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Conmemoración del 76 aniversario de los mártires del Codo del Diablo

Por Macarena Barahona Riera

Para que la sociedad costarricense construya su destino con el hilo más justo de su historia, en honor a los hombres y mujeres que han dado de sí sus mejores capacidades para el pueblo costarricense, y han dado de sí, hasta la vida misma. Debe saberse valorar a los costarricenses que murieron en la guerra civil, los que murieron en combates, que rondan los 2000, los que murieron en emboscadas, como los del crimen de Edwin Vaglio y Horacio Montiel prisioneros, que fueron sacados de la Penitenciaría Central y asesinados en el Cerro de la Muerte, encontrados sus cuerpos brutalmente golpeados y tiroteados en la carretera La Cangreja de Cartago en el 24 de mayo de 1948, denunciados por Carlos Luis Fallas.

El 19 de diciembre fueron sacados de la Penitenciaría Central, Carlos Luis Fallas, Adolfo Braña, Luis Carballo, Arnoldo Ferreto y Jaime Cerdas, para asesinarlos, sin embargo, Olinda Cruz, esposa de Jaime Cerdas fue a solicitar la intervención de Monseñor Sanabria que pudo detener los asesinatos y fueron devueltos a la Penitenciaría. No fue así con los prisioneros políticos que desde la cárcel de Limón fueron llevados en el tren por sus custodios y asesinados en la vuelta conocida como el Codo del Diablo de Turrialba: el diputado Federico Picado Sáenz, secretario de la Federación de Trabajadores de Limón; Octavio Sáenz Soto, dirigente de los trabajadores ferroviarios; Tomas Vaglio Sardi, empresario agrícola y dirigente de trabajadores agrícolas; Lucio Ibarra y Álvaro Aguilar dirigentes y militantes del Partido Republicano; y el dirigente de trabajadores campesinos . Narciso Sotomayor, que desde Nicaragua había participado en la guerra civil en la Legión Caribe como tantos centroamericanos.

Una sociedad está enferma, cuando convive su presente entre muertos de fosas comunes y crímenes silenciados.

La sociedad democrática a nivel mundial se expresa en el repudio general a estas inhumanas situaciones, crímenes y violaciones a los derechos humanos ocultados de los textos educativos y de los panegíricos de los vencedores, no desaparecen las víctimas, todo lo contrario, las vuelve majestuosas en su dignidad humana y trascendentes, nos relatan el fin de una guerra civil desde sus fosas, a la espera de sus exhumaciones y justicias.

Las fosas del 48 están dispersas en los lugares donde fueron ultimados, muchos heridos fueron rematados, según los mismos vencedores en sinceros relatos de combatientes del Archivo Nacional, y testimonios publicados. [Barahona. Documentos de 1948. Editorial Costa Rica].

Las víctimas del crimen del Codo del Diablo, un diputado electo, dirigentes del partido proscrito y dirigentes de también sindicatos proscritos, dan un terrible muestrario de esos días, los vencedores en sus fiestas de poder y gloria, cachuchas y buenos negocios, y los proscritos, diputados, dirigentes de partido y de sindicatos, en la cárcel, el destierro, y la muerte.

Son días de represión, sin garantías individuales, amenazados de invasión por parte de calderonistas por la frontera con Nicaragua.

Estas víctimas, que se conmemora los 75 años de sus asesinatos (19 de diciembre de 1948), se han convertido en la verdad oculta de los vencedores, son cadáveres que hablan y defienden desde sus tumbas en el Cementerio Obrero, sus derechos violados, sus vidas segadas , sus compromisos con el pueblo trabajador, con un concepto de patria, superior a sus hijos homicidas, ellos nos narran la injusticia y los derechos pendientes de una sociedad política y económica que en la mentira, el silencio, la tergiversación y el oportunismo, construyó un relato alterno de falacias, donde los derechos humanos de sus víctimas fueron ultimados en sus integridades físicas y morales.

La persecución, el pillaje, la vendetta, el escarnio público especialmente a las mujeres y los hombres, a maestras, a maestros, profesoras universitarias, profesores universitarios, empleados públicos, estudiantes, sucedió sin que fueron considerados oprobiosos y humillantes ante las consideraciones de derechos humanos y el trato cruel de los prisioneros políticos.

Estos crímenes conmocionaron las conciencias de muchos costarricenses exiliados en diferentes partes, las voces de José Albertazzi en Guatemala, de Carmen Lyra y Manuel Mora en México, a través de sus cartas se refleja el impacto moral y del artista Manuel de la Cruz desde Venezuela, en sus palabras tristes e indignadas: “Esta voz clara y limpia con que buscó, su anatema viril o tu orgullo infinito, sea protesta, indignación, presencia y grito, del horrendo crimen del “Codo del diablo. ¡¡De pie costarricenses!! ¡¡¡Atrás los mercenarios!!! Es imposible jamás olvidar Codo del Diablo, La Lucha, Tarbaca, El Tejar, San Isidro del General. Recuerda tus dolores y vive tus calvario”. En el exilio obligado de Manuel de la Cruz, entendemos lo que habrán sufrido cientos de familias.

En este aniversario de la muerte de estas víctimas, creo que la sociedad debe repensar, y como en otros países sucede, pedir disculpas, a través de las autoridades institucionales, por el trato oprobioso del que fueron objeto tanto funcionario del estado, académico y del magisterio, por lo inhumano del crimen de los prisioneros políticos, un resarcimiento público a sus descendientes de parte del Ministerio de Justicia, gestos públicos que enarbolan decencia y compensen el silencio y la complicidad.

Diciembre 2024

derechos humanos, dignidad, guerra civil, Macarena Barahona Riera, Mártires del Codo del Diablo, prisioneros políticos, represión