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Etiqueta: vulnerabilidades

Ciclo de debates Pandemia y Trabajo Social: reflexiones y comprensiones

La Asociación Latinoamericana de Enseñanza e Investigación en Trabajo Social invita a participar de esta sesión del ciclo de debates Pandemia y Trabajo Social: reflexiones y comprensiones.

En esta oportunidad se analiza el tema Vulnerabilidades y resistencias sociales asociadas con la pandemia.

Participantes:

Lewis León, Universidad de Cartagena, Colombia
Hannia Franceschi, Universidad de Costa Rica, Costa Rica
Marisa Mesina, Instituto Vasco de Quiroga. México
Jorge García, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú
Olga García, comentarista, AMIETS, México

Viernes 11 de setiembre a las 5 de la tarde

https://www.facebook.com/bivits/

Biblioteca Virtual de Trabajo Social

La educación post pandemia

Yamileth González García, Colectivo Mujeres por Costa Rica

En el contexto actual, frente al desarrollo de una pandemia que ha trastocado el sistema educativo mundial y, desde luego, el nacional, los desafìos que enfrenta la educación son profundos, nada volverá a ser como lo era antes del COVID-19.

El año 2020 fue declarado, por el Consejo Superior de Educación, MEP, como el año de la Transformación Educativa, precisamente, buscando continuar el camino emprendido “Hacia una Nueva Educación”; con la idea de que, además de enfrentar los típicos problemas de acceso y de cobertura, se asumiera, también, la importancia de una educación para la vida y la convivencia, una educación con enfoque en derechos humanos y basada, sobre todo, en el desarrollo de destrezas y habilidades.

La pandemia ha mostrado, algunas de las vulnerabilidades del sistema educativo nacional: la desigualdad imperante y la poca preparación existente para pasar masivamente a la educación digital y a distancia. También nos ha permitido ver algunos rasgos positivos de nuestra sociedad y del colectivo de los y las educadoras, que han trabajado con mucha solidaridad y dando una respuesta clara a los desafíos.

Es justo reconocer que educadoras y educadores han tenido un papel esencial, adaptándose a una nueva forma de enseñar y de aprender, al ir desarrollando todo un sistema de educación a distancia, que, en buena medida, es lo que les ha permitido mantener su labor educativa. Lo han hecho con una dedicación y entrega admirable, con sus propios recursos, pagando el Internet, la electricidad, el teléfono celular y …, convirtiendo sus casas en aulas, demandando a sus familias silencio mientras desarrollan las clases, etc. Siempre hemos creído en la necesidad de una dignificación de la profesión docente y la pandemia da base sólida para emprender esa tarea.

Han tenido que capacitarse en la marcha y por su propia iniciativa, enfrentándose a circunstancias inéditas, implementando metodologías novedosas y han mostrado que la educación del futuro, en todos sus niveles, no podrá prescindir de las herramientas de la educación a distancia; que quizás no sea el único camino a seguir, pero sí, uno y muy importante. El uso de plataformas como Zoom, Teams, la Radio, el WhatsApp, la televisión, los correos electrónicos llegaron a la educación para quedarse. Se derrumba el mito de que la educación y los educadores no cambian.

El uso de las tecnologías, en estos meses de la pandemia, ha sido clave, por varias razones: para mantener el vínculo entre educadores y estudiantes; lo ha sido para que los estudiantes se acerquen más y con mayor confianza al grupo y se expresen más libremente; para fortalecer la comunicación con los hogares (educadores, madres y padres han tenido que realizar un trabajo más en colaboración para cumplir con la tarea educativa); así alumnos, educadores y familias y sociedad estrechan la relación.

Es de esperar, entonces, que la educación, posterior a la pandemia, use, con más intensidad, las tecnologías de la educación a distancia, como una herramienta de apoyo fundamental. La Radio, por ejemplo, ha mostrado, una vez más, su efectividad y es de esperar que las radioemisoras rurales tengan un papel de mayor protagonismo en la enseñanza.

Ya desde antes de la pandemia, se conocía el significativo papel que las tecnologías y el Internet tienen para el desarrollo educativo, no obstante, hoy en día, más que en cualquier otro momento de la historia, se ha puesto en evidencia su importancia. Lo anterior no quiere decir que no se encuentren desafíos significativos en su quehacer, sobre todo en lo que tiene que ver con la equidad y la inclusión de la población más vulnerable y marginada.

Como lo refiere Andreas Schleicher, director de Educación en la OCDE[1], “Los estudiantes privilegiados consiguieron sortear rápidamente las puertas cerradas de los centros y encontrar vías hacia oportunidades de aprendizaje alternativas apoyados por sus padres y deseosos de aprender; los de familias desfavorecidas se quedaron fuera cuando las escuelas cerraron”. (Simón Granja Matías, en ¿Cómo será la educación después de la pandemia?, El Tiempo, 2020).

La Unesco, por su parte, ha evidenciado esa realidad, al señalar que la mitad del total de los alumnos en el mundo –unos 826 millones de estudiantes– que no pueden asistir a la escuela debido a la pandemia, no tienen acceso a una computadora en el hogar y el 43 % (706 millones) no tienen Internet. Una situación que afecta a hijos e hijas de vendedores ambulantes, de trabajadores rurales, de empleadas domésticas, etc.

Es importante dejar claro, también, que los tiempos del COVID-19 han reafirmado la importancia de la educación presencial. Un ámbito y una metodología que muestra su valor, como espacio de socialización, de encuentro y de aprendizaje. Esa aula presencial, donde todos comparten un mismo lugar, ese encuentro, esa reunión que da la posibilidad de estar juntos, sin importar el origen, la etnia, el género, se ha mostrado, también, imprescindible. La pandemia enseña la importancia de la socialización para aprender.

El aula tradicional, se vuelve, entonces, muy necesaria, como un espacio en el que si bien, como han señalado algunos estudiosos, no se logran borrar las diferencias sociales, las condiciones son mejores para los que menos tienen. Además, se ha visto en forma reiterada, que el encerramiento tiene facetas muy perjudiciales para la niñez y la juventud. La mayoría añora el regreso al aula y expresan su angustia, temor y estrés frente a los encerramientos.

Por otra parte, las condiciones en que vive la población estudiantil, muestran diferencias muy marcadas según su situación socioeconómica; algunos tienen todo lo que se requiere para realizar el estudio (casa, una habitación propia, buen acceso a Internet, computadora personal …) pero, muchos otros carecen del mínimo necesario, como es el acceso a Internet, una computadora…; a menudo tiene que compartir, equipos con hermanos o con padres que hacen teletrabajo; viven con muchas otras personas y con padres y madres sin las condiciones adecuadas para apoyarles.

También ha quedado en evidencia, que tanto los estudiantes, como los maestros encuentran muy agotador estar en las pantallas todo el día, es decir, la virtualidad no es la respuesta total, ni es la panacea. Los desafíos a los que se enfrenta la educación a distancia tienen que encontrar una salida, si se quiere avanzar hacia una nueva educación.

El director de campus y educación secundaria de La Grande Boissière, Escuela Internacional de Ginebra, Conrad Hughes, en un artículo para el Foro Mundial Económico, plantea una disyuntiva: “¿Volveremos al aprendizaje pasivo tradicional frente a un tablero, o nos moveremos a un nuevo camino centrado en el bienestar de los estudiantes y en la reducción de las profundas desigualdades del aprendizaje global? ¿qué camino tomarán los educadores y las escuelas, los padres y los estudiantes, los gobiernos, la humanidad?”.

En una investigación de la OCDE recién publicada sobre la educación después de la Covid-19, se dan algunos lineamientos de cómo debe ser ese cambio, se resalta que “…el éxito en la educación tiene que ver con la identidad, la capacidad de intervención y las metas. …En el pasado, el saber se recibía; en el futuro tiene que generarlo quien vaya a utilizarlo. Antes, la educación era básicamente temática; en el futuro deberá basarse más en proyectos, en construir experiencias que ayuden a los estudiantes a pensar más allá de los límites de las disciplinas temáticas” … “El pasado era jerárquico; el futuro será colaborativo y reconocerá que tanto los enseñantes como los estudiantes son recursos y cocreadores”. Las nuevas políticas que orientan hoy en día la educación en Costa Rica están enmarcadas en esa visión de futuro que indica la OCDE. La Transformación Educativa declarada este año, se desarrolla en ese marco de cambio y avance.

Se conocen los problemas del sistema educativo nacional y las alternativas para transformarlo; se sabe que antes del COVID-19 existían condiciones estructurales complejas, como el financiamiento, la cobertura, el abandono escolar, la desigualdad… que la pandemia, sin duda, las va a acrecentar y a mostrar la urgencia de avanzar hacia un nuevo camino. Un reto en el que los principios de la Agenda de Educación 2030 son más relevantes que nunca y en el que el financiamiento estatal no puede disminuir si queremos avanzar hacia una Costa Rica que supere la problemática actual.

Como lo dice la UNESCO, hay tres compromisos fundamentales que hay que tener presente siempre, como son, la educación pública, los bienes comunes y la solidaridad. No es el momento de dar un paso atrás y debilitar estos principios, sino de reafirmarlos y reforzarlos. Se tiene la oportunidad de proteger y promover, aún más, la educación pública, fortalecer los bienes comunes mundiales y fomentar la cooperación internacional a medida que se despierta nuevamente la solidaridad. “Sería conveniente aprovechar la ocasión, ya que la historia nos ha enseñado que los cambios transformadores pueden ocurrir repentinamente y, a menudo, en el período inmediatamente posterior a una crisis”. Unesco, 2020.

En la Costa Rica del bicentenario se debe garantizar el papel clave de la educación para avanzar hacia el desarrollo, para poner fin a la pobreza y para eliminar la desigualdad y la injusticia.

[1] OCDE: Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Organismo intergubernamental de carácter mundial al que costa Rica ingresó recientemente.

Que la crisis del Covid-19 no se convierta en una crisis alimentaria

German Masís

La CEPAL y Oficina Regional de la FAO han hecho un llamado a los países latinoamericanos y del Caribe para evitar que la crisis del COVID-19 se transforme en una crisis alimentaria.

Estos organismos han presentado un análisis acerca de las vulnerabilidades socioeconómicas y alimentarias de los países y de las medidas aplicadas por éstos para atenuarlas, a la vez que han recomendado la adopción de un conjunto medidas urgentes para evitar la crisis y fortalecer la lucha contra el hambre.

Se considera que los efectos negativos de la actual crisis del COVID-19 sobre la seguridad alimentaria serán desiguales y más intensos en el caso de las regiones y los grupos poblacionales que parten de una situación de mayor vulnerabilidad (FAO, Boletín junio, 2020).

En el caso de Costa Rica, es posible establecer algunas vulnerabilidades ligadas al sistema de distribución de alimentos, a los trabajadores que participan en el sistema, además de vulnerabilidades ligadas a la condición socioeconómica de la población.

Tomando como punto de partida que el país ha mantenido funcionado sus mercados con relativa normalidad y de que los riesgos de desabastecimiento alimentario han sido limitados, se puede establecer que se han presentado algunas interrupciones en la operación de las cadenas internas de comercio y también en la cadena regional, con el cierre de la frontera entre Nicaragua y Costa Rica para el transporte de carga.

En el ámbito de los trabajadores vinculados a los sistemas alimentarios, se indica que dado que la agricultura es intensiva en mano de obra (este sector involucra un 11,7% de la población ocupada), frente al COVID-19, los trabajadores de todos los eslabones de la cadena están expuestos desde el punto de vista tanto físico como económico.

En las empresas productoras y exportadoras de alimentos en sus fases de transformación y empaque como ocurrió en la zona norte, el riesgo de contagio aumenta por la mayor proximidad física entre personas requerida para llevar a cabo las actividades y la necesidad de trabajar in situ.

Los trabajadores de los mercados mayoristas y minoristas (ferias, mercados y supermercados) siguen trabajando en una situación de alto riesgo de contagio y sus sueldos no compensan ese mayor riesgo y, en el caso de los repartidores de comida a domicilio, los ingresos también son bajos y la informalidad es elevada.

Mientras tanto, en la producción agrícola familiar y de pequeñas fincas, los trabajadores requieren un nivel de proximidad física con otras personas para llevar a cabo sus tareas; dichas tareas asociadas no pueden realizarse de forma remota y por ello los trabajadores siguen circulando e interactuando entre sí, incluso en los periodos de fuerte confinamiento.

Durante la pandemia, han ingresado a todas las ciudades de la Gran Área Metropolitana y centros poblados de las demás regiones, camiones con alimentos producidos por miles de agricultores y pescadores artesanales, que llegan finalmente a las mesas de los consumidores costarricenses.

Ellos se podrían haber refugiado en sus casas para evitar el contagio, pero optaron por no detener su actividad.  Es paradójico que la inseguridad alimentaria y la pobreza estén presentes en la gran mayoría de los hogares de estos agricultores, que no tienen derecho a la seguridad social, vacaciones o acceso a servicios de salud, además de que los trabajadores agrícolas presentan altos niveles de informalidad y sus ingresos son inferiores al promedio del empleo no calificado.

Con respecto a las vulnerabilidades socioeconómicas, teniendo en cuenta que la línea de pobreza extrema se determina a partir del costo de la canasta básica de alimentos, las personas que se encuentran por debajo de esta línea no cuentan con ingresos suficientes para cubrir los costos básicos de alimentación.  Esto significa que la caída económica pronosticada para este año (un 3.6%) repercutiría directamente en la seguridad alimentaria de miles de personas y que el hambre se deriva de la pobreza (en particular, de la pobreza extrema).

Esto indica que el nivel de pobreza del país que asciende al 21%, involucrando a 336.845 hogares y la pobreza extrema que representa un 5.8% y 93.542 hogares (INEC,2019), podrían aumentar, si se cumple el pronóstico de la CEPAL de que debido a la pandemia la pobreza en Costa Rica podría tener un crecimiento de 3 puntos porcentuales, es decir alcanzaría el 24% como mínimo.

En el país, la pobreza y la pobreza extrema han tendido a ser más elevadas en las zonas rurales, pero también la informalidad del empleo y el bajo acceso a redes de protección social, lo que genera una situación de gran vulnerabilidad. De manera que si la pobreza es del 24.2% en las zonas rurales (19.8% en las zonas urbanas), con los mayores niveles en las zonas Brunca y Pacífico Central, con el 30.3% y 29.8% respectivamente, el deterioro de la pobreza podría ser aún mayor en ellas y el efecto sobre la inseguridad alimentaria también.

La incidencia de la pobreza no solo es mayor entre las personas que viven en áreas rurales, sino también entre niños, adolescentes y jóvenes; indígenas; mujeres en edad de trabajar; personas con niveles educacionales más bajos, y quienes no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas.

La pobreza rural se ha asociado tradicionalmente con la existencia de un gran contingente de pequeños productores agrícolas de baja productividad, con poca tierra y de baja calidad, y acceso limitado a bienes públicos.

Según la información de las organizaciones agrícolas, se estima que este sector se compone de entre 78 mil y 90 mil productores, a las que hay que agregar alrededor de 10 mil pescadores artesanales que son los que garantizan la producción de alimentos y la seguridad alimentaria del país. La agricultura familiar representa, más de 50 mil pequeñas fincas y el 55% de las fincas dedicadas a la actividad agropecuaria (Red Agricultura Familiar, 2017).   Los trabajadores agrícolas por cuenta propia y sus familiares no remunerados, en su mayoría agricultores familiares, tienen el nivel más bajo de ingresos de las diferentes categorías de inserción laboral en las zonas rurales.

Estas unidades de producción familiar, aportan, el 85% de la producción nacional de frijol, el 80% de la cebolla, el 75% de la de yuca, el 70% de la papa, el 70% de la de café, el 55% de la de leche y el 40% de la carne, siendo la principal y a veces única fuente de empleo e ingresos de la población rural. (Masís, G.2018, p.229).

La FAO y la CEPAL han realizado un registro de las medidas de política aplicadas por los Gobiernos para enfrentar la emergencia en el sector alimentario y en los territorios rurales de la región (FAO/CEPAL, 2020). Entre dichas medidas, se destacan:

La implementación de políticas macroeconómicas y sectoriales para estabilizar la economía y apoyar a los sectores productivos, especialmente a las pequeñas y medianas empresas, de modo que se asegure la disponibilidad de alimentos. Las medidas incluyen refinanciamiento, reducción o postergación de pagos, disminución de impuestos, flexibilización de contratos y aplicación de subsidios.

En nuestro país, se aprobaron medidas para que los bancos de brindarán una amnistía de 3 meses a las pymes y trabajadores en el pago de sus créditos y a la determinación del INDER de aplicar el no pago de los créditos en ese mismo período a más de 900 productores (Alterdes, cr,2020), medidas que ahora se solicita prorrogar por 3 meses adicionales.

El Fondo Nacional para el Desarrollo (FONADE) efectuó una condonación de obligaciones financieras de primer piso que mantienen con esa entidad para 2.705 microproductores y pequeños y medianos productores agropecuarios de las diferentes zonas agrícolas del país

Por su parte, el Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD) otorgó una Moratoria en el pago de capital e intereses por hasta 6 meses en créditos con recursos del SBD para empresas con grave afectación económica y un período de gracia de hasta 12 meses en el pago de capital de operaciones financiadas con recursos del SBD para empresas con mediana afectación económica.  También brinda refinanciamiento de operaciones de crédito con recursos del SBD para capital de trabajo de emergencia y fondos no reembolsables para 200 pequeñas y medianas empresas (pymes). (FAO, Boletín, 2020)

A nivel institucional se ha dado la creación de equipos de trabajo del Sector Agropecuario para superar la emergencia, compuestos por los Ministerios de Agricultura y Ganadería, el Consejo Nacional de Producción, el Instituto de Desarrollo Rural y otros organismos como el PIMA, el SENARA, la FAO, el (IICA) y el banco de alimentos.

En la adaptación de la logística de las cadenas de suministro y para que la agricultura siga funcionando han sido importantes las siguientes medidas: la adopción de nuevos protocolos sanitarios; la capacitación de la fuerza de trabajo, el ajuste del nivel de funcionamiento en las plantas agroindustriales, la reprogramación de siembras y cambios en la elección de rubros productivos, entre otras. Estas medidas han sido dirigidas a todo tipo de empresas, incluidas las fincas de la agricultura familiar.

También ha sido importante la articulación de los actores en redes y el fomento del comercio digital y otras opciones de circuitos cortos de comercio. En este sentido, se han establecido mercados virtuales institucionales en el Ministerio de Agricultura y en el Instituto Nacional de Aprendizaje) INA), así como mercados virtuales locales en Pérez Zeledón y la zona de los Santos.

En el reforzamiento de los programas de seguridad alimentaria estatales con el apoyo de organismos de las Naciones Unidas, se ha mantenido el programa de comedores escolares, mediante la distribución directa de bolsas de alimentos dirigidos a la población estudiantil más vulnerable, a la que se han efectuado 5 entregas de alimentos.

Ligado a la distribución de alimentos a los comedores escolares, es necesario mencionar la labor del Programa de Abastecimiento Institucional (PAI) que ha organizado la compra, acopio y envío de las bolsas de alimentos a las escuelas y comunidades.

Frente a la fuerte caída de la economía, los ingresos y las remesas, y al aumento de la pobreza extrema, el hambre y los precios de los alimentos, la CEPAL y la FAO han propuesto un decálogo de medidas para impedir que la crisis sanitaria se transforme en una crisis alimentaria.

La CEPAL y la FAO proponen un bono contra el hambre a toda la población en situación de pobreza extrema., como complemento al ingreso básico de emergencia propuesto por la CEPAL (CEPAL,2020).

En Costa Rica, el bono Proteger establecido para apoyar a los trabajadores desempleados o que han visto reducida sus jornadas e ingresos y que ha cubierto alrededor de 530 mil personas durante 3 meses, puede asimilarse al ingreso básico de emergencia propuesto. Este bono pretende ampliarse por 3 meses adicionales e incluir a una población mayor cercana a las 900 mil personas, pero en la actualidad depende de la obtención de financiamiento extraordinario por parte del Gobierno.

Para otorgar liquidez a las empresas agropecuarias se proponen dos medidas complementarias: i) créditos blandos a empresas del sector productivo agrícola que operan en condiciones críticas y ii) bonos de inversión productiva para aumentar la inversión productiva en las fincas de los agricultores más rezagados mediante un bono de 250 dólares por explotación, entregado una sola vez, para adquirir fertilizantes, semillas y otros insumos.

Entre otras medidas mencionadas, es importante destacar la de expandir y garantizar el funcionamiento de los programas de apoyo a la producción de autoconsumo.   Esta medida es crucial para los hogares de los agricultores familiares de subsistencia ante la disminución de sus ingresos no agrícolas, que en muchos casos representan más de la mitad de su ingreso total. (FAO, Boletín,2020).

La pandemia y el riesgo inminente de una crisis alimentaria recuerdan la importancia crucial de la agricultura y los sistemas alimentarios.  La agricultura es una de las pocas actividades imprescindibles, así como son imprescindibles los bienes que produce.

La pandemia obliga a reforzar la resiliencia y la inclusión social y a no olvidar los objetivos de una agricultura más sostenible y las prácticas de adecuación al cambio climático.  La sostenibilidad ambiental de la agricultura y los sistemas alimentarios y la integración entre la agricultura y la biodiversidad, son demandas de la sociedad que cobrarán más fuerza.

En una crisis sanitaria se valora más la calidad de los alimentos, la inocuidad, la trazabilidad, las certificaciones de calidad y los atributos ambientales, sociales o culturales. Los consumidores acelerarán el cambio de sus preferencias hacia alimentos sanos, saludables y con identidad.

Durante la pandemia, se ha establecido el comercio digital, este es el nuevo concepto de cadena corta de comercio.  Se va a acelerar el surgimiento de oportunidades para la digitalización de la agricultura y con ello se incrementará la influencia de los consumidores en la definición de los modelos productivos y de los bienes generados por la agricultura.  La digitalización será un gran desafío para la agricultura familiar y los pescadores artesanales, pues implica un modelo de negocio diferente de aquel al que están acostumbrados.

Con la emergencia se ha hecho evidente que se requiere de un Estado e instituciones públicas agroalimentarias y rurales fortalecidas, con mayores y mejores capacidades, circunstancia que ha vuelto a señalar la urgencia de la renovación de la institucionalidad pública agrícola, alimentaria y rural del país.