Comunidad o Barbarie

Esteban Beltrán Ulate.

Esteban Beltrán Ulate
esbeltran@yandex.com

Existen diferentes formas de caracterizar la barbarie, pero todas tienen el mismo fin, la destrucción de lo humano y el daño del entorno viviente. Sí, el humano no será capaz de destruir la vida, pero lamentablemente si tiene la posibilidad de limitar ciertos tipos de vida, incluso la de su propia especie. La barbarie, como forma suprema de aniquilamiento, se encuentra acechando nuestros vecindarios, con esto quiero decir que la barbarie también esta en los detalles, ¿Cómo resistir a ello?

La barbarie no solamente ser descubre desde las formas estructurales de orden global que intervienen en las formas de producción y distribución, así como en las asimetrías producto de las dinámicas patriarcales; también en lo específico está la barbarie presente, y se manifiesta como una alteración social que encuentra tierra fértil en las formas egoístas de vivir. Con lo anterior, quiero expresar que, hay una mala hierba que crece en el seno de los pueblos y que se alimenta del individualismo, de la cosificación de los otros, de la instrumentalización de la naturaleza, del tratamiento economicista de la vida. La sociedad fragmentada se vuelve estéril, no hay tecnología que pueda solventar la ausencia de diálogo, no hay redes sociales que puedan recobrar el cara a cara, ya que, hace falta algo más, que no todas las personas están dispuestas a dar. No es lo mismo ofrecer el rostro como una frontera, que ofrecer la común unidad, ser comunidad, es reconocer que la individualidad no es más que una herramienta para actuar en el mundo, pero que nuestra condición primera es la vida en interrelación, donde cada acto tiene una relevancia en la realidad del entorno viviente.

La común unidad, es una forma de reconocerme como un otro en el nosotros, donde la pluralidad es un rasgo necesario de mi condición humana. Somos ineludiblemente convivientes, de ahí que el problema acontece cuando la relación de vida comunitaria se trunca con el egoísmo de quienes desprecian el ser otro en el nosotros, para autoproclamarse como un “Yo” aislado, dueño del mundo, ser supremo entre la vida y frontera de la naturaleza. El Yo, como forma egoísta de vida, quebranta el diálogo de la vida, se separa a la sombra, y construye un discurso que quebranta el equilibrio de las especies. No obstante, esto no se supera ahí, sino que se reproduce como sentido común, a partir de la potencialización de la comunicación que le ofrece ocupar lugares en las estructuras sociales piramidales, de modo que amplifica el discurso egoísta. El egoísmo crece como mala hierba…

El egoísta, el individualista, quiere vivir la vida que merece, mientras la comunidad trabaja por la buena vida, la diferencia es radical; por un lado, el Yo que quiere, y por otro, el “nosotros que es” en un buen vivir. El ser del nosotros es la comunidad, una tarea diaria, donde ser otro entre nosotros es comprometerse con la vida, misma que siempre es interrelación, diálogo, y disposición de encuentro. La barbarie se expande, pero la comunidad puede germinar en cada lugar, donde vos y yo ofrezcamos nuestra común unidad.