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Etiqueta: violencia psicológica

Escuela del crimen, para niños y adolescentes

Freddy Pacheco León

Los cursos son intensivos, muy realistas, y los jovencitos pueden graduarse, en pocas semanas. Se ofrecen cotidianamente a distancia, por televisión, desde tempranito en la mañana, e incluso, frecuentemente, se interrumpen otros programas, para darles la lección en tiempo real.

Asimismo, por redes sociales se repiten insistentemente. Una ventaja, es que no requieren presupuesto, del 8% del PIB para la educación, ni profesores estudiosos, ni plantas físicas especializadas, por lo cual, las autoridades se sienten liberadas, pues no necesitan del aval financiero del presidente y su ministro de Hacienda. ¡Ah!, y, muy importante, son gratuitos, y se pueden matricular niños escolares y jóvenes colegiales, por igual, independientemente de la clase social. En eso, la modalidad es muy “democrática”, pues no requieren haber concluido sus estudios de secundaria.

Al indagar, nos encontramos que muchos de los asesinatos a sangre fría, de los tres diarios que, en promedio, se cometen en la Costa Rica de la «pura muerte«, son vistos, a cualquier hora, en las pantallas de televisión, que tenemos en la intimidad de nuestras casas, sin necesidad de tener contratos con las mediocres empresas cableras, que se nos ofrecen, hasta en la sopa.

Los mayores estarán de acuerdo con nosotros, que se mostraba menos violencia en las películas del oeste, en las series de la II Guerra Mundial o en Los Intocables, de Eliot Ness. Hoy, con el avance educativo, y sin necesidad de la inteligencia artificial, en las imágenes que nos recetan, solo falta el olor de la sangre, cuando matan cruelmente, a otros muchachos de edades parecidas, cual si fueran vaquillas de un rastro. Y, así de bueno es el servicio, para que no se pierda detalle alguno, y la lección sea bien aprendida, dichas imágenes se repiten, infinidad de veces, con estilo de narración deportiva, en los noticieros, por varios días, para solaz de los televidentes de todas las edades.

Pero, la verdad, es que el asunto merece algo más, que un comentario sarcástico, pues la situación es realmente preocupante, digna de ser tomada en cuenta, por las autoridades, y principalmente, por las mismas empresas televisivas nacionales, y, obviamente, por la ciudadanía en general.

Por su trascendencia, por ejemplo, se le presta atención por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), para cuyos especialistas, la adolescencia, esa etapa de la vida comprendida entre los 10 y los 19 años, es vulnerable a tanta violencia visual. Habiéndose demostrado, que provoca en esos jovencitos, un comportamiento que, poco a poco, los torna inmunes al horror de la violencia, a la que, gradualmente, llegan a aceptar como una forma socialmente aceptable, de resolver problemas.

Y sucede así, entre otros, porque durante ese período de la vida, se produce una infinidad de cambios físicos, psicológicos y sociales normales, que conducen, mayoritariamente, a su inserción positiva y productiva en la sociedad. Lo cual está muy bien, pero, también resulta, que un muy reducido grupo de ellos, adoptan conductas hostiles y violentas, que se manifiestan de varias formas preocupantes para sus familiares y la sociedad, donde, además, muchos de ellos, dolorosamente, también son blanco de violencia por parte de esa misma sociedad, o incluso de sus padres y otros adultos.

Niños y muchachos, predispuestos, a imitar la violencia con que son, literalmente, bombardeados, por la televisión. Jóvenes capaces de identificarse con ciertos tipos, sus “profesores mafiosos”, victimarios que se les muestran cual, si fueren héroes, que, además, conviven con ellos, en un país donde la cantidad de personas armadas, supera en mucho a las que ejercen algún tipo de autoridad policial.

Nos dicen los expertos, que estas conductas no deseables tienen varios orígenes o causas. Entre ellas, la violencia del medio (el barrio, la comunidad) en que viven y se desarrollan desde niños; la violencia doméstica familiar (psicológica, física, sexual o por negligencia) que sufren desde edades muy tempranas y, quizá la que más ha de preocuparnos ahora, la exposición a los medios de comunicación masiva como la televisión, que les ofrece como producto de consumo diario, las más variadas formas de violencia psicológica, física, sexual, y contra terceros y sus propiedades, “justificada” ligeramente por las mismas autoridades, como “ajustes de cuentas”, así, fríamente, por lo que no merece, piensan, ni un minuto de preocupación. Es cosa de “ellos”, agregan equivocadamente, para salir del paso. Cuando, en verdad, es cosa de todos, de nosotros, de nuestros jóvenes, de la paz social a la que aspiramos, aún en medio, de tanta pobreza e incultura.

10.9.2024

Pandemia violenta autonomía de personas mayores

Acompañada de un discurso generalizante que identifica a toda la población mayor de 65 años con enfermedad y riesgo inminente de muerte, la pandemia ha generado la “infantilización” de las personas mayores en el seno de familias costarricenses, donde se ha asumido el control de sus decisiones, lo cual constituye violencia psicológica, según expertas de la UNA.

“Nosotros tenemos a mamá encerrada” o “mis hijos no me dejan salir”, son algunas frases que ya resultan comunes en las conversaciones, en el contexto de la pandemia de la covid-19, acompañada de un discurso generalizante que identifica a toda la población mayor de 65 años con enfermedad y riesgo inminente de muerte. Sin embargo, para las gerontólogas Maribel León, Noelia Alfaro y Fanny Arce, estas frases son muestra fehaciente de violación al derecho a la autonomía de las personas mayores y de violencia psicológica.

 Las expertas participaron en el coloquio “Violencia hacia las personas mayores en distintos escenarios en el contexto del covid-19” -organizado en el marco del 45 aniversario del Instituto de Estudios Sociales en Población de la Universidad Nacional (Idespo-UNA)-, donde coincidieron en que la emergencia sanitaria ha agudizado distintos tipos de violencia hacia las personas mayores y ha sacado a relucir los mitos y estereotipos que prevalecen en la sociedad costarricense en relación esta población.

Violencia al desnudo

Coordinadora del Programa de Atención Integral a la Persona Adulta Mayor del (Paipam) del Centro de Estudios Generales de la UNA, León destacó la violencia psicológica como una de las principales que se puede observar en tiempos de covid-19.

En la pandemia –enfatizó la especialista- lo que se hizo fue infantilizar a las personas adultas mayores porque muchos de los hijos tomaron el control de la vida de ellas y les dijeron “usted no sale”, “usted no hace…”, como si las personas mayores no tuvieran capacidad de analizar la situación y de decidir por sí mismas. “Dejaron por fuera la autonomía de estas personas, su derecho a tomar decisiones; entonces aquí hay un abuso psicológico palpable”.

Y es que, además, el discurso sanitario relacionado con la covid-19 –según León- irrespetó la diversidad de esta población, asumiendo que toda era enferma o estaba por enfermarse, a pesar de que muchas personas mayores de 65 años están saludables y antes de la pandemia salían de sus casas para realizar distintas actividades.

Además, como consecuencia del confinamiento prácticamente obligatorio que se recomendó para esta población, a algunas personas mayores que antes salían a trabajar y eran independientes económicamente, se les afectó en el área patrimonial, lo cual les puso en riesgo ante otros tipos de violencia.

También han enfrentado violencia social porque el confinamiento les impidió asistir a centros diurnos u otras modalidades de atención, donde ejercían, entre otros, su derecho a la recreación, el cual está consignado en la Ley integral para la persona adulta mayor, tal como destacó Fanny Arce, gerontóloga y abogada con especialización en derechos humanos de esta población.

Arce reconoció que, a propósito de la covid-19, se han violentado muchos derechos, como producto del aislamiento, otra forma de violencia que sufren las personas adultas mayores.

“Todos estos abusos y maltratos, de una u otra forma, han estado presentes en la pandemia, que reveló que siguen los problemas estructurales que ya teníamos. Esto quiere decir que tenemos que desaprender todo lo que estamos haciendo y ver de qué manera vamos a mitigar todo esto”, advirtió la coordinadora del Paipam.

“La pandemia no puede ser una excusa para el maltrato y no podemos mantenernos en una situación donde se siguen visibilizando y perpetuando los mitos y estereotipos sobre las personas adultas mayores”, insistió.

Discurso paternalista

Una manera de desaprender y de fomentar una actitud positiva hacia la vejez y un trato digno, respetuoso y considerado hacia la persona adulta mayor -como lo establece la Convención Interamericana para la protección de los derechos de las personas mayores, ratificada por Costa Rica- es generar un proceso de cambio en el discurso, según estima Noelia Alfaro, gerontóloga y coordinadora del programa Envejecimiento: Cambios poblacionales y retos sociales del Idespo.

El discurso prevaleciente durante la pandemia, más bien vulnerabiliza a la población mayor de 65 años, haciendo referencia a esta con frases paternalistas, como es el caso de “nuestros adultos mayores”, la cual es muy utilizada, incluso por autoridades institucionales.

 Alfaro fue enfática en que cuando se dice “debemos proteger a nuestros adultos mayores”, suena posesivo e implica que las personas mayores son de las familias y estas toman decisiones por ellas, con lo cual se irrespeta su autonomía.

La investigadora del Idespo comentó que esto sucede también en el ámbito internacional, por ejemplo, en Argentina, donde se emitió un decreto para que las personas mayores pidieran permiso para salir, el cual causó gran controversia.

El discurso que asocia vejez con enfermedad, dependencia e improductividad se refleja en las noticias que difunden los medios de comunicación, lo que contribuye a que estas ideas se perpetúen.

“Estamos interiorizando todo este bombardeo y estamos generando representaciones sociales negativas y estereotipadas sobre el envejecimiento y la vejez”, subrayó Alfaro.

“¿Qué ideas están interiorizando los niños, por ejemplo, con respecto al proceso de envejecimiento, la vejez y las personas adultas mayores?”, cuestionó.

Ante este panorama, insistió en la necesidad de generar una sensibilización y una concientización en todos los ámbitos de la sociedad, en los diferentes profesionales, autoridades de instituciones, periodistas, así como en las escuelas y los colegios, donde debería generarse un contenido sobre este tema, sobre todo en un país como Costa Rica, donde hay un acelerado proceso de envejecimiento poblacional.

En su criterio, no solo es preciso promover un cuidado minucioso del uso del lenguaje y desarrollar nuevas estrategias comunicativas más neutrales, sino también asegurarse de socializarlas, interiorizarlas y llevarlas a la práctica, con el objetivo de crear una sociedad para todas las edades, que implica nuevos discursos y repensar y resignificar la vejez.

***Mayores detalles con periodista Oficina de Comunicación 8334-4150.

 

*Imagen ilustrativa, UCR.

Del distanciamiento a la convivencia digna

Aprender a convivir no basta; es preciso aprender a convivir con justicia.
Adela Cortina

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

            El distanciamiento recomendado para evitar el contagio del Covid19 es de apenas 1.8 M. Sin embargo, siguiendo el mal ejemplo de quienes levantan muros, un país que ha gozado del reconocimiento internacional por su hospitalidad y la promoción y defensa de los derechos humanos, se está dejando contagiar por el virus letal de la insolidaridad: un distanciamiento desproporcionado e injusto.

            No se trata de cualquier distanciamiento. Tiene una dimensión de violencia simbólica y psicológica que cultiva el odio hacia los “otros amenazantes” (Carlos Sandoval), en el caso de los inmigrantes nicaragüenses ahora, además, convertidos en los principales agentes o “vectores” de contagio. Y una dimensión de violencia socioeconómica por parte de inescrupulosos empresarios, quienes aprovechándose de su condición de indocumentados y de pobreza, se les explota sometiéndolos a situaciones infrahumanas, con la complacencia de los gobiernos de turno. Cabe destacar que todavía hay reservas de hospitalidad solidaria que nos hermanan, y que debemos fortalecerlas.

            Como bien señala la filósofa Adela Cortina, “aprender a convivir no basta; es preciso aprender a convivir con justicia”[1]. En este sentido, destaca esta autora que las sociedades deben proteger los “derechos humanos de segunda generación”, que corresponden a la “ciudadanía social”: “Aunque las Naciones Unidas cargan la tinta en el racismo y la xenofobia como obstáculos ante la conciencia de la igualdad, el mayor obstáculo sigue siendo la aporofobia, el desprecio al pobre y al débil, al anciano y al discapacitado”[2].

            El país está lejos de una convivencia justa que garantice ese derecho fundamental a la ciudadanía social. Especialmente, cuando se favorece -lo que, paradójicamente, se ha venido convirtiendo en “política de Estado”-, la evasión y la elusión fiscal por parte de las grandes empresas y el sector financiero. Asimismo, una campaña de odio y desprestigio contra los trabajadores y pensionados del sector público, presentándolos ante la opinión pública como delincuentes que viven a costas de los impuestos del pueblo.

            Con este falso discurso se busca desviar la atención sobre los verdaderos privilegios producto de una relación “incestuosa” entre gobierno y sectores económicos dominantes, hoy dispuestos a desmantelar el Estado social de Derecho y privatizar la institucionalidad pública.

            El discurso del odio de Donald Trump, que estigmatizó al inmigrante latino, y particularmente al mejicano, como delincuente y terrorista, ha encontrado su réplica en nuestro país ¿Cómo es posible que llevados por mezquinos intereses de una élite insolidaria, cuyo dios es el dinero y el poder a cualquier precio, se haya caído tan bajo, emulando a uno de los líderes políticos más nefastos y vergonzosos del mundo? ¿Hacia dónde quieren llevar el país las fuerzas políticas y mediáticas, utilizando las armas letales del miedo y el odio en una guerra permanente contra su mismo pueblo?  No basta la escandalosa desigualdad que nos separa, ahora también se trata de concitar el odio para conducirnos al fratricidio.

            Para el escritor mejicano, Alberto Ruy Sánchez, “el problema no es la crisis humanitaria, sino que en el poder de varias potencias estén desquiciados amantes de la violencia y de las armas, incluyendo las armas nucleares. Y que estos poderosos adinerados detesten a la cultura o la vean como algo decorativo. El mundo nunca ha dejado de estar en crisis humanitaria. Pero al salir de la última guerra mundial en el siglo XX se trató de establecer una nueva convivencia basada en los derechos humanos, incluyendo los culturales y de salud. La avaricia del dinero y poder avasallantes quiere pretender que todo eso no existe y no es necesario. Y eso es indignante”[3].

            La pandemia actual está contribuyendo, como si fuese un actor político de primer orden, a exponer a la luz el verdadero rostro, cultural y éticamente empobrecido, de los poderes “fácticos” de un sistema neoliberal, que viene cultivando la frivolidad, la violencia y el autoritarismo. Y que ahora, en su desesperación, como la bestia herida de muerte, se ha vuelto más insensible y agresivo. Y como señala, el autor citado, lo más indignante es que le ha declarado la guerra a la cultura. La más devastadora porque ataca al “sistema inmunológico” de las sociedades humanas. Desestructurar las culturas ha sido la estrategia de dominación por excelencia de los imperios coloniales y neocoloniales.

            Uno de los símbolos más elocuentes de este sistema insensible y violento es la rodilla del policía blanco de Houston Texas, Derek Chauvin, presionando hasta provocar la muerte por asfixia del ciudadano negro, George Floyd. Ambos ciudadanos de una misma patria, distanciados en un país sometido a la supremacía blanca, acicateada por el actual gobierno racista y aporofóbico de Donald Trump.

            Es un símbolo trágico que retrata de cuerpo entero a un sistema que se resiste a morir, y uno nuevo y diferente que pugna por nacer (Gramsci). Efectivamente, ante la desesperación de no poder justificar tanta injusticia se acude a las armas más innobles para someter y asfixiar a quienes protesten o se rebelen: criminalización de la protesta social.

             Sin embargo, cada vez son más visibles las manifestaciones de quienes apuestan, con decisión y voluntad, por superar el distanciamiento radical, insolidario y deshumanizante que impide la “hospitalidad universal” (Kant), la convivencia justa y afectiva entre los seres humanos y con la naturaleza.

            Esta pandemia nos está convocando a un cambio de rumbo sustantivo, como bien señala el historiador Frank Snowden: “No es el fin del mundo, pero sí un claro mensaje de la naturaleza de que estamos viviendo de un modo no sostenible.  Ese desafío no va a desaparecer incluso si la Covid 19 desaparece o aparece una vacuna contra ella”[4].

            El desafío, en lo fundamental, apunta a la construcción un nuevo proyecto de convivencia global donde nos dispongamos a fortalecer las relaciones empáticas como especie y con nuestro hábitat; elevar al máximo nuestras potencialidades y capacidades afectivas para la convivencia digna y justa.

            El país requiere con urgencia rectificar, en esa dirección. La mesa para el diálogo social constructivo sigue vacía. Se agota el tiempo y también la paciencia. La clase dirigente debería despertar, para darse cuenta que la presión de su “rodilla” está llevando al pueblo a los límites de la asfixia.

[1] Cortina, Adela (1999). Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid, Alianza Editorial p. 254.

[2] Ibid, p.238

[3] Paniatowska, Elena et.al. (2017) Trump. México te habla. Grandes esinnobles ycritores mexicanos opinan sobre Donald Trump. Entrevistas de Raúl Godínez. México, Nueva Imagen. P.57

[4] https://www.infobae.com/economia/2020/05/31/frank-snowden-historiador-de-epidemias-el-desafio-no-es-tener-cuarentenas-permanentes-sino-reabrir-la-economia-con-el-menor-costo/