempre se pone la debida atención al hecho de que el conflicto está en la frontera rusa. No son los rusos los que han avanzado hacia Occidente o instalado sus armas en las fronteras occidentales. Ese aspecto geográfico es un factor de enorme peso para cualquier consideración sobre esta guerra.

También siento falta de otro argumento: en este caso, sobre la anexión de Crimea a Rusia. Se trata de los antecedentes gracias a los cuales Inglaterra reivindica su soberanía sobre las islas Malvinas. Es un argumento basado en la voluntad de sus habitantes, instalados allí luego de una ocupación militar. Poca (o ninguna) diferencia hay con el caso de Crimea.

La expansión rusa

Tucker Carlson, luego de su entrevista con Putin, hizo diversos comentarios sobre lo conversado. Aseguró que “solo un idiota puede creer que Rusia planea su expansión”.

¿A qué territorio puede aspirar Rusia? Uno debería preguntarse cuál sería el objetivo de un tal avance sobre países de la OTAN. ¿Qué sentido tendría para Rusia? ¿Qué ganaría con ello?

Putin ha reiterado que ese no es su objetivo, que no tiene ningún interés en conquistar Ucrania, ni atacar Polonia o Letonia, lo que lo pondría en guerra directamente con los países de la OTAN, incluido Estados Unidos. O sea, una guerra nuclear. Pero, en Occidente, se usa este argumento para justificar ante sus ciudadanos la demanda de nuevos recursos para apoyar a Ucrania.

Alexander Wardy y Paul McLeary, periodistas de Político, afirman que, para Occidente, solo hay un “Plan A” en esta guerra: derrotar militarmente a Rusia.

En su artículo, citan al ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmitró Kuleba, diciendo a los europeos que cuando oyen que las fuerzas ucranianas se retiraron de Avdiivka, deben pensar en que los rusos están ahora un poco más cerca de sus casas. Hay que ver un mapa para dimensionar la afirmación de Kuleba.

Desde el punto de vista de Putin, sin embargo, el argumento le puede servir para explicar por qué decidieron reaccionar ante los avances de la OTAN hacia sus fronteras.

El “Plan A”

La idea del “Plan A” es la misma que defiende el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. “Una derrota de Ucrania no puede ser una opción. Todos entendemos muy bien cuáles serán las consecuencias devastadoras para Europa y los valores que representamos y para el mundo. Por eso es crucial actuar”, dice Michel, un político belga conservador como todos los que controlan las instituciones europeas. Las declaraciones las dio a la corresponsal de El País, en Bruselas, María Sahuquillo, un periódico que, como la casi totalidad de los grandes medios europeos, han transformado el periodismo en un arma de guerra. El escenario se mira desde un solo punto de vista, lo que no contribuye, ni a una opinión informada, ni a una búsqueda realista de solución al “problema ruso”. Por eso se pusieron tan enojados con la entrevista de Carlson a Putin, al que llamaron de “traidor”.

Hay poca reflexión, casi ningún intento de pensar en cómo llegaron a esta crisis, ni si –quizás– existen otros planes, “B” o “C”, para encontrar una salida.

Al final, por lo menos en la visión de los líderes occidentales, el “problema ruso” se resume en “las consecuencias devastadoras para Europa y los valores que representan y para el mundo”, que el triunfo de Moscú podría amenazar. En todo caso, sobre el control de partes del territorio de Ucrania por Rusia –como dijo Putin a Carlson–, hay formas de resolverlo dignamente. “Hay opciones, si hay voluntad”.

El problema ruso

Al final, el “problema ruso” es el que planteó la Subsecretaria de Estado Victoria Nuland, en un comentario para CNN: «Francamente, esa no es la Rusia que queríamos. Queríamos un socio que se iba a occidentalizar, que iba a ser europeo. La Rusia de hoy no encaja en la imagen que Estados Unidos quería ver”.

Nuland tuvo un papel clave en las protestas de Maidán, en la “revolución naranja” que puso en el poder a los aliados de Occidente en 2014. Pero no resulta ocioso volver (nuevamente) la mirada a las advertencias del notable diplomático norteamericano, George Kennan, y a su artículo, publicado el 5 de febrero de 1997, en el New York Yimes.

Kennan se refería a la propuesta de incorporación a la OTAN de tres antiguos países del bloque soviético: Polonia, Hungría y República Checa, que se materializarían dos años después.

Su artículo (que ya hemos citado otras veces), se titulaba “Un error fatal”. Claramente hablando –decía Kennan en 1997– “la expansión de la OTAN puede ser el mayor error de la política norteamericana en todo el período posterior a la Guerra Fría”.

Una tal decisión –agregaba– probablemente despertará tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en Rusia, tendrá un efecto adverso en el desarrollo de la democracia en Rusia, restablecerá la atmósfera de la Guerra Fría en las relaciones entre el Este y el Oeste y “empujará la política exterior rusa en direcciones que decididamente no serán de nuestro agrado”.

Nada de eso se puede entender sin una mirada un poco más amplia a la situación del mundo. Serhii Plokhy, director del Instituto de Investigación Ucraniana de Harvard, y Mary Elise Sarotte, profesora distinguida de Estudios Históricos en la Universidad Johns Hopkins, en un artículo sobre la ubicación de Ucrania en el escenario de la post Guerra Fría (“The shoals of Ukraine”, Foreign Affairs, nov 2019), se refieren al papel de una Rusia que, desde su punto de vista, se resiste a reconocer su lugar, luego de la desaparición de la Unión Soviética.

Se refieren a la desaparición de una gran potencia: “La Unión Soviética puede haber dejado de existir en el papel, en diciembre de 1991, pero su influencia no. Los imperios no desaparecen simplemente. Mueren lenta y desordenadamente, negando su decadencia cuando pueden, cediendo sus dominios cuando no tienen alternativa y lanzando acciones desesperadas cada vez que ven una oportunidad”.

Me parece una descripción perfecta del comportamiento de los Estados Unidos actuales, aunque esa no es, naturalmente, la intención de los autores.

Andrés Ortega, investigador senior asociado del Real Instituto Elcano y director del Observatorio de las Ideas, publicó en abril del año pasado un artículo sobre la “Arrogancia occidental y vasallaje europeo”, en “Agenda Pública”, de El País.

Nos recuerda que ya desde mediados de la década pasada la economía occidental es más pequeña que el resto del mundo, que “el mundo ha cambiado, pero Occidente parece no enterarse”. “No solo quiere defender sus intereses, valores y modos de vida, lo que es normal y legítimo, sino dar lecciones a los demás”.

Dados los intereses involucrados, los recursos invertidos, las naciones participantes, el conflicto en Ucrania no puede ser visto más que como la nueva forma de una guerra mundial. Después de la I, la II y la Guerra Fría, sería la IV. A quienes tratábamos de imaginarnos como sería, ahora la tenemos ante nuestros ojos. Es la que puede ser, antes de la última, la nuclear. Mientras tanto, Alemania decide si le entrega a Kiev armas de largo alcance, capaces de bombardear Moscú.

FIN

OTAN: ¿Una confrontación de décadas con Rusia?

Gilberto Lopes

13 febrero 2024

Con el dedo en el gatillo

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debe prepararse para una confrontación de décadas con Rusia, dijo su secretario general, Jens Stoltenberg, en una entrevista concedida a la cadena alemana Welt en febrero.

Una afirmación así queda resonando en la cabeza: ¿Una confrontación de décadas con Rusia? ¿Es posible imaginar algo así? ¿Es para eso que nos tenemos que preparar?

Es lo que piensa el jefe del Estado Mayor del ejército alemán, general Carsten Breuer. Como Stoltenberg, tiene el cuidado de afirmar que la confrontación no es “inevitable”, pero la estima posible en los próximos cinco años. Y especula con los tiempos necesarios para la preparación adecuada del ejército alemán para esa guerra.

¿En qué guerra estará pensando el general? ¿Otra vez? ¿No hemos aprendido nada de las dos anteriores a las que su ejército llevó el mundo?

Alemania no es una potencia nuclear. Pero es miembro de la OTAN. Tiene detrás a Estados Unidos, Francia e Inglaterra, potencias nucleares. ¿No tiene el mundo nada que decir sobre las especulaciones de Stoltenberg y del general alemán?

La última guerra “mundial” empezó antes de que existiera la bomba atómica. Pero terminó con la explosión de una, de potencia muy modesta comparadas con las actuales.

Stoltenberg llamó a reconstruir las reservas militares de los miembros de la OTAN y ampliar rápidamente su base industrial, para aumentar los suministros a Ucrania y reponer sus propias reservas. A adaptar la industria a los tiempos de guerra.

Como si los países miembros de la OTAN estuvieran en condiciones económicas de hacer un esfuerzo de esta naturaleza, cuando los agricultores protestan en las calles, la economía alemana se ralentiza y el país se enfrenta a un proceso de desindustrialización, consecuencia, entre otras cosas, de los atentados contra los gasoductos Nord Stream y del corte del suministro energético ruso.

El alemán y el noruego no son, naturalmente, los únicos a alinearse con esta perspectiva. En diciembre, Martin Herem, jefe de las Fuerzas de Defensa de Estonia, afirmaba, en declaraciones a un canal local, que Rusia estaría lista para atacar la OTAN dentro de un año, al terminar el conflicto en Ucrania. Los jefes militares de los demás países bálticos, de Finlandia, de Suecia y otros, se aventuran a hacer las mismas predicciones y llaman a prepararse para la guerra contra Rusia.

La misma idea que sugiere Ed Arnold, investigador del Royal United Services Institute (RUSI), una institución inglesa dedicada al estudio de temas de seguridad y defensa, para quien los países de la OTAN “deben estar listos para la guerra” contra Rusia. Arnold recuerda que el documento sobre “Concepto Estratégico”, adoptado por la OTAN en 2022, considera Rusia ya no un socio sino una amenaza.

Parece evidente que en estas circunstancias lo único sensato es sacar el dedo de esa gente del gatillo y crear las condiciones para que sus sueños no se cumplan. Serían la última pesadilla para la humanidad.

Putin se acerca a Europa

No hace muchos años, la perspectiva de una mayor integración europea parecía tomar vuelo. A fines de noviembre del 2010 Putin, entonces primer ministro de Rusia, visitaba Alemania y anunciaba el acuerdo con la OTAN para la construcción de un escudo antimisiles en suelo europeo. La Unión Europea, después de una cumbre con Rusia, saludaba la perspectiva de que, finalmente, se incorporarían a la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que ocurrió en agosto del 2012.

Pero quizás aún más importante fue la propuesta de Putin, hecha en declaraciones al diario Süddeutsche Zeitung, de integrar una comunidad económica que se extendiera desde Lisboa a Vladivostock.

“Apoyamos la idea de crear una zona de libre comercio entre Rusia y la UE” respondió la entonces canciller alemana, Angela Merkel. Hace tiempo –agregó– “Rusia ha dejado de ser un enemigo para ser un socio de Alemania y de la UE”.

Las advertencia de Putin

La propuesta no puede ser debidamente valorada sin una mirada al escenario internacional que Putin, tres años antes, había expuesto en la Conferencia de Múnich sobre Políticas de Seguridad. La misma conferencia que se realizará de nuevo este mes de febrero, ahora sin la participación de Rusia.

Terminaría Putin su segundo período como presidente de la República en 2008. Empezó su exposición afirmando que el formato de la conferencia le permitía decir lo que realmente pensaba sobre los problemas de seguridad internacional.

Hacía dos décadas había terminado la Guerra Fría, con el triunfo de Occidente y la disolución de la Unión Soviética. Pero el mundo unipolar surgido entonces no funcionaba.

¿Qué es un mundo unipolar?, se preguntó Putin. “Es un mundo donde hay un señor, un soberano”, se respondió. “Es un mundo pernicioso para todos, no solo inaceptable sino imposible en el mundo de hoy”. “Es algo que no tiene nada en común con la democracia”.

Hay que leer esos discursos, si queremos seguir el rastro de los conflictos de hoy.

“Lo que está ocurriendo en el mundo es el intento de introducir estos conceptos en los asuntos internacionales”, dijo. “Constantemente están tratando de enseñarnos sobre democracia. Pero, por alguna razón, aquellos que nos enseñan no quieren aprender ellos mismos”. Estamos viendo un hiper abuso de la fuerza militar en las relaciones internacionales, que está empujando el mundo al abismo de conflictos permanentes. “Una nación –y naturalmente estamos hablando principalmente de Estados Unidos­– actúa más allá de sus fronteras y trata de imponer a otras naciones sus intereses políticos, económicos, culturales y educacionales”.

¡Nadie se siente seguro, esto es extremadamente peligroso!, advirtió. “Hemos llegado a un momento decisivo en el que debemos pensar seriamente en la arquitectura de la seguridad global”.

Ya entonces se refirió a la expansión de la OTAN hacia el este. Esa expansión no tiene nada que ver con la modernización de la alianza, ni con el establecimiento de mayores normas de seguridad en Europa. Por el contrario, “representa una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua”. Tenemos el derecho a preguntarnos: ¿contra quién va dirigida esa expansión?

Y citó declaraciones del entonces Secretario General de la OTAN, el general Manfred Wörner quien, en Bruselas, el 17 de mayo de 1990, había asegurado que “no ubicar armas de la OTAN fuera del territorio alemán le daba a la Unión Soviética una firme garantía de seguridad”.

¿Dónde están esas garantías?, se preguntó Putin en Múnich.

El año siguiente, en abril del 2008, en su reunión de Bucarest, la OTAN se felicitaba de las aspiraciones de Ucrania y Georgia de incorporarse a la organización. Y le reiteraban a Rusia que su politica de ampliación (de “puertas abiertas”, decían) “lejos de representar una amenaza para nuestra relación, ofrece oportunidades para profundizar los niveles de cooperación y estabilidad”. Una afirmación que, naturalmente, Moscú no compartía.

La intervención de Putin en Múnich fue extensa, imposible de resumir aquí. Quien quiera conocer sus puntos de vista debe acudir al texto, disponible en inglés en la página del Kremlin.

Pero sus preocupaciones ya estaban claramente expresadas, tres años antes de la visita del 2010 a Alemania y de la cumbre con la Unión Europea (a la que ya nos referimos) y 15 años antes de la intervención militar en Ucrania.

Para sectores conservadores (y aquí me limito a hacer referencia a dos artículos publicados en el diario español El País) “Putin se presentó con su habitual cinismo y estilo directo”, como publicó su corresponsal Andrés Ortega desde Múnich, el día siguiente. Desde su punto de vista, “lo que excitó los ánimos en Múnich fueron las críticas tan directas de Putin a Estados Unidos”.

Más recientemente, solo dos meses después de la invasión rusa de Ucrania, una escritora de origen checo, Monika Zgustova, se refería, también en El País, al discurso de Putin en Múnich, 15 años antes, afirmando que pretendía “recuperar el territorio perdido tras el final de la Guerra Fría” y vender a los europeos un “sueño”: “desde Vladivostok hasta Lisboa, Rusia debería compartir con Europa algo más que la seguridad”.

¿Nuevas reglas o un juego sin reglas?

En octubre del 2014 Putin hizo otro largo discurso en el Club de Valdai, en pleno desarrollo de la crisis provocada por las protestas de Maidán en Ucrania, apoyadas por Occidente, con las que se destituyó al presidente Viktor Yanokóvich e instaló un régimen afín en Kiev.

Las protestas, que se habían iniciado en noviembre del 2013, terminaron en febrero del año siguiente. El 18 de marzo Putin declara Crimea parte fundamental de Rusia, luego de un referendo en que una mayoría abrumadora en esa región se manifestó a favor de la medida.

En Valdai, Putin volvió a referirse al estado político del mundo. El tema de la reunión era “Nuevas reglas o un juego sin reglas”.

Victorioso en la Guerra Fría, Estados Unidos, “en vez de establecer un nuevo balance de poder, esencial para mantener el orden y la estabilidad, adoptó medidas que provocaron un desbalance agudo y profundo”, dijo Putin.

Este período de dominación unipolar mostró claramente que tener un solo centro de poder no hace más manejable el proceso global. Por el contrario, este tipo de construcción inestable se mostró incapaz de hacer frente a las “verdaderas amenazas”. Ucrania –agregó– “es un ejemplo de este tipo de conflictos, que afecta el balance internacional de poder, y estoy seguro de que no será el último”.

Les dijimos a Europa y a los Estados Unidos que medidas como la asociación de Ucrania a la Unión Europea representaba una serie de amenazas para nuestra economía, que era el mayor socio comercial del país. Insistimos en que era necesaria una discusión de estos temas. Nadie quiso oírnos, nadie quiso hablar con nosotros. Simplemente nos dijeron: estos no es asunto suyo. Punto, ¡fin de la discusión!

Ya entonces reiteró que los argumentos de que Rusia estaba tratando de crear una nueva clase de imperio, de someter a sus vecinos, no tenían fundamento. “Quiero enfatizar eso”, agregó Putin.

Tucker Carlson, el periodista que lo entrevistó en febrero, en Moscú, reiteró este punto de vista. Hablando en la Cumbre Mundial de Gobierno, en Dubái, el 12 de febrero, afirmó que la postura de Putin se ha endureciendo porque «Rusia fue desairada por Occidente». El líder ruso propuso al presidente estadounidense Bill Clinton que Rusia se adhiriera a la OTAN e intentó hacer un trato sobre misiles. “Fue la Alianza Atlántica la que rechazó a Moscú”, recalcó Carlson.

No hay tampoco “pruebas de que Putin tenga interés en ampliar sus fronteras», dijo. Rusia es el país más grande del mundo, no necesita recursos naturales. «No hay nada en Polonia que él quiera. No ganará nada tomando Polonia, salvo más problemas», agregó Carlson.

Al contrario, Putin ha insistido en su interés en negociar una salida a la crisis en Ucrania, propuesta rechazada tanto por la OTAN como por la propia Ucrania. Los informes militares de fuentes profesionales insisten en que los movimientos de las tropas rusas en Ucrania no son compatibles con el objetivo de conquistar militarmente todo el territorio del país.

Naturalmente, es una visión distinta a la de quienes insisten en que se trata de recrear un imperio y que un triunfo en Ucrania sería solo un primer paso en ese sentido. En su entrevista a Carlson, Putin insistió en que los Estados de la OTAN, al hablar de un posible conflicto nuclear, están «intentando asustar a su población con una amenaza rusa imaginaria».

El error más fatal

Echar una mirada hacia atrás ayuda a entender la crisis en Ucrania. No se trata de la visión rusa, que hemos venido analizando, sino de la de uno de los diplomáticos más destacados de los Estados Unidos, George F. Kennan (1904-2005), notable promotor de una política de contención de la Unión Soviética, en el inicio de la Guerra Fría.

Kennan, que vivió muchos años como diplomático en Moscú y fue embajador en Rusia durante un corto período, en 1952, en el gobierno de Truman, siguió acompañando la política internacional.

El 5 de febrero de 1997, cuando la OTAN negociaba su ampliación con tres países del antiguo Pacto de Varsovia –Chequia, Hungría y Polonia– Kennan publicó, en el New York Times, un artículo con el título de “Un error fatídico”.

“Algo de la mayor importancia está en juego aquí”, dijo. “Y quizás no sea demasiado tarde para exponer un punto de vista que –creo– no es solo mío, sino que es compartido por otros con una amplia y, en muchos casos, más recientes experiencias en los asuntos rusos. El punto de vista, expresado claramente, es que la expansión de la OTAN puede ser el más fatal error de la política norteamericana en toda la época de la post Guerra Fría”.

“Esa decisión puede exacerbar las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en Rusia”, “puede restablecer la atmósfera de la Guerra Fría y empujar la política exterior rusa en una dirección que no nos gustaría nada”. Esto –agregó– “es doblemente desafortunado, considerando lo completamente innecesario de esta medida”.

Sobre la reacción rusa, Kennan advertía que no les quedaba más opción que aceptar la ampliación de la OTAN, pero lo seguirían considerando como una amenaza de Occidente. Podrían entonces “buscar en otra parte garantías para un futuro seguro y esperanzador”.

En abril de 1951, en plena Guerra Fría, Kennan –uno de los artífices del Plan Marshall, con que Estados Unidos consolidó sus posiciones en Europa después de la II Guerra Mundial– publicó en Foreign Affairs otro artículo: “America and the Russian Future”.

Ahí escribe que los países bálticos no deberían nunca más ser forzados a tener ningún tipo de relación con Rusia, si no quisieran, pero estarían mal de la cabeza si rechazaban cualquier cooperación con una Rusia tolerante y no imperialista, interesada en dejar atrás los desgraciados recuerdos del pasado, para establecer las relaciones sobre la base del respeto mutuo.

Luego hablaría de Ucrania. Sus palabras son particularmente agudas, de un conocedor profundo de la idiosincrasia de ese pueblo.

Ucrania merece todo reconocimiento, por el carácter de su pueblo, por las posibilidades de desarrollar sus características culturales y lingüísticas. Pero –agregaba Kennan– “Ucrania es económicamente más parte de Rusia que Pensilvania de los Estados Unidos.

Como antiguo satélite de Rusia, debe recobrar totalmente su independencia, “pero no asegurarán un futuro estable y promisor si cometen el error de actuar con sentimiento de revancha y odio hacia el pueblo ruso, que compartió su tragedia”.

«Estoy exponiendo los hechos”

Como dijo Carlson en Dubái, «no estoy apoyando a Putin, soy estadounidense, no voy a vivir en Rusia, no amo a Vladímir Putin, estoy exponiendo los hechos». Parece una actitud sensata.

Distinta a la del canciller alemán, Olaf Scholz, para quien las explicaciones de Putin sobre las causas de la guerra son “absurdas”; o las del premier británico, Rishi Sunak, para quien son “ridículas” las apreciaciones de Putin sobre el papel de la OTAN y de los Estados Unidos en la provocación del conflicto.

Hay ideas mucho más peligrosas en Europa, como la del general polaco Jaroslaw Kraszewski, para quien el despliegue de armas nucleares en Polonia contribuiría a la seguridad del país. Retirado en 2019, Kraszewski hoy comercia con armas y municiones, entrena policías y militares y sueña con garantizar la seguridad de Polonia con armas nucleares norteamericanas.

Leer a Kennan (como oír a Putin) son tareas indispensables para entender y negociar un orden internacional adecuado al mundo de la post Guerra Fría, que reemplace el instaurado cuando los ganadores parecían convencidos –con mirada corta– de que habíamos llegado al “fin de la historia”.

FIN

Geoeconomía y geopolítica: algunos aspectos en el 2023 y en el 2024

Edgar Chacón Morales

Edgar Chacón Morales
Enero, 2024

Estados Unidos es un país en el que las corporaciones, las grandes empresas, tienen un enorme poder; así como todo lo que representa la Reserva Federal, la FED (banco central, las grandes empresas bancarias: el poder financiero); las decisiones que toma el gobierno tienen gran base en los intereses de estos entes; al igual que en países como el Reino Unido, Francia, Alemania. Es el poder del capital financiero internacional, tomando decisiones para el mundo, o para una parte del mundo; lo que algunos llaman la oligarquía financiera internacional, en el que tiene enorme peso el capital no productivo de bienes de consumo, con gran participación del capital especulativo.

Estos son entes emisores de decisiones, representados en lo formal como países, como Estados: en el plano económico, en el G7; en el plano militar, en la OTAN. Por eso hablo de USA/G7/OTAN, porque participan los países involucrados, bajo la indiscutible directriz de Estados Unidos; organizando y dirigiendo al “occidente” decreciente.

En ambas instancias, Estados Unidos también ha logrado someter, o poner bajo sus directrices a otros gobiernos europeos, como Finlandia y Suecia, por ejemplo, que no son parte del G7, y otrora países con relativa mayor independencia de criterio en su actuar internacional.

El mundo “partido” en dos

Cada vez, queda más clara la visión (maniquea, “suma cero”) y posición de Estados Unidos sobre el mundo dividido en dos, liderando a Europa y otros países plegados; liderando al “mundo libre” y “democrático”.

Para liderar este enfrentamiento, es condición sine qua non, anular a las élites de países europeos, o reducirlas a la condición de seguidoras incondicionales, así como a gobiernos; y llevando a cabo su desindustrialización, desgasificación, desenergetización.

Por el otro lado, USA/G7/OTAN trata de vender al mundo la idea de que debe librar una lucha contra “el eje del mal”, antidemocrático y anti-libertad (viejos caballos de batalla), detenerlo en su avance en la conquista de “occidente”. Este eje, según ellos liderado por La Federación Rusa y la República Popular China. Estos dos países, al frente de los países BRICS, organizando el sur emergente.

Una de las ideas que componen esta propaganda, es que la Federación Rusa, después de Ucrania, no parará hasta Lisboa y de ahí saltar a Estados Unidos, lo que abona al estado de angustia y desorganización de las poblaciones, dispuestas a sumarse a cualquier despropósito.

Todo esto, ante lo que parece ser: que el intento de USA/G7/OTAN, siguiendo lo planteado en el informe de la Corporación Rand (“Extending Russia”), de debilitar a la Federación Rusa, está llegando a su fin, con dos cuestiones que pueden dibujarse: ¿la propaganda de USA/G7/OTAN dirá que se detuvo a “los rusos” en su intento de dominar “occidente”? siendo más bien que lo que se asoma es otra cuestión: ¿debiera decirse que, la Federación Rusa no es que derrotó a Ucrania: le puso freno, jáquima y gamarrón a la OTAN y a más de una treintena de países involucrados?

Cerrando Ucrania. El Asia Índica y …

Voy a llamarle Asia Índica, a partes de lo que, con tendencia eurocentrista, se le llama “medio oriente” o, indistintamente “oriente medio”.

Cerrando Ucrania, en el plano militar, la OTAN fue frenada (en algún momento del inicio de las hostilidades, se estaba planteando la negociación luego del 22 de febrero de2022, pero Boris Jonson fue a decir que no, las hostilidades deberían continuar).

En el plano económico, las sanciones contra la Federación Rusa no funcionaron, más bien parecen haberse vuelto en contra, principalmente de Europa (lo que favorece a USA).

En el plano jurídico, institucional, de “las reglas”, los organismos y las instancias “internacionales”, no funcionaron; los cipayos, los vasallos, los delincuentes de cuello blanco, tipo Von der Leyen, con sus bufonadas, siguen haciendo más de ei ridículo.

En el plano ideológico mediático, la propaganda disfrazada de información no ha tenido los efectos deseados: cada vez hay más conciencia en el mundo de los propósitos y políticas (saqueo, dominación y despojo) de USA/G7/OTAN.

En el plano geoestratégico, en el Asia Índica, hay varios puntos, gargantas o estrechos, que en este momento revisten una delicadísima tensión y que ya no están, en gran medida, en manos de “occidente”.

En un mapa podemos visualizar el arco que empieza en el Golfo Pérsico, pasa por el estrecho de Ormuz, sale al Golfo de Omán y al Mar Arábigo, pasa por el Golfo de Adén, el Estrecho de Bab el Mandeb, el Mar rojo y llega al Canal de Suez.

Se puede extender la visualización hacia el oeste, hasta el Estrecho de Gibraltar; hacia el noreste a los estrechos de Los Dardanelos y El Bósforo, pasando por el mar de Mármara, hasta el Mar Negro y el Mar de Azov; y, hacia el este, hasta el Estrecho de Malaca; pasos políticos, comerciales y de otros propósitos, de diversas mercancías y energéticos (petróleo, gas).

Ante los crímenes de lesa humanidad que viene cometiendo USA/G7/OTAN/Israel, en Gaza, los Hutíes de Yemen han iniciado acciones armadas en contra de buques de transporte de bienes vinculados con Israel: bandera, destino, mercancía, propiedad.

Debido a esta situación, hay barcos de compañías (Hapag-Lloyd, Maersk, entre otras) que están evitando ese paso y otras, están dando la vuelta por el sur de África, el Cabo de Buena Esperanza; este costo, encarece de manera sensible el precio las mercancías transportadas, en su consumo final.

En este estado de cosas, Estados unidos ha hecho intentos de constituir una coalición de 10 países (“Operación Guardián de la Prosperidad”, ante la cual España, Italia y Francia se han demarcado), asunto que no ha “cuajado”.

Además, Estados Unidos por un lado envía emisarios (Antony Blinken, Lloyd Austin) para “disminuir” la intensidad del conflicto y las agresiones y muertes contra civiles; y por otro lado veta el alto al fuego en Gaza, en la ONU.

En otro orden de ideas, la importancia del Estrecho de Ormuz es el tránsito de petróleo y gas (principalmente) y la conexión con el Océano Índico; la importancia del Estrecho de Bab el Mandeb es el tránsito: Océano Índico-Mar Rojo-Mediterráneo y viceversa (petróleo, gas y otra variedad inmensa de mercancías).

Es importante la visualización hacia el oeste (Gibraltar), el noreste (Dardanelos y Bósforo) y el este (Malaca), en vista del aumento de tensiones y acciones ante una eventual escalada y extensión de hostilidades.

En sus planes, Estados Unidos no descarta la posibilidad de abrir negociaciones con India en primer lugar y por qué no, también con la República Popular China.

En distintos frentes, mientras que USA/G7/OTAN, en lo económico/comercial muestra intenciones de sabotear la Ruta de la Seda (¿Cómo el Nord Stream?) y otras rutas comerciales, que son iniciativas del este; en una acción/provocación política, Inglaterra trata de enviar buques dragaminas al Mar Negro. Es evidente también interrumpir la recomposición del Pacífico asiático, siendo que asuntos como el Tratado Cuadrilateral y la participación de India con USAG/7/OTAN, no está muy segura.

Un elemento que no puede dejar de considerarse es que en el llamado “oriente medio”, y más, muchos de esos países Irán, India, Irak, por ejemplo, han sido abusados, dominados, invadidos, saqueados, despojados, en su momento, con la complicidad de monarquías y dictaduras.

En lo que respecta a Taiwán, con elecciones a la puerta, este es otro punto que comporta tensiones en el devenir próximo.

Por su parte, América Latina también presenta un punto delicado por la situación entre Venezuela y Guyana en cuanto a los hechos en el Esequibo, escenario en el cual, el buque de guerra que había enviado Inglaterra, en otra acción provocativa, al parecer se retiró y se encuentra la presencia de un submarino ruso.

Para finalizar

Es lamentable observar que, cada vez son más fuertes las muestras de que USA/G7/OTAN, está optando por la guerra.

A mi juicio, el asunto de los dos Estados no es viable en la región Palestina, debido a que los planes de USAG7/OTAN/Israel, no están en el camino de la paz, sino en el de la desestabilización de la región, la guerra y apoderarse de territorios.

Según el analista Ariel Umpierrez, la bandera de Israel, contiene dos líneas azules con la estrella en medio; esas dos líneas son dos ríos: el Nilo en el oeste, y la región y unión, que marcan el Tigris y el Éufrates, en el este: el territorio del gran Israel.

En el mundo hay sectas evangélicas que respaldan al sionismo, pues según ambos, la región Palestina debe estar “limpia”, para la segunda venida del mesías.

La Federación Rusa estará presidiendo los BRICS plus en el 2024, lo cual parece que reforzará el impulso de esta opción política económica mundial.

Las demagogias occidentales, para no decir las democracias occidentales, el sistema demagógico “occidental”, cada vez más, aumenta su descrédito. Son demagogias, porque todo cambia en el aparataje de la superestructura formal, para que nada cambie en la estructura socioeconómica.

En el África, en el Sahel, se consolidan los movimientos con base anticolonialista de US/G7/OTAN.

El G7, cada vez más parece la B7, la banda de los 7 países saqueadores del mundo, a lo cual se le está poniendo un hasta aquí.

Cada vez más desaparece el protagonismo político de Europa, bajo la égida de Estados Unidos, a lo cual, sólo los respectivos pueblos pueden ponerle coto.

En cuanto a América Latina, el futuro inmediato, cada vez más debe perfilar una consigna: abajo la Doctrina Monroe y sus matices.

En fin, en el mundo, para USA/G7/OTAN, cada vez debe sonar con más fuerza, parte de la letra de una composición musical que dice: “…Llegó el comandante y mando a parar”.

Conflicto Rusia-Ucrania: Señales de derrota y negociaciones secretas

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

El conflicto entre Rusia y Ucrania ha alcanzado un punto crítico, con la OTAN emitiendo señales contundentes sobre la situación militar de Ucrania y el fracaso de su contraofensiva. El secretario general de la organización militar atlantista pro-occidental, Jens Stoltenberg, ha declarado que el país se encuentra en una situación crítica y ha instado a prepararse para recibir malas noticias: «Tenemos que prepararnos para malas noticias. Los conflictos se desarrollan por etapas. Pero debemos apoyar a Ucrania tanto en los malos como en los buenos momentos». Este anuncio ha generado incertidumbre y preocupación en el bando ucraniano, ya que sugiere un cambio significativo y casi irreversible en el desarrollo de los acontecimientos.

El panorama actual remonta a hace aproximadamente un año, cuando la OTAN expresó de manera categórica que la incorporación de Ucrania a la organización era algo «impensable por el momento». Esta declaración fue un duro golpe para el presidente Zelenski y para aquellos que depositaban sus esperanzas en el apoyo incondicional de sus aliados occidentales. Esta situación dejó entrever las primeras alertas sobre la fiabilidad de los «padrinos» occidentales de este país. En un primer momento, se alentó a Ucrania, se le proporcionaron armas para enfrentarse a una potencia militar y se le hizo creer que tenía posibilidades de éxito en su resistencia. Sin embargo, las recientes declaraciones de Stoltenberg, instando a Ucrania a prepararse para recibir malas noticias, dejan al descubierto una realidad amarga para muchos: la incertidumbre y la desconfianza en las promesas occidentales.

Este giro de los acontecimientos genera preguntas fundamentales sobre la estrategia y la coherencia de las potencias occidentales en su respaldo a Ucrania. ¿Hasta qué punto se puede confiar en aliados que, en un momento, alientan la resistencia y, en otro, sugieren la posibilidad de concesiones territoriales en negociaciones secretas con el adversario? La desilusión en Ucrania es palpable. Las expectativas de una contraofensiva efectiva y de un respaldo incondicional se ven ahora empañadas por la realidad de una situación crítica y la aparente falta de apoyo firme por parte de la OTAN y EE. UU., país que ha pasado a darle prioridad a Israel, su aliado estratégico de Medio Oriente, en su actual conflicto contra Hamas. Este escenario refleja la complejidad de las relaciones geopolíticas y pone en tela de juicio la capacidad de los países occidentales para mantener una posición coherente y sólida frente a crisis internacionales.

A medida que la situación en Ucrania se vuelve más tensa, han surgido informes sobre posibles negociaciones secretas entre la OTAN y Rusia. Según algunos medios internacionales, se estaría discutiendo la posibilidad de que Rusia retenga los territorios liberados en su operación militar, incluyendo Crimea, a cambio de permitir que el resto de Ucrania ingrese a la OTAN. Estas supuestas conversaciones han generado controversia y especulación sobre los posibles términos del acuerdo y sus implicaciones para la región.

El hecho de que la OTAN, según afirman medios internacionales, esté considerando la posibilidad de negociar con Rusia los términos de la rendición ucraniana, ¿a sus espaldas?, y la declaración del secretario general de la organización indicando que Ucrania se encuentra en una situación crítica, sugieren que la balanza podría inclinarse hacia una derrota militar inminente de ese país. Esta situación plantea cuestionamientos serios sobre la efectividad de este tipo de alianzas internacionales en nuestros días, así como de la arquitectura actual del sistema internacional.

Desde el inicio de la operación militar rusa en febrero de 2022, diversos analistas y estudiosos del conflicto han estado realizando exhaustivos análisis sobre el terreno y las decisiones políticas tomadas por ambos bandos. La evolución de los acontecimientos ha llevado a algunos expertos de los propios EE. UU. a cuestionar la eficacia de la respuesta de la OTAN y a plantear interrogantes sobre la capacidad de Ucrania para resistir la presión militar rusa.

La posibilidad de que Ucrania ingrese a la OTAN a cambio de concesiones territoriales a Rusia también levanta preguntas sobre los verdaderos intereses geopolíticos del bloque occidental, quienes al inicio dijeron defender hasta el final la integridad territorial de Ucrania, a la vez que deja entrever las dificultades y la complejidad de las relaciones geopolíticas en un mundo cada vez más inestable. Las implicaciones de esta crisis van más allá de las fronteras de Ucrania, afectando la confianza y cuestionando la eficacia de este tipo de organizaciones militares internacionales y su viabilidad en un mundo con rasgos de multipolaridad, en una realidad de nuevos equilibrios geopolíticos y actores con un importante peso global, los cuales no se pueden subestimar, ni mucho menos imponerles la voluntad de terceros en detrimento de sus intereses.

La situación actual en Ucrania refleja una compleja realidad, pero no es de asombrarse, pues es imposible que un país como éste pueda haber pensado en ganar un conflicto a una potencia nuclear como es Rusia. Tal como lo alertaron propios militares norteamericanos desde el inicio, ese conflicto lo perdería Ucrania si o si, pues más allá de las declaraciones pomposas hechas por países occidentales y sanciones morales que pudieron haber hecho contra Rusia, en el plano de lo real y lo técnico, la superioridad rusa siempre fue contundente.

En la actualidad, la lógica de las sanciones unilaterales y las imposiciones geopolíticas emerge como un camino que, lejos de fomentar la paz y la estabilidad, refleja una dinámica anacrónica propia de la Guerra Fría. El conflicto entre Rusia y Ucrania (OTAN) es un vivo y fiel reflejo de querer reducir a Rusia como actor geopolítico global a uno local y más parecido políticamente al de la Rusia post soviética de los noventa, hundida en una profunda crisis interna y sin ningún tipo de protagonismo internacional. En definitiva, eso no sucederá y más bien parece que a occidente una vez más le fallan los cálculos. Estas medidas, en lugar de propiciar una resolución pacífica de los conflictos, tienden a impulsar una política de bloques, alimentando la desconfianza y generando fragmentación en la arena internacional.

La imposición de sanciones de manera unilateral a menudo conduce a un aislamiento diplomático y económico, obstaculizando la construcción de puentes y entendimientos entre naciones. Esta vieja estrategia, heredada de épocas pasadas, subraya la necesidad imperante de explorar enfoques más colaborativos y multilaterales para abordar los desafíos geopolíticos contemporáneos, buscando construir un orden mundial basado en la cooperación y la comprensión mutua en el marco de una filosofía de ganar-ganar para todos, tal y como lo ha sabido promover con sabiduría países como China, con su política exterior basada en el respeto mutuo, el desarrollo pacífico y la cooperación internacional.

Geopolítica, geoeconomía, intereses, maniobras … costos humanos, destrucción

Edgar Chacón Morales

Edgar Chacón Morales

5 de noviembre de 2022

Estallido del acorazado Maine (1898) … incidente de Gliwice (1939) … incidente del golfo de Tonkín (1964) … ¿Y Hamás el 7 de octubre de 2023?

Que los palestinos evacúen Gaza, que abandonen Gaza, fue la advertencia, orden, designio de Israel.

Entre otros planes de Israel USA/G7/OTAN figura el canal Ben Gurión. Éste, junto al petróleo, el gas y las demás rutas estratégicas, hacen parte de los elementos de la geopolítica regional. El canal Ben Gurión, transcurre entre el Mar Rojo, el Golfo de Aqaba y el Mediterráneo, son alrededor de 260 kilómetros y ahí está Gaza (desde Gaza-Ashkelon). Gaza debe estar desocupada de población palestina.

Como alternativa al canal de Suez, es un proyecto que contiene varios alcances, propósitos y finalidades.

Es una ruta comercial, energética, estratégica que, no sólo es una nueva ruta, es la alternativa para arruinar el canal de Suez, los ingresos y lo que supone como importancia estratégica, política y económica para Egipto. (Turkiye Newspaper, 2/11/23)

Los cálculos son que reportará varios billones de dólares de ingresos para Israel, entre 7 y nueve mil millones de dólares.

Puestas así las cosas, la salida al mar Mediterráneo, no sería una simple salida, sino todo un centro de organización logística y militar para controlar la región.

Pero no sólo para la ruina de Egipto, sino que supone un golpe estratégico para China, para la Franja y la Ruta de la Seda, que implica planes de contención para los BRICS plus, siendo que Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Etiopía y Argentina, se unieron a la iniciativa BRICS, recientemente en agosto, en Sudáfrica.

Agreguemos otro elemento ya conocido: con la participación de la República Popular China, hace poco se dio el acercamiento entre Irán y Arabia Saudita.

Estos elementos hacen parte del movimiento de China, La Federación de Rusia, India y en general de los BRICS; también son parte del escenario en el que “occidente” lleva a cabo sus maniobras genocidas.

Por un lado, 100 mil millones de dólares de los BRICS, para el desarrollo, el comercio, construcción de infraestructura; por otro lado, más de 100 mil millones de dólares de “occidente”, de USAG/7OTAN, pensados para la guerra, la destrucción, en “ayuda” para Ucrania, Israel y la frontera con México (para América Latina, el conflicto ya no está tan lejano). En medio de fuertes protestas de personas mostrando sus manos manchadas de sangre.

La Región se muestra, todo tiene que ver: Irán, el Golfo Pérsico, el Estrecho de Ormuz, el Estrecho de Bab el Mandés entre Yemen y Djibouti; Egipto y Etiopía; el Canal de Suez y la salida al mar Mediterráneo y Europa; pasos, gargantas y rutas estratégicas de petróleo y gas; comercio de otras mercancías, oleoductos y gasoductos (por construir, por destruir: valga traer de nuevo el ejemplo de la destrucción del Nord Stream), espacio aéreo, ¿ciberespacio?

Al afectarse Irán, se afectará la ruta India/Irán/Mar Caspio/Novgorod (que mencioné en un artículo anterior); al fectarse Egipto, el Mar Rojo, Etiopía y Bab el Mandés, se afecta también el Sahel; y de todo esto, se abre al irresponsable descontrol de la situación.

Es condición sine qua non para los planes de Israel y USA/G7/OTAN, una franja de Gaza, sin población palestina. Bombardeos, invasión, ocupación; población palestina sin alimentos, agua, combustibles, electricidad; hospitales y ambulancias atacadas. Que abandonen, que se evacúe Gaza. Debe ser expulsada, echada, eliminada, no debe estar ahí. Se ha hablado de una “Limpieza étnica”. Vergüenza para la humanidad.

“El secretario general de la Liga Árabe (Ahmed Abul Gheit) denuncia la “guerra de exterminio y limpieza étnica contra Gaza … a la vez que se exige una tregua humanitaria inmediata”. (Europa press, Madrid, 4 de noviembre)

De nuevo un llamado a la opinión pública mundial, individual y colectiva a no ser presa de la desinformación interesada; que disfraza las guerras, saqueos, masacres y despojos, de democracia y libertad.

Cada vez hay más conciencia de USA/G7/OTAN como agresor, guerrerista; y a Israel y al capital sionista, cada vez más, se les cae la máscara de víctima.

Todo es una muestra aborrecible de la maldad, la mezquindad y la miseria humana. No puede ni debe continuar.

La bipolaridad nunca se fue definitivamente

Alberto Salom Echeverría

Introducción

La ciencia política caracterizó al mundo dividido en dos bloques dominantes a partir del fin de la segunda guerra mundial. Con el concurso del bloque capitalista occidental, liderado por los Estados Unidos (EE. UU) de un lado, y por el otro el bloque de países socialistas conducido por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el mundo logró deshacerse de una de las mayores amenazas que constituyó para toda la humanidad el eje nazi-fascista, conformado principalmente por Alemania, Italia y el Imperio japonés. Por eso esta última alianza, se conoció también como “el eje Roma-Berlín-Tokio”, aun cuando tuvo otros países aliados.

Al concluir la guerra en 1945, se conformaron los dos grandes bloques que cité al inicio, cuya rivalidad fue asumida por ambos como irreconciliable. Esta visión hizo que quedara sembrada la semilla de la discordia de un modo permanente. La confrontación no se convirtió sin embargo en violenta, por la sencilla razón de que ambos bloques reconocieron la capacidad militar del otro. Un enfrentamiento militar violento entre la URSS y sus aliados frente a los EE. UU y los suyos, se consideró siempre hiper destructivo.

Muy rápido después del cese de las hostilidades de la segunda guerra mundial, tanto los EE. UU como la URSS, desarrollaron un enorme potencial tecnológico destructivo que, de haberse empleado habría representado la destrucción del Planeta en que vivimos. Fue por ello por lo que, paradójicamente, la paz se cimentó en una gran medida, sobre el temor de cada uno de los contendientes a la capacidad del otro para propinarle a su adversario un daño irreparable. Como dijo el afamado historiador de origen argentino, Tulio Halperin Donghi, se trata de una época en la que ningún teórico de la política internacional puede dejar de tener en cuenta la irrupción del “átomo” en la tecnología militar.

La guerra fría y la lógica diabólica de la bipolaridad

La guerra fría se denominó de esa manera, casualmente porque ambos bloques inician una devastadora guerra comercial entre ellos encaminada a sobrepasar en el terreno económico a su enemigo. La guerra, además, no fue descartada del todo, por cuanto las dos principales potencias llevaron a cabo lo que Henry Kissinger, principal asesor del exmandatario Richard Nixon de los Estados Unidos, denominó con el pomposo nombre de “Guerra Restringida”. Una forma eufemística de avalar la guerra de posiciones en la que entraron los EE. UU y la URSS después de la segunda guerra mundial. Supuestamente, la guerra restringida podía ser controlada “racionalmente” sin que escalara más allá del conflicto local. El argumento devino completamente falaz, por varias razones:

1. Ciertamente no estalló una tercera guerra mundial, pero estuvo a punto; como en la península de Corea, en Viet Nam, Laos, o el Reino de Cambodia (Camboya por su nombre oficial). Otro punto caliente sin duda fue el conflicto que se produjo entre los Estados Unidos, La Unión Soviética y la República de Cuba en octubre de 1962, a propósito de la instalación de unos misiles de alcance medio por parte de la URSS en la isla antillana. Este último solamente se apaciguó merced a una compleja negociación entre los gobernantes John Kennedy por EE. UU y Nikita Jrushchov por la URSS, de la que por cierto excluyeron nada menos que al gobernante cubano Fidel Castro. La instalación de misiles por parte de la URSS buscaba disuadir a los EE. UU de invadir a la Isla. Las negociaciones culminaron por fin con un acuerdo, inicialmente secreto que conllevó lo siguiente: 1.a Retirada de los misiles nucleares soviéticos de la Isla de Cuba. 1.b Compromiso de EE. UU de no declarar la guerra a Cuba. 1.c Retirada de los misiles nucleares de EE. UU en Turquía que constituían una amenaza para los soviéticos. 1.d Retirada de los misiles nucleares de EE. UU instalados en Italia. 1.e Se abrió una línea de comunicación directa entre la Unión Soviética y los Estados Unidos mediante lo que se llamó “teléfono rojo”.

2.1 Las grandes potencias, so pretexto de proteger su influencia en determinadas zonas del globo terráqueo, impulsaron intervenciones militares en países que estimaban eran sus aliados y en los que, consideraron que su influencia se debilitaba. Antes de la guerra fría, la Unión Soviética invadió: Uzbekistán (1924), Tayikistán (1929), Armenia, Kazajistán y Kirguistán (1936), Letonia, Lituania, Estonia y Moldavia (1940). Propiamente en el período de la guerra fría la URSS con sus aliados del Pacto de Varsovia invadieron principalmente: Hungría en agosto de 1956, para aplacar una insurrección popular; en agosto de 1968, los mismos países aliados del pacto de Varsovia incursionaron en Checoeslovaquia, bajo el liderazgo de la URSS, para someter a las fuerzas leales al reformista Alexander Dubcek, líder comunista que pretendía “darle un rostro humano” al socialismo en su país. Más recientemente se produjo la intervención de la Unión Soviética en Afganistán, para apoyar a sus aliados internos; pero aquel conflicto le consumió nuevamente enormes recursos humanos y materiales, hasta el extremo, consideran algunos analistas, de que se convirtió en uno de los factores que contribuyó a precipitar el colapso de la economía soviética en el año de 1989. Aunque, no hay que olvidar que la URSS también fue un pilar que brindó apoyo logístico y militar a los movimientos de Liberación Nacional que se estructuraron y con frecuencia se alzaron en armas para sacudirse del colonialismo y del neocolonialismo, sobre todo en los continentes africano, asiático y americano, o como en América Latina, donde corrientes progresistas y antimperialistas, de base socialista y comunista se coaligaron para barrenar las dictaduras militares oligárquicas y proimperialistas.

2.2 Por su parte, Los Estados Unidos junto a ocho países de occidente crearon la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) en el mes de abril de 1949, con el pretexto, de “defenderse mutuamente en caso de una agresión foránea contra cualquiera de ellos”; o sea, se trataba de un pacto básicamente con fines militares, expansionista e imperialista. La lista de la intervención abierta de los Estados Unidos en otros países para conservar su influencia fue tan extensa y abusiva durante la guerra fría, como lo había sido a lo largo de su historia desde la independencia a finales del siglo XVIII. Pero en esta ocasión contó con el apoyo, muy asiduamente, de sus aliados de la OTAN.

Igual que en el caso anterior, presento algunos de los ejemplos más connotados de estas intervenciones de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN: El gobierno de los Estados Unidos junto al Reino Unido intervinieron fuertemente en la guerra civil griega del lado de las fuerzas más retrógradas que estalló en marzo de 1946 y finalizó hasta el mes de octubre de 1949. Asimismo, respaldó a Francia, en su incursión al lado de un sector de las fuerzas militares y civiles en la guerra de Indochina que se originó en diciembre de 1946 y tuvo su culminación ocho años después en 1954. Las fuerzas militares de la potencia occidental participaron en el bloqueo de Berlín en junio del 48, junto al Reino Unido y Francia que se extendió hasta mayo del 49, enfrentados a la URSS y sus aliados alemanes del este. Un papel decisivo tuvo el ejército de los Estados Unidos en la guerra de Corea que tuvo su inicio en 1950 y se prolongó hasta 1953, dejando como saldo indeseable para el pueblo de Corea, la división en dos países y una enorme cantidad de heridos y muertos en la guerra. En otro orden de cosas, en Latinoamérica, considerada por los gobernantes estadounidenses su “patio trasero”, una vez que triunfó la Revolución cubana en 1959 y definió su rumbo antimperialista y socialista, los Estados Unidos declararon abiertamente su antagonismo y comenzó un criminal bloqueo económico en contra del pueblo y del gobierno de Cuba que, no ha cesado hasta el presente. Además, los diversos gobiernos estadounidenses desde entonces, con la excepción del gobierno de Obama, han apoyado intervenciones militares de fuerzas retrógradas, como en Bahía de Cochinos y sabotajes de todo tipo a la economía de la Isla, sin haber logrado su objetivo de desestabilizar al gobierno con el nefasto propósito de hacerlo sucumbir. Con anterioridad, en Guatemala habían financiado a las fuerzas subversivas, proimperialistas y de derecha que conspiraron contra los gobiernos democráticos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz. En este caso, el ejército de Guatemala, junto a la CIA estadounidense consiguieron su cometido de socavar al gobierno progresista y antimperialista de este país encabezado por el presidente democráticamente electo de Jacobo Árbenz Guzmán, al cual se le propinó un Golpe de Estado.

Por otro lado, en el Oriente Próximo (según los europeos), u Oriente Medio (según los anglosajones), el gobierno estadounidense y nuevamente su aliado natural el Reino Unido, no escatimaron recursos en apoyo a la Dinastía Pahlavi, pese al carácter de “Dinastía Persa” (hoy Irán) extremadamente represiva, discriminatoria y dictatorial. En el Medio Oriente, desde la instalación del Estado de Israel, bajo la influencia del Reino Unido y muy poco después de los Estados Unidos, la ONU decretó la fundación de dicho Estado y casi de inmediato las potencias occidentales se dedicaron a apoyar militarmente a Israel, lo que produjo una enorme inestabilidad en la región y conflictos armados extremadamente peligrosos por la posibilidad de una escalada de este a nivel mundial. En resumen, cito “En la época de la Guerra … [la dinámica intervencionista de EE. UU] se extendió a todo el mundo. Con la excusa de la lucha contra la Unión Soviética y la amenaza comunista, Estados Unidos tuvo una intensa actividad en todos los continentes para frenar la influencia del bloque oriental. Esto le llevó a un intenso intervencionismo en Europa, África, Oriente Próximo y Asia.” (Cfr. www.elordenmundial.com).

3. La lógica “diabólica de la bipolaridad” propició un incremento desproporcionado en ambos bloques del armamento nuclear, desatándose la “carrera armamentística” que, merced a los adelantos tecnológicos aplicados a lo militar, consumió ingentes recursos económicos, en desmedro de recursos financieros que habrían sido sumamente útiles para los países subdesarrollados. El crecimiento del armamento en uno de los bloques propiciaba y estimulaba el armamentismo nuclear en el otro. Esta lógica perversa taladró la economía en ambos bandos que se consideraban antagónicos. La peor parte parece haberla llevado el “Bloque del Este” que, a la altura de 1989 implosionó, tocando fin, la alianza del COMECON, desintegrándose la Unión Soviética y en general el llamado “socialismo real”.

Una de las secuelas principales de este mundo bipolar fue que en general nos acostumbramos a ver la política rígidamente segmentada, hasta el extremo de que las posibilidades de desarrollo de los países más vulnerables de la Tierra dependían del apoyo de uno de los bloques hacia ellos. Ni siquiera los países productores de hidrocarburos (carbón, petróleo, gas natural), fueron capaces por sí solos de avanzar con justicia y equidad hacia el desarrollo sostenible. Las ideologías contrapuestas alimentaban el odio entre los contendientes y también en sus aliados y países que caían en sus órbitas de influencia.

Tampoco la misma existencia de la muy importante organización de “los Países No Alineados” fue capaz de escapar completamente del mundo de la bipolaridad; aunque en algunos momentos de la historia jugaron un papel importante para apuntalar las negociaciones pacíficas de países sumergidos en conflictos bélicos internos o entre naciones.

La bipolaridad nunca se fue definitivamente.

La desintegración de la Unión Soviética y la caída de los países del llamado “Socialismo Real”, dejaron ciertamente un vacío en aquel mundo de la bipolaridad, permitiendo que el poder político de los Estados Unidos se consolidara momentáneamente todavía más. Así se inició un período que se conoce con el nombre muy discutible de la “Unipolaridad”. Se supuso por algunos el fin de las ideologías, pseudoteoría vacua y superficial que no tardó en desmoronarse con la misma rapidez que emergió, bajo la influencia de los controversiales y sesgados escritos de Francis Fukuyama, politólogo de la Universidad de Stanford, quien proclamó además en un libro publicado en 1992 por Free Press “El Fin de la Historia y el Último Hombre”, cimentado a su vez, en algunas consideraciones hechas con antelación por el historiador Alexis de Tocqueville. Fukuyama proclama sin base científica que ha sobrevenido el fin de la historia como lucha de ideologías, y que ha comenzado un mundo basado en la política y la economía de libre mercado que, se ha impuesto a lo que el autor llama utopías tras el fin de la Guerra fría. (Cfr. Woods, Alan. “Fukuyama cambia de opinión, el socialismo debería volver”. 31 de octubre, 2018. https://es.wilkipedia.org/wiki/Francis_Fukuyama#cite_ref-:0_4-1) Como puede suponerse, Fukuyama fue miembro del departamento de Ciencias Políticas en la Corporación RAND y en el equipo de planeamiento político del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Aunque se supone que Fukuyama después, abandona esta teoría y escribe: “El conservadurismo ha evolucionado en algo que ya no puedo apoyar”. (Cfr. El liberalismo y sus desencantos. Deusto. 2022. ISBN 978-84-234-3401-5.)

Hoy, a duras penas parece estar emergiendo un mundo regido por otras reglas, las de la multipolaridad. Un conjunto de países, los cuales se están aliando, cuestionando las bases de un “orden”, más bien, en mi concepto un gran desorden internacional, regido por las reglas impuestas por los Estados Unidos, desde Bretton Woods. Nuevo sistema monetario y financiero internacional, que articula un sistema que considera que, para obtener el desarrollo y la paz internacional debe aflorar el librecambismo que imperaría en las relaciones entre los países. El dólar sería a partir de entonces la moneda de cambio. La conferencia de Bretton Woods se celebró en Nuevo Hampshire EE. UU, en julio de 1944. Hoy la primacía del dólar está siendo más cuestionada aún que cuando lo hizo Charles De Gaulle, exgobernante francés, quien obligó a Nixon, a la sazón presidente de los EE. UU en 1971 a establecer la paridad del dólar con el oro.

Sin embargo, tanto la fatídica guerra ruso-ucraniana, como la que se libra entre Israel y Hamás, desoyen el clamor muchos pueblos que desean la paz entre las naciones. Muchas otras personas todavía son víctimas de una visión bipolar y dicotómica del mundo y miran el conflicto con unos lentes bipolares, una realidad negra o blanca, excluyente del otro, que impide entender la enorme complejidad que se esconde en esos conflictos, como en los que tienen lugar en Siria, los que se dieron en el norte del África bajo la mal llamada “primavera árabe”, o en una gran cantidad de países africanos subyugados hoy por la guerra.

Imposible mejorar este mundo que sigue calentándose por una economía que continúa enganchada a la industria contaminante de los hidrocarburos, mientras seamos víctimas de esa visión dicotómica, excluyente. Imposible, lograr la paz entre los pueblos y los seres humanos, cuando continúan aflorando guerras fratricidas que siembran más odio y rivalidad en el alma humana, porque cada uno de los contendores excluye al otro del mundo. La verdad es que la bipolaridad nunca se fue, ni está a punto de irse y las potencias apoyan ese mundo excluyente, segregacionista, desigual e inequitativo, humeante y bélico.

Enviado a SURCOS por el autor.