Costa Rica en la encrucijada: más allá del No o el Sí al FMI
La violencia es el miedo a las ideas de los demás
Mahatma Gandhi
Álvaro Vega Sánchez, sociólogo.
El No y el Sí siguen siendo las consignas que retratan el alto grado de polarización sociopolítica que ha marcado el derrotero del país en lo que va del siglo XXI.
Inauguramos el siglo, en el año 2000, con el Sí y el No a la privatización del ICE, el denominado “Combo Energético”; en el 2007 con el Sí y el No al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos; recientemente, en el 2018, con el Sí y el No al Plan Fiscal de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas; y ahora, en el pandémico 2020, con el Sí y el No al Convenio con el Fondo FMI.
Las fuerzas políticas partidarias, aprovechando que se está a las puertas de una nueva contienda electoral y atendiendo al descontento popular, cada vez más beligerante y masivo, se aprestan a desmarcarse de lo que ha sido un gobierno de coalición pluripartidista. De alguna manera, los partidos de “oposición”, que realmente no lo han sido, ahora se aprestan a tratar de sacar ventaja de esta inesperada irrupción popular.
Por su parte el autoritarismo del gobierno y su falta de capacidad de diálogo han contribuido a que se fortalezca la “democracia de la calle”, que no solo es el pueblo en las calles si no el pueblo apropiándose de las calles y prácticamente paralizando al país; al parecer, la única vía para encarar un gobierno que se ha tomado muy en serio el consejo de Maquiavelo de que el príncipe debe ser más temido que amado. Y ahora que se apresta a dialogar, empieza mal convocando a sectores de manera bilateral, como si se tratara de una estrategia para ir midiendo fuerzas, cuando la calle arde.
Por otra parte, los medios de comunicación más influyentes, como Canal 7, Radio Monumental y La Nación brillan por la forma burda de manipulación y visión parcializada. Bastan dos ejemplos.
En una de las ediciones de Telenoticias se hacen malabares periodísticos con montajes de imagen, para echar leña al fuego del movimiento de protesta, manipulando una imagen en donde los manifestantes atacan con piedras a los antimotines que vienen más que protegidos. En ese preciso momento, pasa un vehículo de la Cruz Roja y entonces resulta que los atacantes son presentados como si estuvieran apedreando al vehículo. Este hecho es retomado desde un discurso delirante y enardecido para tratar a todos los manifestantes como los que muerden la mano a quienes la extienden; es decir, utilizando el recurso habitual de la sinécdoque (juzgar el todo por la parte).
En una comparecencia, en Radio Monumental, de cuatro economistas para debatir sobre salidas a la crisis, con la advertencia de hablar con numeritos y precisión técnica, la mayoría, tres de los cuatro, estuvieron encantados con los numeritos alegres sobre reducción del gasto público, venta de activos, fusión de instituciones públicas, y el oro y petróleo del subsuelo etc. Solo uno de los participantes destacó que el asunto no competía solo a los “expertos» sino a la diversidad de actores sociales, con sus ideas y propuestas. Y ninguno, ni por broma, mencionó las billonarias evasiones y elusiones de impuestos.
Este tipo de prensa, tan descaradamente parcializada, a la par de un gobierno que, como alguien dijo, solo escucha con el oído derecho, se han venido convirtiendo en agentes de la violencia simbólica y política que está abonando el terreno para el caos. Sin embargo, cuando se habla de violencia se responsabiliza únicamente al movimiento de protesta con sus piedras de “juguete”, comparadas con la “ráfaga” de ideas parcializadas y manipuladoras de la prensa. Sí, la violencia se cultiva cuando se le tiene miedo, y no se le da cabida, a las ideas de los demás, como señalaba el maestro de la no-violencia, Mahatma Gandhi.
Llegó la hora de aprovechar que estamos tocando fondo, para conjuntar buenas voluntades, inteligencias y sabidurías ciudadanas y concertar las políticas de estado que se requieren para salir del sótano y proyectar el país por los senderos de la equidad económica y del bienestar y la paz social. Postergar esta tarea ineludible es poner en peligro la paz del país, ya lesionada por una agresión socioeconómica y política de la que poco se habla. Efectivamente, muy poco se habla de la violencia mediática, psicológica, económica y política que se ejerce sobre el pueblo, cuando se ignoran y pisotean sus derechos y se utiliza el poder para institucionalizar la corrupción legalizada.
Hay que abocarse a superar la polarización entre el Sí y el No a paliativos o placebos; y decidirse con seriedad y voluntad ciudadana a decirle Sí a Costa Rica, para encontrar la mejor medicina para un paciente en cuidados intensivos.
Ya para inicios de la década de 1980 el visionario pensador costarricense don Luis Barahona Jiménez percibió cómo la polarización económica y social estaba conduciendo a la existencia de dos Costa Rica, y apelaba al patriotismo para superarla: “[…] dos rostros que no coinciden y que, por lo mismo, suponen una división creciente que se radicaliza día con día, no por razones ideológicas o de propaganda política, sino por un planteamiento sociológico, político, económico y moral errado, que acabará por enfrentar estos dos sectores […] aquellos costarricenses que quieran proceder con honradez, sentido humano y patriotismo, están en la obligación de evitarlo […]”[1].
Con gran tino, señalaba don Luis que el nudo de la cuestión competía a una racionalidad socioeconómica, ética y política “errada”, y no se reducía a cuestiones ideológicas y propagandísticas, el sendero frecuentado por una clase política y una partidocracia de pocas luces y más interesada en “vivir de la política que para la política” (Weber), es decir, en resolver los problemas sustantivos del país.
En el marco del conflicto suscitado por el referéndum convocado sobre el TLC con Estados Unidos, apuntábamos que la ciudadanía mostraba especial interés por “reconstruir el espacio democrático, para proyectar un nuevo modelo de desarrollo con amplia participación popular”[2]. Asimismo, hacíamos referencia a “las provocaciones de una tecnocracia” renuente al diálogo, la vía para profundizar la democracia, antídoto de la violencia en sus diferentes manifestaciones: económica, social, simbólica y política. Además, percibíamos la voluntad ciudadana de proyectar el país “hacia una cultura del diálogo y la no-violencia”[3].
Sin embargo, hoy la polarización social del país se ha intensificado al punto de estarnos conduciendo a un estallido social violento. Nuevamente, más allá del Sí o el No al FMI, persiste un doble desafío: reconstruir el espacio democrático para fortalecer su carácter participativo y dialogal y reconstruir el pacto social para superar de una vez por todas ese doble rostro de Costa Rica, que debe ser causa de indignación para todo costarricense que se precie de serlo.
[1] Barahona, J. Luis (1980) La patria esencial. San José, C.R. Litografía e imprenta Lil, pp.102-103.
[2] Vega, Alvaro (2010) El despertar de la ciudadanía. Ideología del miedo y cultura de la no violencia en Costa Rica. Heredia, C.R., EUNA, pp.94-95.
[3] Ibid, p.96.
Imagen: https://fspugtzamora.org
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