Un hombre símbolo
Francisco Morera
En la gélida noche de la última Navidad, asistimos algunos amigos y compañeros de lucha – campesinos incluidos – a la vela mortuoria de José Picado Lagos “Picadito”. Su muerte me afectó sensiblemente, era mi hermano ideológico y espiritual, y mi compañero de vida, tal vez en su etapa más importante.
En el retrovisor del tiempo, lo vi llegando a la CGT (Confederación General de Trabajadores), embarrialado y con ropa de tres días de puesta, producto de su trabajo en el campo como dirigente campesino, impulsando muchas tomas de tierras que se dieron en la Costa Rica de inicio de los setenta: La Vaca y La Vaquita en Quepos, el Jobo en Guanacaste y en las tierras bananeras, del Valle de la Estrella en Limón y de Sarapiquí) entre otras. Fue quien organizó la Federación Nacional Campesina (FENAC). De ahí salió su libro testimonial La Precaria.
Ya antes había sido un valiente dirigente estudiantil en la lucha contra la aprobación legislativa del contrato de ALCOA (la mejor foto de la época lo representa enfrentando a un policía -garrote en mano-).
Y luego en consecuencia a sus ideales fue protagonista distinguido en las mejores luchas sociales, que hoy enriquecen nuestro Estado Social de Derecho: organización sindical del sector público, convenciones colectivas de trabajo, lucha contra la aprobación del TLC con Estados Unidos y militancia política permanente, desde Vanguardia Popular hasta asumir responsabilidades en los partidos políticos Fuerza Democrática y Alianza Patriótica en las últimas dos décadas.
Desde joven era hombre de confianza de don Manuel Mora Valverde, y de él adquirió la convicción ideológica y el compromiso político en la formulación doctrinaria de “la vía costarricense al socialismo”.
Tres anécdotas personales con José me mueven los sentimientos, entre muchas otras de hermandad y compañerismo. La primera: nuestra lucha a inicio de los años setenta por la legalización de los partidos políticos que habían sido prohibidos por atentar presuntamente contra el orden constitucional (derogatoria del segundo párrafo del antiguo artículo 98 de nuestra carta magna). La segunda: la angustia solidaria y militante ante el golpe militar que derrocó al gobierno constitucionalmente electo de Salvador Allende, ahí nació el comité costarricense de solidaridad con Chile. La tercera: haber metido juntos mediante una acción clandestina, armas a Nicaragua en un camioncillo con doble forro de cajón de madera, en dos ocasiones distintas. Siendo que en la parte inferior del cajón trasportábamos muchos pertrechos de guerra y en la parte superior de este, productos agrarios como plátanos, bananos y yucas simulando gestión comercial a fin de su venta presunta en Rivas, Nicaragua. Esto último ocurrió en el periodo de la ofensiva final contra el gobierno de Anastasio Somoza.
La pregunta de fondo: ¿Cómo es que el hijo mayor del primer médico de Barva de Heredia (doctor Bernardo Picado Prendas) optó por renunciar a su zona de confort y a un proyecto personal profesional liberal en su vida, para abrazar a tiempo completo y durante toda su existencia, la lucha por los más humildes a través de las ideas revolucionarias? La respuesta sin duda es su profundo amor por la justicia social y su convicción absoluta en las ideas revolucionarias del socialismo.
Tal vez pudo concretar como pocos en su vida personal, aquel ideal emblemático del Che Guevara: “Sobre todo sean capaces de sentir como propia cualquier injusticia cometida contra cualquier hombre en cualquier parte del mundo”.
No por casualidad asumió como ruta de su compromiso de vida, su lucha internacionalista con responsabilidad militar, no solo en Nicaragua sino también en El Salvador y Guatemala. De ahí nacieron otros dos de sus libros, que reelaboran episodios importantes y recogen relatos de la columna costarricense en la lucha militar, en solidaridad con Nicaragua: Los amigos venían del sur.
El simbolismo “Picadito” traduce un ideal auténtico y real, más allá de poses y puestos de poder. Por eso no se contaminó nunca con la izquierda de cafetín o los buscadores de puestos de confort y de poder. Sin duda, atrás quedaron los traidores de los países vecinos y “los acomodados” del entorno político interno.
Probablemente en el momento de su muerte, sintió como pocos en su último hálito de vida, un agradecimiento profundo consigo mismo. Murió con la paz que da el deber cumplido.
Su legado: amor profundo por su familia y amigos, honradez intelectual, militancia auténtica y compromiso ético político. Como también en la praxis política: tierra ganada en diversas partes del país para los campesinos sin tierra, organización sindical y gremial para los trabajadores de la ciudad y del campo, y ejemplo ideológico constante en procura de profundizar nuestra democracia política en su lucha por la justicia social en Costa Rica y el mundo.
Gracias por haber sido nuestro amigo y hermano. Descansa en paz Picadito, porque tu digna existencia compromete y simboliza los mejores ideales de vida, hoy y siempre.
Imagen: José Picado Lagos