¿Y Entonces?

Orlando Barrantes es un dirigente político, tenemos muchos años de conocerlo. Oriundo de San Isidro del General, siempre ha estado donde su deber lo llama. Con los campesinos, con las comunidades, con los que luchan por vivienda. Un juzgado viene de condenarlo a 12 años de cárcel por su participación en las protestas de los vecinos de Pococí, durante las cuales la carretera a Limón fue bloqueada.

Orlando es el chivo expiatorio, los participantes fueron cientos, y Orlando daba la cara. Nadie murió, nadie fue herido, no hubo destrozos. Orlando pasa a ser un preso político, puesto que se le condena por sus ideas, ya que sus faltas más graves no pasan de contravenciones.

Buena ocasión para clamar al cielo tienen los que se llenan de indignación cuando a un político se le persigue y se le encarcela, no por sus ideas, sino por los actos vandálicos que promovió, así sea en tierras remotas de las que poco se saben.

Aunque no puede haber comparación alguna entre las motivaciones de Orlando y las del venezolano, si es de destacar que aquí se persigue, se juzga y se condena al que incurre en actos tipificados en los códigos penales como delitos. Eso sucede en cualquier país del mundo.

Orlando nunca llamó a derrocar el gobierno, ni a quemar patrullas e instalaciones públicas, o matar policías y adversarios, como si lo hizo el venezolano. Siendo sus «delitos» infinitamente menores, es llamativo que las sentencias sean parecidas. Otro motivo más tienen los defensores de «las libertades», para escandalizarse.

 

Información e imagen tomada de la página de Facebook de Sergio Erick Ardón Ramírez.

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