Skip to main content

Etiqueta: poesía

Poema, Debates por el Futuro y la Esperanza: El niño que nació en el sur

En el espacio Debates por el Futuro y la Esperanza, en Facebook, se compartió el poema El niño que nació en el sur, escrito por José Luis Amador y declamado por Gilda Benavides.

Este poema está escrito en homenaje a la infancia del sur de Costa Rica en su diversidad étnica y cultural.

“El niño nació en el Sur.

Dicen que San José le hizo

una máscara de balsa,

una carretica de bueyes,

un acordeón chiquitito

y cientos de esferas de piedra,

perfectas como planetas

que adornan del Sur el piso.

Y puso la más linda a brillar

en el puro centro del cielo:

cascabel, estrella y zafiro,

la esfera-estrella del Niño.”

Le invitamos a ver la bella declamación de este poema mediante este enlace: https://www.facebook.com/share/p/14SbmmrqVe/

Anudar la memoria

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Es uno de los títulos que trabajé en los últimos años a nivel de poesía. Tiene una dedicatoria absoluta: recordar lo efímeros que somos en esta vida, evocar, cantar, sonreír. Eso. Está dedicado a mi padre y su actual condición. Absolutamente presente aquí y en su pasado.

Sin embargo, he tomado prestada esa frase para referir lo que me produjo la conversación con el dramaturgo cubano Ulises Rodríguez Febles, director de un emblemático proyecto llamado Casa de la memoria escénica, con registro en Matanzas, Cuba.

Impulsor de una tarea titánica de recopilación de material histórico sobre la escena teatral en su provincia, nos contaba con pasión cómo su familia fue determinante para crear el hábito de la lectura y luego la pasión por el teatro y la investigación escénica.

Con Ulises esperamos en 2025 empujar varios proyectos personales y colectivos para ir preparando poco a poco nuestro regreso a los escenarios, unos de esos viejos amores que nunca se olvidan.

Un actor se prepara entonces.

A raíz de esta conversación sostenida en nuestro espacio semanal sobre arte y cultura que producimos en streaming y distribuimos en diversas plataformas, fue inevitable no devolverme en el tempo y recuperar mi propia memoria como espectador del buen teatro costarricense de los años setenta, cuando niño y aún en mi adolescencia.

Fui testigo de grandes producciones teatrales que aún rememoro.

La Sala de la Compañía Nacional de Teatro cerca de Avenida Segunda albergó montajes hermosos como Murámonos Federico, de Joaquín Gutiérrez. Recuerdo con lucidez la escenografía móvil de dicho montaje.

Aún me parece estar observando la vieja carpa moverse, instalada en las inmediaciones del Parque Morazán, en San José. Allí vi la puesta en escena de “El Gran Tividabo”, obra escrita por el dramaturgo costarricense Antonio Iglesias sobre la influencia de la televisión en los comportamientos violentos.

Eran los tiempos de la teoría de la aguja hipodérmica en comunicación y esa obra reflejaba un claro análisis al respecto. El Teatro Carpa se encargó entonces de su realización.

Ni que decir de la monumental puesta en escena de Galileo Galilei, De Bertolt Brecht, por parte del Grupo de Teatro Castella (GRUTEACAS) en nuestro querido teatro, patrimonio cultural del país.

Los fastuosos vestuarios de época confeccionados por la vestuarista de siempre Doña Alma Cortés dejaron en mí una profunda fascinación.

Estoy convencido que un proyecto como el que Ulises impulsa en Matanzas nos hace mucha falta por acá.

Si mi conversación con el activó mis registros de la memoria escénica, no me imagino lo que sería impulsar un proceso que albergue la recuperación de esa historia en un país como Costa Rica.

Intentaré dar los pasos necesarios para ello. Solo me hace falta amor, motivación y pulsión por el teatro. Ya los tengo.

A ello, pues.

A la que baila en la noche – presentación de libro

En el marco de la feria del libro Cartago 2024, se invita a la presentación del libro: “A la que baila en la noche: un recorrido por mi aventura de escribir poesía”, de Eduardo Castillo Rojas.

La actividad se llevará a cabo el viernes 6 de diciembre, a las 6:00 pm en el Centro Comercial Metrocentro, Cartago.

Un porcentaje de las ventas se donará a la Asociación Seres de Luz.

SAUDADES

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Es una tarde soleada en la frontera. A mis pies las aguas del imponente Suchiate y su musicalidad líquida. Observo el incesante paso de las gentes, de un extremo a otro. Viajo, como ellos, en una balsa enllantada desde el lado guatemalteco al mexicano, con queridos poetas de aquí y de allá. Y leemos poesía. Ahí mismo. Sobre las aguas del Río que divide dos países, dos historias, cientos de miles de biografías.

Tan solo unos meses después, la apacibilidad de la tarde soleada en la frontera se convertiría en drama, al atestiguar el paso emergente del caminar centroamericano. Un caminar que aún no cesa, huyendo de la violencia, la necropolítica estatal, la desigualdad que campea absolutamente por toda la región.

Pienso en esa lectura que hicimos aquella tarde. En lo que el arte me ha permitido sentir y transformar. A qué sitios maravillosos me ha llevado, reconocer sus misterios de expresión, exilio de pieles, geografía interminable.

Gracias por eso.

Ahora estoy, me transporto a una clase de piano, repasando el viejo método azul en mis manos. Huelo el piano. Me recuerda las viejas casas de los cuentacuentos. Sus teclas son hileras de un largo telar que serpentea, como el Mar Caribe agitado. Oigo sus acordes. Es el final de los setentas. Del cielo cae estrellita con violín. Una pintura rupestre como las manos estampadas en las cavernas, nace en pincel, y nace en cualquier pared de la fábrica de sueños. Guillén songorocosongoneando. A lo lejos un tren va de Limón a San José, de Limón a San José….

Abro con esfuerzo el viejo telón del teatro y descubro Peter Pan y su estela volando por la inmensidad de todos los cielos. Todos azules. Lo siento volando en mis manos. Oigo voces marcando movimientos, saxofones que lloran, zapatillas de ballet se deslizan suavemente. Siento los grandes reflectores abrazar las auroras. El centrofoward murió al amanecer.

Me contengo ante el dolor de quienes vienen del sur y del centro de las Américas y ven en nosotros humanidad, solidaridad, dignidad. Nos cantan tiernamente su lucha. El viejo teatro los acoge con ternura. Los arrulla. El arte nos convida.

Gracias por eso.

Veo a Andreas Sarty abjurar de su maestro. Galileo y la centralidad del beso. Ambos se movieron con sus grandes vestuarios, por la sencillez del proscenio en La Sabana.

Gracias infinitas al arte por eso.

Pongo mis manos en las del escultor y su barro. Erigirá corazones, almas, rostros de una época amada y turbulenta. Yo construiré metáforas. Camino. Me encuentro al maestro que me da un libro de Julio Verne en las manos de mis padres. . “Va a ser escritor”, les dice.

Abro ese libro en medio de las aguas inquietas del Suchiate. Hasta allí me llevó el arte, mi inquietud de niño, mi ideal. Continúo el camino. Creyendo, creando, creciendo.

Gracias profundas al arte por todo eso.

He sido caminante también. Como la primera voz poética que escuché en aquellos años al lado de mi precursora en las letras. Me enseñó a Machado. Y lo que decía: “se hace camino al andar”. Y sigo caminando.

He sido un alma en permanente construcción, con el cincel del arte siempre presente. Soy sociólogo, pero ante todo y contra todo, Artista. Porque ese ADN se lleva en la piel y para siempre. Como el más feroz de los tatuajes. Porque los textos, los acordes de las flautas dulces, el más comprometido jazz de los setenta, no se olvidan.

Gracias, gracias, gracias por todo eso.

Entiendo al arte en su dimensión expresiva, creadora y transformadora. tengo fe ciega en su potencial. Porque este siglo será del arte, o no será. Sino que lo diga doña Ramona, mujer migrante nicaragüense a la que una tarde escuché decir de memoria un poema de Ernesto Cardenal, bajo el cielo empedrado del asentamiento Guararí, en Heredia.

Gracias, de nuevo arte, por permitirme estar allí en ese instante, como ahora.

Es 1980. Estoy sentado del lado derecho del teatro. Con pantalones cortos pero con las ganas de comerme el mundo, largas e intactas. Alegre en la vida. Del lado izquierdo cantan la segunda voz. Quiero cantar con todos y se me infla el pecho. Seguiremos cantando para encontrar al búho constructor de fantasías, allí, en el lejano bosque más hermoso de la historia.

Salud y larga vida a nuestras almas, siempre libres.

Gracias por estar.

Por el arte.

Siempre libres.

Gracias por eso.

Los boleros y Puerto Rico

A: Óscar López Rivera (Independentista y revolucionario)

De: León Triba,
En algún lugar de Costa Rica, en recuerdo
Del grito de JAYUYA y por la independencia
absoluta de Puerto Rico.
Octubre y 2024

Compañero Óscar López Rivera, no sé si lo que escribo tenga imprecisiones históricas -de seguro que sí- procuro una síntesis de momentos sublimes de la producción musical de tu querida Patria, a la cual le dedicaste muchos años de prisión, para alcanzar la legítima autodeterminación y soberanía de Puerto Rico; la búsqueda de la absoluta independencia que le asiste a nuestro hermano país.

Esto que escribo, no es un tratado de ningún tipo, solo un pequeño ejercicio en ese ritmo de bolero al cual se nos hace imposible renunciar.

Nadie, que precise de gustar de los boleros, puede abstraerse de CUBA, MÉXICO y, claro está, también de PUERTO RICO.

Pensemos solo en algunos de los grandes boleristas boricuas. No sé a cuál de todos se le puede situar como el número uno. Depende de nuestro estado emocional, cada uno nos atraviesa hasta lo más profundo de nuestros sentimientos. No nos dejan un solo poro libre de ese gusto exquisito, que nos moja el alma.

Dice uno, o dicen ellas: – PEDRO FLORES– y nos viene por arte de magia Blancas azucenas, Perdón, Esperanza inútil, Amor perdido, Linda. Poesía simplemente musicalizada, versos de amor para siempre.

Quién no ha tarareado “ En mi viejo San Juan”, seguramente no recordamos al autor de esa maravillosa pieza musical, porque nos viene de seguido el nombre de Daniel Santos; pero no, de quien hablamos es del maestro NOEL ESTRADA.

Muchas y muchos, nos animamos a “cantar” “Perfumes de gardenias”, casi que de seguro pensamos en Cuba. La mágica pieza corresponde, sin embargo, al puertorriqueño RAFAEL HERNÁNDEZ MARÍN. Escrita en 1929, para describir las condiciones de pobreza de los campesinos. Igualmente, el otro clásico que de inmediato la asociaciones con Eugenia León o de nuevo con Daniel Santos, es el bolero que hace referencia a “Lamento borincano”, del mismo autor Hernández Marín.

En la radio alguien solicita, por favor de Javier Solís, “CATACLISMO”, de nuevo la memoria nos está traicionando y, sin ninguna duda, todos damos por sentado que este magnífico cantautor es el dueño de la canción. Pero de nuevo resulta que no, situémonos nuevamente en Puerto Rico, para recorrer esa novela de amor que inspiró a ESTEBAN TARONJI.

Cuando las serenatas eran parte del imaginario colectivo, le pedimos a nuestro cantante que complaciera a nuestra novia con Madrigal, y por supuesto que cantante, homenajeada y serenateros no podíamos precisar que esa maravillosa canción pertenece a FELIPE GONZÁLEZ, otro hijo de Puerto Rico.

En la Chiringüina, la antigua Cabaña, en el Cañalito, el Sol de Oriente, en tantos otros bares y cantinas regados en los barrios inimaginados de América Latina, muchos habrán pedido de José Feliciano la “Copa rota” y aún, otro tanto más despechados, piden de Julio Jaramillo “Juramento”. De nuevo, todas y todos olvidamos al autor intelectual nacido en nuestra isla latinoamericana, hablo de otro boricua, Benito de Jesús.

No agoto aquí la lista de los grandes boleristas nacidos en Puerto Rico; solo quiero decirles que yo aprendí a bailar bolero en los acordes de esa voz inigualable de otro hijo portorriqueño, refiero a BOBBY CAPO. También me atrevo a pensar que cantamos Piel canela, pero no reparamos que la canción es también originaria de Puerto Rico.

Por ahora, vayamos a escuchar boleros y si tienen tiempo pues, carajos y carajas, a bailar, que también en el arte de la danza y el humor, podemos seguir construyendo redes de identidad nacional. Y contribuir con la lucha heredada de Óscar López.

A él, también, precisamente le dedico este poema

EL BOLERO BORICUA, CUBANO Y RANCHERO

A Óscar López Rivera

El bolero, nido roto,
interrogante, palabra en cocción erótica
o reloj a plazos de un adiós,

espera en una esquina
“de cigarro en cigarro”
dejando un frío vacío
cuando la luz se apague,

diálogo de rutina, reclamo,
declaración obligada
de las rodillas pidiendo perdón
o el humedal de los labios
entre cuerdas, nos trae otra mirada.
Cantante favorito en la emisora
de las complacencias,
trío inolvidable, letra musicalizada
en el pentagrama del recuerdo.

El bolero, los boleros,
verdad, alma de un cántaro de mieles
o amarguras que se deslizan
en la vieja rockonola, en un CD,
en la llave maya que exigimos al cantinero
para que nos complazca.

El bolero es piel erótica
que si se descuida
otro gallo canta entonces
sobre nuestras sábanas blancas,

muerte de unos senos inhiestos,
manos ajenas recorriendo las caderas
que creíamos nuestras.

El bolero es eso, un nido roto,
una copa vacía, la verdad en un instante
la puerta de infinitos
en una apuesta de labios sin sentido,

fonógrafo, “longplay”, acetato,
velas a media luz,
vino, ron, tequila, mezcal y aceitunas
sin un cuarto dispuesto
y la mirada indiscreta de la mucama,
porque sin un amor,
“la vida no se llama vida”.

Bastedad de acordes ,
aguas, lluvia, mar, río
la barcaza que se pierde
o el discreto auto
que lleva a una rubia a su alcoba,
la ternura de unas lindas piernas
reclamando la canción de su vida.

Se va la música con el alba,
en la reseca del olvido
queremos recordar el nombre
bajo la palidez de rostros diferentes
que pueblan la ciudad,
despecho, reencuentro
dudosos compases
de voces mojadas en ron.

Yo vengo de esa distante melodía
crujiendo los pasos del olvido,
del recuerdo rítmico de las hojas secas,
en las viejas huestes de las olas.

El lema de tu nombre
nos da la libertad
para el nuevo bolero que cantamos:

“si nos dejan, haremos del mundo”
una exquisita melodía,
pero seguiremos cantando boleros
hasta que la luz se apague,
abrazados bailando
sin el cerrojo de la duda
para alcanzar el alba.

Exposición de Arte y Transformaciones sociales en España 1885-1910. Museo del Prado 2024

En la artesa de Pablo Gargallo.1898

Poema de Macarena Barahona Riera

Una pequeña mesa artesa
me llamó la atención la figura en bronce de un joven consumido amasando harina, agua, levadura,
lo del origen lo del inicio,
sin rostro
la que más habló
la que me dijo: aquí he estado por siglos amasando
para que tú vengas
me mires
pongas el rostro
ojos boca
una palabra nueva que no sea

más ni pan ni trabajo.

Que no sea más
por los siglos de los siglos
una palabra libre
una oración
que me abra la puerta
entre el aire y vea mis ojos claros
mi sonrisa de niño perdido

todos los miedos y aflicciones bajo la artesa guardados
puedan irse con las palabras.

No hay palabras para el joven de la mesa artesa aún no existen las palabras que puedan dar libertad que puedan dar dignidad que devuelvan justicia aún no hay palabras para las niñas esclavizadas ni las jóvenes atormentadas como objetos sexuales aún no hay palabras para el trabajo infantil no hay palabras para las mujeres dobladas en telares y telares de los siglos de los siglos.

Sólo verte
sentir el coraje la indignación
la soberbia de nuestro tiempo
el capital egoísmo de la época
la usura de los sexos

sin pan sin levadura sin harina sin agua sin nadie que amase la masa de la mesa artesa de maragata.

Cien años de buena poesía – Una conmemoración necesaria: El poeta Arturo Montero Vega vive en la memoria literaria

El 23 de setiembre de 1924, las apacibles colinas del cantón de Naranjo ven nacer a su poeta por excelencia. Hijo de Arístides Montero Segura y Eraida Vega Castro, el aura lírica ya le tenía un campo reservado a este noble hijo.

Pero la noticias no solo se quedan en esa memorable fecha. Recientemente la Universidad de Costa Rica, el 12 de junio de 2024, llevó a cabo una magna asamblea en donde se piden disculpas a profesores y estudiantes, por el hostigamiento y expulsión que sufrieron en 1948, resultado de la persecución del gobierno de la Segunda República. Arturo Montero Vega, fue víctima de esos acontecimientos.

De abogado, militante y poeta está hecha la anatomía de ARTURO MONETERO VEGA, pues en él se reúnen todas esas cualidades. Sí, su protocolo estuvo abierto a la defensa de las causas populares, de los humildes de su tierra; su militancia es su riguroso estudio de la filosofía, del marxismo-leninismo y las orientaciones ideológicas de su tío Alejandro y su hermano Álvaro. Pero también como poeta retomó de KWAJA SHAMSUDIN MOHAMAD (gazeles) y KAYYAM HAFIZ (rubayyates) la rosa como ideologema y de NERUDA Y MARTÍ, la palabra sencilla.

Si pudiéramos parafrasear a Roland Bartes que lengua, estilo y forma transitan en los versos de Montero Vega, a través de ese canal de la palabra sencilla. Ahí en ese elemento tiene anclaje ese “punto de grado cero que tiene la escritura”, esa particular forma poética que logra individualizar al poeta y darle esa permanencia que tuvo lugar en 19521, con el poema Vesperal.

Montero Vega no solo es el poeta de Naranjo, al contrario es el poeta que se tiene como referente en los talleres literarios, en los festivales internacionales de la juventud, en los talleres de zapatería, ebanistería y en el surco mañanero que abren los campesinos en nuestra tierra.

“Poemas de la revolución” (1969) “Le digo al hombre”. (1971) y otros de sus textos son referentes obligados en las tertulias políticas y en la Escuela de Cuadros del Partido Vanguardia Popular.

Obreros, artesanos, campesinos, intelectuales y militantes se identifican y se encuentran en esas formas puras y plásticas que ofrecen sus poemas. En uno de sus poemas, del texto “Le digo al hombre”, leemos:

“Le digo al hombre que reclame
el poder de su ojos y sus manos…
Le digo al hombre que reclame
su manera de ser
su fundamento” (Montero, 1971:12-13)

Ciertamente cada poeta es único, exclusivo, por eso nos parece muy pertinente como lo expresa Jorge Bustamante cuando indica lo siguiente:

“…es una forma privilegiada de hablar, un mecanismo que permite ver el mundo con ojos curiosos con mente observadora y tener la capacidad  de transformarlo con palabras…” (Semanario Universidad, 2001:11).

El ritmo de vida que enfrenta nuestro dilecto poeta transcurre en ese mundo visto por el analista citado, su acción transcurre entre la vida militante, su estudio, su protocolo, la familia y la poesía. Sucesivamente en cada espacio, Montero dedica su tiempo y va articulando para cada uno de ellos su ternura y el amor. Por eso su obra poética es tan permanente.

Si quisiéramos entrañarnos un poco más en sus versos, digámoslo de manera muy concreta y puntual, los temas del erotismo, la lucha de clases, los héroes, lo cotidiano y la resistencia histórica están presentes. La rosa deviene como un ideologema. En “Había” del texto Raíces (1973) señala:

“…me había yo graduado
Bachiller en las rosas…”
(Montero,1973:6).

Más adelante, el mismo texto citado, en el poema “Quisiera”, escribe:

“O en la forma sencilla de crear las hierbas
en el rocío de las rosas.”

No en vano escribirá su hermoso poemario: “Mis tres rosas rojas”.

Pero su militancia, como intelectual orgánico, da a sus personajes en la poesía un gran sentido de humanidad y espiritualidad.  Los héroes, no son seres ficticios, no son antojadizamente referentes abstractos, son nuestros ciudadanos con sus virtudes y defectos que nos hacen ser parte de nuestra memoria colectiva.

En cualquiera de sus textos, el lector sabrá que la poesía de Montero Vega no miente, describe y poetiza una realidad concreta. Por ejemplo, en el poema: “Nuestro partido”, se descubre fácilmente lo que decimos cuando el poeta señala lo siguiente:

“Nuestro Partido está
donde se pudre el hombre
en opresión maldita.

Allí grita
y quema el mesón
entre unos fuegos idos,
o resucitados
o sin nombre”

Pero veamos otros versos tan cercanos y tan llenos de espiritualidad y militancia. La forma en que el poeta dibuja la ternura y el amor nos sorprende a todos, especialmente en ese bello poema que dedica a Nidia, su compañera de ruta, de vida y de la cotidianidad. Introduce, asimismo, un título muy sugestivo: “Que voy a hacer yo…” y nos dice:

“Que voy a hacer yo
cuando no tenga
el apretón de manos
de tu inmensa ternura

Que voy a hacer yo
cuando no tenga
la dulcísima gracia
de tu presencia.”

Los cantos poéticos a Carlos Luis Fallas, a la paz, a Vietnam, a los mártires del Codo del Diablo, a Presbere, a Coyoche (Garabito), al secretario general del PVP, Manuel Mora Valverde a Carmen Lyra, a Jorge Debravo, son una bella antología de historia hecha poesía. Sin lugar, por esa razón y el uso magistral de la palabra sencilla, hicieron de Montero Vega, el poeta de la revolución del siglo XX.

Cuando escribe “Mi abuelo es marinero”, da al personaje Félix Arcadio Montero su verdadero rolo histórico. Es, ciertamente, un acercamiento de amor, pero contextualizando al personaje histórico en su verdadera dimensión política-

Unas pocas palabras finales. La madurez de la poesía de Arturo Montero Vega, le otorga muchas otras valiosas características, pero quiero destacar una que, para mi gusto personal, debe ser tomada en consideración para los noveles poetas y aún para los poetas consagrados; me refiero a la forma en que logra rematar siempre el final de sus poemas, digámoslo con el mismo título de algunos de sus textos, son “Poemas para sembrar los sueños”, son “POEMAS DE AHORA Y SIEMPRE”

Muchas gracias.

Trino Barrantes Araya

Correo-e: camilosantamaria775@gmail.com

Los países que llevamos dentro

Presentación de libro “Geografías de la nostalgia” del escritor
costarricense Minor Arias Uva, Casa Bukowsky ediciones 2024
en el Colegio Universitario de Cartago, Costa Rica.
17 de setiembre de 2024

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Al leer a Minor, resulta inevitable no pensar en el contexto actual de las movilidades humanas.

A las puertas de una posible solución electoral republicana en Estados Unidos encabezada por el siempre polémico, fanático y flemático Donald Trump, su campaña ha vuelto a colocar la migración y los migrantes (cierto tipo de migrantes, valga decirlo) en un lugar lleno de epítetos, insultos y promesas de nuevos endurecimientos en las políticas migratorias. Eso que al grueso del electorado con tintes nacionalistas tiende a alegrarle la tarde.

Entonces reflexiono sobre el sujeto migrante histórico, homínido y el actual en su acto de sobrevivencia. No distan mucho uno del otro. Lo que los distancia es apenas un segundo en el desarrollo de la humanidad.

Resulta difícil no pensar en ese contexto que viene.

En el que estamos atravesando ya con los tránsitos que vemos en nuestra región provenientes del sur. Luego de cruzar el inexpugnable Tapón del Darién en frontera entre Colombia y Panamá, lo que vemos a diario en nuestras calles centroamericanas son guerreros sobrevivientes, pulsiones, afectos, historias, vínculos, raíces vueltas camino.

Minor Arias Uva nos ha puesto en nuestras manos un libro-testimonio en el que raíces-memorias-olores-historias atraviesan transversalmente todos los textos que componen las dos partes de su “geografías de la nostalgia”, publicado a inicios de 2024 por el quijotesco proyecto literario panhispanico Casa Bukowsky, impulsado por el poeta y gestor cultural chileno Ivo Maldonado.

En este libro la migración adquiere nombres, paisajes, recuerdos, esperanzas, caras, cuerpos. Fuego y frontera enlazan las dos dimensiones narrativas poéticas a través de las cuales Minor va trazando un bordado de afecto y de ternura, un logro realmente significativo cuando se decide hablar sobre un tema doloroso que ha partido en dos muchas historias individuales y colectivas en nuestras sociedades.

Resulta imposible no ubicarse emocionalmente en el sentido cuando al inicio, para despejar la posible incógnita de la amargura, declara:

“Me iré mañana con todo el peligro de los muros,
Con una deuda asfixiando mis sueños.

Me iré en la noche
Para no escuchar el llanto de los niños.

Ella me abraza desde su poder y angustia.
Me enjuago la boca con aguadulce para besarla.

Aquella luz es mi casa”.

Hablar de la migración (la histórica, la de los primeros seres humanos sobre la tierra, la contemporánea, la regional) desde el relato amoroso y cierto con que el autor sucede al tema, solo confirma su estatura y su bagaje por estos sitios poéticos que suelen ser duros, cobijados por la ira, el enojo y la frustración vueltas imágenes.

Por ello, con el permiso del poeta a quien estimo y admiro por su don de humanidad siempre impregnado en el abrazo fuerte con que suele recibirnos, me atrevería a colocar este “Geografías de la nostalgia”’ junto a un conjunto de textos poéticos contemporáneos que abordan la migración desde la región que somos.

Por allí asoman el Libro Centroamericano de los muertos, de Balam Rodrigo, Despatriados de Chary Gumeta, Ropa Americana, de Dennis Ávila y Red Border, de Armando Salgado. También un número especial de la Revista Digital Salvadoreña El Escarabajo publicada en 2022 llamada “Vámonos Patria a Migrar, yo te acompaño” en la que se incluyeron varios autores desde la poesía y la reflexión sobre la movilidad en el contexto regional.

Aquí y desde ahora, Geografías de la nostalgia deberá ser nombrado junto con esos abordajes escritos con el corazón. Tan solo un registro de la importancia de este libro nos revela su verdadera dimensión:

Cavilaciones desde el exilio

Mi acento es mi antorcha.
Saben de dónde vengo.
Se han acostumbrado a mi poesía
Abundante de hilachas
Raíces expuestas sosteniendo la piedra.

Vuelvo al aroma de los guayabales,
A las manzanas de agua tapizando la hojarasca,
A la jugosidad de una guanábana.
Al café,
A los pejibayes
Y la abuela dejando las cordilleras para llegar a mi nacimiento.

Puedo regresar,
pero ya no tengo piernas para morir
en aquella montaña.

La vejez me llegó como un torbellino.

Leyendo a Minor, me resulta imposible no hacer intertextos con cuatro propuestas de mi autoría: déjennos pasar, la niña con globo, la fugitiva y estos tiempos Fermina, escrita en Tegucigalpa el 11 de marzo de 2020 cuando el mundo entró en una nueva fase civilizatoria sin retorno.

Estos vínculos poéticos con Minor, me dicen que no estoy equivocado y que sigo el mismo cordón umbilical hacia la ternura con la que trabaja el poeta en este ejercicio que hoy nombramos.

Quisiera, antes de entregarles mis apuntes finales, hablar de esos países que todos y todas llevamos dentro. Algunos son amplios, anchos, otros apenas una franja de tierra, de sangre, de memoria.

La memoria al igual que la nostalgia son recursos por medio de los cuales los migrantes persisten al olvido, permanecen en el recuerdo.

En un trabajo al que acudo constantemente cuando el tema de la nostalgia en la migración me interpela (el país al que nunca se llega, 2004), el sociólogo argelino Abdelmalek Sayad había anotado ya esa funcionalidad de la nostalgia como motor y bujía que pone a funcionar el migrante en un territorio físico y emocional que no es el suyo.

Dice entonces Sayad:

“El exilio es ese momento en que el ser humano experimenta, a menudo de manera dolorosa, un apego casi carnal por el territorio (país, suelo natal, patria) y por el grupo (familia, parentela, comunidad, nación) de que proviene.

Ese espacio, que nos configura y que a la vez configuramos a nuestra medida, es también el de la nostalgia: el mal del retorno. La palabra enuncia a la vez la causa y el remedio.

Llevada por la ilusión de que el remedio (el regreso) bastará para curar el mal suprimiendo la causa (el exilio), la nostalgia pone en marcha una patética labor de memorización, de reminiscencia, de imaginación. Los lugares elegidos a tal efecto se convierten en objetos de auténtica veneración, y el espacio y el tiempo se sitúan en un mismo plano, haciendo creer que la abolición de uno entraña la del otro”.

La propuesta de Minor Arias Uva es entonces colocar a la nostalgia en ese lugar empírico que todos llevamos dentro: ese país que construimos y que nos construye permanentemente.

A entrar en el sin pasaporte, sin frontera, sin dolor pero con la historia en nuestros pies y nuestros corazones. Porque el libro de Minor es un corazón que palpita en movimiento.

Memo Acuña González
Cartago
17 de setiembre de 2024

CINCO POETAS

Manuel Delgado

No sé qué caminos tuvieron que andar estos cinco poetas para caer en mis manos. Vinieron en una antología de poesía de estudiantes la cual, a su vez, es el resultado de un concurso organizado por el Consejo Estudiantil Universitario (el antecesor de la FEUCR) y escogidos por un tribunal conformado por Arturo Agüero Chaves (quien también hace el prólogo), León Pacheco Solano y José Fabio Garnier, tremendo trío.

La antología tiene mi edad, que no es poca. Se editó en 1952, en un momento en que el país se hallaba sumido en los sopores de la guerra civil, con sus odios, su represión antipopular y su falta de esperanza. Algo así da a entender Arturo Agüero.

A dos de esos cinco jóvenes poetas los conocemos por sus actividades políticas, pero casi por nada más. Guillermo Villalobos Arce fue un destacado dirigente del Partido Unificación Nacional, el antecesor del PUSC. Más tarde publicó obra poética, pero ninguna antología o historia de la literatura, hasta donde sé, se ocupa de ella. El otro es Enrique Obregón Valverde, quien sigue activo en las filas del Partido Liberación Nacional.

Villalobos Arce, por cierto, fue uno de los estudiantes señalados como “colaboracionistas” del derrocado gobierno de Picado y sancionados con la expulsión por dos años. Es uno de los partidarios del calderonismo o del comunismo que fueron perseguidos en una decisión odiosa por la que la Universidad acaba de pedir perdón. Su poesía, que no menciona el hecho, está transida de ese dolor de la derrota y la persecución.

Salvador Jiménez Canossa, otro de este quinteto, es también desconocido para el gran público, aunque él desarrolló un importante a las letras y a la poesía misma, con varias obras publicadas.

El cuarto en esta lista, Alfonso Ulloa Zamora, también pisa apenas el umbral del recuerdo, pese a que fue académico de la lengua y autor de unos nueve poemarios. Lo menciona, aunque no muy elogiosamente, el filósofo y escritor Luis Barahona en su libro “Lo real y lo imaginario”. Alberto Baeza, que en su obra “Evolución de la poesía costarricense” hace un análisis breve de Jiménez Canossa y de Montero Vega, apenas si lo menciona al final. Para mí, es de lo más sólido que incluye esta antología, en especial por su “Canto a un árbol derribado”, que más tarde aparecerá en algunas publicaciones.

Arturo Montero Vega, el quinto en esta lista, es el más conocido y antologado del grupo. Militante comunista, siempre buscó con su obra la denuncia y la solidaridad con los trabajadores. Fue, como dice un autor, “Poesía civil, narrativa, conversacional, que reclama, al lado de la estructuración lírica, una dimensión ética y moral, en consonancia con las modulaciones de la poesía social latinoamericana”. Se le llamó parte de “la generación perdida”, quizá porque la represión física y el aislamiento cultural a la que fueron sometidos los derrotados después de la guerra del 48. “He estado solo en mi patria recogiendo el dolor y el esfuerzo de mi pueblo”, dijo.

¿Cuál es el ambiente de esta antología? El de la postguerra, con heridas tan hondas como las causadas en Villalobos Arce y en el entorno de Montero Vega. Por eso hay en ella cierta desazón, nostalgia: “No puedo ahora/recordar la tierra/la inmensa madre tierra negra y fértil” (Ulloa Zamora); “Entonces mi dolor viene de lejos./Desde que el compañero,/aquel que dibujaba a escondidas,/que sabía la voz de los colores,/se hundió en el bananal/ verde y espeso.” (Villalobos Arce).

Pero es quizá el grito expresionista de Montero Vega el que irrumpe desde lo prohibido. Para el tribunal, la asociación estudiantil y la universidad misma, premiar y publicar esos versos que suenan a manifiesto político, a clara protesta, a denuncia airada, constituye un acto de valentía. Con todo el poemario sucede, pero sobre todo con el amplio trabajo dedicado a Carmen Lyra, la que acaba de morir en el exilio, la que vino muerta para ser enterrada de manera casi clandestina, la que sigue peleando con su ejemplo. No es la Chavela maestra o escritora, no; es Chavela, “camarada de Manuel [Mora]/y amiga mía,/compañera de todos los obreros y víctima a largo plazo de la tiranía.” Ese poema es de 1949, y fue leído en el sepelio de la heroína.

Me hubiera gustado saber más de esos muchachos que conformaban la directiva del Consejo Estudiantil Universitario. Ignoro todo de ellos. A uno, sin embargo, lo conocí muy bien y lo admiré como se debe. Se trata de Rodrigo Carazo Odio.

(En la foto de 1956 aparecen Alfonso Ulloa, primero en primera fila, y Salvador Jiménez Canossa, segundo en tercera fila. Junto a ellos, en el mismo orden, Carlos Rafael Duverrán, Joaquín García Monge, Gonzalo Dobles, José Basileo Acuña y Julián Marchena. En segunda fila a: Teodoro Martén, Carlos Luis Fallas, Arturo Echeverría Loría y Manuel Segura Méndez. En tercera fila a: Jorge Gallardo, Fabián Dobles, Manuel Picado y Carlos Luis Sáenz).

Despertar y hacer la vida poesible

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense

A escribirse esta columna el país se acerca a la alarmante cifra de 600 homicidios. En la noche previa 5 hombres fueron asesinados bajo lo que en apariencia serían ajustes de cuentas.

Al iniciar la semana un medio de comunicación local me consultaba acerca de hechos de violencia ocurridos en actividades de celebración en vías públicas. Es la ausencia de convivencia y sentido colectivo, indiqué en su momento.

Sin embargo, me parece que es más que la necesidad de tejido colectivo lo que le está ocurriendo a una sociedad como la costarricense. Es claro que los tiempos violentos transcurren en el mismo momento que la desigualdad y la exclusión social aparecen como ejes vectores de nuestra sociedad.

Y entonces empiezan las preguntas: ¿qué hacer? He dicho hasta la saciedad que para sacar al país del lastre violento al que lo sometió 40 años de agenda neoliberal, se requiere algo más que voluntad política.

Hemos tenido un violento despertar hacia otro país, hacia un vacío que nos puebla. Para sacudirnos de la oscuridad, se requieren acciones para recuperar nuestro carácter subjetivo e intersubjetivo.

He dicho hasta el cansancio que creo en el arte como vehículo transformador. A eso le apuesto. Sobre eso voy. Por eso mi camino actual. Por eso mi convencimiento que en el arte está la clave.

En los años noventa Medellín era una de las ciudades más violentas del planeta y apostó entre otras cosas por recuperar los espacios públicos para la gente y por la poesía con sentido comunitario.

Yo sueño con que nos demos la posibilidad de caminar espacios públicos con calidad, libres de violencia y poetizar la vida en todos los sentidos.