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Etiqueta: Esteban Beltrán Ulate

Las humanidades necesarias

Esteban Beltrán Ulate.

Esteban Beltrán Ulate, M.Ed.
Profesor

esbeltran@yandex.com

La promesa de un conjunto de saberes necesarios para esculpir al estudiante virtuoso resulta ser un propósito que hilvana la formación humana desde la antigüedad hasta nuestros días; en la actualidad, con mayor rigor, en las instituciones de educación superior de fondos públicos. Éstas últimas asumen el estandarte de calidad de la mano de un espíritu idealista que se perfila a desarrollar procesos de formación integral del ser humano. Bajo esta orientación es que, las humanidades en educación superior emergen como un conjunto de oportunidades para ofrecer una ampliación de la perspectiva social, así como para afilar el pensamiento crítico como instrumento de interacción, interpretación y transformación del mundo.

Por tal razón, vale la pena, no solamente “romper una lanza” por la formación en humanidades a nivel universitario, sino también, resulta más que prudente, urgente convocar a una voluntad colectiva para la revisión de los abordajes y métodos de las humanidades. En orden a lo anterior, conviene valorar el accionar actual, y prevenir que esta fuente de oportunidad de formación sea un espacio estéril debido a métodos y prácticas enciclopedistas o meramente histórico-linear-sincrónicas. También, conviene evitar en algunos académicos, la tentación de la vanidad que desencadenan monólogos decimonónicos que más asemejan un collage de opiniones fragmentadas entorno al acontecer mediático.

Los tiempos que habitamos se encuentran entre luces y sombras, caminamos como humanidad en terrenos movedizos al margen de un abismo. La democracia se diluye y la tecnología avanza mientras la moral se encuentra atada de manos asintiendo mientras mira hacia el fondo de la caverna. Las humanidades en nuestro contexto están interpeladas por una serie de factores que se entrelazan de manera dinámica haciendo vibrar las fibras más íntimas del ser humano y abriendo las llagas de la desigualdad e iniquidadlas en poblaciones vulnerables.

Las humanidades necesarias son los que construyen en diálogo con la realidad, nacen del acontecimiento primero que brota de la relación ética con el Otro inmediato que habita en las comunidades. Las humanidades necesarias se hacen en el andar como una artesanía de saberes en común-unidad, que invocan una práxis de transformación social, iniciando en lo local. Las humanidades necesarias son hijas de su tiempo, no le dan la espalda al mañana, no porque crean en el futuro sino más bien porque crean las condiciones necesarias para un porvenir, cada vez más humano. Las humanidades no son letras inmarcesibles, son la encarnación de la responsabilidad ante el desafío de lo que pone en duda lo que nos hace humanos.

Organización comunitaria: El día después de las elecciones

Esteban Beltrán Ugalde.

Esteban Beltrán Ulate
esbeltran@yandex.com

Escribo desde la condición ciudadana de un apátrida de partido político que tuvo que optar por una elección a la carta en el cantón donde habito; escribo desde el sinsabor de un proceso electoral fugaz y con carencias de comunicación asertiva; pero también, escribo desde la convicción de que las grandes transformaciones se pueden gestar desde lo local. La reflexión que comparto es producto de una serie de conversaciones con vecinos y amigos tanto de mi comunidad como de otras comunidades: “Ahora ¿Qué hacer?”

La abstención en el proceso electoral municipal, como el resultado de una serie de fenómenos multifactoriales, muestra que lo local, lo cercano, lo íntimo del tejido social, se encuentra desplazado del imaginario. Lo anterior, con un especial tinte en los territorios urbanos, -donde se identifican las grandes concentraciones de personas-, parece contradictorio, ahí donde más personas habitan, hay menos interés en la respuesta política para atender lo que afecta de manera directa la convivencia y el tejido social. Frente a esto es que, resulta urgente evitar el círculo vicioso, huir de la misma piedra a la que acostumbramos a chocar cuando tomamos el mismo camino cada mañana, dicho de otra manera, es momento de diseñar una ruta que permita a las comunidades animar el tejido social, que será la condición necesaria para un giro en los resultados de los procesos electorales, con miras a una transformación radical y no una media tinta (en el mejor de los casos).

Las comunidades deben tomar el poder, desde la construcción de proyectos externos a la institucionalidad, la organización popular con base en proyectos específicos es la manera elemental a partir de la cuál se puede despuntar un proceso que, a mediano o largo plazo, puede convertirse en la fuerza de voluntad colectiva capaz de asumir también la gobernanza desde lo institucional. Quiero ser más preciso y aclarar lo anterior de la siguiente manera: la organización popular puede y debe iniciar desde la necesidad específica que golpea la realidad de la comunidad, y, a partir de ahí, por medio de reflexión y acción, construir un poder que se legitima con el andar. Para que, una vez construido el poder de manera colectiva, la posibilidad de acceder a una legitimación de poder institucionalizado se alcance por añadidura.

Los partidos políticos han de ser ante todo movimientos donde la voluntad colectiva sea el resultado de un diálogo diáfano. El “qué hacer” no debe ser una pregunta sino una acción que parte del “hacer con quién”, el tejido social está roto, hay que empezar a anudar, ahí en medio de las tensiones de los “distintos” que miran hacia “lo común”, es ahí donde nace el poder como común-unidad. Estos nudos implican un reconocimiento del vecino, de la vecina, de los animales con los que coexistimos, del ambiente desde el que interactuamos. El día después de las elecciones, es el día adecuado para salir al encuentro del otro, en la comunidad, e iniciar la tarea de tejer un proyecto, donde en medio de la diferencia se pueda caminar hacia un horizonte común.

Comunidad o Barbarie

Esteban Beltrán Ulate.

Esteban Beltrán Ulate
esbeltran@yandex.com

Existen diferentes formas de caracterizar la barbarie, pero todas tienen el mismo fin, la destrucción de lo humano y el daño del entorno viviente. Sí, el humano no será capaz de destruir la vida, pero lamentablemente si tiene la posibilidad de limitar ciertos tipos de vida, incluso la de su propia especie. La barbarie, como forma suprema de aniquilamiento, se encuentra acechando nuestros vecindarios, con esto quiero decir que la barbarie también esta en los detalles, ¿Cómo resistir a ello?

La barbarie no solamente ser descubre desde las formas estructurales de orden global que intervienen en las formas de producción y distribución, así como en las asimetrías producto de las dinámicas patriarcales; también en lo específico está la barbarie presente, y se manifiesta como una alteración social que encuentra tierra fértil en las formas egoístas de vivir. Con lo anterior, quiero expresar que, hay una mala hierba que crece en el seno de los pueblos y que se alimenta del individualismo, de la cosificación de los otros, de la instrumentalización de la naturaleza, del tratamiento economicista de la vida. La sociedad fragmentada se vuelve estéril, no hay tecnología que pueda solventar la ausencia de diálogo, no hay redes sociales que puedan recobrar el cara a cara, ya que, hace falta algo más, que no todas las personas están dispuestas a dar. No es lo mismo ofrecer el rostro como una frontera, que ofrecer la común unidad, ser comunidad, es reconocer que la individualidad no es más que una herramienta para actuar en el mundo, pero que nuestra condición primera es la vida en interrelación, donde cada acto tiene una relevancia en la realidad del entorno viviente.

La común unidad, es una forma de reconocerme como un otro en el nosotros, donde la pluralidad es un rasgo necesario de mi condición humana. Somos ineludiblemente convivientes, de ahí que el problema acontece cuando la relación de vida comunitaria se trunca con el egoísmo de quienes desprecian el ser otro en el nosotros, para autoproclamarse como un “Yo” aislado, dueño del mundo, ser supremo entre la vida y frontera de la naturaleza. El Yo, como forma egoísta de vida, quebranta el diálogo de la vida, se separa a la sombra, y construye un discurso que quebranta el equilibrio de las especies. No obstante, esto no se supera ahí, sino que se reproduce como sentido común, a partir de la potencialización de la comunicación que le ofrece ocupar lugares en las estructuras sociales piramidales, de modo que amplifica el discurso egoísta. El egoísmo crece como mala hierba…

El egoísta, el individualista, quiere vivir la vida que merece, mientras la comunidad trabaja por la buena vida, la diferencia es radical; por un lado, el Yo que quiere, y por otro, el “nosotros que es” en un buen vivir. El ser del nosotros es la comunidad, una tarea diaria, donde ser otro entre nosotros es comprometerse con la vida, misma que siempre es interrelación, diálogo, y disposición de encuentro. La barbarie se expande, pero la comunidad puede germinar en cada lugar, donde vos y yo ofrezcamos nuestra común unidad.

Migración: Esperanza en resistencia

Esteban Beltrán.

Por Esteban Beltrán Ulate
Profesor universitario
esbeltran@yandex.com

La migración es una pedagogía incierta que camina, y en su caminar construye un relato que tiene como punto de origen la esperanza. La migración es un gesto político que marcha a contrapelo a lo establecido, es una contra política de lo hegemónico. Esta movilización que rompe fronteras y hace temblar legislaciones, es una muestra de la libertad que anima los cuerpos oprimidos.

La movilización es un derecho humano que ha sido ataviado bajo la estructura de mercado capitalista. De lo anterior deriva las múltiples caracterizaciones que se le dan a los sujetos que se movilizan, siendo la figura del migrante en la que se encuentra en condición deplorable. Dicha caracterización es derivada de una mirada capitalista que plantea la utilidad y la acumulación de riquezas como criterios necesarios para identificar al “bien-recibido”.

Decir migrante es decir a la vez decir no-migrante o nativo, es muestra de una mirada dual, donde se interpone una lectura asimétrica respecto a los beneficios del Estado, por lo que, unos son poseedores y otros se convierten en el atentado posible.

La lucha de los migrantes nos dice mucho, pues confronta el sistema político vigente. Por otro lado, nos revela (a los que aún no migramos) al menos a quienes habitamos en las regiones del sur global que aunque no seamos nosotros los que nos estamos movilizando, en ellos hay algo de nosotros que se refleja. Es quizás el gesto político de ruptura más poderoso, el que se mueve con las personas que quiebran las fronteras.

La lucha migrante nos incluye, ya que su anhelo y esperanza es un gesto de resistencia frente a un mundo el cual todos somos parte, y en el cual no hemos sido capaces como humanidad de consolidar como un espacio de bienestar para todes.