A la mano de Dios (l)

Autor: Hernán Alvarado

Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando,
algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetearse
a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo,
que se lanza a la prohibida aventura de la libertad
Eduardo Galeano [1]

La última columna del difícil año 2020 fue una nota luctuosa, debido a que, sorpresivamente, Diego Armando Maradona partió el 25 de noviembre. Adoptó un tono intimista, propio de un duelo y adecuado a un año que trajo tanto dolor. Multitudes en Argentina y Nápoles le mostraron su agradecimiento y los entendidos coincidieron en que murió un artista cuya obra será inolvidable.

Para empezar este 2021, se analizará el gol más polémico de su vida deportiva, el primero de dos que le anotara a Inglaterra y que él atribuyera, en parte, a la «mano de Dios». Fue uno de los goles más comentados del siglo XX, algunos de sus significados serán situados en este y el siguiente artículo [2]. Se continúa, entonces, el análisis «holístico» del gol, que fuera interrumpido por tan infausta noticia.

Un gol inolvidable

El 22 de junio de 1986, en el coloso de Santa Úrsula, mejor conocido como Estadio Azteca, jugaron Argentina e Inglaterra por los cuartos de final de la Copa Mundial disputada en México. A seis minutos del segundo tiempo, el partido se mantenía cerrado en cero. Entonces ocurre algo insólito, en parte gracias a la habilidad de Diego, pero mucho por error y azar, que suelen ser acompañantes frecuentes del gol [3].

Maradona había arrancado de tres cuartos de cancha, teniendo pronto que esquivar a un primer volante con un regate corto, una de sus especialidades. Diego siguió adentrándose contra el muro de piernas de la defensiva inglesa, el cual se iba cerrando con cada paso que él daba. Al final y ya sin espacio, Maradona pasa la redonda a Jorge Valdano, que lo acompañaba por la derecha. Este intenta dominarla, pero se la roba en el aire el acucioso Steve Hodge, quien, tratando de despejarla, saca un centro alto, justo a donde Diego venía entrando con fe ciega en que la bola le vendría de vuelta. Al venir de un inglés, se libró del fuera de juego y ni lerdo ni perezoso saltó hacia aquel balón que le caía del cielo.

Mientras tanto, el experimentado Peter Shilton también salía a buscar esa pelota. Este guardameta mide por lo menos 20 centímetros más que Maradona; salía de atrás, de frente, con ventaja de posición, visibilidad y alcance (sobre su cabeza habría que sumarle el brazo). Pero el Pelusa llegó primero al balón, aunque agrandándose un poco con su puño izquierdo, que pasa desapercibido incluso para el mismo guardameta. Este tiene, entonces, buena parte de responsabilidad, sobre la cual poco o nada se habló; por su lentitud, ingenuidad y hasta negligencia con la que actuara en aquel majestuoso escenario y en aquel histórico momento. Desde luego, la bola termina rebasando la salida del portero y desatando un nudo de muchísimas gargantas que gritaban al unísono.

El árbitro central, Ali Bennaceur, consultó a su abanderado; literalmente, la mano de marras pasó sin ser vista. Así que fue una suerte que el mediocampista inglés se equivocara, que Peter Shilton reaccionara tarde y que los árbitros ni se dieran cuenta de la astucia del Pelusa. Maradona dijo, al finalizar el partido, que lo había hecho «un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios». En balompié, la genialidad se aprecia hasta cuando es tramposa, siempre que sea artística. Así es como Shilton, cuya carrera fuera encomiable, pierde su duelo con el duende argentino. Y aún le quedaba la confirmación…

Un gol para el siglo XX

Un rato después, Maradona arranca otra vez con bola dominada. Cruza la media cancha y avanza impetuoso hacia el marco enemigo; en el trayecto esquiva cuando menos a seis ingleses que seguían anonadados su estela blanquiceleste. Finalmente, en el área de penalti, Peter Shilton lo encara sin convicción, sin ir a la bola, vencido de antemano; y termina sentado viendo a Diego culminar el gol más recordado de su audacia deportiva.

Es este un excelente ejemplo de gol reducible a la habilidad de un solo jugador. ¿Cómo podría no haberle fascinado a un siglo que vivió de la ilusión del individualismo? Pero no conviene olvidar, del lado inglés, la cadena de infortunios que lo favorecieron. Ante todo, la intervención desganada del guardameta. Mucho contribuyó esta anotación al nacimiento del ídolo, a la idea de que Maradona era uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Pero no opacó el gol anterior, en el que además de contundencia, se manifestó una picardía propia de una «mejenga» de barrio, que es de donde brota el balompié continuamente, como de su manantial natural. El partido terminaría 2 a 1 y Argentina seguiría hacia la conquista de su segunda Copa Mundial.

[1] Galeano, E (1995) El fútbol. A sol y sombra. México, Siglo XXI, p. 2.
[2] El segundo artículo se concentrará en temas de ética deportiva.
[3] Aún se puede ver en YouTube.

 

Imagen principal tomada de Wikimedia Commons.

Publicación original en GAZeta Guatemala. Compartido con SURCOS por Hernán Alvarado.