Ir al contenido principal

Costa Rica a las puertas del divorcio

Mauricio Ramírez

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Hay momentos en la vida de los pueblos en que el clima político deja de ser una simple disputa de ideas y se convierte en un campo emocional roto, donde ya nadie escucha, donde cada palabra es un arma y cada diferencia una traición. Costa Rica atraviesa hoy una de esas etapas. Lo que vivimos no es una discusión democrática más: es el peligroso preludio de un divorcio nacional. La polarización no es una estrategia electoral, es el síntoma de un quiebre social más profundo, el de una comunidad que perdió la capacidad de convivir.

Cuando una pareja se separa (algo cada vez más común en nuestra sociedad), no lo hace por un desacuerdo puntual, sino porque se ha quebrado algo más profundo: la confianza, el afecto, la voluntad de entenderse. Exactamente eso ocurre hoy entre el oficialismo y las oposiciones. Ya no se discute sobre proyectos o presupuestos, sino sobre la legitimidad del otro para existir en la esfera pública. En ese ambiente, la democracia deja de ser un espacio de deliberación y se transforma en una lucha por la supervivencia simbólica.

La comparación no es exagerada. En un matrimonio, el divorcio permite a cada parte tomar su camino, cambiar de casa, recomenzar. Pero en un país no existe esa salida. Todos habitamos el mismo territorio, usamos las mismas instituciones, compartimos un destino común. Y esa imposibilidad de “irse” hace que el conflicto sea más peligroso, más visceral. La lucha por el poder se transforma en una pelea por la casa: quién manda, quién se queda, quién tiene derecho a hablar.

Las recientes declaraciones del diputado oficialista Jorge Rojas, invitando a las oposiciones a abandonar el país porque, de lo contrario, los seguidores del chavismo los van a “desterrar”, son una señal inequívoca de ese divorcio. Ya no se trata de diferencias ideológicas, sino del lenguaje propio de una implosión en ciernes. Cuando se niega al otro la posibilidad de estar y disentir, lo que se anuncia no es el triunfo de una parte, sino el colapso de la comunidad política y el fin del pacto social.

Costa Rica, por décadas, fue ejemplo de moderación, equilibrio y respeto entre visiones distintas. Ese fue nuestro orgullo: que podíamos discutir sin rompernos. Pero algo se fracturó. En nombre de la libertad individual, por ejemplo, hemos desmantelado todos los vínculos que nos unían: la religión, la familia, los partidos políticos, la noción misma de comunidad, incluso la identidad nacional. Hoy la “libertad” se usa para justificar el aislamiento, la desconfianza hacia el régimen democrático y el desprecio mutuo. Hemos liberado al individuo de todo, incluso de su responsabilidad y conciencia colectiva.

En esa deriva, la palabra “libertad” ha sido prostituida hasta volverse sinónimo de aislamiento. Ya no significa participar, sino desprenderse; no implica responsabilidad, sino ruptura y ataque. Y una sociedad formada por individuos que sólo se representan a sí mismos, incapaces de reconocerse en algo común, está condenada a dividirse, a perder su alma cívica y ser liderada por tiranos.

El resultado de esto es un ciudadano sin raíces, sin memoria histórica, sin comunidad, sin un “nosotros” que lo contenga. Ortega y Gasset advirtió sobre ese fenómeno en La rebelión de las masas: cuando el individuo común, despojado de toda pertenencia espiritual y cultural, se cree autosuficiente y se convierte en una masa amorfa, sin proyecto, sin norte, movida más por impulsos destructivos que por ideas. Esa masa, incapaz de crear, pero llena de resentimiento, termina por volcar su frustración contra todo lo que la trasciende: las instituciones, la tradición, la cultura, la historia. Ya no busca construir, sino arrasar.

Costa Rica vive hoy ese proceso: el del divorcio de su propia idea de nación. Entre el oficialismo y las oposiciones no hay ya un lenguaje compartido, sino dos mundos que se desprecian mutuamente. No es una diferencia de matices, sino de principios; no es un desencuentro, sino una fractura. Y el peligro es que, al no poder separarnos físicamente como en un matrimonio, el conflicto se quede encerrado en la misma casa: este país pequeño, donde cada habitación —la Asamblea, los medios, las redes, la calle— se convierte en un campo de batalla.

Si no reencontramos un sentido de comunidad, si no reconstruimos el nosotros que alguna vez nos sostuvo, el divorcio será irreversible. No quedará patria, sino ruina compartida y caos social.

Óscar Aguilar Bulgarelli: “No hay golpe de Estado, hay defensa de la ley y de la democracia”

El historiador y analista nacional Óscar Aguilar Bulgarelli se refirió al reciente acuerdo del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) de solicitar a la Asamblea Legislativa el levantamiento del fuero presidencial al mandatario Rodrigo Chaves Robles, tras considerar que ha incurrido en beligerancia política, lo cual está prohibido para el cargo según la legislación costarricense.

Aguilar explicó que el procedimiento aplicado por el TSE se encuentra claramente establecido en el artículo 270 del Código Electoral, aprobado en 1996, el cual determina que, ante una acusación de beligerancia política, el Tribunal puede rechazarla o remitirla a la Inspección Electoral para su investigación. Si esta instancia considera que existe mérito, eleva el caso nuevamente al Tribunal, que puede entonces solicitar el levantamiento del fuero presidencial.

“Así de fácil: es un procedimiento legal”, afirmó el historiador, señalando que las denuncias contra el presidente no son recientes, sino que se remontan a diciembre del año pasado. “Las últimas fueron presentadas en marzo de este año por un grupo de ciudadanos en el que también participé”, añadió.

Aguilar recordó que el mandatario ha sido denunciado reiteradamente por acciones contrarias a la neutralidad política y cuestionó las declaraciones de la diputada Pilar Cisneros, quien calificó la solicitud del TSE como un “golpe institucional”. “¿Qué entenderá esa señora por eso? —preguntó—. Golpe institucional sería que las mismas instituciones se dieran un golpe de Estado a sí mismas. Cuando se acata la ley no hay golpe. El problema es cuando no acatan la ley, como el presidente y como usted, doña Pilar”, expresó.

El historiador insistió en que las denuncias tienen sustento legal y no responden a motivaciones partidarias. “Nada tiene que ver con el Partido Liberación Nacional ni con acusaciones políticas. Todo eso son tonteras, maneras de ocultar la verdad. La verdad es que han violado la ley, y la ley está para cumplirse”, señaló.

Aguilar citó también el artículo 166 del Código Electoral, que establece que si, tras las investigaciones y audiencias correspondientes, el Tribunal determina que se ha cometido delito, puede solicitar la destitución del presidente. “Ahí sí, pero es cumpliendo la ley. Ahí no hay golpe”, enfatizó.

El analista advirtió que la ciudadanía no debe caer en la indiferencia frente a estos hechos, porque ello pondría en riesgo la democracia costarricense. “Si los costarricenses seguimos siendo indiferentes, vamos a matar la democracia”, manifestó.

Aguilar afirmó que el mandatario ha violado el Código Electoral en al menos 25 ocasiones, de las cuales el TSE solo ha señalado 15 en esta acusación, además de tener “más de un centenar de causas abiertas en la Fiscalía”.

Concluyó su intervención reiterando que el país no enfrenta un golpe de Estado, sino una defensa de la ley y del principio democrático.

“Aquí no hay golpe de Estado. Aquí hay defensa de la ley. Aquí hay el principio de que el ciudadano tiene una ley que lo protege para que no nos roben la democracia. Eso es lo que estamos haciendo.”

Pensamientos sueltos

JoseSo (José Solano-Saborío)

Chocheras de Poder: Pilar y el sillón mullido de sus contradicciones políticas

Ya no soy un chiquillo, me acerco ya al “sexto piso” y celebro que, hasta ahora, no me han dado ‘chocheras’ de viejillo… a la que si parece que le dieron es a doña Pilar Cisneros, ahora que decidió al llegar a la etapa más madura de su vida, el meterse en una aventura política extremista, de clara inclinación populista de derecha autocrática, al ser la caja de resonancia del máximo líder de esa tendencia que ha conocido el país, cuidado y, más bien, no es ella la creadora del personaje ’mesiánico’ de Rodrigo Chaves Robles, lo que contradice la imagen seria y objetiva de la antes presentadora y directora de Telenoticias, que tenían la mayoría de costarricenses.

Pilar Cisneros llegó al Parlamento con la autoridad mediática que le dio la pantalla, y con ella trajo un rosario de contradicciones que hoy ya no son anécdotas sino piezas centrales de su trayectoria política; la diputada que advertía del peligro de “un Chávez” terminó siendo una de las principales voces que amplifican al líder al que antes temía.

En una entrevista difundida en medios y en su paso por programas como el de Claudio Alpízar, Cisneros dijo con sorna que quienes la esperaban entrando en política debían “buscar un sillón bien mullido, para que esperen sentados porque nunca me verán en política”, una frase que hoy choca con su activismo legislativo y su rol como jefa visible del oficialismo.

Esa capacidad de virar resulta especialmente inquietante cuando se observa que quienes la cuestionan públicamente la acusan de incoherencia ideológica y déficit técnico; analistas y comentaristas han destacado el contraste entre su desempeño actual y la imagen profesional que cultivó como periodista, criticando su conocimiento sobre mecanismos electorales y su papel como oradora sin teleprónter.

La cercanía evidente con la agenda ejecutiva se ha traducido en decisiones prácticas: desde iniciativas para retransmitir las conferencias presidenciales por canales propios hasta gestos de defensa frontal de la gestión gubernamental, incluida la compra simbólica de un trípode para “ayudar” en las transmisiones o el pago de troles en redes sociales, actitudes que alimentan la percepción de que su paso del periodismo a la política fue menos una conversión de convicciones que una alineación estratégica con un proyecto de poder concreto.

Los medios que han seguido su carrera han documentado un patrón de promesas rotas y declaraciones previas que hoy suenan contrarias a su práctica política; la narrativa de “yo no voy a entrar en política” figura hoy como un eje de esa acusación sobre una carrera marcada por contradicciones públicas que antes eran puntos de credibilidad profesional y ahora son munición para quienes la califican de oportunista.

Las controversias no se limitan al discurso: Cisneros figura entre los señalados en la investigación por supuestas irregularidades en el financiamiento electoral vinculadas a la campaña de 2022, una contradicción más que la Pilar periodista hubiera indagado y denunciado con vehemencia y, ahora, más bien la lleva a defender y negociar en la Asamblea Legislativa, la inmunidad presidencial, por ese y otros de los casos que siguen su curso en la Fiscalía y en la Corte.

Sus ataques a instituciones y críticas duras al Poder Judicial han provocado respuestas públicas de esas mismas instituciones, que han cuestionado sus cifras y su relato sobre presupuestos y eficiencia, lo que alimenta la tesis de que su storytelling mediático muchas veces se sostiene más en la contundencia retórica que en la verificación documental.

Cisneros encarna hoy la mayor contradicción: fue la periodista que advirtió sobre el caldo de cultivo para un populista y es la política que, con micrófono y redes, orienta y dirige la narrativa del gobernante al que aquella advertencia parecía destinada. Esa mutación merece, más que insultos o risas, un escrutinio riguroso porque lo que está en juego no es solo la coherencia personal de Cisneros, sino la salud de las instituciones cuando figuras públicas cambian de rol y de lealtades sin saldar las preguntas que dejan detrás.

Porque, como dijo Rubén Blades, parafraseando a Lord Acton, “el poder no corrompe, el poder desenmascara”.

Ahí se los dejo…

Rodrigo Chaves no es la causa, sino el síntoma

Pedro Alberto Soto Sánchez

Rodrigo Chaves no es la causa, sino el síntoma de un mal profundo: un sector del país que confunde el matonismo con valentía y la franqueza con el insulto y la descalificación. Su discurso se nutre de antivalores arraigados en nuestra cultura: la desconfianza hacia el otro, el choteo y la burla como mecanismos de deslegitimación, las medias verdades, las mentiras completas, la envidia y la sospecha permanente.

Sobre esa base, el presidente construye una narrativa tan simplista como peligrosa: que un grupo corrupto, encabezado por el PLN, engañó y estafó a los costarricenses durante más de siete décadas.

Según ese relato, el pueblo costarricense habría sido básico, ingenuo y manipulable hasta que él, el tecnócrata del Banco Mundial —con un historial de acoso—, llegó para revelar la “verdad oculta” y redimir a la nación.

Esa caricatura histórica no se sostiene. Sí, la corrupción ha estado presente en la administración pública, como en cualquier sistema político, pero la historia de Costa Rica es mucho más compleja. Gracias a la contribución de socialdemócratas, socialcristianos, la Iglesia católica, la izquierda y los movimientos sociales progresistas el país edificó un sistema institucional sólido que, durante décadas, fue referente en América Latina.

Cierto es que el modelo tuvo defectos y un “pecado original”: anuló la participación crítica de amplios sectores sociales, consolidó el clientelismo y persiguió —primero con cárcel, muerte, exilio e ilegalización, y luego con la deslegitimación ideológica y cultural— a la izquierda y a los movimientos progresistas. Pero reducir toda esa historia a un largo engaño es una estrategia perversa: permite deslegitimar los avances alcanzados para justificar su desmantelamiento.

El presidente del “cambio” no vino a rescatar al país; vino a continuar la tarea que iniciaron los herederos de los reformadores sociales del siglo XX, quienes durante sus gobiernos (Figueres Olsen y Calderón Fournier) debilitaron los pilares del Estado social y promovieron privatizaciones que beneficiaron a intereses particulares sobre el bien común. Oscar Arias también prefirió la ruta de favorecer intereses de los grupos privilegiados.

La política debería ser el arte de construir consensos y alianzas para mejorar la vida de las personas, en especial de quienes más lo necesitan. Chaves, en cambio, la ha convertido en un espectáculo diario, un escenario para sembrar prejuicios, propagar rumores y alimentar la confrontación.

Costa Rica se sigue gobernando para quienes no dependen del Estado porque ya controlan el sistema financiero, reciben atención preferencial de las instituciones, tienen seguros privados, universidades propias y monopolios de importación. Son los mismos sectores que antes financiaban a los partidos tradicionales y que ahora se cobijan bajo la bandera del supuesto “pueblo soberano”.

El pueblo costarricense merece más. Trabajadores y empresarios merecen más: justicia, inclusión, educación, salud, seguridad, respeto y bienestar. La política no debe ser una guerra, sino un acuerdo social: un nuevo pacto de concordia que permita ampliar derechos y generar mayores oportunidades para la mayoría.

Juguemos a agentes 007

Rafael A.Ugalde Q.
Periodista, abogado y notario por la U.C.R.

Si bien es cierto el Colegio de profesionales en abogacía ya no es aquel ente -por diversas circunstancias innecesarias mencionar ahora- punto de referencia obligatorio en la confrontación de ideas nacionales para dar a los costarricenses posibles soluciones sobre el derecho humano a una jubilación digna a los y las abogadas, la mora judicial, afectación a sus litigantes por la justicia lenta y prolongada ,etc., ciertamente esperaba de este ente una reacción, como sucedió valientemente, respecto al intento de convertir a todos los notarios en una especie de “agentes encubiertos” a lo largo y ancho del territorio nacional.

El joven periodista, Vinicio Chacón, que no conozco, pero leo siempre sus ponderados trabajos en Universidad, nos ofrece una buena síntesis sobre cómo un oficio de la Dirección Nacional de Notariado DNN-UPLCFT-OF-0256-2025, con fecha del 11 de setiembre de 2025, nos amenazaba, en la práctica, con despojarnos de la función notarial y aplicarnos la ley contra drogas y terrorismo, si no cumplíamos con nuevas obligaciones; ver en https://semanariouniversidad.com/pais/direccion-de-notariado-y-colegio-de-abogados-reculan-en-imposicion-de-curso-para-notarios-sobre-reportes-de-operaciones-financieras-sospechosas/)

Confieso que el texto de la ordenanza de marras la leí seis veces, luego llamé a varios colegas para ver sí aún entendía lo que leía o, por el contrario, debía correr hacia el neurólogo o el siquiatra, porque había perdido en solo horas la capacidad de razonar. De feria – dicen que las “verdes” siempre vienen acompañadas – me llegó dicha resolución en la hora de almuerzo. Perdí la lengua en salsa.

La orden, desde el principio, no sé por qué me olió a comisionado acostumbrado a botar puertas en otros países, a capitán o capitana, coronel o coronela, que cumple disposiciones superiores sí o sí y es quien grita a sus subalternos “firmes carajo”: ¡apunten… fuego…1 Daba diez días para inscribirse en la plataforma del Instituto de Control de Drogas (ICD) y obligaba sí o si, a llevar un curso sobre el tema.

Lo refrescante de todo este intento de confundir la función notarial, el principio de rogación, el carácter de asesor neutral y objetivo de todo notario, etc.; (en las universidades serias como la U.C.R era y posiblemente sigue siendo una especialidad dura y de dedicación de muchas horas extras), es que los jerarcas de la DNN y el colegio de los profesionales en leyes dicen ahora que la orden “no constituye una disposición normativa”

No está descartado, por tanto, que a futuro tengamos una “disposición normativa” con nueva retórica insistiendo en el mismo objetivo de incorporar a los notarios y notarias obligatoriamente a tareas que corresponderían a los bancos costarricenses, a los países consumidores de estupefacientes y promotores de terrorismo y a los distintos órganos policiales. De momento, me parece valiente por parte del Colegio y la DNN, tratar de salvar la integridad física de los profesionales, víctimas en muchos países de las bandas y policías corruptas, a que me referiré más adelante.

Si bien es cierto el notario en el ejercicio de las tareas encargadas por el Estado es un funcionario público sujeto al “deber de obediencia”, evidente queda también en la Ley General de Administración Pública que esta sujeción tiene sus límites claramente precisados por aquellos diligentes Padre de la Patria que se quemaron el “coco” desde antes de 1978, dotando de regulación las relaciones entre la administración y los administrados.

El artículo 107.1 de la ley indicada señala que todo servidor público estará obligado a obedecer las órdenes particulares, instrucciones o circulares del superior, con las limitaciones que establece la normativa ut supra. De inmediato nos ordena no obedecer cuando el acto no provenga de un superior jerárquico sea o no inmediato.

Esta excepción tiene que entenderse en estrecha relación con el artículo 108 de la misma ley, cuando nos ordena el deber de desobedecer sí se presentan las siguientes circunstancias: a) Que la orden tenga por objeto la realización de actos evidentemente extraños a la competencia del inferior; y b) Que el acto sea manifiestamente arbitrario, por constituir su ejecución abuso de autoridad o cualquier otro delito.

He de confesar a este paciente lector que toda mi formación profesional es de carácter civilista, desde que estaba en la hoy escuela José María Zeledón de Miramar. Una vez la maestra me metió en un grupo llamado los “Cruz Verde” para que pusiera orden en la fila de niños que recibíamos pan con queso amarillo mandado por la Agencia Internacional para el Desarrollo (antigua y entonces diligente AID de Estados Unidos), me dio un brazalete y una gorrita, diciéndome: “quien se porte mal no tendrá pan con queso”.

Hasta allí llegó mi mandato como flamante “sheriff”. La gorrita me pareció una calamidad, porque dicho símbolo de autoridad y orden había que acomodarlo cada rato en la cabeza, el brazalete me quedaba nadando en el flacucho brazo derecho y, como si fuera poco. me parecía muy cursi; a la vez, en mi inocencia muy adentro de mi, había algo que me castigaba y no sabía qué era, cuando me preguntaba cómo me sentiría sí un compañero con el que religiosamente juego en el recreo grande y hacemos bulla en el aula, se quedara sin su pan con queso amarillo, porque su amigo lo “canto”.

La infiltración de los cuerpos policiales y el intercambio de información sensible de la población civil por parte de policías, militares y mafias deja miles de inocentes de todas las profesiones asesinados en Latinoamérica (F. New York Times).

Reconozco la labor loable de los policías rasos en el combate contra el narcotráfico y el terrorismo. Ellos, como los notarios, nos parecemos únicamente en que no viajamos con caravanas atrás, sirenas, estudios de inteligencia previo a un viaje derivado de los altos cargos ocupados, ni vamos a la casa con chofer asignado, atrás o muy cerca alguien hace de guardaespaldas, ni tenemos anillos de seguridad ni nada de eso. Somos rasos, en eso, solamente nos parecemos.

Por experiencias acaecidas en países vecinos, cuyos gobiernos han tratado arbitraria y sin mayor rigor científico revolver el ejercicio de profesiones liberales con actividades policiacas o militares, sabemos ya como dicho coctel siempre termina en tragedia. Miles de familias destrozadas, cientos de funcionarios públicos, abogados, médicos etc. eliminados y más de un millón de jóvenes víctimas del hambre, porque perdieron su manutención, mientras los burócratas responsables de tales ocurrencias, verdaderamente criminales, salvan de todas responsabilices al Estado, a fin de resguardar sus pellejos.

Durante un reciente juicio en que salió condenado el expresidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, quedó demostrado que el antiguo Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) colombiano -de paso, recordemos que, países de la región fueron asesorados y compraron servicios a él – no solo recopilaba importante información de carácter militar y policiales, sino además compartía sus datos sensibles sobre jueces, periodistas, abogados y funcionarios públicos en general con el ejército, narcotraficantes y paramilitares.

Esto permitió la infiltración de los poderes judiciales, el ejecutivo, el legislativo y casi todas las entidades por las cuales pasó el DAS; y si a ello agregamos el programa espía Pegasus, que en México, por ejemplo, negaron su existencia los gobierno conservadores antes de 2018, sus consecuencias hasta la fecha es una verdadera tragedia para todos los profesionales que ejercieron su trabajo vestidos de civil y sin ninguna capacitación policial.

Me temo que de algún lado vino la orden de enviar al matadero a estos inocentes profesionales esposos, padres e hijos, como parte de una planificada campaña de “sensibilización” sobre la inseguridad en las calles y la violencia generalizada como culpa solamente del narcotráfico y el terrorismo y no producto también del deterioro de las condiciones sociales y económicas defendido por los neoliberales.

A nuestros jueces asesinados, traslados de su región por amenazas recibidas, así como a aquellos abogados y notarios muertos en su función honesta, mi admiración como un simple ciudadano vestido de civil. Nota importante: Este reconocimiento a ellos es a título personal y en ningún caso– quede muy claro – sustituye el lazo negro como agremiados puestos en los edificios correspondientes cada vez que uno de ellos o ella cae, ni el sentido pésame a vuestras familias, seguramente ya recibido de las manos de los jerarcas administrativos.

Costa Rica respalda el plan de Trump para Gaza… ¿y la paz real?

El Gobierno de Costa Rica anunció su apoyo al Plan de 20 puntos de Donald Trump para Gaza y Medio Oriente, presentándolo como un paso hacia la paz. Pero ¿qué hay detrás de esta propuesta?

El Observatorio de Bienes Comunes analiza críticamente cómo el plan:

  • Reproduce lógicas coloniales que silencian la voz del pueblo palestino.

  • Establece una reconstrucción y gobernanza bajo tutela extranjera.

  • Jerarquiza vidas en un conflicto donde los más afectados son las mujeres e infancias de Gaza.

  • Pone en tensión la tradición pacifista histórica de Costa Rica.

Desde una mirada decolonial y educativa, exploramos por qué esta “paz” no garantiza justicia ni autodeterminación.

Lea el análisis completo y forme su propia opinión: https://bienescomunes.fcs.ucr.ac.cr/cuando-la-paz-es-colonial-trump-impone-su-plan-para-gaza-con-el-reconocimiento-de-costa-rica/

Bukele, Chaves, el TSE y la campaña política

Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli

Cuando uno creé que lo ha visto todo, que ya nada lo sorprenderá, algo impensable sucede que nos sacude fuertemente. El pasado miércoles 17 de setiembre en el show habitual del comediante presidencial, se emitió un video del dictador y déspota salvadoreño Nayib Bukele, alabando el gobierno como el que sueña su homólogo en Costa Rica… ¡nos libre Dios!

La alabanza del carcelero salvadoreño Bukele, se fundamentó en que su cuasi discípulo Rodrigo Chaves anunció el financiamiento de la cárcel de seguridad en Costa Rica y la supuesta instalación operativa de los escáneres donados por los Estados Unidos, pero que no pueden operar todavía, por la incompetencia del gobierno. Pero lo verdaderamente grave, lo que no puede permitirse, es que se entrometiera en nuestra campaña política, pidiendo el voto para los candidatos oficialistas, como si fuera un costarricense más.

Tanto el Bukele, que tengo claro no es más que el nuevo dictador salvadoreño, como Rodrigo Chaves, cuyas bacanales mentales lo hacen soñar con ser dictador en Costa Rica; se equivocaron totalmente. El mal imitador de Francisco Morazán debe saber que, de acuerdo con nuestra Constitución Política, como extranjero tiene prohibido participar u opinar sobre nuestros asuntos políticos, pero además, por su pseudo investidura de presidente democrático de otro país, debe respetar las formas y normas de las relaciones diplomáticas internacionales y, como tal, le digo en buen francés: ¡fermé ta goulde!, que en buen tico se podría traducir como: cierra el h… pico.

En el caso de Rodrigo Chaves y sus “bacanálicas” pretensiones de ser dictador, debo recordarle que el jueguito que ha tenido durante tres años y medio de hacer campaña política y ser beligerante a diestra y siniestra, se acabó. Ahora entramos en el periodo oficial de campaña política, y al igual que en las diez y siete campañas políticas anteriores, el gobierno tiene prohibido hacer campaña política como usted, desacatando la ley, lo ha hecho. Se acabó Rodrigo Chaves que, a cada inauguración de obras construidas o iniciadas en otro gobierno, proyectos inexistentes, puentes sobre una acequia o el primer ordeño de una vaca, lleguen sus achichincles ministeriales con Laura Fernández y su teatro de marionetas delincuenciales, disfrazados de candidatos a diputados, a querer participar en sus bacanales de poder. Si, se acabó, y como dicen en lenguaje popular, de ahora en adelante… calladitos más bonitos.

Espero que el TSE, de una vez por todas, ponga orden. Porque con el cuento que solo puede intervenir por posible beligerancia política si hay una denuncia, se ha hecho de la vista gorda en muchos casos que, incluso, fueron denunciados por varios ciudadanos, yo entre ellos, desde hace seis meses; pero quedaron en la gaveta de una ineficiente e inoperante Inspección Electoral, para darle un trato menos rudo del que merece. Y digo lo anterior porque, el artículo 102, inciso 5, de la Constitución Política dice textualmente: “Investigar por si o por medio de delegados, y pronunciarse con respecto a toda denuncia formulada por los partidos sobre parcialidad política de los servidores del Estado en ejercicio de sus cargos, o sobre actividades políticas de funcionarios a quienes les esté prohibido ejercerlas…”. Sí, señores Magistrados, ustedes deben actuar ante denuncias…pero dice el artículo, pero primero y antes que nada investigar por si, o sea por ustedes mismos, por su propia acción, por su propia iniciativa, por su propia decisión, e incluso hilando más fino en la definición del RAE, “por si acaso” hay una acción ilegal de posible beligerancia o parcialidad política. Pero no lo hicieron, escondieron la cabeza como el avestruz; si, eso lo reclamo como ciudadano, y espero que de ahora en adelante asuman su responsabilidad.

Me pueden señalar por hacer este comentario crítico al TSE, órgano que para muchos resulta casi intocable. Personalmente dejé de creer en su infalibilidad hace cuarenta años y he sido crítico de su accionar en varias ocasiones, como consta en varios de mis libros. Creo que son seres humanos, susceptibles de equivocarse, salvo cuando se convierten en simples contadores de votos. Por eso los ciudadanos debemos estar atentos, reclamar nuestros derechos y la manera correcta y eficiente de salvaguardarlos sin miedo, especialmente en unas elecciones que se presentan atípicas.

Los demócratas debemos exigir ya a los candidatos que asuman posiciones firmes, que tomen el liderazgo que el país reclama contra esa banda de mentalidad autocrática que nos quiere robar nuestra democracia liberal, para imponer un régimen de extrema derecha estilo Bukele, Trump o Milei que, por medio de una autocracia electoral acabe de un tajo con nuestro estado social de derecho, las garantías sociales, la educación y cultura para todos, la conservación de la naturaleza y nuestra paz, que es lo que nos hizo grandes ante el mundo.

Si costarricenses, esta elección no es la más importante, es la definitiva; por eso, o nos pellizcamos para despertamos del letargo, y también pellizcamos a los “básicos de Pilar Cisneros y Chaves” para que se den cuenta del engaño sufrido estos tres años y medio, o nos llevará el pisuicas…y su banda.

La crisis de la socialdemocracia: entre la irrelevancia y el olvido

Mauricio Ramírez

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

La socialdemocracia, alguna vez presentada como síntesis entre el marxismo y la democracia liberal, como esa “tercera vía” que prometía un camino intermedio, ha quedado atrapada en un laberinto sin salida desde la proclamación del supuesto “fin de la historia” de 1991. En aquel momento, fue absorbida por el totalitarismo liberal ganador de la Guerra Fría que, disfrazado de pluralismo y falsa horizontalidad, la despojó de su núcleo original: la defensa de las grandes mayorías trabajadoras, campesinas, cooperativistas y de los sectores populares.

De aquel proyecto que aspiraba a constituirse en alternativa real frente al capitalismo salvaje, apenas subsiste una sombra. La socialdemocracia se desplazó hacia un progresismo cultural que, en lugar de reforzar la base social y económica de los pueblos, se volcó a la defensa de agendas propias del liberalismo individualista: la fragmentación de derechos en torno a minorías culturales, la mercantilización del consumo como identidad y una política reducida a gestos y banderas simbólicas. En lo económico, mutó en una versión moderada del neoliberalismo, legitimando la apertura indiscriminada de mercados, la subordinación al capital transnacional y la lógica devastadora de la globalización occidental.

La fórmula tantas veces repetida “abiertos en lo económico y progresistas en lo social”, no es más que un disfraz del neoliberalismo más acérrimo. Se ofrece con un rostro amable, igualitario y moderno, pero en la práctica reproduce la misma concentración de poder en las élites económicas y políticas de siempre, mientras concede migajas de justicia cultural que maquillan la desigualdad estructural.

Sin un retorno a las raíces, a la tradición y a un mestizaje ideológico con lo propio, con la memoria histórica, las formas comunitarias, las identidades populares y los valores autóctonos, como existió en Costa Rica en su momento, la socialdemocracia está condenada a la muerte política. Su alejamiento de los pueblos y la adopción de agendas ajenas a su realidad en nombre del falso progreso, la arrastra a un vacío existencial donde solo prospera el nihilismo: un discurso hueco de inclusión sin sustancia, una socialdemocracia zombi, un progresismo incapaz de transformar, y una economía que perpetúa las cadenas del capital.

Una ideología que no logra arraigarse en la historia concreta de los pueblos, que no dialoga con la tradición ni se mezcla con lo propio, termina por perder vitalidad y horizonte. La socialdemocracia, en su versión actual, ha dejado de ser alternativa para convertirse en mera administradora del mismo sistema que afirmaba combatir. Si no ocurre un retorno a las raíces y una reconciliación con las verdaderas demandas de las mayorías, su destino será la irrelevancia y el olvido.

El capital, mientras tanto, ha sabido estudiar a fondo a sus adversarios históricos y extraer de ellos lecciones para neutralizarlos, incorporando parte de sus banderas como medidas preventivas y desarmando así cualquier posibilidad de cambio real.

Hoy, esta corriente que en su momento fue rebelde debe ir más allá y dejar de creer que con publicar algo en redes sociales o participar en un acto performativo es “hacer resistencia”, mientras la vida material del pueblo se deteriora en todos los aspectos.

La verdadera resistencia no se construye en la virtualidad ni en gestos simbólicos de una curul, sino en la organización concreta, en la recuperación de la soberanía política y económica, y en la reconstrucción de un proyecto arraigado en la memoria del pueblo. Sin ese salto cualitativo, la socialdemocracia seguirá siendo un actor ornamental del sistema que dice cuestionar, destinada a diluirse entre la irrelevancia y el olvido.

¿Nos estamos convirtiendo en un país de “arrastrados”?

Henry Mora Jiménez

En el español costarricense, el adjetivo «arrastrado» o «arrastrada» es un término muy coloquial y bastante fuerte, cargado de un significado negativo.

La característica principal de una persona «arrastrada» es la falta de dignidad, de vergüenza o de auto respeto. Se usa para describir a alguien que se rebaja o humilla a sí mismo por algún interés calculado, para conseguir un beneficio, ganar el favor de alguien o por simple sumisión.

Y claramente, la palabra engloba varias actitudes que se consideran despreciables, como por ejemplo:

  1. Servilismo y adulación excesiva: Es la característica principal. Un «arrastrado» es un «lamebotas» o un «chupamedias». Hace todo lo que le pide otra persona (generalmente alguien con más poder o estatus) sin cuestionar, con tal de quedar bien.
  2. Falta de autenticidad: No actúa por sus propias convicciones, sino por mera conveniencia. Cambia su opinión o comportamiento para coincidir con quien cree que le puede ayudar.
  3. Oportunismo: Se aprovecha de situaciones o se apega a las personas para sacar un provecho, sin importarle los medios.
  4. Sumisión extrema: No defiende su posición ni su dignidad. Permite que lo traten mal con tal de no perder el favor de la otra persona.

Veamos algunos ejemplos de uso común:

En el trabajo: Un compañero que le hace todos los mandados al jefe, le dice siempre que sí a todo (incluso cuando está mal), y le cuenta chismes de los otros empleados con tal de ser el favorito.

En la política: Un persona que defiende ciegamente a un político o partido, ignorando todas sus faltas, solo por fanatismo o porque espera conseguir un puesto o una dadiva.

En la vida social: Alguien que solo busca amistad con gente de dinero o influencia, cambiando su forma de ser para encajar y obtener beneficios.

En una relación de pareja: Una persona que acepta maltratos, infidelidades o faltas de respeto constantes por no tener la voluntad de terminar la relación.

En resumen, llamar a alguien «arrastrado» en Costa Rica es un insulto grave al carácter de esa persona. Es acusarla de carecer por completo de dignidad y de actuar de manera servil y oportunista. Es un término que refleja desprecio hacia la actitud de quien no valora su propia integridad por un beneficio mezquino.

Pero ¿Y qué observamos en la Costa Rica actual?

Diputados y diputadas serviles y acríticos al poder de turno, aunque con sus acciones nieguen radicalmente lo que en el pasado juraron defender; alcaldes y alcaldesas oportunistas que se pasan de bando partidario no por verdadera convicción sino por interés propio; ciudadanos sumisos y sin escrúpulos que avalan la corrupción, los berrinches y las faltas del presidente sin importar su gravedad; medios de comunicación (públicos y privados) y periodistas que venden su imparcialidad al mejor postor; políticos y líderes sociales que cambian de partido como cambian de vestimenta; dirigentes políticos que ya ni se apenan de que sus partidos sean denominados “partidos taxi”; funcionarios públicos que aplauden y ejecutan órdenes evidentemente incorrectas o ilegales con tal de no contrariar al Ministro de turno o a Casa Presidencial; “influencers” que se comportan como verdaderos sicarios de la verdad y defensores de la “post verdad”. Y ni mencionemos el servilismo hacia el gran vecino del norte, que con contadas excepciones siempre nos ha caracterizado.

Como ha ocurrido en otras ocasiones cuando se han normalizado insultos hasta convertirlos casi en cumplidos (recuerdo en especial el término choricero: “soy choricero, y qué?”), Costa Rica transita hoy por un filo de navaja. La gran diferencia y el peligro real radica en que esta vez no se trata de un mote para un grupo, sino de la normalización de «ser un arrastrado» como estrategia política y social válida. Estamos peligrosamente cerca de que la falta de dignidad, el servilismo y el oportunismo -las actitudes que precisamente definen al «arrastrado»- dejen de ser vistos como lo que son: vicios repudiables que carcomen la confianza y pudren el tejido social. Al aceptar pasivamente que políticos, líderes e influencers actúen con una absoluta falta de autenticidad y vergüenza, no solo los normalizamos: les damos un permiso tácito para que sigan destruyendo los cimientos de la sana convivencia en beneficio propio. Esta no es una simple polarización; es la evidencia de una clara decadencia moral que nos degrada como sociedad.

Frente a esto, nuestro rechazo debe ser activo y consciente.

¡No lo aceptemos! Exijamos, como ciudadanos, autenticidad, coherencia y, sobre todo, dignidad en la vida pública.

¡No lo permitamos! Rechacemos con nuestro voto, nuestra voz y nuestra interacción diaria a quienes premian la sumisión y el arrastre.

¡No lo normalicemos! Señalemos y denunciemos la adulación excesiva y la falta de escrúpulos, aunque vengan de «nuestro bando».

Ausencia injustificada de Costa Rica

Freddy Pacheco León

Freddy Pacheco León

La Asamblea General de la ONU es el único foro capaz de reunir a todas las naciones del planeta. Ante ella, cuando un jefe de Estado comparte un mensaje, sus palabras tienen un peso inigualable. Por ello, para muchos de los Estados allí reunidos, la voz de Costa Rica goza de un prestigio muy bien ganado, como sustento de un pueblo amable con mandatarios usualmente decentes, cultos, muy respetados. Pues se reconoce a nuestro pueblo, como, por ejemplo, amante de la paz, identificado con la protección del ambiente y comprometido con la Agenda para el Desarrollo Sostenible, aprobada por aclamación ante la presencia del Papa Francisco. Y es que tan valorada ha sido nuestra Patria, que algunos costarricenses han sido incluso sugeridos para ocupar el alto puesto de la Secretaría General.

Por eso y mucho más, la ausencia injustificada del presidente de Costa Rica en las asambleas generales anuales, sin brindar excusa razonable alguna, sorprende a los que discretamente lo mencionan, pues el nuestro no es un país que antes hubiese buscado aislarse de la comunidad internacional. Al contrario. Para los gobernantes ticos, han sido de especial importancia los lazos estrechos con organismos trascendentales de la ONU, como la Corte Internacional de Justicia, la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, la FAO, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el Fondo de Población, la UNICEF, el Programa Mundial de Alimentos, la Organización de Aviación Civil Internacional, el Banco Mundial, la ACNUR, un Instituto dedicado a la promoción del desarme, la ONU MUJERES y otros más, que en forma conjunta y respetuosa, juegan para Costa Rica, y las otras 192 naciones del mundo, un papel único e irreemplazable de colaboración, cuya existencia depende de la contribución solidaria de todos los pueblos del mundo.

Sin la ONU, mis amigos, reinaría un caos inimaginable en las relaciones internacionales, por lo cual la ONU requiere del apoyo de naciones grandes y poderosas económicamente, pero también de otras naciones, quizá pequeñas, pero poderosas en otros ámbitos, como los que por años se le han reconocido a la Costa Rica que llevamos orgullosamente «en las entrañas».

Con su rechazo a participar, nuestro presidente le hizo daño a su propio país, pues la ausencia no fue la del representante supremo de cualquier «banana republic», gobernada por un sátrapa tropical, sino la de una nación poseedora de una voz humilde, pero con un eco que no se ha quedado dentro de los muros de la sede de la ONU en la ciudad de Nueva York.

Hacemos votos para que nuestro próximo presidente de la República, nos permita aún desde antes de su elección, vislumbrar que sí podremos reconstruir la esperanza que sentimos urgente.