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Arnoldo Mora: «La elección del PAPA León XIV fue una escogencia con enorme madurez y sentido del poder»

El filósofo Arnoldo Mora explicó las razones estratégicas y simbólicas detrás de la elección del PAPA León XIV, destacando su conexión con América y su capacidad para enfrentar los desafíos actuales de la Iglesia católica.

«La escogencia de este PAPA queda absolutamente perfecta, es una escogencia que los cardenales hicieron con una enorme madurez y un gran sentido del poder», afirmó Mora al analizar la rápida designación del nuevo pontífice.

Según el filósofo, la elección de un PAPA americano responde a la realidad demográfica del catolicismo global. «De los cuatro países donde hay más catolicismo, tres viven en América: Brasil que tiene 220 millones de habitantes, México que tiene 115, 120 millones de habitantes, son los dos países que tienen más católicos en el mundo. El tercero es Filipinas con más de 80 millones y el cuarto los Estados Unidos que tienen más de 53 millones de católicos», explicó.

Mora destacó que la Iglesia estadounidense es «muy poderosa, no sólo económicamente sino políticamente». Mencionó que «la universidad Georgetown donde se forman todos los cuadros de la diplomacia y los cuadros políticos de los Estados Unidos es de los jesuitas». Además, señaló que «las grandes diócesis Boston, Chicago, Nueva York son extremadamente poderosas, financian el Vaticano».

El nuevo pontífice representa una conexión entre las dos partes del continente americano. «Nacido en el norte, pero desarrolló toda su pastoral, su actividad sacerdotal en el Perú, tanto que a la hora de saludar por primera vez como Papa al público lo hace citando en castellano y no en inglés», señaló Mora.

El filósofo explicó que otra razón para esta elección responde a dinámicas internas de la Iglesia. «Hay muchas tendencias, energías extra que tienden a la división. El gran peligro de la Iglesia, que históricamente siempre ha sido así, son las fuerzas centrífugas”, afirmó, añadiendo que se necesitaba «un hombre que mire hacia adentro, que concilie porque Francisco suscitó multitud de anticuerpos de los sectores más conservadores».

Mora resaltó la experiencia administrativa del nuevo PAPA. «Fue un dirigente de altísimo nivel de un dicasterio -el equivalente a un ministerio- de los obispos. A él le tocaba escoger quiénes iban a ser obispos en el mundo y hay más de 5600 obispos en todo el mundo», explicó. Esta posición «le permitió conocer a la jerarquía en todos los continentes, en el mundo entero mejor que nadie».

El filósofo subrayó la formación del nuevo pontífice como «el primer PAPA que es graduado en matemáticas, además graduado en filosofía, graduado en teología, doctor en derecho canónico», aunque advirtió que «nunca va a ser Francisco porque Francisco tenía un carisma».

Según Mora, la elección del nombre León XIV revela «una vuelta a lo tradicional». Explicó que «León XIII fue el gran creador del papado de la iglesia moderna» que abrió la institución «al mundo moderno» y publicó «la carta pastoral más importante, la Rerum Novarum, donde pone las bases de la doctrina social de la iglesia».

El filósofo concluyó que esta elección papal ocurre en un momento histórico comparable al que vivió San Agustín, “en cuyo honor se fundó a mediados del siglo XIII la orden del nuevo PAPA”. Arnoldo Mora detalló: «A él le tocó vivir el fin del imperio romano, uno de los acontecimientos históricos más importantes y ahora estamos viviendo el fin del imperio norteamericano, el fin de la hegemonía de occidente, el lanzamiento de una nueva época», finalizó Mora.

Nota del editor: Un detalle destacado por el experto Arnoldo Mora es que la palabra PAPA debe escribirse con mayúsculas, pues son las siglas de Petri Apostoli Potestamen Accipiens (que en español significa El que sucede al apóstol Pedro o Sucesor de Pedro).

San Agustín. La historia del gran pecador que se convirtió en santo

Escudo de la Orden de San Agustín.

Juan Jaramillo Antillón

San Agustín nació en la ciudad de Hipona, actual Argelia, en el año 354 d. C. y murió en el año 430 d. C. Su vida estuvo llena de contradicciones, pero indudablemente es una gran figura del cristianismo. Fue escritor, teólogo, y filosofo cristiano. Es venerado como santo por la Iglesia católica, la ortodoxa oriental y la anglicana.

Su padre y su madre eran bereberes, un grupo étnico del norte de África. El padre era pagano, pero la madre, muy religiosa, luego fue señalada como Santa Mónica. Ella intentó educarlo en la religión cristiana, pero él se alejó de la misma desde joven.

Inicialmente tuvo una vida disipada. No solo no era cristiano, sino que, al parecer, era maniqueísta. Lo que lo hizo cambiar fue la lectura del persa Mani, quien señalaba que el universo era el resultado de la oposición de dos fuerzas contrarias: el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Según él, “la materia es perversa y el espíritu bueno” y las personas tienen una mezcla de ambos. Eso produjo una profunda impresión en Agustín. Después de leer a Cicerón, se interesó por la filosofía, especialmente por el neoplatonismo. Más tarde, cumplidos ya los 32 años, trató de hacer una síntesis entre el platonismo y el cristianismo.

En su autobiografía Confesiones, cuenta la promiscuidad sexual de su juventud (tenía una querida y un hijo con ella), y confiesa que que le rogaba a Dios que lo hiciera casto “pero todavía no”. Es evidente que le costó trabajo dejar de ser pecador.

En sus escritos nos habla sobre el tiempo, señalando que nuestra existencia sólo puede concebirse desde el presente, porque, aunque Dios no esté sujeto al transcurso del tiempo, el hombre, en cambio, sí lo está. En cierto sentido, puede decirse que se adelantó a Descartes en cuanto a la sentencia “pienso luego existo”. Agustín señalaba que, para rebatir el escepticismo, o sea, para dudar de algo, es preciso primero existir, y, por lo tanto, si hay algo de lo no se puede dudar es de la existencia de uno mismo.

De joven, rechazó la fe en nombre de la razón, pero con los años llegó a la conclusión de que la fe y la razón se complementan y están en equilibrio. Sin embargo, años después señaló que la fe estaba por encima de la razón, ya que se encuentra apoyada por Dios.

Agustín decía que Dios había creado el universo, el tiempo y todos los seres, incluido el hombre, hacía muchos siglos, y no en pocos días. Einstein, siglos más tarde, señalaría que el tiempo y el espacio eran uno sólo.

Para Agustín, ser cristiano consistía en creer que Dios vino más tarde al mundo como un hombre llamado Jesús, y aceptar sus enseñanzas, su muerte y su resurrección. En el año 385, se convirtió al cristianismo y fue bautizado en Milán por San Ambrosio. Al regresar a su país, vendió todos sus bienes y repartió el dinero entre los pobres, retirándose con unos compañeros a vivir monacalmente.

En su libro La Ciudad de Dios, trató de fusionar el cristianismo y la filosofía, y por eso se lo considera el primer filósofo cristiano. Sin embargo, a mi juicio, su concepción es, básicamente, teológica con tendencias apologéticas, y su filosofía de la historia es una teología de la historia, una justificación sobre la justicia de Dios para con el mundo. Y esto es así porque, desde el punto de vista filosófico, señalaba que la historia es una constante lucha entre las dos ciudades: la terrena, que es de Satanás y se inicia cuando Caín mata a Abel, y la ciudad celeste, o de Dios, representada por Abel, el bueno.

Según esta concepción, hay una verdadera dialéctica que mueve el proceso histórico entre el bien y el mal, una constante envidia que enfrenta a los malos con los buenos. Al parecer, trataba de correlacionar las enseñanzas de Platón con las católicas, pero los filósofos creían en la razón como conductora del conocimiento. En esos tiempos había dos corrientes: la filosófica, que sostenía que la verdad podía conocerse por la razón, y el dogma teológico cristiano que todo se basa en la revelación divina y el lugar de la palabra revelada de los evangelios se impone sobre la verdad razonada. Según él, la filosofía desempeñaba un papel secundario con respecto a la revelación, llegando a afirmar que toda creencia que entre en contradicción con el dogma cristiano debía considerarse una herejía.

Se aprecia entonces que contribuyó a aumentar los rasgos de intolerancia hacia quienes no eran cristianos. Después de ser ayudante de San Ambrosio. que era su mentor y obispo de la mima ciudad, llegó a ser Obispo de Hipona. Agustín escribió la primera apología completa de la historia cristiana primitiva, señalando el derecho del estado a tomar medidas contra los no cristianos. Un ejemplo de su inhumano cambio era el hecho de que insistía en perseguir los herejes cuando no se lograba persuadirlos de que se convirtieran al catolicismo, para así evitar su condenación eterna.

Vivió durante la plena decadencia del Imperio Romano, y la describió en su libro La ciudad de Dios. Sostenía que, como cada individuo vive en dos comunidades diferentes: la de Dios, por un lado, que es eterna, invariable y se asienta en los verdaderos valores, y la terrenal, basada en valores falsos y efímeros como todo lo que en ellas se encuentra. Con esto parece haber querido imitar la teoría de los dos mundos de Platón.

De hecho, estaba muy influido por el pensamiento platónico. Creía en un mundo de ideas perfectas, al que se llegaba a través de la razón, y no a través de los sentidos. Sostenía que el alma humana, que es lo bueno del hombre, se encontraba atrapada en un cuerpo (materia que es mera apariencia) y se liberaba con la muerte. Al parecer, daba por sentado que el conjunto de teorías platónicas constituía un germen del cristianismo que habría de aparecer unos siglos después. Señalaba que el proceso histórico no es la realización de los propósitos de los hombres, sino de los de Dios. Consideraba que Dios era el único agente histórico, porque sólo debido a su actividad la voluntad humana conducía a un resultado dado.

Creía que el papel del hombre en el mundo le había sido designado de antemano y, por lo tanto, ya fuera que tomara el camino del bien o del mal, todo estaba ya escrito. La historia del hombre, según él, comenzaba cuando Dios lo creó. A su vez, el tiempo y el mundo también habían sido creados por Dios.

Todo esto le creó a Agustín un problema con la Iglesia, porque, si todo estaba predestinado, y no había libre albedrío, nadie podía salvarse por sus propios méritos sin la intervención de Dios. Para él, la voluntad divina decidía quién se salvaba y quién sería condenada. Eso a pesar de que, en La Biblia, Dios le había dado a Adán libertad de escoger. Para justificarse, Agustín señalaba que el hombre era libre de tomar el camino de la verdad o del pecado, pero la elección de uno u otro contribuía siempre a la realización de la voluntad de Dios.

De él es la famosa frase: “No todos los hombres malos pueden llegar a ser buenos. Pero no hay un hombre bueno que no haya sido malo alguna vez”.

Bibliografía

Magee, Bryan. (1999). “San Agustín. La Síntesis entre el platonismo y el cristianismo”. En: Historia de la Filosofía. Barcelona, España. Ediciones Blume. 50-53.
Montes de Ocas, Francisco. (1970). La ciudad de Dios de San Agustín. México, D. F. México. Editorial Porrúa S.A.
Mora, Forero. J. (1992). El pensamiento histórico. Santafé de Bogota. Tercera Edición. Corporación Universitaria Antonio Nariño. 37-53.
San Agustín. (1970). La Ciudad de Dios. México, D. F. México. Editorial Porrúa.
Savater, Fernando, Sadaba, Javier et al. (1985). San Agustín. Barcelona, España. Editorial Noguer. 120-124.

  1. Estatua de San Agustín en Filipinas
  2. En su autobiografía Confesiones, cuenta la promiscuidad sexual de su juventud y confiesa que que le rogaba a Dios que lo hiciera casto
  3. Agustín escribió la primera apología de la historia cristiana primitiva, señalando el derecho del estado a tomar medidas contra los no cristianos
  1. Estaba muy influido por el pensamiento platónico, creía en un mundo de ideas perfectas
  2. San Agustín nació en la ciudad de Hipona, actual Argelia, en el año 354 d. C. y murió en el año 430 d. C.
  3. Trató de fusionar el cristianismo y la filosofía, y por eso se lo considera el primer filósofo cristiano

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Fuente: https://www.meer.com/es/85047-san-agustin