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La soberanía nacional y el Estado Nacional, ¿en peligro?

Movimiento Patriótico por Costa Rica Soberana

La aprobación de la ley 9635, “Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas”, aprobada 3 de diciembre de 2018, entrada en vigencia el 1 de julio de 2019, sienta las bases para la aplicación de la fiscalidad (Consenso de Washington) regresiva, antipopular, contra la estructura del Estado Social de Derecho y de los Servicios Públicos, principalmente en contra de sus principales e icónicas instituciones autónomas y públicas, que son altamente productivas y rentables, solo que su riqueza no se acumula en las pocas manos de empresas particulares, sino es distribuida entre toda la población en lo que se podría denominar capital social, altamente solidario, por tanto, opuesto a la competencia de mercado, ésta sí altamente individualista, que acumula, concentra y centraliza sus utilidades, riqueza, que se extrae del trabajo humano.

La teoría del estado mínimo tesis del neoliberalismo (Hayek, 1938), se empieza a configurar y aplicar desde el decenio de los noventa del siglo XX, (Ley de cogeneración eléctrica, tercerización de los servicios de vigilancia, mantenimiento y limpieza, mensajería, remesas bancarias, entrega de recetas, servicios secretariales en los Ebais, entre otras).

El Tratado de Libre Comercio, TLC, en 2007, la metodología para su puesta en funciones se confirma con la ley 9635 citada, consolida el proceso neoliberal, que permitirá con la estructura jurídica creada, generar otras leyes que continúan desmantelando, destruyendo y socavando los contrapesos que han resistido la avalancha neoliberal; nos referimos a las organizaciones sindicales y sociales, en particular del sector público, con gran mayoría de la denominada clase media, así por ejemplo leyes tales como la de Empleo público, las jornadas 4-3, la ley Anti huelgas, la regla fiscal.

En el presente, están promoviendo la ley de Armonización del Sistema eléctrico, que es una reedición del “Combo del ICE” del año 2000, la venta del Banco de Costa Rica, del Consejo Nacional de la Producción-CNP, la Fábrica Nacional de Licores-Fanal-El Instituto Nacional de Seguros-INS- que como se puede notar contribuyen al erario del Estado en sumo grado.

Los poderes del Estado, sus organismos auxiliares y la Constitución Política

Con el control, mediante la ley 9635 y su regla fiscal y las leyes anti laborales, el gobierno actual ha logrado debilitar la movilización popular, la protesta y mediante la utilización de un discurso contra la clase trabajadora, de manera particular del sector público, fuerte contingente de la denominada clase media, como apuntamos líneas arriba, lanzando una serie de epítetos engañosos, considerando a dicho sector como la causa de todos los males económicos, financieros y sociales que enfrentan las familias más pobres del país, con un afán de dividir el movimiento popular y desplazar esa fuerza laboral al sector privado, desarticulando los servicios públicos esenciales para el desarrollo social, que caerán en manos privadas.

Con la ley Jaguar, el gobierno actual pretende, mediante una nueva constitución, desplazar la actual, romper y debilitar la estructura de la división de poderes, convertir a la Asamblea Legislativa en un instrumento bajo el control presidencial, igual que el poder judicial; los órganos auxiliares tales como la Contraloría General de la República, Procuraduría, Defensoría de los Habitantes, jugarían un papel secundario sin poder de vigilancia ni control. El ataque sistemático al Sector primario de la economía, con el fin de que desaparezca, (arroceros, cafetaleros, ganaderos-areteo-), ha sido una política del gobierno.

Como corolario de lo anterior, con la llegada al poder de Donald Trump y en concreto la visita del secretario de Estado Marco Rubio, desaparece la poca credibilidad de gobierno en democracia y soberanía nacional. El presidente Rodrigo Chaves R, acoge, de forma indecorosa, los planteamientos del enviado de la Casa Blanca, que incluye medidas de coerción a funcionarios que negocien con la República Popular China, en especial en el caso Hawei y 5-G, en un escenario muy particular, el asunto de la “ciberseguridad”; oprobiosa postura, que además de impositiva, violenta la soberanía del país.

En línea con lo anterior el cuadro se completa con la anulación de visas a dos legisladoras nacionales, por parte del gobierno de los Estados Unidos. Esto representa una afrenta diplomática, una intromisión en los asuntos internos de las naciones y rompe con el principio de autodeterminación de los pueblos, además, para Costa Rica, representa una flagrante violación a nuestro principio de país pacífico y pisotea la proclama de Neutralidad perpetua activa y no armada de Costa Rica, dado que dichas iniciativas y otras como la fabricación de microchips, (tecnología para la guerra), que puede generar conflictos y deriven en bélicos, aunque inicialmente se presente como fabricación tecnológica para el desarrollo económico nacional.

Exhortamos a la ciudadanía costarricense a manifestar su descontento y desaprobación, ante la blanda y laxa posición asumida por la presidencia de la República, ante las declaraciones del secretario de Estado de los Estados Unidos, así como las negociaciones para la instalación de fábricas de los microchips y por la anulación de las visas a dos diputadas de la república de Costa Rica.

A las señoras diputadas reiteramos nuestra admiración por su valentía y gesto soberano, ante lo ocurrido.

Instamos a nuestra Asamblea Legislativa, como primer poder, a tomar medidas para que lo anterior sea revertido, es una vergüenza a nivel nacional e internacional el grado de sumisión en que ha caído el gobierno de la república. “Sepamos ser libres, no siervos menguados, derechos sagrados la patria nos da” (Himno al 15 de septiembre de 1883, letra de Juan Fernández Ferraz, música de José Campabadal y Calvert).

P/ Movimiento Patriótico por Costa Rica Soberana:

Mainier A. Barboza Soto, Gerardo Quirós Jiménez, Fabio Villalobos Campos, Rafael A. Sánchez Rojas, Luis Alberto Rojas Fallas, Juan Rodolfo Leiva Peña, Alexander Cortés Campos, Bernardo Corrales Briceño, Francisco Cordero Gené.

El presidente Trump, ¿realidad inevitable?

Vladimir de la Cruz

No podemos negarnos a no ver la realidad. El presidente Trump es una realidad. El presidente Trump ha movido el mundo político, el mundo geopolítico, el mundo comercial y de las transacciones, el mundo militar y bélico, donde se encuentran importantes conflictos militares que alteran, en muchos aspectos la paz mundial deseada y la seguridad internacional también ansiada, el mundo de los migrantes, y el mundo geográfico, entre otros aspectos de su agenda presidencial.

En el mundo político porque se presenta, como bien lo ha llamado uno de sus representantes diplomáticos en Europa, el nuevo Sheriff mundial, obligado a mantener el orden y la aplicación de sus propias sentencias o decisiones ejecutivas, para mantener la paz, como también se pinta él mismo, en su comarca, como lo hacían antiguamente los representantes de la realeza inglesa, solo que él ve su comarca como todo el planeta. Su plantón como Sheriff no se ha hecho esperar en distintos escenarios: América Latina, Centroamérica, Medio Oriente, Europa y la República Popular China.

En el mundo geopolítico porque sus decisiones alteran las situaciones de la propia presencia de los Estados Unidos en organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, OMS, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, donde ha amenazado con retirarse y donde ha obligado a que sus socios militares asuman un papel más beligerante, en el mantenimiento financiero de esa organización militar. También por sus amenazas de ocupar militarmente Panamá para apropiarse del Canal de ese país, o de apropiarse de la Franja de Gaza para impulsar allí, expulsando a su población palestina a los países vecinos, un importante proyecto turístico, comercial e inmobiliario, o por la imposición que está haciendo sobre Ucrania para apropiarse de las llamadas “tierras raras”, exigiéndolas como compensación por las millonadas de dólares que le han dado para su actividad militar en el conflicto ruso ucraniano. También por declarar que Groenlandia y el Artico, el Polo Norte, son parte de su seguridad nacional, enfrentándose a Dinamarca y Rusia, que han hecho valer sus derechos internacionales y soberanos en esas regiones.

En cuanto a su relación con la Rusia capitalista, del presidente Putin, no está muy clara aún, de cuál es el papel geopolítico que quiere jugar. Pero, señalar de manera muy clara, como lo ha afirmado recientemente, que Rusia no es la culpable de la guerra de Ucrania y que Zelenski, el presidente ucraniano, es un dictador que gobierna sin procesos democráticos, y que en Europa no hay un buen ejercicio de libertades, especialmente de expresión o de prensa, ha provocado una reacción muy fuerte de algunos de los presidentes europeos, moviéndoles las entrañas a los otros.

En el mundo comercial y de las transacciones internacionales por cuanto exige, desde su punto de vista, modificar cualquier relación de intercambio comercial que tengan los Estados Unidos, de manera que su balanza comercial de pagos les sea favorable. Así se ha enfrentado a sus países fronterizos, Canadá y México, y amenaza suspender Tratados Comerciales con algunos países, como Nicaragua. En este caso, me parece que no altera en nada al Tratado de Libre Comercio de Centroamérica, Estados Unidos y República Dominicana, porque este Tratado se discutió país por país con Estados Unidos, y luego se unieron los tratados aprobados en un solo documento.

República Dominicana se unió seis meses después de que lo habían aprobado los países centroamericanos. Así, siendo un tratado entre dos partes, si una lo quiere modificar o salir del mismo, inicia su proceso legal para dar por terminado ese tratado o dejarlo inactivo. En este caso si Trump rompe su Tratado Comercial con Nicaragua, no altera en nada los tratados firmados por los otros países en el marco de ese Tratado de Libre Comercio de Centroamérica, Estados Unidos y República Dominicana.

En el mundo militar y bélico por cuanto desde antes de asumir la presidencia de los Estados Unidos, siendo candidato, ya había advertido que él terminaría con la guerra de Ucrania. Sus decisiones en este sentido, y sus reuniones con Rusia, sin tomar en cuenta a Ucrania y a la Unión Europea en las conversaciones orientadas a acabar con el conflicto, parecieran orientarse a acabar con la guerra en pocas semanas, y quizá le den el Premio Nobel de la Paz por ello. Si se lo dieron a Obama, sin saber por qué se lo dieron, perfectamente se lo pueden dar a Trump por este acuerdo que conduzca a acabar con este nudo bélico militar. Según Trump si Ucrania en tres años de conflicto no buscó la paz en un proceso de negociación no tiene por qué hacerlo en este momento, en la iniciativa que él propone.

En el mundo de los migrantes porque está imponiendo, como un gran negocio, la expulsión y devolución de migrantes, de Estados Unidos a otros países, independientemente de las regiones de su procedencia. El negocio es la trata de migrantes, como se realizó en el pasado la trata de negros, o la trata de blancas, como se les ha llamado a los negocios de comerciar esclavos negros o mujeres y niños, que también son objeto de ese negocio.

Hoy es el negocio de la Trata de Inmigrantes, del cual Costa Rica no ha escapado de las políticas comerciales de Trump en ese sentido. Primero, por la imposición y sometimiento del gobierno a las decisiones de Washington, en lo comercial, en lo político y, ahora, con los migrantes.

En un país como Costa Rica, con una imagen de narco Estado, con un narco gobierno que lo dirige, no es de extrañar que la trata de inmigrantes sea parte de este proceso de negociaciones entre grupos mafiosos, que hacen, desde el gobierno, fuera de él y con el gobierno, un gran negocio comercial y económico con las migraciones, tan solo con su traslado, pero también con el mantenimiento que hay que darle a esos grupos de migrantes, más allá del apoyo que disfrazadamente pueda dar la Comisión Internacional de Migraciones.

En el mundo geográfico Trump ha provocado un sismo de denominaciones y de reconocimientos geográficos. El más importante, por su impacto regional en el continente americano, es el de denominar al Golfo de México, que es un mar semicerrado del Atlántico Norte, como Golfo de América, situación que ya ha tenido sus impactos internacionales por cuanto ya ha empezado a reconocerse de esa manera, en organismos que tienen que ver con esos reconocimientos, partiendo de que los países son los que denominan sus territorios y extensiones.

Cuando Trump señaló esa denominación en su primera reacción fue decir que el nombre Golfo de México alcanzaría solo la plataforma marina, que es una región o zona que se proyecta hasta donde se producen las profundidades marinas a más de 200 metros. Sin embargo, los países, entre ellos Estados Unidos tiene una proyección mayor sobre la llamada Zona Marítima, que internacionalmente reconoce aguas interiores, costeras, el mar territorial, el lecho y subsuelo como el espacio aéreo sobre esa zona marítima, que también se entiende como una zona económica, la plataforma continental y de alta mar que alcance hasta 200 millas. Esta zona marítima terrestre es parte del patrimonio nacional de cada Estado y por ello también se considera inalienable e imprescriptible. Son las áreas del océano sujetas al poder de la autoridad estatal que así las defina.

En cuanto a la denominación que han hecho Trump, que se le reconoce por parte de algunos organismos de proyección internacional, probablemente provoque discusiones de límites marítimos entre Estados Unidos, México y Cuba.

La definición del Golfo de América que ha hecho Trump incluye las aguas que tocan sus costas, “proyectándolas” a todas las costas de lo que se ha llamado Golfo de México, que incluye las costas mexicanas, aunque esto ya lo están cuidando en la elaboración de los nuevos mapas con esta denominación, fragmentando el conocido Golfo de México en dos, el “Golfo de América” con proyección de las costas de los Estados Unidos y el “Golfo de México” con la proyección de las costas de México. En cuanto a la proyección de las costas solo de los Estados Unidos, y no solo de los Estados Unidos Mexicanos, como se llama oficialmente México, se incluyen las llamadas zonas del Mar Territorial, la Zona Contigua, la Zona Económica Exclusiva y la Plataforma Continental, aspectos que ha alterado la nueva denominación que ha impuesto Trump.

En el caso costarricense tenemos alrededor de 52.000 kilómetros cuadrados de superficie terrestre, pero por poseer la Isla del Coco, como parte de nuestro territorio, tenemos un mar territorial y una zona exclusiva de 550.000 kilómetros cuadrados. En el caso costarricense tenemos para la información del querido lector, de acuerdo, a la profundidad del mar, la zona litoral que es la línea de costa tanto en el Pacífico como en el Caribe, la zona sublitoral que alcanza hasta los 200 metros, la zona batial que comprende de los 200 a 3000 metros de profundidad, la zona abisal que alcanza las profundidades de 6000 metros y la zona hadal que va más allá de los 6000 metros. A esto agregamos los conceptos que usamos para la administración y regulación con la finalidad de conservación o preservación, como regiones protegidas. También se tienen los conceptos de aguas costeras, aguas abiertas, aguas profundas, las áreas de los arrecifes de coral. Como zonas de navegación también hay denominaciones que se conocen como la zona ilimitada, que incluye todas las aguas navegables, la zona de navegación hasta un máximo de 60 millas de la costa, la zona de navegación hasta un máximo de 25 millas de la costa, y la Zona de navegación hasta un máximo de 12 millas de la costa. Sobre todo, este espacio Costa Rica ejerce su soberanía y control.

Recordemos que el Golfo de México se denominó de esa manera en 1550, antes de que existieran los actuales Estados Unidos, y que se establecieran en la costa este de América de Norte los colonos ingleses, que con su separación de Inglaterra llegaron a constituir los Estados Unidos de América, como realmente se define la nación estadounidense. Igualmente, su nombre se asocia a la presencia de la cultura autóctona mexica, que se desarrolló en el Valle de México en los siglos XIV, XV y XVI, siendo la cultura dominante a la llegada de los españoles.

El nombre de México seguirá usándose para los mexicanos, centroamericanos, caribeños y latinoamericanos, salvo que sus gobernantes, por imposición de Trump, los obliguen a referirse de la nueva manera, aunque la plataforma de búsqueda electrónica Google haya cambiado el nombre a Golfo de América.

Hay que estar atentos a que en los planes educativos del Ministerio de Educación no se use esa nueva denominación, que ha impuesto Trump para el Golfo de México.

La denominación que impuso Trump alcanza hasta las aguas que limitan con Cuba y México. La razón de Trump para cambiar el nombre ha sido la de que es parte de la fortaleza, la grandeza y la vitalidad económica de los Estados Unidos. También ha tomado en cuenta que de la superficie total de las aguas del Golfo de México, que es de alrededor de 1.5 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales Cuba tiene una proyección de un 7%, México un 33% y lo Estados Unidos un 60%. Probablemente Trump quiera proyectar su extensión sobre el Golfo de México a la llamada Sonda de Campeche que es una de la regiones más importantes de petróleo dentro de la Zona Económica Exclusiva de México, que podría verse amenazada por la nueva denominación que hace Trump del Golfo de México.

La modificación que ha hecho Google es solo para los usuarios de los Estados Unidos, porque así lo impuso Trump para las agencias federales de esa nación.

No conozco todavía si la Comisión de Nombres Geográficos, de las Naciones Unidas, que es la que supervisa oficialmente, a nivel internacional, los nombres y sus cambios de los accidentes geográficos, como es este caso del Golfo de México, ha aceptado los cambios impuestos por Trump.

En los mapas continentales debiera empezar a utilizarse las denominaciones: Estados Unidos de América, Estados Unidos Mexicanos, República Federativa de Brasil, para señalar que son repúblicas constituidas por varios estados bajo un mismo modelo político federal. Así se evita que, en el caso de México, y de los actuales Estados Unidos, la imagen que se usa de “Estados Unidos de América”, comprenda a todos los Estados del continente. No vaya a ser que a Trump se le ocurra ampliar sus horizontes…

Del monroísmo al trumpismo, ¿una nueva Doctrina del Imperialismo en el siglo XXI, The Donroe Doctrine?

Vladimir de la Cruz

Eran los días finales del colonialismo español en América, cuando en el Caribe el quinto presidente desde su Independencia, quien había participado en las luchas de la separación de las colonias británicas en el norte de América. Le tocó debatirse entre el esclavismo y el abolicionismo que se daba en el expansionismo hacia el oeste de las 13 colonias.

La esclavitud se había afincado en los estados sureños, con una economía basada en la producción de algodón. La expansión hacia del oeste se hacía de manera equilibrada, un estado en el sur, otro en el norte, para garantizar equilibrio en el Senado, señalando el paralelo 36°30′ N como la frontera de la esclavitud entre los estados en desarrollo.

La lucha anticolonial española y por su independencia facilitó que España no pudiera defender los territorios de la Florida, que había sido invadida por colonos ingleses, por lo que terminaron los españoles vendiendo la Florida por 5 millones de dólares.

El dilema para la naciente Federación Americana era el reconocimiento de las naciones independientes de Hispanoamérica, en el período 1817-1825, cuando el presidente James Monroe ejercía su mandato. España se debatía en la restauración absolutista. La Constitución de Cádiz de 1812, que había sido suspendida entre 1814 y 1820, de nuevo había sido establecida este año.

Para el presidente Monroe, España no estaba en condiciones, como efectivamente sucedió, de recuperar sus colonias, por lo que impulsó misiones diplomáticas hacia Chile, Argentina, entonces llamada La Plata, Perú, México y la Gran Colombia, de acercamiento político y económico.

En los días iniciales de la lucha independentista latinoamericana, el imperio inglés enfrentó a España, en 1806 y 1807, en el Virreinato del Río de la Plata, tratando de segregarlo de España. Inglaterra en esos años vivía un período de guerras con España, prolongado desde 1804 hasta 1809, aprovechado por Napoleón para su invasión en España desde 1808 hasta 1814, que enfrentó también a Inglaterra con Francia.

En este contexto geopolítico, Inglaterra consideraba los territorios de Hispanoamérica, desde una perspectiva estratégica y de gran importancia económica. La invasión inglesa en el Virreinato del Río de la Plata en 1806 permitió la ocupación de Buenos Aires y en 1807 la de Montevideo.

Inglaterra, desde esta perspectiva, a pesar de haber perdido sus 13 colonias, disputaba territorios con España, Portugal y Francia. Cuando no pudo dominar las regiones, las reconoció en época independiente, lo que llegó a preocupar a los Estados Unidos.

Inglaterra desde el siglo XVIII había visualizado a Sur América como un objetivo para desarrollar colonias, lo que facilitó en este mar de contradicciones que Francisco Miranda actuara ante Inglaterra buscando apoyo para la lucha emancipadora de las colonias españolas.

Las invasiones inglesas contribuyeron al desarrollo de la Revolución de Mayo, de 1810, en Argentina, replanteando la estrategia inglesa sobre la región. La división del imperio colonial español, Inglaterra quería aprovecharla en su beneficio económico, lo que fue obstaculizado por el embargo estadounidense a productos ingleses que impuso hacia 1812, que no pudiendo dominar los territorios facilitaron financiamiento para las luchas independentistas.

Frente a ese interés británico, que seguía existiendo, el presidente Monroe elaboró su estrategia para evitar que los europeos no pudieran invadir el continente ni desarrollar otras colonias. Así, lanzó su frase “América para los americanos” de manera ambigua, insinuando la defensa de los procesos de independencia que ya eran exitosos y los que todavía estaban en marcha de las colonias hispanoamericanas, al mismo tiempo que proyectaba la exclusividad de la presencia de los Estados Unidos, de manera dominante, en el continente americano.

Así surgió lo que se ha conocido como la Doctrina Monroe, que ha justificado la intervención directa de los Estados Unidos en diversos lugares del continente, desde que así fue lanzada esa frase en 1825.

América Latina aun así, desde el siglo XIX, ya independientes la mayoría de sus regiones y países, fue intervenida por ingleses, españoles, franceses, alemanes y por los dinamarqueses, que desde aquel siglo se apoderaron de Groenlandia.

Una respuesta inmediata a estas políticas imperialistas y neocolonialistas de inicios del siglo XIX, fue la convocatoria del Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, orientado a tratar de lograr la unión de los nuevos estados independientes, en una gran Confederación. El Congreso fue convocado por Simón Bolívar el 7 de diciembre de 1824, cuando estaba en Lima, Perú.

En el Congreso de Panamá estuvieron presentes Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, representadas por la República Federal de Centroamérica, ya existente desde 1824, México y Perú. Las Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile y el Imperio del Brasil, no mostraron interés en participar. Gran Bretaña y los Países Bajos participaron con un observador. Las Provincias Unidas del Río de la Plata y Bolivia no participaron por problemas internos y contradicciones políticas que enfrentaban. Tampoco Chile porque su gobierno no simpatizaba con Bolívar. Los Estados Unidos no se hizo presente por presión de los estados sureños esclavistas. Paraguay no fue invitado al Congreso por el aislacionismo que impulsaba su presidente Gaspar Rodríguez de Francia. Del Congreso de Panamá, en los años siguientes se desarrolló el panamericanismo.

Inglaterra aprovechó su presencia para fortalecer acuerdos comerciales.

La Doctrina Monroe facilitó de esa manera el expansionismo de los Estados Unidos, que amplió sus fronteras hacia el oeste y limitó la intervención europea en el continente.

La preocupación de los Estados Unidos, después del Congreso de Viena, 1814-1815, en Europa, era el resurgir de los imperios coloniales proyectados en Hispanoamérica, cuando las monarquías de Prusia, Austria y Rusia, que formaban la Santa Alianza simpatizaban con la idea de que España fortaleciera sus dominios en América donde estaba debilitada por los procesos de independencia. De igual modo, la Doctrina Monroe neutralizó las acciones políticas de la Santa Alianza y a la misma Inglaterra.

A la Doctrina Monroe, como gran correlato, como complemento, se desarrolló en los Estados Unidos la llamada Doctrina del Destino Manifiesto, que justificó su expansión por toda la parte norte del continente, considerando que los Estados Unidos era una “nación elegida”.

Así, en el contexto de la Doctrina del Destino Manifiesto se dio la guerra de Estados Unidos contra México para anexar, por la vía del robo, la ocupación y compra, los territorios de Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado, desde la década de 1840. Justo en la incorporación de los territorios de Texas y Oregón el entonces presidente James Polk revivió la Doctrina Monroe, como se validó esa doctrina en los avances filibusteros en Centroamérica en la década siguiente.

La esencia de la Doctrina Monroe también descansaba en mantener la idea de que ninguna potencia europea tuviera más influencia y dominio que la de Estados Unidos en la región, aspecto que el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, agita constantemente enfrentando especialmente la presencia de la República Popular China.

Se dio también la presencia de los filibusteros norteamericanos en Centroamérica, llegados a Nicaragua en 1855 y expulsados de Centroamérica en 1857, con intentos posteriores de regresar hasta que su líder William Walker fue fusilado en Honduras en 1860. En esta década Estados Unidos se proyectaba dominantemente sobre República Dominicana, pretendiendo el control de la Bahía de Samaná.

En el siglo XIX Estados Unidos con sus políticas de las Doctrina Monroe y del Destino Manifiesto no pudo impedir la presencia de potencias europeas de la época en el continente, Inglaterra en la Malvinas, en 1833, Francia en Argentina en 1839 y 1840, Inglaterra y Francia en el Río de la Plata, desde 1845 hasta 1850, España en República Dominicana desde 1861 hasta 1865, Francia en México desde 1862 hasta 1867, y la ocupación inglesa de la Mosquitia caribeña y de la región de la Guayana en Venezuela, en la zona de Esequiba, desde 1855.

En 1880 el Caribe y Centroamérica se consideraban parte de la región de influencia exclusiva y casi única de los Estados Unidos, como lo esbozó el presidente de los Estados Unidos, Rutherford Hayes, cuando dijo: “«Para evitar la injerencia de imperialismos extra continentales en América, los Estados Unidos deben ejercer el control exclusivo sobre cualquier canal interoceánico que se construyese», diseñando su proyección en el Canal de Panamá, cuando apreciaba la salida de los franceses de esa región. Roosevelt en 1904 igualmente afirmó que ante la amenaza de algún país europeo que pusiera en peligro los intereses de los Estados Unidos, estaban en la obligación de intervenir en ese país para “reordenarlo” restableciendo los derechos y el patrimonio de sus empresas. El presidente Trump no ha ido muy lejos en su lenguaje al referirse de cómo recuperar el canal de Panamá, incluso amenazando con una intervención militar, ni tampoco ha estado lejos cuando somete a los actuales presidentes centroamericanos a una alianza con su gobierno, señalándoles las ventajas de esa relación, como hizo el vicepresidente Vance con el presidente de Costa Rica, que lo llamó su aliado más seguro contra la presencia de la República Popular China.

A partir de Roosevelt, al inicio del siglo XX Estados Unidos impuso una nueva era de colonialismo y de intervencionismo político y militar directo de gran escala en todo el continente y donde tuviera necesidad.

Igual fue la guerra Hispanoamericana desde 1898, con la intención de apoderarse de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.

Parte de este proceso fue intervenir en la separación de Panamá de Colombia para impulsar la construcción del Canal de Panamá y apropiarse de ese país.

La Enmienda vigente hasta 1934, impuesta por los Estados Unidos a Cuba en 1901, como apéndice a su Constitución Política, la de Cuba, le dio facultades para una ocupación militar imponiéndole restricciones soberanas, dándole control sobre la política interna, la externa y la económica de la Isla. De allí surgió la imposición de la Base Naval militar de Guantánamo desde 1903.

A finales del siglo XIX se desarrolló la fase económica superior del capitalismo, el imperialismo, cuando el desarrollo de la revolución industrial condujo a una lucha por la apropiación y control de áreas de materias primas estratégicas, de regiones de mano de obra barata y de países donde colocar los productos de esa forma elaborados. Empresas de nuevo tipo se desarrollaron, carteles, monopolios, oligopolios, trusts. El núcleo fundamental de este desarrollo y la disputa por las áreas de materias primas fue el desenlace de la I Guerra Mundial.

De esta guerra salió fortalecido los Estados Unidos. También surgió la primera república socialista soviética, con la Revolución Rusa de 1917, marcando a partir de entonces el siglo XX como el siglo del enfrentamiento Capitalismo-Socialismo, situación que llegó hasta 1991, con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que habían surgido como federación en 1922.

Con el desenlace de la II Guerra Mundial, a su término, se constituyó un Sistema Mundial Socialista en el cual una docena de países europeos se sumaron a la construcción política socialista, fortaleciendo más esa división internacional ya surgida y desarrollando nuevos niveles de contención contra el avance del socialismo y el comunismo. A ello se sumaba la lucha de la revolución China, la independencia de la India y el desarrollo de las luchas anticoloniales a nivel mundial, que caracterizaron las décadas siguientes a la II Guerra Mundial, de manera que en 1945 la constitución de las Naciones Unidas tuvo 52 países fundadores y hoy tiene 193 países, la inmensa mayoría surgidos de la lucha anticolonial.

El fracaso de la construcción francesa del Canal de Panamá fue aprovechado, en esas nuevas condiciones internacionales, lograda la Independencia de Panamá de Colombia, en 1903, de visualizar por parte de los Estados Unidos, de nuevo, la construcción del Canal en el istmo centroamericano. Hoy se plantea en boca del presidente Trump la necesidad de controlar al 100% la administración del Canal y de mantener nuevamente la zona de exclusividad territorial que tenían antes de 1999, como de ejercer el control administrativo de los cinco puertos que gravitan alrededor del Canal, para ejercer igualmente el control de las tasas de pago por el paso del Canal.

Ese territorio fue controlado por Colombia, desde que Panamá se independizó en 1821 de España, inmediatamente porque se agregó a la Gran Colombia, hasta que en 1903, Panamá se independizó de Colombia.

El interés por la construcción del Canal, en Panamá, lo tuvieron Francia y los Estados Unidos. Francia intentó construirlo en 1881, fracasando por una serie de problemas empresariales y por la ingeniería diseñada. Los Estados Unidos empezaron a participar en el proyecto de la construcción del Canal, en 1904, recién declarada la separación de Panamá de Colombia.

El 3 de noviembre de 1903 se dio la separación panameña de Colombia, con apoyo de los Estados Unidos y del presidente Theodore Roosevelt, que firmó el Tratado Hay-Bunau Varilla que facilitó la construcción del Canal que se inauguró el 15 de agosto de 1914.

Con este Tratado Estados Unidos le impuso a Panamá los derechos posesorios a perpetuidad del Canal con una zona de ocho kilómetros a ambos lados del canal, bajo su dominio, a cambio de un pago de 10 millones de dólares y de una renta anual de 250.000 dólares. Consecuencia de los cambios operados con la derrota del nazifascismo en la segunda II Guerra Mundial, Estados Unidos hizo de esa zona un emplazamiento de bases militares para un mejor control político de los países latinoamericanos, estableciendo allí el Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos, que tenía que velar por la planificación de contingencia, operaciones, y la cooperación de seguridad para América Central y del Sur, el Caribe

El Tratado Hay-Bunau Varilla fue firmado por el francés Phillippe Bunau y John M. Hay, ninguno de ellos panameño. Bunau lo hizo en nombre del gobierno naciente en 1903, de Panamá. John M. Hay era el Secretario de Estado de los Estados Unidos. A Bunau se le nombró luego Ministro Plenipotenciario de Panamá en Estados Unidos.

Con el inicio del siglo XX se desarrolló por parte de los Estados Unidos la Doctrina del Gran Garrote, The Big Stick, impulsada por el presidente Theodore Roosevelt, 1901-1909, quien dirigía el Departamento de la Armada, durante la guerra hispanoamericana, 1898-1902, que le dio control sobre Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.

La Doctrina del Gran Garrote fue dominante en la política exterior de los Estados Unidos hasta 1939. Esta doctrina se impuso en las relaciones internacionales de los Estados Unidos, especialmente en el Caribe.

El presidente Roosevelt hizo circunnavegar el mundo con la llamada Gran Flota Blanca para mostrar el poderío de la nación norteamericana, y ponerla a jugar un papel en la finalización de la guerra ruso japonesa, que le valió el Premio Nobel de la Paz.

La Doctrina del Gran Garrote se caracterizó por justificar que los Estados Unidos podían intervenir en cualquier parte del mundo para defender sus intereses, lo que le justificaba incluso intervenir en asuntos internos de los países.

La Doctrina de Gran Garrote se proyectó principalmente en los países latinoamericanos y especialmente del Caribe. El Gran Garrote era por el fortalecimiento naval que tenía. Todavía la aviación militar ni comercial se había desarrollado. A ello acompañaba el papel del control que tenía o que podía influir de los medios de comunicación, de los periódicos, de la opinión pública, que cobraban auge.

En el Caribe y en Centroamérica la política del Gran Garrote se complementó con el desarrollo de las grandes inversiones monopólicas, especialmente en el campo de la agricultura como fue el de las plantaciones bananeras, que con la constitución de la United Fruit Company, en 1899, por el peso e influencia que tuvo en la vida política interna de las naciones centroamericanas, les dio apellido, paternidad y maternidad, las Bananas Republics o Repúblicas Bananeras, donde esta empresa ponía y quitaba presidentes, ponía y quitaba dictadores y militares gobernantes, controlaba Congresos legislativos y Cortes Supremas de Justicia.

La presencia de estas empresas y de la política del Gran Garrote dio origen a los movimientos antiimperialistas en todo el continente americano, con mucha fuerza en las primeras décadas del siglo XX,

En su diplomacia del Gran Garrote, el presidente Roosevelt además de sus fortalezas militares, le daba importancia a las relaciones diplomáticas y al cuidado con sus interlocutores de manera que en su relación no parecieran derrotados, debilitados o sometidos ante él.

La nueva política de dominación de Trump no se distancia en nada de sus antecesores, en la conceptualización de dominación mundial que quiere ejercer. La doctrina Monroe fue un diseño de una visión global de dominación.

La Doctrina de Gran Garrote se hizo sentir en el Caribe desde diciembre de 1902 cuando Alemania, Inglaterra e Italia bloquearon el puerto de Maracaibo, en Venezuela, en que Estados Unidos les impuso un arbitraje ante el Tribunal de la Haya.

La derrota de España en 1898 por parte de los Estados Unidos rearticuló alianzas, en ese momento, de algunos países latinoamericanos con europeos.

Frente al intervencionismo norteamericano no hay posibilidad real de detenerlo si se quiere imponer por la fuerza en el continente americano. La alianza de Estados Unidos con Inglaterra, en 1982, con motivo de la ocupación inglesa de las Malvinas, puso en evidencia que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, de las naciones latinoamericanas, en la Organización de Estados Americanos, OEA, que no pudo invocarse a favor de Argentina, es letra muerte para la defensa de los intereses de los países de la OEA, si se ponen en juego los intereses imperiales.

La nueva política global de Donald Trump, de un nuevo Garrote, que marca gravemente sus intereses en sus relaciones internacionales, específicamente en el campo económico, de los tratados de comercio y de sus relaciones militares es un hecho real. Las visitas de sus enviados de gobierno, a modo de procónsules, tanto a países latinoamericanos como europeos, es muy clara. Se está con él o contra él. Se hace el mundo o se rehace bajo su visión, siguiendo a Lincoln de que la mejor esperanza de La Tierra es con los Estados Unidos.

Las políticas intervencionistas y militaristas fueron el sello de las relaciones internacionales de los Estados Unidos en el siglo XX y durante el siglo XXI, donde han continuado y se diseña actualmente el andamiaje de las relaciones internacionales bajo la “Doctrina Donroe”, la del bicentenario de la Doctrina Monroe.

 

Artículo publicado en la revista internacional MEER. Compartido con SURCOS por el autor.

El “proyecto jaguar” de la electricidad

Luis Paulino Vargas Solís

El proyecto de ley número 23.414, llamado de “Armonización del Sistema Eléctrico”, es, en realidad, un “proyecto jaguar” de la electricidad: tan chapucero como lo eran los “proyectos jaguar” del presidente Chaves y, por lo demás, un adefesio y un mamarracho similares.

Voy a sintetizarlo en 10 puntos:

1. Al modo de premisa de base, una precisión importante: el servicio de electricidad es de grandísima importancia estratégica: para el eficaz funcionamiento de la economía, para la promoción de formas equilibradas de desarrollo y desde el punto de vista de la calidad de vida de la población. Por lo tanto, es deseable y necesario que este sector se regule con base en políticas de Estado, o sea, políticas que den lugar a una planificación integral y de largo plazo, libre de influencias politiqueras cortoplacistas y sin intrusión de intereses privados localizados.

2. Puede que el sistema actualmente vigente no cumpla a plenitud con esas condiciones. Necesitamos mejorarlo, sobre todo para blindarlo de cualquier influencia politiquera cortoplacista, pero de ninguna manera se debe desmantelar, como se pretende en este proyecto.

3. Este proyecto tiene tres defectos fatales: subordina el desarrollo del sistema eléctrico a los antojos y ocurrencias del gobierno de turno; lo hace vulnerable a los intereses de las empresas privadas que participen en este negocio; y lo subordina a criterios de mercado, o sea, a criterios cortoplacistas de rentabilidad privada.

4. Los mecanismos de planificación que se incorporan son débiles, laxos e imprecisos. Se habla de “planificación indicativa” y a la hora de explicar qué se entiende por tal cosa, se recurre a la siguiente estratagema: a) explícitamente se indica lo que no es (artículo 13), definido de acuerdo con las mejores conveniencias privadas; b) pero cuando se trata de definir lo que sí es, se recurre a abstracciones vaporosas e inaprensibles, haciendo imposible saber de qué va realmente la cuestión.

5. Aparte la vaguedad, esa “planificación indicativa” viene a ser un gatito (que jamás un jaguar) destentado: nada obliga a los actores participantes en el mercado eléctrico a acatar lo que se “indique”, con lo que, al cabo, el asunto viene siendo “un saludo a la bandera”, una bocanada de humo en el viento. Las cosas quedan libradas a la voluntad, anónima y caótica, del mercado.

6. Una vez que se separa el grano de la paja, lo que tenemos es un sistema regido por criterios cortoplacistas de rentabilidad. Eventualmente esto provocaría un desarrollo desordenado proclive a la creación de sobrecapacidad instalada, que tendría indeseables consecuencias ambientales, y cuya salida presuntamente estaría en la venta a otros países centroamericanos…siempre que estos lo necesiten y quieran comprarlo (algo que nadie, a priori, puede garantizar).

7. No puede entonces descartarse que terminemos subsidiando a las empresas cuya producción, por excedentaria, carece de demanda. Pero es que, además, el sistema tarifario quedaría estructurado desde la determinación del costo marginal, en función, por lo tanto, del productor menos eficiente, generando o bien ganancias extraordinarias para quienes sean más eficientes o bien tarifas excesivas para las personas usuarias, o quizá ambas cosas. Porque si no se hace de esa forma, seguramente algunas inversiones resultarían redundantes y las empresas quebrarían.

8. Pero es que, además, la ley contempla, de forma explícita o solapada, diversos mecanismos de subsidio, que, de una u otra forma, impactarían sobre las finanzas públicas o sobre las tarifas que pagan las personas usuarias. Artículo 48: la capacidad contratada deberá pagarse, sea que se utilice o no.

9. Absolutamente nada en el proyecto garantiza universalidad del servicio ni equidad en el acceso y disponibilidad. De hecho, se desmantela el sistema de subsidios cruzados que, en su propio funcionamiento, incorpora estructuralmente el ICE, gracias a lo cual el servicio adquiere universalidad y llega a grupos sociales carenciados y a regiones alejadas, poco habitadas y empobrecidas. La preeminencia del criterio de rentabilidad privada hace imposible dar cumplimiento a este objetivo.

10. En correspondencia con lo anterior, las personas usuarias no tienen ninguna incidencia ni representación, como tampoco lo tienen entidades u organizaciones que aporten criterios técnicos y científicos independientes.

Sería una gravísima irresponsabilidad que esto se apruebe.

Como en una gran partida de ajedrez, el mundo asiste a un enfrentamiento en el que se juega su futuro

Gilberto Lopes
San José, 24 de febrero del 2025

E4 jugó Karpov, en la movida con que abrió la tercera partida del campeonato mundial de ajedrez de 1984. C5 respondió Kasparov, con una defensa siciliana, en la que sería su primera derrota en un enfrentamiento de titanes, resuelto después de 48 partidas, con un polémico triunfo de Karpov.

Era otro campeonato. El torneo hoy es otro. Como en una enorme partida de ajedrez, se mueven las piezas en la apertura de un juego en el que se definirá el futuro orden mundial, entre dos contendientes formidables: Estados Unidos y China.

Trump abrió con su primer movimiento en Riad, el pasado 18 de febrero, en la reunión de su Secretario de Estado, Marco Rubio, con el canciller ruso, Serguei Lavrov.

E4, mueve Trump

Los objetivos de Estados Unidos en la cita con Moscú fueron enumerados por Rubio al final del encuentro. El primero es normalizar las relaciones diplomáticas entre los dos países, que habían llegado a niveles prácticamente inexistentes, como lo describió hace meses Lavrov. La expulsión y la limitación de la actividad de los diplomáticos rusos, el cierre de consulados, la suspensión de todo contacto relevante entre las cancillerías de ambos países, entre otras medidas, habían reducido la relación a niveles sin precedentes. Para comenzar a normalizar esas relaciones decidieron renovar el nombramiento de embajadores e ir removiendo las limitaciones que se habían impuesto a las actividades diplomáticas y consulares de Rusia en Estados Unidos, respondidas con medidas recíprocas por Moscú.

Lavrov señaló que en la reunión no se discutieron aspectos en que los dos países mantienen posiciones discrepantes.

Lo segundo era discutir las bases para la negociación del fin del conflicto entre Rusia y Ucrania. Algo que, para los rusos, no es solo el fin de la guerra, sino un acuerdo sobre lo que perciben como las causas del conflicto: la expansión de la OTAN hacia el este, la violación de los derechos de las poblaciones rusas en Ucrania, el fin de un régimen al que acusan de neonazi, entre otras medidas.

Finalmente, una proposición de alcances mucho más amplios, de límites difíciles de precisar: explorar las posibilidades de cooperación, tanto en el terreno de los negocios como en materias geopolíticas.

«Si este conflicto llega a un final aceptable, existen enormes oportunidades de asociarnos con los rusos geopolíticamente en temas de interés común y, económicamente, en temas que permitan mejorar nuestras relaciones a largo plazo», dijo Rubio.

El presidente del fondo de inversiones ruso, Kirill Dmitriev, estimó en 300 mil millones de dólares las pérdidas de las empresas norteamericanas que abandonaron Rusia a raíz de las sanciones impuestas por Occidente desde 2014 y, principalmente, a partir de febrero del 2022.

Lavrov también expresó un gran interés “en reanudar consultas sobre problemas geopolíticos, incluidos conflictos en diferentes partes del mundo donde tanto Estados Unidos como Rusia tienen intereses y en eliminar los obstáculos artificiales para el desarrollo de una cooperación económica mutuamente beneficiosa».

Es una agenda que podría abarcar las más diversas esferas de las relaciones bilaterales, incluyendo las abandonadas negociaciones de desarme y que sentarían las bases para poner fin a las sanciones económicas impuestas a Rusia por Estados Unidos.

Naturalmente, el desarrollo de esta agenda está condicionado a un acuerdo para poner fin al conflicto entre Rusia y Ucrania, que deberá resolver situaciones delicadas, como la delimitación de nuevas fronteras entre los dos países, las garantías de seguridad exigidas por Ucrania, los costos de la reconstrucción del país y la suspensión de las sanciones económicas a Rusia.

Las afirmaciones de Trump, calificando a Zelensky de “incompetente” y expresando su frustración por la posición adoptada por Ucrania frente al encuentro de Riad, indican su poca disposición para considerar las demandas de Kiev. En todo caso, no serán solo las de Kiev, acuerpadas por una Unión Europea que, en todo caso, aun no sale de su asombro ante los cambios ocurridos en el escenario desde la llegada de Trump al poder.

Trump no lo tendrá fácil tampoco dentro de su propio país, donde deberá enfrentar oposición inclusive de republicanos que ven con reticencias su aproximación a Moscú.

Como dijo Fyodor Lukyanov, director de Investigación del Club de Valdai, uno de los principales académicos rusos sobre temas internacionales, esta guerra no es solo sobre Ucrania, ni siquiera sobre Rusia; es el resultado del colapso “del orden liberal mundial”.

El nuevo escenario ha despertado una gran ansiedad en Europa, donde en ninguna de sus principales potencias –Alemania, Francia e Inglaterra– los gobiernos cuentan con un escenario político o económico sólidos, sobre el que ofrecer una alternativa a sus aliados. Una ansiedad que deriva no solo del cambio en la política norteamericana, sino también en una “hostilidad de larga data hacia Rusia”, como recordó Zhang Hong, investigador del Instituto de Estudios de Rusia, Europa del Este y Asia Central de la Academia China de Ciencias Sociales.

Perfilando el medio juego

Como una “pesadilla” calificó el presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, Christoph Heusgen, el resultado de la reunión de este año, que se celebró entre el 14 y el 16 de febrero. En lágrimas, terminó su intervención diciendo que el presidente Trump parece vivir “en otro planeta”. Se refiere a las relaciones establecidas por Estados Unidos con Europa, una de las bases del orden político mundial después de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría.

Un giro de 180 grados en esas relaciones fue anunciado por el vicepresidente J.D. Vance en su discurso ante la conferencia, con particular relevancia para las negociaciones sobre el conflicto en Ucrania.

Cuando todo es aún incertidumbre sobre la marcha de esas negociaciones, cuando resulta todavía imposible vislumbrar un acuerdo, o ver mejor perfilados los objetivos norteamericanos, me parece que lo más ambicioso es la propuesta de acuerdos geopolíticos y económicos.

En un artículo publicado el pasado 20 de febrero, Dimitry Trenin, investigador del Institute of World Economy and International Relations y miembro del Russian International Affairs Council (RIAC) llega a la conclusión de que Trump parece haber concluido que sus predecesores –Joe Biden y Barack Obama– hicieron cálculos equivocados, que terminaron por empujar Moscú a la órbita china. Un esfuerzo por revertir esa situación explicaría el acercamiento y la propuesta de acuerdos geopolíticos y económicos.

Pero Trenin dice algo más: Rusia no se hace ilusiones. Un acuerdo de cese al fuego puede estar siendo negociado, pero un acuerdo más amplio parece poco probable. Trump y su equipo parecen creer que Rusia, debilitada por la guerra, está desesperada por un acuerdo. “Eso es un error”, advierte. (El artículo de Trenin puede ser visto aquí: https://www.rt.com/news/612823-trenin-russias-long-term-play/)

El artículo de Trenin ayuda a ordenar algunas ideas. Una es la de que China es el verdadero objetivo de las políticas de Trump. Lo que está ocurriendo entonces es la puesta en marcha de una política que busca romper la alianza entre a Rusia y China, de aproximar nuevamente Moscú a Washington, de corregir el resultado de las políticas de Obama y Biden.

Si fuera así, se trataría de uno de los movimientos más atrevidos y ambiciosos en el escenario internacional. Un movimiento que pondrá a Putin frente al desafío político más importante de su vida política: elegir su lugar en la confrontación entre Estados Unidos y China, donde se definirán las reglas que regirán el escenario político mundial en las décadas venideras.

C5, responde China

En esta partida importa no solo oír lo que Beijing tiene para decir, sino también ver cuándo y cómo lo dice.

El movimiento siguiente en este tablero fue el encuentro de los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia y China, el pasado 21 de febrero, en la reunión del G20 en África del Sur (a la que el Secretario de Estado Rubio prefirió no asistir).

El canciller chino, Wang Yi, había expresado en Sudáfrica la disposición de profundizar los acuerdos a que llegaron los jefes de Estado de los dos países.

Al cumplirse el tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania, Putin llamó a Xi, mientras los dirigentes europeos se reunían en Kiev con Zelenski y anunciaban nuevas sanciones a Rusia y renovadas ayudas militares a Ucrania.

China ha insistido en la necesidad de que todas las partes involucradas sean incluidas en las negociaciones en algún momento y que el conflicto en Ucrania se resuelva mediante el diálogo, “tomando en consideración la preocupación de todos los países por su seguridad y respetando la soberanía e integridad territorial de todos los países”.

Consultado sobre si a China le preocupaba que una resolución del conflicto en Ucrania permitiría a Estados Unidos concentrar más recursos militares en la región Asia-Pacífico, si le preocupaba que la paz en Europa pudiera facilitar un mayor despliegue militar norteamericano en Asia, el portavoz de la cancillería china, Guo Jiakun, afirmó que China ha explicado reiteradamente su postura sobre la crisis ucraniana: “esperamos que todas las partes colaboren para abordar las causas profundas de la crisis, establecer una arquitectura de seguridad equilibrada, eficaz y sostenible, y lograr la paz a largo plazo en Europa”, declaró. Una fórmula compleja, que no será fácil llevar a la práctica.

Al mismo tiempo subrayó que China siempre ha creído que la región Asia-Pacífico debe ser un terreno adecuado para el desarrollo de todos los países, en vez de convertirse en un escenario para la confrontación geopolítica de las grandes potencias.

Hablando la semana pasada, en una mesa redonda celebrada el viernes 14, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el ministro de Defensa de Singapur, Ng Eng Hen, afirmó que los supuestos asumidos en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial “habían cambiado radicalmente”.

Desde la perspectiva asiática –agregó– Estados Unidos había dejado de ser percibido como una fuerza de “legitimidad moral” para ser percibido como algo parecido a “un casero cobrando un alquiler”.

¿Se reescribirá hoy el resultado de la formidable partida de 1984? Habrá que esperar su cierre.

FIN

CGR: Débil gestión de la deuda en el Ministerio de Hacienda

SURCOS comparte el siguiente informe de la Contraloría General de la República:

La Contraloría General de la República emitió un informe al Ministerio de Hacienda, en relación con el proceso de gestión de la deuda y determinar si lo relativo a las políticas, estrategias, planes y formulación del presupuesto cumple razonablemente con el marco normativo y buenas prácticas aplicables. Se determinó que dicho proceso cumple parcialmente con estos aspectos. El período analizado está comprendido entre el 1 de enero del 2022 y el 01 de septiembre de 2024.

¿Por qué es importante gestionar la deuda?

El proceso de gestión de deuda ejecutado de manera responsable es un componente clave para garantizar la sostenibilidad fiscal y mantener la estabilidad económica y social, así mismo, para brindar mejores servicios públicos a la ciudadanía y contribuir al desarrollo del país. Esto permitirá a Costa Rica procurar alcanzar un nivel de endeudamiento óptimo y sostenible en el mediano plazo y financiar bienes y servicios públicos que mejoren la calidad de vida de la población.

Hallazgos relevantes

Falta de coordinación con el Banco Central de Costa Rica, para la aprobación de la Política de Endeudamiento y la Estrategia de Deuda de Mediano Plazo.

Inconsistencias entre la Política de Endeudamiento y el Marco Fiscal de Mediano Plazo en cuanto a la brecha de liquidez.

No se revisa la vigencia o necesidad de actualización de la Política de Endeudamiento.

No se estableció periodicidad de evaluación de vigencia de la Estrategia de Deuda de Mediano Plazo.

Falta de trazabilidad y comparabilidad en los datos de los documentos de deuda del Ministerio de Hacienda.

Se identificaron sobreestimaciones en el presupuesto 2025 de al menos ¢21 mil millones debido a utilización de supuestos incorrectos, como la contabilización de dos cupones de intereses por una eventual colocación de eurobonos en 2025 y utilización de tasa de interés desactualizada en la estimación de tres préstamos de deuda externa.

No se documentó el criterio técnico utilizado para establecer los topes máximos de tasas de interés de los títulos de deuda interna.

Conozca el informe completo en el siguiente enlace: DFOE FIP IAD 00001-2025

Video de Julissa Sáenz, gerente de Fiscalización para el Desarrollo de Finanzas Públicas aquí

Video resumen del informe en el siguiente enlace

EE.UU. elige la multipolaridad

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Mauricio Ramírez Núñez.

Esta segunda administración del presidente Donald Trump ha marcado un hito en la política exterior estadounidense. Por primera vez desde el final de la Guerra Fría, Washington está abandonando su papel de guardián del orden unipolar y aceptando la nueva realidad del sistema internacional: un mundo multipolar donde grandes potencias como Rusia, China o India desempeñan un papel central en la recomposición del equilibrio global. Este giro estratégico nos recuerda a la escuela realista de relaciones internacionales, donde el Estado y la soberanía nacional vuelven a ser los ejes primordiales de la política global.

Un aspecto clave de esta transformación es el desacoplamiento de EE.UU. respecto al Occidente político tradicional, entiéndase, de Europa y sus centros de poder clásicos. Durante décadas, Washington dirigió la agenda global en conjunto con sus aliados europeos, pero el nuevo enfoque geopolítico de la administración Trump pone en duda este alineamiento incondicional, lo cual tiene a los europeos con los nervios de punta. Estados Unidos prioriza ahora sus intereses nacionales y redefine sus alianzas en función de la competencia global con China y Rusia, en lugar de seguir sosteniendo el peso del sistema occidental en su conjunto.

Durante años, se sostuvo la idea de que la unipolaridad era un orden natural, propio del “fin de la historia”, pero en realidad se trataba de una anomalía histórica disfrazada de multilateralismo y libertad. No puede existir un mundo con un solo poder sin un contrapoder que lo limite o lo regule. La estabilidad requiere equilibrio, y la unipolaridad, al no tener frenos efectivos, generó desorden y conflictos interminables en distintas partes del mundo. La OTAN fue el brazo armado de ese (des)orden. Ahora, con el ascenso de otras potencias al escenario de la toma de decisiones, ese espejismo de dominio absoluto ha quedado atrás.

El actual secretario de Estado Marco Rubio, lo expresa con claridad en una entrevista el pasado mes de enero en el programa de Megyn Kelly:

Y creo que eso se perdió al final de la Guerra Fría, porque éramos la única potencia en el mundo, y por eso asumimos esta responsabilidad de convertirnos en el gobierno global en muchos casos, tratando de resolver todos los problemas. Y están pasando cosas terribles en el mundo. Hay. Y luego hay cosas que son terribles que afectan directamente a nuestro interés nacional, y tenemos que priorizarlas de nuevo. Así que no es normal que el mundo simplemente tenga un poder unipolar. Eso no lo era, eso era una anomalía. Fue un producto del final de la Guerra Fría, pero eventualmente ibas a volver a un punto en el que tenías un mundo multipolar, múltiples grandes potencias en diferentes partes del planeta. Nos enfrentamos a eso ahora con China y, hasta cierto punto, con Rusia, y luego tienes estados rebeldes como Irán y Corea del Norte con los que tienes que lidiar”.

El reconocimiento de esta nueva realidad por parte de Washington plantea grandes incógnitas. Uno de los desafíos más relevantes es el de la desigualdad soberana, es decir, la brecha entre Estados en cuanto a su capacidad para ejercer plenamente su soberanía dentro del sistema internacional. En teoría, todos los Estados son iguales en términos de soberanía, pero en la práctica, las potencias pueden influir en las decisiones de los más débiles mediante presiones económicas, militares y diplomáticas. La multipolaridad no elimina esta desigualdad, pero sí redistribuye el poder entre varios actores, dificultando que una sola nación imponga unilateralmente su voluntad global.

Es evidente que los desafíos no desaparecerán, pero se abre la posibilidad de actuar desde una postura diferente a la hegemonía unipolar occidental. En la misma entrevista citada anteriormente, Rubio reconoce esta verdad. En sus propias palabras:

Ahora más que nunca debemos recordar que la política exterior de Estados Unidos debe estar orientada a promover nuestro interés nacional y, en la medida de lo posible, evitar la guerra y los conflictos armados. En el siglo pasado, vivimos dos guerras mundiales que demostraron su alto costo. Este año se conmemora el 80 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto de escala y destrucción sin precedentes. Hoy, el impacto de una guerra global sería aún más catastrófico, posiblemente amenazando la vida en el planeta. Y aunque pueda sonar exagerado, la realidad es que múltiples países poseen ahora la capacidad de aniquilación total. Por ello, debemos esforzarnos al máximo para evitar conflictos armados, pero nunca a expensas de nuestro interés nacional”.

Rubio deja entrever un cambio en la lógica estratégica de Estados Unidos; la guerra ya no es una opción sostenible en un mundo donde el equilibrio de poder se ha diversificado. Su declaración refleja el reconocimiento implícito de que la unipolaridad ha caducado y que la coexistencia con otros polos de poder es inevitable. En este contexto, las naciones que sepan moverse con pragmatismo y estrategia podrán aprovechar las oportunidades que ofrece un sistema más distribuido, sin quedar atadas a los dictados de una sola potencia.

Es contundente y queda claro, que la era del mundo dominado por una única superpotencia ha llegado a su fin. El modelo en el que Estados Unidos determinaba unilateralmente la política global sin restricciones externas ha colapsado, y Washington lo ha entendido. Europa hoy debe reinventarse, se encuentra sola y sin ese compañero que en los últimos treinta años fuera su amigo fiel. Ahora, el reequilibrio del poder global dependerá de la interacción entre múltiples actores, donde Rusia, China, India, Turquía, Irán y otras naciones históricas pero emergentes en este contexto serán claves en la configuración del siglo XXI y sus retos globales.

Las guerras desfasadas y el efecto boomerang

Miguel Sobrado

Las potencias siguen operando mediante la vía militar para resolver conflictos, como como si se tratara del siglo pasado. En su afán por imponer el control en sus áreas de influencia han perdido la perspectiva de quien es el enemigo principal de la humanidad. En este caso es el cambio climático que se cierne amenazadoramente, a pasos agigantados, sobre todo el planeta. Amenaza que solo se puede solventar con la integración de los esfuerzos de todas las naciones de forma inmediata.

Las grandes potencias, solo visualizan el progreso técnico por su impacto en el campo de la guerra. Concentrándose en la velocidad, la precisión y el impacto de sus armas. Piensan que con eso están actualizados en el campo de la defensa, sin darse cuenta, que esta debe centrarse ante todo en enfrentar al enemigo estratégico de la humanidad que no se combate con armas de guerra. Además no han tomado nota que la realidad y las relaciones de poder han cambiado. Ya no se basan solo en el poder militar, sino que la globalización ha cambiado la relación entre países y bloques haciéndolos más interdependientes sus relaciones y que las acciones provocan reacciones que los afecta a todos.

El juego tecnológico, de quien tiene el misil o el avión más nuevo los ha obsesionado a tal punto que les ha impedido ver la importancia que, en la nueva realidad tienen, por encima de las armas de destrucción, el manejo de los combustibles y materiales estratégicos.

Que las confrontaciones armadas entre potencias atómicas no pueden ni deben realizarse, como lo plantean algunos Estados Mayores a través de las llamadas armas nucleares tácticas. Peligrosos instrumentos que pueden desencadenar un holocausto nuclear.

Si bien es evidente que la guerra de Ucrania fue provocada por el interés de la OTAN de integrar este país a su bloque e instalar en su territorio armas estratégicas, cosa que el presidente Putin destacó como una línea roja que obligaría a Rusia a tomar medidas, no entiendo la decisión de este de invadir Ucrania, teniendo en sus manos un arma mucho más poderosa como es el suministro de combustibles a Europa. Al invadir con su ejército a Ucrania, no solo afectó, irreparablemente su relación con ese país, sino que integró a la Unión Europea alrededor a la OTAN, como lo querían los Estados Unidos, en vez de dividirlos como era su intención.

Por otra parte, la torpeza estratégica de la OTAN alentada por los Estados Unidos, es de antología ya que, aplicó las sanciones a la compra de combustible ruso, pensando en doblegarla como si fuera un pequeño país vulnerable. Pero resulta que Rusia es un país continental que tiene aliados y podría ser autosuficiente y además es el principal proveedor de combustible a Europa. Con esta medida la OTAN parece haberse disparado en el pie y permitido a Rusia utilizar un arma mucho más potente que su aparato militar. Todo esto al mismo tiempo que arrojó un aliado muy importante en brazos de China, el rival principal por la hegemonía mundial.

En otras palabras Rusia, se comportó́ como si estuviera en el siglo XX donde los conflictos se dirimían con tanques y aviones, sin darse cuenta de que, producto de la globalización tenía en sus manos acceso a la yugular del combustible europeo. La OTAN queriendo perjudicar a Rusia la hizo consciente de que tiene un poder más grande que su ejército.

O sea, los políticos y los militares concentrados en la eficacia de sus juguetes de guerra han perdido el sentido de los tiempos que vivimos y han continuado con sus inercias y modelos mentales propios del siglo XX. provocando muerte, dolor y sufrimiento innecesario a sus pueblos, al mismo tiempo que cometen torpezas de antología. Todo esto sería cómico, si no fuera trágico y estuviera desviando recursos de la lucha contra el enemigo principal.

Es una locura total, que sería objeto de una comedia, si no es porque puede transformarse en una tragedia para toda la humanidad. Las Invasiones por parte de los Estados Unidos a Irak, Afganistán, Libia, Siria, entre otros han sido terreno de guerras y confrontaciones trágicas para sus pueblos, pero no conllevaron el riesgo de una confrontación directa entre potencias atómicas. En el caso de Ucrania el juego de la guerra entre potencias es de alto riesgo para la paz y estabilidad del planeta, al mismo tiempo que distrae la atención y los recursos de la amenaza principal que pende como una espada de Damocles sobre toda la humanidad: el cambio climático.

Esta situación de emergencia que vive la humanidad no puede ser enfrentada y resuelta con el actual ordenamiento de las Naciones Unida, donde las potencias tienen derecho a veto. Debe enfrentarse con una declaratoria de emergencia de al menos dos décadas mientras se atiende la emergencia climática, que por una parte se obligue a un armisticio de los conflictos y de sanciones unilaterales y por otra canalice al menos el 15% de todos los recursos asignados a los ejércitos a la regeneración de suelos y mares, al desarrollo de energías limpias y un nuevo modelo de desarrollo económico sustentable siguiendo los principios del “Donut” impulsado exitosamente por Holanda.

Los ciudadanos de todas las naciones del mundo no podemos permanecer impasibles dejando que las potencias sigan en sus juegos de poder. Costa Rica debe actuar con decisión reafirmando su vocación de paz y neutralidad, demandando conjuntamente con otros países latinoamericanos y del mundo, la declaratoria de emergencia mundial a las Naciones Unidas. Si este tema se discute y enfrenta con decisión en el máximo organismo, se abrirá un camino de esperanza y las potencias deberán guardar sus sables. Esta es una lucha moral como la que se emprendió en siglo XVIII para suprimir la esclavitud, cuando de esta dependía la riqueza del sistema. Nos toca ahora recoger el guante o desguarecer el futuro de nuestros hijos y nietos.

Futuro de la democracia en Costa Rica: De la participación en masa a la participación de y con la masa

Alberto Salom Echeverría

Un día dijo Napoleón:

“Comulgando en público terminé con la guerra de la Vendée/

Haciéndome pasar por un musulmán me establecí en Egipto/

Con dos o tres declaraciones papistas me ganaré a todos los curas de Italia”.

Concepto de participación en la democracia.

Las sociedades democráticas han buscado con denuedo desde el principio de los días una más intensa participación de las masas en la actividad política, valga decir en la toma de decisiones a diversos niveles de la sociedad.

En la Antigua Grecia, en Atenas, que se tiene por la cuna de la Democracia, el sistema político se diferenció del oligárquico (gobierno de una minoría, generalmente rica), de la tiranía (donde el poder descansa en un dictador absoluto), de la monarquía (que es el poder absoluto ejercido por un rey o una reina y generalmente es hereditario). La mayor diferencia con todos ellos radicó en que: en la democracia se instituyó un sistema directo de toma de decisiones por aquellos considerados ciudadanos. Por lo consiguiente la decisión y por tanto el poder dejó de estar concentrado en una minoría privilegiada, en un dictador autoritario o en la figura de un Rey o una Reina.

Sin embargo, se diferencia de la democracia moderna en que la primera, como la democracia ateniense, no tenía un verdadero sistema electivo y fue participativo solo para una minoría.

Nótese que, con respecto a la participación en las deliberaciones y en la toma de la decisión, los derechos siempre recayeron en la ciudadanía, una minoría respecto del total de los habitantes. Esta minoría fue la que ostentó la condición de ciudadanía, solo ella; quedaban excluidas las mujeres y los niños sin excepción, los esclavos y los extranjeros o metecos (del griego “Métoikos” que significa Meta o sea cambio y Oikos, que quiere decir Casa).

Como puede verse, el concepto de participación ha experimentado cambios en el tiempo, según las transformaciones experimentadas por la sociedad humana.

El concepto moderno de participación no admite exclusiones discriminatorias, ya que ciudadano es toda aquella persona, hombre o mujer, indistintamente de la etnia, clase o grupo social al que pertenezca, siempre que sea mayor de edad y mantenga su cédula de identidad al día. Ser ciudadano implica entonces, ser miembro de una comunidad, tener los mismos derechos que los demás y las mismas oportunidades de influir en el destino de esa comunidad.

La teoría y la práctica.

Es evidente que, en la teoría, la igualdad de derechos alcanzados por la ciudadanía en la sociedad democrática moderna es un concepto teórico, filosófico, jurídico y político que, implica al menos lo siguiente: 1. Han tenido que librarse muchas luchas antes de alcanzar la anhelada “igualdad de derechos” estipulada en las diferentes constituciones en sociedades democráticas. O sea, la igualdad de todas las personas que ostentan la ciudadanía ante la ley. 2. Aun así, la vida cotidiana nos demuestra que una cosa es la teoría y otra, muy otra es la práctica. Lo anterior significa que, con frecuencia, los derechos que se han obtenido tras intensas luchas, a lo sumo quedan consignados en preceptos teóricos o leyes, pero no en la cotidianidad, en la práctica siguen siendo irrespetados. Un ejemplo es la lucha de las mujeres contra la violencia de género, las leyes la condenan, pero en la vida sigue siendo uno de los flagelos más comunes y temidos en muchas sociedades democráticas. Lo mismo podemos señalar en relación con la llamada igualdad étnica, mejor conocida como igualdad racial. Los Estados Unidos constituyen un ejemplo paradigmático de la exclusión y violencia que sufren las personas afrodescendientes todos los días, a pesar de que la ley condena las prácticas discriminatorias de tipo racista. En la misma Costa Rica pervive una cultura de discriminación contra minorías étnicas, de género y contra personas homosexuales. 3. Una cosa es la participación de muchos individuos, los cuales forman parte de una masa organizada que conoce sus derechos; otra muy distinta es la participación de una masa inconsciente de sus derechos, por bulliciosa que sea, cuando ha sido convocada por un líder que la manipula.

Con estos antecedentes podremos convenir –grosso modo- en que participación es: “…un concepto democrático que implica el compromiso individual y colectivo para conseguir la transformación del entorno en busca del interés general”. (Cfr.https://www.worldhistory.org).

En la práctica política democrática, concretar la participación ciudadana es algo de lo más complicado, puesto que son muy escasas las sociedades que han alcanzado un alto grado de participación que, de cabida a la construcción diaria de la política y que contemple a amplios grupos de la sociedad civil en el territorio, en las regiones, en las comunidades y en las instituciones, para así poder llevar a cabo sus ideales democráticos. No se cuenta con muchas experiencias al respecto. Por eso, es mucho más prolija la experiencia acumulada en las sociedades democráticas en los últimos 75 años en torno al ejercicio del voto. Aun así, las debilidades de procesos electorales en democracias avanzadas están a la vista, por la influencia y mediatización que ejercen en ellas poderes económicos incontrastables, en ocasiones la prensa de gran calado y, hoy más que nunca, otros poderes enormes que se mueven ocultos o semiocultos “tras bambalinas”, como el narcotráfico y diversas formas de corrupción que actúan para distorsionar el voto e influir sobre masas prácticamente inermes desde el punto de vista ideológico y político.

Participación en masa versus participación de y con la masa.

Estoy consciente que el concepto de “masa” es en sí mismo controversial en la ciencia política, porque la masa es un conjunto conformado de partes difusas y por lo tanto difíciles de diferenciar y establecer las interrelaciones entre sus diferentes elementos. Con todo y ello, es útil, porque en la vida de las sociedades democráticas modernas, encontramos muchos momentos en los que actúan masas como contingentes humanos que se distinguen porque colaboran entre sí en circunstancias políticas temporales, circunstanciales.

Es preciso distinguir dos tipos de situaciones que caracterizan el comportamiento político de las masas. Existe un primer caso que se da cuando las masas exhiben un comportamiento anárquico y desordenado en un momento determinado, propio de agrupamientos que carecen de orientación y conciencia de lo que pretenden, andan trémulas al socaire de un “líder” demagogo. En este caso se trata de grupos humanos fácilmente manipulables por agentes que se erigen en el único elemento distintivo con el que la masa se identifica (¿líderes?). En el populismo de diferente signo ideológico, el liderazgo es generalmente externo y ejerce sobre la masa informe, una influencia quizás decisiva, en la que se apoya para obtener ventaja en la lucha por el poder político. En este caso, todo el sistema en su conjunto tiende a la “entropía” o caos.

En el segundo caso al que hacemos referencia, nos es dable distinguir a la masa cuando se ha conformado a lo largo de un prolongado proceso de activismo político, que permite al conglomerado más o menos organizado adquirir una cierta conciencia de sí mismo. En cada coyuntura o momento político, podemos observar diferentes estratos que interactúan al interior de un gran grupo humano, con una orientación político-ideológica similar, solo forjada a lo largo del tiempo. En este conjunto, los diversos estratos más o menos organizados, no solo interactúan entre ellos, sino con elementos del liderazgo que ha sido elegido y cuenta por tanto con legitimidad, cuando menos en el origen. Aquí los distintos estratos de la masa también poseen iniciativa en la acción política, por su cultura política y solidez organizativa que les permite enfrentar de mejor manera la entropía o tendencia al desorden en la sociedad. Entropía es un concepto que tomamos prestado de la Física y que se refiere según la Real Academia, a “Una medida del desorden del sistema. Una masa de una sustancia con sus moléculas regularmente ordenadas, formando un cristal, tiene entropía mucho menor que la misma sustancia en forma de gas con sus moléculas libres y en pleno desorden”. Por eso podemos decir sin temor a equívocos que una cosa es la “participación” en masa, que conduce a la entropía, al caos y al desorden, y otra es la participación de un liderazgo que se ha forjado de y con la masa.

¿Qué podemos esperar de la democracia en Costa Rica hoy?

Nada, en tanto la masa inerte continúe supeditada a un demagogo populista y mentiroso.

Otro futuro nos será dado si comenzamos a entender que cada ciudadano y ciudadana tiene una responsabilidad que cumplir en la tarea diaria de reconstruir un sistema democrático vigoroso, donde no habrá un “salvador supremo”, único, porque nunca lo ha habido. Juan Rafael Mora, en la guerra del 56, fue un motor propulsor de la heroicidad que anidaba en el corazón de los costarricenses que, no reconocían amos ni esclavos, sino que deseaban con fervor comenzar a redimirse y recorrer por su cuenta un camino propio. El líder lo fue, porque supo despertar en la masa el sentimiento de independencia y no los abandonó nunca.

Hoy el sistema democrático costarricense se encuentra en un nuevo trance de su historia. Es preciso que alguien tenga la visión, la fuerza y el valor para inocular en la masa ese derrotero; no un “salvador supremo”, sino alguien que tenga la humildad y se identifique con las necesidades de los más vulnerables, e insufle en los emprendedores grandes y pequeños, la energía para actuar sin miedo y aportar lo suyo, con capacidad de sacrificio para actuar con lealtad y altruismo en una sociedad que nos la han llevado por la ruta de la desigualdad, y este desafío hay que afrontarlo.

Personalmente no creo que sea la tarea de un solo partido. En eso también un verdadero líder debe armarse del coraje para convocar a muchos y muchas a una unidad amplia, democrática, popular.

 

Compartido con SURCOS por el autor.

Cambios del poder en la sociedad

Juan Huaylupo Alcázar

La historia de los pueblos muestra su continuidad y ruptura en su devenir, sin perder sus raíces constitutivas, rasgos que permanecen como un sello indeleble. Desconocer los rasgos esenciales de los pueblos constituye una limitación para comprender, no solo su pasado, también su presente. Jorge Santayana afirmaba “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, que sin la pretensión del mecanicismo del corsi y recorsi de Giovanni Vico, nos permite reflexionar que no existe presente sin pasado, que la historia no es la narración de lo que no volverá, es el reconocimiento de los hechos y tendencias que marcan e inciden en nuestra cotidiana existencia social.

Estas líneas intentan sintéticamente comprender la significación del poder, a través de un breve recuento general de su historia en las sociedades.

El poder es una facultad de decidir y disponer de la actuación de otros, en sus propios o ajenos contextos, determinados o impuestos socialmente. No es una capacidad definida individualmente, tampoco es un proceso estandarizado en la organicidad de una comunidad estructurada, es una relación social, inherente de una vida compartida en ámbitos, circunstancias, necesidades y problemáticas dinámicas.

El poder primigeniamente no era ajeno a los individuos, fue creado socialmente por y para las colectividades, constituyendo una necesidad cotidiana en la organicidad del trabajo de la vida comunitaria.

El poder posee la impronta de la sociedad donde surge, de sus tradiciones, anhelos, creencias e ilusiones creadas de una vida en común, a través de los tiempos en sus medios espaciales. Luego, los poderes no eran ni pueden ser iguales entre sociedades, como tampoco inmutables ni necesariamente compartidos entre las distintas colectividades.

En el pasado las identidades de las personas estaban referidas a su pertenencia a pueblos y familias, no siendo relevante su particular identificación, lo cual era suficiente para establecer relaciones y confraternizar entre individuos, lazos que también se convertían en vínculos familiares y espaciales, unificando y enriqueciendo culturas y formas de vida de pueblos, a pesar de sus diferencias originarias. Esto es, el respeto a las diferencias culturales, constituían una relación igualitaria en la heterogeneidad social, constituyendo un poder encarnado colectivamente.

El surgimiento de formas superestructurales en la organicidad societal, marcaron drásticas rupturas entre las personas y sus pueblos que se separaban ante el imperio de Estados que delimitaron el espacio de sus dominios e impusieron identidades ideológicas privadas, así como sujetaban a las poblaciones a patrones de vida, producción, comercio, guerras y estratificaciones sociales que subordinaban a poblaciones, no propietarias, al trabajo esclavo o servil para quienes los habían dominado por la fuerza bruta e ideológica de bandas armadas y religiosas. Épocas donde se impusieron poderes a los dominados y creando las condiciones para la conservación del poder elitizado, en un universo de esclavitud, servidumbre o de proletarización, conformando formas y estructuras de clases distintas y antagónicas, pero conservando los propietarios, los privilegios del dominio, la explotación, la segregación y la privatización del bienestar a expensas del trabajo y vidas de las clases empobrecidas. Formas sociales que explícitamente enunciaban el poder clasista existente, esclavista, feudal y burgués para cada época.

La historia nos revela que la organicidad y el poder fue privatizado burguesamente desde el siglo XVIII hasta el presente globalizado, donde lo fundamental gira en torno de los intereses, voluntad y actuación de los propietarios del capital, comprometiendo el pensamiento y la acción de una sociedad modelada por las relaciones que se imponían con la directa intervención de un Estado, déspota contra sus subalternos, genocida contra las poblaciones originarias y depredador de los recursos y riquezas naturales y nacionales.

La revolución francesa y la americana conquistaron derechos igualitarios, libertad, democracia, fraternidad, soberanía popular, entre otros, que liquidaron las formas monárquicas y colonialistas en sus contextos, así como se creaban las nuevas relaciones económicas que se gestaban y se expandían, tras la crisis del mundo medioeval. Esas revoluciones inauguraron la ciudadanía y la política en sus espacios sociales de capitalismo incipiente. En tiempos posteriores algunas sociedades, los sectores subalternos, en su desigualdad e inequidad, lograron conquistar derechos y libertades, creando institucionalidad pública, democracia y libertades formales, morigerando la desigualdad y la inequidad desde la regulación estatal, conocidos como Estados de Bienestar, como ocurrió en Costa Rica en la década del cuarenta del siglo pasado.

No obstante, los logros sociales alcanzados por algunas sociedades no fueron modo generalizados ni estables, por el contrario, se truncaron y degradaron, tanto en Francia, en Estados Unidos de Norte América, como en los Estados europeos y otros que habían instaurado Estados de Bienestar. En cuatro décadas el liberalismo económico evidenció la dependencia estatal, ante las fluctuaciones y vaivenes críticos de la economía, así como de las ambiciones de los propietarios del capital que liquidaban y privatizaban las conquistas sociales.

El debilitamiento de las políticas institucionales, que aún continúan, así como el crecimiento de la exacción de excedentes y la apropiación de los recursos sociales y naturales, entre otras características, mostraron la imagen del poder estatal como una red integrada de la dominación del capital.

Estos procesos liberales de capitalismo salvaje conviven con formas económicas de reproducción simple, que sobreviven en relaciones solidarias y democráticas entre los subalternos en sus pequeñas organizaciones y comunidades pobres, no relevantes para la economía ni el poder capitalista.

El poder concentrado y centralizado está relativizando su vínculo clasista para ser la manifestación de los intereses y actuación de los mayores propietarios de la riqueza acumulada del mundo, proveniente de los sectores financieros y tecnológicos que ambicionan, sin mediación alguna, ser los amos del planeta.

De este modo, el poder actual se individualiza por la actuación e influencia de los multimillonarios y un gobierno que compiten, agreden y disputan el poder mundial absoluto, creando un escenario propicio para una tercera conflagración mundial, con la participación de pueblos y gobernantes en el binomio imperial-totalitario, del cual no está excluido Costa Rica como cómplice ni como víctima.