Covid-19: Expresión del impacto global del capitalismo en la biodiversidad El lazo ignorado entre nuestra relación con la naturaleza y la salud pública

M.Sc. Orlando Amaris Cervantes
Sociólogo y ecólogo político. Investigador del Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE). Universidad Estatal a Distancia (UNED), Costa Rica

Entre tantas malas noticias aún me causa una sonrisa llena de complicidad saber que una lejana pareja de pandas en un zoológico en Hong Kong haya copulado en plena cuarentena y según parece en junio de este mismo año veremos ya las señales de un embarazo.[1] Por supuesto, al igual que muchas personas, me conmuevo viendo videos y fotografías de animales que pasean por las desoladas calles y bulevares de ciudades y pueblos, que aprovechan ahora que somos los humanos quienes sentimos temor y estamos indefinidamente escondidos; observo estas imágenes una y otra vez. Sin embargo, hay una idea que me conmueve todavía más, pero dudo que ocurra, al menos no en la reciente versión de esta pandemia. Me refiero a la posibilidad de ver que todos los empresarios agroindustriales y extractivos, especialmente en el cantón Central de Puntarenas donde trabajo como investigador de la gestión comunitaria del agua, se detengan y reflexionen sobre las consecuencias que tienen sus actividades para las comunidades, los trabajadores y los ecosistemas. Así, se podría conseguir que por fin los manglares del golfo de Nicoya respiren sanos sin los sedimentos y contaminantes de los monocultivos de caña y piña. Quisiera que la gente de Chomes y Abangaritos me contara que ya no hay más incendios para cosechar caña de azúcar, y que respiran tranquilos y sin temor; que su ropa pueda seguir secándose al sol sin ensuciarse de esa lluvia de ceniza que no es suya. Me encantaría observar los ríos Guacimal, Lagarto y Abangares, al igual que muchos otros, llegar limpios y con buen caudal a su desembocadura sin el freno de los quebradores que también los contaminan.

Por supuesto, también, desearía ver que las manadas de monos aulladores o congos de las partes bajas del golfo de Nicoya crezcan en número y que se muevan sanos entre los árboles sin que ninguno de sus miembros quede acorralado por el pasto seco en la inmensidad de un potrero. Sería muy feliz si pudiera notar, además, el momento preciso en que las sierras guarden silencio, que no haya más tala, ni quemas, ni cacería, y que el verdor de las manchas de bosque, que observaba durante mis giras de trabajo antes del confinamiento, se expandiera salpicado con los colores de las flores de los robles de sabana (Tabebuia rosea), las cortezas amarillas (Tabebuia ochracea) y los caraos (Cassia grandis). Quisiera también que el desempleo dejara de ser una amenaza permanente para los pobladores de estas zonas y que ya no sea la repetitiva excusa para tener que soportar las consecuencias del desmedido y egoísta afán de lucro de unos pocos. Por eso en el proyecto en el cual trabajo junto a acueductos rurales, asociaciones de desarrollo y cooperativas de mujeres, todas integrantes de la Alianza de comunidades por la defensa del agua en Puntarenas, confirmamos que tanto las ganancias de estas actividades extractivas y agroindustriales presentes en este territorio, así como sus consecuencias ambientales, son distribuidas de forma desigual. Las utilidades se concentran en pocas personas mientras que los daños se distribuyen entre la población vecina o la que vive aguas abajo. Esta es parte de la normalidad a la cual no queremos regresar. Por esto es importante hacer ajustes y continuar trabajando en el contexto del Covid-19 para idear alternativas de acción y construir nuevas normalidades a partir de otros principios. De esta manera, podríamos fortalecer las organizaciones comunales y contribuir a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones costeras del golfo de Nicoya.

Árbol de corteza amarilla (Tabebuia ochracea) en distrito de Chomes, cantón Central de Puntarenas, Costa Rica. Imagen cortesía de Rigo.

Por otra parte, debido a que mi interés como sociólogo desde hace varios años ha sido analizar las formas y las condiciones en las cuales unos actores sociales acaparan y contaminan ciertas bondades de la naturaleza lo que limita el provecho que otros podrían obtener de esta. He podido conocer en profundidad muchos casos de degradación ambiental que cuestionan la sostenibilidad de nuestro actual sistema económico. Por estas razones me resulta inquietante que el origen del Covid-19, así como de otras pandemias anteriores (SARS y ébola, por ejemplo), se relacione con las consecuencias del sistema agroalimentario industrial,[2] entre otras nocivas actividades realizadas en ecosistemas biodiversos,[3] y los efectos del cambio climático.[4] Los anteriores son procesos incentivados por el capitalismo actual cuyo impacto recae en los bosques tropicales del mundo y en la acumulación de gases de invernadero responsables de la actual crisis climática. Para el caso del sistema agroalimentario corporativo capitalista, como factor a considerar en el origen de enfermedades infecciosas emergentes, basta tener en cuenta la intensificación agrícola y ganadera, además de la actividad minera y la deforestación, que se realizan en bosques primarios y tierras de cultivo de pequeños productores en zonas tropicales. Estas presiones empujan a los productores locales hacia la periferia de las ciudades o a precarizar montaña adentro, por lo que se exponen a nuevas enfermedades. Adicionalmente a esta liberación de patógenos en contextos biodiversos ocasionados por cambios en el uso de la tierra, es necesario mencionar también los microorganismos que surgen por el manejo intensivo en granjas de producción de animales para el consumo humano. El hacinamiento de estos animales hace que proliferen infecciones, las cuales son contenidas con antibióticos; sin embargo, la aplicación de estos termina haciendo más resistente el siguiente brote infeccioso.[5] Algunos ejemplos de virus relacionados con la producción industrial de carne los encontramos en las recientes pandemias de influenza aviar[6] e influenza porcina.[7] El cambio climático, por su parte, provoca el incremento de la temperatura, el aumento de la intensidad de los huracanes y los cambios abruptos en el clima. Todos estos factores repercuten en los ecosistemas tropicales, lo que potencia el surgimiento de nuevos eventos epidémicos como el que experimentamos en este momento.[8] Más grave aún sería pensar que las sequías, sumadas al acaparamiento del agua, imposibiliten obtener este líquido para el consumo humano y dificulte la aplicación de las estrategias higiénicas indispensables para la prevención de futuros contagios. Como podemos ver, todos estos elementos no son nuevos, son más bien parte de la normalidad que sectores políticos, productivos y académicos continúan obviando.

De la misma manera en la que se han generalizado entre la población algunos principios epidemiológicos relacionados con la prevención o cuidados necesarios para poblaciones específicas en riesgo por la actual pandemia, echo de menos una discusión sobre su origen y las contradicciones que la hicieron posible. Si bien es cierto en este momento hay que evitar a toda costa el colapso de los centros hospitalarios, resulta oportuno también tener claras las causas de esta pandemia y su relación con la destrucción de los bosques y de los conocimientos de las poblaciones que durante largo tiempo los han aprovechado y salvaguardado.[9] Solo así es posible prever un nuevo brote infeccioso.

En el caso particular de la actual pandemia Covid-19, esta no nos tendría en este mortal apuro sanitario y civilizatorio si no fuera resultado de su paso desde animales silvestres, extraídos de hábitats en degradación, hacia los animales humanos (zoonosis). Es decir, ese hábil tránsito inter especies realizado por este virus sucedió en circunstancias en las cuales las actividades humanas han interferido reiteradamente con el entorno natural transformándolo y saqueándolo. Al hacerlo nos vemos expuestos también como especie a una variedad de patógenos sobre los que no habríamos siquiera tenido conocimiento antes.

Por lo tanto, al romper esos balances ecológicos participamos desventajosamente en lo que llama David Quammen la lotería evolutiva.[10] Dicha lotería se refiere a la oportunidad en la cual este virus logró introducirse en nuestro organismo y se convirtió así en nuestro inesperado huésped. Con ello este microbio obtuvo grandes probabilidades en el sorteo evolutivo para perdurar contagiando a más y más humanos; los mamíferos más exitosos en lo que a inteligencia, población y recursos planetarios a su disposición se refiere, responsables paradójicamente de la consolidación de una normalidad insostenible cuyos regímenes extractivos y productivos han dado origen a la actual pandemia.

Imagen tomada del Semanario Universidad.

Tomando en cuenta lo anterior, coincido entonces con la Dra. Kate Jones,[11] bióloga de la División de Biociencias de la University College London (UCL), cuando afirma que estas infecciones son “un costo oculto del desarrollo económico”.[12] La científica llama también la atención sobre cómo los sistemas ecológicos simplificados tienen un efecto viral amplificador. Dicho de otra manera, a menor diversidad biológica, mayor será la incidencia de plagas y enfermedades, tal como ocurre en las zonas recién deforestadas o en aquellas cubiertas por monocultivos de caña, arroz y piña, así como en las granjas avícolas y porcinas. Por el contrario, en los sistemas naturales que no han sido alterados, la posible transmisión de enfermedades disminuye debido a la diversidad de especies en ellos, lo que limita el contagio y la expansión de enfermedades.[13] Esta es la razón por la cual empresarios agroindustriales y sus equipos técnicos emplean cantidades enormes de agrotóxicos y antibióticos para intentar contrarrestar, con resultados cuestionables, las infecciones que se multiplican entre plantas o animales de una sola especie.

En este marco de incertidumbre comienza a extenderse un sentimiento biocéntrico difuso que nos coloca como seres vivos al mismo nivel de los otros. Creo encontrar también, en dicho sentimiento, algo de vergüenza por los efectos de la extracción de materiales en magnitudes imposibles de restituir para nuestra biósfera. A lo que es oportuno agregar, la igualmente comprobada incapacidad del planeta para asimilar nuestro incesante volumen de desechos. Aunque poco podemos hacer con este malestar, sí se experimenta un fugaz alivio al verificar por fin, y gracias a nuestro confinamiento, que el aire está más limpio,[14] las abejas regresan a algunos espacios urbanos[15] y, debido a la parálisis de muchas actividades humanas, nuestra casa común incluso vibra menos.[16] Así, mientras algunos continúan saturándose con curvas, compras por internet y conteos de muertos, los dispositivos sismográficos captan al mismo tiempo señales sísmicas mucho más sutiles; las fuerzas naturales que nos sobrepasan, nos permiten comprobar nuestra tardía, impactante y, hasta podríamos añadir, frágil presencia en el planeta.

Imagen tomada de La Vanguardia.

Liberados entonces de esa ficción que nos impedía ver nuestra finitud y que hoy es indiscutible; desabrigados de esa proximidad física que nos distrajo hasta el punto de hacerle pensar a muchos que la normalidad en la cual vivíamos era nuestro resguardo más viable; incluso, descentrados de nuestra condición de privilegio como especie, es un buen momento para no olvidar las desigualdades que hemos arrastrado social y ecológicamente. Consideremos, a propósito, la gran cantidad de personas que no ha podido mantenerse recluida en sus casas, ya sea porque fueron recientemente despedidas de sus trabajos o porque que ya vivían entre la informalidad y la precariedad laboral. Por supuesto, tampoco es prudente continuar obviando las consecuencias ambientales de la inercia de nuestro consumo.

Son muchos los aportes de los sectores sociales, la comunidad científica, las organizaciones y los colectivos que desde hace décadas continúan alertando sobre el impacto de este modelo económico en el planeta, en la calidad de sus aguas, en la conservación de los suelos, en el clima, en la diversidad biológica y alimentaria, y en el deshielo de los polos, cuyos efectos se evidencian en el hambre, la malnutrición, la recurrencia de enfermedades infecciosas y, el aumento de enfermedades crónicas y mentales. Entre estas voces figura, por ejemplo, la encíclica papal Laudato si:[17]

[…] El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás […]

De cualquier modo, las discusiones de fondo que proponen todas estas contribuciones, han sido ignoradas por la vieja normalidad a la que no aconsejo regresar. Atender a tiempo estas propuestas significa vivir responsablemente de manera más frugal y menos excluyente. Incluso, a nuestro favor en la lucha contra esta pandemia, podríamos contar con un clima más estable y más seguro para todos,[18] ni que decir de una producción alimentaria más saludable, menos intensiva y más libre de insumos fósiles, así como medios y redes de transporte público más eficientes. En este contexto de crisis, lo anterior no es poca cosa.

Mientras escribía esto me tomaron por sorpresa las primeras lluvias de abril y hoy me siento optimista. Sin embargo, ¿Será posible corregir el rumbo dentro del voraz marco aspiracional y competitivo del capitalismo justo cuando países como España, Italia, Dinamarca, Austria, entre otros, proponen reabrir sus economías?[19] ¿Cómo hacer para que la recuperación económica no aliente un efecto de rebote ávido de consumo y más explotación de la naturaleza? ¿Cómo incluir los límites ecológicos y todas esas alertas desoídas durante la anterior normalidad en la construcción de un mejor mundo postCovid-19? Conocemos bastante bien la normalidad a la cual quieren tirarnos nuevamente. En su lugar, como humanidad y como sociedad, bien podríamos continuar construyendo otras ¿Por qué esperar la vacuna para cambiar?

[1] «Tras casi una década de intentos fallidos, dos pandas al fin se aparean». National Geographic en español. acceso abril del 2020, https://www.ngenespanol.com/animales/tras-casi-un-decada-de-intentos-fallidos-dos-pandas-al-fin-se-aparean/

[2] «Agrobusiness kills. Capitalist agriculture and Covid-19: A deadly combination». Entrevista a Rob Wallace, Climate and Capitalism, acceso en abril del 2020, https://climateandcapitalism.com/2020/03/11/capitalist-agriculture-and-covid-19-a-deadly-combination/

«Las causas de la pandemia. No le echen la culpa al murciélago». Entrevista a Silvia Rivero, Página 12, acceso en abril del 2020, https://www.pagina12.com.ar/256569-no-le-echen-la-culpa-al-murcielago

[3] «’Tip of the iceberg’: is our destruction of nature responsible for Covid-19?». The Guardian, acceso en abril del 2020, https://www.theguardian.com/environment/2020/mar/18/tip-of-the-iceberg-is-our-destruction-of-nature-responsible-for-covid-19-aoe

[4] «El cambio climático y la pérdida de biodiversidad favorecen las enfermedades». Gaceta Médica, acceso en abril del 2020,

https://gacetamedica.com/investigacion/el-cambio-climatico-y-la-perdida-de-biodiversidad-favorecen-las-enfermedades/  

«Coronavirus y pandemias: ¿efecto rebote de la destrucción de los ecosistemas?». Semana Sostenible, acceso 2020,

https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/coronavirus-y-pandemias-efecto-rebote-de-la-destruccion-de-ecosistemas/48979

[5] «Coronavirus, agronegocios y estado de excepción / Silvia Ribeiro». La Jornada, acceso en abril del 2020,

https://www.jornada.com.mx/ultimas/economia/2020/02/29/coronavirus-agronegocios-y-estado-de-excepcion-silvia-ribeiro-9431.html

[6] «Influenza Aviar: Una crisis global de sanidad animal con profundos desafíos a la ciencia y la sociedad». FAO, acceso en abril del 2020, http://www.fao.org/avianflu/es/crisis_es.html

«Influenza aviar». World Organisation for Animal Health, acceso en abril del 2020, https://www.oie.int/doc/ged/D13948.PDF

[7] «Causalidad de la pandemia, cualidad de la catástrofe». Blog de Ángel Luis Lara, el diario.es, acceso en abril del 2020, https://www.eldiario.es/interferencias/Causalidad-pandemia-cualidad-catastrofe_6_1010758925.html

«La FAO insta a vigilar de cerca el virus H1N1 en los cerdos». FAO, acceso en abril del 2020, http://www.fao.org/news/story/es/item/19368/icode/

«Gripe porcina». World Organisation for Animal Health, acceso en abril del 2020,https://www.oie.int/doc/ged/D14005.PDF

[8] «El cambio climático y la pérdida de biodiversidad favorecen las enfermedades». Gaceta Médica, acceso en abril del 2020,

https://gacetamedica.com/investigacion/el-cambio-climatico-y-la-perdida-de-biodiversidad-favorecen-las-enfermedades/

[9] Los pueblos indígenas y las comunidades locales son claves por su comprobada labor de cuido de las zonas protegidas en todo el mundo. Ver: http://www.iccaregistry.org/es/about/iccas

[10] «La destrucción de la naturaleza es lo que nos pone en contacto con los virus: David Quammen». Entrevista a David Quammen, El Espectador, acceso en abril del 2020. https://www.elespectador.com/coronavirus/la-destruccion-de-la-naturaleza-es-lo-que-nos-pone-en-contacto-con-los-virus-david-quammen-articulo-914730

[11] Prof Kate Jones. Chair of Ecology and Biodiversity, University College London. https://www.ucl.ac.uk/biosciences/people/prof-kate-jones

[12] «’Tip of the iceberg’: is our destruction of nature responsible for Covid-19?». The Guardian, acceso en abril del 2020, https://www.theguardian.com/environment/2020/mar/18/tip-of-the-iceberg-is-our-destruction-of-nature-responsible-for-covid-19-aoe

[13] «Pérdida de naturaleza y pandemias. Un planeta sano por la salud de la humanidad». World Wildlife Fund, acceso en abril del 2020, https://www.wwf.es/?54120/Perdida-de-naturaleza-y-pandemias-Un-planeta-sano-por-la-salud-de-la-humanidad

[14] «Estudio de la UNA: Medidas restrictivas por COVID-19 mejoran la calidad del aire en la GAM». Delfino, acceso en abril del 2020, https://delfino.cr/2020/04/estudio-de-la-una-medidas-restrictivas-por-covid-19-mejoran-la-calidad-del-aire-en-la-gam

[15] «El resurgir de las abejas gracias al confinamiento humano». Semana Sostenible, acceso en abril del 2020, https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/coronavirus-en-colombia-el-resurgir-de-las-abejas-gracias-al-confinamiento-humano/50045

[16] «Coronavirus: cómo las medidas contra la pandemia están causando que la Tierra vibre menos». BBC Mundo, acceso en abril del 2020,  https://www.bbc.com/mundo/noticias-52177361

«Estaciones sísmicas registran aislamiento social por COVID-19 en Costa Rica». Delfino, acceso en abril del 2020,  https://delfino.cr/2020/03/estaciones-sismicas-registran-aislamiento-social-por-covid-19-en-costa-rica

[17] «Carta encíclica Laudato Si del santo padre Francisco. Sobre el cuidado de la casa común». El Vaticano, acceso en abril del 2020,  http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

[18] «El cambio climático es más mortal que el coronavirus: ONU». Semana Sostenible, acceso en abril del 2020, https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/el-cambio-climatico-es-mas-mortal-que-el-coronavirus-onu/48951

[19] «Semana clave en Europa: los países que comienzan a relajar las medidas de confinamiento por el covid-19». BBC Mundo, acceso en abril del 2020,

https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52268902

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