La Embajada de Guatemala en Costa Rica y el Ministerio de Cultura y Juventud, por medio de la Benemérita Biblioteca Nacional, se complacen en invitarle a la presentación del libro Exento de poesía 116 dedazos de una vida del escritor guatemalteco Fran Lepe.
La actividad será presencial el miércoles 30 de abril a las 4:00 p.m. en la Benemérita Biblioteca Nacional. También se transmitirá por el Facebook Biblioteca Nacional Costa Rica https://www.facebook.com/bibliotecanacional.mcj.cr/
Marco Aguilar, declamando. Cortesía: Roberto Barahona.
Hace apenas un mes, el 1° de marzo, nos reunimos en Turrialba, en una sala de la casa del amigo Roberto Barahona Camacho —que fuera un aposento del antiguo restaurante La Feria—, para presentar de manera oficial, de parte de la Revista Comunicación, del Instituto Tecnológico de Costa Rica, el dosier o suplemento Un tributo a Marco Aguilar, poeta tan turrialbeño como universal.
A dos años exactos de su partida —ocurrida el 3 de marzo de 2023—, ese fue un convivio al que concurrimos varios miembros de su familia y amigos cercanos, más algunos poetas, gestores culturales e intelectuales de la localidad. En él, de manera distendida y espontánea, esa hermosa tarde de sábado evocamos la amada memoria de Marco, al narrar anécdotas, declamar sus poemas, o conversar acerca de su vida y su obra, cuyos aspectos esenciales conforman el citado dosier.
Mientras escuchaba las numerosas intervenciones que hubo, se me ocurrió que hay una dimensión poco o nada conocida de Marco, como lo es su profundo y sentido interés, con visos de veneración, por aquellos hombres y mujeres que hace 169 años —de marzo de 1856 a abril de 1857— empuñaron las armas cuando la patria se vio amenazada por las hordas filibusteras que, lideradas por William Walker, deseaban implantar la esclavitud en Centroamérica y anexar nuestros países a EE. UU. Y es por eso que, pocos días después, me di a la grata tarea de recopilar lo que Marco escribió al respecto —que no se limitó a la poesía, como se verá pronto—, y que aparece a continuación.
Dos poemas de la juventud
Al hurgar en su acervo poético, se percibe que, aunque quizás haya algunos materiales inéditos, escribió tres poemas directamente relacionados con la llamada Campaña Nacional contra los filibusteros. Eso sí, el primero y el segundo de ellos no figuraron en ninguno de sus poemarios, aunque fueron compilados en el libro Otra reunida de Marco Aguilar (EUNED, 2009).
El primero corresponde a un soneto, intitulado 56, el cual data de 1964. Se centra en la figura del héroe nacional Juan Santamaría, a quien de manera acertada llama Juan de Fuego, por el osado y valeroso acto en el que, durante la batalla de Rivas, Nicaragua, tea en mano y al precio de su vida, quemó el mesón o albergue donde se guarecían los altos mandos del ejército filibustero, incluido Walker, quien pudo escapar después, en la madrugada.
Por su parte, el segundo, denominado La ruta de la pólvora, es mucho más extenso, pues consta de seis estrofas. En él se retrata el apacible país que éramos, de maizales y cacaotales, así como de cálidas y fragantes panaderías, antes de ser agredido por el invasor Walker, al igual que describe la bravía y gallarda respuesta de sus hijos para ir a defender la patria, a la vez que advierte que el filibusterismo, aunque agazapado, sigue vivo por aquí, entre tanto entreguista. Dicho poema está fechado el 1° de mayo de 1966, al conmemorarse el 109 aniversario de la rendición de Walker; circuló en el semanario Libertad, órgano del Partido Vanguardia Popular, para el cual Marco —en sus años de militancia en la izquierda— trabajaba como corrector de estilo, según me lo contó una vez.
Esos poemas dicen así:
56
Eran tiempos de sangre y agonía. La pólvora quemaba, se quemaba, y por quinientos mares navegaba el trapo negro de la piratería.
Como siempre, del Norte nos venía una jauría de filibusteros. Pero a quemar sus huesos traicioneros ¡llegó el incendio con Santamaría!
Llegaste, Juan de Fuego, con la muerte y con los tigres y con las panteras ¡y entonces no pudieron detenerte!
Los enterraste bajo las banderas, te dieron plomo y plomo hasta la muerte ¡y tu muerte impidió que te murieras!
Busto de Juan Santamaría. Foto: Luko Hilje
La ruta de la pólvora
1
¿Qué queréis? ¿Que repita la simple ocupación de aquellos tiempos? Los maizales temblando tiernamente bajo el azote de los aguaceros; los cacaotales habitados de reptiles profundos. ¿Queréis que os diga cómo eran las ciudades sobre todo en la noche, cuando todas las puertas se cerraban? Sólo los hornos de las panaderías, entonces, conservaban la luz, la calentaban. Había un olor a pan en todas las esquinas.
2
Y entonces vino Walker. Sus soldados conocían el sonido de la sangre, la conocían humedeciendo el polvo, enrojeciendo libros, documentos. Los soldados de Walker se conocían la sangre de memoria.
3
Pero desde los oscuros cacaotales, de los hondos talleres ciudadanos fue saliendo un ejército, creciendo, y dejaron de oler a pan las calles.
4
¡Maldito el hombre por cuya culpa las panaderías cierran sus puertas anchas y sus hornos, los niños se nos ponen pensativos, profundos, las campanas se vuelven alarmantes y las muchachas niegan a las calles la luz altiva de su adolescencia! ¡Maldito William Walker!
5
Luego fue lo demás: el camino durísimo, las piedras, los rifles que aún no pronunciaban su palabra mortal, definitiva. Y aquella angustia, al fin, de la batalla. Ver al vecino doblarse suavemente a la tierra humillada. Y de inmediato se incendió la tea, porque a los pueblos nunca les faltará un Santamaría. No era sólo la tea. ¡Era el brazo también, que se quemaba! ¡Era la patria en pie sobre las llamas quemando al invasor, dándole fuego con un brazo tenaz, desesperado!
6
Muchos dicen que ya no quedan más filibusteros. Sin embargo, yo los veo diariamente buscando empréstitos, zalameros, hipócritas, disfrazados tal vez de embajadores. Y comprendo que un día volverán con la metralla; nuevamente los niños en las calles cesarán de jugar y entonces todos cerraremos las casas, los talleres, y andaremos la ruta de la pólvora, andaremos de noche un camino de teas incendiarias ¡para reconquistar lo que nos han quitado!
Un poema de la madurez
Ahora bien, el tercer poema de Marco tiene una génesis muy diferente de los dos previos, y sumamente grata, de la cual puedo dar plena fe.
Esto es así porque, aunque durante mis años de residencia en Turrialba nunca dialogamos acerca de los hechos y los personajes de la inmarcesible Campaña Nacional, una vez que me jubilé y pude dedicar tiempo a estudiar esta gesta —tan determinante y significativa en la historia patria—, era una cuestión recurrente en nuestras conversaciones en el ahora añorado restaurante La Feria, en mis visitas a Turrialba.
En efecto, como lo narro en el artículo Seis poetas le cantan a don Juanito Mora (Nuestro País, 30-IX-22), hace unos 15 años le propuse a la dirección de la Revista Comunicación que publicáramos un número dedicado a los tres principales líderes de la Campaña Nacional: don Juanito, su hermano el general José Joaquín Mora Porras, y el general José María Cañas Escamilla. Me comprometí a coordinarlo y, con la ayuda de varios compañeros del grupo cívico La Tertulia del 56 y otros patriotas, en 2010 culminamos con éxito ese proyecto, plasmado en el número monográfico Héroes del 56, mártires del 60: los hermanos Mora y el general Cañas.
Cabe destacar que en esa ocasión, al compilar los poemas existentes, me percaté de que tanto Jorge Debravo como Alfonso Chase habían publicado sendos poemas, intitulados Invocación a Juanito Mora y Don Juan Rafael Mora, respectivamente. Por tanto, se me ocurrió que para mi artículo Un manojo de poemas para los tres próceres, sería lindo incluir un poema de cada uno de los principales miembros del célebre e innovador Círculo de Poetas Costarricenses, que en el decenio de 1960 socolloneara los cimientos de la lírica nacional.
Eso sí, me faltaban cuatro de ellos: Laureano Albán, Julieta Dobles Yzaguirre, Arabella Salaverry y Marco. Por fortuna, como los conocía a todos, no tuve pena ni reparo en abordarlos, para solicitarles su ayuda en esta causa patriótica.
Asimismo, como en ese momento no había tanta urgencia, y la inspiración poética no puede ser forzada, sino que es un acto totalmente espontáneo, les di el tiempo necesario para concebir sus poemas. Al final, llegaron a mis manos los respectivos poemas, que se intitularon Juanito desconocido, Invocación a don Juanito, Juanito Mora esperanza, y Hamacas y cañones. Por tanto, las voces de estos cuatro poetas y dos poetisas quedaron fusionadas con las de Graciliano Chaverri, Román Mayorga Rivas, Jenaro Cardona, Carlos Gagini, Carlomagno Araya y Arturo Echeverría Loría, quienes mucho antes habían cantado a nuestros próceres.
Don Juanito y José Joaquín Mora, más el general Cañas. Autor: Carlos Aguilar Durán
En fin, ese fue el origen de este poderoso poema de Marco, el cual aparece a continuación:
Hamacas y cañones
Solo los de la casa podían decirle Juan, quiero decir sus padres y unos pocos parientes. Nosotros no pudimos, sencillamente porque no nos salía. Viéndolo por la calle, viéndolo detrás de un mostrador o inclusive detrás del escritorio de la Presidencia, para nosotros era siempre Juanito, no tanto por su mínimo tamaño sino por el cariño que todos le teníamos. Le tenemos. No podemos negar que era bajito, tal vez de la estatura de Bolívar. Todos supimos siempre de sus cosas, su ser ligeramente deshonesto en cosas de negocios, esa mala costumbre de favorecer en algo a sus parientes como era lo habitual en esos tiempos. Pero pasó algo extraño con Juanito: que comenzó a crecer siendo ya adulto. ¡Qué curioso! Todos nos sorprendimos al mirarlo unos cuantos centímetros más alto el formidable día de la Proclama, y se mantuvo así hasta la hora en que echó a caminar con sus soldados en el seco verano de ese año, ese viaje impensable para otros. De inmediato vimos que había crecido nuevamente y estuvimos hablando del asunto. Pero hubo muchos que se quedaron cómodos sorteando en sus hamacas los calores y soñando en la muerte de Juanito. Siempre han estado allí, siempre a la sombra pero de vez en cuando se levantan de sus sueños malditos viendo cómo lo ensucian, ellos, los que nunca supieron defender con un rifle las fronteras amadas que cuidan de sus hijos, haciendas y mujeres. Los que no merecían ni merecen tener hijos, esposas, mucho menos que los sepulten en esta misma tierra. Y todavía se levantan de nuevo después de tantos años los mismos descastados, los mentirosos llenos de lagañas, los que nunca pudieron ni pueden ni podrán reducir un milímetro la altura de Juanito ni borrarle ese brillo de los ojos. Porque nadie, nadie puede negar que fue valiente. ¡Ah, cómo soñaría William Walker acertarle aunque fuera un balazo, un único balazo, un solitario balazo en la cabeza y observar su cerebro destrozado, su sangre irreprochable en media calle! Pero ese no era el destino de Juanito y por cada balazo que lo erraba crecía por lo menos dos milímetros. Parecía indestructible: no se ahogaba, no caía del caballo ni lo mataba el cólera. ¡Era enorme! Pero él y sus soldados derrotaron a un enemigo sólido, tangible, y más tarde perdieron la batalla frente a alguien tan pequeño que no pudieron ver jamás pero que los mataba: una bacteria. Y sin saberlo, le traían la peste a sus familias como un regalo trágico del viaje. Nunca hubo en la historia de los pueblos desfile victorioso más lleno de tristeza, con las carretas llenas de cadáveres, patrióticos cadáveres que nunca más levantarían un rifle, sostendrían un arado, cosecharían los frutos de la tierra. Con todos ellos se devolvió Juanito y por todos lloraba. Al poco tiempo tuvo que exiliarse, cuando sus enemigos se fortalecieron; pero no soportaba vivir lejos y pronto regresó, creyéndoles a los traidores, a los mentirosos. Muy tarde comprendió lo que pasaba y entonces fue más alto que ninguno: no suplicó, no se puso a temblar cuando escribió las cartas, no maldijo. Lo fusilaron y él aceptó su muerte como aceptó su vida: de pie frente a las balas. Por desgracia esas balas sí acertaron. Todas, todas. Ni una sola falló. Pero como eran nuestras, las recibió con gusto.
Marco como prosista
Aunque menos conocida esa faceta suya, Marco también escribió prosa —bastante de ella inédita—, entre la que figuran numerosos artículos de opiniónpublicados en la hoy extinta Revista Lectores, fundada y dirigida por el periodista turrialbeño Luis Alejandro Romero Zúñiga; posteriormente se le bautizaría como Turrialba Desarrollo.
En cuanto a la Campaña Nacional, ahí él escribió un artículo intitulado Los hijos de las peñas,en el cual argumentaba lo siguiente:
“Decía el maestro Joaquín García Monge que «no somos hijos de las peñas», para significar que tenemos arraigo en esta tierra; quiero decir, padres, abuelos y bisabuelos enterrados aquí. El apego, que llaman. Pero, por desgracia, algunos compatriotas desnaturalizados no lo entienden así. De las maneras más cobardes y sucias, pretenden apearse a Juanito y compañía del justo pedestal en que los hemos puesto. Con mentiras, con “bromas” y chistes desafortunados intentan desprestigiarlos, ensuciarlos, demeritar su hazaña y su grandeza. Incluso se han atrevido a meterse con Juan Santamaría, negando su existencia o ridiculizando su muerte heroica. Dios los perdone”.
Antes de continuar, es pertinente indicar que Marco inició dicho artículo con la siguiente advertencia: “Hace tiempo he tenido la curiosidad de preguntarle a alguno de mis amigos historiadores cuáles son los hechos más detestables en nuestra vida como nación. Sería bonito levantar una lista de lo más sucio y lo más cobarde que hemos hecho los costarricenses. Esas cosas por las cuales se nos cae la cara de vergüenza, a pesar de los años transcurridos. Aunque, viéndolo bien, no tendría nada de bonito, pero sí sería muy instructivo. Porque de eso se trata: de aprender”.
Y, tras referirse a otros hechos deleznables, relataba que “En estos días se cumplen 150 años de un fusilamiento muy diferente: el de don Juanito Mora y el general José María Cañas en Puntarenas, uno de los acontecimientos más asquerosos de nuestra historia. Perdón, asquerosos no es la palabra, pero en este momento no se me ocurre una más dura. Más insultante. Los valientes patriotas que condujeron a nuestras tropas en su hora más brillante, los que derrotaron a William Walker, esclavista maldito. Los que nos llenaron de orgullo y dejaron con la boca abierta a los filibusteros, que jamás esperaban encontrar combatientes tan dispuestos a morir por la patria. Nuestros mejores líderes fusilados por sus mismos soldados. ¡Vergüenza, deshonor! No hay abrasivo, detergente ni ácido que borre esa mancha. No habrá perdón para los asesinos”. Y, a continuación, afirmaba: “Pero a los que piensan que estas son cosas de otros tiempos, les tengo una noticia: estamos llenos de filibusteros y partidarios de filibusteros. Por desgracia nacidos en Costa Rica, con cédula y a veces pasaporte costarricense”.
Y, para concluir, de manera contundente, señalaba: “La historia debe servir para mejorar, para corregir los errores del pasado. La historia no debe ser arqueología, sino lección de vida. Tanto las cosas que nos enorgullecen, como las que nos llenan de oprobio, deben ayudarnos a corregir el presente y alumbrarnos el camino futuro. Pero esto no siempre funciona así: me cuentan que en un colegio privado de San José no conmemoran el 11 de abril, pero el 4 de julio hacen una Asamblea para explicar a los alumnos el significado de esa y otras fechas importantes para Estados Unidos. Al parecer, algunos profesores llaman a nuestra celebración «el día del empujón», en relación con el cuento de que el soldado Juan no fue voluntario, sino empujado por algún bromista, uno de esos chistes que solo les pueden hacer gracia a los que no tienen patria. Y solo ellos se ríen, los descastados, como se hubiera reído William Walker. Estos especímenes no merecen llamarse costarricenses”.
El Ministerio de Cultura y Juventud, por medio de la Benemérita Biblioteca Nacional y World Graphics, se complacen en invitarle a la presentación del libro Animal difícil/Difficult Animal poemas de Víctor Hugo Fernández con transversiones al inglés de Michel Pharand. Participan en la actividad Álvaro Mata Guille, Guillermo Fernández y Víctor Hugo Fernández.
La actividad será presencial el lunes 31 de marzo a las 4:00 p.m. en la Benemérita Biblioteca Nacional. También se transmitirá por el Facebook Biblioteca Nacional Costa Rica https://www.facebook.com/bibliotecanacional.mcj.cr/
El pequeño Teo cruza sigiloso por donde estamos tallereando. En ese momento hablábamos de las dimensiones críticas en los procesos de movilidad humana en la región centroamericana.
Teo transita. Entre jaguares. Entre cabezas de jaguar. Su movilidad es otra: es la de la certeza de un espacio seguro, resistente, lleno de color. Estos si son jaguares de verdad y no los de la ignominia comercialoide y esquizoide de cierta figura presidencial centroamericana.
“Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos, sería el tenue faro buscado por mi niebla”.
Fueron dos días. 48 horas de una intensidad que no había experimentado en años. Abrazado por ese fuego profundo de la organización cultural salvadoreña denominada Cabezas de Jaguar, caracterizada por el ritual, la solidaridad, la colectividad, me dispuse a dejar sentir en mi cuerpo todas las emociones que se pueden experimentar, cuando arte y encuentro son una misma cosa.
Llegué a un país con muchas dimensiones y aristas durante estos días.
Converso entonces con un buen café en la mano, con mi querida amiga, poeta y artista plástica salvadoreña Liza Alas Posada sobre su trabajo desde el arteterapia como forma de acompañar subjetividades e historias.
Pero también miro otras preocupaciones durante mi breve estancia en este país. La discusión sobre la minería metálica está presente. Observo carteles con el “ No a la minería” y pienso en el destino común de nuestros pueblos, su defensa por el medio ambiente y la autonomía. Los negocios con los recursos de todos están a la orden del día.
Pienso en la minería metálica. Pienso en la defensa del Refugio de Vida Silvestre mixto Jairo Mora-Gandoca Manzanillo en el Caribe costarricense. Los intereses espurios son los mismos: solo cambian de territorio y de ropaje. Se vienen tiempos aún más duros en ésta Centro América que somos.
Y en ésta Centroamérica que somos cooperamos con el horror. En esas horas breves, altas horas de la noche vividas en ese pequeño país del mundo, escuché la indignación en la voz de Tania, que junto con Moisés pregonan la necesidad de juntarnos y abrazarnos en colectividad. Ellos empujan Cabezas de Jaguar con todo lo que tienen, que es poco pero mucho al mismo tiempo. Por eso el pequeño Teo es feliz. Y lo sabe.
Su indignación es la de muchos: los vuelos de la vergüenza con venezolanos deportados aterrizando El Salvador, la transacción de vidas, el alto precio con tan poco de dignidad. De eso, precisamente de eso mismo tuvimos nuestra ración en Costa Rica hace tan solo unas pocas semanas.
Que poco somos. Que desvergonzados.
Yo el iluso. Pensaba que viajaba solo por 48 horas, a presentar mi nuevo poemario publicado por el proyecto cultural y editorial salvadoreño “La chifurnia”. Pensaba yo que iba a buscar mis “Almas pequeñas” y lo que traje fueron palabras e imágenes grandes, detonadoras, epidérmicas.
Me traje el abrazo de Otoniel, que sigue creyendo en mi poesía, de Kike, de Alfonso. Con ellos, hermanos en la palabra, he crecido como poeta. Como cultivador de la palabra. Me traje el afecto de Melvyn, atrapasueños con su cámara y su particular forma de mirar la vida. Con él he crecido como comunicador. Me traje un nuevo amigo centroamericano en la calidez de Abrego y su servicial forma de mostrarse ante este poeta.
“Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio”
En el taller, aquel cruzado por el pequeño Teo, pregunto por la despedida. Qué hacer si me dicen que debo dejar mi hogar forzadamente. Diego Josué escribe. Escribe Amparo. Jaime piensa y escribe, Joel se contrae y escribe. La colega socióloga Remy lo mismo hace.
Luego de seis años de percutir músculos de sensibilidad a través del taller que ahora denomino “Hacia una pedagogía del yo migrante”, llegué a una estación fronteriza bizagra. Porque lo que ellos me dieron en una hora y media de conversación, poesía, lectura y reflexión ha sido de las cosas más conmovedoras que registra mi corazón al compartir este ejercicio.
Lo llevo, lo llevaré conmigo. Para siempre. Por si acaso, valgan las palabras de Diego Josué, que empezó a temblar no más empezado el taller:
“… esta carta no busca ser una despedida. Más bien un hasta pronto pues hago esto con el fin de volver con ustedes una vez me encuentre bien económicamente para ser yo, quien se supone que debo ser. Tengo poco tiempo pero mucho corazón, un corazón que late para ustedes”.
Este taller, espacio de emociones me confirma el camino correcto, trazado luego de 25 años de academia a la que empiezo a agregarle el arte como color para que sea útil, ayude a cruzar en los cuerpos y las racionalidades este tema que no se contiene en las estadísticas y las teorías.
El arte es ciertamente ese espacio que mueve, afina, desagrega, construye. Por eso la intensidad de 48 horas compartidas con el artista plástico costarricense Juan Carlos Chavarría, quien desarrolla un mensaje de paz a través de sus obras hechas a base de armas incautadas al crimen organizado en Costa Rica.
De Juan Carlos pertenece la obra de portada de nuestras “Almas pequeñas” denominada “plegaria con Luna” y tuvimos la posibilidad de hacer sinergia con nuestras creaciones. Con él viene pronto una maravillosa alegría de coincidir en la que piezas plásticas y textos tomaran distintos escenarios. Emocionados por eso. El arte hermana. Junto a Juan Carlos su compañera Jannid, la “macha” cómplice de todo cuanto crea, piensa e impulsa. Con ella vivimos esos momentos de profunda conexión.
Por eso también abracé la posibilidad de escuchar y unir trabajo durante esas pocas horas, con el cantautor salvadoreño Gilber Cáceres, creador de una de las piezas de culto en aquel país llamada “Sencilla y Frágil”. En su voz he escuchado una de las mejores versiones musicalizadas de “Poema de amor”, ese himno profundo que Roque Dalton le dedicara a sus compatriotas en exilio.
Casi en las últimos momentos de nuestro periplo, vivimos con intensidad absoluta una presentación de Gilber en San José de Verapaz, pueblo ubicado a dos horas de San Salvador. Previo a este concierto, Aldo y los muchachos y muchachas del proyecto cultural “Chavorrucos” organizaron un conversatorio sobre la experiencia creativa, en el que pusimos nuestra caja de herramientas a disposición de los asistentes. Fue un intercambio franco, distendido, con el corazón.
Al cierre de la actividad conocí a la artista salvadoreña Ana Miriam García, pintora, que desarrolla un proyecto taller con niños y jóvenes en su comunidad, San Vicente. Quédate con quien te mueva el corazón de la forma que ella lo hace con sus estudiantes. Allí donde el color llega y hace su trabajo, allí es.
En medio del concierto, Gilber me invita a leer el texto que da título al libro presentado. Al terminar, Aldo me acerca una de las tantas publicaciones hechas a la poesía de Dalton y me solicita, página abierta, que lea “Alta hora de la noche”.
Me conmueve la solicitud pero lo hago con respeto y devoción. Ese mismo respeto y devoción que siento por aquellos y aquellas que hacen del arte una militancia activa, profunda y honesta.
ALTA HORA DE LA NOCHE
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre, porque se detendrá la muerte y el reposo. Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos, sería el tenue faro buscado por mi niebla. Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta. No dejes que tus labios hallen mis once letras. Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio. No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto, desde la oscura tierra vendría por tu voz. No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre, Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre.
Dejo esa lectura de la misma forma que la hice esa noche. Dejo tantos desafíos por hacer, por impulsar. A eso quiero dedicar mis altas horas.
Hasta pronto y hasta siempre, querido El Salvador.
El Ministerio de Cultura y Juventud, mediante la Benemérita Biblioteca Nacional, se complace en invitarle a la conferencia Espirales y esferas: Poesía especular, una propuesta poética por el Profesor Dr. César Galán, de la Universidad de Extremadura, España, y como presentadora la escritora Marianella Sáenz.
El jueves 13 de marzo fue denunciado en Costa Rica el femicidio número 12, en lo que este 2025 lleva de transcurrido. En ese mismo periodo, dos madres fueron asesinadas a manos de sus hijos en episodios ocurridos en Guayabo de Turrialba y Santa Bárbara de Heredia.
En ambos casos, la violencia de los hijos hacia sus madres fue recurrente hasta que terminaron con sus vidas. La naturalización del ciclo probablemente expuso a estas mujeres a una constante agresión, que terminaron por aceptar como natural.
El miércoles 12 de marzo, la segunda jornada de poesía producida por el movimiento cultural Palabra y Punto, liderado por las poetas y gestoras culturales costarricenses Paola Valverde y Rebeca Bolaños, tuvo como protagonistas seis extraordinarias voces de la literatura costarricense.
Leda García, Julieta Dobles, Nidia Marina González, Shirley Campbell, Lucía Alfaro y Laura Contreras, hicieron de esa noche y cada una desde su estilo, una jornada memorable. Junto a ellas fue leído un texto de Arabella Salaverry, quien no pudo asistir al evento.
Quisiera, en representación de ese colectivo de voces fuertes y necesarias de la poesía costarricense, significar el extraordinario cierre con la presentación performática, política y contundente de Laura Contreras (Lauco), quien nos recordó que las luchas por las reivindicaciones de las mujeres, el ejercicio de sus derechos y la búsqueda de una vida sin violencia y con libertad, son constantes en una sociedad como la nuestra.
Apalabrar como lo hizo Laura junto con las otras poetas convocadas esa noche, solo significa que para que una sola mujer sobreviva al flagelo de la violencia de género se debe seguir insistiendo, diciendo, denunciando.
El siguiente texto, que no fue dicho esa noche por Lau, confirma sin embargo la necesidad urgente de la palabra.
¿Y SI?
¿Y si mi foto estuviera en los periódicos con una descripción de quién era? ¿Y si la noticia dijera mi nombre completo o incompleto? ¿Y si mi familia me diera por desaparecida y de angustia gritaran mi nombre desde la lejanía? ¿Y si mi cuerpo estuviera en un lote baldío entre una bolsa o fuera una o varias balas o calcinada o asfixiada? ¿Si fuera con algún puñal en media calle o en el vecindario o en el trabajo o en la que creí mi hogar un lugar «seguro»? ¿O si me encontraran desperdigada por algún lugar un rompecabezas sin imagen? Y si mi cuerpo fuera profanado… ¿Y si me tienen que reconocer en la morgue y si mi hijo no lo superara y no hubieran lágrimas que me volviera a la vida como deseo de navidad o de cumpleaños? ¿Y si no volviera a escribir a reírme escandalosamente o abrazar con esos abrazos que llenan? ¿Y si mi voz ya no se sintiera más? ¿Y si mis pasos con pintura roja se extinguieran de las calles? ¿Y si quién o quiénes lo hicieron estuvieran caminando con tranquilidad sin ningún castigo? ¿Y si la “justicia” no hiciera nada y si el silencio de dios siguiera en mi tumba? No tengo dudas.
La poesía es un vehículo movilizador y en Costa Rica está permitiendo que las mujeres reivindiquen su vida, su política de la verdad y el acto solidario de construirse como colectivo.
En los intermedios de los primeros espectáculos que se presentaban en el Teatro Nacional, el público pasaba a compartir al imponente Foyer, construido a partir de influencias italianas y francesas.
Es una estancia hermosa, decorada con más de 215 piezas de arte de las más diversas expresiones y corrientes estéticas, edificada junto con el imponente Teatro Nacional construido hace 127 años.
Luego de un primer proceso de restauración, la “sala de estar” abrió sus puertas al público y lo hizo de la mejor manera posible.
De la mano y voz de Palabra y Punto, movimiento cultural liderado por las poetas y gestoras culturales costarricenses Rebeca Bolaños y Paola Valverde, se iniciaron una serie de eventos que serán programados a lo largo de 2025, en los que la poesía será la protagonista.
El primero de ellos, desarrollado el miércoles 26 de febrero y denominado “Poesía por siempre”, tuvo dos mesas de lujo en las que precisamente la palabra se entrampó con la historia del lugar, subió por sus amplias y lujosas paredes y se desparramó a través del mármol y los frescos que adornan este lujoso espacio.
La primera mesa fue de altos vuelos: el maestro Alfonso Chase, la joven Lex Valvesco, la siempre potente y honesta Luissiana Naranjo y esa voz infaltable de la poesía contemporánea costarricense que significa Alfredo Trejos.
La segunda mesa no podría haber estado mejor. Osvaldo Sauma, precursor de varias generaciones de poetas, en cuenta quien escribe esta columna; la madre selva cautivante y maravillosa Guadalupe Urbina y el portento y claridad en la poesía de Diego Mora.
Ambas mesas de lectura le hicieron honor al lema con que Paola Valverde presentó durante la noche el espectáculo: la poesía salva a la poesía. Y ese día escogió el lugar correcto para hacerlo.
Porque sí.
También se lee poesía en los parques, escuelas, museos, autobuses, bares, universidades, centros penales. Ahí la poesía cumple su afán democratizador.
Pero el hecho que esta vez haya ocurrido en un lugar con memoria, histórico y contundente, le devuelve un poco de dignidad que las redes sociales y las envidias injustificadas le venían arrebatando. La poesía costarricense, hoy más que nunca, goza de buena salud.
Marzo será la siguiente estación para que la palabra vuelva a perpetuarse en ese hermoso sitio de la cultura. Y lo hará con voz de mujer.
Desde ya programe en su agenda el 12 de marzo a las 6:00 pm (una hora adecuada y conveniente) y déjese tocar por la poesía de Leda García, Shirley Campbell, Julieta Dobles, Lucía Alfaro, Nidia Marina González, Laura Contreras y Arabella Salaverry.
En tiempos de duros y furibundos ataques al arte y la cultura, defender y adecentar la literatura de la forma en que lo hacen Rebeca y Paola merecen el reconocimiento y el apoyo incondicional.
La Embajada de España y el Centro Cultural de España y el Ministerio de Cultura y Juventud, por medio de la Benemérita Biblioteca Nacional, se complacen en invitarle a la actividad Entre papeles. Conferencia dramatizada sobre el poeta Miguel Hernández impartida por la actriz española Rosario Pardo.
La actividad será presencial el martes 25 de febrero a las 4:00 p.m. en la Benemérita Biblioteca Nacional. También se transmitirá por el facebook Biblioteca Nacional Costa Rica https://www.facebook.com/bibliotecanacional.mcj.cr/
Este jueves 20 de febrero, a las 5:30 p.m. en el Auditorio del Museo Calderón Guardia, en barrio Escalante, haremos una celebración con música y poesía y muchos amigos.
La presentación del libro estará a cargo de la poeta Julieta Dobles y el poeta Mauricio Molina. Nos acompañarán también los cantautores Oscar Espinoza y Enrique González, con la musicalización de varios poemas del libro. Participación especial de la expresiva artista Aurelia Trejos en lectura de poemas..
Invitamos con todo entusiasmo a los amigos de la poesía y la literatura, a nuestros amigos de siempre y al público en general.
Este libro es una selección de poemas que reúne años de trabajo del autor y es una producción de la Editorial Universidad de Costa Rica.