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Etiqueta: política comunal

Programa de transición a la radicalización de la democracia

Esteban Beltrán Ulate
esbeltran@yandex.com

Volver la política a la comunidad misma, es el corazón de esta reflexión, no porque no sea así, sino porque se ha olvidado de ser así. La política es el cordón umbilical de la comunidad, la política es siempre un acto en relación, es el nacimiento mismo de la vida en sociedad. El vertiginoso sistema mundo en el que vivimos, nos lleva a modos de vivencia acelerados, donde las discusiones políticas resultan ser una tarea de seres de otra dimensión. El alejamiento de la discusión política se aplaca con la tradicional “chota”, “meme” y discusión tóxica avivada por media docena de falacias, entre las que destacará siempre la “falacia ad hominem”. No obstante, esta forma de referirse a la política como mero comentario despectivo, con aroma a despecho, no resuelve las problemáticas nacionales, y mucho menos las comunales.

La distancia entre la política de escritorio (aunque algunos digan que tiene un pie en la calle) y la vida en “comunidades” (lo planteo en plural, pues la diversidad es amplia y el error de homogenizar es factor desencadenante de la crisis actual), ha fomentado un caldo de cultivo que puede ser aprovechado (y ya es así) por algunos grupos con espíritu de exacerbación nacionalista, con el culto al caudillo, con la imagen del “hombre fuerte”, con el mito del “outsider” (el que critica el sistema político pero igual quiere estar dentro de él). En síntesis, la realidad de que algunas y algunos no se interesen en la política costarricense es toda una “bendición” para aquellos grupos que se reparten las cuotas de poder institucional, dispersas en diferentes estructuras del Estado costarricense.

Conversando con algunos grupos que se intentan configurar como alternativas políticas, emerge de vez en cuando la pregunta por la causas y consecuencias de la débil participación política permanente, a su vez, no deja de relucir la pregunta: ¿Qué hacer?… ¡Volver a la política comunal!, es en algunas ocasiones la respuesta común, pero ¿Cómo?, evadir estas preguntas es fomentar la ignorancia política, ignorancia necesaria para los grupos en el poder que aprovechan la maquinaria institucional para fomentar.Frente a esto, se desprenden múltiples acciones (no estoy descubriendo el agua tibia, estoy partiendo de las experiencias vividas y observadas), tales como la convocatoria a las comunidades para “escuchar” a “figuras políticas reconocidas”, convocar a causas comunes (agua, carretera, educación), sumarse a proyectos de articulación social (causas benéficas, de desarrollo comunal, deportivas y artísticas), y por supuesto no se puede descartar la práctica común de los partidos tradicionales (y los no tan tradicionales que ya están aprendiendo de los tradicionales) a llevar banderas, cimarrona a las comunidades tres meses antes de una elección. De lo anterior, quizás lo último suele ser lo más nocivo, y las demás al estar desarticuladas entre sí (o prefabricadas con algún fin electoral temporal), no tienen en la mayoría de los casos una sostenibilidad en el tiempo, que sea acompañada por un sustento teórico que ilumine la práctica (cabe destacar el rol de ciertos grupos religiosos y su variopinto fin en estas zonas abandonadas por la organización política civil).

No resolveré el problema de la construcción de la política comunal, ni daré el antídoto contra la desidia política, pero al menos considero oportuno aportar a la discusión la necesidad de la construcción de un programa de transición a la radicalización de la democracia, por medio de la articulación de acciones comunales, dentro de una red, de modo que no sean solo focos que se agoten, sino una red interdependiente que se alimente entre sí. Las palabras parecen fáciles, pero lo complejo es el método que inicie el proceso, la chispa que encienda requiere de uno o varios equipos de acción, que no necesariamente deben ser partidos políticos electorales (pueden ser asambleas populares, donde dos o más se reúnan en nombre de la justicia y el bien social bienvenido sea), pero con un alto nivel de conciencia y estudio que evite el surgimiento de egoísmo sectarios y/o caudillismos. En este sentido, la chispa debe estar dirigida por unos “comunes” mínimos, que permitan asumir un trabajo en red sin egocentrismo y con el cuidado de no convertirse en una granja de votos como suele suceder con algunos conglomerados en la historia reciente del país, (hablo de coaliciones y agendas taxi).

Frente a lo anterior, planteo la idea del Programa de transición a la radicalización de la democracia como una herramienta para la configuración de la acción colectiva, que debe tener como eje central el diálogo intercultural de las comunidades, romper con el mito de la ciudad, reventar las cadenas de la idea del “iguali-tico”; hay una diversidad a lo interno de cada comunidad que debe ser la fuente de la construcción del poder político orgánico, desde las diferencias la construcción de puntos de trabajo comunes, que a su vez sean parte de acciones locales y regionales, es una que nace de lo singular pero que se alimenta de lo plural y general. La única manera de no ceder al agotamiento de las fuerzas particulares radica en la articulación con otras fuerzas en similar condición, la interdependencia del poder, el “poder compartido”.

Las acciones no hay que buscarlas en libros, ni esperar a que el algoritmo nos lo ofrezca en la cara, fuente de la política comunitaria, que es la chispa que enciende el poder político orgánico, nace de los detalles de cada comunidad, debe ser un problema latente o una oportunidad que entusiasme, desde un problema vial, un conflicto por sonidos nocturnos, hasta la construcción de un parque urbano o una huerta comunitaria; este tipo de acciones debe considerar también el traslape generacional, para evitar crear islas etarias.

Las acciones de las y los comunes frente a los problemas y/o oportunidades deben recrear nuevas formas creativas y participativas para no ceder al juego burocrático del sistema que reduce la democracia al “conteo de votos”, esto significa que hay que estimular nuevas formas de participación democrática para la toma de decisiones. En este sentido, el diálogo intercultural e intercomunitario ha de ser un escenario que no debe obviarse.

Un programa de transición a la radicalización de la democracia es una herramienta gestada desde múltiples voces, para ofrecer insumos en miras a construir el poder desde las comunidades en lugar de esperar ganarlo como si fuera un trofeo, un premio de lotería, o un intercambio con objetivos de favorecer a grupos de poder económico. Con construir el poder me refiero a transformar desde la base orgánica comunitaria las relaciones que conforman el poder que se revela en las prácticas cotidianas, asambleas de base comunitarias interdependientes que atraviesen las comunidades, para derrumbar la burocracia, acciones articuladas mediante un programa de acción, para una democracia permanente, una radicalización del poder del pueblo, el poder como práctica de la comunidad.

UNA: Un tercio de los nuevos alcaldes tienen entre 30 y 40 años

Tres de cada diez alcaldes y alcaldesas que fueron electos en las elecciones municipales del domingo 4 de febrero tienen entre 30 y 40 años. Este es el grupo etario más numeroso que destaca entre quienes comandarán los próximos gobiernos locales.

Se trata de 29 alcaldes que representan al 34,5% del total. Si se desagrega la estadística se establece que tres de ellos tienen 34 años, incluido el futuro alcalde del cantón de San José, Diego Miranda.

El coordinador del programa Umbral Político, del Instituto de Estudios Sociales en Población (Idespo), José Andrés Díaz, manifestó que es muy positivo el resultado porque demuestra que más personas jóvenes buscan participar activamente en la política comunal. Sin embargo, indica que es necesario realizar un análisis más a profundidad para determinar si la edad es un factor de peso para que el ciudadano determine su voto.

“Lo que sí podría estar pasando es que muchas de estas personas jóvenes tienden a estar más involucradas en grupos comunales, juveniles, deportivos o culturales. Eso puede, de alguna manera, facilitarles la promoción de una eventual candidatura a nivel local, porque los contactos y el vínculo son uno de los factores más importantes en una campaña municipal”, explicó el politólogo Díaz.

Otro aspecto que revela este resultado es que, en apariencia, existe un menor sesgo o temor en darle la oportunidad a personas jóvenes para liderar las alcaldías en sus cantones. “Ya no es como ocurría años atrás, donde el hecho de ser una persona joven se convertía en un estigma para la participación política”, reforzó el experto.

El segundo grupo de edad más grande entre quienes resultaron electos lo conforman quienes tiene entre 51 y 60 años. Un total de 24 personas de este segmento—que representan un 28,57%—del total encabezarán los gobiernos locales a partir del 1º de mayo.

15 alcaldes tienen entre 41 y 50 años, que es la misma edad entre quienes tiene 61 y 70.

Solo uno tiene menos de 30 años; corresponde Teddy Osvaldo Zúñiga González, de 28 años, del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), electo alcalde por Nandayure, en Guanacaste.

Los de mayor edad, son los alcaldes electos de Desamparados (María Antonieta Naranjo Brenes, 69 años, del Partido Liberación Nacional) y Matina (Walter Céspedes Salazar, 69 años, del PUSC).

El promedio de edad de todos los alcaldes y alcaldesas electos es de 47,7 años. La edad predominante es la de 38 años, donde destacan seis jerarcas municipales.

Junto con el politólogo José Andrés Díaz, se analizaron cinco aspectos relevantes de la pasada contienda electoral:

  1. El abstencionismo

El hecho que se haya registrado un 68,09% de abstencionismo, tras el escrutinio de un 92% de mesas, rompió con la tendencia de reducciones paulatinas luego de cada proceso electoral municipal. Díaz preveía una baja al menos de dos o tres puntos porcentuales, situación que al final no ocurrió.

La última encuesta del Idespo, cuando faltaban cinco días para las elecciones, determinó una reducción en el porcentaje de personas que estaban seguras de ir a votar, con respecto a la encuesta de enero. “Puede ser multicausal el fenómeno de la alta abstención, porque seguimos pensando las campañas municipales como si fueran nacionales. Se necesita más un ‘cara a cara’ de los candidatos con los votantes, conocer a los vecinos, a las fuerzas vivas. Estamos desgastando a la ciudadanía con la lógica de las redes sociales y eso no es suficiente”.

Al respecto, el experto del Idespo hizo un llamado para que los partidos políticos dejen de concebirse a sí mismas como maquinarias electorales que se activan solo en cada proceso y que apelen a lo que denominó la “repolitización de la vida diaria en la comunidad”.

  1. Participación política de las mujeres

El salto de ocho a 22 candidatas electas es un reflejo de la madurez política que le ha abierto más espacios a las mujeres en la participación, aunado a recientes resoluciones como la que estableció la paridad horizontal en puestos como alcaldías y sindicaturas.

Más allá del resultado, José Andrés Díaz estima que se debe avanzar mucho aún en esta materia, hacia un estadio ideal donde la equidad sea la norma y no la excepción. Asimismo, dejó entrever la necesidad de dar seguimiento a la forma en que las nuevas autoridades, cuya cabeza sea una mujer, se vean enfrentadas a situaciones de violencia política, como ha ocurrido en ocasiones anteriores.

  1. Un Gobierno sin representación cantonal

Como un hecho inédito, el partido que está en el Gobierno no tendrá ninguna representación en las alcaldías. Sin embargo, para esta elección se generó una especie de nebulosa, en vista de que los dos partidos que en algún momento asumieron la representación del chavismo, Aquí Costa Rica Manda y Pueblo Soberano, no pudieron participar en la elección de alcaldías y sindicaturas, por incumplimiento de las normas electorales sobre paridad.

Para Díaz este hecho no debe representar ningún obstáculo para el Poder Ejecutivo en términos de gobernabilidad. En las dos administraciones del Partido Acción Ciudadana hubo poca representación, sin que eso reflejara necesariamente un problema para el Poder Ejecutivo de turno.

  1. Un golpe al PLN

La lectura que deja las elecciones municipales genera una contradicción: por un lado, el PLN sigue siendo la principal fuerza política con más apoyo territorial, pero a la vez, es la que más cede terreno.

“Lo que ocurre es que ya no es una estructura tan fuerte como la de otras épocas. Pareciera que el partido no ha tenido la capacidad de retener los liderazgos o de generar nuevos. Además, las bases de Liberación han venido envejeciendo y las personas jóvenes no se han decantado por pertenecer a esta agrupación. Eso está empezando a cobrarle factura y de seguir así, muy posiblemente dentro de cuatro años la situación para el PLN será igual o incluso peor”, enfatizó.

  1. Fenómeno Unidos Podemos

La gran revelación fue el partido Unidos Podemos que saltó de una a nueve alcadías. Para el experto, no se trata—en este caso—de que la actual ministra de la Presidencia, Natalia Díaz sea un motivo de auge en el voto obtenido. “Los últimos estudios de opinión del Idespo han demostrado que no se trata de una figura política conocida en el actual gobierno, ni tampoco está entre las más valoradas por la ciudadanía”.

Desde su percepción, lo ideal es analizar lo acontecido en cada cantón, para validar si se trató de un “efecto de arrastre”, dado que algunos candidatos venían de otras fuerzas políticas, ya tenían montada su propia estructura y por alguna razón propusieron sus nombres bajo la bandera de Unidos Podemos y eso les alcanzara para ganar.

Oficina de Comunicación
Universidad Nacional, Costa Rica