
UCR: Defender el humanismo: una urgencia universitaria
85 aniversario-UCR
En un momento en el que los discursos dominantes insisten en que la educación superior ha de seguir la lógica de la rentabilidad y de la eficiencia, cabe preguntarse: ¿qué lugar ocupa la formación humanística en nuestras universidades públicas? Esta pregunta no es retórica, sino política.
En un contexto en el que se desfinancia la educación pública y se promueven reformas que responden a los criterios del mercado, la Universidad de Costa Rica (UCR) está llamada a reafirmar su razón de ser: formar personas integrales, críticas y éticamente comprometidas con su realidad. Los Estudios Generales de la UCR respondieron a la visión de una universidad cuya aspiración era la de crear pensamiento, no simplemente la de formar para la técnica.
El pasado nos recuerda que figuras como Rodrigo Facio Brenes, Carlos Monge Alfaro y Abelardo Bonilla Baldares propiciaron con fuerza esta formación humanista que se convirtió en el propio corazón del proyecto educativo costarricense y sentó las bases de un modelo educativo que ubica a la dignidad humana, la libertad y la crítica en el centro de su quehacer, y que fundamenta su modelo en la promoción, la adquisición y el avance del conocimiento.
A partir de aquí se tornaron relevantes las discusiones referidas a las materias que debían integrar las humanidades para propiciar una visión humanista: la Historia, al fomentar el conocimiento de la política, la cultura, la economía y la construcción identitaria; la Literatura, por su relevancia en el dominio de la lengua, lo cual permite comprender y analizar el significado, la fuerza comunicativa y el poder de la palabra; y la Filosofía, al proporcionar la capacidad de analizar la relación entre el ser humano y su entorno, con base en una comprensión de la ética y la lógica.
El diálogo entre estas tres ciencias posibilita una comprensión crítica del entorno donde el mismo estudiantado se desenvuelve, al estimular la reflexión teórica sobre lo que es la sociedad. Desde su inicio, el humanismo ha entendido que su fin es la procura de la verdad a través del conocimiento en sus múltiples ámbitos.
La nueva relación entre saber y poder ha trastocado la misión educativa de las universidades, imponiéndoles presiones para adaptarse a políticas de rentabilidad global. Como bien dijo Lyotard (1979), el conocimiento, antes asociado a la libertad y la igualdad, ha sido resignificado como una herramienta útil para los procesos de producción dentro del capitalismo neoliberal.
La educación humanística, por el contrario, promueve la reflexión crítica, la capacidad de discernir y el juicio ético. Así lo afirma Athié (2008, p. 13), al destacar que una mente cultivada puede “dar jerarquía y valor a lo que es realmente importante de lo que no lo es”. La formación humanística no busca solo la acumulación de datos, sino que proporciona la capacidad de orientar en la búsqueda de la verdad, en medio de un mundo saturado de información y polarización. Esta capacidad analítica es la base de las democracias.
El debilitamiento de las humanidades empobrece la formación universitaria y amenaza la sostenibilidad democrática, al restringir la capacidad crítica de la ciudadanía. Sánchez (2006, p. 22) lo sintetizó con claridad al explicar que la educación moderna necesita rapidez y funcionalidad, por lo que sacrifica los saberes considerados “perimidos” en favor de lo útil para el mercado laboral. Esta mirada instrumental rebaja la educación a un proceso mecánico y olvida que educar es, sobre todo, “algo ofrecido a un ser libre y libremente asumido” (p. 22).
La Universidad de Costa Rica se ha comprometido históricamente con la formación de personas cabales, con capacidad de reflexionar por sí mismas, de tener una mirada crítica sobre las tradiciones, y de comprender la importancia de los logros y de los sufrimientos ajenos.
Esta es la esencia de su propia índole académica, la cual se articula desde los Estudios Generales como base transversal que alimenta todas las disciplinas. El artículo 5, inciso a), del Estatuto Orgánico de la Universidad de Costa Rica la reafirma en el sentido de que uno de los fines de la universidad es: “Estimular la formación de una conciencia creativa y crítica en las personas que integran la comunidad costarricense, que permita a todos los sectores sociales participar eficazmente en los diversos procesos de la actividad nacional”.
Con el fin de poner freno a las tendencias que quieren reducir la universidad a una simple producción de competencias, es necesario reivindicar la educación como un proceso ético, cultural y político. Por tal motivo, la educación humanística se hace imprescindible para el desarrollo profesional y para construir una sociedad justa, plural y crítica con su historia.
El pensamiento crítico no puede ser considerado un lujo, es una condición necesaria en el contexto de la democracia. Esta es la tarea irrenunciable del humanismo en la universidad pública: formar, por supuesto, especialistas en su disciplina y, al mismo tiempo, personas capaces de entender el mundo de forma crítica, imaginar alternativas al modelo que reduce la sociedad al mercado y actuar responsablemente.
Ph. D. Patricia Fumero Vargas
Directora Consejo Universitario Docente e investigadora, Escuela de Estudios Generales Universidad de Costa Rica.